Partida Rol por web

Orionus al escuchar a Heinrich que Isolda estaba viva se sintió animado de que en el primer enfrentamiento de la misión no cayera ningún miembro del equipo. Como algunos de los compañeros iban a auxiliarla y curarla, confiaba en ellos y no se preocupo de comprobar él mismo, el estado de salud de Isolda. El no podía ayudar en nada que estuviera relacionado con la medicina. Por eso dijo al grupo "Yo me voy a quedar aquí ocultando a los servidores y vigilando que no viene nadie mientras ayudáis a Isolda, estabilizar sus heridas y saquemos la de aquí lo antes posible por si mandan más refuerzos a los servidores".

Todos los servidores estaban esparcidos por la calle, Orionus propuso a Hieronymus "Hieronymus vamos a esconder como podamos los cuerpos de estos servidores y luego les arrancas las cabezas ¿te parece bien?". Orionus recargo de balas el cargador y puso el seguro del rifle automático, lo guardo y desenvaino su espada. Se acerco al cuerpo del servidor de combate y partió el brazo arma de disparó que tenia instalado al antebrazo. Orionus comprobó que tipo de arma era.

- Arráncale los dos - dijo el arbites al asesino cuando vió como éste le cortaba al servidor de combate uno de los brazos-arma antes de que él mismo pudiera hacerlo, por estar ocupado desencasquillando el rifle, cuya bala atascada guardó en un bolsillo.

- Y luego la cabeza - añadió - No creo que necesitemos más que dos. Cogeremos la del servidor de combate y aquella otra - dijo señalando con el dedo la cabeza que parecía más intacta de entre los servidores industriales.

- Heinrich, márchate con Taikel y Arcturus, Orionus y yo bastamos para hacer esto y no queremos más sorpresas - miró al soldado a la cara, como si mirara directamente a los ojos, a través del visor opaco - cuida de ellos - se volvió hacia los cadáveres - y gracias por volver - añadió.

- Ahora apilaremos los cuerpos en aquella esquina - dijo cogiendo a uno de los otros servidores industriales por los brazos con sus manos enguantadas.

La idea del arbites era quemar los cuerpos de los servidores. Eso destruiría sus circuitos, sus memorias, sus huellas digitales y sus caras e incluso fundiría partes haciendo más difícil y más lento descubrir que faltaban dos cabezas o qué había pasado con los servidores.

Los tres os alejásteis a paso rápido sin perder tiempo. Gracias a las indicaciones del guardia imperial pudísteis llegar rápido, lo que era una suerte, ya que había que atravesar un pasaje angosto y oculto a la vista.

Os encontrábais en una pequeña plaza, de unos 20m de diametro, sin más salidas. En el centro de aquella plaza había un gran agujero circular del cual no se veía el fondo, rodeado de placas metálicas. Parecía que se había construido una estructura metálica para aprovechar ese foso de alguna forma. Los cadaveres de dos servidores de combate yacían en el suelo, derribados a causa de múltiples disparos que habían atravesado sus pesadas placas blindadas.

No pudísteis prestar gran atención a la plaza en sí, ya que aquella a quien habías ido a buscar se encontraba cerca y acaparó toda vuestra atención. Tumbada contra una pared se encontraba Isolda con los ojos y prácticamente inconsciente. Su brazo izquierdo se encontraba en el suelo a unos metros de ella, y en su lugar tenía un muñón ensangrentado que había formado un charco de sangre a su alrededor. Estaba fría y aterida por la perdida de sangre, pero su vida no corría peligro. Al menos si se podía cortar la hemorragia.

Heinrich, Arcturus y Taikel se marcharon cuanto antes sin rechistar y a buen paso, en pos de su compañera Isolda, y en seguida dejásteis de escucharles.

Tratar con los servidores, incluso cuando estaban muertos, no era tarea fácil. Tenían tantos injertos metálicos que eran tremendamente pesados y difíciles de mover de los lugares donde habían caído, sin embargo, entre los dos podíais cargar con un solo servidor sin grandes problemas.

