Partida Rol por web

Die Glocke

Das Venusfuchs (Capítulo II)

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11/04/2017, 02:55
Ilse Dietrich
Sólo para el director

La agitación que veía en el campamento le recordaba las movilizaciones cuando estaban en la Tierra. Se acercaba una batalla y, en el fondo, Ilse esperaba que no desembocara en una guerra abierta. A ella no le habían informado si tendría que ir con los grupos que se preparaban, al fin y al cabo el personal sanitario era más bien escaso y necesitarían a alguien en el caso de haber heridos. De hecho, ella no sabía nada de toda aquella movilización, simplemente que se preparaba un ataque pero nadie le había informado de algo más.

Dudando si ofrecerse o no a acompañar a los soldados por si necesitaban su ayuda, Ilse se encaminó en busca de la señora Zimmermann, a la que encontró en las cocinas. Sonrió de manera un tanto forzada ante el elogio de Hulda mientras le tendía los libros.

No creo que dispongamos de mucho tiempo. Un dia o dos a lo sumo. Espero que consigan hacer alguna copia en ese tiempo.

Se disponía a marcharse cuando Hulda le dio el recado. Despidiéndose de ella, fue en busca del doctor, al que últimamente veía muy poco ya que cada uno estaba sumido en sus propias ocupaciones. Quizás el motivo de que la buscara era comunicarle que tendría que acompañar a los soldados, o quizás era algo más emocionante como que había hecho algún descubrimiento importante. Fuera lo que fuera, era una estupidez hacer conjeturas así que lo mejor que podía hacer era encontrar al doctor Kleiber y saber qué quería.

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11/04/2017, 03:04
Hagall Wirth

¿Cómo se supone que debes reaccionar cuando constatas que, no solo has sido utilizada durante toda tu vida, si no que se han reído de ti, que te han engañado tooooooodo el tiempo y que, después de romperte, moldearte y volverte a retorcer, cuando ya no les servías más esperaban que te murieses…?
Lo sospechaba, todo aquel plan, algo en lo más profundo del cerebro, en las tripas, en sus cicatrices, le latía diciéndole que se la estaban jugando y una vez más la intuición no le había fallado. Debía estar contenta.
“¿Por qué?” volvió a preguntarse como cuando era niña “¿Por qué?”… ¿Qué sentido tenía… todo? Sentir, pensar, respirar… vivir… ¿Por qué depositar conciencia en algo solo para someterlo a burla y sufrimiento? ¿Por qué sobrevivía contra todo pronóstico? La historia de Job siempre le pareció una putada y el Dios que pintaba un sádico. Así que Hagall, lejos de resignarse, llevaba toda la vida buscando y meditando sobre ello pero no encontró ni respuesta ni consuelo. El sufrimiento era inherente a la vida, esa era la única certeza, y nada podía hacerse por evitarlo. Estaba infectada, maldita, y fuera donde fuera e hiciera lo que hiciese el mal iría con ella. Por que sencillamente las cosas eran así.
A veces creía arañar la comprensión de aquel sinsentido reduciéndolo a algo salvaje, a un juego gladiatorio en el que ibas a morir de seguro, pero hasta entonces podías elegir ser víctima o verdugo. Solo vida y muerte, sin emociones, y por única gloria presentar batalla hasta el final. Morir matando. Era toda una valkiria, tal vez por eso seguía viva y el universo la espoleaba cada vez con más saña, quería ver hasta dónde podía llegar y brindarle una muerte épica. Sonaba bien…
“Kammler… brindare en el Valhala con tu calavera. Lo juro por mi vida”
Bebió del té aceptando el cáliz de sangre que se le ofrecía, bebió con fruición. El Reich de los mil años no tenía ni idea de la plaga a la que se iba a enfrentar, los rusos les iban a parecer “hermanitas de los pobres”. Había cierta ironía en que el propio nazismo hubiera sembrado la semilla de su propia destrucción, muy higiénico por parte de la naturaleza hacer que los monstruos se comieran a sus creadores. Bien lo sabía ella…

Hubo un silencio sepulcral, en la estancia y en su mente, de repente todo era claridad y un único objetivo, vengarse. Pensó en Margot.
Con el vaso aun en la mano ladeó la mirada, Daman estaba a unos pasos por detrás y se preguntaba cuanto de todo aquello estaría entendiendo. El kilmar se desperezó, asomó de entre la ropa y tiró de su mano para lamer el vaso.
La misma mirada gélida que había dirigido a Rommel se clavó en el ingeniero ¡Él, Bernstein y otros también lo sabían!... “Sí claro, a otra con ese cuento” pensó ante la excusa chusca de que no había encontrado el momento para contarselo, de repente esa complicidad que le brindaban, Krieg con lo del secreto y Bernstein con el poema, se le antojó más falsa que una moneda de cartón. De hecho sospechó hasta del profeta ¿Sería un cebo? ¿De quién? ¿De la reina?
Rellenó el vaso y lo acercó al cachorro para que bebiera
-Me gustaría saber que historias son esas… ey tragoncete, que me manchas!…- el kimlar estaba sediento y con el ansia iba a desparramar la bebida. Juntos dibujaban la madonna más extraña que nunca se hubiera imaginado. Le acarició la coronilla con el índice ¿Que era eso? ¿Afecto? En cualquier caso la distracción venía que ni pintada –...saber... cual es el rol que se supone debo desempeñar…- nadie podría adivinar cual era su estado de ánimo por el tono de su voz, aquel era su talento especial, ser de hielo –y… ¿Qué papel juega Margot en todo esto? ¿Está en nuestro equipo o va por libre?- tal y como se sentía ella en ese preciso instante cabía la posibilidad de que la esposa de Krieg realmente se hubiera vuelto loca de odio.

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11/04/2017, 10:08
Helmut Bernstein
Sólo para el director

La invitación del ingeniero le pilló por sorpresa. Siempre le había parecido bastante reservado pero claro, también era cierto que ahora había pasado de ser una parte infitesimal de la población mundial a ser un porcentage mucho más destacado. Y más en aquellos momentos en los que la población de la colonia era bastante inferior.

Oh... msí, claro. Será un placer, por supuesto.

Anunció, mientras enrollaba los planos para llevárselos. No conocía la familia del escandinavo. Le asaltó una punzada de melancolía. Él era un hombre solitario y aunque en un primer momento quizás habría buscado una excusa para no acudir a esa cena, también era cierto que su ego se había sentido recompensado al oír lo de "conversación inteligente" que había sido el detonante para aceptar.

