Partida Rol por web

En poco tiempo Gianna y Urtzi se fueron por su lado, el adepto había previsto que el ascenso a la cúspide y la comprobación de sus pases tardarían varias horas, cosa nada extraña en tratándose del Administratum, y tenían que ponerse en camino cuanto antes para no importunar a los Wolfe presentándose a una hora indebida.

Pasaron las horas, y cuando comenzó a anochecer los obreros y demás trabajadores fueron abandonando sus puestos de trabajo hasta que finalmente solo quedaron 3 agentes de guardia patrullando por toda la zona, eso indicaba o bien que andaban realmente escasos de personal, o bien que no tenían especial interés en proteger los almacenes; entrar en ellos no era ningún problema y esquivar a tan pocos guardias tampoco tenía ninguna dificultad, podríais avanzar rápidamente con tiempo de sobra y prepararos para la llegada del "supervisor".

Heinrich se movio natural, como un viandante mas, mezclandose entre los trabajadores y la gente que paseaba por esa zona de la ciudad, desandando la ruta que habia hecho para llegar al almacen. El camino por el que habian venido con el resto del grupo cuando habian ido al administratum era un camino tan valido como cualquier otro en cuestion de huidas, por lo que fue a apoyarse contra una de las paredes de esa calle, como descansando.

-Hotel en posicion. Cambio y corto.

Isolda caminaba en retaguardia del grupo, como se había hecho antes, y pendiente de que no les siguieran o de los que estaban cerca, pero sobretodo de que no se le desviara ni moviera la capucha en ningún momento. Ver en ese lugar su peinado era una alarma, pues era muy característico; lo que en ese aspecto lo hacía la pieza débil del grupo.

Cuando se acercaban al almacén, por instinto comenzó a buscar con la mirada algún lugar que puediera usar para guarecerse y mantener vigilado un tramo del lugar de salida.

Así pues, al ver que Heinrich se ponía en un lugar tranquilamente, disimulando como si estuviera descansando, ella optó por intentar esconderse en alguna esquina o rincón oscuro, donde no la vieran aparecer si es que todo se iba al garete. Pero seguro que pasaba.

-India en posición -contestó a la confirmación de su compañero.

Isolda descubrió, sin esperarlo, unos grandes palets de madera apoyados en ángulo contra una pared. Tenían el espacio justo para entrar tras ellos, y entre los pedazos de madera que los conformaban podía observar el panorama. No eran especialmente cómodos, pues requería de estar muy quieta, pero eran un buen lugar donde ocultarse.*

Heinrich, por su parte, no tuvo tanta suerte. Había un lugar que tal vez sería factible, tras una gran maquinaria con aspecto de grúa. Pero uno de los agentes de seguridad rondaba siempre cerca de ella, y era difícil acercarse.**

Ya estabamos en marcha. Porfin un poco de acción. No se me daba bien pero me gustaba intentarlo. Al parecer todos se habian puesto nombres en clave para hablar por radio e informar de sus movimientos. y coincidian con la primera letra de su nombre, y era sencillo. Tal vez me llamaria a mi mismo Tiempo. o Tormenta, Aun no lo habia decidido. 

Traté de avanzar con sigilo e introducirme en el almacén, pero no era demasiado habil con el subterfugio... Y además no alcanzaba a encontrar el lugar donde se suponia que tenia que esconderse. Decidí pedir un poco de ayuda por radio.

- Aqui Temporal. - Ese nombre me gustaba mas. - Esto... donde era que tenia que esconderme... - Sabia que me arriesgaba a las iras de Isolda y Hieronymus, pero estaba un poco perdido.

Heinrich ve una oportunidad, pero es demasiado arriesgada, hay un guardia pasando periodicamente por ahi y eso aumenta la probabilidad de ser encontrado o de que si hace falta apoyar, el guardia le estorbe.

