Partida Rol por web

República de Roma, año 619 ab Urbe condita.

Ya se vislumbraba el puerto de Ostia desde la proa del Celer, así se llamaba la barca mercante que se había convertido durante los últimos tres meses en el hogar de la patrulla del tiempo.

Se antojaba lejano aquel día del 2015 en el que los tres miembros de la patrulla habían sido llamados de manera urgente al despacho de Salvador Martí, Subsecretario de Misiones Especiales del Ministerio del Tiempo. No tardaron en notar que algo no iba bien: su secretaria Angustias no estaba en su sitio, además su rostro estaba marcado por los estragos del cansancio y sus ojos eran apenas dos cuencas cadavéricas.

Llegaron casi a la vez Tatiana y Paco, sin embargo, Séneca ya estaba allí vestido de una guisa que para los recién llegados se les hacía extraña. Casi como si fuese el protagonista de una de las películas que acostumbraban a poner en Semana Santa.

–El Ministerio necesita de vuestra ayuda inmediata, es una situación extraordinaria y en condiciones normales no enviaríamos a una misión de este calibre a una patrulla recién formada… Sin embargo, son malos tiempos en el Ministerio – comenzó sin ningún tipo de preámbulo ni presentación que aclarase aquella extraña mezcolanza de personajes.

Iba a retomar su discurso cuando su móvil vibró notificando un mensaje corto, lo llamaban sms en ese tiempo, le dedicó una mirada fugaz y resopló de alivio mientras lo devolvía a su posición encima de su escritorio.

–Un problema menos… Sin embargo, a vosotros no os afecta. Tenemos un asunto muy delicado que debéis solucionar, y es que uno de nuestros agentes nos ha informado de que en el año 134 a.C., Séneca me refiero en tu caso al 620 ab Urbe Condita, no han llamado a Escipión el Emiliano para que acabe con los Numantinos. Extrañamente han nombrado a su primo, Tiberio Sempronio Graco quién debería haber sido nombrado Tribuno de la Plebe.

Miró las reacciones de los que allí estaban presentes para confirmar sus reacciones pero únicamente el ciudadano romano nacido en Córduva parecía saber de qué hablaba, se dispuso a aclararlo adelantándose a cualquier tipo de pregunta o respuesta:

–Todos conocéis la historia de la caída de Numancia, en realidad no fue nada gloriosa: una sucesión de escaramuzas entre los íberos y los romanos acabaron en derrotas para Roma. Ésta mandó a sus tropas en… –miró entonces su ordenador para confirmar la información que recordaba–. El 153 a.C., no sale el ab Urbe… Da igual, con 10 elefantes, sin embargo, una afortunada piedra hizo que enloquecieran y dispersasen el ejército romano.

–Desde entonces y hasta el 134 a.C. salvo el desastre de Quinto Pompeyo –ese nombre provocó un bufido en aquel al que habían llamado Séneca–. No hubo nada salvo escaramuzas puntuales que sólo acrecentaban la leyenda de los numantinos. Hasta el año que nos ocupa, todos sabéis que Numancia cayó tras un largo asedio. Escipión el Emiliano, Destructor de Cartago fue quien lo hizo.

Suspiró tras todo el resumen de historia cogiendo aire.

–La historia de España debe permanecer invariable, quien vaya a Hispania ha de ser Escipión y Graco ha de ser Tribuno de la plebe. Si no sucede así… La historia cambiaría y las consecuencias pueden ser desastrosas, no sólo para España si no para la historia de la Humanidad que puede acabar reescrita. Somos los guardianes de tiempo y por eso debemos evitarlo.

Se repantigó entonces en su asiento y les señaló uno a uno para hacer las presentaciones:

–Tatiana García, viene de los años 80… Perdón, 1980. Es vuestra mayor aliada, tiene mucha experiencia en temas médicos.

Señaló entonces al que había adoptado la postura más formal durante todo el discurso:

–Paco Rivera, soldado del cuerpo de fusileros regulares de la campaña de Marruecos… En 1921 nos le trajimos al tiempo actual.

