Partida Rol por web

El indio contestó a James lo mejor que pudo. El jugador tenía algunas nociones de esas cosas, pero tan solo lo relacionado con sus trucos.

-Manitus ser espiritus malignos. Diferentes manitus, diferente poder. Querer sembrar mal en tierra. Sembrar terror. Si todos estar asustados, nadie oponerseles. Estos ser muy fuertes, muy resistentes, solo preocuparse en matar.-

Ternero Risueño dibujó algunos simbolos en el suelo, con polvos y pinturas de su bolsa. Cuando estuvo listo se sentó.

-Atraer a los manitus. Al verlos avisar y empezar hechizo de protección. Tener que venir hasta Ternero Risueño para tocaros. Cuando todos protegidos mantener hechizo. Estar indefenso. Vosotros proteger.-

Dicho esto se sentó en el suelo con las piernas cruzadas y empezó a canturrear. En voz baja al principio, tan solo un susurro, pero poco a poco empezó a sonar más fuerte. En el silencio del lugar reberberaba de manera intensa. Ninguno entendía las antiguas palabras que decía el pies negro. Pero todos podían notar el poder que tenían.

Las horas pasaron y nada cambiaba. De hecho nada se movía en la zona. Tan sólo Ternero Risueño que se mecía al compas de sus canticos. La cuadrilla no era novata en aquellas lides, pero incluso ellos empezaban a ponerse tensos.

En un momento dado, al empezar la tarde notaron algo. Movimiento. Algo se acercaba a ellos. Incluso James que estaba un poco somnoliento pudo ver aquellas figuras.
Primero fueron el sonido de sus pasos. Pasos fuertes y pesados, eran criaturas enormes. Luego el aura que emanaban. Los ojos rojos llameante, los labios chorreando sangre, humo saliendo de sus fosas nasales. Sin duda alguna aquello había salido del mismo infierno. Y venía hacia ellos.

Amon se santiguó y luego besó su cruz santificada. Ni siquiera echó la mano a su peacemaker pues dudaba que las balas le pudieran causar daño alguno a aquellos engendros. Luego se aproximó al indio que parecía saber mejor a que se enfrentaban.

—¿Cómo los dañamos?— preguntó.

Mientras preguntaba acarició la cruz pidiéndole al Señor que los protegiera de la maldad de aquellas criaturas.

Sarah oyó los pesados pasos, giro la cabeza hacia Amon y luego se asomó. Sentía el corazón palpitando en la garganta y las manos le temblaban. Siempre se había preguntado en qué terminaban esos amores de los hombres desesperados con las vacas. Por eso no había que hacer preguntas necias, bien lo decía su mamá.

Ni pensar en que jamás volvería a ver una vaca de la misma forma.

—Dios, ten piedad... —Se abrazó a Winchester, intentando no salir corriendo y se persignó para agarrar fuerzas. Era el tipo de situaciones en las que solía recordar a dios.

Norris los vio llegar, o más bien aparecer. Eran realmente imponentes y pensó que sus compañeros podían asustarse. Afortunadamente él era el que estaba más cerca de los Manitus y quieras que no, eso podía generar cierta sensación de protección a sus compañeros.

-  Ya están aquí. Tranquilos chicos, poneros detrás mío.

- Voy a tirar dinamita, eso los ablandará.

Quizá la dinamita no era buena idea.

Se movió hasta el Ternero y apuntó con la escopeta esperando la carga de los Soldados Búfalo. Esperaría hasta el último momento y a ser posible les metería el cañón de la escopeta en la boca antes de disparar.

Sarah se recompuso un poco con las palabras del ranger y corrió a su derecha para prepararse, apuntando en la dirección en la que se escuchaban los pasos. Cuando tuviera un tiro claro, apretaría el gatillo.

