Partida Rol por web

Apenas había pasado una semana desde que el grupo se encontró a Em. La habían escondido por turnos en casa de todos, aunque donde más fácil era que pasara desapercibida era en casa de Hannah. Entre todas sus hermanas, una más no desentonaba, ni para los vecinos, ni para los otros niños. No sabrían decir si Em era otra hermana o si era amiga de alguna de las chicas de su casa.

Es ahí donde se encontraban, en el jardín delantero de Hannah. Sus hermanas les rondaban y molestaban, haciendo volteretas y riéndose cuando caían sobre la hierba mullida. Sus padres estaban bebiendo una limonada, con el resto de vecinos y tratando de organizar algunos eventos para la feria del melocotón, que sería dentro de un mes y que era un gran evento en el pueblo. En Romeo no había muchas cosas, por lo que la feria del melocotón y todas las actividades que se organizaban, era lo mejor que pasaba en todo el año.

La madre de Hannah había repartido limonada a todos. Em ponía caras con la acidez de la bebida. La chica no había hablado mucho de dónde venía, o de sus padres, o de los hombres de negro. Se iba soltando poco a poco y tenía algo más de conversación, pero se estresaba si la bombardeaban a preguntas.

No parecían buscarla por el pueblo, pero en algún momento todos habían sentido la sensación de ver por el rabillo del ojo uno de esos coches negros. Puede que fuera algo de paranoia o que simplemente fueran la misma cantidad de coches que ya circulaban antes por Romeo.

La tarde estaba comenzando y el grupo se había reunido con sus bicis para decidir dónde irían esa tarde a jugar, a descubrir, a investigar o a buscar un tesoro. El pueblo entero estaba a su disposición.

Em seguía tratando de no poner caras con cada sorbo a la limonada. Mordisqueaba una de las famosas galletas de chocolate de la madre de Hannah para balancear. Un poco de dulce, un poco de ácido. Sus ojos miraban curiosos a las hermanas de Hannah y sus volteretas.

No había vuelto a causar ningún fuego como aquel día en el bosque, los chicos aún pensaban que quizás pudo ser casualidad, porque tampoco hablaba de ello.

-Más, por favor- pidió más limonada, extendiendo su brazo y mostrando su vaso ya vacío.

Hannah se había presentado en el jardín con su libreta de dibujo y los lápices de colores después de haber terminado los deberes de verano. Hacer los deberes quería decir que había arrancado las dos páginas que le tocaban en el día y había montado dos barquitos de papel, que esta vez colocó en una repisa atestada de trastos en el garaje de la casa. Ya disponía de toda una flota pirata distribuida por las diferentes habitaciones, algunos ya hundidos.

Ahora, corría de aquí para allá, saltaba, intentaba volteretas, reía y bebía limonada o se zampaba galletas de chocolate, su cara sucia de churretones.

-Vale, toma, Emily -no se acostumbraba a llamar Em a Em. Le llenó el vaso hasta arriba y salpicó. -Está rica, eh. Ven, que te enseño el hula hoop.

Vio que sus amigos aparecían poco a poco -¡Llegáis tarde! Os he guardado galletas y limonada.¡Corred, que nuestra amiga se la bebe toda!

La hierba de la casa de Hannah era más mullida que la del estadio. Alex jugaba con las hermanas, todas intentaban placarle y acababan rodando por la hierba. O intentaban sujetarle para que no llevara el balón a la meta...sin éxito. Todo entre risas, porque Alex sabía que las niñas no eran tan fuertes (ni tan gordas) como sus compañeros. 

De Em o con Em no hablaba mucho. No se le daba bien mantener un secreto, él único que tenía de verdad era los del cuaderno de tácticas de su equipo y uf... era difícil. Por ello, en boca cerrada no entraban moscas. Y además... además los adultos no le prestaban mucha atención, con lo que todo bien. 

Eso sí, ahora no podía quedar con otros niños. Porque eran los que no se habían ido de vacaciones y porque la aventura les había unido de alguna manera. De todas formas, le caían bien. 

—Limonada —Se acercó a recibir su vaso. Los padres de Hannah debían haber sacrificado un limonero. O un par de botellas de fanta— Dale a Em que tiene sed. ¿Has visto? Tus hermanas lo intentan pero no pueden pararme. 

Todavía tenía una enganchada al tobillo. Tocó con el balón la cabeza de la chica. 

