Partida Rol por web

Vuelve a salir el sol. Habéis descansado poco y nada por culpa del ataque del oso. La falta de sueño repercute especialmente mal en Artemi, que, a diferencia de ayer, habla poco. Ya no se ve tan interesado en contar anécdotas, sino más bien en echarse una siesta apenas le sea posible.

Ethel y Tath calculan que falta poco para que termine el bosque y lleguen a los montes. De pronto, escucháis un griterío proveniente del sendero principal, ese que corta al bosque por la mitad y por donde andan todos los que van en busca de la cocatriz. Una estridente voz de mujer, rodeada por voces masculinas. Os acercáis desde el bosque, cubiertos por los arbustos y los árboles, de manera que ellos no os pueden ver.

—¡¡Estafadores!! ¡¡Sois unos estafadores!! —le espeta la mujer a tres hombres que, por las brigantinas que llevan como armaduras, deben ser soldados o mercenarios—. ¡Una pieza de plata por cada uno! ¡Tres piezas en total, ese era el trato! ¡Me habéis pagado una sola pieza y esa pieza ES FALSA! ¡No soy estúpida! ¡ESTAFADORES! ¡¿Qué hará el Conde cuando se entere de que sus soldados han estafado a una pobre mujer indefensa?!

—¿Pobre mujer indefensa? —dice uno de los soldados con sorna—. Una puta, querrás decir.

—A ver si al Conde le va a estar importando lo que diga una puta sifilítica —dice otro, antes de cruzarle la cara a la mujer de una bofetada.

Los soldados ríen y siguen caminando. La mujer queda tendida en el suelo, pero, lejos de acobardarse, se levanta y los sigue desde atrás.

—¡ESTAFADORES! ¡PICHACORTAS! ¡El Conde es un hombre valeroso, a diferencia vuestra! ¡ESTAFADORES! ¡El Conde me va a hacer caso cuando os denuncie!

Los soldados intentan no hacerle caso, pero la mujer insiste en ir detrás de ellos y gritar a los cuatro vientos que la han timado, que sus miembros son microscópicos y que el Conde los va a castigar a todos cuando se entere de que sus hombres la estafaron. Por el gesto de uno de los soldados, notáis que están comenzando a impacientarse.

El amanecer había sido, por decirlo suavemente, fatigoso. Apenas habían conseguido descansar unos pocos minutos, tras establecer el campamento unos kilómetros más allá de donde mataron al oso. Lo único positivo era que la falta de sueño afectaba en especial a Artemi, quien ahora parecía una persona diferente, alejada de toda esa verborrea incansable que tantos dolores de cabeza presuponía le daría durante lo que durase la partida en busca de la cocatriz. "Debemos movernos más rápido si queremos encontrar a esa criatura antes que los demás" —iba pensando cuando un alboroto  interrumpió sus pensamientos y le puso en alerta. De manera instintiva asió la empuñadura de su espada, preparado para atacar a quien se dirigiese hacia el campamento.

Nada más lejos de la realidad; aquellas voces lejanas, no tenían nada que ver con ellos. Al acercarse a comprobar de qué se trataba, el cazarrecompensas se camufló en la maleza con mucha presteza. Soldados. Maldita sea. No sabía exactamente quién tendría la razón en aquella acalorada discusión —imaginaba que la mujer, porque por norma general las infanterías se aprovechaban de ser un mayor número para conseguir aquello que deseaban—. Brant se quedó observando la tensa escena, intuyendo que algo malo estaba a punto de acaecer. Y esa mujer era la que con total probabilidad sufriría ese mal augurio que rondaba su mente.

—Esto no es asunto nuestro —murmuró, mirando de reojo a las dos componentes femeninas del diminuto grupo—. Tenemos que continuar con la misión, no podemos retrasarnos —Pese a que sonara como alguien frío o carente de escrúpulos, era lo más conveniente para ellos. No porque no pudieran derrotar o amedrentar a ese trío de soldados cuyo orgullo o valentía era mayoritariamente fachada, sino porque podrían atraer la atención de otros tantos miembros de la guardia o ser perseguidos por altos cargos de la nobleza junto con sus ejércitos. 