Los servidores industriales ya estaban apilados¹ y vosotros sudabais por el eszuerzo de cargar con ellos. Habíais arrancado una de sus cabezas, que aunque no estaba dispuesta a ceder se mostró más cooperativa al recurrir a la espada para separarla del resto del cuerpo. Ya solo quedaba el servidor de combate, del que además pensabais aprovechar parte de su armamento, pero al acercaros comenzasteis a notar un olor desagradable, a productos químicos. No fue hasta el momento de arrancar su cabeza cuando os percatásteis de que toda la carne exterior de un lado de su cabeza se había derretido, el lugar donde antes habías visto el elaborado tatuaje que no habíais llegado a reconocer.

Me acerqué corriendo a Isolda y me quedé parado al ver su brazo amputado. Desde luego mis capacidades no bastarian para ayudarla, necesitaba cirugía de urgencia si queria recuperar el brazo. Como mucho podria restañarle las heridas mas leves. Por otro lado me daba repado usar mis poderes sobre ella. si sobrevivia podria llegar a matarme por profanar su ceurpo de ese modo. Decidí que seria mejor pedirle permiso si aún estaba consciente, y si no lo estaba ya me enfrentaria a ella mas tarde. Me agaché junto a ella. 

- tranquila hermana, llega la ayuda. Tengo la capacidad de sanarte un poco, aunque dudo que pueda recuperar tu brazo, eso está tan solo al nivel de los mas grandes Novicios Tenebraes. Me permitirás ayudarte?

Contemplé la escena mientras mi compañero se acercaba corriendo hacia la mujer con gesto preocupado. No era para menos, desde luego. La mujer había perdido su extremidad izquierda había sido separada de su cuerpo, posiblemente debido al impacto de algún disparo desafortunado. Le hice un gesto al guardia imperial señalando los cuerpos de los servidores con un gesto.

-Obtén sus extremidades superiores izquierdas. Mas adelante trataré de implantársela a la sororita.- Me iba a reunir con la mujer, pero los dichos sobre la habilidad mental de los guardias imperiales, uno en especial que los asemejaba a los grox, me hizo reformular la petición.- Córtalos a la altura del hombro. Con el máximo cuidado posible.

Me aparté del guardia, esperando a que cumpliese con la orden al tiempo que me acuclillé al lado de la herida, tomándola el pulso y comprobando las pupilas. Echo lo propio, me quité el cinturón de mi túnica de adepto del culto mecánico y lo apreté con fuerza sobre el brazo seccionado de la mujer.

-Hermana Isolda, has perdido mucha sangre. Tus capacidades combativas están fuera de servicio. Vamos a proceder a estabilizarte y a llevarte a un lugar seguro, donde trataré de ensamblarte uno de los brazos de los servidores que habéis abatido. Te vamos a mantener con vida con cualquier método a nuestro alcance.- Dije mientras buscaba mi botiquín entre los numerosos bolsillos de la túnica y le inyectaba una dosis del preciado estimulante para que reaccionara y nos ayudara a llevarla.

Isolda escuchaba todo de forma lejana, como si le hablaran desde otra habitación y ella tuviera un casco puesto. Eran voces pero no le parecían familiares, ¿quizás estuviera llegando al reino dorado del Emperador? ¿Podría presentarse ante los santos y santas de la Eclesiarquía? 

Intentaba hablar, pero un balbuceo le salía al no tener casi control de su cuerpo, no podía presentarse ante los santos teniendo una misión a medias- A..bu..he..o -intentó decir, pues no conseguía entender nada. Una voz parecía pedirle permiso, no sabía ni para qué, pero en ese momento todo era borroso y con una ligera luminiscencia parecida a la que se decía salía de los más allegados- Emfe...adoh... pho....gue -le salió mientras intentaba decir las tres palabras más usadas por la Eclesiarquía, "El Emperador Protege".

Luchaba por mantenerse consciente pero sin mucho éxito, luchaba por intentar ser útil, porque ese hijo puta del mercader no se escapara de ese lugar, pero no tenía ni fuerzas ni capacidad para decirlo a sus compañeros.

No entendí nada de lo que decia. estaba realmente mal, asi que me arriesgué. concentré mi mente en proyectar energias que sanaran sus heridas mas inmediatas. Sabia que no podria con todo. Pero algo ayudaria. 

Las energías mentales de Taikel obedecieron su voluntad, y crearon una dura costra de sangre coagulada y piel sobre el muñón de la Sororitas, aunque solo fuera suficiente para detener el sangrado.

