Partida Rol por web

Año 1870. Texas.

Tric, trac, tric, trac.

La rueda de la carreta tirada por cuatro caballos repiqueteaba a cada metro rodado que avanzábais.

El Llano Estacado era parte de las Grandes Llanuras, entre la frontera de Texas y Nuevo México. Un terreno semiárido, plano y a cierta altura. Una especie de meseta "infinita", sin árboles, donde el peor enemigo era el tórrido sol. La única compañía aparte de serpientes por doquier eran las aves que sobrevolaban siguiéndoos la pista bajo el sol y otras alimañas aún no vistas. Y pronto llegaríais a Honey Creek para entregar a Dan.

Aquella carreta era conducida en el pescante por el viejo Martin, un tipo de avanzada ("sesentaitantos"), un conductor de diligencias (entre otros oficios de su vida), con pelo, bigote y patillas canosas, carta curtida y moreno de tantos viajes y un pañuelo inseparable rojo sobre su cuello y pecho.

Realmente atrapar a aquel tipo había sido un golpe de suerte. El final de Dan Harlan, ahora maniatado y compañero de viaje, había sido digno de contar... o más bien de omitir: un cuatrero de gran fama en Texas durante años había sido atrapado por un muchacho de apenas dieciocho, una mujer escritora de novelas (que conocía mejor una pluma que una culata) y un pistolero que antes parecía tener algún que otro escrúpulo añadido.

Dan Harlan.

Apenas hubo lucha (ni siquiera un forcejeo). Tampoco un tiroteo (le sorprendieron en mitad de la noche). Suerte que sus compañero no estaban allí, con él. ¿El motivo? Sólo el lo sabía, por supuesto.

Ahora miraba a ahora Meredith de abajo a arriba, sonreía al chico y apretaba los dientes cuando William le devolvía la mirada.

Tric, trac, tric, trac.

Las ruedas de la gravilla aplastaban esos terrenos semiáridos y a cierta altura. Y Dan Harlan resoplaba con el rostro feliz.

-¿Te gusta lo que ves? -pregunto con cierto desafío en la voz, al criminal que se sienta frente a mí. Le sostengo la mirada unos segundos, no demasiados. Me inquietan sus formas, la suficiencia de sus gestos, la arrogancia de su sonrisa. Se muestra seguro y sereno. Demasiada seguridad para un preso. Y yo no puedo evitar el nerviosismo causado por sus ojos, por el calor agobiante, las malditas moscas, y el traqueteo y los saltos de la diligencia. ¿No estaría mejor con mis amigas tomando el té allá en Nueva York?

Me respondo a mí misma que no. El salvajismo y libertad que ofrece esta tierra no lo encuentras en parte alguna. Quiero regresar a mi hogar y a la vez deseo demorar más este viaje. Es una contradicción presente desde que inicié esta arriesgada aventura.

Escribo en mi cuaderno. Notas de mis emociones, de las conversaciones mantenidas con mis compapñeros. Descripciones del paisaje infernal y a la vez hermoso que recorremos como si no tuviese un final. Dios mío, el sudor me cae a chorros, me abanico con el sombrero, o me libero de los botones superiores de la camisa. Pero ahí está de nuevo esa socarronería de Dan. Maldito sea.

Menos mal que voy con tres hombres decentes. El conductor lo parece. Thomas también, lo ha demostrado durante toda nuestra aventura juntos. Y William…Ya se algo de su pasado. No es…o no fue trigo limpio. Y ahora…Es de esas personas que aprovechan la ocasión sin excesivos escrúpulos. O esa impresión me da. Al menos, ha sido leal hasta ahora. La recompens por Dan vale esa lealtad, por supuesto.

Y yo tengo una increíble historia que contar a mis lectores. A toda la costa Este.

Si no fuera porque se lo prometí... te borraba esa sonrisa del rostro, hijo de...

