Partida Rol por web

Kurt está preocupado de esos golpes... Ellos tener vigilada entrada a capilla, extremar precaución...

Intentan gasearnos...Estamos en serios aprietos. Atentos todos, disparad a todo lo que se mueva- digo mientras preparo mi arma y cojo una de mis granadas.

Le pido la granada a Fleur y me pongo al lado del William amartilleando el arma...

Los pasos sonaban cada vez más cerca, el metal chocando contra la piedra, con aquella respiración que se entrecortaba cada vez que expulsaba el aire de los pulmones. El soldado se acercaba a vosotros y podíais notar su enorme peso incluso ocultos en el interior de aquella habitación. Aquello no era algo normal, algo que hubiérais visto antes durante vuestro servicio. Y justo antes de que llegase junto a vosotros... pudisteis escuchar aquel sonido tan característico: gas. Solo que no era el gas que habíais pensado en un principio, no pensaban envenenar las habitaciones, sino que era una fina corriente de gas que se prendía en el extremo creando una pequeña llama, justo en la boca de su arma.

- Vamos sucias ratas, salid de vuestro escondrijo - pronunció con un sonido metálico en las palabras y un notable acento alemán que hacía marcar más las "r" - Arrastrándose por las sucias cloacas, yo haré que entréis en calor... - concluyó soltando una risa algo ahogada por la máscara que llevaba.

Pudisteis escuchar como echaba la puerta contigua a la vuestra abajo y sin más miramiento, las llamas salieron de su arma y arrasaron con el interior de la sala. Los chillidos de los presos quemándose vivos no detuvieron al soldado, que no paró de rociar todo con su fuego hasta que los gritos cesaron. Para después continuar hacia la siguiente puerta... 

Edward, escopeta en mano, salió de la sala y se mostró en el pasillo ante el enorme alemán que debía medir más de dos metros de altura, recubierto por completo con una armadura de metal que no dejaba nada de carne a la vista. Y entonces abrió fuego. Las postas golpearon de pleno en su coraza, saliendo despedidas al rebotar contra ella en todas direcciones, deteniendo su avance un instante. Pero no parecían haber perforado su armadura, era demasiado resistente. A lo que el nazi respondió con otra carcajada, adelantando su arma para lanzar una llamarada a lo largo de todo el pasillo. El soldado inglés la esquivó por los pelos entrando de nuevo en la habitación, viendo como el fuego dorado y carmesí pasaba a escasos centímetros de él, notando el calor que desprendía. 

Ya sabía donde estabais. 

Kurt al ver las llamas tira su última granada besándola y gritando... Ein geschenk von einem deutschen zum anderen deutschen...

Maldita rata alemana... ¡A ver qué tal te sienta esto!- digo mientras le lanzo también una de mis granadas.

El soldado de asalto, con una sonrisa en la cara mientras abría fuego, intentando que no se le viera el acojone que había sentido al ver al mastodonte que tenía delante portando el imponente lanzallamas, abrió fuego de nuevo.

De reojo, había avistado como un par de granadas volaban y rodaban a su alrededor. Sus compañeros de equipo se habían puesto a tope y estaban descargando la caballería.

- ¡Vuestra puta mad...! - dijo cortándose el insulto mientras su rostro cambiaba a uno de sorpresa y miedo.

Saltó hacia atrás metiéndose de nuevo en la habitación y cubriéndose como podía de la deflagración de ambos artefactos explosivos.

No se fijó en que, las postas de la winchester volvieron a golpear y a rebotar sobre el blindaje del soldado del lanzallamas, aunque Edward, probablemente, ya contase con ello.

Kurt se cubre detras de un parapeto...

Mi sospecha no había sido acertada del todo ya que el nazi que estábamos oyendo no pretendía gasearnos con lo que yo había creído en un primer momento sino que su intención era freírnos como si fuéramos chebureks. Cuando el inglés entró en acción disparando contra el alemán fue cuando nos dimos cuenta que aquel gigantón estaba cubierto completamente de acero, lo que nos obligaba a emplear otras tácticas si queríamos acabar con él.

Había llegado el momento de usar nuestras grandas como bien hicieron William y Kurt con dispar resultado. Teníamos que acabar con él de una vez y, una vez que Edward dejó la entrada libre, cogí uno de mis molotov dispuesta a lanzársela al alemán.

