Partida Rol por web

Hay hombres que sienten pasión por su trabajo. El recaudador no es uno de ellos. Su rostro es inexpresivo, su voz es monocorde y sus gestos denotan aburrimiento. Anda a caballo. Tendrá unos 45 años y un solo ojo. Lo acompaña una escolta de siete soldados y diez hombres subidos a carromatos tirados por bueyes. Los carromatos están vacíos, porque es ahí donde la aldea debe depositar el tributo.

—Bienhallados, habitantes de Wickland. Soy Herr Walt von Woller, el recaudador de Frau Marlene von Wick, vuestra señora [1].

Hecha la presentación, Herr Walt no pierde tiempo: desenrolla un pergamino y comienza a leer.

—En virtud del vasallaje que habéis jurado a la dinastía Wick, la Vizcondesa tiene la amabilidad de notificaros que hoy es el día que rendís homenaje a dicho compromiso a través del pago del impuesto. El mismo consiste en los siguientes bienes —toma aire antes de seguir—. Ciento cincuenta monedas de plata. Sesenta fanegas de trigo. Veinte de avena. Veinte de cebada. Ciento treinta kilos de manteca. Sesenta docenas de huevos. Veinte costales de cebollas blancas. Diez de cebollas moradas. Quince de zanahorias. Quince de nabos. Quince de guisantes. Diez de habichuelas. Veinte de manzanas. La Vizcondesa, en su generosidad, ordena que en vez de entregar diez costales de peras tengáis que entregar tan solo ocho.

Enrolla el pergamino.

—Podéis depositar lo solicitado en los carromatos.

Las palabras de Rambert de perdieron en medio de tanta preocupación, Liselot realmente se sentía fatal con la situación de su familia y agradeció de corazón que sus amigos estuvieran allí para ella, ofreciendo alguna que otra vía para salir adelante de un momento que para la familia Van Dijk era imposible. Por esa razón con una sonrisa y una dulce caricia en la mejilla de Tatyana, se separó para encontrar templanza en su actitud mientras tenía los ojos hinchados y el dolor, la culpa le carcomía por dentro. 

Tanto Hilda como Derek allí estaban, apoyando de igual manera y también lo agradeció profundamente. Pero como todo aquel—posible culpable del incendio—tuvo que abrir la bocaza que tiene, pero ni siquiera tuvo fuerzas para hablar y mucho menos para ofrecer una respuesta que lo dejase en su lugar ya que luego de todo lo sucedido, no quería meter más la pata. No de momento. 

Aunque su amigo sanador lo había dejado caer y fue algo que valoró en demasía. No obstante cuando se preguntaron por Kara, alzó una ceja y se terminó de limpiar las pocas lágrimas que le quedaron ya que tenía las mejillas mojadas. 

—Debe estar en su casa... 

Quería creer que era así, y antes de agregar algo más, vino el recaudador con sus peticiones. Aquello era imposible y sin dudar le hizo con un gesto de cabeza que no a sus padres porque encima habían perdido la casa. Y se mantuvo en silencio, acariciando con la mano a Tupac que frotaba su cabeza sobre el muslo de la chica mientras permanecían juntos. 

Cuando la situación no podía ser peor apareció el recaudador de impuestos. No era el momento y no le apetecía para nada tener que lidiar con aquello, menos aún cuando Kara no estaba por ninguna parte. Solo esperaba que no se le hubiera ocurrido atacar a ese hombre de alguna manera, ni pensarlo siquiera, de ser así la cantidad de muertos solo haría subir.

La lista de tributo era interminable y aburrida, hacia la mitad casi que dejó de escuchar mientras sus sentidos se centraban en observar a sus vecinos. Las reacciones no le gustaron demasiado, aún quedaba ira y rabia en los ojos de muchos. Las palabras de Kara había resonado en lo más profundo de muchos de ellos. Incluso él mismo se sentía muy agitado por los acontecimientos y su forma de responder a ellos, jamás se hubiera imaginado tener que haber plantado cara a Ramber tan ferozmente, al menos para lo callado que era normalmente.

