Partida Rol por web

Die Glocke

Das Venusfuchs (Capítulo II)

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31/03/2017, 04:59
Damien Krieg

Krieg escuchaba en silencio a la Doctora Hagall, le hacia gracia como hablaba tan extenso del Doctor Berstein, pero ocultaba esas ganas de reir por la manera en que describía a Helmut.

Cuando Hagall se sirvió la vinagreta y ensalada, Krieg hizo un gesto de si podía servirse también. Comió un poco de la ensalada, una vez masticada y tragada, no pudo evitar decir algo sobre eso...

-Es curioso, lo que se parecen en parte Bernstein y usted, alguna que otra vez habla de usted y la descripción que hace de usted, es a su manera, a la manera de describirlo usted a él, la verdad, que como le comenté a la enfermera Dietrich, harían una muy buena pareja....- sonríe Krieg ante la posibilidad de ver a ese par juntos..

-..esta bien rica la ensalada - dice para no poner nerviosa a Hagall por el comentario anterior.

Sigue escuchando a la Doctora Hagall...

-Yo de usted, si tiene tantas ganas de hablar con Bernstein, hágalo,no sabemos que nos deparara lo de Rajpur, así que mejor aprovechar que lo tiene cerca, para hablar sobre los libros, la poesía,etc..uno nunca sabe que pueda suceder...- le dice a la doctora señalando con un pequeño trozo de ensalada clavada en el tenedor.

Cuando termina de hablar Hagall, ya había prácticamente acabado la vinagreta, se limpia la boca con una servilleta cercana,o si no hay, con un pañuelo que saca de su camisa.

-Muy buen té y ensalada, en cuanto a salir temprano, no tengo problemas - ya se va levantando para salir, a punto de hacerlo se gira hacia la doctora.

-Al Krieg que ha visto ahora, solo lo ha visto mi esposa y muy poca y contada gente, conserve ese secreto a poder ser, yo también guardare un secreto suyo que mas adelante tenga o quiera decirme o compartir,hasta la mañana Doctora Hagall, hágame caso y vaya a ver al doctor Bernstein hoy, no sea que luego no pueda...- volvía a poner ese gesto serio tan representativo de él.

Hagall podia sentirse afortunada, como bien dice Damien, muy poca gente y muy contada, conocen a ese verdadero Krieg.

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03/04/2017, 16:13
Director

Había sido imposible localizar a Bernstein durante el resto de aquella jornada de trabajo. Estaba exhausto, así que cayó en su cama y roncó durante más de diez horas, poniendo a prueba la resistencia de los cristales ante la vibración. Finalmente, al amanecer del siguiente día, justo cuando se estaba lavando los dientes y planteaba buscar algo de desayuno, alguien picó a la puerta.

Él, como otros científicos, vivía en el módulo de investigación, por que prefería cien veces estar al lado del laboratorio y tener un buen techo (de cemento) y unas instalaciones dignas que ocupar una de las nuevas casas prefabricadas. Creyó que era Krieg o alguno de los ayudantes de laboratorio, por lo que abrió la puerta con los pantalones del pijama y una camiseta interior de tirantes como única ropa.

¡Cual fue su sorpresa al ver a la enfermera Dietrich justo delante de la puerta! Además, llevaba algo entre las manos. Algo que emitía un delicioso aroma, bien conocido para él. Una deliciosa "peste" a strudel de primera calidad, como los de la panadería a la que él solía acudir puntual, casi religiosamente, durante su doctorado.

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03/04/2017, 16:36
Helmut Bernstein

Al ver a la srta. Dietrich se muestra sorprendido, bizquea sus ojos somnolientos y hace el gesto automático como de cubrirse con un batín que no lleva.

Oh! Que sorpresa, frauleïn Dietrich.

Y ante un momento de duda se hace a un lado para invitarla a pasar.

¿Eso?... ¿Eso es para mí?

No debería haberlo hecho... Se contesta antes de que pueda decirle que no es para él. Tiene mil cosas mas importantes que hacer que traerme el desayuno, por supuesto.

Aunque en su mente, en ese momento, le llegó el vago recuerdo de la primera noche venusiana, cuando la srta Dietrich le traía la cena pero él casi la atropella en su alocada carrera hasta el comedor.

¿Cómo se encuentra? ¿Qué tal su experiencia extraterrestre?

Le pregunta, para a continuación, en tono cómplice, se acerca para susurrarle una confidencia.

He de confesarle que yo no muy bien. Hace un calor del demonio.

Es una confidencia tonta, como para animarla a sincerarse.

¿Quiere un te? Tengo por aquí una tetera... La dejé en... No es molestia, de verdad. Se lo puedo calentar en un momento.

Le ofrece, mientras busca una camisa que ponerse y se la abotona deprisa y de forma despareja.

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03/04/2017, 16:46
Rudolph Fegelein

Estaban limpiando las armas y engrasando las municiones como preparativo para el ataque. El golpe se produciría dentro de 24 horas aproximadamente, ya que tenían que preparar los blindados y cargar con bombas los aviones. Los chicos estaban preparados, algo excitados. Creían que aquella iba a ser una misión fácil, con un aura a aventura, como las guerras coloniales de sus abuelos durante la gran guerra. Seguir los pasos del famoso general Vorbeck en Tanganika, o algo así.

El teniente entró en los barracones buscando, precisamente, a la sección de Topf. Les encontró fácilmente, junto a un montón de cajas de munición para mauser.

-Sargento, lie el petate. Nos vamos con su pelotón a hacer un reconocimiento de la ciudad enemiga. El mando necesita un puesto de radio y observadores para la artillería y morteros. Nos toca adelantarnos al ataque principal. Nos acercarán en vehículo hasta la mitad del camino, de ahí iremos a pie, ocupando una cota cercana a Umad. Lleven redes de camuflaje y herramientas para atrincherarse. Por si acaso, llevaremos una MG-42 para defender el puesto de observación.

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03/04/2017, 17:49
Director

A la mañana siguiente, el variopinto grupo comenzó su viaje. Fueron a pie, ya que era el método de transporte universal de las clases pobres en aquel planeta. Les acompañó la familia de Jat (incluida la niña, aunque ella insistió en que no), ya que supuestamente ese año tenían que bajar a vender sus ovejas para el mercado. Era la tapadera perfecta para un grupo de personas, al frente de un numeroso grupo de animales de granja, para recorrer los caminos llenos de comerciantes que discurrían al oeste del gran lago.

Llegar hasta allí fue todo un ejercicio, tanto para sus pies como para sus dotes de camuflaje. Se "disfrazaron" de hombres y mujeres locales, empacando sus pertenencias del siglo XX en fardos al estilo nativo. No llevaban muchas armas, tan solo tres pistolas y una MP-40 que Krieg pudo camuflar entre sus bártulos. Daman caminaba bien, aunque a veces renqueaba. Las heridas cicatrizaban bien, y había recuperado la movilidad en ambas piernas. Hagall le había enseñado a disparar y consiguió para él, a pesar de las reticencias del coronel, una pistola. "Debemos demostrar a los nativos que confiamos en ellos, o todo se irá a la mierda", le dijo para convencerle. La verdad era que el guerrero se sentía mucho más a gusto pudiendo defender a sus compañeros que siendo una simple comparsa. Por eso, sonreía apoyándose en el palo que usaba para caminar, indicándoles el camino o contándoles alguna anécdota.

