Partida Rol por web

El dragón es gigantesco: unos seis metros de alto y quince de largo. De sus fosas nasales sale humo negro. De sus fauces entreabiertas también. Respira agitadamente. Prepara el fuego de su interior. Mira a todos los humanos que se han adentrado en su cueva. Intrusos. Cadáveres andantes. Comida.

Tras ver que su lobo era liberado por la distracción, rápidamente lo silbó y le indicó que no se separase de ella. Sólo que en ese preciso instante algo más estaba sucediendo ya que su amiga en un acto suicida se dispuso a deshacer el camino de pólvora con la intención clara de que los huevos estén a salvo. Pero había un detalle, el fuego cruzado, el riesgo de ella en explotar en mil pedazos hizo que el corazón de Liselot se hiciera trizas. Muchos frentes, quería ir a todos y se vio imposibilitada. 

Pero la magia surgió gracias a Derek y esa magnífica lluvia que le permitió un poco de calma, claramente antes del verdadero peligro que se encontraba allí. Es que sí, esto no era nada en comparación con aquella criatura tan inmensa y peligrosa. Aún así la pequeña ardilla siempre fue alguien de acción y cuando pudo desviar la mirada hacia su amiga debido a los gritos de Helga, no dudó en disparar a matar. Ya no quería fingir un cuerno, ella era Liselot van Dijk y Tatyana no va a morir, hoy no. 

Y por esa razón cogió su flecha con una facilidad que ni siquiera la lluvia pudo detener y sin dudar, le disparó a la cabeza. Le importaba demasiado poco todo. Una vez pudo clavar esa flecha en el lugar correcto, ya sabía lo que iba a hacer y fue a ello. No podían enfrentar a esa criatura, era un imposible. Así que intentó llevarse a la morena junto a ella y escapar, como sea. Lo haría. 

Las cosas habían sucedido tan deprisa en los últimos minutos que a Brant aún le costaba asimilarlas. Había presenciado el acto heroico y suicida de Tath, contemplándola con impotencia mientras la observaba alejarse sin impedir siquiera que se dirigiera hacia una muerte casi segura. No estaba en condiciones de frenar las intenciones de nadie. Aún tapando la herida de su costado, más grave de lo que él creía, se encontraba recostado sobre una roca de grandes dimensiones, esperando que ocurriera algo. Un milagro, quizá. 

Y algo ocurrió. Un torrente de magia se originó a lo largo y ancho de la cueva, formando una tormenta que cambió de golpe el panorama. Alzó la vista, confuso, a los negros nubarrones, dejando que el agua le cayera por la cabeza y el cuello, despejando y aclarando sus ideas. Tal vez ahora que las armas de fuego y los explosivos eran inútiles en aquel lugar, todo llegara a su fin más pronto que tarde. A menos que...

Los ojos del cazarrecompensas se abrieron de par en par, mientras notaba cómo se le formaba un nudo en la garganta al escuchar aquel bramido abrumador. La tensión se fue apoderando gradualmente de su cuerpo, impidiéndole reaccionar cuando emergió de la oscuridad la verdadera criatura que custodiaba esos huevos de extraño aspecto. No era una cocatriz ni nada que se le asemejase. Era algo mucho peor. Conocía, de primera mano, que ni las espadas ni las balas conseguirían perforar esas duras escamas; las leyendas contaban que para matar a un dragón se necesitaba una maquinaria avanzada y mucha suerte. Carecían de ambas.

Brant se puso en pie, mirando primero a su alrededor y luego a sus compañeros. "Tenemos que escapar cuanto antes si no queremos morir" —pensó, tragando saliva.

—¡Salid de aquí! ¡Hay que marcharse ya! ¡Si os ve cerca de sus huevos os matará! —gritó, tratando de moverse con la mayor presteza posible a través del agua, la cual dificultaba en demasía llevar a cabo dicha acción.

Finalmente, después de todos los manotazos que dio en aquel camino de pólvora, consiguió parar lo que supondría una catástrofe. Estando de rodillas y de espalda a todos los demás, dio un suspiro de alivio y sonrió.

De pronto, sintió un dolor extraño en el tobillo, se giró y la sacerdotisa se abalanzó sobre ella, poniendo aquel pequeño puñal en la garganta de Tatyana. La sacerdotisa no para de maldecirla - ¿Defender al monstruo? Pero, ¿te estás escuchando? ¿Estás viendo la cantidad de personas que somos en esta cueva? Habrías causado muchísimas muertes, matado a gente inocente - le decía mientras estaba pendiente de aquel puñal.

