Partida Rol por web

—¡A la batalla! —grité, uniéndome al cántico de guerra de Kylian.

El goblin montado en el lagarto había detectado la presencia de nuestros dos tirados y amenazaba con dirigirse hasta su posición. Y sería un gran peligro que los alcanzase, tendría que llegar antes que él para al menos dificultar su camino. De manera que me dirigí a toda velocidad hasta la posición de Glinthalas.

Inasequible al desánimo, Glinthalas apresta una nueva flecha y dispara sobre el jinete goblin, acertándole en esta ocasión. Con un grito de dolor, la criatura es derriba de espaldas de su montura y queda tendida en el suelo. Sin embargo, si la bestia repara en ese hecho, no da muestras de ello. Dejando atrás a su jinete, se lanza con ansia voraz hacia aquellos de vosotros situados en primera línea. El arquero elfo se apresura a buscar el cobijo que puedan ofrecerle los árboles cercanos, aunque siendo dolorosamente consciente de que eso no detendrá al hambriento lagarto.

Viendo que la criatura se os echa encima, Lluvia hace girar su honda para golpear con una de sus piedras encantadas al monstruoso ser. Por desgracia, su arma se queda enganchada en una rama y el proyectil describe una desafortunada parábola hacia atrás que termina impactando sobre Yonyo. Sin tiempo para fijarse en dónde ha aterrizado su piedra encantada, la mística que-shu desengancha su honda de la rama en la que había quedado atrapada y retrocede apresuradamente en busca de la protección de un árbol cercano.

El lagarto gigante pasa a toda velocidad entre los árboles, quebrando las ramas bajas que le obstaculizan el paso y cargando derecho contra Glinthalas; quizá en represalia por haber descabalgado a su jinete. De una brutal dentellada, levanta al pequeño elfo del suelo, lo sacude como a un pelele y arroja su cuerpo ensangrentado contra la pared de la vivienda más cercana. La bestia se relame, anticipando el placer de devorarlo.

Entretanto la pareja de goblins restantes prosiguen su incansable acoso, entre risas, del acorralado mercader. Éste intenta defender como puede blandiendo una rama de árbol, pero no es rival para sus enemigos. Estos, en superioridad numérica, mejor armados y acostumbrados a esta clase de escaramuzas, no tardan en romperle las rodillas a mazazos y apalearle mientras está tendido en el suelo.

El mulo de Glin, más asustado que dolorido por la inesperada pedrada, se encabrita y cocea, complicándole las cosas a Lowenherz a la hora de controlarlo. El corpulento guerrero intenta llegar hasta sus compañeros pero sabe que si suelta al tozudo animal, éste escapará y se perderá para siempre; bien porque consiga huir, bien porque termine en las garras de los goblins. Tironeando del bocado del animal con fuerza, Lowen consigue entregárselo a uno de los campesino antes de desenvainar su espada y dirigirse en auxilio de sus compañeros.

Viendo a la bestia arremeter contra Glin pero sin ángulo de visión para saber qué le ha ocurrido a su joven guía, Kylian avanza solo para descubrir a su camarada elfo tendido a los pies de su monstruoso atacante.

Horrorizada por lo sucedido, Briand desenvaina su estoque y ataca la retaguardia de la bestia. La delgada hoja de acero de Kalaman abre un profundo corte en la dura piel de sus cuartos traseros y la bestia emite un quejido furioso. Previendo las represalias, la adinerada muchacha opta por situarse junto al clérigo de Gilean en busca de la protección que éste pueda prestarle.

Por su parte, los asustados campesinos obligan a retroceder a las mulas; conscientes de que avanzar hacia el puente seguramente sea un suicio con los dos goblins asesinos situados tan cerca. Los animales están medio descontrolados y los infelices lugareños se las ven y se las desean para tratar con ellos y evitar que se desboquen.

Aterrada ante la arremetida del bestial lagarto, la Mística dejo caer la honda al suelo mientras observaba como su guía permanecía inmóvil en el suelo desangrándose. Armandose de valor levantó su escudo a la vez que desenfundaba amenazadora la lanza que le habían regalado los fieros guerreros de su tribu.

Les había visto luchar y entrenar incontables veces, pero aquella criatura frente suyo era real, la adrenalina de su cuerpo se confundía con el temor, temblaba involuntariamente mientras se esforzaba por enfocarse. Entonces vislumbró a Lowen quien se acercaba para atacar, así que, golpeando su lanza contra el escudo, intentaba imitar los movimientos de los guerreros tribales, buscando llamar la atención del monstruoso lagarto para que así Lowen tuviera una oportunidad más clara de atacar.