Es imposible evitar notar como la mujer se inquieta por las formas de ese criminal

- No le hagas ni caso, ni caso... - le digo a la mujer - la gente como él siempre juega a eso, son faroles como en el póker - explica muy seguro de si mismo, aunque no tarda en desviar la mirada a Brown esperando un poco de apoyo. De algún modo necesitaba que a él tampoco le preocupara

La captura había sido muy fácil, demasiado. No encajaba en el historial de Dan Harlan, demasiados años cuidadoso y fuera del alcance de la mano de la ley. Suerte, tal vez, pero no, la experiencia le había enseñado, con duras lecciones, que la suerte no existe en estos casos. Era más que probable que en estos momentos sus hombres estuviesen siguiendo sus huellas, o incluso ya les estarían observando y preparando una emboscada en el lugar adecuado. Pero no, no iba a ponerse a mirar por los alrededores, eso daría mucha más información de la que podían permitirse dar. Aun así, iba vigilante y con la mano lista para llegar a su revolver en un instante.-Tranquilos, ahora mismo, no hay mucho que nos pueda hacer.-Lo digo, para tranquilizar a mis compañeros. Un extraño grupo el que nos hemos reunido en esta ocasión, una periodista que parece un poco fuera de lugar y de su zona de confort. Con ganas de vivir experiencias intensas que luego pueda plasmar en una novela. Y un joven chico, poco más que un adolescente, movido por las ganas de venganza y además de paso cumplir con la última voluntad de su padre.

Su caballo ya había descansado lo suficiente, así que volvió a montarlo otro rato. Era el mes de agosto, mucha calor en una zona árida y polvorienta como aquella. En el caballo se sentía mucho más cómodo, pero tenía que dejar descansar un poco al animal, no quería que estuviese cansado, quien sabe cuando podría necesitar todas sus fuerzas. Aprovecho para echar un trago de agua tibia de la cantimplora, no refresca, solo es un acto reflejo para no deshidratarme y que no se agrieten mis labios.-La jornada será larga y calurosa, beber un trago de agua de vez en cuando, y darle un poco a nuestro prisionero.-Y continuo la marcha cerca de ellos, escuchándoles y sin perder nunca de vista los movimientos de Harlan, es sencillamente demasiado peligroso como para bajar la guardia.

-¿Te gusta lo que ves? 

Sí, señorita: nunca está de más ser acompañado por una belleza -respondió jocoso Harlan-.

Su bigote se movía mientras sonreía  la chica, pero también por el traqueteo de la diligencia. Dan aguantaba la mirada cargada de rabia (y con razón) de Thomas. Sus manos seguían bien atadas.

Asi que tu eres el muchacho del ranchero... -le dijo a Thomas, pero ahora más serio-. Siento mucho lo que pasó -añadió-. ¿Ya que tú debes ser su hijo, no? Sólo la mirada de un hijo golpea tanto como la tuya... Te diré algo: Jim, uno de mis chicos, fue quien acabó con él, te lo aseguro. Aquella bala no la disparé yo... -el rostro de Dan no tenía ahora mismo ningún ápice de sarcasmo, ironía, malicia o diversión. Thomas lo pensó un instante, y ante aquel tumulto de maleantes ocupando su rancho recordó que no vio al ejecutante de la bala fatídica-. A quien maté fue únicamente al propio Jim por desobedecerme: le dije que nada de muertes en aquel golpe. Sólo íbamos a robar unas reses. Tu padre no debía haber muerto.

Luego miró a la ventana, mirando a William, que ahora cabalgaba en su montura, como en paralelo a la propia diligencia.

Prefiero no responder a este bandido. Disimuilo escribiendo en mi cuaderno, de vez en cuando miró su cara, su aspecto. También echo un vistazo por la ventanilla hacia William, cerciorándome de que sique ahí. ¿A dónde iba a ir? Supongo que son los nervios del viaje.

Cuando responde a Thomas, sí que intervine.

-Señor Harlan, todo acto tiene su consecuencia. Si usted y los rufianes de su banda no preparan ese asalto, el padre de Thomas seguiría vivo. -Me esforcé por mantener su mirada- No puede escudarse en que fue otro quien apretó el gatillo. Además, que tal vez mienta. Lo cual no sería nada raro -me arriesgué a añadir.