La limonada en casa de Hannah era otra de esas cosas que sabían a verano con la pandilla, lo que siempre le subía los ánimos a Mike. Pedaleaba con fuerza para llegar a casa de la chica, porque al fin había terminado de repartir los encargos que le tocaban. El resto del día estaba libre y pensaba aprovecharlo a tope. Además, tenía ganas de saber qué tal estaba Em y si todo iba bien con su nueva "amiga secreta".

—¡Perdón, perdón! —rió cuando Hannah le reprendió por su tardanza. Cogió el vaso que le tocaba y dio un buen trago, cerrando los ojos con fuerza al notar el sabor agradablemente ácido—. Cada año os sale más buena, Hannah. Y se ve que Em ya lo ha descubierto, ahora tendremos que competir también con ella por un vaso.

Se rió al ver cómo aquellas chiquillas intentaban detener a una fuerza de la naturaleza como Alex. Aunque era una batalla perdida, parecían estar pasándoselo bomba. 

—¡Vamos, chicas! El público está con vosotras, ya casi lo tenéis.

Se acercó al resto de sus amigas y las saludó con una sonrisa que dejaba claro lo contento que estaba de haber llegado al fin.

—¡Hola! ¿Todo bien? Buah... tengo unas ganas de que vayamos a algún sitio juntos, que no os hacéis una idea. Estoy cansado de pedalear sólo para entregar cervezas. Hola Em, ¿cómo estás?

Sabine llevaba un rato allí, pero después de saludar se había distraído observando una hilera de hormigas. Al final había terminado dándoles pedacitos de galletas mientras las seguía a gatas, intentando averiguar dónde estaba el hormiguero del que salían tantísimos bichos. Pero aquella distracción se esfumó de repente en cuanto oyó la voz de Mike. Se puso en pie de golpe detrás del seto donde había acabado y se pasó una mano por las rodillas que tenía llenas de restos de hierba y tierra. Llevaba unos shorts vaqueros y una camiseta que le quedaba algo ancha con un estampado verde hippy que había hecho en una actividad de los scouts.

Se acercó correteando hasta el sitio donde se estaban juntando los demás. Por ahí por el suelo estaba su bici, que había dejado abandonada nada más llegar. La mochila imprescindible para la supervivencia la tenía puesta en la espalda, nunca se la quitaba. 

—¡Hola! —exclamó, con las mejillas algo sonrosadas y sacudiendo la cabeza de un modo que hizo oscilar sus dos trenzas.

Alargó la mano para coger un vaso de limonada y una galleta. 

—¿Sabíais que las hormigas se comunican entre sí? —preguntó, aunque no era una pregunta de verdad, porque se puso de inmediato a contárselo, quisieran o no—. Se frotan las antenas y además envían exploradoras desde el hormiguero. Dejan un rastro cuando encuentran algo de comer, así luego pueden ir todas las demás en fila, por eso hacen esos caminitos. Y también pueden hacer puentes y trabajar en equipo. Además, levantan hasta cincuenta veces su peso. 

Terminó su discurso dándole un buen mordisco a la galleta. 

—¿Qufé vamofs a hacfer hoy? —preguntó, mientras se la comía, tapándose la boca con la mano.

Elodie había visto pasar los días traciturna, más de lo normal, entre las paredes del sótano que le hacía las veces de guarida y dormitorio. Sus padres habían puesto inconvenientes con su decisión, pero con el tiempo fueron cediendo, o resignándose, y su exilio en el subsuelo había acabado convirtiéndose para ellos en un mal menor. La economía familiar tampoco daba para psicólogos, aunque sí para medicación. Si bien la niña había encontrado la forma de hacerles creer que tomaba aquellas pastillas que de hacerlo le embotaban la mente e idiotizaban. De esta forma que desde hace meses, las píldoras de Clormipramina se habían estado yendo por el desagüe a través del retrete. Todo era un complot. 

Si que le había parecido ver en más de una ocasión movimientos sospechosos de coches y hombres trajeados, por lo que estar tan expuestos en el jardín no le resultad del todo cómodo. Tampoco había aceptado la límonada de la madre de Hannah, bajo el pensamiento de una más que factible (para ella) colaboración entre padres con limonada adulteradas con drogas.

- ¿Y por qué no hablamos en otro sitio mas... - miró alrededor un poco estresada - ... menos visibles? No creo que estar en mitad de la calle sea lo más seguro del mundo... - porque ella no quería hablar de juegos, quería hablar de aquel dichoso laboratorio y de lo de Em.- Para hablar de... eso. - para ella estaba muy claro.

― Sí, sí, perdona. Pero a cambio te traigo unas gominolas, toma -le dije a Hannah, tirándole una bolsa de chuches que había pillado en la gasolinera antes de salir, esquivando la despistada mirada de mi hermano-. He tenido que hacer un poco de trampa para escaparme.

