Partida Rol por web

Al ver en en el fondo del pasillo a otro de aquellos seres, Kylian arrancó a correr hacia éste armado con el cuchillo de Valev por encima de su cabeza y en cuanto se plantó frente a él, lanzó una fuerte cuchillada potenciada por la inercia de la carrera.

Aquello de matar no-muertos a cuchillazos se le daba bastante bien, pero lo cierto era que empezaba a preocuparle que no se acabaran nunca. Aquel laberinto era enorme realmente y él empezaba a estar cansado.

Te lanzas a la carga pasillo adelante antes de que el maltrecho muerto viviente tenga ocasión de reaccionar y le clavas el cuchillo de Valev en la frente antes de arrollarlo con el ímpetu de tu carrera.

Por desgracia, al otro lado no encuentras nada más que un callejón sin salida. Empiezas a hacerte una idea del tamaño que tiene este laberinto y de lo difícil que te va a resultar escapar de él abriéndote paso por la fuerza. La parte buena es que eres un hombre de recursos.

Kylian no entendía nada acerca de la composición de aquellos pasillos. Parecía que el arquitecto que los diseñó no era más que un demente egocéntrico que debió regodearse en su propia obra una vez la vio finalizada. 

Kylian de agachó frente al ahora sí totalmente difunto hombre lagarto y le arrancó sus ojos, colocándolos en su bolsa. Acto seguido reemprendrió la marcha siguiendo la senda que había dejado a medias.

Abandonas este pasillo lateral en el que te has metido y regresas al que venías siguiendo. Sin embargo, no consigues llegar muy lejos. Al doblar la siguiente esquina te topas frente a frente con otr muerto viviente más. Casi has perdido la cuenta de cuántos te has topado desde que entraste y solo los dioses saben cuántos más estarán custodiando este lugar sagrado para los hombres-lagarto.

Solo la divina protección de Gilean te salva en esta ocasión del inesperado zarpazo. Quién sabe si tú mismo retornarías como un no-muerto si hallases tu fin entre estas paredes para sumarte a la guardia eternea de tus enemigos.

De forma casi rutinaria, Kylian le asestó un tajo a la criatura que acababa de salirle al encuentro. Los sobresaltos que recibía cada vez que un nuevo no-muerto salía a su encuentro eran cada vez menores. Sabía que al doblar la siguiente esquina se encontraría con otro muerto viviente, eso lo tenía asumido, pero... ¿Hasta cuando? 

La daga de Valev se incrustó entre las costillas de la criatura. Por experiencia sabía que difícilmente sería suficiente para destruirla, pero ya había abierto camino para enviar a ese monstruos al lugar de donde nunca debió salir y esperaba que no opusiera demasiada resistencia, pero más aún que no le causara daño alguno a él. 

Clavas tu daga y cortas. Ya sabes perfectamente lo que cabe esperar de estas criaturas, aguantan bien tus cuchilladas pero tarde o temprano acaban sucumbiendo, incapaces de abrise paso con garras y dientes entre tus defensas física y sobrenaturales.

Los primeros todavía conseguían sorprenderte e ir minando tus fuerzas poco a poco. Ahora, en cambiio, ya les tienes la medida cogida.

Quizás fuera la confianza en que acabar con aquellas criaturas ya es algo rutinario para Kylian, pero en cuanto dio la siguiente puñalada, sintió que no se hundía en si piel con la fuerza suficiente y aunque la bestia sintió el impacto, no pareció causarle demasiado daño. Aunque bien podía ser que si le hubiera afectados, pues ninguna de las criaturas se había quejado de sus golpes con anterior...

Una vez más asestas una buena cuchillada a tu enermigo pero con tan mala suerte que tu arma ensangrentada se estrella contra hueso, clavándose de forma tan superficial que no consigue infligir verdadero daño al obstinado no-muerto.

Éste continúa arañando con rabia tu coraza con sus garras rotas pero sin conseguir herir tu carne por el momento. Está claro que tu dios desea protegerte de las criaturas que vagan por este lugar.

Kylian insistió con una nueva puñalada que arrancó un trozo de carne reseca y ennegrecida dejando a la vista parte de la caja torácica del no-muerto. 

- Gilian guíame para que me abra paso hasta mi destino. -;Se comunicó con su Dios. -;¿Saldré algún día de aquí?

Esta vez sí, el tajo de tu daga consigue amputar una buena sección de carne de tu adversario. Y esta vez sí, el muerto viviente logra superar también tus defensas arrojándose al suelo para morderte una pierna. No parece que tenga ninguna oportunidad de derrotarte, pero sí que está tratando de vender tan cara su no-vida como puede.