Mientras movía su mano derecha en busca de su daga para intentar defenderse de aquella sacerdotisa en cólera, empezó a llover dentro de la cueva. Desvió su mirada un segundo y vio que Derek era quien lo había causado Sabía que se te ocurriría algo en algún momento. El agua comenzó a aumentar bastante rápido y prácticamente, cubría el cuerpo de la cazadora al estar tumbada en el suelo. Un grito inundó la cueva entera y una criatura comenzó a aparecer: era un dragón.

Tatyana intentó tirar de aquella mujer para quitársela de encima, pero entre que intentaba mantener sus vías respiratorias y el nerviosismo que sentía por estar al lado de una criatura tan inmensa no pudo. Seguía luchando por no ahogarse mientras seguía pendiente de aquel puñal en su cuello. Logró coger la daga con su mano y la mantuvo bajo el agua, preparada. No le quitaba ojo a la sacerdotisa.

Cogió aire en una de sus luchas por no ahogarse, con la mano libre le echó agua en la cara a Helga y aprovechando ese momento de distracción, le clavó su daga en su pecho, buscando su corazón Lo siento... eres tú o yo... Y yo elijo vivir... Intentó echarse hacia atrás para que su puñal le hiciera el menos daño posible.

Su conjuro había funcionado, ahora si que estaba sin gota de poder mágico pero no le importaba, parecía que saldría bien. Cerró los ojos y dejó que su mente se alejara de todo aquello durante unos segundos mientras el agua empapaba sus ropas y sentía el fresco de la misma en su cara. Abrió la boca para refrescarse, luego abrió los ojos para comprobar su obra. Algo destructiva para lo que había planeado pero era mejor que nada, mientras la pólvora se vaciaba y los mosquetes dejaban de funcionar sabía que al menos estarían a salvo de ese combate.

Entonces escuchó el rugido y su sangre se heló.

Sabía que podría ser pero no esperaba que apareciese en ese momento, si el combate no lo había atraído suponía que no estaba allí en aquel momento y que tendría tiempo de escapar, un tiempo indeterminado pero quizás suficiente. No lo era. Vio a Tatyana, si situación había empeorado por su conjuro y la sacerdotisa enfurecida estaba con ella, forcejeaban pero no había tiempo de preocuparse por ello. Mientras algunos intentaban huir o combatir, el por su parte sintiéndose responsable de aquello se dirigió hacia su amiga para intentar ayudarla. Aunque fuese a rastras la sacaría de allí.- Gran trabajo Derek, eres estúpido. Ahora todo es peor que antes, de todo lo que se te podía ocurrir vas y creas un huracán en una cueva. Si mueres hoy, bien merecido lo tienes.- Al borde la locura plasmado por los continuos errores que cometía, reservó todas las fuerzas posibles mientras con dificultas se acercaba hacia Tatyana, esperando de nuevo que todo saliese bien.

Helga forcejea con Tatyana. En medio de ambas está su puñal. Helga gana la pulseada y lo clava en el hombro izquierdo de Tatyana [1]. Hace fuerza para sumergirle la cabeza bajo el agua y ahogarla. Tatyana extiende su brazo a un lado, coge agua y se lo echa a la sacerdotisa a los ojos. Aprovechando la ceguera, Tatyana lleva su daga directo al pecho de Helga, justo en el corazón. Exactamente al mismo tiempo, Ethel dispara con su arco y atraviesa a Helga por la espalda. La flecha asoma por el lado opuesto, a milímetros de la daga de Tatyana.

Helga echa la cabeza hacia atrás y grita. El dragón se fija en ella. Ahora que está herida de muerte, Tatyana logra sacársela de encima de un empujón. Ethel corre hacia ella y la ayuda a levantarse.

—Arderéis... arderéis... en la hoguera... las dos... arderéis... —farfulla Helga, escupiendo sangre a cada palabra—. Fenre siempre castiga a los herej...

El dragón abre sus fauces y una cascada de fuego engulle a la hermana Helga, que brilla como nunca ha brillado, envuelta en llamas. Cuando el monstruo cierra la boca, de la sacerdotisa solamente queda una ruina carbonizada, con el fuego aún danzándole encima [2].