Se despidieron y se pasó unas horas en casa, enfrascado en los planos, observando los diseños, haciendo cálculos matemáticos sobre fuerzas de empuje, de atracción terrestres... No, un momento, venusianas. Los datos al respecto eran mucho más escasos. Y mucho menos fiables.

Bueno, usemos los terrestres para este caso. La fuerza de atracción ha de ser menor en este caso. Más vale pasarse de largo que de corto...

Pasaron por su mente las imágenes del mítico film de Julio Verne y el Viaje a la Luna...

Suspiró algo triste. En lugar de poder entregarse a proyectos tan imaginativos como ese, debería dedicarse primero a hacer vimanas portadores de muerte. Siempre violencia. Siempre sufrimiento. Ni en Venus podían escapar de ello.

Dejó de lado aquellos proyectos y buscó algo para llevar a la cena con Olsen. Pensó en pedirle a la srta. Dietrich que hicera uso de sus dotes culinarias, pero no quería compartir uno de aquellos deliciosos struddles con nadie. Ni se le pasó por la cabeza que habría sido una falta de tacto hacerle semejante petición cuando ella no estaba invitada.

Quería ser original, por lo que salió a la colonia y preguntó a los jatianos, en su védico rudimentario, si tenían algun tipo de licor o bebida local habitual para sus comidas. Era algo universal. Toda población humana ritualizaba el acto de alimentarse, por su contenido simbólico y social. Prefería presentarse a la cena con los Olsen con algo exótico, aunque siempre le iba a quedar el recurso de pedir a los colonos algún vino del Rin como plan B. No sería un caldo especialmente bueno, pero en aquellas circunstancias podía decirse que era un tesoro.

 

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11/04/2017, 15:55
Adeline Grasser

Si...

Todo siempre había sido así.

La cabeza le daba vueltas porque aunque más o menos creía estar al tanto de todo, tras escuchar al profeta se dio cuenta que no tenía ni la mitad de la información. No le sorprendió que la joven y desconfiada mujer tuviera ese recelo contra todo, ¿no lo tenía acaso ella misma? Adeline no tomó de su taza de té, sólo la miraba queriendose hundir en ella, especialmente cuando escuchó aquel nombre.

Margot... Margot... ¡Margot!

Era una especie de campana en su cabeza que sonaba con insistencia pero no como una alarma sino más bien cómo un insensata instrumento de tortura que se reía de ella como lo había hecho la propia dueña de aquel nombre. Observó al profeta y luego a Kroes pero no dijo nada; lo único que le faltaba era arriesgar el culo por esa maldita bastarda. Dio un par de pasos atrás, se sustrajo mirando al Kilmmar de Hagall y trató de pensar en otra cosa.

-Siempre es igual pero ya he aguantado demasiado, sólo un poco más.

Las palabras de Hagall, tal vez ella tenía mayor posibilidad de adivinar o de que le dijeran el papel de esa... mujer en todo aquello. ¿Acaso el papel de ella misma había sido llevar a esa comitiva allí? ¿Después de eso qué? ¿Sería nuevamente abandonada a su suerte como Margot había hecho sin remordimiento alguno? Sentía el estómago revuelto y los pies clavados en el suelo que si se movía, se iría de bruces. Sentía mucho de traición en todo aquello pero en todo caso no era culpa del profeta, a él siempre iba a disculparlo de alguna manera aunque lo hiciera sin darse cuenta.

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11/04/2017, 21:09
Rolf Kleiber

Cuando se acercó al módulo de la enfermería, vio que había un camión Opel Blitz en la puerta, y que Mitzi, Gerde y unos soldados estaban cargando cosas en él. Suministros médicos, camillas y cosas así. No había que ser muy listo para saber de qué iba aquello. De hecho, el doctor estaba hablando con el coronel en la puerta del módulo, al que despidió con una breve sonrisa.

El doctor la vio cuando llegó a la escena. No iba a decir nada, si no que se iba a poner a echar una mano. Kleiber se acercó unos pasos y le sonrió brevemente. No parecía que tuviera ningún reproche sobre sus ausencias. Y tenía un buen motivo para ello...

-Vamos a montar un hospital de campaña cerca del "frente". Algo provisional, unas tiendas. En teoría, la batalla no debería durar mucho, pero Umad está lo suficientemente lejos como para que las evacuaciones médicas sean costosas en términos de combustible y tiempo.

Suspiró. Ella conocía bien los hospitales de campaña, y no era un sitio bonito. Muchos heridos, algunos de ellos hombres destrozados que morían sin remedio o quedaban lisiados para el resto de su vida. El trabajo se multiplicaba y se realizaba en condiciones muy precarias, y para los cirujanos y enfermeras suponía normalmente largas horas de operaciones, trabajando con rapidez para tratar de salvar al mayor número posible. No obstante, ella pensaba que con un poco de suerte no tendrían muchos heridos. ¡Los nativos tenían unas armas muy primitivas! Aquello podía ser un paseo por el campo.

-Es una lástima que solo vayamos a dejar en la colonia a un practicante y una enfermera, pero tendrán que apañárselas hasta que regresemos. Coja sus cosas y prepárase. Partimos enseguida.

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11/04/2017, 21:20
Erwin Rommel

Cuando Krieg le habló sobre su esposa el rostro de Rommel se ensombreció. De hecho, compartió una mirada con Adeline. Contaba con aquello, desde hacía muchos años, e iba a ser extremadamente difícil manejar el tema sin que al ingeniero se le fuera la cabeza... demasiado. Era un tema harto delicado.

-No se subestimen. La historia todavía no está escrita, y de hecho la vamos a escribir nosotros. No se ha diseñado todavía arma ni ingenio alguno, y tenemos tiempo para intentar detectar a los espías. Podemos... ponerles trampas. En las situaciones críticas, saldrán de sus escondites y se desenmascararán. Si no lo hacen... tendremos que recurrir a otros métodos.

Miró a Hagall y sonrió. Su pregunta era una de las que estaba esperando desde hacía cinco años. De momento, dejó sin contestación a Krieg sobre el tema de su esposa.

-Usted será mi sucesora. La gente de éste planeta necesita un profeta, alguien mucho mejor que yo para liderar la revolución, intelectual y físicamente. Darles una nueva religión, una nueva organización social, un objetivo. Yo he hecho lo que he podido, pero la colonia va a necesitar un buen general, y no un profeta mediocre. Se que usted es la persona perfecta para ese cometido.