Sin darse cuenta se había petrificado, muchas cosas en su cabeza y no tenía ni la más remota idea de que camino seguir. Dialogar no parecía una opción, no porque no fuese posible si no porque el aspecto del recaudador daba a entender que ignoraría cualquier petición señalando con su cabeza el carromato en un gesto de "me da igual lo que digas, el tributo va ahí". Comentarle el asunto de los ogros y Kara seguramente tuviera el mismo sentido que lo anterior. ¿Pagar sin más? Sabía que no todos lo harían. La tensión en su interior seguía aumentando.

¿Tributo?¿Incendio?¿Kara? Eran las tres preocupaciones que sentía en ese momento.- Quizás Linsey tenga razón y esté en su casa. Aunque sabes de sobra que no será así, mejor asegurarse.- Pensó.- Bienhallado Herr Walt von Woller.- Respondió al recaudador a modo de cortesía ya que nadie de momento lo había hecho. Cambió de dirección entonces y se acercó a casa de Kara, mientras tuviera tiempo se aseguraría de que no cometiese ninguna estupidez. 

Tatyana puso una de sus manos en el hombro de la madre de Linselot y dio un ligero apretón como muestra de apoyo. A su madre también le parecía una buena idea que la familia de su amiga se quedaran una temporada en su casa. Tendrían que hacer unos cuantos cambios en la habitación de su abuelo. No habían tocado nada de lo que allí había desde que falleció, principalmente porque Tatyana no quería mover nada y dejarlo todo como está. De alguna manera, aquello le hacía sentir que su abuelo seguía allí Creo que va siendo hora de cambiar algunas cosas en casa, no solo por la familia de Linselot que vendrán a vivir a nuestra casa, sino por mí también. Hizo un leve asentimiento a su madre indicando que estaba de acuerdo con sus palabras y dando el motivo de que también estaba preparada para realizar algunos cambios en casa.

Eh, ¿alguien ha visto a Kara. [...] Creo que Kara está siendo muy drástica con todo esto...

¿Kara? Buscó con la cabeza a la chica, sin éxito. Tatyana estaba de acuerdo con aquella mujer. Estaba siendo demasiado drástica y también estaba siendo demasiada casualidad que durante el incendio no estuviera allí, ayudando. Y lo que peor podía pasar es que ya estaba el recaudador allí.

Era una larga lista lo que pedía la Vizcondesa Encima tenemos que dar gracias por su "generosa" rebaja pensó con cierto desdén. Vio que Linselot negaba con la cabeza a hacia su familia y Tatyana hizo lo mismo hacia su madre y le susurró.

- N-no des todavía nada... Tenemos que intentar esclarecer todo esto. Además, nos quedaremos sin apenas nada si lo damos... - miró a su madre con cierta preocupación. Tatyana le susurró tanto a Hilda como a Linselot - Voy a acercarme a la casa de Kara, a ver si encuentro algo, por si queréis venir conmigo

Hilda apretó el mazo con furia contenida cuando el "Herr Walt" empezó a escupir todas sus exigencias sin preocuparle el bienestar de los aldeanos. Todas las veces que solicitaron ayuda de su gobernante y jamás tuvieron respuesta alguna. A punto estuvo de responderle indignada cuando escuchó a Tatyana. Asintió con la cabeza y su mano soltó el martillo para intentar relajarse. La Niña Gigante podía ser ruda pero no estúpida, mientras el recaudador estuviese rodeada de aquellos soldados se arriesgaba a que la apresaran por su impertinencia, ese fue el motivo por el que tuvo que morderse la lengua para no cometer ninguna estupidez. 

-¿Que tendría que hacer Kara en el pantano?- Susurró a las demás, nadie se acercaba al pantano con esos Ogros deambulando por allí. Eso ciertamente no era algo normal. Sin plantarle cara al recaudador, Hilda se dispuso a liderar la marcha hasta la casa de Kora primero, luego deberían debatir si ir a buscarla al pantano.

