Partida Rol por web

En medio del caos del patio de armas, una figura se abre paso hasta vosotros. Es un fornido caballero de Solamnia, entrado ya en año y vestido con una pesada armadura completa adornada con los símbolos de la espada y el martín pescador.

—Habéis estado a punto de quedaros fuera, pero me alegro que hayáis conseguido entrar en el castillo. Toda ayuda es poca para defenderlo y está claro que vosotros sabéis bien cómo luchar por vuestras vidas si habéis logrado llegar hasta aquí.

»Pero qué modales los míos. Soy sir Brannthor Abarra, castellano de este fuerte. Por favor, seguidme, traéis heridos y su atención es lo primero.

Lowenherz carga en brazos a Lluvia mientras Kylian y Briand se las ingenian para llevar al liviano Glinthalas mientras la pareja de agradecidos campesinos se quedan al cuidado de vuestras mulas. Seguís al anciano señor del castillo hasta el achaparrado torreón que se alza en una esquina del patio de armas y subís las escaleras hasta la primera planta.

Allí se amontonan un grupo de mujeres muy jóvenes, viejos temblorosos y niños aterrados. Los que han conseguido escapar de la muerte.

—Cualquier con fuerzas para sujetar un arma está en el patio protegiendo las puertas o disparando desde las almenas. Pero en algún momento necesitarán ser reemplazados. Os llamaré si hacéis falta fuera pero, hasta entonces, oor favor, quedaos aquí. Comed algo y reponed fuerzas, descansad y atended a vuestros compañeros heridos. Si el castillo cae, seréis la última defensa de estas gentes frente a los goblins. Confío en vosotros.

Kylian arrastró junto a Briand el cuerpo del guía Silvanesti hasta el patio de armas. Una vez allí, la visión del miedo, el dolor y la pérdida se reflejaba en el rostro de los supervivientes. Pero una luz brilló en medio de la oscuridad de la tormenta, un caballero de Solamnia.

- Bienhallado seáis caballero de Solamnia. Soy Kylian, siervo de Gilean. Que Kiri Jolith guíe su espada e ilumine su camino para defender a los débiles y actuar con justicia. Es encomiable nuestra resistencia, pero sin refuerzos estamos condenados a la muerte. Si me disculpan, voy a atender a los heridos.

Haciendo gala de su don de gentes, Kylian se dispuso a organizar de nuevo a los heridos. Sacando sus fragmentos transcritos directamente de la Biblioteca de Palanthas leyó sus versos en actitud solemne, solicitando guía y aliento al señor del conocimiento, hasta que la mañana iluminara el cielo con la luz de un nuevo día.

Tras apenas descansar, comer algo y atender a los supervivientes durante toda la noche, recibió el cálido abrazo de su Dios. Renovando su fe y regenerando sus fuerzas mientras el sol despuntaba en el horizonte. Se acercó al cuerpo del Guía y tomó su símbolo sagrado.

- Hay que seguir caminando señor, para seguir aprendiendo de este mundo. Gilean, sana sus heridas.

Una luz rojiza se extendió por su cuerpo, cerrando las heridas insuflando aliento de vida en su cuerpo.

Se acercó a la chaman. Arreglando su cabello, y comprobando sus vendajes. Había conseguido sobrevivir a la batalla, pero su cuerpo estaba gravemente herido. Alzó de nuevo su símbolo en alto y una luz cálida se extendió de nuevo por él, brillando sobre Lluvia y curando sus cortes y desgarrones.

- Apiádate de ella, otórgale fuerzas para seguir buscando la verdad de su corazón y la guía de sus ancestros.

Necesitaban de su fuerza en la batalla. Pronto volverían a atacar el castillo cuando se hartaran con los despojos del pueblo. Y el arco de Glinthalas, y la honda de Lluvia serían de vital importancia para repeler el ataque. 

Ya habiendo tenido su respiro y su trago, la aristócrata pudo liberarse un poco de su tensión y recuperar su temple. Debía ser fuerte, y mucho más, aparentar ser fuerte. Y no permitirse otra muestra de debilidad o emoción. En especial ahora, donde todos la estaban observando, y una figura de particular importancia.