—Si gustarrte fuego, fuego tendrás —dije, mientras lanzaba la granada incendiaria contra el gigante de acero antes de volver a ponerme a cubierto, pero mucho me temía que había sido un movimiento en balde.

Kurt lanzó la última granada que tenía hacia el pasillo, rebotando contra una de las paredes quedando apenas a un metro del soldado nazi que seguía acercándose con el lanzallamas en sus manos. Cuando la fuerte explosión en aquel cerrado pasillo provocó una fuerte sacudida que hizo temblar las paredes ensordeciendo a todos durante unos segundos. Volaron trozos de escombros, haciendo el polvo y el humo llenasen por completo la estancia impidiendo que pudieseis ver antes de que continuase la lluvia de granadas. La del sargento chocó contra la esquina y salió despedida hacia el lado contrario del pasillo, mientras que el molotov de Anna se unía a la nube de humo negro que había dejado la primera. Cuando la segunda granada estalló el temblor fue tal que parte del techo se derrumbó cortando parte del pasillo, impidiendo que nuevos guardias se unieran o que pudieseis huir con rapidez.

Pasaron entonces unos segundos, donde solo podíais escuchar un pitido agudo, con todo lleno de polvo que se metía en vuestros ojos y os impedía ver más allá del negro humo que salía del fuego que cubría el suelo del pasillo donde antes estaba el enorme nazi. Cuando entonces, entre toda aquella ondulante oscuridad, brotaron dos pequeñas luces rojas, los ojos de aquel soldado nazi. Caminó sobre el mismo fuego, con pesados pasos pero firmes, atravesando la nube negra hasta mostrarse de nuevo por completo. Su armadura había sido fracturada por numerosos sitios y un espeso líquido granada caía por las aberturas. Pero aun así, se mantenía en pie. Con una respiración entrecortada y dificultosa, avanzando sin detenerse.

– Sucias… ratten… os exterminaré. Achicharraré vuestros cuerpos y escucharé como gritáis de dolor al ser consumidos por las llamas – pronuncio esta vez de una forma dificultosa, arrastrando las palabras, entre jadeos de dolor.

Cuando alcanzó la entrada de la habitación adelantó el lanzallamas hacia el interior, sin buscar algún tipo de precisión, tan solo queriendo quemar todo lo que hubiera dentro. Cuando apretó el gatillo una enorme llamarada brotó de su arma y se extendió por el aire veloz, agrandándose cada vez más hasta el punto de comenzar a llenar la habitación en la que os encontrabais. El fuego chocaba contra las paredes y rebotaba, llenándolo todo de un tóxico humo que impedía ver y respirar.

William sintió como las llamas le lamían y empezaban a prender su ropa a la altura del brazo, pero no fue más que una herida superficial. En cambio la médico francesa no corrió la misma suerte… las llamas alcanzaron por completo su cuerpo, las cuales la envolvieron sin un lugar en el que refugiarse, sin nada con lo que apagarlo. Su carne empezó a arder como si fuese papel y sus gritos de dolor no tardaron en llegar a vosotros, agudos y agónicos, cayendo al suelo de rodillas para terminar tirada como una forma negra que aún mantenía las llamas y desprendía un horripilante hedor a carne quemada.

Los gritos de agonía de Fleur me atormentarían durante varios días, pero no pensaba permitir que su muerte fuese en vano. Preparando mi arma, me dispongo a disparar al soldado nazi. De tres tiros que le hago, impactan dos.

¡Hijo de la gran puta, espero que ardas en el infierno!--le grito mientras veo cómo se le escapa la vida. Sin embargo, noto que algo va mal, y un sonido solbante inunda la estancia. Rápidamente reacciono y alerto a mis soldados.

¡Este bastardo va a estallar! ¡¡TODOS A CUBIERTO!!- grito mientras intento cubrirme de la posible explosión.

Los impactos de William hacen que por un segundo el enorme nazi retroceda dando un paso atrás, tambaleándose mientras la sangre seguía brotando de sus múltiples heridas y se mezclaba con su armadura ennegrecida por las llamas. Cayó de rodillas al suelo y entonces aquel silbido de gas se convirtió en una fuerte explosión. Os cubristeis de ella, la mayoría con la suerte de evitarla por completo, pero Edward fue alcanzado por los escombros de la pared en la que se guardaba que cayeron sobre él con fuerza aunque sin llegar a aplastarle.