La verdad es que en el fondo me interesaba hablar con este ladrón y asesino, una entrevista para mi periódico. A la gente le gustaba el morbo.

-¿Me permite unas preguntas? ¿Existe una señora Harlan? Siento curiosidad. No debe de llevar muy bien su vida  criminal, pero imagino que no la hay. ¿Se dedica solo al robo de ganado o qué más fechorías ha cometido en su vida? Hablar conmigo le sentará bien para espiar sus pecados o al menos para hacerlos más llevaderos.

La sombra de la duda llegó por un momento a los ojos del joven Thomas, pero como había dicho la rubia: sin robo, no hay accidente. Todos los cuatreros merecían la horca, por intentar apropiarse del trabajo de toda una vida... en apenas unas horas.

Prestar atención a la entrevista de la mujer prometía ser lo más entretenido en las próximas horas. 

En su caballo era como más a gusto se sentía para viajar, aunque no había que perder mucho tiempo de vista a Harlan, no la fuese a liar. Así le daba un poco el aire, respiraba mejor y podía observar el entorno mientras estiraba las piernas. Escucho como Harlan comenzaba a hablar demasiado, y pensó que tal vez sería mejor darle un trago de agua y taparle la boca, para que no altere al chico. Pero de momento lo dejaría estar, tal vez se le escapaba alguna cosa importante, una pista, nunca se sabe. Había que estar atento en cualquier momento podían caer en un emboscada, puede que los hombres de Harlan no estuviesen muy lejos.

Thomas miraba a Dan sin decir nada. Le molestaba que su padre hubiera sido mentado por aquel tipejo (lo cual era lógico). Sin embargo, fue Meredith quien trató de sacar ventaja de aquel hecho.

Lo siento, señorita. No creo que hablar con usted en estas condiciones -levantó un poco las manos, dando a entender que llevar las muñecas atadas no era lo propicio- sea lo más acertado. Tal vez en otra situación podamos hablar. Asi que... esa curiosidad tendrá que esperar. Lo único que puedo decirle es que no hay señora Harlan... "Esta vida" no da para eso, ni para otra muchas cosas...

La diligencia entonces comenzó a atravesar una zona algo más montañosa. Una falda de un pequeño cerro afilado, para ser más exacto. Un camino polvoriento y dibujado con dos líneas casi paralelas marcaba el recorrido que cualquier vehículo o montura debía atravesar al cruzar esa zona del Llano Estacado.

William estaba atento al entorno, poniendo su vista alrededor de la carreta; pero al mismo tiempo tenía su oído colocado en la banal y escasa conversación que Dan, ahora un poco vencido, ofrecía. Entonces habló Martin desde el pescante.

¡¡Allí!! -señaló hacia delante, en una dirección oblicua, falda abajo-. Señor Brown, mire allí, aquella polvareda.

Efectivamente, un levantamiento de tierra debía haber provocado, unos trescientos o cuantrocientos metros más adelante, aquel nubarrón de tierra levantada. William, entonces, pudo observar que una pequeña sombra se acercaban transversalmente a la diligencia, cruzando el terreno oblicua y ascendentemente.

¡Alguien viene señor Br...!

¡¡BAAAANNNGGG!!! -El conductor de diligencias, a quien le habíais tomado cierto aprecio, cayó redondo al suelo, pues una bala le golpeó directamente en su frente. El cuerpo ahora sin vida de Martin se inclinó hacia delante y después se venció hacia el lateral, cayendo al suelo. Rodó unos metros falda abajo. Entonces los caballos se encabritaron un poco asustados y sin guía... La carreta, dada la inestabilidad del terreno, fue tirada por los animales de una manera rápida y sin conducción... ¡¡Y comenzó a volcar!! ¡¡PAFFFF!! En unos segundos, la diligencia quebró una de sus ruedas al tomar una gran roca del camino, y después se venció y volcó definitivamente con tres ocupantes dentro...

Estaba claro. Tú habías puesto tus ojos allí, y sabías que aquella polvareda escondía a cinco jienetes. Sobre sus cabezas se dibujaban sombreros de ala ancha, por lo que no podían ser Apaches o Comanches. Muy pronto alcanzarían vuestra posición.

