Partida Rol por web

Sarah miró muy seria a Dorian.

- Nadie dice que la haya roto, pero… si parece que este no es su elemento señor Applesmith. Tal vez podría… no, creo que lo mejor sería que saliera y esperar fuera. No se preocupe, cuando terminemos aquí le anunciaremos cuanto dinero podrán sacar de este hallazgo y podrá contentar a los tiburones de sus amigos –

Entonces se giró hacia Diana y suaviza el rostro, casi tierna.

- ¿Puedes revisar la pared? Normalmente, ese tipo de puertas solían tener algún tipo de mecanismo que la abre. Si no, no es el momento de sutilezas, que los peones abran un paso – Al ver la mirada de sorpresa y miedo sonríe juguetona – Teniendo siempre cuidado de no romper nada ni aquí ni al otro lado –

Entonces se volvió hacia el sarcófago, Asis ya estaba al lado listo para empujar.

Tras calentar un poco los brazos, situado en uno de los lados, apoyó sus manos en los extremos y empujó con fuerza, pero la piedra apenas se movió. Paró un momento para coger aire y volvió a empujar, esta vez moviendo unos centímetros la tapa. Y al hacerlo, las sombras a su alrededor parecieron agitarse. Él no lo notó, pero a su alrededor, algunos peones vieron extrañados como la luz bailaba como si la luz procediera de una antorcha y el aire la moviera. Solo que la única fuente de luz eran todas linternas y dos focos que acaban de montar.

Goterones de sudor caían por su frente y ya notaba la quemazón en sus músculos, pero intuía que ya casi lo tenía. A su lado apareció Hamid, no dijo nada, pero apoyó las manos y miró a su hijo asintiendo con la cabeza. Sincronizados, empujaron y esta vez la fuerza combinada de ambos hizo que la tapa se deslizara, liberando lo que había en su interior.

Y algo le saltó a la cara. Por su mala posición no pudo hacer nada y un polvo negro fétido y pútrido le envolvió e inundó sus pulmones. No pudo evitarlo, y solo pudo toser, intentando sacar aquel icor de su interior. Su padre le miró preocupado pero no dijo nada.

La profesora se apartó a tiempo pero a pesar de ello también terminó tosiendo. Cuando terminó, miró al joven que había abierto el sarcófago.

- Tranquilo joven. Aunque desagradable, no es venenoso ni un peligro –

Y entonces se inclinó sobre la tumba y miró en su interior.

Y allí estaba una momia que durante años había permanecido encerrada. No obstante, la miró extrañada. No parecía encontrarse en la postura adecuada y su rostro… era casi como si aquella persona hubiera sido momificada en vida.

- Esto no tiene sentido –

El gesto de las manos, el rictus de la boca, ahogando un grito que aun ahora parecía oírse. Y mientras lo miraba. Del pasillo por el que habían venido, sonó un ruido como de una roca cayendo, haciendo que todos se sobresaltaran.

- ¿Pero qué?... -

Y cuando aquel sonido retumbó, el peón que había permanecido acurrucado no pudo más y se puso en pie y salió corriendo hacia la entrada mientras gritaba.

- ¡sanamut jmyeana! ¡sanamut jmyeana! –

Y su cuerpo se perdió en la oscuridad.

Diana asintió ante las palabras de la profesoras Achenloft. Por una parte estaba feliz de que hubiera depositado una mínima confianza en ella. Por otra notó el agarre del nerviosismo en su barriga. Allí estaba parte de la ansiedad que siempre la acompañaba. ¿Y si ahora la cagaba? ¿Y si tocaba algo que no debía y rompía algo? Ya habían cosas rotas gracias a cierto manazas así que no quería estar a ese nivel.

Sacudió levemente la cabeza para despejar sus ideas y se puso manos a la obra. Inspeccionó primero la pared. La verdad es que a primera vista parecía otra de muchas paredes, su calidad era bastante elevada. Quizás lo que escondía detrás llegaría a estar a la altura. Pese a eso todo aquello era muy extraño. No parecía seguir ninguno de los patrones de los egipcios. O estaban delante de uno de los mayores descubrimientos o estaban adentrándose en algo nuevo y completamente desconocido. La verdad es que no podía decidir cual de las dos cosas le daban mayor respeto.

Escuchó a su espalda unos gritos y un sonido bastante fuerte pero no le hizo demasiado caso. Su mente estaba ocupada con aquella pared. Buscando detalles con los ojos, con la yema de sus dedos y con su mente trabajando a toda prisa.