Con las ovejas, no había espacio para aburrirse. Aprendieron el arte de pastorear sobre la marcha, fruto de la necesidad más pura, pues necesitaban controlar a los animales. Vieron gente muy diversa, algunos incluso de otras "razas" (les sorprendió ver gente africana o negra) cargando con sus bártulos o usando una especie de bueyes para tirar de pesadas carretas cargadas de suministros. A pesar de sus ojos azules y sus cabellos dorados, no parecían levantar muchas sospechas. Eran cabreros de aquella zona, por que la gente de Jat tenía también rasgos "caucásicos" y entre ellos había también algunos con el cabello rubio (aunque normalmente, era rubio pajizo). Las tocas y turbantes hacían muy bien el trabajo de esconder sus rasgos.

Fueron cuatro largas jornadas de marcha a través de caminos y campos de cultivo, durmiendo al raso y comiendo carne salada, queso de oveja y una especie de galletas de pan horneado varias veces para que aguantara más sin corromperse, bebiendo agua o licor de flores de Jat, que también llevaban para vender en unas grandes garrafas a los costados de un animal autóctono que hacía las veces de mula.

Pasaron junto a tierras de cultivo y cerca de varios pueblos, algunos de mayor entidad, con casas o templos de piedra. A medida que se acercaban, el camino se llenaba con más y más viajeros que acudían al reclamo del mercado. De vez en cuando, un grupo de soldados "a caballo" reclamaban que se despejara la carretera para pasar, rumbo hacia uno de los pueblos. Rahuti les dijo que se enviaban emisarios para la recogida del lagaan, que se organizaba luego en caravanas que partían a pie o usaban vimanas para recoger suministros en el caso de los pueblos más aislados, lejanos o de difícil acceso.

Llegaron finalmente a un lugar junto a una gran cascada, una especie de depresión natural del terreno que enmarcaba un enorme precipicio. ¡Admirabe! Era un accidente geográfico más notable que El Salto del Ángel o el Auyantepuy, posiblemente la catarata más espectacular de todo el sistema solar. Junto a ella, una especie de gran templo o ciudad separada por un puente sobre el río.

Los alrededores estaban llenos de gente. Hasta donde alcanzaba la vista, un enorme campamento temporal lleno de tiendas y corrales, con patrullas de guardias dispersos para mantener el orden. No habían entrado en la "ciudad", ya que al parecer todavía no tenían permiso. Krieg preguntó, constatando lo obvio.

-¿Eso es Rajpur?

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03/04/2017, 18:29
Daman de Sigfrido

Se secó el sudor de la frente, sonriendo por la pregunta. Rahuti se había sentado a la sombra para refrescarse, por que la edad pasa factura y aquella caminata tan larga le había agotado. Bebió agua de la calabaza que llevaba encima y negó, despacio.

-¿Ésto? No. Estamos en La Puerta. Es una base militar de la reina, y sirve como anclaje para la ciudad durante los mercados. Hay otros lugares como éste en Nbiru... quería decir, Venus -le gustaba más el nombre alemán del planeta, por que le explicaron que era algo así como una diosa del amor y el sexo...- Rajpur está al llegar. Entonces comenzará el mercado. Falta poco ya...

Se sentaron unas horas, recuperando fuerzas tras tan largo viaje bajo un toldo. La niña jugaba con las ovejas y Hagall estaba intrigada por aquellas descripciones de Rajpur, aunque finalmente entendió el por qué. Una gran agitación entre la gente del campamento, que salió de sus tiendas y señaló al horizonte. Algo grande, muy grande, se aproximaba a una velocidad bastante decente. Era una montaña que volaba, impulsada por unos enormes motores del milagroso Xerum. Una ciudad grande, suntuosa y llena de palacios y jardines, que se acercaba flotando indolentemente sobre bosques y llanuras, escoltada por un formidable ejército de cientos de vimanas de diferentes tamaños y hechuras. Algunos, incluso, parecían rápidos "cazas" monoplaza semejantes a una motocicleta voladora.

-Rajpur, la joya de Venus -dijo Rahuti.

Las tropas en sus vimanas se fueron desplegando. Algunas ocuparon los templos de La Puerta, otras se quedarían flotando, custodiando la ciudad ante cualquier ataque. Otras partirían para recaudar los impuestos. La ciudad, por su parte, descendió lentamente en una complicada y asombrosa maniobra, encajándose en el gran valle de la catarata y el río, aunque sin llegar a ocuparlo completamente. Luego, la ciudad "tendió" unos puentes hacia La Puerta, uno de los cuales era una canalización para que el río pasara ahora por el centro de la ciudad, recorriéndola de lado a lado y posibiltando mediante esclusas el tráfico fluvial hacia ella. ¡Menuda maravilla de la ingeniería! Ahora, Rajpur formaba junto a "La Puerta" un gran complejo abierto al comercio.

¡Ciudades que volaban! Aquello era, sencillamente, impresionante. Venus no dejaba de maravillarles. Y sin embargo, ahora la duda se abría para hombres como Krieg. ¿Como iban a enfrentarse 400 personas y unos pocos aviones a mastodontes como aquella ciudad voladora, sus ejércitos y flotas de vimanas? El futuro asustaba, por que Venus podía engullirles con más facilidad de lo que habían pensado. Basta que una de esas ciudades "aterrizara" sobre Sigfrido para destruirla para siempre. ¡No necesitaban siquiera armas!

Los guardias formaron un pasillo junto a las puertas del gran templo. La gente comenzó a apiñarse en torno a la entrada. Parecía que el gran mercado de Rajpur comenzaba a abrir sus puertas.

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03/04/2017, 21:13
Director

Hacía algo más de cinco años desde que la habían esclavizado. Amanecía otro día en Rajpur, en el palacio de los Nagini en la ciudad, su cárcel dorada. Una cárcel sin muros ni guardias. Ella, como una esclava de la antigua Roma, no necesitaba más que su tatuaje para que todos supieran a que cada pertenecía. Si se fugaba, cualquier persona de bien debía capturarla y devolverla a su hogar, y sería recompensada. La guardia de la ciudad daría con ella, como ya habían hecho en más de una ocasión.

En el palacio, los guardias no le prestaban a ella mucha atención, siempre que no molestara a los amos en sus aposentos si no era llamada para ello. Podía salir a la ciudad, ir y venir, dentro de un horario, para sus cosas, pero también para las de la casa. Era una esclavitud muy laxa, pero semejante a un trabajo. Cuando tenías que estar todo el día con la familia, por que fuera un día importante, una festividad o cualquier otra cosa, debías. Y también se esperaba de pie que estuvieras para servir a los amos en las horas más importantes del día: la mañana y la noche, excepto cuando estaban "de vacaciones" y tenía que pasarse allí casi todo el día.

Lo peor, sin duda alguna, para una china educada en la aristocrática Viena del Anchsluss, con la mirada puesta en los gloriosos días del Imperio, era tener que ser ultrajada día si y día también por aquellas babosas de piel tostada. Al principio vomitaba y lloraba en silencio, incapaz de aguantarlo. También es que se crió en un sitio bastante estricto con respecto a aquellos temas. Después de cinco años y muchos hombres, de casi todos los colores, pasando entre sus labios y sus piernas, sabía de sobra que los hombres eran hombres y que daba igual. Daba absolutamente igual todas esas tonterías que le habían explicado cuando era joven, sobre el matrimonio perfecto y el hombre de bien. Ella apreciaba la libertad que su estátus le brindaba, comparándolo con la situación de su madre o su abuela, siempre preocupadas por el qué dirán, por el honor de la familia y por el respeto a las convenciones sociales. La habían ultrajado tanto que le daba igual, ya no lo veía como un ultraje. A su ama, aunque se vistiera elegante y se comportara como su abuela, también la penetraba aquel mismo gordo vicioso cuando le daba en gana "que para eso es mi esposa". ¿Que diferencia había entre una y la otra? Poca.