Me decepcionó su respuesta. Se lo dije – La verdad, no creo que se de otra ocasión mejor que esta. Difícilmente va a estar usted sin esposas. -sonreí con esa sonrisa cautivadora que ponemos las chicas cuando queremos algo.- Puedo hacerle famoso. Puede explicar sus motivos, el porqué de su carrera delictiva. Una expiación a sus fechorías. Piénselo. ¿Quién conoce su historia? Ahora tiene la oportunidad de que la conozcan miles de personas.

Miré a Thomas. Y también la tuya y la de tus padres. La gente del este debe de conocer la rudeza de estas tierras y la fortaleza de la personas que con el sudor de su duro trabajo están enriqueciendo y engrandeciendo este maravilloso país.

Tiro de mi labia a ver si obtengo respuesta positiva. Y poco más puedo hacer antes de que me sorprenda el disparo. Sin tiempo para reaccionar, me vi dando tumbos y golpes dentro de la diligencia.

Sin tiempo siquiera para hilvanar un pensamiento coherente.

Como se temía, el viaje no iba a resultar tranquilo, no sería tan fácil. Cuando el terreno se volvió algo escarpado, vieron una nube de polvo, jinetes, y seguro que no eran amigos. Muy pronto salió de dudas, un certero tiro acabo con el viejo Martin, la diligencia quedó fuera de control y pronto volcó. Esperaba que sus tripulantes no hubiesen sufrido grandes daños, el golpe no fue demasiado fuerte, estaba claro que los atacantes no querían arriesgarse a que Harlan saliese mal herido. Pudo distinguir a cinco jinetes, poco o nada se podía hacer contra ellos, aun así no se podía dar todo por perdido tan pronto. Primero aviso a sus compañeros:-Vienen cinco jinetes, prepararos para su llegada.-Busco una cobertura desde la que esperar la inminente llegada de los jinetes, tal vez una roca que me permita cubrirme. Rápidamente bajo de mi caballo y me pongo a cubierto. Y me preparo para disparar a estos jinetes cuando les tenga a tiro.

La situación no era favorable, pero tendría que oponer toda la resistencia posible, a saber que harían estos tipos con ellos, si les capturaban con vida. El pobre Martin, había sido su primera víctima, y no le habían dado ninguna oportunidad, a la distancia que le habían dado, dejaba bien claro que había alguien que sabía utilizar muy bien el rifle.

¿Cinco jinetes? Maldito sea...

Puse todo mi empeño en salir lo más rápido de lo posible para hacerme con las riendas de mi caballo, atado a la diligencia probablemente no pudiera haberse alejado... ¡más me valía! tenía que recuperar mi rifle de las alforjas si había que plantar cara a esos desgraciados.

- Señorita Moon, no lo pierda de vista por Dios... - porque lo que nos faltaba era que el dicho Dan Harlan saliera de allí corriendo

A Dan no le dio tiempo responder a aquel ofrecimiento sobre ser el protagonista de su propia historia bajo la pluma de Meredith, puesto que el ataque y el vuelco de la carreta fue inminente. Thomas cayó hacia delante, aplastando un instante a Meredith y a Dan, cuyos cuerpos también volaron en el interior del estrecho habitáculo de la diligencia.

Instantes después, el joven ranchero y la escritora (quienes no parecieron sufrir rasguño alguno), observaron que Dan Harlan se había golpeado la cabeza, pero estaba bien (tan sólo sangraba). Seguramente, lo más lógico sería tratar de salir de allí, intentando abrir la puerta atascada* de la caravana (la cual había sido golpeada, pero no quebrada).

Mientras tanto, William se apeaba de su montura y se escondió en una roca, preparando ya sus armas. ¡¡Bang!! Otro disparo golpeó dicha cobertura, y la bala restalló haciendo polvillo parte de la roca, haciendo notar al pistolero que sabían dónde se ocultaba. Mientras tanto, escasos segundo después, los cinco jinetes llegaron; sin embargo uno de ellos quedó atrás, como observando el quehacer de los otros cuatro mientras se encendía con sorna una especie de cigarro de liar. Los otros cuatro se aproximaban hacia la carreta y hacia William mientras disparaban.