El arbites intentó recordar todos los detalles que había visto del tatuaje. En cuanto volvieran a ver al maestro Urtzi se le describiría o mejor aún, le haría un dibujo. Probablemente el sabio pudiera decirles algo de él o si indicaba algo de los propietarios del servidor de combate.

En cualquier caso tenían que dejar eso para más adelante, ahora lo importante era salir de allí y reunirse con el resto del equipo y si era posible con Gianna y con Urtzi. El arbites no había dejado entreverlo pero estaba preocupado por el estado de Isolda desde que escuchó aquella transmisión desesperada por parte de la hermana y depués de Heinrich y de ambas había pasado ya mucho tiempo.

Comprobó por última vez que los servidores no tenían nada más que pudiera serles útil. Cogió las dos cabezas seccionadas y las metió en la bolsa negra donde antes había llevado oculto el escudo. Le tendió un momento el brazo del servidor a Orionus y en cuanto estuvieron a una distancia prudente quitó la anilla a una de las bombas inciendiarias que llevaba y la arrojó sobre el montón de servidores. En un instante las llaves empezaron a envolver a éstos. No obstante, habían sido lo bastante prudentes para colocar los cuerpos en una esquina y dejar unos contenedores de desperdicios junto a ellos de forma que las llamas tardarían en verse. Por su trabajo de años como adeptus arbites sabía que quien quiera que investigara los cuerpos lo tendría bastante difícil para sacar información o identificar los cuerpos que se fundirían, quemarían y mezclarían entre sí y con la basura adyacente.

Lanzada la granada se volvió hacia Orionus - vamos, reunámonos con los demás, ya hemos perdido tiempo suficiente - y se dispuso a trotar tan rápido como le permitieran sus viejas piernas hasta la posición de Heinrich y los demás.

- Hotel, aqui Jerom - inició el arbites mientras empezaba a caminar - Hotel, ya nos hemos ocupado de nuestros huéspedes, están cómodos y calentitos - nos dirigimos a vuestra posición.

- Solicito informe de estado - continúo el viejo con un tono de clara preocupación - ¿India estabilizada? ¿peligro a la vista?

Activé el comunicador con gesto de fastidio. Mis conocimientos no me permitirían implatrale el brazo de nuevo... Pero sabia quien podría.

-Jerom, aqui...-Mierda ¿Tenía nombre en clave? Creo que se me olvidó...- Aqui... Aqui Hierro Rojo. Negativo. India esta mal herida. Sugiero visita a nuestros acomodados amigos. Repito, India malherida. Atencion inmediata complicada. ¿Ordenes?

- Esperad, estaremos allí enseguida - prácticamente gritó el arbites por el comunicador  - Miró a Orionus que había oido la conversación por el microcomunicador y sin decir nada, apretó el paso que se convirtió en una auténtica carrera.

Orionus termino de amontonar con Hieronymus los cuerpos de los servidores habiendo aprovechado los elementos que podrían sacarle utilidad. Orionus se guardo el subfusil y dijo en voz alta "Bien guardare este subfusil y la munición cuando nos reagrupemos, preguntare si alguien necesita armamento y munición" "si nadie lo necesita y tu Hieronymus le darás uso te lo entregare".

Orionus contesto "sí, vamos a ver con nuestros propios ojos la gravedad de las heridas de Isolda, es posible que necesiten nuestra ayuda si vamos a trasladarnos a una refugio improvisado". Orionus se dirijo junto a Hieronymus a la dirección donde se movieron Arturus, Heinrich, Isolda y Taikel.

Tras unos minutos, Hireonymus y Orionus se reunieron con los demás. Por suerte la entrada "oculta" permanecía abierta después de las idas y venidas de Heinrich y el resto, y no tuvieron problema al encontrarla.

En la pequeña plaza del interior el ambiente era silencioso. Dos servidores de combate yacían muertos alrededor de un gran hoyo central, y no había rastro del supervisor. Taikel y Arcturus atendían a Isolda, que, respiraba con dificultad apoyada contra la pared sobre un charco de sangre. Su brazo izquierdo se encontraba en el suelo a unos metros de ella y en su lugar tenía un muñón, ahora cicatrizado.