Además, ella había aprendido a diferenciar el trabajo del placer. Cuando llegó, apenas sabía nada sobre temas de alcoba. Tuvo que aprender rápido, y hacerlo de la mano de otros hombres y mujeres que tuvieron "a bien" enseñarla. A veces disfrutaba genuinamente, e incluso llegó a tener algo parecido a un "novio". Entonces dió un giro a su condición. ¿Por que hacer las cosas mal y ser azotada cuando con un poco de interés, teatro y aguante podía satisfacer al amo con creces y seguir haciendo sus cosas el resto del día? Un amo contento es un amo permisivo, y eso hacía que no preguntara cuando no estaba, ni a donde había ido, con tal de poder seguir disfrutando de aquella manera de aquella piel blanca y rosada que a él le fascinaba.

¡Ignorante saco de mierda! No sabía lo que tenía entre manos, ni lo que ella hacía fuera de casa. Tampoco le interesaba, mientras que ella le hiciera gozar de aquella manera. Se estaba convirtiendo en una especialista a la hora de calentarlo mucho, darle lo que quería con rapidez y contundencia, y dejarlo KO tirado en la cama. Luego se iba y seguía conspirando para que todo aquel mundo se fuera a tomar viento. Para terminar con la tiranía de los Nuaki y su influencia sobre aquel mundo y la gente que lo habitaba. Esos cerdos... ¡Habían huído! La Tierra les parecía muy peligrosa, muy poblada de diferentes naciones y difícil de controlar. Se contentaban con visitarla durante el periodo en el que eran dioses vivientes, y disfrutar de todo lo que les podía ofrecer. Cuando se cansaban, regresaban a Venus envueltos en un halo de misterio y profecías sobre su regreso. Y así una y otra vez...

La pobre gente de ese planeta era esclava, en mayor o menor medida, de aquellos cerdos. Les daban migajas de su conocimiento y tecnología a cambio de que les dejaran servirles, como si fuera un honor, mientras que ellos disfrutaban de largas vidas debido a la genética y a aquellas misteriosas máquinas que utilizaban para detener el envejecimiento de sus cuerpos. Más que detener... ralentizar. Había visto a alguno de ellos, bastante viejo, arrugado y con el pelo cano, al que apenas se le levantaba, corriéndose al tercer vaivén por lo excitado que estaba de yacer con ella. Casi le dió un infarto, y eso hubiera estado muy bien. Desde entonces, pensaba en la mejor manera de provocar infartos a su amo y otros hombres mayores. El veneno ayudaba mucho, y a veces lo había administrado. Convenía ser astuta, disfrazar el asunto para que nadie la señalara. "El pobre estaba muy mayor". Ya había matado a tres Nuaki con aquel sistema.

El día comenzó, como solía, en el harén con el resto de las chicas. Chicas de todos los colores y tamaños, siete en total, que deleitaban al amo bailando y sirviéndole las viandas cuando no cumplían cualquiera de sus depravadas órdenes sexuales. Las agasajaba con vestidos bonitos, joyas e incluso dinero para que se compraran algo en los mercados de la ciudad.

Ella sabía, sin embargo, que los Nuaki estaban inquietos. Rajpur estaba en guerra contra el primogénito de la reina, el malvado Rama, y su consejera, su antigua jefa Margot Krieg (¡Mal rayo la partiera!). Sin embargo, había algo más en boca de los poderosos. Un temor creciente hacia los relatos de los hombres de Doichslan, que tenían que venir para destronar su reinado de cientos de miles de años. Algo que parecía imposible, pero que ella sabía que no lo era.

Hacía un día que había escuchado el rumor. Unos hombres de la frontera con el reino de Rama, que había venido a informar a la reina, hablaban de que varios pueblos pequeños se habían aliado a unos extranjeros que habían aparecido de la nada con armas poderosas. Gente con uniformes extraños, águilas de metal en los sombreros, símbolos de la paz y armonía en sus banderas* y aparatos que volaban de forma diferente a los vimanas. Les habían prometido su protección frente al pérfido Rama, pero también habían insinuado que ahora debían pagarles a ellos el lagaan, el impuesto que cada año se pagaba en especie a los señores Nuaki, en de las marcas de sus territorios. Éste año, la marca norte era la escogida, y por eso se dirigían hacia "La Puerta", una de las bases donde aquella ciudad voladora se posaba para el día del mercado o las operaciones militares.

Los Nuaki estaban inquietos, y la resistencia estaba agitada. ¿Se habían cumplido sus propias profecías? Había que investigar el asunto, y hacerlo deprisa. La ciudad no pasaría más de un mes posada en aquella parte del continente.

Notas de juego

*La esvástica.

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03/04/2017, 21:50
Visay

Había que estar preparadas. A veces el amor bajaba allí para desayunar, o después de desayunar, aprovechando el "furor vespertino" que muchos hombres tenían. La estaba peinando y arreglando, como parte de las abluciones matutinas. Visay era más alta que ella, y tenía un cuerpo más "rotundo", por así decirlo. Cualquier esclava como ella sentiría miedo de ser desplazada como favorita del amor, pero eso a ella le importaba un bledo. Mientras el gordo se la follara a ella, Adeline podía dedicarse a otras cosas más importantes.

-Hoy se posará la ciudad. Hay inquietud, sobre lo de esos hombres... deberías hablar con el profeta. Si es verdad, deberíamos estar preparados.

Le había enseñado su idioma, el alemán, y ella lo hablaba bastante bien. Era una forma de hablar cualquier cosa sin que nadie se enterara, aunque estuvieran al lado.

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03/04/2017, 21:56
Kal Nagini

El amo entró acto seguido, jovial. No era para menos, y tampoco albergó mucha duda, por que lo exteriorizó enseguida, dando una graciosa palmada al aire.

-¡Hoy es un gran día! -exclamó- El primer día del mercado, los mejores negocios.

Acarició el rostro de de unas las chicas, jovial. Era cierto que durante los mercados los Nuaki tiraban la casa por la ventana. Todo eran fiestas, dispendios y reuniones de negocios. Eso suponía que tendría que quedarse más en casa. Aunque que todavía tenía unas horas de libertad. El primer día, los primeros días, había cierto asueto. El amo se dedicaba a su trabajo, que era vigilar el comercio y la recaudación de los impuestos, y volvía tarde a casa, a veces con algún invitado al que quería agasajar. Esperaba que ella no fuera el agasajo. De cualquier modo, Visay se estaba llevando lo "peor" de aquel tema. Lo habían apalabrado entre ambas.

-Mis exquisitas y deliciosas flores... -dijo, con una sonrisa, acercándose a ellas- Sonreíd. Hoy es un gran día, si.

Se acercó a Visay y le agarró un pecho, y con la otra mano uno de los suyos, metiendo la mano por debajo del top para agarrar carne.

-Hay que comenzar bien el día, preciosas flores.