Los puntos amarillos sois vosotros. Los rombitos rojos, los atacantes (cuatro de ellos rodeando vuestra situación)

Las cosas se estaban poniendo muy feas y muy rápido. Además de los cuatro jinetes que se les estaban echando encima, había un quinto con un rifle. Antes de ser rodeado, se retiraría hasta la caravana para usarla de parapeto, y tal vez ayudar a sus compañeros de viaje. Pero antes del movimiento, un disparo al más cercano. Le doy, pero solo ha sido un maldito roce y trato de cubrirme con la caravana.-Rápido, no hay tiempo que perder, nos están rodeando.-

Dios santo. Qué golpes. Ay. Me muevo un poco tratando de incorporarme cuando oigo otro disparo y por instinto me agacho. Pero estamos dentro de la caravana.

-Thomas, Thomas, ¿estás bien? le apremio.

Necesito unos momentos para que mi cerebro se estabilice. ¡Una emboscada! ¿Los hombres de Harlan? Tiene pinta de eso. Por ese motivo estaba tan tranquilo. 
Me entra mucha rabia, desenfundo, sin saber muy bien lo que hago ni lo que podré hacer.  Y de puro enfado le propino un golpetazo con mi arma en la cabeza, en la sien, con intención de dejar inconsciente a Harlan.

Demonios, ¿qué he hecho? Me digo después de la repentina acción. 
Intento luego salir de la diligencia, con extrema cautela. Se oía tiroteo. ¿William? Oh, dios mío...

No puedo evitar una media sonrisa cuando veo a la mujer agrediendo a Dan, esta vez no es a mi a quien podrían acusar de "animal" por atacar a un hombre atado. 

En cuanto consigo salir de la carreta preparo mi rifle para plantar cara a esos desgraciados, aprovechando la carreta para encontrar algo de cobertura y de ser posible no perder demasiado de vista al malnacido. 

- De momento... - le concedo a la mujer

Debía ser la primera vez en mucho tiempo que me alegraba de ver a una mujer empuñando un arma.

Meredith golpeó con la culata del Derringer, un alma completamente de bolsillo, y de dimensiones muy pequeñas. En el golpe sonó un ¡Ughhh! que exhaló Harlan, pues aquella culata no era lo suficiemente ancha como para hacer caer incosnciente a un hombre, y menos estando tumbados dentro de una carreta...

¡Maldita desgraciada! -gritó el cuatrero-. Entonces Thomas salió de allí y preparó tras la carreta su rifle. Después lo hizo Meredith pensando en el peligro en que podía estar William.

Una vez fuera, ambos vieron detrás del parapeto de la diligencia cómo William comenzaba el tiroteo con aquellos tipos.

El pistolero disparó a uno y luego trató de moverse hacia atrás, retirándose hacia la parte donde estaban sus compañeros.

Ataque (a AS1): 17 vs 12. Daño: 2.

¡¡Bangg!! Un disparo certero le golpeó rozándole en un hombro al hostigador más cercano. William echó a correr entonces hacia atrás, y una ristra de disparos comenzó a viajar hacia él.

As1 y As4 (trabado)
As2: 14 vs 15 (+2 por Roca): sin daño.
As3: 10 vs 15 (+2 por Roca): sin daño.

A dos de los fulanos se les trabó el arma, y por más que apretaron el gatillo de sus revólveres éstos estaban encasquillados. Los otros dos dispararon a William, pero golpearon en la roca. La verdad es que no tenían muy buena puntería... El tipo que ahora fumaba un cigarro en la distancia, el del rifle, tomó dicha arma y comenzó a prepararse para atacaros en el turno siguiente. Finalmente William regresó tras sus compañeros, tras la carreta, pues Meredith y Thomas ya habían salido de ella. Todos los fulanos siguieron disparando al pistolero, pues aún no habían visto a Meredith y Thomas en la escena.