Encontró diversas piedras que sobresalían y se hundían a su tacto. Sin embargo no pasaba nada al presionarlas. ¿Que estaba haciendo mal? Resiguió la pared con los dedos. Allí había un grabado, la cosa era ¿de que? Se fijó mejor. Ahora conseguía verla. Era Sejmet, una de las facetas de Bastet según algunos estudiosos.

Se dió unos segundos mientras se mordía levemente el labio inferior. ¿Que podía querer Sejmet para dejarla pasar? Al plantearlo así la respuesta era obvia. Cogió una de sus herramientas de arqueología y se realizó un pequeño corte en uno de los dedos, aguantando estoicamente la punzada de dolor.

Con la sangre tocó cada una de las piedras cosa que provocó que se empezara a abrir lentamente hacia un lado la pared. Diana se apartó para dejar paso y miró con exultante felicidad al resto de la expedición. Había conseguido por un momento dejar de ser la inútil de Diana.

Le guiñó el ojo a Asis. -A veces la mente es más poderosa que la dinamita. Dijo sonriendo por primera vez. La verdad es que en ese momento estaba en una nube. Lejos quedaba la ira contra Dorian o la verguenza de ser ella misma.

Aquel breve momento de colaboración entre padre e hijo, unidos en un mismo esfuerzo, hizo sentir a Asis aquel viejo vínculo de su niñez. Sin duda, aquella era una de las razones de peso por las que había aceptado participar en aquella expedición Abrió la boca para decir algo, pero aquel terrible fluido le interrumpió y provocó un brusco cambio en el ambiente, tanto a nivel físico como emocional. -¡¿Qué cojones?! -fue todo lo que acertó a gritar entre toses abruptas y aspavientos, como en un inútil esfuerzo por apartar aquel polvo de él. Se alejó tambaleante del sarcófago. La explicación de la doctora no hizo gran cosa por calmarle.

-¿Esto también es normal? ¿Sabía qué podía pasar y ni se molestó en avisarme? -preguntó a la doctora en tono acusatorio. -Un hueco en la pared, dice. Puede probar a ver si alguno de los porteadores lleva dinamita encima -propuso el joven, más porque estaba cabreado con aquel lugar que como un plan realmente viable. -O si no, igual basta con esperar un poco, el lugar parece estar viniéndose abajo por sí solo -dijo, tras escuchar aquel ruido de una roca que caía.

Por mucho que todos, o la mayor parte, disimularan, aquello estaba calando hondo en sus ánimos. La idea de una maldición era absurda, claro, pero... las circunstancias y las casualidades estaban haciendo piña para que no lo pareciera tanto.

Después de que el porteador saliera corriendo y gritando algo que no entendió, Samara se acercó al sarcófago intentando no parecer alterada. La visión de la momia la extrañó mucho, pero tampoco hizo ningún comentario, ya estaban todos lo bastante asustados. Sólo se dirigió al hijo de Hamid.

-Asis, ¿estás bien, compañero? Menuda bocanada te has tragado...

La rubiales estaba tratando de descubrir el mecanismo que abriera la hendidura que había encontrado. Y la jefa traspuesta, se notaba a la legua. Lo que acabó de colmar el vaso fue el ruido ensordecedor de un derrumbe. En la dirección en la que el porteador acababa de irse corriendo, el pasillo de entrada.

-¡Cuidado! Maldita sea... Tú... ven conmigo. 

Le dijo a otro muchacho porteador. Con precaución reculó para ver si conseguía saber qué había pasado.

Entrada de la Tumba

Tras dar la orden, uno de los peones dejó los cables que tenía en mano y se plantó junto a ella. Por su expresión tensa podía intuir que no quería adentrarse en aquella garganta oscura que era ahora el pasillo que daba a la entrada de la tumba, pero también se podía ver un brillo de resignación. Con un gesto de Samara, se adentraron en la oscuridad, apuntando con las linternas apuntando al vacío en un vano intento por apartar las sombras.

En seguida, el murmullo y el ajetreo de la cámara funeraria se perdió a sus espaldas envolviéndolos en un incómodo silencio, como si el propio lugar contuviera la respiración. Avanzaron lentamente, uno junto al otro mientras inspeccionaban cada columna que se encontraban por si el huidizo compañero se había acurrucado tras alguna de ellas. Sus pasos resonaban en el pasillo, el eco trasladaba el sonido dando la sensación de que les seguían. Por qué no le seguían ¿verdad? Se sacudieron tan tonta idea y continuaron avanzando.