Derek no llega a auxiliar a Helga, pero junto a Ethel, ambos logran socorrer a Tatyana y sacarla del campo de visión del dragón. Las tropas de Silvester y del Conde entran en pánico al ver a la criatura. El Conde Manfred von Lieber se adelanta con su espada en alto, intentando mantener la compostura de sus hombres. Nadie podría decir que al joven Conde le faltan agallas: ahí parado a metros del dragón, a punto de hacerle frente, parece un héroe de leyenda. Sus soldados lo miran con admiración.

—¡Ethel, detrás mío, venid, tú y tu hermana, refugiaros! ¡Soldados, a mí! ¡Mantened vuestra posición! ¡Vinimos aquí por la gloria y qué más da si es una cocatriz o un dragón! ¡Podemos contra él! ¡Porque nuestro es el valor! ¡Nuestro es el coraje! ¡Nuestra es la bravura! ¡NUESTRA ES LA VALENTÍA!

Entonces Silvester von Wick se le acerca por detrás y le clava el sable en la nuca. El acero ensangrentado asoma por debajo de su ojo derecho, que parpadea frenéticamente. La sangre mana a borbotones por su nariz y por su oído derecho.

—Hijo de una grandísima puta, a ver a quién le presumes de haberme ganado en un torneo ahora.

Silvester retira el sable de la cabeza del Conde, quien se desploma sobre el agua y queda flotando allí sin vida. La tropa del Conde, ahora sí, se desbanda y se precipita hacia la salida. La de Silvester la imita. Los acólitos de Helga también. El caos es total, la lluvia continúa, el agua sube hasta vuestra cintura y Brant no logra huir de la caverna por los empujones que recibe de gente tratando de huir desorganizadamente y pisándose unos a otros. Silvester señala con su espada a Derek.

—Te dije, Durchdenwald, te dije que no volvieras a desobedecerme ni desafiarme —avanza hacia el sanador ¿para matarlo?, pero al echar otro vistazo al dragón, cambia de idea y corre hacia la salida—. ¡Retirada! ¡Nos marchamos! ¡Retirada!

El dragón ruge, bate alas y de un gran salto cubre la distancia entre su posición y la de la muchedumbre amontonada en la salida. Aplasta a unas cuatro personas, le arranca la cabeza otro de un mordisco y escupe fuego sobre seis infelices más, que chillan, arden y mueren. La vía de escape de la caverna se ha convertido en una carnicería. 

Había salvado a su amiga y eso era lo que importaba, pero ante las palabras del Conde y la ayuda de Derek se hizo lo que se pudo cuando tienes una criatura enojada por estar cerca de sus huevos. Pudo entender la voracidad del animal, había muchas cosas en juego y Liselot quería salir de allí. Así que cogiendo la mano de Tatyana comenzaron a andar en medio de tanta agua mientras le indicó a Tupac que salga de la cueva. 

Sabía que iba a recibir el ataque funesto de aquel dragón, pero le daba igual. Su objetivo estaba cumplido y era salvar a su amiga a cualquier precio, si este era morir, lo asumiría con total libertad porque no había otra opción. Por ello entre tanto fragor, entre tantos gritos desgarradores, gruñidos y esa imagen devastadora de muerte, sangre y voracidad, siguió y siguió. 

Hasta la salida, hasta donde pueda llegar. 

El caos y el desconcierto se adueñaron de la caverna, provocando toda clase de circunstancias. Brant trataba de llegar a la que consideraba su salvación en vano, pues pronto se vio zarandeado y empujado por los soldados que trataban de huir desesperados, acabando en el agua. La repentina y fría caída le terminó de espabilar, justo para presenciar estupefacto el ataque rastrero de Silvester al Conde y el movimiento del dragón para impedir que sus víctimas huyeran. Este tenía los sentidos activados y no iba a permitir que tantos intrusos se marcharan por las buenas, sino que trataría de acabar con todos. "¿Es este el final?"

Con una rodilla hincada en el terreno inundado, jadeó con pesadez mientras pensaba cómo proceder. Estaba tan cerca y a la vez tan lejos la salida...

—¡NIÑA! ¡NO VAYAS POR ALLÍ! —vociferó, tras ver de repente a Ethel salir corriendo en esa misma dirección que ahora custodiaba la criatura.

¿Quién se lanzaría de frente y desprotegida a por un dragón hambriento? Una loca imprudente sin sentido común pero con muchas agallas. Aunque... ¿Quién actuaría con sentido común en una encerrona como aquella? Probablemente nadie. Y, sin embargo, él se dirigió lo más rápido que le permitieron sus piernas para salvar a la muchacha de una muerte segura, aun poniendo en peligro la suya propia. 