- Tiene mis eternos agradecimientos por vuestra hospitalidad y auxilio, caballero de Solamnia. En nombre de Kalaman, sus refuerzos no serán olvidados. - Le agradeció con una escueta inclinación, retomando sus tan característicos modales. - Con su permiso, entonces. - Educadamente, antes de retirarse a comer algo y descansar.

La joven buscó un lugar en lo posible apartado, necesitaba terminar de relajar su mente mientras limpiaba la sucia sangre de su estoque. Pocas cosas más deshonrosas e irrespetuosas se le ocurrían que el permitir una parda de goblins tocasen la pureza de su persona, ya en sí de saber que viajaría a un pueblo al borde de tales hordas habría declinado por completo. Aunque... No podía, realmente. Era su deber, y le tocaba dar la mejor imagen. Era lo que le tocaba por ser la menor de todos sus hermanos. Debía poner su más elegante imagen y continuar, en nombre de la casa que representaba. Y sacar cuanto provecho pueda en favor de la misma, a partir de esta crisis. Tal vez aquello lo obligase a tomar el papel de una especie de heroína local, en el peor de los casos, volviendo a ensuciar sus manos. El de mártir, sí era un papel que se negaba por completo a asumir por un pueblo como Belleria.

Continuó, entre sus pensamientos y descansos, limpiando su rostro y arreglando sus ropajes. La fachada no sólo lo era de importancia en la diplomacia, sino también en el campo de batalla. Una apariencia limpia e intacta, aunque en el fondo no lo estuviera, resultaba mucho más intimidante que una dañada y lastimable. Era una situación difícil. En estos momentos, era cuando más extrañaba la compañía y el consejo de Pierre...

Aquella luz parecía inalcanzable, la joven mística no cesó en su empeño a pesar de estar rodeada de oscuridad. Entonces sucedió. El resplandor la cegó por un momento mientras el halo escarlata la cubría por completo, un calor reconfortante dio paso a una inhalación desesperada llenando sus pulmones de oxigeno mientras abría los ojos sorprendida. Estaba viva.

La figura borrosa frente a ella poco a poco se revelaba mientras sus pupilas se adaptaban nuevamente a la luz. Al ver a Kylian posó su mano en el rostro del clérigo y le dedicó una sonrisa. -Gr... Gracias... T'áá íiyisí aheéhee- Susurró mientras intentaba incorporarse, una punzada de dolor le recordó la herida sufrida por el lagarto e instintivamente se llevó la mano a la pierna. Casi sin pensarlo su mano emanó un aura celeste que buscaba apaciguar el dolor¹, sus heridas terminaron de cicatrizar y el ardor de su pierna desapareció.

Se fijó que llevaba vendajes y sólo entonces se percató de su entorno. -La luz de tu Dios me ha guiado en la oscuridad... Los espíritus te lo agradecen. Te debo mi vida- Le agradeció de nuevo antes de preguntar -¿Dónde estamos? La horda... ¿Que paso con la horda invasora?- Indagó inquieta intentando ponerse en pie mientras observaba a su alrededor. Aquel lugar estaba lleno de mujeres, ancianos y niños. ¿Sobrevivientes?

Luego de recomponerse se alegró de ver a todos sus compañeros allí, aunque al ver a algunos de ellos heridos, se acercó para evaluar su estado. Al llegar a Lowen vió que sus heridas eran graves aunque el guerrero intentaba disimularlo. Era un gran combatiente, equiparable en ferocidad a los guerreros Que-Shu. -Tus heridas... Déjame ayudarte- Se sentó a su lado y con delicadeza empezó a palpar las zonas mas graves para luego cerrar los ojos mientras murmuraba unas palabras en su lengua natal, cuando sus ojos se abrieron revelaron un resplandor celeste a la vez que sus manos transmitían esta energía al cuerpo de Lowen hasta que al finalizar se desmayó por unos segundos, mareada por el esfuerzo².

Mantén la compostura, me digo a mí mismo en cuanto reconozco los símbolos grabados en la armadura de sir Brannthor. El señor del castillo era un auténtico caballero de Solamnia, de eso no cabía duda. En medio de todo este caos destacaba con luz propia, imponente, organizando la defensa como solo un experimentado caballero sabría hacer.