Y finalmente llegaron al final del camino, el pasillo se ensanchó mostrando una sala rectangular con dos anchas columnas de piedra y unas escaleras que ascendían hasta la salida. Pero había un problema. La salida estaba bloqueada por un enorme bloque de piedra. El corazón casi se les sale del corazón. Al menos ahora sabían que era lo que había hecho ese sonido tan fuerte.

Entonces oyeron un sollozo y recordaron por qué estaban ahí. Movieron sus linternas por todas las salas y finalmente le localizaron, acurrucado contra una esquina, donde se encontraba encogido sobre si mismo, con un pico de excavación en la mano mientras murmuraba ininteligiblemente.

Sus pupilas estaban dilatadas, su respiración era agitada y se encontraba en claro estado de shock.

- dayie. nahn dayieun -

“Perdidos, estamos perdidos” repetía una y otra vez. Cuando le apuntaron con sus linternas, alzó la vista y se quedó mirando fijamente hacia ellos. Había algo raro en su expresión. Un golpe sonó a sus espaldas lo que les hizo girarse rápidamente hacia la fuente del ruido. No vieron nada, volvieron sus focos hacia el asustado hombre… y este ya no estaba.

Rápidamente buscaron con sus focos al hombre, no podía haberse ido muy lejos. Una suave brisa le indicó a Samara que algo se le acercaba por la izquierda. Se giró bruscamente para ver con su luz un rostro desfigurado por el terror que se abalanzaba sobre ella con el pico en la mano.

La cámara funeraria

La profesora ni siquiera se dignó en contestar a Asis cuando le recriminó el que no la hubiera avisado. Había cosas más importantes que hacer y se sorprendió observando a su joven ayudante. No había demostrado grandes aptitudes y se estaba preguntando si realmente era de ayuda, cuando de pronto la puerta secreta se abrió y no pudo por más que asentir satisfecha.

- Muy bien hecho Diana. Gran demostración de conocimientos. Puedes estar orgullosa. –

Entonces se aproximó al nuevo camino y observó unas escaleras que descendían hacia un pozo de negritud.

- Supongo que no tenemos más remedio, habrá que bajar. ¡Hamid! Seguid recogiendo todo lo que podáis, sacad los vasos Canopo de aquí. Si necesitamos su ayuda le avisaré –

Entonces hizo un gesto a un porteador mayor, a Diana y a Dorian. Entonces comenzaron a bajar.
 

Escaleras a lo desconocido

No saben cuanto tiempo habían estado bajando, aquello parecía ser eterno y el ambiente era cada vez más opresivo por la falta de oxígeno. No por nada, aquel lugar había estado enterrado durante milenios bajo la arena.

Mientras bajaban, Sarah se dio cuenta de que a los lados discurría un canal por el que parecía haber algún tipo de residuo.

- ¿Resina? Es posible que… - Se giró hacia sus acompañantes - ¿Alguien tiene un mechero? ¿Unas cerillas? –

Parecía estar confiada en que aquello sería resina inflamable.

La cámara funeraria

Mientras tanto, en la cámara funeraria Hamid se aproximó a la tumba ahora abierta y observó su interior.

- Estos foráneos, no respetan nada – E hizo un símbolo religioso y pidió perdón. Entonces miró a su hijo, quería hacer algo por él, estaba preocupado por la inhalación de aquel polvo ¿Cómo estar seguro de que era inocuo?

- ¿Estas bien? -

Aunque no era su intención, sonó bastante seco.

Entrada de la Tumba.

Así que eso es lo que había resonado por toda la Tumba. Estaban encerrados...

Esperaba que alguien de fuera se hubiera percatado, y ya estuvieran en marcha las operaciones habituales de desescombro y rescate. Pero no podía hacer nada, no desde dentro. Sin embargo, seguía preocupada por el pobre hombre que se había asustado. Y le encontró, acurrucado como un chiquillo, atemorizado. 

Lo siguiente fue tan rápido como extraño. La brisa, y el hombre que desaparece. Y reaparece, pico en alto, desencajadas las facciones, fuera de sí. 

-¡Cuidado! ¡Atrás!

Apenas pudo gritarle al otro muchacho mientras esquivaba el ataque gracias a sus años de entrenamiento. El pico pasó a un pelo de su cráneo, e iba descargado con mucha rabia. Pero Samara reaccionó rápido, agachándose a tiempo de que no se hundiera en su cabeza. Y, al mismo tiempo, se lanzó sobre el desgraciado atacante, agarrándose a sus piernas y haciéndolo caer, desequilibrado por el peso del propio pico que quedó a un lado. Samara se sentó sobre la espalda del porteador, inmovilizándolo.