Finalmente señaló al más extraño de todos:

–Lucio Anneo Séneca, nacido en la Córdoba romana. Es vuestro mayor aliado, le reclutamos en el 41 d.C. Ha estado actuando como informador hasta hoy. Es vuestro mayor aliado por conocer la cultura y el idioma latinos. Sin embargo… –esta vez se dirigió al interfecto–. Los tiempos han cambiado mucho, tú vienes de la época del Imperio y vas a viajar a la república.

Dejó unos segundos para las presentaciones hasta que les interrumpió.

–Ya tendréis tiempo una vez crucéis la puerta… Y ahora viene lo más duro. Debéis viajar cuatro meses antes de las elecciones y permanecer allí al menos cuatro meses: vosotros dos no sabéis latín y no deberíais hablar español salvo que tengáis certeza de que nadie os escucha.

Suspiró fuertemente, sabiendo que lo que les pedía era duro:

–Sé que es duro lo que os pido, sin embargo, puedo garantizaros que hemos hecho cálculos y cuatro días después de las elecciones una puerta os traería de vuelta a mañana. Lo digo por ti, Tatiana. El resto podréis ir al tiempo contemporáneo y desde ahí, en tu caso Séneca, volver a Córcega, perdón Caralis.

Lo que sucedió a aquella especie de charla estaba más difuso en sus memorias: el cómo tuvieron que ir a vestuario y maquillaje para ser preparados para la época, incluso les equiparon, además del móvil reglamentario, con un revólver para usarlo sólo en caso de extrema necesidad.

Cayeron algunas instrucciones y arengas más por parte de Salvador. Salió incluso por parte del trío la propuesta de infiltrarse en Numancia para recabar información. Sin embargo, el secretario lo desechó porque ni hablaban el idioma ni tenían aspectos de íberos, además el latín era el idioma que guardaba más similitudes con el español.

Concluyeron que, si el problema era militar debían resolverlo desde filas romanas debilitando el ejército que estuviera en la península para que desde el Senado considerasen que sólo alguien de la talla de Escipión sería capaz de acabar con aquellos irreductibles íberos (Tatiana hizo una referencia a un tal Astérix que nadie pareció cazar al vuelo). Sin embargo, el problema podía ser más complicado y político... La causa debían descubrirla.

Por eso estaban allí.

Las costas de Ostia estaban cada vez más próximas y se empezaba a distinguir el puerto: barcos mercantes atracados en los astilleros, un par de trirremes por si se avisaban piratas y multitud de movimiento en tierra que a aquella distancia apenas se alcanzaba a vislumbrar si cargaban o descargaban las embarcaciones.

Los últimos tres meses a bordo de los 50 metros de eslora del Celer habían sido una inmersión acelerada en el idioma y costumbres latinas. Incluso a Séneca le vino bien aquel preámbulo: los edificios de las distintas provincias que recordaba en mármol no existían. Pudo comprobar en los puertos en los que atracaban, que predominaba el ladrillo y el barro, además, las calles eran más sinuosas y malolientes (aquellos fuertes olores por momentos parecían estar empeorando su asma). Concluyó que las provincias de la República por momentos parecían no distanciarse demasiado de algunas tribus bárbaras.

A lo largo de su trayecto en el mercante visitaron varios puertos: en Hispania, los de Tarraco, de donde salió la embarcación, Ebusus y Cartago Nova; después se dirigieron al norte de África, a un puerto al que los latinos habían bautizado como Portus Magnus, Metagonium y Caralis; y de ahí volvieron a ascender hasta la Galia donde atracaron en Narbo y Massilia de donde habían partido siete noches atrás.

El Celer ya estaba a un par de centenares de metros del atracadero. El olor de la brisa marina se había entremezclado con el del pescado y ese tan característico que era el de la madera húmeda del puerto. Las velas de la nave habían sido recogidas y estaban acercándose a base de fuertes remadas al puerto.