Sabía lo que significaba aquello, por la forma en la que aquel cerdo le manoseaba impunemente el pezón, buscando excitarla. Nunca lo conseguía, no demasiado, y eso que a veces incluso ponía interés en su propio placer. Ella sonrió, falsa, mirándole a través del espejo. Tenía que quitárselo de encima, y rápido, por que no quería perder la mañana en la cama con el viejo. Tenía que ir a ver al profeta, y que le diera instrucciones sobre el asunto del mercado y las habladurías sobre la gente del otro mundo. Aquello era lo realmente importante. Ésto, solo era un contratiempo. Pero había que fingir ser la buena concubina, tener contento al amo.

Compartió una mirada con Visay, incluso se besaron de forma lésbica. Sabía que eso hacía que el corazón del amo cabalgara como un caballo salvaje. Ya se relamía, el muy cabrón.

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03/04/2017, 22:08
Visay

Poner al viejo cardiaco y despacharlo rápidamente era algo en lo que ambas eran expertas. La verdad es que el muy imbécil no se daba cuenta del juego. Es más, se sentía muy hombre al no tener que perder tiempo en contentarlas sexualmente o que le pusieran un listón que superar. Toda esa competición de los hombres, a ver quien tarda, lo hace más fuerte y mejor. El amo se creía por encima de eso, y creía que podía gozarlas como y cuando quisiera, con asaltos fugaces y fieros que terminaban con su eyaculación a los pocos minutos.

Quizá era un imbécil o quizá un triunfador, pero ella prefería no pensar mucho en él en aquellos términos. Pensar en que le estaba dando justamente lo que pedía, siendo la mejor esclava del mundo. Algún día no le necesitaría, y le pondría veneno en el vino. Ese día ella se iría del palacio en llamas y se reiría muy fuerte. Entretanto, aprovechaba la libertad que él le brindaba para destruir su sociedad milenaria... desde dentro. Y eso lo hacía teniéndole contento como unas castañuelas. Además de bobo, a veces le daba hasta lástima. "El amo"... valiente petimetre.

-¿Que dices, estimada amiga, hacemos disfrutar al amo? -dijo, con una sonrisa.

Él le apretó el pecho en la mano, tanto que casi le hizo daño. Patán... Había que resolver aquello con rapidez, sin duda. Cuantas más ganas tenía, menos les duraba. Era pura aritmética. Ambas mujeres se giraron, mientras su compañera se arrodillaba. Estaba claro lo que iban a hacer, por que dos manos de dos mujeres diferentes acariciaban la misma cosa sobre el pantalón del mismo hombre.

Notas de juego

Tira "Seducción" especialidad Nuaki (3d10+Presencia), desglosado.

Seducción, ahora lo llaman así xD

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03/04/2017, 22:33
Adeline Grasser
Sólo para el director

Sin duda alguna estarse callada y terminar aquello era lo que mejor se habia acostumbrado a hacer. También había aprendido a no sentir cuando no era necesario pero a veces aquel pelafustan ordinario conseguía arrancarle de esa concentración y lastimarla, algún día le pagaría todas y cada una de sus humillaciones pero claro, ese no era el día y mejor apurarse si quería que le quedara tiempo pues después dudan mu vh que lo hubiera.

Con la complicidad de Visay todo era mucho más sencillo pero sobre todo llevadero así que hizo lo que le correspndia, su parte de aquella obra tan bien orquestada por ambas y mientras le guiñaba un ojo, magistralmente tocaba a ese hombre. A veces o mejor dicho, la mayoría de las veces pensaba en alguien más, otras -y de cuando mejor se lo pasaba- se imaginaba matando a ese cerdo o dejándolo sin miembro mientras lo miraba desangrarse y eso sí que era orgasmico.

Se apresuró a meter la mano bajo la tela, a mayor contacto directo, menos tiempo perdido y luego tomó la mano de Visay para que también lo hiciera, volvió a besarla, eso lo encandilaba de más. Pronto ambas tenían a mano aquella cosa que habían sacado del pantalón y listas para continuar no tuvieron que decirse nada. Eso de parte de la magia de aquellas dos.

- Tiradas (1)
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03/04/2017, 23:25
Director

No sabía que le disgustaba más de todo aquello, si lo que ella hacía o en lo que aquel hombre la había convertido. Tenerse que tomar su tiempo cuando ella lo único que quería era que fuera rápido era una cosa que la laceraba. Pero un sabio le dijo una vez que para ir hacia adelante a veces hay que retroceder un par de pasos.

El "amo" disfrutaba mucho cuando las dos hacían equipo para complacerle. Como era de esperar, comenzó a proferir aquellos jadeos guturales, se tensó al cabo de unos minutos y las manchó con su leche. Y así le dejó, tirado en la cama, resoplado. Visay la cubriría en aquella salida, quedándose con él (de hecho, le acariciaba el pelo como una mujer enamorada, que bien que fingía... era una maestra). Ella se limpió y dijo que iría al mercado a comprar algo bonito para el amo, y él la despidió con un gesto que terminó en una sonora cachetada en el culo. Su compañera se aplicó de nuevo a la faena, para aplacar sus posibles ansias (era mejor dejarle el arma descargada para el resto del día), y ella se marchó envuelta en un elegante saree. A la salida, pudo notar los ojos de Uttara, el "joven señor", que la seguían con una mezcla de suspicacia y deseo. Ella los ignoró, fundiéndose entre el gentío que ya se apiñaba en las calles para preparar la gran apertura del mercado.

En días como aquel, no ser vista era extremadamente fácil. Entre los trayectos de la nobleza en palanquín, los cuadrúpedos cargados de mercancías, las masas de gente y las patrullas de los soldados, las calles estaban tan llenas que era imposible fijarse en éste o aquel. Ella tomaba ventaja de eso, caminando con maestría entre la gente, siguiendo a los grupos o fingiendo ser parte de ellos a ojos de los guardias.

Disfrutaba de sus paseos por la ciudad, que debía admitir que era bella y exótica. Sin embargo, ella había crecido en otra ciudad bellísima, la Viena del Romanticismo, llena de monumentos, palacios extravagantes y sobrias pero elegantes calles de empedrado macadam y faroles de hierro forjado. Echaba de menos todo aquello, pero sabía que posiblemente, muy posiblemente, no lo volviera a ver jamás. Entretanto, disfrutaba de lo que aquel mundo extraño podía ofrecerle y se entretenía, como una extranjera mimada en un destino paradisiaco. Sin embargo, le gustaba simpatizar con aquella gente, conocer sus problemas, sus costumbres, su forma de pensar. Aunque no lo quisiera, ahora era una de ellas, una "venusiana", y debía interpretar el papel que se esperaba de ella. En su fuero interno, deseaba que la ciudad cayera de los cielos y todos aquellos hijos de una hiena perecieran en un cataclismo, entre gritos de horror. Sería una lástima, sin embargo. Había algunos de ellos, bastantes, que era buena gente. Pero la mayoría estaban tan atrapados por el sistema social que, independientemente de que fueran peores o mejores personas, morirían para defenderlo. Era el único mundo que habían conocido, ellos y todas las generaciones anteriores, hasta donde las crónicas convertían la historia en mito. Aquella sociedad era conformista, como la del Antiguo Egipto o la China. Una sociedad milenaria que se autocomplacía con sus propios clichés.

Recorrió el barrio alto y el mercado de Shiva, para entrar en el barrio de los artesanos. Varias veces se escondió o se detuvo para ver si la seguían, antes de reemprender la marcha. Finalmente, llegó al lugar. Era una casa anexa a un caravasar que la resistencia utilizaba como salón para reunirse y depósito para guardar, muy bien escondidas, algunas armas y suministros. De día, simplemente era un lugar de paso para viajeros, por lo que nadie se extrañaba al ver caras nuevas todos los días. Además, quedaba cerca de un templete dedicado a la diosa de la luna, por lo que la peregrinación para conocer al profeta se confundía con la devoción a la diosa.