Sigo sus instrucciones al pie de la letra y cargo con Lluvia durante el camino hasta la primera planta del torreón donde algunos de los habitantes de Belleria habían conseguido refugiarse. Allí la acomodo con delicadeza en un sitio donde Kylian pueda atenderla apropiadamente. Tanto ella como Glinthanas habían sufrido enormemente y se merecían un más que merecido descanso.

Una vez que dejamos descansar a los heridos, escucho con atención las siguientes instrucciones de sir Brannthor. Sus órdenes eran sencillas, descansar y recuperar fuerzas en caso de que llegase la hora en la que necesitase nuestra ayuda. Nos estaba encomendando ser el último bastión de defensa de los habitantes de Belleria. Será un gran honor defender a esta gente hasta mi último aliento, pienso honrado por la tarea.

—Así haremos —respondo con cierto aire marcial—. Estamos a su disposición para cuando nos necesite.

No le dije nada más al caballero a pesar de que la tentación de hablarle de mí o de mis intenciones de ser un miembro de su orden eran casi incontrolables. En este momento la vida de las gentes de Belleria y la defensa del castillo tenían prioridad sobre mis propios sueños o aspiraciones. No, sobreviviremos a este infierno y será entonces cuando le haga la propuesta a sir Brannthor.

Busco un sitio en el que sentarme, cerca de la entrada, donde como algo y descanso cuanto puedo. Comienzo a hacer guardia mientras observo como Kylian invoca el favor de su dios y consigue curar los magullados cuerpos de Glinthanas y Lluvia. Sonrío con alivio al ver que al fin están recuperados. Lluvia, en un acto de enorme generosidad, se acerca a mí y con ternura también cura mis heridas gracias a su magia. El esfuerzo es demasiado para ella y al terminar comienza a desfallecer. Consigo sujetarla antes de que su cuerpo golpee el suelo y la apoyo con tranquilidad y delicadeza a mi lado, enormemente agradecido.

—Gracias —susurro en un tono casi imperceptible. Mientras la Qué-Shu descansa, me siento a su lado y continúo vigilando la entrada y mantengo siempre a mano mi escudo y mi espada.

Glinthalas despertó a una suave y cálida luz, agradable como un rayo de sol invernal. Rápidamente recordó el dolor causado por el enorme reptil que le había mordido e instintivamente se retiró hacia atrás para descubrir que allí no había ningún monstruo del que huir. Al menos de momento. Ante él estaba Kylian. El elfo se palpó las heridas del mordisco y sólo halló harapos, pero ninguna señal de las heridas que casi acaban con él. Rápidamente ató cabos.

─Yo... gracias, Kylean ─dijo en tono inseguro.

El joven pícaro elfo no estaba acostumbrado a que nadie le ayudase y mucho menos a que se arriesgase por él o a que le sanasen. Casi esperaba que el clérigo le pidiera unos abultados honorarios a continuación. Aunque los valía, Kylian no era de ese tipo de clérigo.

Observó cómo el clérigo seguía con sus ocupaciones sin atreveres a interrumpirle, aturdido.

Fue entonces cuando reparó en su entorno. Lo que allí veía, a primera vista, no distgaba mucho de lo qe se podía ve en una prisión, aunque bien mirado los ocupantes parecían todos personas de bien. Mujeres, ancianos, niños y heridos formaban el grupo de aquellos que no podían participar en la batalla para defender el castillo. Aquello no era una prisión, era un refugio.

El elfo se levantó con decisión: no podía quedarse ahí, pasivo, encerrado entre cuatro paredes, esperando que cuidaran de él y le protegieran. Tomó sus escasas pertenencias y fue haci sus compañeros presentes en la sala.

─Estamos en el castillo, ¿verdad? Aquí hay un montón de bellerianos indefensos, no puedo quedarme sentado. Si estoy curado debe ser por algo, ¿no? ¿Salimos y vemos lo que podemos hacer para ayudar?

Por supuesto que había una razón para estar curado, la imposición de manos de un clérigo amigo, Kylian. Pero su presencia allí seguro que tenía un sentido en los planes de los dioses, al menos en uno, el de Kylian... La cuestión era qué debía hacer Glinthalas con su recién recuperada salud. Tal vez era el sentimiento de responsabilidad por proteger a inocentes, tal vez el de pertenencia al lugar, o podría incluso ser las ganas de salir al aire libre y no sentirse encerrado, pero lo que estaba claro es que un arquero como él podría ser de mucha utilidad disparando desde lo alto de las almenas del castillo. Y el resto del grupo también...