-¡Qué has hecho! ¿Estás loco?

Con un gesto de la cabeza le indicó al otro muchacho que cogiera el pico, no fuera a querer recuperarlo.

La cámara funeraria

-Sí. Sí. Creo que sí. Gracias. -dijo Asis a su padre, ya algo más calmado, usando las pausas para respirar profundamente y recuperar su buen temple habitual. -Si la profesora dice que es inocuo, supongo que lo será -la doctora Achenloft le parecía una bruja frígida, pero hasta el momento no le había dado ningún motivo real para desconfiar de ella. -Venga, será mejor que hagamos lo que dice y saquemos los vasos de aquí -dijo, mientras se colocaba la mochila a la espalda. -Me preocupa el ruido que hemos oído antes. Deberíamos apresurarnos antes de que este sitio se nos caiga encima...

-Todo esto. La momia agónica, el puzzle que funciona con sangre... empieza todo a darme muy mala espina -se sinceró con su padre, en un gesto que le costó menos de lo que pensaba que lo haría. -Vamos, algo de aire fresco nos hará bien -concluyó, ya encaminándose hacia la entrada.

Escaleras a lo desconocido

Diana bajaba por las escaleras con la linterna de su casco encendida. Se sentía bastante extraña. Por una parte estaba henchida de orgullo y felicidad por las palabras anteriores de la doctora a las cuales no dejaba de darles vueltas en su cabeza "Muy bien hecho. Puedes estar orgullosa".

Sin embargo sentía en el exterior una opresión mal sana. Además de que aquellos extraños escalofríos no dejaban de recorrer su espina dorsal. A esto se juntaba la expectación a lo desconocido y la probabilidad de marcas un antes y un después en la arqueología egipcia.

Se fijó en el canal. ¿Que debía ser aquello? La doctora opinaba que resina. La verdad es que era extraño que fuera resina. Pero bueno la doctora sabía más que ella en piramides. Además que cosas más extrañas ya habían visto para el poco tiempo que llevaban allí dentro. Igual que no podía esperar a encontrar más fascinantes hallazgos una parte de su ser ya tenía ganas de volver por donde habían entrado y volver a respirar aire libre.

Ante la pregunta de la doctora Diana se palpó los bolsillos. No había pensado en llevar nada de aquello. Había confiado en los porteadores y en la luz eléctrica. Negó con la cabeza. -Yo no, lo siento. Dijo un poco apenada. Dicho esto miró a Dorian, quizás tenían suerte y era fumador. Aunque la verdad no sabía si era una gran idea incendiar aquella resina pero de nuevo, la doctora sabía más.

Dorian que no se había apartado de la profesora, miró burlonamente a la ayudante rubia y sonrió.

- Claro, menos mal que algunos venimos preparados para todo –

Y de su bolsillo sacó un mechero y se lo entregó a la doctora.

Entrada

El ataque había sido repentino pero Samara tenía demasiada experiencia en combate como para dejarse sorprender por un ataque tan burdo. Y ahora, mantenía a su atacante preso contra el suelo mientras le exigía una respuesta. El hombre se sacudió unos instantes mientras gritaba frases ininteligibles, pero finalmente cesó su empeño y comenzó a llorar.

samhny ya 'iilhy , la 'urid 'an 'amu –

Parecía que el hombre le estaba rezando a Alá. Samara alzó la vista y vió el rostro del hombre que le había acompañado, aunque permanecía tieso, podía ver el haz de luz de la linterna temblar, provocando un baile de sombras macabro a su alrededor. Se estaba pensando en decir algo cuando de pronto el eco de una voz llego  a través del pasillo. Pero esta vez no parecía ningún susurro fantasmal.

Pasillo principal

Asis caminaba a la cabeza con la mochila cargada mientras su padre alumbraba el camino con una linterna de mano. Dos peones más llevaban el equipo sobrante para dejarlo en el campamento y juntos, avanzaron hacia la entrada. El silencio reinaba entre padre e hijo, generando una atmósfera incómoda que los otros dos peones intentaron evitar conversando entre ellos. Hamid se giró hacia su hijo.

- Lo… lo estas haciendo bien –

Y sin saber que más decir, siguieron caminando. Mientras andaban, se extrañaban de que, a pesar del avance, no veían luz al fondo. ¿Acaso se habían equivocado de camino? Imposible, era una línea recta ¿Pero entonces que era? De pronto el pasillo se ensanchó y una gran sala con dos columnas se abría a vosotros, una sala sumida en las tinieblas, la sala de la entrada.