El camino quedó destrozado, con paredes de piedra derrumbadas y parte del pasillo lleno de escombros. Aún se mantenían con vida algunas llamas que dejaban escapar algo de humo que ascendía y se filtraba por los huecos que las explosiones habían dejado en el techo. Pero después de todo lo que había pasado, ahora el camino parecía estar libre. Tan solo debían continuar por aquel pasillo, antes gobernado por el supersoldado nazi, para dar con las puertas de la capilla. 

Kurt se acerca a Fleur empuñando la pistola... En voz baja dice... Désolé bon ami... Acto seguido le toma el pulso para saber seguro que estaba muerta y que no estuviera sufriendo... Al no encontrárselo guarda la pistola y saca un pañuelo de uno de sus bolsillos con dos monedas antiguas envueltas en el... En tono pausado y entre dientes parece que dice una oración que apenas es audible mientras que desata el nudo que contenía las monedas... Coloca el pañuelo de un blanco impoluto en la cara y encima de los ojos, las monedas... Lo único que si oís claro es el final... Aaamen...

Kurt, es muy bonito lo que has hecho, pero coge los botiquines y vámonos a la capilla-digo-. ¿Estáis todos bien de la explosión?-pregunto mirando sobre todo a Edward.

- ¿Pero que cojones ha sido eso? - preguntó el soldado de asalto - La próxima vez, al menos avisad de que vais a lanzar una granada, así no me dará un infarto.

Edward estaba algo mosqueado, probablemente porque el equipo médico que habían hecho entrar al castillo con ellos ya no podría sanar sus heridas y porque los cascotes caídos por la explosión del soldado del lanzallamas le habían abierto una brecha en la cabeza que dejaba caer un hilillo de sangre por su cara, y claro, sin médico tendría que continuar con ello hasta que salieran de ahí.

- Bueno, parece que está todo despejado, vamos, a la maldita capilla - dijo con tono malhumorado a la vez que ignoraba las plegarías del soldado alemán que les acompañaba -. Vamos, le han pegado fuego no creo que quede absolutamente nada que podamos aprovechar - añadió saliendo por la puerta con la Winchester preparada y haciendo gestos a sus compañeros para que se dieran prisa.

Kurt niega con la cabeza conforme termina de hablar William... Nada... Kurt ve que el maletín que lleva la doctora se ha unido a su cuerpo de forma grotescamente repulsiva, no se llega a distinguir, donde termina la carne calcinada de la doctora y empieza el maletín, solo una masa en forma de bulto negra se observa en su regazo...
Se observan dos pares de anillas donde dos cordeles atados anteriormente cerraban la bolsa, al intentar tocar esas anillas, el bulto se desprende, dejando ver detrás de el, las tripas de Fleur que se desparramaban a continuación sobre un costado en el suelo con apenas sangre... La poca que salía era de un color casi blanquecino... Lechoso...
El edor era insoportable, hasta Kurt da un paso atrás... Ir a... Kurt le da una arcada, seguida de dos más... Seguir a la... Y otra... Iglesia... Aquí haber acabado... Traga saliva... Todo...

Lo que conseguimos con las granadas fue desatar el mismísimo infierno en aquel lugar, las paredes retumbaban, caía el techo, las llamas lo impregnaban todo y el tipo aquel seguía sin querer morirse, lo que propicio que siguiera con su intención de achicharrarnos a nosotros. Casi lo consigue, de hecho logró que la pobre francesa cayera bajo su lanzallamas con terribles gritos de dolor que resonarían en mis oídos durante mucho tiempo, pero poco podíamos hacer por ella ya que las llamas lo inundaban todo, impidiendo que nos moviéramos para acudir en ayuda de la francesa si no queríamos morir nosotros también.

Al aceptar la misión sabíamos que las posibilidades de morir eran elevadas, pero caer de aquella forma tan terrible, tan poco gloriosa era bastante triste. Y, tristeza aparte, lo mejor era que el alemán por fin decidió que debía morir y lo hizo por todo lo grande, con una terrible explosión que hizo vibrar todo el lugar ya de por sí bastante derrumbado.