Prácticamente recuperados y ansiosos por devolver a los lugareños el favor que os han prestado, protegiendo vuestro descanso, aprestáis vuestras armas y os preparáis para salir al patio cuando unas apresuradas pisadas resuenan en las escaleras que conducen a esta planta de la torre.

Os disponéis a hacer frente a la amenaza pero, aquellos que le reconocéis, respiráis aliviados al constatar que se trata de sir Brannthor. Por desgracia, su presencia aquí no anuncia buenas noticias.

—Gracias a los dioses que os encuentro preparados para entrar en batalla —exclama, con una nota de impaciencia en su voz—. ¡Debéis seguirme, deprisa! Las fuerzas invasoras se han abierto paso a través de la poterna y necesitamos vuestra ayuda para impedir que más de esos desgraciados entren en el patio mientras la guardia acaba con los que han logrado entrar.

Sin esperar una respuesta por vuestra parte, echa a correr de nuevo escaleras abajo y vosotros le seguís tan deprisa como podéis.

Fuera es noche cerrada, pasada la medianoche, pero los fuegos que arden en la ciudad y las antorchas de las almenas os proporcionan suficiente claridad como para que podáis ver sin problemas la desesperada situación que viven los defensores.

Desde el aire, el pequeño dragón azul acosa a los arqueros con su aliento eléctrico mientras ellos, en un número cada vez más reducido, tratan de repelerle con sus disparos sin demasiado éxito por el momento. En tierra, una fuerza heterogénea de goblins y humanos han destrozado la puerta secundaria, asaltando el patio del castillo y poniendo en jaque a sus esforzados ocupantes.

Por el momento, están en inferioridad numérica respecto de las fuerzas defensoras, pero eso puede cambiar rápidamente si nadie impide que entren más. El suelo está sembrado de cadáveres de ambos bandos. En el escenario, algunos reconocéis a la sudorosa elfa que se dirige a voces a vosotros en cuanto aparecéis en el patio.

—¡Si vosotros os ocupáis de mantenerlos fuera, yo me encargo de reparar esa puerta!

El principal problema es que, entre vosotros y la poterna, se alza un humanoide escamoso de metro ochenta, con morro de lagarto, cola corta y rechoncha y delgadas alas membranosas como las de un murciélago. Sus escamas van del dorado o cobrizo a un tono verdoso como de latón oxidado. Su ancha espada gotea todavía con la sangre de su última víctima y sus enrojecidos ojos centellean al veros, anticipando un apasionante desafío.

El anhelo de Glinthanas por combatir en defensa de su pueblo no tardó en ser saciado, pues a los pocos instantes de hacer su proclama el propio sir Branthor acudió en nuestra busca. Necesitaban ayuda y no tardamos ni un instante en correr detrás suya.

En el patio pudimos ser testigos de lo feroz y cruenta que estaba siendo el asedio. La luz de los fuegos iluminaban claramente como una pequeña horda de goblins había conseguido infiltrarse y unos cuantos soldados trataban de hacerles frente a la vez que un dragón de azul acosaba los exteriores de la fortaleza mientras esquivaba con eficacia las flechas de los arqueros.

Sin embargo, no eran ni los goblins o el dragón la mayor amenaza en este momento, sino la presencia de un ser mitad hombre mitad lagarto que protegía la poterna por donde habían entrado nuestros enemigos e impedía que pudiésemos cerrarla.

—¡Ánimo! —grito con energía—. Impidamos que sigan entrando por la puerta, ¡rápido!

Glinthalas tragó saliva. Una cosa era decir que se quería ayudar a la gente con la que había convivido durante décadas y otra muy distinta enfrentarse a monstruos en una batalla desesperada para lograrlo. Él era más de poner pies en polvorosa. Se le daba bien. Llevaba sobreviviendo más de lo que un humano normal solía vivir si tenía suerte para poder morir de viejo, así que el encarar una situación como aquella atacaba todos sus instintos de superviviencia. Como cuando se enfrentó al monstruo reptiliano que le había propinado tal mordisco hacía sólo unas horas que había estado a punto de morir.

