Partida Rol por web

Urtzi escuchaba con atención las palabras del arbites. El señor Homron había dado las instrucciones precisas y el adepto esperaba estar a la altura de la situación o por lo menos no suponer un estorbo para el resto. Levantó su fusil buscando al servidor que Orionus mencionó y que el veterano agente había designado como primordial, pero no lograba encontrarlo. Los nervios comenzaban a invadirlo al no poder localizar al objetivo principal. Desde su posición no veía más que pequeños servocráneos flotando y descargando una lluvia de proyectiles sobre la pared tras la que se guarecía el asesino.

No podía moverse de donde estaba así que decidió disparar a uno de los cráneos que flotaban en frente. Respiró profundamente, al igual que le habían enseñado en la instrucción. Sujetó el arma con firmeza y fijó el objetivo. Entonces, el furioso rugido de un arma cercana lo sobresaltó ligeramente por la inesperada potencia. Urtzi apretó el gatillo del susto liberando una bala perdida que iría al dar en algún lugar remoto de la sala. 

Isolda escuchaba todas las órdenes e intentaba observar la situación, pero eran demasiados para tan estrecho pasillo, por lo que no pudo evitar sentirse como una rata en una alcantarilla. Aún tenía el revolver en la mano, pero no tenía espacio ni posición de tiro, por lo que se acercó lo que pudo con la esperanza de que, en un momento, sus compañeros entraran y pudiera avanzar y abrir fuego uniéndose a la refriega.

Cuando Hieronymus llegó a tres, tanto el como Heinrinch abrieron fuego, fruto de las buenas ordenes del arbites y de la experiencia militar conjunta que compartían el y el viejo, sus disparos fueron muy bien coordinados, casi simultáneamente. Como hermanos.

Vi al tecnosacerdote desde mi posición claramente, e hice lo que habia indicado. Me concentré y proyecté el poder de la disformidad sobre él, para que cayera al suelo entre espasmos. Con suerte se le dispararía el arma destrozando algun servocraneo de esos. 

Tras activar el poder abrí fuego sobre el objetivo, sin esperar a ver si mi ataque psiquico funcionaba. Pero mi disparo no resultó como esperaba. 

El rifle del Arbites escupía balas con una precisión mortal, coreado por el resto de armas que se dispararon en aquél momento. Durante un instante lo único que se escuchó fueron los estallidos que provocaban las armas al ser disparadas y se vieron destellos metálicos y detonaciones que provocaron los disparos al encontrarse con su objetivo. Sin embargo los sentidos os engañaron...

Varios de los disparos no impactaron sobre el enorme hombre-máquina, sino sobre los servocraneos interpuestos en su trayectoria. A pesar de todo los impactos certeros fueron más que los fallidos. Los servocraneos prácticamente se hicieron pedazos sometidos a los furiosos y poderosos proyectiles, y el cuerpo del enorme pseudohumano fue acribillado, expulsando sangre mezclada con aceites y pequeños fragmentos metálicos.

Parecía que la batalla estaba ya decidida, el cuerpo semi-metálico de vuestro enemigo comenzó a convulsionar presa de los poderes de Taikel, pero por esos temblores, y antes de caer al suelo presa de ellos, su arma vomitó una gran cantidad de un líquido verdoso que lo cubrió todo en vuestra dirección. Inmediatamente allá donde ese líquido tocó vuestra piel comenzásteis a sentir un intenso dolor, ardor, y escozor. ¡Aquella arma infernal arrojaba ácido!

Para complicar aún más las cosas, los servocraneos se acercaron en masa hacia la puerta y os dispararon sin piedad aquellas descargas láser que ya habíais visto antes.

Con el estruendo causado por el arbites y su escandalosa arma, el disparo fallido de Urtzi parecía haber pasado desapercibido. La mortal ráfaga combinada del señor Homron y Heinrich parecían haber causado evidentes daños en la mole que se mantenía enla sombra tras los servocráneos. Pero algo más le ocurría a aquel servidor, pues sus convulsiones no eran en absoluto normales. Entonces notó un sabor metálico en su boca que le seguida le esclareció el motivo del extraño comportamientos el enemigo.