Una vez atracaran, un viaje en carro les esperaba en Ostia, según palabras del agente del Ministerio que les había despedido en el puerto de Tarraco, llegarían a la capital del Mediterráneo: a Roma.

Lucio se encontraba fuerte y con ganas, a pesar de estar ya mayor, el material médico del Ministerio hacía maravillas con las dolencias más típicas de la edad. Seguía sintiéndose cansado y con algún que otro dolor muscular o de los huesos que, de vez en cuando, hacían su aparición y que todo el mundo, atribuía a "cosas de la edad" lo cual era hasta cierto desde el punto de vista de Séneca. Lo que le parecía bastante increíble es que, gracias a la medicina del futuro se sintiera casi como si tuviera cuarenta años de nuevo.

Había sabido adaptarse a los tiempos modernos, quizá más rápido de lo que el se pensaba y, aunque se había empapado de la cultura y de la filosofía más modernas, no había llegado a pillar la referencia que había hecho Tatiana, mentalmente se anotó que debería buscar al tal Astérix en lo que la gente de la época en la que estaba viviendo llamaba el Internet.

Antes de comenzar aquella misión se sentía emocionado, sin duda vería al imperio romano, del que había formado parte, muchos años antes de que el naciera y no pudo evitar sorprenderse al encontrarse a una sociedad bastante más atrasada que la que recordaba. Echó de menos el Ventolín que le habían recetado para su asma y que sabía que debía dejar atrás si quería cumplir la misión ya que aquel inhalador (que le llamaban) no tenía cabida en aquella época.

Los tres meses de viaje entre Tarraco y Ostia habían sido fructíferos. Había aprovechado para instruir a sus dos jóvenes compañeros en el latín, al menos para que lo chapurreasen, y ya de paso para desengrasar aquel idioma que le vio nacer y crecer para darle uso una vez llegado el momento de la misión.

Para sus compañeros Lucio era un hombre mayor, quizá aparentaba más edad que los hombres de su edad más contemporáneos, pero se le podía achacar todo a haber vivido en otros tiempos, otros tiempos en los que uno se hacía mayor más rápido, todavía le parecía casi inconcebible que algunos de sus contemporáneos lograsen vivir, sin mucho esfuerzo, más allá de la edad que el mismo Séneca tenía, además con mucho mejor aspecto que el. Había cambiado algo su estilo desde que llegase a trabajar para el Ministerio y había tomado el gusto por los trajes, aunque debía volver a vestirse la toga y despeinarse, había pedido que le dejasen la barba, no demasiado larga, que había adoptado ya que, para el, representaba cierto grado de sabiduría.

A pesar de su aspecto mayor no caminaba encorvado como lo hacían algunos ancianos y todavía era capaz de mantener un porte fuerte de forma prolongada y no caminaba con demasiada dificultad, probablemente debido a la medicina moderna, como ya hemos notado antes, se sentía como si volviera a tener cuarenta años, aunque a veces juraría sentirse como un jovenzuelo de treinta, solía hacer bromas con eso.

Le agradaba conversar con ambos compañeros, aunque Paco tuviera una forma de actuar mucho menos diplomática que el, le ayudaba a comprender la forma de pensar de los que han servido en el ejército, quizá para aquella misión le vendría bien analizar las cosas desde esa óptica y con Tatiana intentaba no abrumarla demasiado con sus dolores a no ser que fuera totalmente necesario y prefería informarse sobre cosas de la medicina que había leído en libros que sacaba de la biblioteca, quizá también fueran útiles en la misión.

Un carro les llevó hasta Roma a la velocidad que recordaba de antaño. Se había acostumbrado demasiado rápido a los coches con motor de combustión, aunque en principio le parecieran una monstruosidad, aunque echaba de menos los vehículos más lentos de su época y aquel viaje le sirvió para sentir cierta nostalgia.

Finalmente, ya en Roma, tocaba decidir donde dirigirse. Séneca lo tenía claro, comenzar a investigar por alguna universidad romana. Quizá los alumnos y profesores de algún centro educativo a cargo de un ludi rhetor tuvieran algo de conocimiento sobre las decisiones que se habían llevado a cabo para sustituir a Escipión por Tiberio.

