Partida Rol por web

Lluisa dentro del sobresalto de las ensoñaciones de la curandera se percató de algo más debido a su estado de alarma instintivo, en voz baja se dirijió a los demás que andaban despiertos

-Escolteu això o soc jo soles?- la joven señaló hacia donde intuía que provenía el sonido y paró atención para captar e intentar averiguar que era.

Al principio sólo Lluisa y Bernat lo escucharon, pero pronto se volvió inconfundible para todos aquellos que estaban despiertos: numerosos y pesados pasos se oían desde arriba. Aquello no podía significar nada bueno, pero los peores temores se confirmaron cuando se escuchó la voz inconfundible de Don Ramir bramando con ira.

«¡Alto rufianes, cómo osáis entrar aquí!» -se escuchó.

Sin embargo, sus palabras se desvanecieron al instante al sonido de un golpe seco. Las pisadas se escucharon más fuertes, y entonces escucharon la repulsiva voz del capitán de la guardia.

«Abrid esta trampilla, ¡ahora!».

Estaban aquí.

Despertaron al resto. No tendrían mucho tiempo para prepararse, y puede que no lograsen escapar de allí, pero al menos no les cogerían desprevenidos. 

Lluisa se quedó dos segundos sorprendida pero reaccionó rapida, sacó de su petate una vieja hacha oxidada y se colgó el resto a la espalda. La cara de la chica mostraba un semblante frio y fiero mientras la sostenía en alto preparada.

-Ajudeu-me per a encallar la porta d'alguna manera- miro en la habitación algún objeto que le sirviese para tales efectos si no, como barricada. 

Habían llegado. Teolfo no sabía cómo les habían encontrado, pero a juzgar por las voces que habían escuchado no quedaba duda alguna de que los hombres del conde habían dado con ellos.

El guardia no disponía en esos instantes de una lanza con la que defenderse, por lo que se llevó una mano a la bota para agarrar su cuchillo para defenderse.

A Llanos le costó reconciliarse con el mundo de la vigilia, tanto que sólo los pasos apresurados de Lluisa y los sonidos de movimientos de muebles pudieron arrancarla del sueño. Aturdida, se incorporó, frotándose los ojos, y sin tener muy claro dónde estaba.

-Què passa...? -Bostezó.

Sin embargo, y aunque lentas, las conexiones en su cerebro hicieron su trabajo, y pronto la bruja pudo escuchar lo mismo que había alertado al resto.

Lluisa había encontrado una vieja escalera de madera que le sirvió para atrancar la trampilla. Por si sola no duraría mucho, pero sujetándola con algunos bloques de piedra de los cimientos de aquel lugar logró dejarla medianamente sujeta. No tardarían en abrirse paso, pero al menos quizás tenían el tiempo suficiente para escapar por los túneles. 

Al escuchar la algarabía procedente de arriba, Bernat tampoco perdió el tiempo y despertó a los demás antes de echar una mano a Lluisa para bloquear la entrada a la cripta. Aquello no aguantaría eternamente, pero. De nuevo, iban a tener que probar su suerte en el bosque. Las otras dos veces habían vuelto peor que cuando habían entrado, y por lo menos a Bernat no le quedaba mucho más que perder. Esperaba que aquella ocasión fuera distinto.

— ¡Els túnels, de pressa! Es l'única eixida que ens queda.

 ue Pau se había bloqueado por completo al escuchar los gritos era un hecho ineludible. Observó congelado desde su sitio cómo todos actuaban sin poder moverse, pensando en una solución, pero hasta eso era complicado. Fue el grito de Bernat que por fin le hizo salir de su trance y dio un salto, recogiendo todas sus cosas con presteza.

— ¡Agafeu ràpidament el necessari i seguiu-me! Puc guiar-vos per els passadissos, però són complicats, no heu de perdre'm de vista en cap moment. ¡De presa, no hi ha temps!

Aguardó a que todos estuviesen listos y atrancasen la portezuela para agarrar el cirio pascual con el que se alumbraban, haciéndoles una seña para que lo siguiesen.

Lluisa había encontrado una escalerilla con la que atrancar la portezuela, aunque esta no aguantaría por mucho tiempo. No podían permanecer más tiempo allí, y los túneles presentaban la única vía posible de escape.

Teolfo no lo dudó. Viendo Pau tomaba el cirio, decidió avanzar tras él, armado con el cuchillo en caso de que tuvieran problemas. Tal y como estaba la situación, en los bosques al menos tenían una oportunidad. Si caían en manos de los hombres del conde, solo era cuestión de tiempo que los torturasen o matasen.

El grupo recogió sus cosas, se armó con lo que pudo y comenzó a avanzar entre las oscuras profundiades de aquel asfixiante lugar. La luz del cirio de Pau era lo único que les permitía ver a duras penas lo que había delante de sus narices mientras trataban de dejar atrás los portazos que daban los soldados en la trampilla. La escalera no tardaría demasiado en ceder.