Y ahí estaba otra vez, enfrentándose nuevamente a la muerte. Encarándola con un arco entre las manos. Pero esta vez su ensimismamiento hizo que tardara demasiado en enviar sus flechas al frente de batalla y sus compañeros corrieron hacia el peligro, adelantándose al arquero.

Si al menos esperarais un poquito y me dejaseis un margen... ─pensó para sí el silvanesti.

Cuando sus compañeros se colocaban tan cerca del enemigo le obligaban a tener mucho cuidado con sus disparos, haciéndole un arquero tremendamente menos eficaz. Si hubiesen esperado a que fuera el enemigo el que llegase hasta ellos éste podría haber recibido un flechazo antes de comenzar el combate cuerpo a cuerpo, dándoles una ventaja. Pero no, aquellos insensatos cargaban hacia la muerte.

Glinthalas apuntó con cuidado al humanoide reptiliano, buscando un punto flaco, su largo cuello tal vez, con intención de causar el máximo daño. Si lograba impactar en un lugar desprotegido tal vez acabara con el enemigo antes de que pusiera en peligro a sus amigos... Cuando la fecha al fin voló hacia la criatura una gota de sudor caía de la frente del elfo.

El momento de la verdad había llegado, la batalla arreciaba como olas de espuma blanca estrellándose furiosas contra las murallas. Pero no podían permitir que la marea de acero asolara su fortaleza, sumiendo a todos en el caos y la muerte. Eran los defensores de Belleria, y se alzarían con la victoria.

Cuando las puertas cedieron, una horda de goblins salvajes ya se encontraban luchando contra la guarnición que luchaba por sus vidas. Alzándose en el extremo del torreón Kylian desenfundó sus dardos y los lanzó directamente a la cabeza de su general. La moral era fundamental, y sin su líder dando las órdenes confiaba que esas bestias cobardes huyeran en desbandada cuando afrontaran la resistencia de los soldados.

Se encontraba terminando de limpiar y reamarrar el broquel a su antebrazo izquierdo, cuando finalmente su llamado de auxilio llegó. Hubiese deseado que tal instancia no hubiera llegado, mas aún no era la peor de las situaciones y otra alternativa no había. Se puso de pie, preparó su ballesta, la cargó y encaró su trote hacia la salida del torreón junto al resto.

El escenario puertas afuera se veía bastante caótico, amenazantes se sentían los relámpagos resonar en el cielo, no provenientes de la lluvia sino por fuera de las murallas. Para su fortuna, su tarea estaba en el lateral opuesto, volteando rápidamente hacia la puerta que debían bloquear. La instrucción de la ilusionista, sonaba lógica.

- Entendido. - Asintió en un tono firme y audible en el fragor de la batalla, mientras con apresuro sus ligeros pies dirigieron una rápida carrera hacia el mismo escenario desde el cuál podía tener una clara línea de tiro, y su persona podía estar relativamente a salvo.

Plantándose a pocos metros de la hechicera, calzó la culata de su arma sobre su hombro derecho, alineó su ojo con la punta del virote y antes de que corriese Lowen de interponerse entre su objetivo y la saeta, jaló del gatillo para dirigirle un disparo certero.

Con la poterna abierta era cuestión de tiempo hasta que los invasores tomaran el control, la joven Que-Shu miraba de lado a lado ante aquel frenesí destructivo solicitando a sus ancestros que la protegieran en medio de aquella batalla, levantó el escudo mientras su diestra palmeaba el hombro de Lowen. 

-Que los ancestros guerreros guíen tu espada contra nuestros enemigos... Sahanahráy anaasází- Una leve aura casi invisible se trasladó al brazo que empuñaba la espada del guerrero, fundiéndose con él. -No permitiré que caigas- Dijo en un susurro a Lowen mientras se preparaba para avanzar junto a el, levantando su escudo.

Lluvia Estelar es la primera en actuar, derramando sobre Lowen la bendición de sus ancestros.

A continuación lo hace Briand, corriendo hasta situarse a los pies del escenario y disparando con su ballesta ya amartillada contra el reptiliano líder de las fuerzas asaltantes. El virote de su ballesta hace diana y atraviesa tanto el camisote de mallas como la escamosa piel que hay debajo, enterrándose profundamente en la carne de la criatura.

Viéndolo, uno de los goblins que se agolpaban en el exterior de la poterna se cuela a través de la puerta rota y echa a correr hacia lady Le Besco, maza en mano.