Mi hermano cada vez estaba más pesado con que debería hacerme más cargo de la tienda ahora que no tenía clases, pero por suerte era tremendamente fácil escapar de su vigilancia. Aún no había terminado de procesar lo que fuera que ocurrió el día que conocimos a Em, pero sin duda tenía claro que era más importante que vender tabaco a camioneros. Me reí ante las muecas de la chica al beber limonada, y al ver a Alex jugar con las hermanas de Hannah, y con la información tan detallada de las hormigas de Sabine… Pese a los osos, las casas encantadas, los estúpidos Kirby y sus hombres de negro, estaba siendo un muy buen verano.

Pero Elodie le dio un punto lúgubre a nuestra reunión, recordándome que no todo era tan normal como hacíamos ver de cara a los adultos.

― Oye, eso es Em y es de mala educación que le hables así. Ahora es nuestra amiga ―contesté frunciendo el ceño, pasando por alto que yo fui la primera en hablarle así en su momento. Pero eso estaba en el pasado―. Igual sí, podríamos ir a dar un paseo como dice Mike y… Hablar y eso. ¿No?

La tarde estaba avanzando, perezosamente y con las limonadas fresquitas. Los chicos estaban decidiendo dónde ir cuando vieron llegar corriendo a uno de los vecinos de Hannah, Thomas Greyson. El señor Greyson trabajaba en el banco local y tenía un par de hijos más grandes que todos los amigos. El mayor de ellos estaba en el último año de instituto y tocaba en una banda, decían que Robert Greyson era el mejor guitarrista que se había visto en todo Romeo.

Thomas llegó de forma tan apresurada, que hasta las hermanas de Hannah dejaron de dar volteretas y le prestaron atención curiosas. Se acercó al grupo de padres, que dejaron de inmediato todo lo que hacían y fijaron su mirada en él.

-Ey, ¿estáis libres?- preguntó mirando a los hombres. -Se ha perdido una familia en el bosque y el señor Holiday está buscando gente para la partida de búsqueda antes de que anochezca- informó algo apresurado por los motivos. -Podemos ir en mi camioneta.

Los hombres de inmediato se levantaron para seguir al señor Greyson, repartiendo besos a sus mujeres y prometiendo volver antes de la cena si era posible.

Se perdía siempre gente en el bosque, muchos no salían, pero una familia entera y si había niños, era una necesidad ir a buscarlos cuanto antes. El grupo de amigos bien sabía que en los bosques había animales salvajes, aparte de las historias que contaban sobre duendes, hadas y demás criaturas de las que hablaban los indígenas Chippewa. Seguro que Elodie estaba más puesta en el tema, con todo lo que leía en la biblioteca local.

-Hola- Em saludó de vuelta y prestó atención de inmediato a las palabras de los adultos. Parecía también inquieta por lo que decían de ir al bosque y la familia perdida. Luego miró a sus nuevos amigos expectante. -Vamos al bosque...- añadió sin bajar el tono de voz, ni esconder sus intenciones de los adultos, cosa que no había aprendido a hacer en estos días tampoco.

Bailando con el hula hoop, Hannah se miraba con cara de perplejidad a sus hermanas tratando de derribar a la torre aquella que era Alex -Son un poco tontinas -¿La morena de las gafas era su hermanastra del segundo matrimonio de su madre o del tercero de su padre? Y la pequeñaja de las trenzas...ni idea ya.

-Hola, Elodie, ¿y tu gorro antireptilianos? Toma una galleta.

Paró de darle al cuerpo cuando MJ le lanzo los chuches -¡Ositos! ¡Qué bien! ¡Gracias! -Abrió con fuerza la bolsa, se le rompió demasiado y los chuches se desperdigaron por el césped. Sus hermanas y otros niños se arrojaron a picotear como gorriones. Luego se guardó lo que quedaba de la bolsa y se fue a por más limonada para Mike y Sabine. -Tú podrías ser la exploradora -le dijo, y se puso a imitar a una hormiga con sus dedos en la cabeza en plan antenas.

Después se formó un revuelo con eso de la familia perdida. Hannah no se sintió emocionada por la perspectiva de meterse en el bosque esa tarde, estaban de fiesta y pasándolo bien. Y seguramente no es que se hubiesen perdido, es que no querían salir. ¿Por qué la gente se metía en los asuntos de los demás? ¿Por qué le insistían en aprender ese montón de cosas aburridas en el cole si ella solo quería dibujar y tomar el sol? 