Al final tuvo que hablar sobre el tema. Lo hizo contestando a Krieg más que a Hagall.

-Yo puedo llevarle ante su esposa, señor Krieg. Pero le advierto. Es muy posible que ella no desee regresar a la colonia, ni aliarse con nosotros. Lo he intentado durante varios años, pero no quería oír hablar siquiera de Alemania...

Parpadeó.

-Lo único que tenemos en común con ella es que desea destruir a los Nuaki. Pero no para crear una sociedad mejor, si no para reemplazarles. Sospecho que su objetivo último es... volver a la Tierra para vengarse.

Hubo un largo silencio después de éstas palabras.

-Algunos de los que fueron abandonados aquí perdieron toda esperanza. De hecho, abrazaron éste nuevo mundo como una oportunidad para reaccionar contra todo lo que odian. Y algunos de ellos odian todo lo que el Reich, lo que la Tierra, representan.

Miró de forma significativa a Hagall. ¿No estaría creando un monstruo que llegaría a ser mucho peor de lo que Margot era? Tenía razones para odiar a todo y a todos. Pero el que no se arriesga, no obtiene nada a cambio.

-Durante el lagaan de la reina hay una especie de... tregua, por así decirlo. Dura unos pocos días, pero sirve para que los Nuaki se reúnan. Su esposa, señor Krieg, vendrá a ésta misma ciudad. Pero es menester que la vea, no como un espía vestido con ropas nativas, si como parte de una embajada. Una embajada de la colonia Sigfrido.

Krieg parpadeó, y Hagall le miró. Rommel no sabía que la colonia había atacado Umad hacía dos días. Las noticias no habían llegado tan rápido a sus oídos. Ellos tampoco sabían cual había sido el resultado de la batalla. ¿Habrían roto, sin saberlo, la sagrada tregua de los Nuaki? De ser así, el efecto planeado por el coronel podía volverse contra ellos: más que una alianza, podrían ganarse el odio de todos los Nuaki por igual.

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12/04/2017, 00:47
Damien Krieg

-¡¡ estoy ya harto de todo. la simple menciòn del nombre de mi mujer, crea ese extraño cambio de cara a todo aquel que lo escucha, durante años pense que estaba muerta, me prometi a mi mismo hacer lo imposible para que la colonia llegara segura, siempre con esa espina de no haber encontrado el cuerpo de mujer para enterrarla, la presuntanente la muerte de todos los cientificos, que desaparecieron.incluida usted adeline, noches sin dormir, trabajando duro, para evitar que se repitiera aquello,todas esas desapariciones que creia muertos pesaban de alguna manera en mi, y durante tooodo ese tiempo, el coronel sabian que estaban vivos, incluso mando mas.El nombre de mi mujer parece el sinonimo de monstruo, traidora y asi pense yo, cuando ina vez en el planeta, me dicen que esta viva, que despues en la reunion con el general,descubro que todos esos cientificos estan vivos ,y ahora me entero que solo somos carne de cañon, si no fuera por una conversacion con Hagall, aqui presente, seguiria pensando que mi mujer es una traidora, pero me hizo ver, que no le quedaba otra, que hizo lo que hizo a efectos eso para sobrevivir, para preparar este mundo..,¿ que deberia de pensar?, si mi mujer es un peligro para la colonia y todos, me gustsria saber el porque....-realmwnte Krieg esta enfadado, pero si su mujer era un peligro para el complejo y las gentes de alli, no le quedaria otra, que pensar que nunca sera la Margot con la que se caso.

Notas de juego

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12/04/2017, 01:10
Lennart Olsen

Olsen abrió la puerta y le recibió con una breve sonrisa y una mano estirada para que la estrechara. A pesar de que era uno de esos módulos prefabricados que tan bien conocía, habían conseguido darle un toque familiar.

-Vino nativo, es algo parecido a la kina -dijo Bernstein.
-Gracias, todo un detalle. Por favor, pase.

Estaban poniendo la mesa. La vajilla era la estándar de la colonia, aunque algunos de los vasos si eran de la familia, así como la cubertería, que era de una aleación de plata. Se notaba que la familia había disfrutado de ciertas "ventajas" durante la ocupación, debido al trabajo del cabeza de familia, pues aquel tipo de detalles lujosos eran impensables en otros lugares del continente, como Polonia.

Accedieron al salón, donde una muchacha rubia y joven, de unos diecisiete o dieciocho años, estaba poniendo la mesa y se detuvo para saludarles con una sonrisa. Era bastante guapa.

-Si, le presento a mi sobrina, Anette -luego la miró- Haz el favor de llamar a los niños y que estén listos para la cena, por favor.
-Sí, querido tío -dijo ella, con una breve sonrisa.

Les dejó solos, y el padre de familia le acompañó hasta la mesa que utilizaba como "estudio". Allí había unos diseños de piezas del "vimana alemán" sobre plano. Además, se dió cuenta de que tenía colgada de la pared una medalla enmarcada de un premio, algo de ciencias o ingeniería, en noruego (tenía la cara del rey Haakon, detalle curioso habida cuenta de que estaba exiliado debido a la ocupación alemana). Le habló un momento de aquellos diseños, hasta que una voz femenina requirió su presencia en la cocina y él tuvo que ausentarse.

Bernstein curioseó entre las fotos de las paredes y los lomos de los libros. Le sorprendió ver novelas clásicas e incluso un libro de filosofía, de Kant. Algunas de las novelas eran de Sandemose, así que dedujo que era seguidor de las ideas de Freud. También se fijó en una foto de promoción de unos chavales en lo que parecía el famoso Instituto de Tecnología Noruego, aunque no pudo discernir quien de aquellos mozalbetes era él de joven. Finalmente, sus ojos tropezaron con una foto de la boda de Olsen, aunque más bien parecía uno de esos reportajes de estudio que se estaban haciendo tan populares en su época.

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12/04/2017, 01:11
Grethe Olsen

Una voz femenina le sorprendió a sus espaldas. No estaba haciendo nada malo, ni era excesivamente fisgón, pero siempre uno sentía un apunte de remordimiento cuando le pillaban in franganti curioseando en las cosas de los demás.

-Siempre le he dicho que el bigote le queda mucho mejor -observó.

Bernstein imaginó que se refería a su esposo. Ella sonrió, despacio. Le pareció una mujer seria, sobria, elegante y algo misteriosa. Una sonrisa de una persona así vale por tres de las de las personas extrovertidas.