Liselot le indica que no pague con un gesto. Los ojos de Jan van desde su casa en llamas, a su esposa desconsolada, al recaudador. Le hace un gesto afirmativo a Liselot

—Ahora, definitivamente, no podemos pagar —le dice a su hija—. Luego veremos qué hacer. Tal vez pueda hablar con Herr Walt. Pedir una... una prórroga. Liselot: no te metas en más problemas. Por ahora, necesito un... un... un respiro. Aunque sea una hora. Para pensar.

—¡Ah, Herr Walt! Qué alegría veros. Espero que vuestra familia esté bien, y que la Vizcondesa goce de buena salud.

La respuesta del recaudador es una mirada silenciosa, inexpresiva, ausente, aburrida. No le contesta a Rambert, que es un vecino rico, mucho menos le contesta a Derek. Rico o pobre, a sus ojos ambos son plebeyos.

—Eh... Bueno, ya he organizado a un grupo de vecinos y ahora mismo vamos a entregaros el tributo —y Rambert da algunas indicaciones a los vecinos a favor de pagar de que traiga cada uno la parte que le toca. La colecta del impuesto y su contabilización será un proceso largo, por lo que tenéis tiempo de ir en busca de Kara.

—¿Esclarecer qué cosa? —le dice la madre de Tatyana a su hija—. Como le dijo Jan a Liselot, no te metas en líos, Tatyana. Si pagamos nos quedaremos con poco y nada. Y si no pagamos va a ser peor. Mira, vuelvo a casa un rato, voy a mostrarles la habitación del abuelo a los padres de Liselot, que se acomoden. Aunque sea que descansen un rato. Hedy, ¿me ayudas?

Los padres de Liselot, la madre de Tatyana y Hedy se marchan. Algunos vecinos ya están trayendo en carretillas lo que les corresponde: grano, huevos, manzanas... luego habrá que contar todo eso. Y, cuando se cuente, el recaudador se dará cuenta de que buena parte del pueblo no está pagando su parte.

Derek increpa a la aldeana que vio a Kara yendo al pantano, y le pregunta el motivo.

—Pues no sé —dice, encogiéndose de hombros—. Luego de la pelea en la taberna algunos seguimos a Kara hasta su casa. Cuando estábamos discutiendo sobre qué hacer con el recaudador, de pronto Kara se para y dice algo así como "¡Tengo una idea, no paguéis nada, esperadme aquí, voy al pantano y vuelvo!". No nos dijo qué idea era, pero la vimos coger algunas armas y marcharse. Ay, esa Kara... lo dijo con ese brillo en los ojos que tiene ella antes de meterse en un pleito.

Dejáis atrás la casa de Liselot en dirección a la de Kara. La choza de Kara está a unos doscientos metros de distancia, casi en las afueras del pueblo. Como es de esperar, es un hogar austero, con solo lo justo y necesario. La única decoración es la colección de dagas, hachas, mosquetes y espadones colgados en las paredes. Hay algunos lugares vacíos en la colección. Las manchas de óxido en las paredes os permiten adivinar el contorno de las armas que se llevó Kara: una enorme hacha de guerra, un mosquete, una pistola y dos dagas. Hay otra cosa que os llama la atención. Todos conocéis a Kara, sabéis que ella tiene tres cabras. Sin embargo, fuera de la casa veis una cabra sola. ¿Se ha llevado dos cabras al pantano?

«¿Por qué era tan odioso Rambert? »

Es que no pudo evitar el preguntarse aquello de alguna manera sin que nadie fuera capaz de oírla, era su mente la única testigo de aquella osadía. No obstante allí estaban todos junto al recaudador, incluso las palabras de su padre sí que le habían calado hondo pero no podía quedarse quieta cuando nadie estaba al tanto del paradero de Kara y como única alternativa a una situación totalmente desventajosa, le quedaba ir por ella. 