Kylian observa como esa fuerza de la naturaleza desbocada se abalanzó sobre su compañero. Levantándolo del suelo y empezando a masticarlo como a un conejo indefenso. Afianzó uno de sus dardos, esos largos proyectiles de metal afilado acabados en una sencilla punta de flecha y lo lanzó a la bestia, tratando de apuntar a su flanco.

Paró su caminar y se agazapó apuntando su proyectil a la pata trasera, muy por encima de sus compañeros. Confiando en abrir alguna herida en su gruesa piel.

Afianzó de nuevo su bastón y dio un paso hacia su terrible enemigo. Esa furia enfebrecida por la muerte de su amo. Era desconcertante pensar que para aquella enorme montura, lo único que le importaba era la muerte de su amo, su compañero, parte de su manada. La visión que le enseñaban en la biblioteca, era saber que todos tenían su propia historia. Sin embargo, no iba a permitir que las mareas de la guerra arrasaran ese pueblo.

Lo volteó de nuevo en el aire, aprovechando la amenaza de la chamán que agitaba su lanza de forma magistral, apresando a su enemigo entre los dos frentes. Y lo descargo con fuerza, girándolo de nuevo para golpear en una estocada directa del otro extremo.

La arremetida de la bestia había sido terrible, mucho peor de lo que suponía. Optó por evitar mirar el cuerpo totalmente atravesado de Glinthalas, ya que tanto derrame de sangre le daría náuseas. Mas no mentiría... Mejor él que ella. Aún así, no debía acobardarse. Si no la derribaban pronto, sufrirían el mismo destino, que no quería ni saberlo.

Sin decir palabra, algo agitada, se decide a acercarse con prudencia en la posición de esgrima que tanto había practicado desde su infancia. Su brazo derecho extendido con su florete por delante, su cuerpo detrás y su pecho y mentón cubiertos por su broquel, de a poco fue buscando la ventana de oportunidad y con paciencia, para atravesar la dura piel de la bestia... Con poco éxito.

Horrorizado, observo como el lagarto gigante destroza el cuerpo de Glinthanas de una dentellada. Su carga había sido rápida y brutal, cogiéndonos a todos desprevenidos.
Por todos los Dioses, si no hacemos algo rápido se va a desangrar. Sin pensármelo dos veces comienzo a cargar hacia la bestia, que se encuentra a pocos pasos de mí.

Haciendo entrechocar su lanza contra su escudo, Lluvia atrae sobre sí la atención del monstruoso lagarto y le obliga a apartarla del yaciente Glinthalas. La salvaje criatura se gira entonces, lanzando una dentellada que se cierra sobre la mística que-shu como una trampa para cazar lobos alrededor de su muslo. Lluvia Estelar al cae suelo, incapaz de sostenerse por sí misma y con una grave hemorragia que le hace perder el conocimiento.

La pareja de goblins termina de destrozar a su víctima y vuelven la cabeza hacia vosotros con una sonrisa sádica en sus rostros cubiertos de sangre ajena, decididos a tomar parte en la carnicería.

Lowenherz arremete entonces contra la retaguardia de la bestia, pero su larga cola le hace tropezar y termina chocando contra las nalgas del lagarto sin lograr herirle. También Briand lo intenta, aunque con más cautela que verdadera intención de herir y su estocada ni siquiera pasa cerca de la carne de la criatura.

Solo Kylian tiene éxito en sus ataque, primero con un dardo que clava en el costado del monstruoso reptil y después con un bastonazo sobre su lomo. La criatura se revuelve, furiosa, y ataca entonces al clérigo de Gilean, pero éste consigue esquivar ágilmente la dentellada.

Sedientos de sangre, la pareja de goblins corren hasta situarse detrás de Lowen, con sus mazas preparadas para acabar con él como han acabado con el mercader.

El lagarto salvaje volvió a arremeter contra Lluvia, desgarrando sus vestiduras y abriendo su carne desatando un torrente de sangre carmesí. El olor a muerte se mezclaba con el del fétido aliento de la criatura. El agua corría a raudales por su armadura, empapando la túnica que la cubría y helándolo hasta los huesos.

Estaban en el filo de la navaja, o abatían esa criatura, o morirían irremediablemente a sus pies y servirían de banquete de carne cruda para el lagarto y sus amos. Pero la fuerza que le influía la luz de Gilean en sus manos le confirió la voluntad necesaria para seguir luchando.

De nuevo esgrimió el brazo, enfrentando las enormes mandíbulas babeantes de aquella enorme bestia. Trató de golpear con fuerza su cuello, dándole la vuelta en un giro completo sobre si mismo. Tratando de estrellarlo contra su cabeza luchando como un borrón de luz, destellos metálicos y el gris de su túnica empañada.

Otro ataque descontrolado del lagarto gigante consigue derribar a Lluvia, que también cae al suelo amenazando con desangrarse. Si esto sigue así, este bicho va a terminar con todos nosotros.