Brant llevaba huyendo mucho tiempo. Y no quería que, de nuevo, su pasado volviera ante él reclamando su presencia.

Había sido un tanto agotador aquella labor, pero finalmente junto a Tatyana lo han logrado a la perfección. Además Tupac aprovechó para alimentarse a base de bien, así que dentro de todo la compensación fue bastante buena. No obstante tras dejar aquel símbolo en el bosque, el camino resultó ser bastante silencioso de por sí. 

Ethel se mantuvo cerca de su amiga, inspeccionando el camino o mirando los alrededores por si las dudas. Siempre con sus ojos en cada rincón, más allá de que se fiaba ciegamente de su querido lobo. Una vez avanzaron un poco más, se encontraron con una situación en la que no quería saber nada. Si bien podía despertar impotencia en ella y ayudarla, tal vez sería ganarse su favor, no quiso intervenir en más líos por el momento. 

—Coincido con él, por mi sigamos adelante ya que es un problema que no nos incumbe—dijo sincera—. Lo siento por ella, pero no. 

La noche fue un tanto larga para Tatyana y en parte, estaba algo preocupada por Artemi que no había articulado apenas palabra con ninguna de sus anécdotas. Es verdad que estaba siendo un suspiro para sus cabezas, pero tanto silencio por su parte no era normal, parecía que le había afectado demasiado el ataque por sorpresa de aquel oso.

Mientras seguían por el camino que se habían marcado, en el sendero principal empezó a haber alboroto. Estuvieron observando a través de los árboles, escondidos. Era una mujer contra tres soldados Esto puede acabar mal... Echó un vistazo a sus compañeros de viaje que también observaban la escena Pero si nos metemos... 

Primero habló Brant que cortó sus pensamientos y luego Liselot lo secundó. Tatyana asintió de acuerdo con ellos - Tenéis razón... No nos incumbe... - dijo con algunas dudas. Bien es cierto que no les incumbía, pero parecía una situación injusta. 

Comenzaron a andar y mientras avanzaban, Tatyana echó un último vistazo por encima de su hombro para ver la situación.

Ese pelo rojizo, esos manerismos, esa forma de caminar con las manos en las caderas, esa voz estridente... alguna vez viste a esta mujer [1]. Fue hace algunos años, cuando durante tu breve paso por el Ejército del Imperio Antoniano. La mujer se llama Pavlinka. La recuerdas vagamente porque es una de esas tantas "putas de acampe", como se las conoce en la jerga militar. Son prostitutas que siguen a los ejércitos y en los campamentos se acuestan con los soldados que tienen dinero suficiente para pagar sus servicios.

Pavlinka siguió una temporada al decimonoveno regimiento de infantería al que estabas destinado. Varios de tus compañeros de campamento se acostaron con ella.

—¿Vais a pagarme lo que me debéis o qué? ¡Tres piezas de plata! ¡TRES! ¡No tengo problema con seguiros todo el día! ¡Estafadores! ¡Tarde o temprano vamos a llegar hasta el Conde y ahí vamos a ver a quién le cree! 

Uno de los soldados, colmada su paciencia, se da la vuelta, quedando frente a frente con la mujer

—Ay, qué, ¿qué vas a hacer? ¿Pegarme de vuelta? ¿Eso te hace sentir un hombre de verdad? ¿Piensas que vas a amedrentarme con...?

El hombre saca una pistola y le dispara en el centro del estómago. La mujer grita. Cae de rodillas. La sangre le cubre todo el vientre y gotea hasta tocar el camino de tierra. Los soldados reanudan su caminata, haciendo oídos sordos a las súplicas de la mujer. Muy pronto la dejan atrás. Cuando se le agota la fuerza para seguir gritando se desploma del todo. Así está, tendida en el suelo, temblorosa y desangrándose. Sin ayuda morirá pronto.