La sangre se les heló al ver que la entrada estaba bloqueada por una enorme roca que impedía el paso. Tras ver esto, lo siguiente que vieron fue a Samara sobre uno de sus compañeros que lloraba incesantemente y otro que estaba plantado tembloroso cerca de ellos. Hamid se adelantó.

- ¿Qué está pasando aquí? –

Escaleras a lo desconocido

Sarah se acercó a Dorian y cogió el mechero con un rápido gesto.

- Gracias, señor Applesmith, sin duda su ayuda está siendo incalculable –

Había cierto retintín en su voz, pero no dio posibilidad a una respuesta ya que se acercó a la resina, accionó el mechero y lo encendió. La resina se iluminó y una llama comenzó a recorrer el zócalo iluminando el camino a medida que descendía iluminando a pocos pasos una sala que tras bajar unos peldaños, cobraba vida y color ante sus ojos. Y su corazón dio un vuelco ante lo que tenían en frente, mientras contemplaban la cúpula que tenían ante ellos. Joyas de diamante y marfil, grandes lingotes de oro, armas de todos los tamaños con motivos grabados. Una enorme cámara del tesoro que se erguía orgullosa en aquel oscuro lugar.

Los ojos de los allí presentes no podían dejar de moverse de un lado a otro intentando asimilar lo que acababan de encontrar, pero un par de ellos permanecían fijos en un objeto que se alzaba glorioso sobre un pedestal en el centro de la sala.

El Libro de los Muertos. Sarah susurro dos palabras.

- Por fin -

Y comenzó a avanzar directa al altar.

Pasillo principal (y Entrada, supongo)

Asis siguió a su padre y al resto de porteadores cuasi en silencio, limitándose a asentir ante el comentario de Hamid. La ausencia de luz, el ruido de antes... todo parecía apuntar a lo peor y eso no hacía sino aumentar la tensión. Y sus sospechas se confirmaron unos instantes después cuando llegaron a la entrada y pudo ver con sus propios ojos el derrumbamiento que bloqueaba la salida.

-Mierda... -masculló entre dientes, y giró la cabeza hacia su padre en busca de algún tipo de orientación sobre que hacer ahora, para luego percatarse de que había un hombre en el suelo y Samara encima de él. Asis se acercó corriendo de inmediato. -Eh, eh, ¿qué está pasando aquí? ¿Acaso habéis perdido la cabeza? -Sin más contexto, para Asis, lo que había ocurrido allí es que la misteriosa mujer la había emprendido a golpes con uno de sus compañeros. -Chicos, chicos, calmaos -dijo, mientras apoyaba su mano en el hombro del hombre que lloraba. -Saldremos de aquí, pero solo si mantenemos la calma, y no gastamos nuestras energías en esfuerzos inútiles.
 

Escaleras a lo desconocido

Diana reprimió un grito de asombro cuando la cúpula se iluminó. No había esperado ni en toda su vida hallar un descubrimiento como aquel. Había todo lo que podía uno imaginar. Casi parecía la escena de una película de aventuras. Este tipo de cosas no pasaban en la vida real.

Sin embargo una puntada de duda no cesaba de arremeter contra sus sentidos ¿Que significaba todo aquello allí? ¿A que personalidad del antiguo egipto podía pertenecer todo aquello? ¿Por que guardar el tesoro tras una pared falsa pero dejar el sarcófago fuera a la vista? Al fin y al cabo el bien más preciado era el propio difunto por todo lo que sabían sobre el antiguo Egipto.

Sacó la cámara y empezó a hacer fotos a la cámara del tesoro aún con aquella multitud de dudas planeando sobre su mente. Después también tendría trabajo que hacer escribiendo todo aquello que había ahí. Sin duda iba a ser un día extremadamente largo.

Estuvo apunto de gritar cuando la profesora Ashcroft se aproximó al libro. No sabía porque pero le había dado aquella sensación. Si la profesora cogía el libro ¿sería ella una ladrona? o ¿no lo serían hasta que salieran de allí? Diana sacudió la cabeza. Aquella tonterías antiguas ya empezaban a afectarle, sin duda era de la emoción y del estrés de estar allí bajo tierra. Además ¿quien era ella para gritarle a la jefa de la expedición?

Dio un suspiro "Todo irá bien Diana, ya verás" Se repitió mentalmente mientras continuaba haciendo fotos a las maravillas que guardaba la bóveda.