—No lo haré padre—respondió, a sabiendas de que era un poco mentira esto—. Vamos juntas Tatyana, Tupak nos puede guiar hacia donde se encuentra y hallarla más rápido.

Luego miró a Hilda y Derek. 

—Juntos. Tenemos que ir... 

Era una petición más que explícita, pero considerando la situación y cuando el recaudador dé por terminado su conteo, la verdad se revelaría con la falta alimentos. Así que era un tiempo prudencial para hacer esto lo antes posible, además necesitaba en su corazón hacer algo bueno. Algo justo. 

Por ello sin dudar, tras ofrecer una dulce caricia a su lobo le ordenó:

—Busquemos a Kara, venga. 

Hilda no dejaba de impresionarse cada vez que veía la colección de armas de Kara. Aquellas armas eran ciertamente de buena manufactura algunas, otras no tanto. En su mente fantaseaba como forjaba armas de una calidad legendaria y cómo ella misma, embutida en una formidable armadura, era alabada como una heroína. Ciertamente era un sueño, al fin y al cabo. Regresando a la realidad se fijó en que varias de aquellas armas faltaban, eso era más que seguro.

-Se ha llevado varias de sus mejores armas...- Añadió a Liselot, Tatyana y Derek. Asintió ante los deseos de emprender la búsqueda de Kara mientras la pequeña Ardilla y su lobo se preparaban para rastrear. 

-Dadme un momento...- Indicó a los demás cuando pasaban cerca de la herrería. Entró en esta y después de algunos minutos salió portando un elaborado escudo de acero.

-Estoy lista- Se le podía ver qué esbozaba una ligera sonrisa al portar aquel escudo. Pocos lo recordaban, pero los diseños se asemejaban mucho a los que tenía la armadura que portaba Bogart Ivanov, su desaparecido padre. «Cuídame como siempre, padre» Ahora Hilda desbordaba más confianza de la habitual, pues se sentía segura junto a Bogart, el Protector.

La información de la anciana no sonaba nada bien, solo había una cosa que hacer en el pantano ahora mismo pero no tenía sentido que nos hiciera esperar por el tributo. ¿Qué hay en el pantano que pueda hacernos pagar el tributo? Para Derek no tenía ningún sentido.- Esperad, no podemos irnos sin más. El recaudador está recolectando la parte del tributo y realizará el conteo. Ramber ha comenzado a poner su parte junto con otros vecinos pero si no volvemos a tiempo faltará mucho de lo que se nos ha pedido, las consecuencias no serán buenas. Si vamos, tenemos que tardar lo menos posible en volver, no creo que podamos librarnos del tributo pero estoy preocupado por Kara. Y hablando de Kara ¿No os parece extraño que falten dos de sus cabras? Un hacha, armas de fuego, dos cabras, pantano...- Derek comenzó a murmurar para si mismo hasta que creyó dar con la solución de aquello.- ¿Sería posible que Kara use las cabras como cebo para los ogros? ¿Querrá enfrentarse sola a ello?¿Y si es así con qué propósito? Algo no me huele bien aquí, me parece algo temerario incluso para ella.

Con aquella idea en mente y tras haber avisado a sus compañeras, siguió a Liselot y su lobo. No creía que pudiera encontrarla mejor que ellos dos sinceramente, por lo que se aseguró de seguir su paso.

—Quizas usará a las cabras como cebo para traer a los ogros al pueblo. No puede ser de otra manera y creo que es lo único que detendría a Rambert o al mismísimo recaudador. 

Apenas respondió, contenta de que sus amigos le seguían los pasos. Lo de las armas, la ausencia de los animales. ¡Solo podían ser por una cosa! Eso sí, esperaba no estar equivocada que demasiados errores tuvo en el día de hoy. 

La colección de armas de Kara asombraba a Tatyana. Tenía de todas clases y según había dicho Hilda, eran de las mejores. Pero faltaban unas cuantas Ay Kara... espero que sepas dónde te estás mentiendo... Se acordó que una de las personas de la aldea les había dicho que la había visto dirigirse hacia el pantano. Sus compañeros estaban dispuestos a ir al pantano, por lo que ella también los acompañaría. 