-Creo que mi marido no le ha dicho nada, pero debería hablar con mi sobrina. Ella siempre ha querido ser ayudante de laboratorio, pero a causa de la guerra no pudo estudiar tanto. Espero que no le moleste... se que los militares son muy celosos con sus secretos y que en Alemania no es común que las mujeres desempeñen ese tipo de trabajos.

Sonrió, despacio. Por detrás venía su marido, que terminó de poner unas cosas en la mesa mientras ellos hablaban.

-Lennart me ha hablado mucho de usted. Dice que es un auténtico genio, aunque imagino que nunca se lo diría. Él siempre dice que no hay nada más molesto que un alemán con el ego inflado.

Vió sonreír al ingeniero por detrás, aunque sin mirarles todavía.

-Por favor, tome asiento. Los niños llegarán enseguida. Hoy vamos a... experimentar. He hecho un goulash, pero la carne es un animal local. Los nativos han dicho que se parece al pavo. Esperemos no terminar todos en la enfermería -bromeó.

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12/04/2017, 06:13
Hagall Wirth

-Usted será mi sucesora. La gente de este planeta necesita un profeta, alguien mejor que yo para liderar la revolución, intelectual y físicamente. Darles una nueva religión, una nueva organización social, un objetivo…-

No pudo reprimir la sorpresa, alzó las cejas como dos arcos góticos mientras el kimlar se zafaba de sus manos y trepaba por su espalda quedado asido a ella asomando los ojillos, como un monito que abraza a su madre ¿En que quedaba? ¿Tenía, sueño, hambre o que? Hagall no sabía mucho de bebés alienígenas… ni animales… ni humanos…
“Una nueva religión… un nuevo orden social…” un destello de ilusión acarició su corazón por un segundo, pero en seguida el cerebro reptiliano lanzó sus proyectiles defensivos. Rommel les conocía a la perfección, les había estudiado, muy bien podía haber averiguado sus anhelos y estar tentandola con ellos a modo de zanahoria. Era tan perfecto… le estaban sirviendo en bandeja el permiso para hacer todo cuanto había soñado, bañarse en la sangre de sus enemigos y construir una nueva Atlantida, un mundo para las mujeres…
El “profeta” siguió respondiendo a sus dudas -…no quería oir hablar siquiera de Alemania… vengarse… abrazaron este nuevo mundo como una oportunidad para reaccionar contra todo lo que odian…- oye pues no le sonaba tan mal… es más, parecía estar describiéndola punto por punto…
Hagall era un mar de dudas. Bien podía servirse de la oportunidad que le brindaban y luego hacerse con el poder, crear su propio imperio, dominar el tiempo y el espacio, aplastar cabezas, doblar rodillas y ser adorada por todos… Un reinado implacable donde su palabra era ley y la historia se reescribiría bajo sus términos. Por otro lado… podía restaurar la sociedad minoica que tanto admiraba y por cuyo colapso se había lamentado siempre tanto. Una teocracia femenina que devolviera al mundo al orden que nunca debió perder… o simplemente podía luchar hasta morir, daba igual con quien, entregarse al caos cómo Margot… tenía muchas ganas de conocerla.
Acariciando al kimlar pensó en Ara y en esos sentimientos tiernos que le despertaba, en la promesa hecha ante Jurgens y los dioses (si es que existían).

-…Durante el Lagaan de la reina hay una especie de… tregua…-
“Oh, oh…” Iba a informar al general sobre los acontecimientos y la estrategia del coronel cuando Krieg saltó de un modo sorprendente y a la vez previsible. Ya sabía de su temperamento explosivo y al parecer no se le daba mal del todo lidiar con él, por eso reaccionó rápidamente llamando a la calma.
-Déjeme que le explique algo ingeniero, por favor, escúcheme- habló en tono sereno pero firme, sosteniéndole la mirada y posando una mano sobre su brazo para que volviera a sentarse cómodamente –Usted dijo que yo le recordaba a su esposa, y ahora, en base a lo que comenta el general y otros rumores que me han ido llegando, creo que es verdad. Mucho, demasiado quizás…- zigzagueó los ojos pues lo que iba a contar iba a ser escuchado por todos, inspiró y expiró hondo –Ambas estamos enfermas de odio y solo deseamos vengarnos y destruirlo todo- hizo una pausa de margen para ver como reaccionaban. Levantó una mano pidiendo que la dejaran seguir hablando –Aquel día que usted vino a mi casa y encontró allí al coronel ¿Lo recuerda? Se dio cuenta de que algo pasaba verdad? Le explico, el coronel vino a… convencerme de un plan bastante afín a lo que el general acaba de proponernos, pero ¿Sabe como lo hizo? A punta de pistola ¿Por qué? se preguntara, por la misma razón que no bebió del té que preparé hasta que me vio beber a mi: Odio al Reich y todo lo que lo representa, los uniformes me enferman, desprecio el partido y no volvería a Alemania ni por todo el oro del mundo- había una precisión y determinación en sus palabras que no necesitaba siquiera de entonación –Esos prohombres que idearon todo este plan me…- se le cortó la voz pero apretó los labios y prosiguió –me han violado a placer desde que tenía diez años ¡Mi propio padre!… fue el primero… Me han forzado de maneras que…- parpadeó, tenía los ojos húmedos –Kammler…- apretó los dientes a riesgo de quebrarselos de la rabia que destiló al pronunciar ese nombre –casi me mata… ahora se que era su intención…- apretó los párpados -no puedo dormir una noche sin que el recuerdo me torture y por dentro… estoy tan llena de cicatrices como él- se refería a Rommel. Respiró ordenando la mente para centrarse en lo que quería decir –La única cosa que me mantenía a flote era soñar con el día que me cobraría la revancha. Por eso vine a Venus, para huir de ellos dispuesta a arruinar su gran proyecto, pero antes…  a mi padre- aquí venía el plato fuerte, iba a jugársela siendo sincera –lo castré- lanzó una mirada absolutamente salvaje sin un ápice de remordimiento -le metí los genitales en la boca, llené una copa con su sangre y bebí mientras veía como su vida se apagaba. Luego le prendí fuego a mi casa…- volvió a respirar hondo, como si guardara la fiera en un armario –Los japoneses dicen que no hay demonio más temible que una mujer que busca venganza… por eso Jurgens tuvo que amenazarme para que le escuchara- hubo un prolongado silencio –porque me he convertido en un monstruo- exhaló –Le cuento esto porque… su mujer lleva seis años abandonada a las fauces de una bestia que no conoce la misericordia, a sabiendas de que el Reich la había usado y tirado a la basura. Es muy difícil mantener la cordura sin esperanza y solo los dioses saben a que clase de vejaciones la habrán sometido… Reconozco que, en parte, cuando le pedí comprensión para Margot también la estaba pidiendo para mí. Inconscientemente buscaba un clavo al que agarrarme porque si ella podía redimirse del horror de su pasado… tal vez… yo también… Lo siento…- bajó la cara con gesto compungido y ligeramente extrañado, conforme hablaba su pensamiento evolucionaba y llegaba a conclusiones completamente nuevas y sorpresivas para ella. Con aquel aire preocupado prosiguió, Krieg se encontraba en ese momento al límite de la fractura.
-Damien…- por primera vez se atrevía a llamarlo por el nombre de pila –usted se encuentra ahora al borde del mismo abismo que yo, el mismo que la señorita Grassier, el general y su esposa tuvieron que enfrentar en su día. Pienselo… Comprenderá entonces que hay tantas posibilidades de que Margot pueda salvarse como de que no. Podemos ofrecerle nuestro proyecto de futuro, usted puede brindarle su amor, pero cabe la posibilidad de que lo rechace sencillamente porque el dolor la haya enloquecido…-
Hagall calló. Había dicho más de lo que nunca antes se había atrevido y estaba sorprendida de como aquello revertía en ella, tal vez debió hablar de ello antes ¿Pero a quién? Toda su vida hasta ese momento había estado rodeada de hienas. Hienas… que buen símil para el Reich…
Curioso que las dos personas aparentemente más frías de la colonia (Krieg y Hagall) estuvieran resultando las más tormentosas.
El Kimlar estiró el cuello y la acarició con la cabeza igual que hacían los gatos. Ella se frotó la frente, la explosión mental de constatar sus sospechas, contener la rabia  y el ejercicio de digerir la situación le habían consumido las energías. Levantó la vista tímidamente reparando en la revelación que había hecho, perfectamente podía haber arruinado cualquier posibilidad de un futuro mejor y haberse convertido en una paria. Paria entre los parias…