Aquello terminó de la peor manera para la meretriz, pero eso ya lo sabía Brant desde el principio. Sin embargo, no dejaba de observarla fijamente, con un brillo de reconocimiento implícito en su mirada. Al verla ahí, postrada sobre la tierra, escupiendo sangre de un modo constante mientras su vida se escapaba lentamente del cuerpo, tuvo que darse media vuelta para no presenciar una muerte segura. "No podemos llevarla con nosotros y no hay ningún lugar cercano donde podamos dejarla reposando y recuperándose" —reflexionó, irguiéndose, abandonando su improvisado escondite. El ambiente había vuelto a la normalidad tras la marcha de los soldados.

—Si queréis intentar ayudarla a que aguante unas horas más y con suerte alguien la encuentre, sois libres de hacerlo —manifestó con una mano apoyada en la empuñadura de su espada—. Yo... prefiero quedarme aquí. Sé quién es esa mujer, la reconozco. Es una mala pieza, aunque ese grupo de bravucones son aún peores —aseveró en un tono rotundo, pese a que solo con lo que habían apreciado bastase para saberlo—. Si se cruzaran con vosotras en el camino tened por seguro que intentarían violaros o aprovecharse de vuestra condición de mujeres. 

El destino era inevitable en la mayoría de las ocasiones cuando se fuerza en demasía la situación, para Liselot aquello era una prueba así misma ante lo que veía y lo que era capaz de hacer. Algo que sin dudas creaba un debate interno que la mantuvo quieta durante todo ese instante de sucesos desafortunados. Por ello es que guardó silencio y al escuchar las palabras de Brant, negó con la cabeza. No se metería en donde no la llaman, tenía que aprender por las malas la lección y comenzaría a aplicarse a partir de ahora. 

—Lo siento, pero no haré nada. Por mi sigamos adelante. 

Y miró a Tatyana, tanto habían pasado juntas que el otro comentario de su compañero no le hizo efecto en absoluto, no hay miedo en el corazón de la pelirroja. Tampoco le preocupaba porque al fin de cuentas ya le estaban dando caza en otro rincón de este mundo, así que no quería sumar más muertes en su vida o enemigos. Cada cual que se arregle con sus asuntos. 

La mujer seguía encarándose a los soldados hasta que uno de ellos decidió poner fin a su voz. Vio cómo sacaba la pistola y le disparaba sin piedad. Tatyana contuvo el aliento. Ella había matado un par de veces anteriormente, pero nunca lo había visto desde esta perspectiva, desde la que ella era una "espectadora". Observaba cómo su vientre se iba tiñendo de rojo y la expresión de la mujer.

Tatyana la observaba caer de rodillas a cámara lenta. Agonizaba y temblaba en el suelo. La chica tenía una lucha interna: tenían que seguir avanzando para encontrar a la cocatriz y por otro lado quería echar una mano a la mujer. Ninguno de sus compañeros tenía intención de acercarse - Sé que no es asunto nuestro y estoy de acuerdo con vosotros en que deberíamos seguir adelante - comenzó diciendo - pero creo que al menos deberíamos de acabar con su agonía... Si vosotros no queréis acercaros... esperadme aquí - terminó diciendo.

Se acercó al camino en dirección donde estaba aquella mujer, sacó su daga y se cortó un trozo de la camiseta que llevaba para usarlo como un paño. Se arrodilló al lado de la mujer y con aquel pañuelo improvisado y sin guardar la daga hizo presión en su herida - No sé qué ha pasado, acabo de llegar - la miraba mientras apretaba su herida para que parar un poco la sangre - Creo que has perdido ya demasiada sangre... no creo que puedas llegar a algún lugar para poder recuperarte - le dijo con pesar - Pero creo que podría ayudarte a acabar con esta agonía... Creo que es lo único que puedo hacer por tí... Lo siento... - terminó añadiendo esperando una señal de aprobación de la mujer.

—Espera, Tath, espera —la llama Artemi, aunque Tatyana ya ha abandonado el escondite y está al lado de la mujer herida—. No puede estar hablando enserio, ¿no? —le pregunta a Ethel y Brant—. ¿Acabar con su agonía? A menos que se refiera a llenarla de vodka, esto es una locura. ¡Esa mujer podría sobrevivir!

Artemi también sale de la arboleda y se acerca hasta Tatyana, en medio del sendero de tierra.

—¡Tath, espera!