- Intentaré encontrar algo de información en las escuelas de retórica de Roma - dijo decidido -. Tomémonos un par o tres de horas para reconocer el terreno y hacernos con algo de la red de conocimientos local - añadió con cierta sonrisa, se notaba que le apetecía volver a poner sus pies en algún lugar de aquellos que tanto le habían enseñado, también deseoso de saber como era la enseñanza antes de haber nacido.

Por fin llegaban a Roma, su destino. Llevaban varios meses de viaje, aunque todavía estaba acostumbrándose a la rapidez del siglo XXI, esto es demasiado para sus costumbres del siglo XX. Por lo menos el viaje ha valido para conocerse y familiarizarse con el latín y poder comunicarse en este siglo.

El viaje a sido tranquilo y agradable pero ya necesitaba algo de acción. Aunque las conversaciones con Lucio son agradables, los últimos días del viaje en ocasiones le evitaba para no tener que escuchar horas de sus disertaciones. Le cae bien y piensa que puede ser de mucha ayuda en su misión no solo por sus conocimientos del idioma y la época. Además un punto de vista más reflexivo puede ser de utilidad en alguna ocasión.

Tatiana era menos habladora aunque claro con Séneca todo el mundo parecía que hablaba poco. Además como debían evitar hablar en castellano y su latín era todavía incipiente, las conversaciones habían sido muy escasas limitándose a cuando estaban solos. Habían congeniado bien sus épocas estaban muy cercano apenas unas decenas de años les separaban. Había empezado a confiar en ella, se había dado cuenta que defendería a cualquiera incluso poniéndose en riesgo.

Según se acercaban a su destino la cantidad de gente aumentaba y sus conversaciones se tenían que limitar al latín. Aunque Lucio quería ir a la escuela y seguramente encontrarían algo de información quizá era buena idea pasar antes por el foro. Por lo poco que había podido leer y documentarse antes de partir todo en Roma pasaba por el foro. Quizá pudieran escuchar o averiguar algo de información entre los que allí encontraran.

Sus conocimientos sobre la república no eran numerosos pero como en Marruecos, la corrupción estaba a la orden del día. Aunque los fondos que les había suministrado el ministerio eran escasos quizá pudieran aprovecharlos. En Marruecos todo aquello llevo al desastre pero porque no aprovecharse ellos.

- Pasemos por el foro de camino a la escuela. Quizá podamos escuchar alguna información sobre las elecciones.         

El viaje en otras circunstancias habría sido un viaje idílico, pero aquel no lo había sido. Con Séneca era difícil tener un momento de silencio y tranquilidad y a Paco no terminaba de conocerle bien.  

La misión que les habían encomendado era algo diferente a las misiones a las que estaba ella acostumbrada... viajar tan atrás en el tiempo para un hecho tan concreto y tan alejado de la linea temporal en la que vivían... ¡Es que ni Cleopatra había nacido! 

Tatiana se agarró a la borda del barco y trató de respirar el aire fresco... porque en cuanto llegaran a Ostia y luego a Roma, se acabó eso del aire fresco y puro.. y bienvenido el olor a pis, a pescado.. y dios sabe a qué más. 

En el fondo Tatiana agradecía que Séneca estuviera con ellos, la misión podía ser terrible si no estaba con ellos. 

Suspiró ante los comentarios de sus amigos. Ella sí había leído el contexto del caso y el expediente. 

- Si alguien ha cambiado a Graco por Escipión es o bien para que Numancia no caiga o bien para que Graco no desarrolle su carrera política en Roma. Hay que sopesar ambas posibilidades. ¿Qué elecciones fueron, por tribus o por clases? - preguntó - Lo del foro me parece buena idea, si algo se cuece, lo sabremos ahí.