Asi que sigue apoyado en la pared, como quien simplemente descansa despues de un paseo, eso si, en una zona mas oscura que espera que le cubra su figura.

Se echaria un pitillo de lho, viejo habito adquirido en la guardia, pero delataria su posicion. Una luz en la penumbra no es muy discreta.

Isolda intentó esconderse en ese lugar que había encontrado, y también no hacer mucho ruido, pero con la armadura de placas que llevaba eso era algo más difícil de lo normal. Cuando llegó a esos palets, intentó esconderse lo mejor que pudo y asomar la cabeza para vigilar y que no la pillaran por sorpresa.

O esa era su intención.

El arbites soltó un bufido cuando el psíquico se adelantó del restro del grupo y se puso a caminar de camino al almacén por su cuenta, haciendo más ruido que un toro en celo o al menos a eso le recordó al viejo arbites cuando lo vió caminar calle adelante.

El viejo echó una última mirada hacia los tejados cercanos buscando un escondite válido, pero o aquellos tejados parecían todos muy al descubierto o muy altos o bien sus ojos ya no eran lo que habían sido^₁. Maldijo su suerte una vez más por obligarle a esconderse en el interior del almacén donde no haría más que sentirse atrapado. Empuñó el fusil de asalto con el silenciador colocado, se echó la capucha por encima y con la bolsa negra a su espalda se dispuso a salir de la esquina en la que se encontraban aún Orionus, Arcturus y él mismo. Esperó a que el guadia diera la vuelta por aquella parte del recorrido y se dispuso a avanzar.

- Pegaos a mí, muy cerca avanzaremos a paso normal, sin carreras, sin pararnos, sin tropezar - activó uno de los dispositivos de su cintura² y a modo de ejemplo dió un par de pasos hacia adelante. Sus compañeros apenas pudieron oirlos. Se paró se volvió hacia ellos y les hizo gestos apremiantes de que avanzaran a su lado³.

Dicho esto el arbites continuó avanzando para tropezar entonces con una lata de refresco arrugada que salió rebotada calle abajo de forma espantosamente ruidosa.

Orionus estaba de acuerdo en quedarse en el almacén ya que no se presento voluntario para subir a la cúspide y le nombro Hieronymus que le acompañara a duo. Eso no quería decir que Hieronymus estuviera comandando al pelotón igual que en Sibellus por eso dijo "Yo voy a realizar lo mejor que se hacer, estaré vigilando en un lugar alto del almacén cubriendo os y de frente las puerta de entrada y salida de los muelles de carga" "os aviso que no tengo visión nocturna ni térmica como mucho puedo fijar un objetivo con mi mira láser y disparar".

Acto seguido Orionus se separo del grupo para buscar un lugar donde apoyarse para disparar, como una plataforma elevada, techo de una construcción u oficina interior donde pudiera observar la mayor parte del almacén. Orientado hacia las puertas de entrada y salida de los muelles de carga y sobre todo de los tres guardias que estaban haciendo la ronda de vigilancia.

No recordaba muy bien como iba el tema del escondite. 

En mi posición, alguien que no debe estar oculto, resulta complicado esconder a un voluminoso hombre de metal ataviado con una gran tunica roja, mas aún si bajo la capa oculta un arma de tamaño XXL por cortesía de la Inquisición. Si a esos inconvenientes le sumamos una nula experiencia en el arte del subterfugio, tenemos como resultado una experiencica cuanto menos curiosa.

De todas maneras, procuré adentrarme en el almacén siguiendo al Arbitres y al resto como mejor pudo. Sintiéndose poco más que un pato mareado esperando a ser disparado, el tecnoadepto trató de refugiarse entre los montones apilados de enseres y objetos. Tras el, el servocráneo levitaba tras su espalda con todos los sistemas salvo los de vuelo y seguimiento apagados.

-Rojo, en posición... Mas o menos.- Musitó por el comunicador.