No tardarían demasiado en llegar a la trampilla que conducía al bosque, pero algo más adelante les frenó en seco: unas luces flameantes se acercaban a ellos, y poco a poco se vislumbró que eran varias antorchas portadas por los hombres del conde. Parecía que el capitán había dividido sus fuerzas para asegurarse de que nadie escapara. 

Apenas les había dado tiempo a reaccionar cuando los guardias les descubrieron a ellos también. 

«¡Allí están!», «No dejéis que se escapen!» -se escuchaba ante ellos.

Si querían escapar tendrían que abrirse camino.

Al ver venir a los guardias a través de lo que representaba su única salida, Bernat no pudo sino maldecir en su fuero interno a don Diego de Villalba y a todos los que se dejaban llevar en exceso por el celo a Dios. Si en aquellos momentos tuviera una espada, aquellos granujas le durarían un suspiro, mas el bellaco del de Santiago se la había quedado antes de volverse contra él.

Se adelantó al resto empuñando una vieja rama que había encontrado en el suelo, lanzándose contra el primero de los guardias al saber que no les quedaba otra que abrirse paso luchando como fuera. Por desgracia, los días de penurias y la tosquedad de su arma improvisada hicieron que errara en su intento, sacudiendo el palo de un lado a otro sin lograr atizar a su adversario.

Llanos, aún aturdida por el sueño, tardó unos ridículos minutos en percatarse de lo que sucedía, y cuando lo hizo, no opuso resistencia alguna a seguir a Pau a través de los pasadizos hacia el bosque. 
Sin embargo, su huída no iba a resultar tan sencilla, puesto que el Conde, en su pérfida perspicacia, había apostado más de sus hombres en la salida. 

Presa de la desesperación, Bernat se armó con un palo para tratar de repeler a los hombres, pero Llanos tenía otro plan: con la mano metida en el limosnero que llevaba siempre al cinto, se enredó entre los dedos un cordel que allí guardaba, y avanzó hasta hacer contacto visual con uno de los atacantes.

In Nomine Dei Nostri Satanas Luciferi Excelsi.
Abrid las puertas del Infierno de par en par y salid del abismo para recibirme como su hermana y amiga.
¡Concededme las indulgencias de las que hablo!
¡Por todos los Dioses del Averno, ordeno que lo que digo haya de suceder!

La bruja señaló hacia aquel guardia directamente.

-¡Si te atreves a desobedecerme, la cólera de Satanás caerá sobre ti!

El conde había sido astuto, dividiendo sus fuerzas para asegurarse de que no escapaban. Teolfo supo que no había forma de que huyeran. Tendrían que combatir contra los guardias para abrirse camino si querían conseguir llegar hasta el bosque. El soldado sabía que no les quedaba otra alternativa.

Teolfo vio que Bernat se adelantaba para combatir y supo que debía ayudarle. Era un grupo muy reducido en número y dudaba mucho que pudieran vencer a los guardias si no se mantenían unidos. Tomando su cuchillo, el soldado se lanzó a atacar a uno de los guardias, buscando herirlo con su arma, aunque sin llegar siquiera a rozarlo.

Los guardias se armaron con las lanzas y cargaron contra el grupo. Teolfo y Bernat avanzaron para hacer frente a dos de los guardias, enzarzándose en el combate. Uno de los guardias avanzó hacia Llanos, pero esta comenzó a entonar una terrible maldición para hechizarle. Por desgracia, no fue suficiente para pararle los pies. 

-¡Maldita bruja!, ¡cierra esa boca de serpiente! -bramó.

El guardia trató de golpearla con la lanza, pero los nervios le fallaron y erró el golpe.

Teolfo vio que los guardias iban armados con lanzas. Él siempre había sido bastante habilidoso con aquel tipo de armas. Si lograba derrotar a uno de ellos con su cuchillo, aún había posibilidades de que pudiera obtener cierta ventaja a la hora de enfrentarse con los otros hombres del conde.

Se lanzó contra uno de los guardias y, armado con el cuchillo, trató de hundírselo para herir a su oponente. No obstante, esta era demasiado rápido o los movimientos de Teolfo demasiado torpes, por lo que el guardia permaneció ileso.

-¡Vamos, aguantad! ¡Aún podemos vencerlos! -intentó arengar al grupo, aún a sabiendas de que estaban bastante igualados en número contra un grupo de soldados bien armados.

Lluisa estaba alterada en ese momento, aunque la idea de atrancar la puerta había sido buena si no se daban prisa estarían encerrados entre dos frentes. Con la adrenalina de su parte la joven intentó parar el golpe que se le venía pero estaba más pendiente de Pau que de su suerte.