Entraron en la Capital por medio de la Porta Capena que conectaba la Vía Apia con el interior de la ciudad amurallada. Dejaron a un lado el Circus Máximus, una imponente construcción en la que se desarrollaban las carreras de cuadrigas. Pudo en ese momento comprobar Séneca, que aquella versión era anterior a la que conocía, mantenía la estructura y el tamaño, no así los estilos ni el recubrimiento exterior.

Después enfilaron hacia el Foro. Habían decidido aquel destino desde el mismo momento en que el que les llevaba, les señaló la ciudad de las siete colinas a lo lejos.

—Ahí delante está el Foro Magno, no puedo avanzar más así que aquí les dejo —les dijo en perfecto latín Décimus, el conductor del carro, una vez llegó al borde de su destino. Miró en derredor y tras juzgar que no había peligro se aproximó a los tres y les dijo cambiando el idioma por otro más familiar:

—Si necesitan algo... llamad a Salvador.

Se largó de repente como si no hubiera dicho nada.

El Foro a diferencia de lo que pudieron haber visto tanto Paco como Tatiana en los distintos filmes hollywoodenses, era más angosto, los edificios eran más pequeños de lo que se imaginaban tras ver los fastuosos desfiles que aparecían en las películas de Espartaco o Cleopatra. Y además, era día de mercado.

Numerosos dependientes estaban en aquel momento declamando los productos que vendían, alcanzaron a entender: fruta, joyas, ropa, animales incluso algunos esclavos bárbaros de hispania. 

Éstos últimos estaban desnudos y totalmente hundidos mientras los insectos se cebaban con ellos. A su alrededor varios esclavos domésticos los observaban con ojo clínico para valorar si eran aptos para el servicio doméstico. Pudieron fijarse también en un par de hombretones de voluminoso tamaño que escoltaban a un tercero quién parecía interesado en los que parecían tener más potencial como combatientes.

Paco sé dirige hacia los puestos paseando y escuchando los comentarios de la gente. Prestando especial atención los comentarios sobre el próximo tribuno de la plebe. A menos de un mes supongo que habrá conversaciones en la cola de la pescadería. Busca obtener información de los posibles adversarios y la opinión pública sobre Graco.

Se para delante de los prisioneros de Hispania. No es momento ni lugar para montar escándalo pero se queda con las ganas de liberar aquellos compatriotas. Tras unos segundo frente a ello sigue su paseo acercándose a algunos puestos y añadiendo algunas frases sencillas a las conversaciones para que la conversación fluya hacia el terreno que le interesa.

Séneca sentía cierto placer al ver el Foro Magno repleto de gente yendo y viniendo, mercadeando, el olor de los alimentos... sin duda para el, aquello era el aire puro no tan limpio como el que habían tenido en alta mar, pero su olfato agradecía no tener que oler la huella de carbono de los vehículos de 2015.

Había aceptado de buen grado pasar antes por el Foro, aunque le parecía más sencillo tomar datos de fuentes más letradas, el boca a boca de la gente de la calle serviría para empaparse de alguna información más informal, no tan adulterada con perspectivas ideológicas y opiniones de sus colegas intelectuales.

Puso el oído tanto como pudo en las conversaciones que ahí se sucedían, buscaba los grupos de plebeyos que menos comerciantes parecían, quizá alguien estuviera hablando de las elecciones a Tribuno de la Plebe, quizá entonces pudiera meter baza, conseguir algo de información acerca de cual era la intención de voto y acabar de comprobar que la plebe acabaría votando a quien debían y que el cambio de la historia solo pertenecía a alguna trama de corrupción en algún alto círculo de poder.

- Parad atención a las conversaciones, quizá alguien esté hablando de a quien votará - dijo acercándose a sus compañeros de escuadra -. Luego pasaremos por el Senado para ver que se cuece en las altas esferas, me temo que la plebe votará según la historia, pero puede que los planes no sean los mismos para otros, y en el Senado tendremos más posibilidades de averiguar quien y porque - comentó.

Continuó entonces escuchando mientras caminaba a ritmo lento pero constante.