La mujer está tendida en el suelo, desangrándose, con la visión borrosa, mareada. De pronto se le aparece de la nada una muchacha que no ha visto jamás. La muchacha le informa que ya es demasiado tarde y se ofrece a rematarla. Tiene una daga en la mano.

La mujer, aterrada, junta las fuerzas que le quedan y grita más fuerte que antes.

—¡¡¡ALÉEEEJAAATEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!

Los soldados con quienes discutía la mujer, que ya habían avanzado unos sesenta metros por el camino, se dan la vuelta, alarmados. Ven a la malherida, ahí donde la dejaron, pero a su lado hay dos personas más: Tath y Artemi. Los hombres se miran entre ellos. Quizás los pone nerviosos la idea de que ellos dos han sido testigos de su crimen. No necesitan pensárselo dos veces.

Todo sucede muy rápido. Dos de ellos se descuelgan los mosquetes que llevaban a la espalda. Amartillan los rifles, apuntan a Tatyana, abren fuego. Tatyana siente cómo un proyectil le zumba por al lado del oído, pero ambos tiros fallan [1]. Entre las nubes de pólvora que se están formando veis cómo el soldado que le disparó a la mujer termina de recargar su pistola. Su disparo no falla. Artemi deja escapar un grito seco y se desploma encima de Tatyana [2]. Le han dado, aunque no veis dónde [3].

Uno de los mosqueteros se esconde detrás de un árbol, seguramente recargando su arma. El de la pistola y el otro mosquetero corren hacia Tatyana, pensando que es presa fácil.

Un día después, estáis viajando por un angosto sendero de tierra en medio del bosque, de vuelta a las tierras de Wick. Es de mañana. Hay algunas nubes, pero el sol brilla con fuerza. Entonces escucháis el primer disparo, seguido de los aullidos de una mujer. Es a no más de trescientos metros de vuestra posición. Silvester ordena un alto y hace una señal para adentrar los caballos en el bosque y averiguar qué está pasando.

Al cabo de unos minutos os llega un grito desgarrador.

—¡¡¡ALÉEEEJAAATEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!! —grita la misma voz femenina de antes.

Mientras estáis escondidos entre árboles, os topáis con una imagen desconcertante. En medio de otro sendero de tierra ves a Tatyana Orlov, quien fuera tu vecina en Wickland, y a quien no ves desde hace seis meses. Tendida en el suelo a pies de Tatyana hay una mujer pelirroja desangrándose a causa de una herida en el vientre. Tatyana está junto a un hombre de unos cuarenta años. No lo conoces. El hombre parece amigo de Tatyana.

A unos cincuenta metros de distancia, más adelante en el sendero, hay tres soldados. Todo sucede muy rápido. Dos de ellos se descuelgan los mosquetes que llevaban a la espalda. Amartillan los rifles, apuntan a Tatyana, abren fuego. Ambos tiros fallan. Entre las nubes de pólvora que se están formando ves cómo un tercer soldado termina de recargar su pistola. Su disparo no falla. El hombre que acompaña a Tatyana deja escapar un grito seco y se desploma encima de tu amiga. Le han dado, aunque no ves dónde.

Uno de los mosqueteros se esconde detrás de un árbol, seguramente recargando su arma. El de la pistola y el otro mosquetero corren hacia Tatyana, pensando que es presa fácil.

—¿Pero qué coño es esto? —farfulla Silvester mientras se lleva una mano a su pistola y con la otra desenfunda su sable.

Todavía no le ha dado señal a sus hombres de que ataquen. Está esperando a ver qué sucede. Pero, por su lenguaje corporal, te parece que está más inclinado a atacar al grupo de soldados que asolan a Tatyana.

La mujer empezó a gritarle con miedo y analizó lo que le dijo Puede que no haya escogido las palabras correctas... Es la última vez que intento ayudar a un desconocido. Artemi llegó a su lado y lo miró confundida - ¿Por qué me has seguido? No pensarías que... - se quedó unos segundos pensando y se llevó la mano a su frente - Sí, vale, mi elección de palabras no han sido buenas, pero no iba a acabar con ella si me decía que la dejara en paz...