El adepto sacudió la cabeza ante la sensibilidad de este por la manipulación de las fuerza del empíreo. Una leve jaqueca nubló sus sentidos durante unos valiosos segundos en los  que podía haber visto venir el chorro de ácido... Para cuando pudo reponerse ya era demasiado tarde. El ácido impactó en la pared, pero unas salpicaduras aparentemente inofensivas fueron a parar en el lado derecho de su cuerpo. Urtzi comenzó a escuchar un leve siseo al que pronto le acompañó un dolor atroz. La poca cantidad de ácido que logró impactar sobre su cuerpo sorteó sus protecciones para llegar hasta el tejido vivo y comenzar a corroerlo. -¡¡¡Aaaaahhh!!!- Gritó en cuanto sus nervios enviaron velozmente la información urgente de que algo estaba atentando contra su integridad física. Trató de contener su grito apretando los dientes pero un gemido lastimero se escapaba de su garganta. Con una mano temblorosa apretó el lugar de la quemadura para intentar contener el dolor. Urtzi se cubrió detrás de la pared por la cual se había asomado mientras trataba de reponerse de aquella desagradable experiencia.

Veo que todo el mundo esta delante mio disparando, pero ya no me queda ninguna posicion desde la que abrir fuego. Por otro lado, mi arma tampoco es de largo alcance... Ademas, estamos en una puta ratonera, desde aqui no podemos aprovechar nuestro numero.
He visto lo que le ha hecho ese disparo a Urtzi. Espero que este bien, me cae simpatico, pero ahora no tengo tiempo de preocuparme por el. Si no nos libramos del payaso de ahi delante nos va a freir vivos. Solo se me ocurre una cosa, atraer el fuego enemigo mientras tomo una posicion a cubierto mas adelante. O se centra en mi, o se centra en ellos. No se como de duros son los servocraneos ya que nunca he peleado con ninguno, pero no puede ser peor que ese chalado. Un arma de energia (o de lo que sea), rodeado de servocraneos, servidores de combate... Le hecho una mirada de reojo a nuestro tecnosacerdote, seguro que son del mismo gremio, algun renegado o algo asi. En cualquier caso, cuento con que no sea demasiado bueno disparando y corriendo sere un blanco mas dificil.

Espero a que los compañeros que tengo enfrente disparen y me abro camino entre ellos -A tomar por culo, aqui no hago nada util.- Antes de que nadie me diga nada, suelto un alarido destinado a atraer la atencion del enemigo y a armarme a mi misma de valor y corro como una puta en celo en direccion a la cobertura que no esta ocupando Orionus. Rezar nunca ha sido lo mio, pero dedico un breve pensamiento al emperador. He visto demasiado como para no saber como puede acabar esto.

Entre los disparos de los servocraneos y los de mis compañeros, conseguí ver como el hombre maquina se tambaleaba entre espasmos. Lo conseguí. Estaba a punto de soltarle una tremenda rafaga de mi rifle cuando recordé que la mayoria de seres a quienes les daban esos espasmos disparaban como locos sus armas. Ya empezaba a moverme para cubrirme por si acaso cuando por el rabillo del ojo vi como un chorro de acido salpicaba a la mayoria de nosotros. Gracias a mi pronta reacción me salvé de ser alcanzado por ese chorro, pero no así algunos de mis compañeros. En especial el adepto. Se le veia francamente mal. En cuanto acabásemos con la amenaza, trataria de sanarlo. Igual que a todos los que saliesen heridos. 

Pero la amenaza seguia allí por lo que me asomé lo justo como para apuntar bien y descargar una buena rafaga de mi fiel rifle. Pero tal vez concentrarme en los poderes psiquicos conseguia distraerme lo suficiente como para no conseguir un blanco claro. 

En la posicion de semi acuclillado que habia adoptado Heinrich no le dio tiempo a esquivar el espeso acido que le golpeo en el brazo izquierdo y en su pierna izquierda. El dolor pronto empezo a llegar, en oleadas que se incrementaban exponencialmente en intensidad, las quemaduras quimicas son de las mas dolorosas que existan, pero Heinrich lo aguanto lo mejor que pudo. Habia sufrido peores heridas en el pasado y lo que realmente le preocupaba de la situacion no era el daño fisico que pudiera recibir, si no las posibles consecuencias de lanzarse a un enfrentamiento, casi sin preparacion, sin tener informacion de su enemigo. Esa situacion le recordaba a una mina. Una mina de corrupcion. Una mina que cambio la forma de ver la vida que tenia Heinrich. Una mina que devoro las vidas de sus antiguos compañeros.