Hieronymus escudriñó el escondite encuanto sus ojos se adaptaron a la oscuridad relativa del interior. Con un rápido vistazo evaluó el estado de Isolda y apretó los dientes cuando vió el brazo de la hermana separado del cuerpo. Dirigió su vista hacia los servidores de combate derribados y se acercó a éstos.

Miró un momento a Arcturus y dijo - espero que vuestro Dios Máquina no se enfade por lo que estoy a punto de hacer - desenganchó el cuchillo-bayoneta de la bocacha del fusil automático y se dispuso a arrancar los brazos-arma de los servidores.

Mientras se disponía a iniciar la tarea continuó hablando con los demás - como ha propuesto el maestre Arcturus, podemos solicitar ayuda a nuestro "afortunado benefactor" - dijo - Esperemos que disponga de equipo y personal médico adecuados para la hermana Isolda.

Hieronymus, cuya única experiencia con ciberimplantes eran los cibersabuesos del arbites y las sustitución por miembros protésicos cuando un oficial perdía una extremidad esperaba que el brazo le pudiera ser reimplantado o en su defecto, quizás uno de los miembros de los servidores de combate fuera útil, de ahí su idea de llevar los que pudieran. Con ayuda seguramente terminarían la "disección" en pocos minutos.

- Arcturus ¿qué ha descubierto vuestro servocráneo? - dijo el arbites. Esperaba que el cráneo flotante pudiera darles más pistas sobre la corrupción del supervisor. Quizás pudieran, por otro lado, dejar el servocráneo vigilando.

Observé como cicatrizaba el muñon donde estaba el brazo. Me sentí aliviado. por lo menos ya no moriria desangrada. 

- Yo no puedo hacer mas, sin arriesgarme a hacerle mas daño. Deberiamos movernos cuanto antes. Arcturus, puedes hacer algo mas por ella antes de irnos?' - Le pregunté al tecnosacerdote. Decia que tenia idea de sanar a la gente, pero no haba hecho anda aún. No sabia si fiarme de él. 

Orionus sorprendido que Isolda y Heinrich acabaran con dos servidores de combate solo podía decir "Felicidades compañeros por vuestra heroicidad y valor" "esta escena es como una carnicería, debemos movilizarnos porque en cualquier momento pueden hacer un reconocimiento de la zona y provocar el cese de la misión".

Estaba muy acostumbrado a ver desmembramientos realizados por otros o él mismo. Orionus cogió el brazo de Isolda, pregunto "¿quién tiene una bolsa impermeable y los más antiséptica posible? es posible que se lo podamos implantar si nos damos prisa".

El servocraneo descendió sobre vuestras cabezas emitiendo aquél zumbido silencioso que lo caracterizaba. Debía de haber pasado el tiempo programado, o tal vez, sin servidores a los que seguir la pista dio su misión por terminada.

En cualquier caso ahora flotaba en lentos círculos medio metro por encima de Arcturus.

- Venga, vamos, estabilizadla y movámonos ya - dijo el arbites con sequedad - vayamos a buscar al suertudo - se colocó la bolsa al hombro con su macabro contenido y se dipuso a salir del refugio tras comprobar los cargadores del arma y reintroducir en su lugar la bala perforante previamente atascada.

- ¿Tenemos alguna forma de transportarla? ¿Podeís improvisar unas parihuelas? - preguntó sin dirigirse a nadie en concreto - bien.

- Si Isolda tiene alguna opción ésta no está en nuestras manos, confiemos en los recursos que el suertudo ponga a nuestra disposición - dicho esto asomó con cuidado la cabeza para comprobar ambos lados de la calle con el arma en una mano, el escudo en la otra y la bolsa a la espalda debajo del manto antifragmentación lo que de alguna forma no dejaba de hacer que pareciera un jorobado. Eso sí, un jorobado de buena estatura, barbado y con cara de muy pocos amigos.

- Heinrich y yo en cabeza, luego Arcturus, Isolda y el señor Taikel, Orionus cubrirá la retaguardia - volvió la vista hacia el asesino y elevando una ceja en un gesto poco claro, añadió - si Orionus está de acuerdo claro - quizás el arbites estuviera cambiando su forma de ser después de la última queja del asesino o quizás sólo estuviera siendo sarcástico. No obstante tanto la orden como la pregunta parecían imbuidas de absoluta claridad marcial.