Mi ataque anterior contra el bicho había sido completamente inútil, pero Kylian había conseguido dañarlo considerablemente. Un poco más y el lagarto acabaría cayendo.

—¡Vamos, ya casi está! —trato de animarles antes de realizar mi ataque, ignorando completamente a los goblins que acaban de llegar.

Aquella bestia parecía imparable. La joven continuó intentando asestar golpes al estómago del gran lagarto, dando estocadas una y otra vez sin demasiada fuerza ni sutileza. Sus dientes comenzaban a apretarse, mientras sus pasos a ceder terreno... La situación se hacía abrumadora. Quizás no había forma de superarla en su propio juego. Los ojos de Briand comenzaron a mirar de un lado al otro, algo nerviosos, mas intentando no perder demasiado el foco en el animal que trataba de devorarlos.

Uno tras otro, lanzáis vuestros ataques sobre la enfurecida bestia sin conseguir atravesar su gruesa piel, pero alentando su cólera. La luminosa esfera que remata el bastón de Kylian es un faro que mantiene la atención del monstruoso reptil fija en el clérigo de Gilean.

La siguiente dentellada a punto está de acabar con el bibliotecario y solo su maestría con el báculo consigue desviar en el último instante las fauces del monstruo con milímetros.

Entretanto, la pareja de goblins atacan al esforzado Lowen por la espalda. El entregado muchacho consigue esquivar con facilidad el predecible ataque de uno de ellos pero la maniobra demuestra no ser más que una acción distractoria destinada a permitir que el segundo tenga éxito en su acometida. Lowenherz recibe un duro mazazo en sus costillas. No parece que tenga nada roto, pero mañana tendrá un buen moratón.

Glinthalas sólo vio cómo unas enormes fauces se cernían sobre él. Apenas si sintió el dolor de ser atravesado por aquellos dientes afilados como dagas. El silvanesti estaba simplemente sorprendido: en toda su larga vida (al menos desde el punto de vista de un elfo) había corrido peligro de muerte en una buena cantidad de ocasiones, pero siempre se había librado. ¿Por qué esta iba a ser diferente de las demás? ¿Sería el apego el responsable? ¿Sería el haberse relacionado con humanos a pesar de su ascendencia superior?

Fuera cual fuera la razón por la que había sido herido de muerte, Glinthalas no estaba conforme con ello. Su mente se resistía a ello. Él tenía razón, la muerte no era una opción. Tendría que haber acertado aquella flecha inicial y la segunda ir dirigida al monstruo que le había mordido. Debería haber esquivado su mordisco. Las cosas no deberían haber ido así. No, era injusto, los dioses del azar jugaban con él y él se resistía a admitir su derrota, a asumir su papel de peón en un juego en el que no había querido formar parte. Tal vez era pura testarudez, pero daba igual, su cuerpo respondió bien y dejó de sangrar. No moriría inmediatamente. No todavía. No ahora. Salvo que le devoraran, claro. ¿Le rescatarían de tan atroz destino aquellos efímeros mortales a los que tan rápido había cogido apego?

El dolor fue desbordante, Lluvia no había podido hacer nada contra los salvajes ataques de aquel lagarto monstruoso. Ahora todo era oscuridad. ¿Está es la oscuridad que le auguraban aquellas premoniciones? ¿Acaso las visiones la habían guiado a su propia muerte? No, aún no... Aunque leve, el corazón de la Que-Shu se negaba a dejar de latir, era cuestión de tiempo si no ocurría algún milagro que salve su vida.

Kylian seguía danzando su baile de muerte, al filo de la navaja, esgrimiendo su bastón como un arma y una defensa a su vez. Girando sobre si mismo, lanzando estocadas y desviando los envites de aquella bestia monstruosa. No podía permitir que le apresara ni una sola vez con sus letales mandíbulas. Solo podía confiar en que sus compañeros que seguían en pie le ayudaran a a acabar con aquella brutal amenaza.

Entonces un grito desolador de dolor y furia salió de las fauces de la bestia en su último aliento. No sabía muy bien que había pasado, pero sus compañeros le necesitaban. Se agazapó al lado de su compañero herido y tomó su símbolo sagrado estrechándolo contra su corazón.

- Padre de la sabiduría, apiádate de nosotros. Ofrece a este guía la calidez de tu abrazo y restaña sus heridas para seguir caminando.

Una luz rojiza brilló a lo largo del libro labrado en plata que sostenía entre sus dedos y extendió su cálida luz por el cuerpo del silvanesti. Levantó la mirada y observó a la chaman en el suelo. Su sangre mezclándose con los charcos de lluvia. Abrió su mochila y sacó un pesado petate de cuero endurecido. Avanzando como pudo, sorteando a su compañero herido en su dirección.

- Aguanta joven Lluvia, ya llego.