- ¿eh? - escuchasteis la voz de uno de los guardias apenas os habíais movido a vuestras posiciones - ¿no habéis escuchado algo? -

parecía que hablaba con sus compañeros, aunque la respuesta siguiente os tranquilizó un tanto - esto es tan silencioso como siempre, ¿no te estarás quedando dormido? ve y sigue con tu trabajo, nos revelaran en quince minutos - aparentemente no os habían detectado, aquello era una buena señal. Y además ahora sabíais cuando llegarían los otros guardias con el supervisor, no tendríais que esperar mucho.

Cuando estaban a punto de terminar los quince minutos prometidos desde la lejanía comenzasteis a escuchar unos chasquidos y golpes metálicos, al principio eran muy débiles pero en seguida comenzaron a adquirir intensidad.

No os costó mucho tiempo averiguar de donde procedía aquel ruido. Un grupo de 10 personas se acercaba por el camino principal hacia el almacén, solo que no eran simples personas. A la luz de una gran linterna que llevaban os disteis cuenta a simple vista que tan solo uno de ellos era totalmente humano, el resto eran servidores, humanos con el cerebro borrado y múltiples modificaciones mecanicas; esclavos sin voluntad que tan solo obedecían ordenes de su maestro.

Al acercarse al almacén que vigilabais, los agentes de seguridad se agruparon atraídos por el ruido. Apenas intercambiaron unas palabras con el hombre que iba a la cabeza, este les enseñó un papel y ellos se largaron de allí tras devolverle un saludo formal, después toda la comitiva de servidores y el supervisor entraron al almacén.

Vistos de cerca no podían ser considerados un verdadero grupo de guardia, la mayoría eran servidores de trabajo normales, algunos de los cuales en lugar de brazos tenían grandes tenazas metálicas para levantar pesos enormes. Sin embargo tres de los servidores llevaban grandes armas de fuego y tenían un aspecto más imponente, además, se podía observar un tatuaje muy elaborado en un lateral de sus cabezas. Estos tres se encontraban pegados al supervisor y apenas se separaban de él a más de un metro de distancia.

Una vez entraron al almacén, quienes se habían ocultado fuera dejaron de tener buena visión de las actividades de los servidores.

Cuando los servidores entraron al almacén casi os dio un vuelco al corazón ¡estabais en el lado equivocado! No erais visibles para las personas del exterior, pero cuando el grupo de servidores entro al almacén pasaron casi directamente por vuestro lado, incluso juraríais que uno o dos de los servidores de trabajo se giraron y miraron hacia vosotros con aquella inexpresividad característica en sus rostros.

Estabais a punto de dejaros llevar por el pánico y salir de vuestro escondite sabiéndoos descubiertos cuando Arcturus os detuvo sin mediar palabra y os arrastró tras el escondite de forma más efectiva. Luego se explicó, al parecer los servidores no podían actuar más que de unas formas determinadas y tan solo bajo petición específica de su maestro, si los que se habían percatado de vuestra presencia no habían recibido orden de informar sobre posibles intrusos o de actuar contra ellos aún cabía la posibilidad de que no hubieseis sido descubiertos.

Aparentemente, el tecnosacerdote había acertado, puesto que el grupo de servidores siguió moviendose sin mostrar signos de haber percibido ningún tipo de anormalidad.

Heinrich ,en la sombra que habita, quita el seguro a su rifle, sus escopetas, aunque queridas, son armas de distancias cortas, y a grandes distancias no eran efectivas.

Al ver llegar a esos seres y al tipo, Isolda no pudo evitar amartillar el bolter. Mantenía la vista clavada en lo que podía ver desde su posición, vigilando la salida del almacén y, sobre todo, esperando poder saber qué estaba pasando allí. No podía hacer ningún ruido, pero no pudo evitar empezar a mover la boca como si estuviera rezando alguna de las letanías u oraciones de su orden, mentalmente, pero moviendo la boca como si las estuviera pronunciando.

