Partida Rol por web

Algunos de vosotros oíais esto:

                                                         ¡A dónde vamos a llegar!

                                                                       ¡Que sí! ¡Que fue ayer!

                                   ...uno de los miembros del jurado, según he oído...

                                                                       Yo también lo oí: creo que se llamab Mateo Sánchez, o eso decía el vendedor junto al puesto de...

                                                                                                             ¡Diez puñaladas!

                                                                                          ¿¡Cuántas!?

                        ¡QUE NOO! ¡QUE FUERON VEINTE! ¡O MÁS, MÁS DE VEINTE!

                                                            Si, sí: en Santiago, en medio de la collación,

                                                                                                    ¡Qué tunantes! ¡Qué asesinos!

                                                          ¡Entre tanto moro y tanto cristiano, ambos juntos, aquí se liquida a cualquiera, hasta a los jueces!

Bermudo, tira en privado por PER X3

Apenas una hora después de haber entrado, Simón salió del burdel con una amplia sonrisa... solazándose con el aroma acre del sexo aún impregnado en su piel y en sus labios. La ciudad bullía vida por doquier. Los comerciantes, los artesanos... todos parecían con inmensa prisa por mostrar sus productos, cerrar tratos y repartirse aviesamente las ganancias.

Así comenzó a andar sin rumbo fijo entre la multitud. Con una mano apoyada de forma relajada en la empuñadura de su cimitarra y la otra, disimuladamente, cerca de su pequeño bolsillo portamonedas. La vida de un guerrero de Allah no era ninguna bicoca en lo que a beneficios se trataba, pero si alguien ostentaba las pocas piezas de oro del ghazi perdería la mano en el acto sin mediar discusión. Aunque, de facto, la ley islámica no regulaba las calles de Córdoba, nadie interpondría reclamación de ningún tipo al alguacil por tener un ladrón manco entre sus calles. Ya se guardarían.

Como empujado por una auténtica marea humana Simón se vio a las puertas de un mesónapenas a unos pasos de la Mancebía en dirección al concurrido Callejón del Potro... las Dos Puertas. Al fin y al cabo daba igual cualquiera de ellos. Si con algo mezclaba bien el sabor del sexo... era con el vino.

Errante piensa y agacha la cabeza, con el ceño fruncido. Ese es uno de mis alias por el cual me conocen en determinados territorios de España.

- Perdone "alguacil" ha oído usted esa algarabía de fuera, Mateo Sánchez, ¿le suena ese nombre?
Lo mejor será acercarnos fuera y ver que ocurre. ¿Vamos fuera para ver que pasa en esta ciudad tan bulliciosa?

Nunca esta de mal tener un compañero por si las cosas se tuercen.

Ni la más remota idea, como le dije acabo de llegar y de hecho, había entrado aquí para informarme donde está  mi puesto*, de todos modos salgamos. Parece que ha pasado algo grave

Diego se movió en dirección a la puerta. No había encontrado aún a su representante y ya había jaleo en la calle. Y el que pensaba que Cordoba era un lugar tranquilo... Bueno, ya se encargaría el de poner orden en la ciudad si hacía falta.

Allí agachado, junto a la entrada del mesón Dos Puertas, algunos retazos de conversación llegaron hasta Ahmed. No lograba entender bien todo lo que se decía, pero los aspavientos de los conversantes eran completamente distintos a los gestos de quienes sellan un buen trato o comentan su día a día. Sin duda hablaban de algo que los escandalizaba. El granadino prestó algo más de atención.

Puñaladas, un asesinato, un juez... Aquellas palabras despertaron su interés. Para un profesional de la cuchilla, conocer más detalles era casi una necesidad vital: si se buscaba un culpable, quizá tocase desaparecer unos días antes que le colgaran el sambenito, o simplemente saber dónde andaría más precavida la concurrencia le ahorraría trabajos vanos. Por tanto se levantó, se sacudió el polvo de su algo raído albornoz y se aproximó a un grupo cercano que repetía la noticia y abordó en él a un andalusí, posiblemente mozo de cuadras por el penetrante olor que emanaba:

-Salam aleikum –le saludó, utilizando la lengua morisca-. Discúlpame, amigo, pero ¿qué nuevas son las que exaltan a esta gente? ¿Es que se ha cometido algún crimen?

Parecía que un rumor se extendía por toda la zona del potro. Ya lo decía mi padre "dale a la gente algo para alcahuetear y serán capaces de trasformar la historia de una gallina en la de un Ghazi de brillante armadura." De todo lo que cotorreaban no sería verdad ni la mitad de lo que oí.

Me acerqué a los dos nazarís a los que había seguido dentro de la taberna y empecé una conversación con ellos.

Salam Aleikum hermanos. Bienaventurados mis ojos al encontrar compatriotas en esta ciudad infiel.

- Contigo sea la paz- dijo con una amplia sonrisa mientras se refrescaba con una jarra helada de agua con menta -siempre es agradable, coincido- le hace un gesto para que se siente en la mesa con ellos -¿ Qué os trae por aquí hermanos?-preguntó más bien por cortesía que por otra cosa.

Saludo con el mismo gesto de antes aproximando mi mano hacia el pecho, y contesto:

-Aleikum Salam.