- ¿No deberíamos tal vez buscar a Escipión? - preguntó a sus compañeros - Entiendo que hay que ver lo que se cuece en el foro pero si el resultado de las elecciones va a ser enviar al Graco a la campaña militar igual es porque Escipión tiene otras prioridades y hay que convencerle de que lo suyo es lo militar...

Tatiana se quedó maravillada con aquela visión del foro Romano. No tenía nada que ver con lo que había imaginado. Echó un vistazo alrededor para ver si había algo que llamara su atención, tal vez algún grupo de magistrados hablando. Se fijó en el hombre que miraba a los esclavos.

- Me imagino que será un lanista - dijo en voz baja mirando a Séneca.

- Vamos a ver si podemos como decís ver qué se cuece en el foro, a ver si hay conversaciones sobre las elecciones. Luego iremos al Senado, luego buscaremos a Escipión... tal vez deberíamos buscar al Graco también... ¿Quien puede estar interesado en que Escipión no vaya a la guerra? - preguntó a sus compañeros.

Uno de los muchos inconvenientes que tiene la edad suele ser que te tomas las cosas con otro ritmo. Sin duda Séneca agradecía siempre estar rodeado de gente joven, tenían otra forma de pensar, permitían ver cosas desde otra perspectiva diametralmente diferente de la del filósofo y sin duda Tatiana dio en el clavo.

- Tienes razón - confesó -. De camino a hablar con los diferentes actores de esta trama, aprovecharemos nuestro paseo por el foro, en cualquier caso alguien debe estar influenciando las decisiones sobre a quien enviar a guerrear con los numantinos, a lo mejor el mismo Escipión ha sido influenciado - pensó en voz alta mientras se llevaba la mano al mentón.

Se adelantó rápidamente Paco a departir con algunos de los clientes de los mercados a los que había escuchado hablar algo sobre el nuevo año que se avecinaba¹. Más pasiva fue la actitud de Séneca y Tatiana, ambos se dividieron y empezaron a recorrer los distintos puestos que se distribuían a lo largo del foro buscando alguna pista entre las conversaciones que se sucedían.

Empezaron observando con fingido interés los objetos, en algunos casos dejándose llevar por las propuestas de los dependientes que les animaban a mostrarles sus productos...

—Señora, venga... —empezó a decirle a Tatiana, llamándola la atención, una mujer que trabajaba como mercader de varias telas y joyas de bisutería:

—Me han traído unas telas increíbles, de una calidad tan buena como las que gastas —agregó observando la túnica que cubría el cuerpo de la joven—. Mire, mire, tóquelas. ¿No es increíble? Nada que envidiar a las de Egiptus. Normalmente me las traen desde Siracusa pero con la que están liando... Considerando las circunstancias, te lo puedo dejar a un buen precio —valoró intentando abrir un regateo.

—Llama a tus esclavos para que carguen con esto.

La agresividad comercial la abrumaba, sin embargo, pudo captar la doctora en ese momento, un retazo de conversación que sí que la interesaba:

—No te creas que soy idiota —decía un hombretón ya entrado en edad con una voz muy profunda. Probablemente no era demasiado mayor pero estaba bastante acabado para los estándares que se manejarían en los años 80.

—Toda esta remesa de gladius que ves aquí sin vender, están aguardando para las elecciones. En cuanto se termine de formar el Senado, tendremos los dos cónsules de este año. ¿Y sabes lo que significa el inicio de un año consular? Yo lo sé, lo llevo viendo desde que era chiquillo, eso significa siempre una campaña con la primavera, tal vez uno irá a sofocar la revuelta de Siracusa y el otro para Hispania, que el otro día me dijeron que esto está casi hecho...Cualquier tonto será suficiente para ampliar nuestras fronteras. Bueno, me la pela, ¿sabes qué es lo importante? —le inquirió a los dos jóvenes que le estaban escuchando—. Que vendréis de nuevo como reclutas y me compraréis éstas armas... a un precio más caro. Oferta y demanda chicos. ¿Y bie...?