Aprieto los dientes para tratar de soportar el dolor que me provoca el golpe de unos de los goblins. Había caído en su finta y ahora notaba como el costado me ardía. Sin embargo, mis heridas no eran nada comparadas con las de Lluvia y Glinthanas, por lo que tenía que seguir peleando. Por ellos.

El enorme lagarto que teníamos delante seguía en pie, dispuesto a terminar con nuestras vidas a base de poderosas dentelladas. Aunque había sufrido varias heridas, estas parecían no detenerle y continuaba atacando una y otra vez.

Una vez más levanto mi espada y realizo un tajo con fuerza en dirección al reptil, con la esperanza de acabar con él definitivamente. A cualquier dios que me escuche, por favor, guía mi espada, imploro casi desesperado en este ataque.

La situación resultaba cada vez más desmoralizante. Sus pasos continuaban retrocediendo. La bestia parecía totalmente fuera de su alcance, y si no habían podido con ella cinco a uno; ahora, tres a tres... Un vistazo atrás bastó para corroborar que la presión de la invasión aún estaba lejos de arrinconarlos, por lo que la decisión de continuar tomando aquel enfrentamiento aún era dudosa.

Por fortuna para la noble, Shinare le sonrió a la riqueza de su familia y Lowenherz una vez más hizo gala de su brutalidad para acabar con la mayor amenaza que parecía invencible. No le quedó otra que tomarlo como una señal, y terminar por darle la vuelta a aquel árbol para cambiar su casi retirada por un movimiento que buscaba volver a rodear a uno de aquellos goblins.

Sus ataques, naturalmente, tenían poco éxito. Pero, poco a poco, al menos podían ir adoptando una posición más segura en la que pudiesen tomar el puente y dejar a los goblins detrás.

No cabe duda de que la silenciosa plegaria de Lowenherz ha debido atraer sobre él la atención de Kiri-Jolith, puesto que su siguiente mandoble secciona la columna vertebral de la criatura. El monstruo ruge de dolor mientras se convulsiona espasmódicamente y finalmente queda inerte, a los pies de Kylian.

Sin embargo, el combate está lejos de poder considerarse una victoria. Todavía quedan dos sanguinarios goblins con vida, Lowen está herido y tanto Lluvia como Glin luchan por sus vidas si es que no están muertos ya; tendidos en charcos formados por su propia sangre.

El clérigo de Gilean no tarda en acercarse a Glinthalas y, apelando a la misericordia de su dios, restañar las heridas más graves. Tras asegurarse que el joven elfo se encuentra por el momento fuera de peligro, Kylian se apresura en acercarse a Lluvia para socorrerla también.

Briand se aparta a toda prisa del cuerpo inerte del lagarto y se posiciona tras la pareja de goblins, para ofrecer así un leve respiro a Lewen y equilibrar la inferioridad numérica en que éste se encuentra. Su estocada no consigue superar las defensas de su enemigo pero, al menos, le obliga a darse la vuelta para enfrentarla.

El primero de los goblins describe un amplio arco con su maza al girar sobre sí mismo y golpea duramente a la noble de Kalaman en el estómago. El otro, golpea de nuevo a Lowenherz aprovechando que el joven guerrero está liberando su espada del monstruoso reptil asesinado.

- ¡¡Aghh!! - Gimió de dolor Le Besco al recibir aquel terrible golpe en su estómago, casi dejándola de rodillas y obligándole a arrojar un último y débil intento de estocada antes de terminar retrocediendo y manteniendo su postura lo más firme posible. Era difícil no tomarse la pansa con su mano del dolor.

- ¿Qué hacen? ¡Suelten esos burros y ayuden, o moriremos! - Terminó soltando una orden casi rabiosa a los otros pueblerinos, escupiendo algo de sangre de sus finos labios, logrando el dolor y su impulsivo enojo quebrar su tan fría y correcta fachada. Se la notaba agitada, furiosa y frustrada con la situación. No podía permitir a un miembro de su nobleza morir así, ya haberse dejado lastimar era demasiado insulto.

Kylian se arrodilló al suelo y abrió su equipo de sanador. Este había conocido tiempos mejores, pero seguía conteniendo todo lo esencial para tratar las heridas del camino. Sacó un aceite de romero, unas vendas de lino y limpio con tintura de tomillo las heridas de Lluvia.

- Espero llegar a tiempo.

Dijo al tiempo que retiraba los restos de ropa rasgada y aplicaba las vendas de lino con una cataplasma de romero. Tratando de parar la hemorragia, y cerrar los profundes cortes que habían dejado los afilados colmillos de su atacante. Sin embargo, sus compañeros seguían necesitando de su ayuda. Observó el campo de batalla y se levantó, dejando atrás su viejo equipo y caminando con su bastón como apoyo de nuevo a la batalla.