-Maldito cabron. No se repetira la historia. 

Entonces, las frases que tanto le gritaban sus intructores en la schola progenium le vinieron a la cabeza, aun recordaba como se le hinchaba la vena de la frente al sargento instructor mientras berreaba su, "golpea primero, golpea fuerte y no dejes de golpear". Haciendo caso del viejo gruñon, volvio a apuntar al ser que comandaba los servocraneos, quiza estos seres absorvieran parte del justo fuego de castigo que Heinrich le enviaba desde el fondo de su alma y el extremo del cañon de su rifle laser. Pero quiza no.

El arbites no se podía creer lo que veían sus ojos, dos de los servocráneos se habían cruzado en el último momento delante del gigantesco enemigo. Ambos habían reventado al ser alcanzados, pero con ello habían evitado que parte de los proyectiles alcanzaran al objetivo prioritario. Sin embargo, al menos parte de la descarga sí que lo había hecho y la gigantesca bestia de metal se tambaleaba, quizás por los disparos combinados de Hieronymus y de Heinrich, quizás por los poderes de Taikel. pues el psíquico no dejaba de musitar cosas ininteligibles en voz baja y si el arbites se hubiera vuelto para mirar, le habría visto como tenía los ojos en blanco.

El viejo arbites no tuvo tiempo para hacerlo porque el enemigo, lejos de caer víctima de los disparos, abrió fuego sobre ellos con una especie de lanzallamas. El arbites no tenía donde ocultarse a diferencia de sus compañeros, pues ocupaba el medio de la apertura del túnel. El arbites hundió la cabeza y la capucha le cubrió gran parte de la cara. El chorro dió de lleno contra su escudo y pudo oir como el manto siseaba al disolverse por las gotas minúsculas que le habían caído encima. Por resistente que fuera el material en breve aparecerían pequeños orificios como cabezas de alfiler por todo él. Afortunadamente nada del ácido le había caído sobre la piel a diferencia de Urtzi que chilló mientras la piel se le quemaba.

Hieronymus lejos amilanarse volvió a tomar puntería sobre el gigante y volvió a descargar la furia imperial sobre él. Esta vez la ráfaga salió más desviada y la mayoría de los proyectiles de cabeza de tungsteno se perdió en la oscuridad. Aunque el gigante volvió a ser golpeado con fuerza por los que no erraron el blanco. El arbites no se permitió alegrarse, la carísima munición perforante se le estaba agotando a toda velocidad, ojalá hubiera adquirido más de dos cargadores cuando tuvo la ocasión.

Hombre piadoso como era y más en los momentos de peligro, Hieronymus musitó una bendición al Emperador que le había inspirado la idea de comprarlos en primer término.

Orionus intento esquivar el disparo de un servocraneo.

Orionus estaba en medio de un puñetero tiroteo, vio un chorro verdoso que sobresalía del escaso muro que quedaba en pie. Ese liquido viscoso poso un pequeño manto en el suelo que provocaba un deterioro abrasivo del que emanaban unos vapores. A parte que escucho algunas quejas de sus compañeros a los pocos segundos, eso que era deducible ser ácido ese liquido verde.

La situación era crítica, tensa y lo peor de todo es que Orionus se había quedado sin cobertura y estaba herido. Por eso arriesgo en su decisión mientras se levantaba del suelo aviso por el comunicador "Parar de disparar que voy a pasar" y echo a correr de nuevo a la pared de donde vino rezando al Emperador que lo salvara de este panorama de hierro y fuego.

Orionus corrió con el dolor de sus heridas y temor sobre el manto de ácido, justo cuando salio a descubierto se encontró de bruces a Gianna y tuvo que cambiar de dirección porque iban los dos a cubrirse en el mismo muro, giro en diagonal a su derecha también a cubierto del tiroteo.

