Partida Rol por web

Se percata de lo que esta ocurriendo, y como el alguacil persigue al pequeño ladrón.

Por contra él se dirige para hablar con la victima.
- Buenos días Caballeros. Me dirijo solo al que tiene el pelo largo, - llevaba usted mucho dinero allí. Pero sin contestar a esta pregunta, el hombre con el pelo largo sale por la puerta buscando a su ladron.

Trastabillando, Ahmed recuperó el equilibrio. Aquél rapaz había hecho una buena pieza, al parecer. Sintió una punzada de envidia en las tripas. Algunos parroquianos trataban de atraparle, pero Ahmed ni siquiera lo intentó. ¿Un criminal atrapando a otro criminal? ¿Qué sentido tendría eso? Sin embargo, procuró recordar el rostro del muchacho. Quién podía saber si llegaría a encontrarlo más adelante.

Un hombre salió con prisas del mesón Dos Puertas, estirándose para mirar por encima de las cabezas. Sin duda la víctima del ladronzuelo. Una rara camaradería para con el ladrón impulsó a Ahmed a cubrir su huida, y abordó al hombre con la idea de entretener su persecución:

-¡Por allá core, sidi! –le dijo, señalando el camino-. Unos le peresiguen. Eios le alcansarán.

Bermudo, que así se llamaba el tipo al que le "limpiaron" la bolsa, fue avisado por un árabe de aspecto tranquilo (Abid), y otro de la misma etnia (Yurem) reafirmaba la acción de aquel pillo que habíale robado. Mientras, la víctima, no contenta en absoluto por eso (como es normal), echó a correr fuera de la taberna. Otro árabe, un gigante de casi dos varas, por lo menos (Has), si que echó a correr tras él, es más, fue el primero en hacerlo de los que estaban en la taberna. Además, otro tipo de parecer cristiano, jóven (apenas tendría unos veinte años) (Diego), hizo lo propio que su formación le obligaba, y de tal forma que Has echó a correr sin dilación alguna, persiguiéndole sobremanera. También, un hombre con barba (Durán), intentó hablar con la víctima, pero ésta pasó por su lado como una exhalación, y no pudo arrancarle una respuesta.

Una vez fuera, un hombre de buen aspecto y fortachón (Simón), echó a correr instintivamente, y no se paró a pensar acerca de la posible condición del ladronzuelo, ni hizo ninguna conjetura interna, sino que intentó hacer cumplir la ley. A su lado había otro árabe, encapuchado (Ahmed), pero pareció mostrar algo evidente, y era por dónde habíase marchado el pillo, y no hizo sino parecer un muro cuando Has, el que venía dentro chocó contra él, dándose ambos un buen empujón. Has siguió corriendo, pero el tipo seguía escabulléndose entre la gente. Tras ello, Diego casi embiste a éstos dos, y paró en seco por un momento su persecución (tan sólo un segundo). El ladrón entonces se dirigió al Mesón de Doña Teresa* (todos lo vísteis) y entró en él.

 Simón (falta tu tiradas de Correr, malus 20%). Has, Bermudo y Diego las han fallado.

Aquella escaramuza parecía de risa... unos querían entrar al Mesón mientras otros querían salir. Y entre unos y otros el bribonzuelo se escabullía como un pez de entre las manos. Varios habían sido los que habían hecho el amago de salir tras él y, sin embargo, el gentío y la especial habilidad del ladrón para sortear personas, monturas y demás obstáculos, hizo imposible que ninguno acabase dando con él.

Parece que varios van detrás del ladronzuelo pero dudo mucho de que le alcancen. A la lejanía observa como entra en un mesón, y sin dilación se dirige allí, intentando apartar a la gente que se encuentra en la calle observando esta pequeña escaramuza.

Sin dudarlo ni dos segundos, el enorme Diego entró  en la taberna, dispuesto a encontrar al mozalbete, que sin lugar a dudas necesitaba una lección y reponer la bolsa a la victima. Nada más entrar, miró de un lado para otro, rezando para que no hubiese otra salida que permitiese al mozuelo salir corriendo, y buscandolo con la mirada.

Abid salió tanquilamente del mesón tras avisar al infiel que le habían hurtado una bolsa, a la vez que se llevaba la mano a la suya propia para comprobar que seguía en su sitio.

Entre el gentío aún pudo ver como el chiquillo entraba en otro mesón, le intrigaba como teminaría aquella persecución. Siguiendo su instinto comenzo a caminar hasta perderse entre la multitud

Ningún ladronzuelo sería tan tonto como para entrar en un mesón sin salida trasera y quedarse atrapado alli dentro. Abid había estado en los suficientes zocos como para saber eso. Raudamente, aunque sin llegar a correr, bajo por la calle del potro hasta la esquina con la calle de la feria mientras miraba los portales por si veía salir al chico.

Aquel muchacho había enfadado a varios tipos. Algunos árabes, otro alto como una espiga... estaba listo. Se coló en un mesón vecino y pronto otros de los que le perseguían entraron a por él. Simón prefirió otra estrategia... ¿habría otra salida por la parte trasera? ¿Una ventana, quizá...? Así, rodeó el edificio y buscó emboscar al muchacho antes de que se deslizara como una rata de las manos de los que le perseguían.