Saliendo se percataron de que faltaban dos de las cabras - A mí también me parece muy raro que falten dos de las cabras... - se le cruzó una idea por la cabeza - O-oye... ¿no habrá ido a luchar ella sola contra los ogros, no? O... ¿no se le habrá ocurrido atraer a los ogros a la aldea para echar al recaudador, no? Nos pondría en peligro a todos de ser así... A-aunque esto último creo que es algo descabellado... - se quedó pensando.

Todos salimos en dirección al pantano - Voy a intentar ayudarte a localizarla Linselot, aunque creo que tanto Tupac como tú sois mejores en esto que yo - dijo con una tímida sonrisa. En el camino, tenía su arco preparado con las flechas, para lo que pudiera pasar.

Tupac, con el hocico pegado al suelo y siguiendo el rastro de Kara, abre la marcha al pantano. El lobo no tarda en dar con el rastro de la guerrera y avanza por la ciénaga certero como una saeta: sabe perfectamente hacia dónde tiene que ir [1]. En el pantano hay barro, agua estancada y árboles retorcidos y nodosos. La humedad es palpable. Entre los juncos, los lirios y las eneas se oye el croar de las ranas y el canto de algún que otro pájaro. Caminar por allí es pisar cosas viscosas y mojadas permanentemente, y cada paso suena como el chuk de la flecha de Tatyana al hundirse en la cabeza del panadero.

Una vez Hedy os comentó que vio cocodrilos en el pantano. Afortunadamente no os cruzáis con ninguno. Lo que sí veis cada tanto son las gigantescas pisadas de los ogros. Hilda tiene el escudo preparado. Tatyana avanza con el arco en alto y el carcaj con flechas a la espalda. ¿Cuántos ogros hay en el pantano, exactamente? No lo sabéis, pero son muchos. Decenas, tal vez. Pero de momento no hay ni cocodrilos ni ogros. Tras casi una hora siguiendo a Tupac llegáis al corazón del pantano y encontráis a Kara.

Kara desliza la daga por la garganta de la cabra. Acto seguido deposita el cadáver del animal sobre una carretilla. La otra cabra también está ahí, igualmente degollada. Está con las manos apoyadas sobre las caderas, mirando hacia los árboles, expectante.

—¿Qué hacéis aquí?  —os pregunta con el ceño fruncido, cuando advierte vuestra presencia—. Bah, no importa. El recaudador ya está en el pueblo, ¿cierto? Vamos a darle un susto a ese hijo de puta. Los ogros tienen muy buen olfato para la sangre. Cuando los veáis acercarse, corred. Vamos a llevarlos a la aldea. Nunca más la Vizcondesa va a querer cobrarnos el tributo, vais a ver, se lo va a tener que meter donde no le da el sol.

No muy lejos de vuestra posición se oye un TUMP, TUMP, TUMP, TUMP. Son las pisadas de criaturas grandes y pesadas. Y sonidos guturales:

—UUAAAAARGH.

Kara sonríe satisfecha. Es la expresión de alguien que sabe que su plan es infalible.

Antes de que Derek hubiese tenido tiempo de realizar todas las preguntas que tenía para Kara escuchó aquel grito y las pisadas de una criatura que debía ser terriblemente grande. Se quedó completamente mudo y sin aliento, no podía creer la ocurrencia de que había tenido.- !¿Pero cómo se te ocurre semejante cosa?! ¿¡Qué haremos cuando llegue al pueblo?! ¿¡Espantará al recaudador y luego que, nuestras casas, las familias, los niños. Que pasará con ellos?! ¡¿Esto es una locura demasiado grande incluso para ti Kara!- El día estaba siendo demasiado largo e insoportable, como una mala pesadilla. No sabía que hacer, sentía que había agotado completamente todos sus recursos. No había magia posible que pudiera parar aquello, correr era lo único que podía hacer pero no sabía hacia dónde dirigirse. 