Ya estaba a punto de alzar mi arma y liarme a tiros cuando Arcturus me detuvo y me apartó. Tras explicarnos lo "idiotas" que eran los servidores me quedé mas tranquilo. - Gracias. - Le susurré. - Me voy a preparar para la vigilancia. - Les expliqué a mis compañeros y me aparté un poco de ellos. 

Me dediqué unos instantes a despejar la mente mientras acariciaba mi foco psiquico, que me ayuda a concentrarme. Pero el tener que concentrarme en mantenerme en silencio, me despistó y no conseguí despejar la mente lo bastante. 

Si mis compañeros no decidian moverse volveria a intentarlo. 

El arbites había desactivado el enmudecedor nada más entrar en el almacén, reservando su corta batería para más adelante, con el paseo hasta el interior del almacén seguramente ya habría consumido una buena parte, no tenía sentido agotarla estando sentados sin más.

Centrado en estos pensamientos estaba el viejo cuando se abrió la puerta del almacén, mostrando que él estaba completamente al descubierto, sólo la rapidez de reacción del tecnoadepto les había salvado el pellejo. Maldiciendo para sus adentros su torpeza y su mala visión en la oscuridad¹ el viejo se agazapó en la oscuridad, apoyó la espalda y se decolgó del hombro la pesada bolsa negra que cargaba, la apoyó en el suelo delante de él, como si de un escudo se tratara y apoyó el fusil de asalto que empuñaba con una sola mano sobre la bolsa, a modo de improvisado bípode. A partir de ese momento, se dedicó a seguir con la mira a uno de los servidores de combate del supervisor mientras intentaba reconocer su tatuaje y aguzar el odio por si el supervisor tenía algo que decir. Tocó el hombro de Orionus², justo a su lado y mediante gestos le indicó a qué servidor estaba cubriendo para que él siguiera a uno de los otros dos. Si se veían descubiertos abrirían fuego³ y con un poco de suerte abatirían a los guardaespaldas dejando al supervisor vivo y sin protección, si el tecnoadepto era capaz de reventar al tercer servidor de combate.

El arbites se preguntó si el adepto sería capaz de anular alguno de aquellos servidores a distancias, modificar sus órdenes para que les obedeciera a ellos y no al supervisor, o quizás pudiera marcarlos de alguna forma para encontrarlos más tarde.

El supervisor y el grupo de servidores se dirigieron directamente a los depósitos donde ya habíais visto guardar parte de las armas, abrieron las puertas y retiraron algunos de los enormes arcones metálicos que las contenían. Al principio ninguna de sus acciones resultaba anormal o extraña, el contenido de los arcones era revisado mientras un servidor hacía lo propio con un cogitador en el interior del deposito, y dos de los servidores de carga se dirigieron a otro lugar desapareciendo por un par de minutos, para volver después con otro arcón idéntico.

Fue a partir de aquél momento cuando sus movimientos se volvieron ciertamente sospechosos. Fue este nuevo arcón el que guardaron con los demás en el interior de depósito, mientras mantenían con ellos uno de los que habían sacado de allí. Tras cerrar las puertas, se dispusieron a abandonar el almacén por las grandes puertas que se dirigían hacia el hangar, en dirección opuesta por donde habían venido.

A duras penas veíais movimiento en el interior del almacén, aunque no se escuchaban disparos, por lo que juraríais que el grupo no ha sido descubierto. Al cabo de unos minutos dos servidores salieron de allí hacia otro almacén más pequeño a apenas unas decenas de metros.

Pudísteis ver como sacaban de allí un gran arcón metálico, que Isolda reconoció como los que utilizaban para transportar las armas, y que se hallaban guardados en el primer almacén, donde se escondían los demás. Llevaron el arcón hasta el interior del almacén cerrando las puertas tras de sí, y, después de eso, no sois capaces de ver más.