—¿Qué haces Aulo, por Cástor y Pólux? —gritó interrumpiendo su discurso comercial—. Te tengo dicho que no dejes aquí el arma recién sacada de la forja, recuerda de la forja al yunque y vuelta. Madre mía... 

A unos metros más allá, la voz del esclavista era inconfundible. 

—¡Esclavos recién traídos de Hispania! —gritó atrayendo a Séneca al lugar, pudo fijarse en que aquellos hombres eran de generosas cabelleras y fiero aspecto

—¡Tengo a los más fieles para su hogar, así que no tendrán revuelta servil que temer! ¡Mujeres con grandes dotes para la cocina y el hogar! —sacó entonces a una joven de una jaula y la rasgó parte de su túnica:

—¡Jóvenes de caderas generosas para la cama! ¡Auténticos hombres si quieres organizar unos buenos juegos! —subrayó aquella última afirmación golpeando la jaula en la que estaban los de aspecto más fiero en los que se había fijado el filósofo.

—¡Señor! —dijo un hombre barbado acercándose a Séneca y alejándole de la diatriba del esclavista—. ¡Tengo los mejores animales de tiro para la hacienda de su señor! Venga, venga, véalos y verá los cuartos traseros más fuertes que tienen, lo que necesitas para el arado.

Séneca se sentía en su salsa, en parte porque ya conocía aquella sensación abrumadora que suponía el foro y en parte porque no se trataba del típico mercado de abastos de la época desde la que gobernaba el ministerio.

Negó con cordialidad el ofrecimiento del mercader de animales y se dirigió al esclavista.

- Buenos días, buen señor - dijo entonces con una sonrisa - ¿Son de Hispania? ¿De verdad? ¿Cuantos intermediarios hay desde su origen? ¿Tendrá numantinos en el futuro? Resisten, sin duda valdrán por cinco de estos cuando los tenga en posesión ¿se conoce cual es el progreso de nuestras fuerzas contra aquellos bárbaros? ¿Quién será quien los doblegue para que podamos contar con buen material?

Séneca lanzaba las preguntas sin paños menores, el anciano filósofo encontró la posibilidad de que el esclavista le diera algo de información al respecto de la incursión contra Numancia, si los esclavos no habían pasado por demasiados intermediarios quizá el esclavista manejase algo de información.

- Y no me malinterprete, tiene un gran material también con las mujeres, pero estoy demasiado mayor como para darle ese tipo de alegrías a mi cama - rió -. Si fuera solo unos años más joven quizá... podría querer aspirar a un numantino más barato en un futuro para adquirir a una de sus jóvenes. Pero ahora necesito brazos fuertes para llevar una hacienda.

Paco y Lucio parece que ya tienen su objetivo para conseguir información. Mejor, Tatiana no iba a soportar tratar con esclavistas. Miró a la mujer que la agasajaba y sonrió.

- Oh, comprendo - le dijo a la mujer e hizo un gesto con la mano. Tatiana se acercó a la mujer e inspeccionó la tela pero realmente su objetivo estaba detrás y era el herrero. Parecía que todos daban por hecho que habría guerra enseguida y no andaban desencaminados.- Una pena las lanas de Siracusa. A ver si los hombres arreglan ya el problema y terminan con los púnicos.. - dijo Tatiana fingiendo desprecio - Habrá quien gane con esto, pero desde luego mi marido no - comentó hastiada.

Tatiana estaba atenta al herrero.

—Señor, usted como vea... —dijo poniendo cara de incredulidad—. Ese hombre que estás buscando lo tengo, mire fíjese. Éste en concreto es numantino. Me lo trajeron la semana pasada pero no lo veo doméstico como me pides. Para eso te veo mejor con éste, también es hispano pero de un pueblo menos... belicoso, más Minerva. No sé si me explico.

—Ahora bien, si pagas... ¡Por Júpiter que no voy a ser yo quien te niegue la venta! Ahora bien, si quieres esperar como dijiste... Están fluyendo, tal vez en un par de semanas tenga otros dos. Supongo que no tardará en caer este pueblo si siguen así las cosas...