Y finalmente Kylian hundió su daga en el tórax de la criatura arrancando su seco corazón de un diestro tajo. El muerto viviente cayó al suelo como el saco de huesos que era y el clérigo recogió sus ojos para guardarlos con el resto.

Sin más y ya de forma rutinaria, siguió avanzando por el único camino que se abría paso ante él. ¿Qué le depararía su suerte? Casi tenía por seguro que más de aquellos molestos hijos de la nigromancia.

Recoges tu modesto trofeo y sigues adelante. Doblas una esquina. Nadie. Dos. ¿Allí tampoco hay ningún no-muerto? La tercera. ¡Ahá, ahí te está esperando tu siguiente adversario!

Se te echa encima nada más verte y a punto está de sacarte un ojo con su inesperada lanzada. Solo la protección de Gilean te salva de la oxidada hoja que pasa casi rozándote.

Era real, Gilean adoraba a Kylian. De otra manera no sería posible que fuera tan efectivo en el combate aunque fuera contra seres sin cerebro. De nuevo, el sacerdote asestó una nueva cuchillada en la zona del pecho de la bestia. El filo se hundió profundo en su cuerpo y cuando la recuperó, lo hizo salpicando de hediondos fluidos negros por doquier. 

- Que asco... - Murmuró.

Antes de que tengas ocasión de reaccionar a su primera lanzada, la criatura ya te está atacando de nuevo. No obstante, esta vez estás preparado y esquivas la acometida sin esfuerzo antes de contraatacar.

Tu cuchillada le abre en canal, desparramando sus tripas por el suelo, aunque eso no basta para poner fin a su existencia sobrenatural. Empuñando su lanza con ambas manos apunta a tu garganta, pero la divina protección de Gilean la aparta de ti en el último instante haciendo que pase casi rozando tu cuello sin causarte ni un arañazo.

Una nueva puñalada se incrustó en el cuello de la bestia y algo crujió de forma evidente. Kylian sonrió, pues aquella criatura tenía los segundos contados y si no era destruida de forma inmediata caería con una nueva puñalada. 

Apuñalas y rajas el cuello de tu última víctima. Estás hecho todo un experto en acabar con estos muertos vivientes en cuestión de pocos segundos.

Le arrancas los "ojos" y echas a correr pasillo adelante, sabiendo que tus fuerzas no tardarán en desvanecerse. Atraído por el sonido de tus pisadas, el enésimo hombre-lagarto te sale al paso al doblar una esquina y los dos chocáis el uno contra el otro de forma accidentada.

Un adversario más ágil sin duda hubiera sabido aprovechar la situación para sacar ventaja, pero los no-muertos no se caracterizan precisamente por moverse con demasiada soltura.

Quizás, sorprendido por el encontronazo, la cuchillada precipitada que lanzó Kylian, no llegó a acertar sobre su objetivo. El sacerdote frunció el ceño y arrugó los labios contrariado. Esperaba que su buena suerte no acabase, pues de lo contrario, sufriría más de la cuenta para salir de aquel lugar maldito de una pieza. Por desgracia, todo indicaba que las cosas se iban a poner peor, pues las bendiciones de Gilean no eran eternas precisamente.

- ¿Y se te quedas quieto? - Le preguntó sin esperanza de que el no-muerto le entendiera y mucho menos de que le hiciera caso.

Si la criatura es capaz de comprenderte, no da muestras de desear hacerte caso y en lugar de quedarse quieta, arremete contra ti con garras y dientes.

Por fortuna, consigues esquivar sus dentelladas y tu armadura continúa ofreciéndote una protección eficaz contra sus furiosos zarpazos. De uno en uno, estos muertos vivientes no son enemigos a la altura de tu pericia guerrera pero el problema es que tú estás solo y ellos parecen no acabarse jamás.

El problema real quizás fuera el cansancio que Kylian ya empezaba a notar. Y es que después de todos aquellos enemigos sorteados a base de cuchilladas, empezaba a estar agotado y su brazo, poco acostumbrado a ese tipo de actividad, se empezaba a agarrotar. Por ello falló su embestida de nuevo y se preparó para evitar el mordisco o el arañazo de su adversario.

- Vamos... un poco más... - Se dijo a si mismo.

Uno y otro intercambiáis golpes torpes que son esquivados por el oponente sin demasiada dificultad.

Notas cómo tu fuerza sobrehumana va cediendo rápidamente frente al cansancio físico de tanta actividad frenética, que más parece durar días que minutos. Pero te obligas a sacar fuerzas de flaqueza esperando que estés cerca de la salida del maldito laberinto.