Entró por la puerta del granero, como hacía siempre para no levantar sospechas, y subió la estrecha escalera y sus peldaños hasta llegar al rellano. Allí Aziz, el guardia de confianza del profeta, la reconoció con un gesto de asentimiento, abriéndole la puerta, normalmente cerrada por unos pesados candados. A simple vista, no parecía gran cosa. De hecho, parecía más bien un trastero o similar. Pero dentro había unas habitaciones, que ella había procurado decorar con cierto lujo sisando alguna tela o cogín. El profeta estaba, como solía, mirando a través de la celosía de la ventana, a la calle y el bullicio. Vestido como un santón, con una espesa barba, el brazo izquierdo paralizado y pegado al cuerpo, con la cuenca del ojo del mismo lado vacía, tapada por un parche. Su expresión era siempre distante, melancólica. Sabía que siempre pensaba en muchas cosas, hacía planes, leía mucho. "Nunca leí nada más que tratados militares", le confesó la primera vez que le trajo libros. Ahora, era un ávido lector y un hombre que poseía una gran cultura, una más que necesaria cultura sobre aquel planeta, sus mitos y tradiciones.

Vació su orinal, sin que la tarea le desagradara. Sabía que la guardia le buscaba, sin hallarle nunca, y que periódicamente tenía que cambiar de ubicación. Entretanto, apenas salía a la calle, y estaba algo desmejorado. Solo concedía entrevistas a los fieles, y a cambio de generosas donaciones, cuando no predicaba para ellos en sus locales clandestinos. Le daba lástima, como un hombre así, que lo había tenido todo en su mundo, que había sido un héroe, se quedaba reducido a jugar a aquel papel de santo y mover los hilos desde la sombra. Él siempre le decía que no importaba, "siempre ha sido mi trabajo, aunque prefiero mandar desde el frente".

El profeta estaba inquieto aquella mañana, y aunque no era un hombre de muchas palabras, lo pudo notar. Le dijo algo, y fue sintómatico de lo que pensaba sobre las habladurías.

-Ayudadme, frau Grasser -hacía tiempo que no la llamaba así, en alemán- Necesito afeitarme. Los nuestros están al llegar, y me temo que con ésta larga barba no me han de reconocer.

El incienso ardía lentamente, camuflando el aroma. El profeta necesitaba algo más que un afeitado. Un baño tampoco le vendría nada mal. Sin embargo, el agua siempre era un bien preciado, y había que subirla allí cuando nadie miraba. ¿Para que tanta agua, en un desván? Se preguntaría el curioso y el posible espía. Aún así, llenó la jofaina con el agua que había traído en una cántara, y le pidió que se sentara. Tomó una de aquellas piedras de obsidiana con la que los hombres del planeta se afeitaban, y se aplicó a la tarea en la que se estaba volviendo una experta. Debía tener cuidado, por las arrugas y las cicatrices. Aquel hombre había visto mucha guerra, y aún tenía que ver más.

Terminó, dejando que se lavara la cara con una mano, y le extendió un lienzo para que se secara.

-Un espejo... -pidió.

Adeline le acercó un espejo de bronce que tenía en una cajonera, junto a la pistola con la que le había enseñado a disparar, la luger del profeta. El hombre se miró al espejo por primera vez, sin aquella larga barba, en muchos años. Ella solo le había visto una vez sin ella, hace cinco años, pero conocía de sobras su rostro, por que había ocupado primeras páginas en periódicos del Reich.

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04/04/2017, 00:11
Erwin Rommel

A pesar de sus ropas, del paso del tiempo, de la falta del ojo izquierdo y la mueca extraña que la cirugía le había dejado en la sonrisa, se reconocía la efigie del terror de los aliados. Los ingleses habían sacado carteles con su rostro y la leyenda: "¡Cuidado! Éste hombre es peligroso". Una y mil veces, les había derrotado. En Tobruk, en Gazala, en Holanda e Italia. Pero también le habían derrotado en Normandía, al ser relevado del mando en favor de Rundstedt. La guerra en África siempre estaría en su corazón. Un combate noble, entre iguales, en el que todavía hubo caballerosidad en ambos bandos.

Se mesó la barbilla, permitiéndose un momento de emoción. Casi lloró. Habían sido cinco largos años de destierro en otro planeta. Se tocó el ojo que ya no estaba, sobre el parche.

-¿Entenderán lo que hemos tenido que hacer? -preguntó a Adeline- Hace tanto que no hablamos alemán, usted y yo. Hace tanto que nos dimos por vencidos, que creímos que nos estábamos aferrando a un clavo ardiendo...

Parpadeó. El hombre del espejo se parecía a Erwin Rommel, pero quizá no era el mismo hombre. Aquellos años le habían cambiado, de alguna manera, para siempre.

-Tengo una misión para usted -dijo entonces, saliendo de su nostalgia- Ya ha oído los rumores, y creo que están bien fundamentados. Estudié bien los perfiles de todos los hombres y mujeres del proyecto. Y me atrevería a asegurar... que muy posiblemente Hagall Wirth entre de incógnito en la ciudad, para un reconocimiento. Coja a unos hombres, y peine la ciudad en busca de extranjeros. Tráigalos aquí, les guste o no. Pero no mate a nadie, ni haga que maten a ninguno de los nuestros. Si puede convencerles, mucho mejor. Si no les halla... habrá que mandar que alguien siga los rumores, fuera de la ciudad, y les encuentre.

La miró de forma muy significativa.

-Confío plenamente en usted. Ya lo sabe. Puede llevarse mi arma... la va a necesitar mucho más que yo. Aziz me defenderá, si acaso surge algún problema.

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04/04/2017, 00:50
Ilse Dietrich

Había tenido que esperar al día siguiente para poder entregarle al doctor Bernstein su obra culinaria, sólo era un pequeño contratiempo que se arreglaría esperando unas cuantas horas más. Decidió ir bien temprano a llevárselo pues temía que, a lo largo del día, fuera imposible poder acercarse al doctor, eso sin contar con que la propia Ilse estaría muy ocupada.

Para la enfermera, que ya se encontraba levantada desde hacía un tiempo, fue una sorpresa encontrarse con el doctor aún sin arreglar. Es más... aún se encontraba en pijama, y se le ocurría abrir la puerta con ese atuendo. Ilse disimuló como pudo el desagrado que tal negligencia le producía y esbozó una forzada sonrisa.

Buenos días profesor. Sí, esto es para usted. —Dijo mientras le tendía el pastel—. Me he atrevido a traerle este strudel ya que sé que los echa mucho de menos. —Amplió la sonrisa mientras aceptaba la taza de café que le ofrecían—. La experiencia está resultando... Interesante. —Ilse estaba más acostumbrada a escuchar confidencias que ser ella la que las contara—. Pero yo también le voy a confesar una cosa... Tampoco soporto este calor.

Esperó a que el té estuviera hecho dándole vueltas a la cabeza para dar con la mejor forma de abordar el tema que la había llevado en presencia del doctor.