Miró con desconfianza al moro que le indicaba por dónde se había ido el ladronzuelo, evaluando si hacerle caso o no, cuando se dio cuenta que algunos de los que estaban en la taberna se alejaban en pos de alguien. Intentó mirar entre las cabezas que pululaban por el mercado y le pareció ver al rapaz escabulléndose entre la gente y entrando en una casa no muy lejana, probablemente otro mesón.

Encaminó sus pasos en aquella dirección todo lo raudo que los vendedores, curiosos, compradores y ociosos le permitían y, una vez en la puerta, entró en el mesón dispuesto a recuperar su bolsa como fuera. No podía permitirse andar por la ciudad sin una sola moneda.

Ando rápido hacia el umbral de la puerta, y me asomo a ver que está pasando finalmente:

Espero que no le pase nada al pobre chaval...

Me asomo y coloco una mano sobre mi frente en forma de visera para ver si consigo vislumbrar alguna cosa.

-El infiel, o una de dos, o es muy rico, o es muy pobre, porque corre como alma que se lleva un djin...

El hombre le miró con el ceño fruncido, pero antes de que pudiera replicarle un coloso árabe salió a su vez del mesón tropezando aparatosamente con Ahmed, que dio con sus huesos en el suelo. Sin detenerse, el musulmán prosiguió su carrera mientras Ahmed se levantaba. La madre del gigantón y un puñado de víboras acudieron a la mente de Ahmed. Mas en lugar de expresar aquellas ideas a voz en cuello retuvo su lengua, y más por mantener su papel de buen samaritano que por auténtico interés, procuró seguir la estela que dejaba en el gentío.

En lugar de alejarse de sus perseguidores, el muchacho se había colado en otra hostería, a corta distancia de allí.

“Necio muchacho, vas a dejarte cazar –pensó Ahmed compasivo-. El verdugo te escribirá tu estupidez en el lomo”.

- ¡AL LADRÓN AL LADRÓN! -gritaba a la multitud que me miraba confundida, nadie hizo nada y el muchacho entró en la taberna. Jadeando por el esfuerzo me planté ante la puerta un momento, casi me choco varias veces pero tampoco podía decir nada a cristianos en tierra, desgraciadamente, cristiana.

Tras tomar aire y aunque pensaba que no podría salir de allí, no destaba del todo seguro de si en aquella posada había entrada trasera o no y como no quería que se me escapase, decidí asegurarme. Entré en la taberna...

Dos de los musulmanes decideron dar un rodeo al mesón donde había entrado el ladronzuelo (Abid y Simón), para ver si había alguna especie de puerta trasera; entonces se encontraron con otro tipo, el ta Durán, que también había acudido sin carrera alguna al lugar para fisgar acerca del estado de la persecución.

Fuera, Yurem salió de Dos Puertas y se juntó casi sin darse cuenta con Ahmed, y ambos intentaron discernir la situación, comprobar si podían ver al susodicho "elemento".

Finalmente, Has, Bermudo y el joven Diego entraron decidios en el Mesón vecino, el Doña Teresa.

Entrásteis trastabillasdos en el Mesón Doña Teresa. Nada más cruzar el zaguán, visteis un enorme patio frente a vosotros, y a un lado y a otro, en el piso de abajo y el de arriba (había uno superior al que se accedía por escaleras que claramente veíais) había habitaciones y otros enseres (una cuadra, almacenes, habitaciones para paja y arreos, habitaciones a modo de posada, comedor al fondo con cocina y bullicio, etc.).

¿Y el muchacho? Ni rastro... de momento. Había entrado dos o tres segundos antes que vosotros, asi que no podría estar lejos, es más: lo más probable es que estuviera en alguna habitación. En el patio de Doña Teresa había un par de tipo hablando, y se quedaron mirando estupefactos la prisa con la que entrábais.

El compasivo Ahmed no hacía sino preguntarse si aquel muchacho ya se había dejado cazar, si ya le estarían dando palos o tal vez cortándole la mano a espada por haber hecho de las suyas, o si por contra había escapado y ya estaría disfrutando de su botín... Yurem casi que lo mismo, y aquel espectáculo parecía entretenerle el día.

Haced Tiradas de Descubrir (PER)

Durán, Abid y Simón se sorprendieron los unos a los otros, pues viéronse todos ellos que justo habían dado un rodeo bastante, grande, pues los mesones no acostumbraban a tener "puertas traseras". Habían llegado a la calle de las sillerías (ver mapa del primer post de esta escena), porque, literalmente, la parte de "atrás" del Doña Teresa colindaba solapándose con viviendas en su parte trasera.

Sin embargo, dispuestos donde estábais, a lo lejos y con la vista levantada, veíais al muchacho de pelos rubios en el tejado de la posada, a considerable altura del suelo del Mesón (los tejados eran ya del segundo piso, sobre las habitciones superiores del Mesón) ¡Qué se nos mata! , quizá llegásteis a pensar alguno.

Sin duda alguna que aquella bolsa tendría que tener mucho caudal para intentar escapar de tal forma; eso o que el ladrón era o muy ducho en eso de trepar o un completo inútil en eso de escapar (estando allá arriba).