En vista del certero disparo de Briand, Kylian trata de hacer lo propio armado con dos dardos. Por desgracia, ninguno de ellos consigue atravesar las defensas del hombre-dragón. Y tampoco lo logra la actitud conservadora de Lowenherz a pesar de contar con la inspiración mística de Lluvia.

Un segundo goblin intenta entrar por la puerta destrozada pero esta vez está el corpulento Lowen para evitar su acceso al interior del patio de armas. Al hombrecillo no le queda más remedio que atacar al guerrero humano para que sus compañeros puedan seguirle. Su mazazo tiene éxito al golpear en el muslo de Lowen, aunque afortunadamente no logra impactarle en la entrepierna por muy poco.

Por su parte, Glithalas dispara prácticamente a bocajarro al hombre-dragón, atravesándole con su flecha a escasos centímetros de donde el virote de Briand ya le había impactado. La criatura ruge de rabia y dolor decidida a cobrarse venganza pero Lluvia avanza para interponerse entre él y vuestro guía.

En el exterior de la puerta auxiliar, un tercer goblin y otro enmascarado clérigo oscuro aguardan que el acceso se despeje para poder entrar en el patio de armas.

—Detente —ordena el cultista con voz enronquecida, señalando con su pálida mano a Lowen.

Éste experimenta el impulso de obedecer. Sin embargo, se resiste a semejante despropósito y agita la cabeza para sacudirse de encima el sobrenatural entumecimiento.

Es entonces cuando el hombre-dragón se adelanta para arremeter contra Glinthalas y Lluvia. El ágil elfo logra esquivar la torpe estocada pero parece que ésta solo tenía como propósito distraer a la mística que-shu, puesto que aprovecha la ocasión para clavar sus colmillos en el hombro de Lluvia. Una dentellada más sorprendente que dolorosa.

A vuestro alrededor continúan escuchándose gritos de batalla y entrechocar de armas. El pequeño dragón azul pasa volando sobre el patio y calcina con su relampagueante aliento a uno de los arqueros apostados en las almenas.

Lluvia se quejó de dolor dando un respingo para alejar las fauses de la criatura, su mano desenfundó la lanza y empezó a lanzar dentelladas amenazantes al semidragon mientras se cuidaba de no ser atacada de nuevo.

-¡Alejate de mi, bestia inmunda!- Exclamaba desesperada, pero su intención no era más que distraer a su enemigo para que Lowen tuviera un golpe mucho mas claro y devastador.

Apenas habían transcurridos unos pocos segundos desde nuestra llegada al patio, pero rápidamente fuimos conscientes del caos que reinaba en aquel campo de batalla. Goblins y defensores caían por igual y el hombre lagarto que tenía enfrente ya se empeñaba en atacar a mis compañeros. Uno de los goblins había conseguido colarse en la fortaleza antes de que pudiese impedirlo, pero a partir de ahora tendrían que pasar por encima de mí para poder entrar.

Doy un paso a mi izquierda, aprovechando que el hombre lagarto acababa de darme la espalda para atacarle con fuerza. Habíamos conseguido herirle, ahora tan solo tendríamos que rematarlo.

Kylian avanzó con paso decidido, tenían que bloquear esta poterna y darle tiempo a la misteriosa maga para realizar su magia y reparar las defensas. El enorme draconiano rugía y lanzaba dentelladas como una bestia furiosa, pisando el campo de batalla de nuevo como señores de la guerra. Trató de analizar su posición más ventajosa y se dispuso para flanquear a ambos objetivos, tanto el goblin que se zafaba de las embestidas de Briand como aquel monstruoso jefe de guerra.

- ¡Contened la amenaza, proteged a los arqueros!

Levantando la punta del bastón del suelo, pasó de ser el cayado del viajero para convertirse en un arma letal. Lo tomó con ambas manos y trató de sacudir a aquel monstruo en la enorme cabeza como si fuera un bate golpeando sandias.

Al ver a uno de los goblin colarse y dirijirse hacia ella, antes que pudiese trepar hacia el tope del escenario, no tuvo más opción que hacer un rápido cambio de planes y comenzar a retroceder lentamente y con cuidado antes de que éste llegue a ella. No tenía mucho tiempo, por lo que apenas retrocedió lo suficiente para tener la ventana de tiempo justa de bajar su ballesta, calzar su bota en el pedal y tirar con fuerza de la cuerda para cargar el siguiente virote.