Hasta Emily quería ir al bosque- A lo mejor se los ha comido aquel oso tan grandote, ¿no? bueno, no creo, era muy pacífico. Don Osito Goloso. A lo mejor nos lo encontramos si vamos otra vez. Le llevaré galletas y limonada.

Hannah tenía bastante claro que sus amigos no se resistirían a una nueva aventura.

-¡Bailando con osos, wuoooo!

Otra vez se había perdido alguien en el bosque. Aquello era una rutina en Romeo. La gente ya sabía cómo organizarse para ir a buscar. Había que arrimar el hombro. Por otro lado eso seguramente haría que la salud cardiovascular de los habitantes del pueblo fuera mucho mejor, pero eso era algo muy lejano de la mente de Alex. 

Alex marcó por fin en la meta imaginaria y logró desembarazarse de todas las niñas, que acabaron por la hierba riendo. Una vez las hermanas de Hannah estuvieron lejos, ya se acercó a hablar con el resto. 

—Si vemos al oso haremos lo que diga Sabine —dijo un poco a la defensiva a Hannah. Él no era muy listo pero lo que  sí sabía que había gente que hacía planes buenos y lo mejor era seguirlos, como su entrenador o Sabine en el campo—, nada de gominolas. 

—Porque vamos al bosque, ¿no? —Quería volver a montar en bici, dar una vuelta, y encontrar a la familia perdida. Otra familia más. Es que no aprendían. 

La llegada del señor con bigote rompió todo el ambiente. Al verle llegar tan apresurado por un momento me asusté, y me puse delante de Em como para que no la viera. Suspiré de alivio al escuchar que no venía por nosotros, sino a buscar ayuda para ir al bosque. Vi en silencio cómo los adultos se marchaban con él, y cuando me giré hacia mis amigos me sorprendió escuchar a Em proponiendo ir al bosque.

― Vaya, no te lo has pensado mucho, eh. Si aparece de nuevo el oso esta vez tenemos algo mejor que el azúcar. Ya sabéis. Fuuuush -dije, alzando las manos como si pudiera escupir fuego por ellas.

La decisión ya parecía tomada, así que me acabé mi vaso de limonada y agarré una galleta más para el camino.

Mike sonrió ante la exhibición de conocimiento de Sabine. Había tardado menos de lo que el chico había esperado en mostrar sus dotes de scout.

—Cincuenta veces su peso, wow... —repitió con una sonrisa—. La próxima vez que mi madre me haga cargar una caja gorda, me acordaré de las hormigas para motivarme.

Estaba a punto de dar la razón a Elodie y MJ sobre hablar en un sitio más privado, cuando llegó el señor Greyson y lo que les contó le borró la sonrisa de la cara a Mike. Otra vez campistas perdidos... Y además, Em no dudó en decir que fueran al bosque.

—¿Tú también quieres buscarlos, Em? 

Asintió a la niña y a Alex. No era divertido recorrer el bosque en busca de gente perdida, pero no podían irse a pasarlo bien sin más en aquella situación. Y menos si había niños entre los extraviados.

—Pues venga, en marcha. Cuanto antes empiece la búsqueda, antes aparecerán. Ya nos iremos después a algún sitio más divertido.

Copió a MJ y cogió un par de galletas para el camino. Ojalá encontrasen a aquella familia pronto. Al menos en esa ocasión no iban solos. Si aparecía algún oso como la última vez, se lo pensaría dos veces antes de enfrentarse a una multitud de adultos.

Sabine sonrió al ver que su charla sobre hormigas había impresionado a Mike y el rubor de sus mejillas se acentuó un poquito más mientras asentía con la cabeza. 

—Son súper súper fuertes —aseguró—. Hacen cosas increíbles. 

Estaba a punto de empezar a dar más datos sobre esos bichos cuando vio que lo que pasaba con los adultos y se quedó callada escuchándolos mientras se comía la galleta. Se giró para mirar a Em con un pestañeo cuando intervino y asintió, convencida. ¡Una buena scout no podía dejar a una familia perdida en el bosque y no ayudar a buscarlos!

—Sí, vamos, tenemos que ir —dijo, pero algo en las palabras de Hanna le puso los pelos de punta. Por suerte Alex intervino con algo de sensatez y Sabine alzó un dedo en advertencia—. ¡Nada de darle comida al oso si lo vemos! Escapamos por los pelos la otra vez. Hay que tener cuidado. 

Se bebió la limonada de dos tragos y se fue correteando a por su bici. ¡Lista y preparada para una nueva aventura!