¿Cómo van los estudios doctor? ¿Está avanzando? —Paseó su mirada a su alrededor de manera disimulada pero con ojo crítico. Pensaba en que Krieg pudiera tener razón, aunque una relación de Hagall con Bernstein tendría que ser por fuerza una bomba de relojería—. Me preguntaba si podría prestarme alguno de los libros para aprender el idioma de los nativos. —¿Habría sido demasiado directa? Aunque Ilse consideraba que andarse por las ramas sólo era perder un tiempo precioso—. He estado pensando en aprender su lengua para poder comunicarme mejor con ellos. A veces me resulta un poco complicado hacerme entender para darles las recomendaciones necesarias a la hora de seguir un tratamiento. Tengo miedo que no me acaban de comprender bien y no sigan mis instrucciones a rajatabla.

El té que me ofrecía el doctor estaba ardiendo, pero aún así Ilse hizo el ademán de llevárselo a los labios, aunque tuvo que retirar la boca con rapidez si no se quería quemar.

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04/04/2017, 00:27
Adeline Grasser
Sólo para el director

El camino hasta allí había sido tan exuberante como siempre pero ella había tenido que ir cuidándose como siempre también; sin embargo había aprendido a robar tiempo en esos trayectos porque tampoco podía perderlo, era una de las cosas más valiosas que tenía. Aún así lo disfrutaba plenamente, miraba a uno y otro lado como interesada en la gente o en algún artículo en venta cuando realmente estaba cuidando que nadie la hubiera seguido pero también había aprendido a reconocer a ese tipo de personaje por lo que estaba más tranquila que otras veces y pudo llegar en tiempo récord al lado de su querido profeta.

Siempre se esperaba lo que veía al llegar, siempre porque sabía cómo lo vería y cómo estaría él. Claro que no eran los mejores momentos pero necesitaba que él estuviera bien y por ello le tenía una paciencia indecible, bueno, realmente había practicado demasiado con su amo, así que esto era cosa de niños. Allí era donde se sentía más en paz, tranquila, es más, aunque fueran a atacarla seguramente se sentiría mejor que siendo la puta de ese maldito bastardo picha corta pero no dijo nada, no quería poner sobre los hombros de aquel hombre de por sí ya cansado, más de lo que tenía.

Se tomó el tiempo para afeitarlo, lo había pasado mal y se notaba en su cara, en sus cicatrices pero sobre todo en su semblante. Lejos estaba de pensar que iba a pedirle algo como aquello, la rubia lo escuchó con parsimonia porque no debía perderse ningún detalle, eran vitales a la hora de ejecutar la misión que fuera, suspiró y asintió. Tenía que hacerlo pronto pues luego el tiempo sería demasiado escaso para ella en caso de que lo tuviera, claramente.

-La llevaré conmigo y prometo no matar a nadie. Con tres hombres estaré bien y no, necesito que alguien se quede a cuidarlo a usted para poder estar tranquila y que nada entorpezca la misión-la rubia se acercó a donde estaba el arma y la tomó.-Volveré tan pronto como me sea posible, luego tengo que volver con los amos, ya lo sabe...

No había ni un ápice de tristeza o miedo en el rostro de la mujer, había determinación, seguridad, si decía que iba a hacer algo lo haría. Aquellos no iban a quitarle lo único por lo que seguía viviendo. Se despidió rápidamente de él, dejó algunas instrucciones aunque claro, la última palabra siempre la tenía el profeta y se marchó con la idea fija en la misión y en la mejor manera de llevarla al cabo. Si en ello se le iba la vida, bueno, ya estaba de Dios pero estaba segura de que no sería en aquella ocasión.

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04/04/2017, 05:21
Hagall Wirth

Las bayas estaban resultando en un curioso efecto ¿Le había explicado a sus compañeros las características opiáceas de las mismas? No estaba segura de que la información se hubiera extendido. El caso es que ambos se relajaron en esa extraña sobremesa hablando de un modo nada habitual en ellos, desenfadado y hasta confiado! ¿Sería que en el fondo se sentían cómodos? Es decir, que se entendían? Ya lo comprobarían durante la misión.
La cosa dio un giro inesperado para Hagall que en cuestión de un par de frases se quedó ojiplática sin saber si responder o no o qué ¿Qué el doctor y ella se parecían? ¿Qué el doctor hablaba de ella? ¿Que… que… ¿QUE QUÉ?!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! ¿PAREJA? ¡¡¡¡¡¡¿¿¿¿Y va y le dice eso a la maruja de la enfermera????!!!!!!!!! ¡A LA ENFERMERA! Por si no era suficiente la comidilla de los corrillos de cotillas…
Un momento… ¿Era esto un cortejo al estilo vieja escuela? En el que el interesado manda un padrino para que medie?  ¿A que tanta prisa para que hable con él? Casi se le cae la hoja de lechuga que tenía en la boca, por lo pronto estaba roja como los gajos de granada de la ensalada, de enfado, de vergüenza, de rubor…
Después de soltar la bomba el ingeniero decidió levantar el vuelo dejándola en plena estupefacción.

-Al Krieg que ha visto ahora, solo lo ha visto mi esposa y muy poca gente, conserve ese secreto… yo también guardaré un secreto suyo…- “¿Pero este de que va?” le faltó tirar una bomba de humo y desaparecer enrollandose en una teatral capa cual Arsene Lupin.

Hagall se quedó completamente quieta y en silencio alucinada por cuanto acababa de suceder, el coronel, el teniente, el ingeniero, el doctor… ¿Se habían vuelto todos locos? Abrió las manos –¡HA!- ¿Y ahora que? Miedo le daba pasar del tranco de la puerta, solo faltaba que Daman le pidiera en matrimonio para poner la guinda al absurdo. Allí sentada miró de reojo la botella de vino y la asquerosidad del cigarro apagado en el vaso (costumbre que le daba un asco horroroso), a lo mejor el problema era quedarse en el salón.
Ni corta ni perezosa subió a abrir una de las ventanas para que circulara el aire, encendió una barra de incienso que paseó por toda la casa, enjuagó la copa y la botella de vino… algo tenía que hacer con ella. De momento la dejó en la despensa, si volvía que se bebiera su mierda y no le gastara de lo suyo. Bebió de pie en la cocina un último vaso de te (después de recoger la mesa)y salió para organizar la expedición y no pensar demasiado en ese almuerzo digno de olvido. Fuera de eso no tenía ganas de ver a nadie y de hecho no lo haría. Hechos los preparativos corrió a atrincherarse en casa a fumar una pipa y escuchar música en soledad esperando que pasaran las horas para que todos se fueran a dormir y no hubiera riesgo de visitas y sorpresas. Desde la cama observó las estrellas, le gustaba el nido que se había construido, todos los días solía dormirse con un libro entre las manos, esta vez lo hizo tocando el lomo del poemario como si fuera un bicho raro y ella una niña entre el miedo y la curiosidad.