—Rápido, aprovechemos ahorra que los nazis no puden pasarr por ahí —dije una vez el humo se fue disipando y pude ver todos los cascotes que obstruían el túnel, sin hacer caso a la oración o lo que fuera que Kurt había estado musitando. Había que seguir adelante y ya habría tiempo de lamentarse por la muerte de la francesa.

Agarrando mi fusil, salí de allí rápidamente para buscar ir en dirección a la capilla.

El lugar había quedado bastante destruido, apenas reconocible. El pasillo se encontraba lleno de escombros y restos de ladrillo, con algunas llamas consumiendo el alcohol del molotov de Anna y otras quemando los cuerpos calcinados. Una pequeña cascada de agua caía desde la parte superior de una de las paredes formando un pequeño charco en mitad de aquel escenario, haciendo que se mezclasen los elementos. Cuando finalmente alcanzasteis el extremo del pasillo, dos enormes puertas de madera os esperaban, con la palabra "Kapelle" escrita en un tablón de madera. Al otro lado se escuchaban algunas voces en alemán, pero el grosor de la madera os impedía escuchar las palabras que pronunciaban.

Mientras que a vuestra espalda, las paladas no tardaron en llegar. Los nazis comenzaban a retirar los escombros que las granadas habían causado para abrirse de nuevo hueco y llegar hasta vosotros. Eran numerosas las voces, las botas, las palas... golpeando la piedra y la arena, retirándola con prisa. No teníais ningún lugar por el que huir y lo único que os quedaba era continuar avanzando, abrir las puertas de la capilla que os esperaba.

Así que cuando lo hicisteis... pudisteis ver la verdadera monstruosidad de aquel lugar. Aquella capilla no era un lugar corriente, los bancos habían sido retirados y ahora cortinas blancas eran usadas como biombos para separar las numerosas camillas que llenaban el lugar. Allí podíais ver todo tipo de experimentos, había cuerpo abiertos en canal, con las costillas abiertas y mostrando todo su interior. En otra camilla tan solo había una cabeza conectada a varios receptores neuronales de algún tipo, aún con la columna vertebral aguantada en una pequeña estructura metálica. Hombres y mujeres atados a máquinas que parecían succionar su interior y almacenarlo en botes de cristal de un color rojo claro, mucho más que la sangre, incluso algo brillante. 

Junto a todos esos cuerpos, algunos muertos y otro todavía con vida a pesar de los experimentos, había media docena de nazis vestidos con batas que la sangre había manchado de rojo. Cuando os vieron comenzaron a gritar, pero levantaron las manos como señal de que se habían rendido ante vosotros, desarmados. Mientras que el sonido de las palas estaba cada vez más próximo.

Lo que estábamos viendo en la capilla era inenarrable. Los más atroces experimentos humanos se estaban llevando a cabo frente a nuestros ojos, y estaba seguro de que tardaríamos en olvidar lo que vimos.

Los "médicos" alzaron sus brazos para rendirse mientras comenzaban a gritar y a alterarse.

Kurt, tradúceles esto- digo mientras agarro a uno de ellos por el cuello de la bata-. ¡Vais a estar muy tranquilos y nos vais a decir por dónde salir de aquí!
El alemán al que sujeto está visiblemente nervioso pero intento tranquilizarlo con gestos amigables.

¿Ves, amigo? Todo va bien, no tienes que preocuparte...- le comento. Cuando veo que se tranquiliza, saco disimuladamente mi cuchillo.

Kurt, tradúceles esto también: No tenéis escrúpulos... Así que nosotros tampoco los vamos a tener con vosotros. Para mí, un nazi es un nazi, da igual si quiere luchar contra mí o rendirse. Por tanto, repito, pase lo que pase vais a estar MUY tranquilos y nos diréis por dónde escapar, ¿entendido?. 

Apenas termino de hablar le asesto al alemán que tenía agarrado una puñalada en el pecho y le rajo el cuello. La sangre comienza a manar tiñiendo la bata de rojo.

Ojalá te pudras en el infierno, cabrón- le susurro.

Ante esto, estaba claro que los demás alemanes iban a alterarse, así que preparo mi Thompson ante lo que pueda pasar.

¡¡HE DICHO QUE TODO EL MUNDO TRANQUILO!!