-No se si el general seguirá considerándome una buena opción después de esto… pero por lo menos ahora saben que esa panda de sanguijuelas ya no cuenta con la ayuda de Herman Wirth…- entonces recordó lo que primeramente iba a decir antes del exabrupto de Krieg –Emm… sobre la tregua… hace dos días que, si nada lo ha impedido, el coronel lanzó un ataque contra Umad, no sabemos cual habrá sido el resultado. Desconocíamos la costumbre de la tregua y pensaron que para ganarnos la confianza de la reina… ¿Supone eso un problema?- parpadeó esperando que la repugnancia que pudieran sentir hacia ella no les desviara de la cuestión o que la cuestión les desviara de esa repugnancia.

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12/04/2017, 09:39
Damien Krieg

Krieg se mantuvo en silencio...

Lentamente salio del sitio donde estaba, casi en la puerta...

- Necesito algo de aire, aunque sea el de otro planeta... - dice en un tono seco, serio y totalmente apatico,sin decir nada mas, sale de donde están Adeline, Rommel, Hagall,etc..

Una vez fuera, busca con la mirada alguien de los que estaban por ahí.

- Si no es mucha molestia, ¿ pueden darme algo de alcohol o una bebida fuerte ? - dice en el torpe védico que había aprendido, entre las enseñanzas "por narices" de Bernstein o  que le enseño en el viaje Hagall... - ..realmente necesito beber algo.

Busca una mesa y una silla para sentarse, beber si le traen algo y ponerse a pensar, codos en la mesa, las manos en la frente y los ojos cerrados, como si estuviera desmontando algo con su cabeza , estudiando algún diseño o algo, o simplemente un hombre angustiado que busca respuestas en su cabeza.

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13/04/2017, 00:04
Adeline Grasser

Todo parecía una gran porquería como ella siempre había creído que era, es decir, en eso no se había equivocado pero aunque se compadecía por lo que escuchaba, lo cierto era que pensaba que eso no les daba derecho a la locura o sí pero no con gente inocente. El padre de Hagall se lo merecía, los hombres que la habían lastimado se lo merecían, ¿no había pensado ella misma en una venganza si no tan sangrienta igual de dolorosa? Sí y por eso no la juzgaba pero lo otro, lo otro no tenía nombre porque a ella la habían abandonado a su suerte y su suerte había sido -aunque ellos no lo supieran- una verdadera mierda. -Tal parece que ahora nos tocará perdonar a Margot como si fuera una santa... La rubia esclava sentía que su sangre ardía y seguramente eso se transformaba en su cara a modo de mejillas enrojecidas y labios fruncidos pero no dijo nada. Primero era lo primero y eso tenía que ver con Hagall y ayudar a cambiar el orden de las cosas, a veces uno tenía que guardarse sus propios demonios y atacar los de los demás aunque eso significara tener que esperar un poco más. Krieg le daba algo de pena pero entendía que no era así cómo iba a conseguir ayudar con todo aquello, incluso pensó en retenerlo cuando lo vio salir pero luego se contuvo, ella no era quién para decirle como afrontar aquella verdad que debía ser dolorosa por más que Hagall pidiera comprensión para la mujer. Ella y Margot no eran iguales o al menos Adeline esperaba eso. Dio un par de pasos y se sostuvo de una silla, de más estaba hablar en ese momento y decir que ella no estaba de acuerdo, que entendía lo de Margot y lo sentía pero ella misma había tenido que sufrir vejaciones que los otros no conocían ni un poco, Krieg pensaba que la conocía pero no tenía ni idea de lo que gracias a su mujer había tenido que vivir y que hubiera podido ser evitable. No era una niña como Hagall, cuando la usaron para todo tipo de deseos pero era una joven que pudo haberse roto y sin embargo estaba ahí dando la cara y arriesgando su vida a pesar de que pudiera parecer inútil para cualquiera. Miró al profeta, él debía entender todo, tal vez más adelante tuviera un par de palabras para decirle o tal vez no, ya no estaba segura de nada. Se sintió descompuesta, cómo si la hubieran golpeado en el estómago, si ella y esa mujer no habían iniciado en buenos términos por la desconfianza que parecía albergar hacia la esclava, pues no parecía que eso fuera a mejorar y aún con todo eso y con el modo de Krieg para con ella, Grasser estaba lista para ayudarlos a como fuera lugar. Tras unos segundos de pensar antes de abrir su boca, finalmente se dirigió al profeta, al único que entendía del todo, estaban unidos por el odio y la tortura que les habían prodigado pero eso no los hacía familia. -Apartándonos de todo esto que ya no podemos remediar, ¿qué es lo sigue, profeta? No tenían tiempo para quedarse lamentando y ella esperaba que todos supieran eso. Ir un paso adelante siempre iba a ser de ayuda para la causa.