Voy escuchando a todos los visitantes de la posada, y voy montando el puzle con las palabras que van diciendo:

Un asesinato, no es buena idea meterse en los asuntos de los infieles, mejor sería intentar pasar desapercibido mientras me entero de lo que realmente pasa.

-Ahora vuelvo...

Doy unos pasos hacia la hoguera que veo en el hogar, y recojo un poco de hollín mientras sigo escuchando a todos los que hay por allí.

Algunos de vosotros*, os dáis cuenta de que a uno de los clientes que acaba de entrar en el mesón dos puertas, concretamente éste

le está robando un muchacho con aspecto andrajoso y ropas no muy limpias. Parecía colocarse sutilmente tras de él, y enseguida le "limpió" un bolsa que tenía consigo, la apretó bien y se la guardó. Acto seguido, salió de la taberna sin mediar palabra, a toda prisa. La víctima parecía no haberse dado cuenta.

Aún no habíais entrado en ninguna taberna, estábais justo a las puertas de alguna de ella, todavía entre el bullicio cordobés. Y seguramente a punto estuviérais de alcanzar una de ellas, cuando del mesón Dos Puertas, que se hallaba frente a vosotros, salió un tipo "escopetado", a toda prisa, de ese mesón. Era un muchacho joven, y tenía ropas bastante andrajosas, un aspecto no muy bueno, ciertamente. Iba casi corriendo, empujando a la gente y cuando llegó a vuestra altura, os empujó también, ¡que maleducado el bribón!

Claro que también vísteis que llevaba una bolsa bien agarrada en su mano, la cual parecía fina y delicada, no coincidente (para nada) con su aspecto y vestiduras...

Justo detrás de tí había un tipo que salió corriendo. Fue algo fugaz, un "visto y no visto". Salió a toda prisa del mesón Dos Puertas. ¿Qué mosca le habría picado? Entonces cuando intentaste palpar tu bolsa de monedas para dar rienda suelta a las consumiciones del mesón (o al menos a vislumbrar qué podría allí servirse), te diste cuenta de que... ¡no la tenías! ¡tu bolsa había desaparecido!

Al ver cuanto acontecía soltó la copa y apunto estuvo de tirar la jarra al suelo, todo fue tan rápido que en lugar de dar un grito para advertir a la víctima, salió a la carrera por la puerta de la posada casi chocando contra una de las mesas, al llegar fuera miró tratando de localizar al pillo y corrió tras él.

- E- eh...! - chilló el ghazi al ver al maleducado muchacho que se entremezclaba con la gente. Sin duda se trataba de un ladronzuelo pero aquella bolsa daba la sensación de contener algo mucho más valioso que unas pocas monedas. De forma automática Simón palpó su propia bolsa temiendo que en el empellón se la hubiera llevado también por delante. Los había realmente habilidosos cuando se trataba de hacerse amigos de lo ajeno. 

El primer arranque fue el de dejarle ir. Al fin y al cabo Cordoba no estaba bajo ley islámica y, por lo tanto, el ghazi no tenía mucho que hacer allí. Claro que si aquel muchacho había robado algo de gran valor. Quizá a algún comerciante de tejidos procedente del Reino de Granada, era un asunto de árabes y los guardianes de la ciudad no darían cuenta de tal acontecimiento. Por eso Simón siguió su primer instinto y echó a correr tras él y... ¡ay, como lo alcanzase!

Diego se acercó a grandes zancadas en dirección al rubio hombre que estaba en la entrada y, de forma brusca salió corriendo tras el chiquillo que desaparecia por la puerta.

Me acerqué al hombre al que un chiquillo le acababa de robar su bolsa delante de sus narices.

Salam Aleikum viajero. - le dije- No te has dado cuenta, pero un muchacho acaba de alijerate del peso de tu bolsa.

Podía haber salido corriendo detras del chico como habían hecho otros, pero como decía el dicho "Nada rasca tu piel mejor que tu propia uña".

Al ver la jugada del pillo, no le doy gran importancia, ya que es algo bastante normal en un sitio de pobreza, pero me percato de como sale un joven, cuchillo en mano para atraparlo. No tengo claras las intenciones de este, pero no puedo permitir que maten a un chaval por un simple y pequeño latrocinio:

-¡Alto, déjale ir, que ya se ha escapado, no derrames sangre por unas monedas! -le grito al enfurecido cristiano- ¡seguramente es para comer, que no lo hace por malicia innata!...

En mala hora se le ocurrió entrar en aquel antro. Apenas había llegado a pedir cuando por el rabillo del ojo percatose del rapazuelo que echaba a correr. Incoscientemente palpó bajo sus ropas para descubrir que la bolsa ya no estaba, comenzó a maldecir en voz alta en el preciso instante que un moro se acercaba a él.

- Malditos ladronzuelos... tarde llega el aviso pero aún así se agradece la intención. -Le dijo a su interlocutor mientras a grandes zancadas se acercaba a la puerta para ver, sin demasiada esperanza, si podía encontrar al rapaz.

Llegó al exterior justo a tiempo de escuchar a aquel harapiento hablar.

- ¿Dejarle ir? Con mi dinero desde luego no... yo también tengo que comer y mi sudor y esfuerzo me ha llevado conseguir esas monedas. -Casi le había molestado más esas palabras que el robo en sí mismo.- ¿Por dónde ha ido? ¿Alguien le ha visto escapar?