A la mañana siguiente no hubo la habitual sesión de yoga al aire libre. Hizo el saludo al sol en casa, es decir algo rapidito para estirar y poco más, y salió muy  temprano para que la vistieran como una nativa. Era curioso como ella y Daman estaban recorriendo el camino de la aculturización en sentidos opuestos. Le daba pena que el umadí abandonara su estilismo nativo y se esforzara tanto por imitar incluso el lenguaje corporal alemán. No decía nada, enrocarse el camino más rápido hacia la extinción y si Daman servía para que los alemanes se fueran soltando con los nativos y se dejaran de chorradas supremacistas… pues bien estaría. Él se esforzaba, veía en sus ojos la búsqueda de aprobación constante, y temía que por integrarse se pasara de frenada y se volviera más papista que el papa (como le pasaba a todos los conversos). Aparte de estas cuestiones lo que había que reconocer es que la enfermera Dietrich había hecho un trabajo magnífico pues la recuperación de su protegido fue rapidísima.
No le gustó que Ara viniera con ellos, podían surgir complicaciones y no quería ponerla en peligro.
Al iniciar la marcha echó la vista atrás, como hizo al ir por primera vez a Jat, sintiendo una leve tenaza en el estómago. Como si le preocupara algo, como si quisiera ver a alguien, como si algo quedara pendiente. El ataque a Umad tendría lugar mientras ellos viajaban…

Notas de juego

Quedo pendiente de poner una segunda parte en la que ya abordo el viaje, la llegada, etc... (sorry, no puedo con el dolor de cabeza que tengo y me cuesta juntar las letras)

Datos x si te son útiles: Hagall lleva sus armas blancas (que ya conoceis) aunque no visibles claro. Tb os dareis cuenta, si sois observadores o da la casualidad dq os despertais, dq padece fuertes pesadillas. Come como un pajarito (no come carne), le gustan las ovejas (juega con los corderitos) y una tiene el vicio de morderle el culo. Lleva el poemario en la mochila, una camara de fotos y un cuaderno de viaje que usa muy a menudo.

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04/04/2017, 10:26
Helmut Bernstein

Mientras la enfermera hablaba se comía el struddel con un deleite casi obsceno. Iba cabeceando a lo que decía, y sonreía a sus comentarios.

Al preguntar sobre sus avances se permitió una pausa en su éxtasis devorador para no ser descortés con la enfermera.

Oh, sí. Sí. Muchos avances. Pero aún queda tanto por hacer... El traje del piloto, por ejemplo. Deberíamos investigarlo a fondo para saber si posee alguna cualidad desconocida. Además, hasta ahora nos hemos centrado en la parte belicista del vimana, pero tiene unos usos inmensos en ingeniería civil.

No pudo seguir hablando, pues esa cosita rica rellena de manzana suplicaba que acabaran con su dulce existencia.

Cuando acabó de comérselo tomó las migas con la punta de los dedos y se las llevó a la boca.

Mmmm... Delicioso, frauleïn. Relamente delicioso. Maravilloso diría incluso. No le diré que no debería haberse molestado. Ha hecho feliz a este pobre doctor.

Dejó el plato sobre una mesita, al lado (encima para ser más exactos) de pilas de apuntes y libros abiertos.

La entiendo perfectamente. Perfectamente. Opino igual que usted. Y tener un único interlocutor nos puede llevar a interpretaciones inexactas. Uno escucha lo que quiere oír y las personas tendemos a interpretar las palabras de la forma que nos es más natural, sin tener en cuenta la intención del mensajero, o quizás, mejor dicho, adaptando el mensajero y el mensaje a nuestro propio paradigma. 

Tengo lo que necesita. Este libro de la srta. Hagall es el que he estado utilizando como base para aprender védico. No es el idioma local, que es, a mi parecer, una especie de variante del védico, pero es una buena base. Por supuesto, tengo otros libros de referencia pero con este como base estará bien.

Comenta, dejando el libro entre los dos, para que ella lo coja.

Le propongo, si lo desea, venir cada día una hora o dos. He de confesarle que el tema hablado es una enorme traba. Es necesario ensayar la parte conversacional que es la que vamos a utilizar. Con usted aquí podremos practicar los dos y sacarnos de errores.

Él mismo se sirve un te para ayudar a bajar el struddle y le sirve un poco más a ella.

 

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04/04/2017, 13:10
Hans Topf

La libretita de reglamento salió de su bolsillo instantes después de ponerse firme y de que empezaran a dar las órdenes.

 

- Redes camuflaje
- Radio y sistema de antenas para zona boscosa
- Montar puesto de observador avanzado en cotas sobre UMAN.
- MG-42 de pelotón y munición de reglamento (o sea, 4 cajas, 3 cañones y trípode)

En cuanto les dejó solos miró quienes se habían puesto en pie, y firmes al entrar el mando, y quienes habían pasado de todo. Mientras lo hacía, se relajó. Esperaba que los que habían pasado, fuera porque seguían trabajando con el mantenimiento de su material.

- Bueno chicos, somos la avanzadilla, y no creo que además, nos fuéramos a librar de ser nosotros los que tomemos una de las puertas. Tomen el equipo indicado, triple de agua de lo normal y comida para 3 días. Preveía posibles carreras, incomunicaciones o esperas imprevistas. No se carguen demasiado y cuando estén listos formamos con el equipo presentado para revisión.

Al repasar lo que tenía cada uno, no solo evitaba posibles deficiencias, sino que además, si algo olvidaba él mismo, lo vería o recordaría al repasar las cosas y equipo de los demás.
 

Notas de juego

¿Cuántos forman mi pelotón?

¿Peculiaridades, ... ? (Entiendo que los conozco, aunque sea un poco, no?)

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04/04/2017, 13:03
Damien Krieg

La noche había sido tranquila, pudo dormir bien , relajado, incluso antes se preparo las armas que llevaría, nunca se sabe.

En parte le hacia gracia ir vestido como los nativos, sería su primera vez de infiltración en un planeta diferente con una gente diferente, le hacia gracia eso, aunque no podía evitar pensar en su mujer o que les depararía el viaje.

Amaneció , Krieg se levantó pronto como la buena doctora le recomendó, la verdad que ir con los hábitos y pertrechos de los hombres salvajes de aquella zona, era toda una experiencia para él, aunque tuvieron que improvisar, Krieg no es que fuera ni pequeño ni delgado.

Las armas que lleva, se tuvieron que esconder entre los fardos, como Hagall le recomendó.

El camino fue de lo más extraño, menos mal que Krieg estaba acostumbrado al ejercicio, le daba por correr por el complejo o hacer ejercicios, nunca se dejó de lado esa parte de atleta, aunque se camino mucho, y como una persona normal, puede estar de cansada, gracias a ese entrenamiento, no lo pasaba tan mal.

Durante el camino le enseñaron a llevar el rebaño, ordeñar las ovejas y demás técnicas de pastoreo o de trayecto largo con animales, la verdad que parecía que las ovejas de allí, se encariñaran con los extranjeros, mas que nada, porque tenía cada dos por tres, el grupo de ovejas que se le acercó el día del primer contacto y les daba por lamerte entero, eso irritaba a Krieg, pero nunca golpeo ni nada por el estilo a las ovejas, si que las ponía verdes o pedía que se las llevara, al parecer lo mismo le pasaba a Hagall, tenía a su séquito de ovejas, enviciadas con ella, sobre todo una con una mancha blanca en la zona del ojo derecho, que en cuando se descuidaba Hagall, le daba un mordisquito en el trasero, eso mas de una vez le sacaba alguna risa a Krieg, aunque siempre se aguantaba la risa y hacía como si no ha visto nada, al parecer, ambos tenían unas cuantas ovejas encariñados a ellos y la cosa fue a peor, cuando Krieg tenía que actuar como pastor de ovejas y tuvo que ordeñar alguna, que les daba cada dos por tres por rodear a Krieg, para que las acariciara o les dijera algo.

Muchas veces soltó en un torpe védico un "alejaos de mi o os devoraré de un bocado , sin pestañear", entre el acento en que lo decía, el aspecto imponente de Krieg con esos hábitos y el védico torpe, mas que asustar a la niña, eso le hacia dar unas buenas risas, la niña llamaba a Krieg, algo así como Gran Gruñón con corazón o algo así, decirlo el védico aún no le pillaba el truco.