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13/04/2017, 00:28
Erwin Rommel

Se puso muy serio cuando salieron todos aquellos temas. Él tenía la conciencia llena de fantasmas, pero era una persona optimista. Debía serlo. Mientras las bombas caen y parece que tus tropas van a perder la batalla, bloquearse lamentando los errores pasados u obcecarse en buscar la venganza podían resultar decisiones fatales. Ellos tenían las aptitudes necesarias, pero un gran comandante, un líder, se definía sobre todo a través de su voluntad, su aplomo y la capacidad de superar todo obstáculo sin perder la esperanza. Lo que aquella gente necesitaba ahora mismo, era esperanza. Grandes gestos, que les convencieran de que algo mejor era posible. La espiral de venganza y violencia hacía que el mundo fuera siempre un ojo por ojo, y que se cayera una y mil veces en los grandes errores.

Él había reflexionado sobre ello en su destierro. De hecho, creía firmemente que Alemania podía haber ganado la paz durante la guerra, si hubiera firmado un alto el fuego con Inglaterra y negociado una retirada paulatina de Francia y otros países. Pero Hitler tenía... aquellos sueños grandilocuentes en el este, que resultaron fatales. A su intransigencia y su violencia le respondió la frialdad de Stalin y sus hordas comunistas. No, debían ser más astutos en ésta ocasión.

Cerró los ojos cuando Hagall contó todo aquello y Krieg se ausentó. Todo pendía de un hilo en aquel momento. El trabajo de cinco años, las muertes de muchos valientes hombres y mujeres de su resistencia, los planes... Pero no hay plan que sobreviva al contacto con la realidad. Reclamó calma con un gesto, y más cuando Adeline le preguntó que debían hacer. Luego señaló a la señorita Wirth, aunque solo fue un segundo.

-Lo se, lo se. Nunca he deseado la muerte a alguien que no se lo mereciera. Pero es cierto, y admito mi parte de culpa. Debimos hacer algo... quizá debí apoyar a Stauffemberg con mis hombres, deponer al führer y terminar con la locura. Lamento que la intransigencia de esos hombres que usarían cualquier ideal para obtener sus más oscuros deseos la hubiera atrapado de esa manera. Lamento lo que le hicieron, y le pido disculpas.

No tenía por qué, por que él nada tenía que ver con aquello.

-Lo único que puedo prometerle es que éste planeta podemos hacerlo bien. Podemos comenzar de cero, por así decirlo. Deseo una coexistencia pacífica entre los nativos y nosotros, provechosa. Costará mucha sangre, mucho sudor y sinsabores. Ganaremos enemigos en uno y otro bando, pero yo ya he caminado esa senda. La gran pregunta que usted debe hacerse, señorita Wirth, es si quiere andar en ese camino. Usted es sabia, más de lo que cree. A pesar del dolor y la sed de venganza, conoce la mitología a las religiones orientales. Conoce el budismo, los caminos para la paz y la contemplación. La venganza es justa si sirve a un interés mayor. La violencia es un instrumento inevitable para imponer la voluntad sobre aquellas personas que no son capaces de compartir nuestros mismos sueños.

Parpadeó, mirándola significativamente.

-Se que en éste momento no lo ve así. Quizá nos estemos precipitando. Pero le aseguro que entre los suyos, entre los nuestros, hay gente que merece ser salvada, que merece ver un mundo mejor. Quizá usted y yo no lo merezcamos. Hemos visto sangre, miseria y lo peor del ser humano. Hemos tenido que hacer cosas y tomar decisiones que nos han dañado irremediablemente... el alma. Por eso, esa gente nos necesita. Los que no pueden ni deben mancharse las manos de sangre, como nosotros ya hemos hecho, merecen heredar un mundo en paz, lejos de la tiranía de los Nuaki y las cámaras de gas de las SS.

Suspiró, adquiriendo una extraña decisión a la hora de hablar.

-Usted es la persona indicada, solo que todavía no lo sabe. Solo ha conocido la maldad, el odio, el lado más oscuro del alma humana.

Señaló al pequeño animal que llevaba encima.

-Él le enseñará. En su hábitat natural, los kilmares son animales fieros y despiadados, pero tienen un gran sentido de la manada. Aquí, los Nuaki los usan para enseñar buenos valores a sus hijos. Usted no lo sabe, pero desarrollará rápidamente un vínculo empático con él. Sentirán lo que el otro sienta, aunque les separe una gran distancia. Él la protegerá en el peligro, la consolará cuando esté triste y la ayudará a encontrar fuerzas cuando se le agoten. Pero usted deberá hacer lo mismo por él... o el vínculo se romperá. Y cuando el vínculo se rompe, los kilmares matan a su simbionte...

Sonrió, despacio.

-Desarrollará vínculos similares con las personas, aunque le costará más. En ese caso, conocer lo que el otro siente siempre es... muy difícil. A algunos les cuesta toda una vida. Pero cuando sea capaz de llegar a ese grado de empatía, comprenderá que en realidad vale mucho más la pena luchar por la vida, que luchar por la muerte.

Hizo un gran silencio, cambiando de tercio.

-Puede ser problemático, lo de ese ataque. Pero creo que habrá llegado justo a tiempo. Mis informadores dicen que Rama se preparaba para asaltar los territorios de la reina durante la tregua, y que iba a concentrar sus tropas en Umad. Con un poco de suerte, sus compañeros se habrán convertido en unos héroes. Si no es así... me temo que tendré que ir a la colonia lo más rápido posible.

Hizo un gesto a Adeline para que se acercara.

-La hora ha llegado. Debemos abandonar las ciudades y dejar que la revolución comience desde abajo, atrayéndonos a los más humildes. Hagamos un llamamiento a nuestros partidarios, para que acudan al faro de la libertad. Necesitamos un ejército, y no lo vamos a conseguir aquí, huyendo de la guardia por las calles.

Parpadeó, mirándola con seriedad.

-Debemos llevarnos a los mejores con nosotros, y dejar que la voz se corra. Que comience el éxodo hacia la colonia. Volveremos, dentro de poco, para presentarnos a los Nuaki como una nueva fuerza a tener en cuenta. Es hora de... cortar las ataduras.

