Partida Rol por web

Gabrielle se acercó a Cedric por detrás, intercambiando de peso las piernas. Al ver que no reaccionaba, carraspeó, casi intuyendo que se daría la vuelta sobresaltado llevándose la mano al estoque.

—Eh. Me vas a explicar en qué te basabas para decir que él era el líder de los rateros de Nordale —le exigió.

En efecto, tus espectativas sobre el estoque se cumplieron. Aunque cuando Cedric vió que eras tú, quitó la mano. En principio sin embargo pareció extrañarle la pregunta.

—Es la verdad—respondió—. Y no tiene sentido hablar de eso ahora, ¿nos vamos ya? ¿Habéis terminado lo que vinimos a hacer en el pueblo?

Se fijó entonces en Medwin cuando éste se acercó por detrás de ti y la mano volvió al estoque.

—Cuidado, problemas.

Gabrielle esperaba algo más.

—Sí que tiene sentido hablar de ello —dijo poniéndole el dedo índice en el pecho—. Has acusado a una persona de ser el líder de una organización criminal en mi hogar. ¿Qué pruebas tienes?

—Mi palabra, pero supongo que no me crees. Sólo quería ayudar—respondió Cedric torciendo el gesto y mirando hacia otro lado—. Y tenemos problemas.

—¡No. TÚ tienes problemas!—corrigió Medwin agarrando a Cedric por las solapas nada más llegar y empotrándolo contra la barra—. ¡No te quiero volver a ver por aquí! ¿Está claro? ¡Vuelve a acercarte a Gabrielle y te mato!

Cedric no podía librarse de la tenaza de oso de modo que no lo hizo pero lo miró con toda la dignidad que pudo sin desenvainar el estoque.

—¡Eh, eh, eh!—se alarmó entonces el posadero—. ¿Qué pasa aquí? No quiero problemas en mi taberna.

—¿Acusar a otra persona sin pruebas es tu concepto de ayudar? Porque tu palabra no es una prueba, Cedric, ni está por encima de la de ninguna otra persona —replicó Gabrielle.

«Especialmente después de que intentaras estrangular a mi mejor amiga.»

Miró al tabernero y fue a separar a Medwin y a Cedric.

—Lo siento mucho. Ya nos íbamos —dijo palmeando con suavidad el fornido antebrazo del herrero—. Vamos, Medwin. Más violencia no solucionará nada.

Cedric fué a decir algo pero pareció optar por guardárselo para sí. Medwin por su parte lo empujó soltando un gruñido de desprecio y se dió media vuelta para irse.

Lynn y Fritz habían optado por esperaros en la puerta pero cuando salisteis afuera, Medwin volvió a hablar al ver que Cedric os seguía.

—Te he dicho que te largues, ¿dónde demonios vas?

—Le prometí a la Madre Bethel que protegería a Ayla y pienso cumplirlo—respondió Cedric—. Me da igual lo que digas.

Medwin se giró hacia vosotros.

—¿De qué habla este idiota?

Gabrielle alzó las manos en un gesto de exasperación.

—Ayla es una maga que viaja con nosotros —gruñó pellizcándose el puente de la nariz—. Haz lo que quieras, Cedric.

Ella le había prometido a Bethel que trataría de convertir a Cedric en un buen hombre. No obstante, se le antojaba una tarea mucho menos factible que la del bastón de Andraste. 

—¿Pero él también viaja con vosotros?—Medwin parecía confuso por la situación pero al ver tu gesto exasperado decidió aguantarse y no ahondar en el tema.

—¿Y qué más te da a ti eso? ¿No querías que me largase de aquí?

—Cedric, cállate—espetó repentinamente Lynn. Cuando el muchacho fué a decir algo, volvió a interrumpirlo:—. Simplemente cállate.

Resultaba muy raro oir a tu amiga emplear un tono tan seco, pero al parecer hasta la ambilidad de una Hermana de la Capilla tenía sus límites.

Se formó un extraño silencio en el que hasta Medwin se la quedó mirando sin saber muy bien si decir algo o no. A fin de cuentas, según lo que él sabía era ella quien más motivos tenía para querer machacar a Cedric a patadas pero optó por carraspear.

—Bueno, entonces... ¿os vais?—dijo pese a que era evidente que la pregunta no era casual. O al menos por cómo se cruzó de brazos—. Del pueblo quiero decir.

Gabrielle inspiró una larga bocanada de aire. Cerró los ojos. Los volvió a abrir. Soltó el aire.

—Sí.

«Esto es más grande que tú. Que yo.»

Nadie le había dicho que debía guardar el secreto de su misión. No hacía falta. Que odiase que ese secreto se interpusiera entre Medwin y ella no cambiaba nada.

Le hubiera gustado decir que lo sentía. Pero no se sentía a gusto pronunciando esas palabras.

¿Cuándo se había vuelto todo tan complicado?

—Volveré —dijo en cambio.

Aunque hubiera sido más preciso decir "me gustaría volver".

—Te lo prometo —mintió.

—Espero que no sea dentro de otros diez años—masculló Medwin con evidente desilusión. Tras una pausa suspiró hondo—. Bien, seguiré esperando... supongo. Si no os importa, voy a continuar con mis cosas. Andad con cuidado por los caminos.

Fué a girarse pero pareció recordar algo y se volvió a dar la vuelta para señalar a Cedric con un dedo.

—Y tú, no sé qué clase de razón incomprensible les hace viajar contigo pero ten presente que como intentes una sola tontería, UNA sola de la que yo me entere, te partiré hasta el último hueso del cuerpo ¿Ha quedado claro?—gruñó—. ¡Eso si Gabrielle no te convierte antes en lombriz!

Al cabo de varios minutos, Gabrielle, Lynn y Fritz retornaron donde se encontraba la carreta de Balaena. Tanto ésta como Alexei, Tal'vashoth, Asthan y Wynne se encontraban allí esperando. Alexei sin embargo no vió que Kando volviera con la maga y compañía, pero el que sí venía era Cedric. Por su parte, Gabrielle no vió a Ayla por los alrededores.

—Ah, ya estáis de vuelta... —sonrió Wynne—. ¿Qué tal todo?

—Bien —dijo Gabrielle sin ánimo de entrar en más detalles—. Estamos preparados para marchar.

Miró de un lado a otro.

—Eh... ¿dónde está Ayla?

—Dijo que nos esperaría fuera del pueblo—respondió—. No quería que Raghos pudiese aparecer aquí.

Alexei también iba a hacer mención de abandonar Nordale cuando se acordó de una cosa.

—¿No quieres que antes de marcharnos hablemos con Medwin?