Al ver aquella aparición, el tahúr por un momento palideció pero sus manos permanecían ajenas a todo y seguían jugando con la baraja. Aquella acción mecánica y ya interiorizada le hizo ponerse en marcha y optar por hacer caso al pies negros, para así recibir también la bendición del pater.

En cuanto lo tuvo cerca, sintió el calor que le embargaba señal de que algo hablan hecho por él. Respondió extrayendo una carta de su mano para depositarla en su pechera.

Era una carta extraña y diferente, tal y como había podido ver en otras ocasiones, brillaba en tonos rojizos y tenía la figura demoníaca de tréboles. Uno encarnaba lo divino mientras que el tahúr y sus mentiras parecía alguien que jugaba según las reglas de la ofensa divina, aún así, hablan comprobado que mientras no saliesen de ciertas reglas, podrían complementarse.

La visión de aquellas criaturas era verdaderamente aterradora, pero la mayoría de la cuadrillo lo superó. No en vano eran gente curtida en fregados parecidos. Sarah es la única que notó como sus manos temblaban de repente, y seguramente de no ser por la presencia de sus compañeros habría salido por patas de allí. De hecho, la visión del padre Useher enarbolando su cruz (la cual parecía brillar con una luz blanca y pura), ayudó bastante a eso.

Ternero Risueño dejó de cantar y abrió los ojos, el aviso de Norris había sido suficiente como para continuar con el plan. Cogió de nuevo su bolsa medicina y con un unguento blanco dibujó una especie de búfalo en la frente del padre Usher, Norris y James. Estos se notaron extraños por un momento, pero enseguida se les pasó.

Si manitus llegar hasta mí, perded protección. Procurar que no pasar.

—Descuidad y quedaos atrás, nos aseguraremos de que no pasen —contestó James desplegando una vez más su baraja y sacando una nueva carta de tréboles, sin diablillo esta vez. En respuesta cerró los ojos durante tres largos segundos y los abrió con una nueva resolución, mirando a través de la garganta por donde esperaba ver llegar a las bestias a las que habían bautizado como "soldados búfalo".

De repente se desató el infierno.

Aquellas monstruosidades se movieron haciendo temblar el suelo a su paso. Dos de ellas aparecieron por el norte, pero a pesar de que Norris y Sarah estaban preparados no pudieron reaccionar a tiempo.
Uno de aquellos seres llegó hasta el ranger y trató de cornearle. Por un momento el halo que le envolvía parecía que iba a protegerle, pero la maligna criatura se sobrepuso al mismo. No obstante, a pesar de su fondón cuerpo pudo evitar el golpe.

Sarah se había librado, pero al disparar a la criatura su bala salió desviada ya que estaba demasiado cerca y no le hizo nada.

En cambio Norris pudo aprovechar la potencia de su escopeta aunque lo tenía a bocajarro. Un potente trueno sonó en el campamento y le impactó de lleno al enorme ser. En un principio el ranger creía que no le iba a hacer nada, pero cuál fue su sorpresa cuando notó como los perdigones atravesaban su dura piel y se le clavaban haciendole gritar de dolor.

Tan contentos estaban con aquello que James no se dió cuenta de que la otra bestia que venía se le acercaba a él. Al contrario que su compañero, el charlatán no pudo esquivar los cuernos de la bestia. Nisiquiera el halo del Altísimo que rodeaba al grupo gracias al conjuro del predicador fue capaz de salvarle. El golpe lo levantó por los aires y le dejó sin aliento, y sin algunas costillas también.

Las otras dos criaturas aparecieron por el sur, y se dedicaron a entretenerse con los caballos de la cuadrilla. Para desgracia de uno de los caballos, al cuál destrozaron. El otro, el del padre Usher, parecía estar protegido por su Dios.

Norris dió un paso atrás arriesgándose a un ataque de oportunidad. 

El sacerdote avanzó unos pasos mientras lanzaba una oración:

—¡Señor! ¡En estos momentos ruego que tengas piedad de tus humildes siervos!