Adeline sabía lo que eso significaba. Abandonar la ciudad... al fin podría rebanar el gaznate a aquel gordo violador.

-Si Hagall quiere sangre contra los que nos oprimen y nos violan, la tendrá. Ya sabéis lo que hacer, y quienes deben caer primero. Después, pensaremos en más pasos. Terminar con los espías, predicar desde la ciudad santa a los pobres y los desesperados... Las semillas están germinando, solo hace falta que las rieguen un poco.

Se levantó, despacio, aunque se mareó un poco y se tuvo que apoyar en un bastón. Se acercó luego a Krieg, cogiendo la botella que tenía entre las manos.

-No es el momento de llorar, señor Krieg. ¿Quiere recuperar a su esposa? Hágase merecedor de ello. Necesito ir a la colonia, y su ayuda. La de todos. Mañana partiremos, alejándonos de la ciudad. Pero ésta noche... encenderemos unos cuantos fuegos.

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13/04/2017, 01:21
Ilse Dietrich
Sólo para el director

Tal y como se había imaginado, el motivo por el que el doctor Kleiber la estaba buscando no era otro que el formar parte de esa expedición que estaba a punto de partir. Un hospital de campaña, algo que ella conocía demasiado bien y que no resultaba agradable para nadie que hubiera pasado por la experiencia.

Había que ser fuerte y decidida para poder soportar los continuos gritos de los soldados heridos, tener el estómago suficiente para presenciar y ayudar en temidas amputaciones que, la mayor parte de las veces por escasez de medicinas y material quirúrgico, se tenían que realizar en condiciones lamentables, y había que tener paciencia y comprensión para poder dedicar unas palabras amables a todos los convalecientes que sufrían lejos de los suyos. No, no servía cualquiera para trabajar en un hospital de campaña.

Discúlpeme doctor Kleiber pero desconocía por completo esa misión y mucho menos sé dónde se encuentra ese lugar o lo que se está haciendo allí, por ese motivo no he estado preparada a tiempo.

Ilse no quería que la consideraran una incompetente, simplemente confirmaba el hecho de su desconocimiento sobre el tema. De todas formas, una enfermera experimentada y dedicada como era ella siempre estaba preparada ya que sabía que no tenía que cargar con demasiadas cosas, sólo lo imprescindible y, por supuesto, todo el material médico que pudiera.

No tardo nada, enseguida estoy con ustedes.

Se alejó con paso rápido pero sin correr en dirección a la casa que compartía con el resto de enfermeras para recoger sus cosas. Mientras caminaba se acordó de los libros y de Bernstein. Sintiéndolo mucho, tardaría en devolvérselos más de lo que había creído.

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13/04/2017, 03:04
Damien Krieg

-¡¡ No estoy llorando, quien se cree que soy, me centro y enfoco en mi trabajo !!-Saca la pistola paralizadora, poniendo en guardia a los seguidores de Rommel...

-¡¡ Bajen las malditas armas, no voy a disparale ni le estoy apuntando !!- se notaba cabreado Krieg...

-Estas arnas, pueden darnos la ventaja tactica que necesitamos, estoy seguro que son como pequeños generadores electricos y a la misma vez un condensador, que quiero decir con esto, deme un sitio donde trabajar y las herramientas necesarias y podria convertir, cada una de estas armas en granadas paralizadoras- dice con la cara iluminada en su cara.

No se sabe si realmente, siempre habia sido su manera de evadirse de los problemas o simplemente, su gran estima con las maquinas.

-Le llevare al complejo, si no tiene problemas Adeline, de que sea marido de una mujer a la que odian tanto...- el tono acido de sus palabras, bien pareceria el estupido humor britanico.

- Si estoy en lo cierto, estas pistolas podrian improvisarse en granadas paralizadoras y se podria enseñar a su gente a manipularlas para tal fin, esto significa que su revolucion o lo que quiera que sea, dispondria de un arma que dejara fuera de combate a un buen numero de soldados, asi mismo ,motivaria a plantar cara a los Nuaki y hacerse con las armas de los guardias, es algo arriesgado, pero estoy seguro que seria capaz de lograrlo, no solo facilitarian las cosas, sino que habrian menos muertes, a excepcion de la que provocara la explosion del arma en el punto de sobrecarga...- se le veia muy convencido de ello Krieg, otra cosa seria lograrlo.

Notas de juego

Krieg Returns!!!
A Krieg le va que ni pintado Gimli de ESDLA

Una vez en el complejo, me dices que tirar y dificultades, para transformar una pistola, al sobrecargarla,en una especie de granada paralizadora.

A este paso vais a provocarle a Krieg un transtorno bipolar

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13/04/2017, 08:56
Helmut Bernstein
Sólo para el director

Bernstein estrechó la mano que el ingeniero le ofrecía y se introdujo en el sanctasantorum del escandinavo. Observaba el nuevo entorno con sus ojos de humanista curioso. Intentaba no perder detalle, atento a cualquier cosa. Su padre siempre decía que el diablo está en los detalles y él opinaba lo mismo.

Saludó con una sonrisa a la sobrina Anette pero no hubo tiempo de más cortesías pues enseguida le fue encargada una tarea. Los niños. Por un momento sintió, otra vez, la punzada de la nostalgia. Un ambiente familiar. Una mujer que estaría en alguna parte. Seguramente la cocina. Unos niños que en su mente eran unos angelitos disciplinados... Y la modesta Anette, que debía hacerles la vez de niñera y ayuda en general para las tareas del hogar. Un hogar envidiable. 

Mientras todos estaban atareados, él se dispuso a darle algo más que una ojeada a sus libros. Una biblioteca dice mucho de su dueño. 

Sandemose... La Ley de Jansen. Sí, estoy seguro que a Anette se le puede aplicar. ¿Y a él? Quizás se lo intenta aplicar, sí eso no lo dudo. Aunque esa cubertería y esos vasos quizás hace pensar que el "nosotros" es más su familia que su nación. Bueno, bueno... No seas como un gestapo, Bernstein. Este hombre lo ha sacrificado todo, y se ha traído a su familia a otro planeta. Eso es un sacrificio por un nosotros, ¿no? Si se hubiera quedado no habría tenido problemas al acabar la guerra. habría acabado trabajando para los rusos o para los americanos.

¿Y esa foto? Es curioso como deshumanizamos a las personas en su ambiente de trabajo...