Tatyana al recibir aquel golpe en el hombro, hizo una mueca de dolor, procurando no gritar para no llamar la atención del dragón. Después de clavarle su daga y ver que su amiga le disparó una flecha, consiguió quitársela de encima. No tuvo que hacer mucho más, puesto que el dragón se encargó del resto - Creo que te reunirás con otro que no es Fenre por querer acabar con tantas vidas inocentes... - terminó por decirle a un cadáver chamuscado.

Notó que Liselot le tiraba, se levantó como pudo y comenzó a caminar cojeando. El dragón se colocó en la entrada, matando a varios a su paso. Brant se acercó a ellas y salvó a la pequeña ardilla - La salida de la cueva está impracticable chicos... - hizo una mueca de dolor - ¿Por qué no vamos hacia dentro? El dragón en algún momento debería de salir... O podríamos aprovechar cuando se duerma para salir... - Buscó a Derek con la mirada y le hizo un gesto de que irían hacia dentro si sus compañeros así lo decidían.

La cara de Derek mostraba una mueca de asombro y pánico por lo que ocurría, esperaba la muerte de muchos pero la acción de Silvester no era algo normal en aquel momento, como alguien podía ser tan estúpido y arrogante como para dedicarse a matar a otros en una situación como aquella. Un dragón atacaba y al imbécil de su protegido solo se le ocurría salvar su honor asesinando a otro noble, lo odiaba tan profundamente que estaba dispuesto a romper su código de salvar todas las vidas posibles si la de Silvester estaba en peligro, eso supondría seguramente también su muerte si conseguía escapar pero lo haría con gusto si llevaba al fin de esa bestia asquerosa, y no se trataba del dragón esta vez.

Le amenazó de nuevo por no cumplir sus órdenes.- Ordenes, menuda estupidez en este momento. Ordenes de alguien que no es capaz de comportarse como un adulto.- Pensaba para si, no le importaba, solo la supervivencia era primordial y el arrebato de un niño pequeño como era Silvester no podía importarle menos en aquel momento. No le respondió ni se preocupó mas por el.

La mayoría estaban heridos o muertos, la salida impracticable y desde luego no había truco posible contra un dragón. Tatyana le hizo un gesto que quizás fuese la mejor opción, al menos en aquel momento. Asintió y corrió hacia el interior de la cueva buscando algún lugar donde esconderse o con suerte otra salida lejos de aquella bestia. Entonces vio a Ethel herida y Brant intentando ayudarla.- Mierda.- Salió corriendo para intentar socorrerla entre los dos.- Lo que tenga que ser que sea.

La masacre continúa. De las setentas personas que hay amontonadas en la salida de la cueva intentando huir, ya varios están muertos. Las aguas están teñidas de rojo. Los cadáveres flotan. Unos cuantos son restos carbonizados. El olor a azufre, proveniente del monstruo, es insoportable.

El dragón suelta una llamarada que alcanza a cinco personas. Ethel, dispuesta a escapar de este lugar, se lanza a la carrera, chapoteando en el agua, avanzando lo más rápido posible. Tiene que esquivar a los hombres en llamas, que corren con los brazos en alto y gritando muy fuerte. Uno de ellos se desploma muerto sobre el lobo Tupac, que aúlla al quemarse un costado, pero se levanta, corre y logra salir de la cueva [1].

El dragón deja de escupir fuego y pasa a usar las garras y los dientes. Algunos valientes intentan clavarle sus espadas y dagas. Es en vano. Cuatro zarpazos; cuatro hombres que vuelan por los aires mutilados. El dragón levanta su pata y la descarga sobre Ethel. Y ahí va Brant a su rescate: se arroja sobre ella y la empuja a un lado, salvándola. Él recibe todo el daño. Una garra curva le recorre todo el torso, del hombro derecho a la cadera izquierda. Su ropa queda hecha jirones. Su carne está destrozada [2].

Derek intenta acercarse a Brant y Ethel para socorrerlos, pero el caos es muy grande, tiene muchos cadáveres obstaculizándolo y no llega a tiempo. Ethel logra salir de la cueva. Brant, gravemente herido, tendido sobre el agua es llevado por la corriente hacia fuera, como si fuera un cadáver. Mientras tanto, veis como Silvester también trata de huir. Aparta a empujones a las personas que tiene delante. No duda en apuñalar a uno de sus soldados cuando ve que le obtura el camino.