Tocó entonces la espalda de James para que la fuerza sanadora de su fe obrase el milagro.

Viendo que las armas convencionales podían dañar a aquellas bestias la mano del sacerdote se posó en su Peacemaker¹.

Norris había dejado aturdida a una de las criaturas, por lo que aprovechó para coger algo de distancia de ellas. No obstante el ranger al parecer no tuvo en cuenta a la que había casi destrozado a James, y esta le propinó una sonora cornada en cuanto trató de moverse. El conjuro divino que supuestamente les protegía no podía hacer nada contra un mal como aquel. La osadía le había salido cara al representante sudeste de la ley.

El padre Usher se movió para poder sanar al jugador, más a pesar de la ayuda mistica que le había proporcionado no lo pudo curar del todo. Aunque siempre era mejor que nada.

Ternero Risueño por su parte tomo conciencia de la situación, y se movió para marcar a Sarah con el búfalo blanco en la frente. Así sus disparos podrían dañar más facilmente a las criaturas. Por contra, los soldados búfalo parecieron darse cuenta de ello.

De pronto aquellas monstruosidades se alzaron sobre sus cuartos traseros y advirtió James en ellos algo que parecía una figura humanoide, sintió cómo su vida peligraba y antes de pensar un plan, sus propias manos se estaban moviendo lanzando dos cartas de la baraja que impactaron como sendos proyectiles en el torso del búfalo¹.

Norris apenas se tenia en pie. Pero disparó la escopeta. 

Sarah se vio rodeada de esas cosas. Los gritos y los disparos generalmente no le causaban temor, pero ahora tenía la sensación de que sería diferente. Echo un rápido vistazo a sus amigos, después de que Ternero Risueño le grabara aquel raro símbolo.

—¡Concentremos el fuego!

Sarah tenía un plan. Si podía alejarse un poco y tener un respiro, podía dispararle. De lo contrario tenía que intentar de formar más creativas. Se le ocurría que rociarlos con astillas de piedra y polvo le daría un poco de tiempo a sus camaradas.

—¡Te mataré en el infierno también!

—¡Escucha Señor a tus siervos en la tierra! ¡Dame el poder sanador para que tus paladines puedan defenderte!

Posó sus manos en el ranger y ¡ahora sí que se sentía la fuerza el Señor!

—¡Gracias Señor! Aleluya damos tu gracia. ¡Osanah!¹

Aprovechando que los monstruos no podían moverse o pegarles la cuadrilla reculó para poder disparar sin demasiados problemas. Sarah logró impactar al que Norris había aturdido, pero a pesar de que gruñó de dolor parecía que podía seguir actuando.

James se sacó de la manga dos naipes que volaron de manera extraña contra la otra criatura. Pero no parecieron afectarla demasiado.

El padre Usher canalizó nuevamente su divinidad y los huesos rotos del ranger empezaron a recomponerse. Sin duda su Fe era una gran ayuda en estos momentos de dificulad.

Apovechando que el cura le había sanado, Norris recargó su escopeta y disparó otra vez al enemigo que tenía delante. Dejándolo nuevamente aturdido.

Ternero Risueño seguía manteniendo el conjuro, sabíendo que sin la magia no podrían afectar del todo a las criaturas.

Habían aguantado, pero la situación todavía era complicada. Y los soldados búfalo todavía tenían mucho que decir. Más bien hacer.

Las enormes monstruosidades avanzaron una vez más. Y a pesar de que el conjuro del padre Usher seguía activo no parecía afectarles demasiado. Ya que seguían atacando sin problema.
El ranger y el jugador recibieron sendas cornadas cada uno. Pero al parecer algo sí que hacia la Fe de Usher, pues no lograron alcanzarles más que de refilón y pudieron aguantar el embite.
Los caballos de la cuadrilla no tuvieron tanta suerte, y dos más cayeron ante las cornadas de los soldados búfalo.