Pero en ese momento da un respingo al escuchar la voz de la sra. Olsen. Iba a balbucear una excusa muy pobre, pero la mujer le dio una salida honorable, además de dedicarle una sonrisa de femme fatale que lo acabó de desarmar. Fue incapaz de responder nada a la observación del bigote. Nada que no fuera una sonrisa boba.

Después ante la propuesta (no tan) velada de la sra Olsen sobre la sobrina, tuvo más tiempo para recobrarse de la sorpresa inicial y poder dar una respuesta más coherente.

Las mujeres tienen unas capacidades que se dejan desaprovechar. Las mentes de los hombres están más formadas academicamente pero las mujeres poseen algo que se desprecia. Poseen intuición. Emoción. Cosas básicas para avanzar en la investigación y en la vida, sra. Olsen. Y eso es algo que no se enseña.

Estoy seguro que durante la cena podrá surgir la ocasión de hablar sobre ello, y por supuesto, nunca va mal tener un par de ojos y de manos extra. Y yo no soy militar, aunque me gustan los secretos. Pero los secretos no están para guardarlos, sino para compartirlos con quien creas digno.

Comentó, enigmático.

Al confesarle la sra. Olsen la admiración del ingeniero por él, no pudo por menos que notar como se inflaba su ego.

Su marido exagera. Dijo con falsa modestia. Sólo intento abordar problemas nuevos con visiones viejas, vivificadas. Eso genera cierta singularidad, que también resulta molesta en muchas ocasiones.

Añadió, sin perderse la sonrisa del ingeniero. Toma asiento cuando se lo indica Grethe e inclina la cabeza en un asentimiento cuando anuncia que los niños vendrán en un momento, pero pone gesto algo contrariado cuando cita lo del goulash.

Oh... No... No acostumbro a comer carne. Bueno, es por un tema de entropía, pero, no, no se preocupe, de verdad. Lo probaré. Seguro que se ha tomado muchas molestias para hacerlo. No se culpen. No es algo que vaya diciendo a los cuatro vientos y no hago mucha vida social.

 

 

 

 

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13/04/2017, 21:52
Fritz Oldenkamp

Fritz se habia entretenido durante el viaje en los transportes observando el paisaje, que se hacia extraño pero a la vez familiar. En mas de una ocasión bromeó junto a sus compañeros sobre disparar a alguno de los animales que parecían seguir los vehículos.

-Estoy seguro de que puedo acertarle a uno de esos en la cabeza, jungs- Comentó, tomando el rifle y apuntando con él pero sin llegar a efectuar ningún disparo.

Cuando llegar al destino desde el que tenían que seguir a pie a punto estuvo de caerse con todo el equipamiento que portaba, joder, ya volvía a quedar en evidencia. Recogió la mochila y las herramientas rápidamente y se agrupó con el resto para seguir la marcha, que por cierto, tras los primeros diez o quince minutos ya comenzaba a hacerle sufrir.

No tenía demasiada resistencia y se le iba a hacer bastante larga.

- Tiradas (1)
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15/04/2017, 20:03
Grethe Olsen

Si el detalle la había contrariado no dejó que se le notara en absoluto. Capeó el temporal con una firmeza envidiable, y una sonrisa de oreja a oreja.

-No se preocupe, hay una ensalada antes de ese plato. La sacrificaremos en su honor.

Finalmente, la sobrina regresó con dos niños, uno de seis y otro de siete años, muy repeinados y con calcetines largos. Uno era el típico trasto que trae a sus padres de cabeza, y otro era bastante más repipi. Se llamaban Rasmus y Niklas, y le prestaron poca atención al invitado. Las mujeres sirvieron los entrantes mientras el cabeza de familia hacía lo propio con el vino. No hubo bendición de la mesa, pues estaban en una colonia "atea" y los Olsen eran científicos. Si que hubo un pequeño brindis.

-Por la colonia y el futuro.

Chocaron las copas (los adultos, los niños no bebieron alcohol) y comenzaron a dar buena cuenta de quesos, embutido, pan, unos frutos secos del planeta y cosas así, que habían sacado para salir del paso del tema ensalada, que ahora quedaría reservada para el invitado vegetariano.

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15/04/2017, 20:10
Anette Olsen

Lennart se puso a hablar de cosas del trabajo. Cosas sobre el futuro de la colonia y planes que tenía aquellos dos hombres para desarrollar diferentes aparatos, tecnologías o investigaciones. La sobrina prestaba mucha atención, se la notaba entusiasmada. Sus ojos brillaban con especial intensidad cuando se hablaba de un tema relacionado con la química.

-¿Es cierto que usted practica la alquimia? -preguntó de repente- Me refiero... a seguir los viejos manuales y tratar de dilucidar si había algún principio científico detrás de eso...

No sabía si la pregunta le había ofendido, pero tampoco quería retirarla. Lennart le miró a él con una breve sonrisa. La pelota estaba en su tejado.

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15/04/2017, 20:17
Director

Tres horas de viaje a través de la llanura y un impenetrable bosque de coníferas, por un estrecho camino pensado más para carretas que para vehículos. Una infinidad de baches, parones y diversos problemas que los militares experimentaban a la hora de mover aquella cantidad de medios: tanques, blindados, artillería, camiones cargados de soldados y suministros... Habían muchos coches, pero pocos hombres. La colonia no tenía más de 120 soldados, de los cuales solo 80 participaban en aquel ataque. Un pelotón de 20, al mando del teniente Fegelein, estaba en un puesto de observación que dominaba el campo de batalla, para dirigir a los artilleros. El resto quedaba para la protección de la colonia en su ausencia.

Tras detener los vehículos en un claro del bosque, los artilleros comenzaron a instalar sus piezas y las enfermeras arrimaron el hombro para levantar los pabellones donde se iba a instalar el hospital de campaña. Algunos soldados colaboraron, pero solo cuando la artillería estuvo emplazada. Poner piquetas, estirar vientos y colocar las paredes de tela con sus tensores, era un trabajo agotador para pocas personas. Entre muchos, se hacía en no menos de media hora.

Se estaba preparando el ataque, y los hombres estaban tensos. En aquel campamento avanzado quedaron los artilleros, que eran solo doce, el doctor y las enfermeras. Descansaron un rato, antes de que empezara el combate, comiendo en silencio o compartiendo alguna impresión. Justo cuando terminaban, los cañones comenzaron a sonar y la radio vomitaba mensajes. La batalla había empezado.