Fuera de la cueva todavía es de noche. Allí hay personas del campamento que desde una distancia prudente están viendo, incrédulos, la matanza que hay en el interior de la caverna. Entre ellos, veis a Artemi y a aquel viejo  cocatrizólogo amigo de Derek. Ethel ve a Ernst, el campesino que supuestamente había visto a una cocatriz y que alertó a todo el pueblo de Lieber. Brant, entre las ráfagas de dolor que lo sacuden, ve a la comerciante y vidente Imogen Mox.

—¿La cuacuatriz tira fuego? Anda, no sabía.

Alguien le indica que no es una cocatriz sino un dragón. Ernst se encoge de hombros.

—Pos no sé. Para mí todo es igual —dice este campesino ciego de un ojo y miope del otro.

—¡Brant! ¡Mierda!

Artemi se acerca a Brant a socorrerlo, cargado de buenas intenciones. Pero Artemi, de medicina, no sabe un pepino. Mira hacia los lados, nervioso, sin saber qué hacer. Saca su petaca de vodka, bebe un sorbo. Luego la vuelca sobre la herida de Brant.

—¿Eso desinfecta? Joder, esto no es lo mío. ¿Ethel, estás bien? Por Dios, ¿qué fue todo eso? ¿Y Tath? ¿Derek?

Durante esos instantes de carrera desesperada, solo sintió su propia respiración. Sacando fuerzas de flaqueza de no se sabe dónde, consiguió empujar a Ethel fuera de la cueva, recibiendo por ella el ataque de la garra del dragón. Notó que esta rasgaba su armadura, su ropa y su cuerpo, dejando escapar un grito de agonía por la fea herida mientras quedaba todo oscuro a su alrededor por un momento. Brant había quedado semiinconsciente, siendo arrastrado por la corriente de agua hacia el exterior de la cueva, porque él era incapaz de moverse. Acababa de adquirir otra cicatriz que quedaría impresionada sobre su piel para siempre, si es que vivía para contarlo. 

Su respiración se volvió más lenta y la oscuridad aparentemente se cernió sobre él, igual que un manto fúnebre que viene a reclamar la presencia de una nueva alma que pasará a engrosar la larga lista de difuntos que pueblan los sotomontes. Aún no sabía por qué se había atrevido a hacer eso; arriesgar su vida por una chiquilla a la que apenas conocía... ¿Qué le había llevado a ello? Ojalá supiera la respuesta. Malherido, se puso de costado, sin apoyar la espalda sobre la tierra, mientras era atendido por Artemi. Le maldijo e insultó cuando este vertió el alcohol sobre su espalda sin ningún tipo de reparo. Le ardía y escocía como mil demonios, teniendo que agarrar briznas de hierba y arrancarlas de cuajo para descargar parte del dolor que recorría cada ápice de su cuerpo. 

—Da-dame un trago de esa petaca... y no me la eches encima, joder... —dijo, balanceando una mano con debilidad para que se la prestara—. Un maldito dragón es lo que es... Tenem-tenemos que sacarlos de allí... antes de que sea tarde... —Trató de incorporarse lentamente, sin conseguirlo. Era inútil, no podía hacer nada en ese estado.

La pregunta entonces era... ¿Cómo ayudar?

La mano de Tatyana se soltó de la de Liselot y el dolor de hombro y del tobillo la dejó atrás. Vio como Brant y su amiga salían de la cueva. Como pudo le cogió la mano a Derek y le indicó que fueran hacia el interior de la cueva - La salida es impracticable Derek... Vamos a esperar... A parte, me vendría bien algo de ayuda - le señaló su herida visible en el hombro ensangrentado. La del tobillo era más complicado por el nivel del agua - Ellos estarán bien, además, Silvester parecía no estar muy contento contigo... - y lo guió hacia dentro.

Una vez en el interior y algo más resguardado, se sentó detrás de una roca grande y se rasgó otra parte de la ropa, parte de su pantalón y lo dobló - A este paso, me quedo sin ropa si sigo usándola para tapar heridas - le dedicó una breve sonrisa. Ahora podía decirse que estaban tranquilos en aquel lugar, al menos por ahora que el dragón estaba en la otra parte de la cueva - ¿Cómo has estado todo este tiempo? Pensamos escribirte antes de reencontrarnos... Queríamos saber de ti y de todos los demás, ¿están bien? - lo miró con cierta nostalgia. Echaba muchísimo de menos a su madre y a Hedy y sus ganas de abrazarlas iban en aumento - ¿Cómo fue que terminaste acompañando a Silvester? Creo que ya te lo dije, pero no me gusta cómo te trata... 