Los soldados que dispararon a la mujer se dieron media vuelta y parecían algo nerviosos. Por lo que sacaron sus armas y empezaron a atacarles. Dos disparos van hacia Tatyana, de los cuales uno de ellos le pasa muy cerca. Cuando se dispone a alejarse para esconderse, se oye un tercer disparo que le da a Artemi, que grita y cae encima de Tatyana - ¡Artemi!

Artemi estaba encima de Tatyana y ésta lo zarandeó un poco para ver si reaccionaba. En principio parecía que no y tampoco veía en donde lo habían disparado. Vio que dos de los soldados se le acercaban e intentó quitarse a Artemi de encima. La mala posición en la que estaba y los nervios no estaban jugando a su favor, por lo que no consiguió apartarlo.

Se le acababan sus opciones, con Artemi encima no podía atacar así que recurrió a su voz - ¿Esto es en serio? ¿Veis a una persona malherida en el camino, que está delirando debido a la pérdida de sangre, y a otra intentándola ayudar y lo que hacéis es dispararle? ¿Estáis de broma o qué? - en un principio no iba a comentar nada de que eso podría ser una actitud sospechosa, necesitaba ganar algo de tiempo. Tampoco quiso mirar en la dirección donde estaban sus dos compañeros por si los soldados se percataban y los veían Menudo lío Tatyana... se reprimió a sí misma.

Cuando Brant pensaba que regresarían de vuelta al campamento para continuar con su camino, Tath decidió en ese momento tener un acto de misericordia y de buena fe, aproximándose a la mujer convaleciente para terminar con su sufrimiento. Artemi también se fue hacia allá, incomprensiblemente, pero el cazarrecompensas no detuvo sus pasos. "Cada uno que haga lo que quiera" —pensó. Claro que no imaginaba la reacción de Pavlinka y lo que desencadenó su grito desesperado. El estruendo de las detonaciones de los mosquetes despertó a todo el bosque y una bandada de pájaros revoloteó cerca de donde estaban, asustados. Los soldados no se habían marchado aún; volvían para acabar con aquellos que se interesaban por el estado de la mujer. Esto sí que eran malas noticias.

—Joder, maldita puta. Sabía que nos traería problemas —masculló, agazapado tras un arbusto, asomándose desde allí para ver exactamente en qué lugar estaban los enemigos. Aún no se habían percatado ni de Ethel ni de él, pero Tath y Artemi se encontraban en plena línea de fuego, siendo este último alcanzado por un proyectil. Si no hacían algo pronto por ellos, ambos perecerían. Y eso suponía quedarse sin la recompensa prometida por el ricachón. No lo iba a permitir por nada del mundo, aunque le costara sangre y sudor conseguirlo.

Brant dirigió una mirada de soslayo a la chica del lobo, barajando sus opciones de ataque, mientras suspiraba con pesadez. Odiaba haber terminado en un enfrentamiento hostil con esos tres, era justo lo que menos buscaba. 

—Ethel, yo me encargo de aquel que se ha escondido detrás del árbol —su mirada se dirigió hacia esa zona en concreto—. Trataré de sorprenderles por la retaguardia. Tú cubre a tu amiga e intenta que no mueran, ¿vale? —nada más elaborar el improvisado plan, ya se estaba poniendo en movimiento, atravesando la frondosa maleza con cuidado de no alertar de su actual posición al soldado parapetado.

«Joder Tatyana, joder...» protestó en pensamientos pero rápida en acción simplemente asintió a las palabras de Brant mientras sacó una flecha desde el lugar en el que se encontraba. Con su mirada en el objetivo, apuntó a uno de los soldados que se estaban acercando a su amiga y disparó sin prejuicio alguno. Ella siempre estará para defenderla, incluso si debía arriesgar la vida en ello. 

Tupac se inquietaba, pero temió que de salir al campo abierto le disparen con el arma y prefirió mantenerlo a su lado. No obstante ella podía resultar herida de todo esto y ya Artemi lo estaba en sí por el desplome sobre la joven. Liselot estaba realmente nerviosa, tanto que el segundo disparo fue en verdad malo. 

Aún así con todo este alboroto, revisó los alrededores mientras volvía a colocar una flecha y tensar la cuerda, se prepararía para seguir disparando.