- Aléjate de mi, criatura inmunda. - Le dijo con asco a la par que calzaba la culata nuevamente en su hombro, para darle un disparo con apresuro y casi a boca de jarro que apenas rozó su hombro, si es que logró provocarle algún rasguño en el proceso.

Echó un rápido vistazo hacia atrás. Cada vez le quedaba menos espacio para retroceder y seguir disparando con comodidad. Poca fortuna parecía ser la suya...

Y volvían a atacarle. Otra vez un monstruo reptiliano, aunque en esta ocasión era humanoide. No es que eso mejorase mucho las cosas. Por fortuna esta vez el juego de piernas del joven elfo sí le permitió librarse de recibir una herida. La cuestión era que, como arquero, estaba demasiado cerca.

Entonces, mientras trazaba un plan para deshacerse del hombre-reptil, escuchó unas sombrías palabras. Aquella era magia verdadera y oscura. Distaba mucho de los cuentos sobre grandes hechiceros elfos en brillantes y esbeltas ciudades llenas de prodigios. Aquella sombría voz había intentado forzar a Lowen a detenerse y casi lo consigue. Glinthalas cambió su objetivo en un instante, era el cultista el verdadero peligro a superar, en especial teniendo encuenta que Lluvia y Lowen estaban lidiando con el ser reptiliano con bastante soltura y coordinación.

Así las cosas, el pícaro trató de escabullirse de la vista del cultista sin perderlo él mismo de vista, separándose del reptiliano(1) discretamente, utilizando al draconiano para cubrirle pero sin acabar de perder ángulo con el cultista.

Apuntó "a través" del draconiano, semi-agazapado y, cuando lo vio claro, soltó una flecha que voló en dirección a su nuevo objetivo.

Lluvia Estelar empuña su lanza pero en lugar de emplearla se dedica a dar mordiscos al aire, para asombro e hilaridad de su atacante, que estalla en carcajadas. Lowen aprovecha la ocasión para atacar la retaguardia de la criatura pero su espada resbala inofensiva contra la armadura del hombre-dragón.

Briand, entretanto, retrocede apresuradamente para volver a cargar su ballesta y disparar a bocajarro contra su pequeño acosador. Aterrado, el goblin se encoge sobre sí mismo levantando su escudo de madera y la saeta se queda allí clavada, atravesándolo, a escasos centímetros de su cara verdosa y asustada. Con un grito de sorpresa y júbilo, el hombrecillo contraataca, golpeando a la joven noble de Kalaman en su cadera.

Viendo que los dardos no consiguen atravesar las defensas del ser reptiliano, Kylian opta por el cuerpo a cuerpo blandiendo su cayado. Un bastonazo dirigido directamente a la cabeza de la criatura le rompe el cráneo y lo tira de espaldas contra el suelo, donde queda tendido.

—¡Bien hecho! —exclama la maga silvanesti—. Ahora solo hay que acabar con los demás para que pueda ocuparme de la puerta.

Aprovechando que Lowen les da la espalda, la pareja de goblins cruzan las puertas para atacarle a traición. Por fortuna para el guerrero, los débiles mazazos son repelidos por la cota de escamas.

Glinthalas no lo duda y tiende su arco para apuntar al enmascarado cultista, pero su flecha pasa rozando el marco de la poterna y la oscura túnicade su objetivo y se pierde en la lluviosa noche sin causarle más que un arañazo superficial.

El clérigo oscuro responde alzando la voz en una incomprensible plegaria y, a vuestras espaldas, una pareja de defensores y un goblin caen repentina e inexplicablemente inconscientes; profundamente dormidos.

A pesar de que mi ataque no le hace nada al hombre lagarto, Kylian consigue tumbarlo con un eficaz golpe de su bastón.

—¡Sí! —exclamo satisfecho antes de dar la vuelta y enfrentarme a los goblins que se encuentran en la entrada—. Ayudad a Briand, creo que puedo encargarme de estos dos por el momento —les digo a mis compañeros para que ayuden a la noble, que parece estar en ciertos apuros.

Levanto mi espada y la descargo con fuerza contra el goblin de mi derecha antes de que pueda rodearme.