Los esfuerzos de Derek por llegar hasta sus aliados y socorrerles fueron no solo infructuosos sino una pérdida de tiempo ya que no necesitaban su ayuda, lejos de molestarse por ello se sintió aliviado mientras veían como escapaban de la cueva. Silvester por su parte hacia lo que mejor se le daba y no había mucho que comentar al respecto, estaba tan preocupado en la escapatoria que no miraba atrás.- Mejor para mi.- Pensó.- Ahora que ellos están a salvo vamos a por otro problema.- En ese momento sintió la mano de Tatyana y vio la herida.- Entiendo. No te preocupes saldremos de esta como hemos hecho antes. No perdamos más la calma aunque yo estoy de los nervios.- Intentaba recuperar la tranquilidad pues volverse loco era la mejor forma de morir, abstraerse todo lo posible de la pila de cuerpos que yacían por todas partes y salir todo lo ilesos posibles de allí era su prioridad. 

La siguió preocupado por la herida pero debían ponerse a salvo antes de hacer nada, una vez conseguido eso vio como se rasgaba la ropa.- Deja que lo haga yo Tatyana.- Intento vendarle y limpiarle la herida lo mejor que pudo dadas las circunstancias mientras la escuchaba, las preguntas eran obvias pero la situación no era la mejor para responderlas.- Sobre tu familia Tatyana mejor hablamos luego, no es el mejor momento ahora mismo. Yo he estado bien, sobreviviendo como todos imagino. Mi compañía con Silvester ha sido fortuita y obligada, no tuve mucha opción así que decidí aprovechar las oportunidades que me llegaban para intentar hacer algún bien.- Terminó de curarla lo mejor posible.- Pero ya te digo, tenemos que salir de aquí y luego hablaremos con calma.

Ella quería salir de la cueva, también en su anhelo estaba el salvar a su amiga y todo era muy difícil para superarlo siquiera. Pero por alguna razón innata en ella, ese instinto de supervivencia salió a la luz para ir directo hacia una salida que estaba resguardada por aquel dragón. No tuvo tiempo siquiera para pensar, solo avanzó en medio de tanta agua mientras se mantuvo pendiente del lobo y cuando quiso acordar, el aliento de aquella criatura le heló la piel. 

Justo cuando pensó que iba a recibir aquello, que en verdad no podría ver siquiera el mañana fue Brant quien la empujó para salir de allí impulsada por esa pequeña corriente y así, recibió todo aquel embiste sobre su cuerpo. La expresión de horror por parte de la pelirroja fue evidente y rápido comenzó a llevárselo hacia un costado, más alejado de la entrada. Ya con el corazón en la boca, lo revisaba mientras Artemi le echaba vodka encima. 

—¿Por qué lo hiciste? Estas loco—dijo preocupada—. Tengo que ayudarte, me has salvado la vida. 

Y miró a los alrededores, incluso su amiga estaba allí dentro. Esperó que encuentre una forma de salir, tenía que ver a Tatyana allí. 

—Están dentro, Tath no me siguió y Derek tampoco...

—La locura forma parte de nosotros... —contestó, esbozando una parca sonrisa mientras miraba a Ethel de soslayo—. De nada, por cierto... Yo tampoco sé por qué me he jugado la vida por ti... —reconoció, frunciendo el ceño con levedad—. No sé, ha sido un impulso que he sentido. Aunque no lo creas, desde el momento en que te conocí, vi pureza en tus ojos. Eres una superviviente, como yo... —Tosió varias veces, gruñendo por el dolor que recorría su espalda—. Pese a que me he estado burlando de tu estatura o tu aspecto, reconozco a las personas que se han hecho a sí mismas...

Brant intentó recuperar la verticalidad de nuevo, fracasando en su propósito. Suspiró, ofuscado, arrastrándose como podía para tener perspectiva desde otro punto de la cueva.

—Espero que sean capaces de salir de allí... —murmuró, instantes antes de sufrir una especie de revelación—. ¿Aún quedarán barriles de pólvora en el campamento? Si consiguen escapar, podemos reventarlos cerca de la entrada para que el dragón quede atrapado.