Así que el viaje fue toda una experiencia, aprendió algo de Védico entre las continuas parlanchanterias de Bernstein, mientras mostraba a Krieg, como aprendía hablarlo, mas lo que iba aprendiendo en el trayecto con Hagall y los demás.También aprendió algo de pastoreo y alguna costumbre de por allí.

Cuando llegaron a lo que parecía una gran cascada y templos, no pudo otra cosa mas que maravillarse, no pudo evitar soltar lo de " ¿Eso es Rajpur? ".

Cuando Rahuti le dijo que no, se quedo extrañado, pero, cuando vio lo que venía y le explicaron que eso era Rajtur, no pudo evitar quedarse atónito, aquello superaba con creces cualquier construcción que había visto, toda la estructura, el despliegue, no pudo evitar sentirse pequeño ante tal poderío, en ese momento entendía como los Amos se las habían ingeniado para controlarlos, intenta procesar su mente de Ingeniero, mirando como era capaz de volar semejante cosa, los distintos vehículos Vimanas que la escoltaban. Estaba maravillado ante tal despliegue y a la misma vez sintió miedo , de que les diera por coordinarse y querer destruir el complejo Sigfrido, el fruto de tantos años de trabajo de su esposa y de él.

- No sabía que fuera una ciudad voladora, eso lo cambia todo... - solo puede decir Krieg.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Ya me dices si de algo sirvió las tiradas para los prototipos que te comente, tienes las tiradas hechas.

Krieg intenta usar su mente de Ingeniero, para mas o menos situarse, en el sentido de como una ciudad puede volar o los distintos tipos de Vilmanas y sus funciones, con una rápida ojeada.

La memoria de Krieg, le sirve para ir aprendiendo el Védico sobre la marcha y todo lo que le enseñaron en el viaje.

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05/04/2017, 03:03
Hagall Wirth

Se marchó con un mal presentimiento, tal vez Krieg tenía razón, y tal vez hizo mal encerrándose en casa esa noche ¿Pero que sabía ella de bregar con sentimientos? Ni siquiera entendía esa preocupación. Lo único que tenía claro es que el tiempo de estar en el limbo había terminado y las cosas iban a ponerse progresivamente difíciles. Sigfrido dormía ignorante de las horas oscuras que iba a enfrentar.

-Pequeña vagabunda, vuelve pronto a casa…-

Cuatro días. Andar no le suponía problema, estaba en forma y acostumbrada a esa clase de ejercicios. Habría sido aburrido de no ser por el rebaño, Hagall sentía un gran afecto por la naturaleza especialmente por los animales que se le hacían bastante más comprensibles que las personas (por eso no los comía). Hubo un momento delicado para la sacerdotisa, cuando les quisieron enseñar a ordeñar, le fue imposible hacerlo. Farah detectó en seguida como le temblaba el pulso y apretaba los labios, conocía la reacción, la había visto en mujeres de otros pueblos que habían sufrido las racias de Umad. La apartó palmeándole el hombro –Quita, ya lo hago yo…- se puso en su lugar y la miró por primera vez con amabilidad –No tienes por qué hacerlo…- en lugar de eso se dedicó a revisar las pezuñas.
Los adultos de la familia aun recelaban de Daman, pero la niña actuaba con él igual que con Hagall, de hecho a ratos el ex soldado se animaba a llevarla en hombros (no mucho, por las piernas). Su risa, su energía y el brillo de sus ojos eran refrescantes, su falta de filtro a la hora de hablar… ya era otra cosa. No sabía si era porque andaba bicheando siempre por todos lados o porque era muy avispada, pero se enteraba de todo! Estuvo hablando de que por lo visto a las chicas alemanas Daman les parecía guapete (el poder del exotismo), que al teniente le gustaba Hagall y de que no se que abuela decía que “los que se pelean se desean” o que “las jóvenes tienen que comer bien para traer criaturas lozanas”… Krieg se partía de la risa viendo sus caras. En general parecía que el ingeniero estaba disfrutando la travesía, se le veía cómodo.
En estas cuestiones peregrinas transcurrieron los días, entretenidos siempre, ya fuera hablando o en silencio. El descubrimiento de nuevos lugares y gentes tenía a Hagall entusiasmada, que no paraba de escribir en su cuaderno de viaje, hacer dibujitos y fotos, compensaba así las terribles noches que pasaba por culpa de las pesadillas. Aunque estas cambiaron, el monotema habitual se intercalaba con un campo después de la batalla, los cadáveres cubrían el suelo hasta el horizonte. Sus pies estaban enterrados entre los muertos y su ropa, el vestido blanco de sacerdotisa, se empapaba de la sangre que encharcaba todo. El cielo era gris a causa del humo y todo se volvía progresivamente gris conforme se posaban las cenizas en suspensión. En sus manos aparecía la kala tibetana pero no era la suya, era el cráneo de alguien conocido - ¿Es esto lo que quieres?- la giraba para ver la cara y antes de reconocerla sentía un miedo atroz, como si el corazón se le cayera por un abismo y entonces despertaba. No podía negar que le preocupaba lo que estuviera pasando en la colonia.
No estaba en su casa, así que intentaba reprimir el llanto, aunque fuera de noche obviamente había alguien de guardia. Rahuti como buen anciano dormía poco y estaba segura de que la había visto aunque fue discreto a ese respecto, Daman sí que le preguntó una noche que la sintió balbucir -¿Eres un oráculo? ¿Sueñas con el futuro?- le hizo gracia la pregunta –No… las sacerdotisas de Doichlan somos de las que luchamos…- como ella hacía contra sus propios demonios, respondió a la luz de la luna. Esto despertó el interés del umadí, con gusto le ilustró sobre las valkirias, las nornas y las mujeres fuertes de la vieja Europa. A lo mejor el primer ladrillo para ese matriarcado que quería instituir no eran las mujeres si no hombres como Krieg y Daman.

Conforme se acercaban a Rajpur la concentración de gente en los caminos aumentaba, gentes, animales, mercancías todas variadas y coloridas, al igual que el paisaje se volvía progresivamente más y más espectacular. Hagall fantaseaba con la idea de volver a recorrer todos esos caminos en su moto, libre, pudiendo fotografiar a placer. Lo curioso era que no pensaba en viajar sola. Su rostro resplandecía de excitación, rabiaba porque entre tanta gente no podía sacar la cámara, pero es que ni la fotografía sería capaz de captar el festival de olores, colores, tipos, formas, sonidos que era aquello. El caravansar más grande de la galaxia se atrevería a decir. Se acercó a Krieg para compartir con él aquel momento.
-No. Estamos en la puerta- ¿Qué? ¿Pero si aquello era jodidamente masivo? ¿Cómo que la puerta? -…sirve de anclaje…- empezaba a sospechar de que se trataba pero la visión de la verdadera ciudad superó con creces a la imaginación más portentosa. Mientras todos observaban el descenso de aquella increíble mole, entre los pliegues de su ropa trató de hacer fotos discretamente, solo una imagen podría ilustrar al coronel la verdadera dimensión de a lo que se enfrentaban. Tragó saliva, estaban jodidos, jodidos, jodidos, pero más que asustarse Hagall admiró la nave como si aceptara el reto.
-No perdamos tiempo, busquemos a ese Helmut-