Los servocraneos intentaron de nuevo interponerse en los disparos, pero estaban demasiado alejados para servir de escudo a su amo. Únicamente uno de ellos recibió dos de las balas que cruzaban el aire, haciendole girar sobre sí mismo aunque sin derribarlo por completo, y El enorme cuerpo metálico derribado en el suelo recibió el resto de disparos allí donde había caído.

El cuerpo del pseudo-humano se agitó con los impactos pero no reaccionó ni se movió tras aquello. Sin embargo los servocraneos continuaron acercándose a vosotros, ahora más lentamente, moviéndose como si quisieran situarse en formación, y disparando si cabe con mayor intensidad.

Parte de vuestro entrenamiento y experiencia en combate como miembros de la guardia imperial consistía en no perder detalle del campo de batalla, y no pasar nada por alto en el fragor del combate o en un tiroteo que otros serían incapaces de percibir.

Así es como los dos os fijásteis en que uno de los servocraneos no había avanzado con los demás, sino que había retrocedido a toda velocidad mientras el resto se se agrupaban de forma que estorbasen el paso a cualquiera que intentase cruzar.

El arbites vió caer al gigante metálico y como era impactado aún en el suelo por varios proyectiles más. Parecía que aquel monstruo no volvería a levantarse. Sin embargo, el viejo agente había aprendido que para sobrevivir había que desconfiar de todo y de todos. Desconocía si aquel ser podía repararse, carecía de semejantes conocimientos, pero hasta un pandillero de medio pelo sabía lo que era hacerse el muerto en medio de un combate. Así que no se confió, ni lo más mínimo.

Un rayo láser le pasó rozando el ojo derecho, sin alcanzarle por apenas un centímetro. Gritó en voz alta y a través del comunicador para poder ser oído por encima del crujido de las armas láser de los cráneos - ¡Orionus! ¡Gianna! ¡granadas! - gritó - ¡volad esas cosas! - Esperaba que las explosiones, junto con los disparos de Taikel y Heinrich fueran suficientes para acabar con los servos flotantes que quedaban. Si éstos volvían a abrir fuego quizás corregirían la puntería y los acólitos no tendrían tanta suerte como hasta ese momento.

El arbites por su parte se agachó detrás de su escudo y mantuvo la mira de hierro de su rifle sobre el cuerpo caído del grandote. El cargador de munición perforante aún debía contener unos 10 proyectiles reforzados. Si aquella cosa se movía, aunque fuera un espasmo, vaciaría el cargador sobre él antes de que pudiera ponerse en pie o disparar.

Los laser vuelan a mi alrededor y aunque gracias a que zigzageo solo unos pocos me impactan, hay uno con la suficiente potencia como para hacerme daño. Lo se porque hay una parte de la cadera en la que ya no siento nada y porque huele a quemado. Lo peor de estas heridas es que uno nunca sabe si son graves o no hasta que termina el jaleo o cae al suelo ahogandose en su propia sangre. De todos modos no me impide seguir corriendo y llegar a mi destino, asi que no creo que sea nada grave. Cuando llego a mi destino me coloco inmediatamente detras de la cobertura, como sospechaba han ido todos los disparos hacia mi. A veces creo que soy gilipollas ¿Porque coño hago estas chorradas?

 ¡Orionus! ¡Gianna! ¡granadas!- gritó - ¡volad esas cosas

Asiento sin mirarle y apunto con mi escopeta. Esas cosas estan todas apelotonadas pero no voy a perder el tiempo tratando de darles, no paran de moverse.

De repente me fijo en que uno de esos craneos de mierda no esta con los demas. Ha salido por patas y el resto se ha juntado para bloquear el paso.

¡¡Gente, vista al frente!! ¡Uno de esos mierdas trata de retirarse alla al fondo mientras los demas le cubren!!

Que el resto se encargue de el. Yo ya tengo mi objetivo. Con una sonrisa maliciosa, apunto al suelo sobre el que levitan y disparo. Una gota de sudor me ha caido sobre el ojo, y el sobresalto ha hecho que mueva ligeramente el arma. Maldigo mi estupidez, por un momento he estado a punto de cagarla. Afortunadamente ya habia disparado, pero de no ser asi...