Decidió buscar algún escondite lejos de la cabra donde pudiera pensar en algún plan para evitar aquella masacre que se avecinaba e instó a los demás en hacer lo mismo.

El camino por el pantano fue medianamente tranquilo. Tatyana estaba pendiente a todo lo que ocurría a su alrededor por si tenía que lanzar alguna flecha. 

Al fin se encontraron con Kara. Tatyana vio como degollaba a las cabras No puede ser lo que estoy pensando... Acto seguido Kara se dio cuenta de que estaban allí y les contó cuál era su plan y Tatyana abrió muchísimo los ojos y sentía como se le caía el alma a los pies. Por su espina dorsal le recorrió un escalofrío y de su interior empezó a surgir todo lo que llevaba acumulado del día: ira, pena, preocupaciones. Todo se le juntó y se dirigió a Kara.

- Pero... ¿Pero tú estás bien de la cabeza? ¿EN SERIO PIENSAS LLEVAR A LOS OGROS A LA ALDEA? ¿Y luego cómo planeas sacarlos de allí? ¿LO HAS PENSADO ACASO? ¿Y las personas inocentes? Y bueno, no solo las inocentes, aunque más de uno se merece llevarse un susto, no es así como hay que hacer las cosas... NO ES ASÍ KARA.

De pronto se empezaron a escuchar pisadas y un rugido.

- Creo que lo mejor será dejar las cabras aquí y nosotros deberíamos intentar escondernos y luego dar un rodeo por el pantano para asegurarnos de que no nos siguen hacia la aldea... No podemos permitir que lleguen a la aldea. Tiene que haber otras soluciones para el tema del recaudador, ¡vamos! - vio que Derek fue a esconderse lejos de las cabras y Tatyana lo imitó en la misma dirección pero diferente escondite.

Con las botas llenas de barro y la sangre bombeando rápidamente por la tensión que le daba la idea de enfrentarse con algún Cocodrilo u Ogro que saliera de no se donde, así avanzaba Hilda hasta que dieron con Kara y su maravilloso plan, al menos a la Niña Gigante le pareció una gran idea en principio, asisntiendo a todo lo que explicaba la excentrica Camorra, sólo fue hasta que Derek y Tatyana expusieron el riesgo que había para los aldeanos que se percató de lo delicado de la situación.

-Tienen razón Kara... Yo también quiero darle su merecido a ese recaudad...- Detuvo sus palabras al escuchar las pisadas que retumbaban en el pantano y siguiendo el ejemplo de los demás, buscó parapetarse detrás de algún árbol.

El plan era una total locura y Liselot fue la última en reaccionar porque no podía creer que Kara fuera capaz de algo semejante. Si que terminaría con la tontería de Rambert, pero el asunto era que el peligro terminaba siendo mayor para toda la gente que vivía allí. No podía permitirlo, no de esa manera. 

Ya había perdido su casa, más desilusiones no podía darle a sus padres así que intentó en medio de la desesperación buscar algún árbol cercano para esconderse junto a Tupak mientras intentaba pensar en lo que podía hacer. No sabía sinceramente, ambas cosas llevarían a la ruina a su familia. 

—Kara... Es una locura. No los lleves al pueblo, por favor. 

Derek y Tatyana están abatidos y furiosos. A los gritos le preguntan qué va a hacer luego de llevar a los ogros al pueblo y cómo evitará que destruyan la aldea. Kara los mira a ambos como si fueran idiotas y estuvieran preguntando una obviedad.

—Llevo a los ogros. Espantan al recaudador. Luego mato a los ogros. ¿Sois tontos o qué? —de fondo se oyen las pisadas cada vez más cerca—. Hilda, tú eres la lista del grupo, explícales que...

TUMP, TUMP, TUMP, TUMP, GRRRRUAAAAAAAAAARGH. El tiempo para hablar se terminó. Los ogros ya están aquí.