Elodie puso cierta cara de apuro por la regañina de MJ. Con "eso" no se refería a Em, sino a la situación en general. No pudo evitar dirigir una mirada a Em, rogando porque el malentendido no hubiera llegado a sus oídos y haberla ofendido de alguna forma. No es que fuera demasiado sensible a las normas de cortesía y las ofensas... pero no quería enfadar a su nueva amiga con super poderes. 

Hubiera intentado aclarar con MJ, si el señor Greyson no hubiera irrumpido de aquella forma y con semejantes noticias. Sabía demasiadas cosas y había visto con sus propios ojos otras tantas en las últimas semanas. Su mente descartaba por completo que un oso común tenga que ver. 

Puso en pausa el tema de Em y el contexto que la rodeaba, y llevó sus manos en acto reflejo a su cabeza, palpando un gorro de aluminio inexistente. Hannah ya le había preguntado y había evitado contestarle con cierto fastidio.

Había tardado días en construir un gorro, aun mas complejo y efectivo. Hoy hubiera sido un buen día para ponerlo a prueba, sino fuera porque su padre la interceptó saliendo del garaje con la bici y se lo requisó, mientras la miraba de nuevo de aquella forma. Con esa mirada que denotaba frustración y decepción. Una vez, escuchando una conversación privada de adultos, escuchó como le preguntaba a su madre en qué se habían equivocado con ella. 

- Claro, vamos. - vio correctamente que fueran ellos esta vez quien advirtieran a Hannah de que se comportara - Si vais solos os pasará algo malo, no imagináis todos los peligros que hay en el bosque.- acabó diciendo, ahuyentando de un plumazo el fastidio de su gorro requisado y la incomprensión paterna.

Los adultos se fueron, en parte, las madres quedaron atrás. Es por ello que la madre de Hannah soltó una advertencia al ver que los jóvenes retomaban sus bicis para emprender sus idas y venidas.

-¡Ni se os ocurra ir al bosque vosotros solos! ¡Es peligroso! ¡Como me entere que vais al bosque me chivaré a vuestras madres y Hannah quedará una semana castigada sin salir!- levantó un dedo, aleccionando a los jóvenes, esperando que así comprendieran que el viaje que emprendían era peligroso.

Antes de subir a las bicis, Em les miró sin saber bien qué hacer. Estos días los habían pasado de casa en casa, escondiéndose, sin saber qué esperar. Habían ido a pie, con las bicis en la mano, en su mayor parte. Pero ahora que retomaban las aventuras, Em no tenía bici y no parecía tener tampoco idea de cómo subir en una.

Se encogió de hombros ante los comentarios sobre el oso que hizo Alex y luego Sabine.

-Vale. -se giró y rodó los ojos, vaya par de sosos. 

Esta vez cogió su mochila. Guardó la bolsa de gominolas, limonada, galletas. El cuaderno de dibujo y lápices de colores. Metió chicles y la linterna. Torció la sonrisa mirando a Em… Podía usar la bici de una de sus hermanas, pero no sabía montar. Aunque Em era muy lista.

-¿Quieres probar una bici, Emily? -le preguntó.

Su madre intervino. Algunas de sus hermanas y hermanastras rieron un poco con cierta maldad.

-No creo que vayamos al bosque, mamá. Hay muchos adultos, sois un rollo. Y no vamos solos, nos acompañamos mutuamente.

Se acercó a sus amigos. Susurró:

-Al bosque, ¿no? Una semana no es tan malo. -afirmó, sonriendo, traviesa, con chocolate en las comisuras de la boca. No sería la primera vez, luego encontraba la forma de esquivar el castigo, que para eso era una ninja. 

Por supuesto que iba al bosque. Si era un sitio tranquilo donde habían estado muchas veces y no pasaba nada. Los adultos estaban preocupados por el oso, por supuesto, era lógico. Pero iban con Sabine que sabía cómo esquivarlo, Hannah, que sería devorada y les cubriría con su presencia (y sus padres tenían muchas otras hijas) y una niña mágica que les ayudaría.

El caso era que la niña mágica no tenía bici, así que Alex debía llevarla en la suya. Pero no encajaba bien. 

—Ponte ahí... y vamos... —se la llevaba con él pero el muchacho ya era muy grande para su propia bici y no conseguía pedalear con la pequeña niña que iba con él. 

—¿Alguna tiene sitio en su bici, detrás del sillín?

Muchas bicis tenían un espacio ahí para dejar cosas y una niña pequeña podría sentarse y sujetarse ahí.