Partida Rol por web

Gabrielle abrió la boca para protestar pero se lo pensó dos veces. 

—Siempre pensé que llevaría una vida sencilla en el pueblo de mis padres. Que me haría Hermana de la Capilla y serviría al Hacedor hasta el fin de mis días oficiando misas. Pero parece que el Hacedor tenía unos planes más extraordinarios para mi después de todo —terminó admitiendo—. Si me hubieran dicho entonces que me uniría a un espíritu del Velo, que terminaría siendo una maga del Círculo de Ferelden y que lo abandonaría para perseguir a una fugitiva sospechosa de magia de sangre no me lo hubiera creído. Pero si ese es el camino que el Hacedor ha trazado para mi, lo recorreré con gusto.

Meditó sobre ello unos segundos.

—Wynne, ¿qué debo saber sobre la naturaleza de mi unión con Astucia? No es algo que esté demasiado documentado.

—¿Y me lo preguntas a mí?—Wynne sonrió casi con disculpa—. Los casos en los que un espíritu se interesa por un mago son muy raros, es cierto.

Tamborileó con los dedos de una mano sobre la mesa con gesto pensativo.

—Los demonios poseen a las personas, se introducen en su cuerpo por la fuerza y minan su alma hasta que no queda nada de ellas. En el caso de los espíritus es distinto... Primero, debes dejarles voluntariamente. Y segundo, ellos nunca se inmiscuyen en tu libre albedrío. Podrías dejar que un espíritu viera a través de tus ojos que sería como si estuviese junto a ti, no dentro de ti.

Se encogió de hombros.

—En realidad eso es lo básico. Luego todo depende de la personalidad del espíritu y cómo te lleves con él... Cada uno de ellos es un mundo. Supongo que puedes asemejarlo a "tener un amigo en el Velo".

—El espíritu que me acompaña es un trasto —comentó Gabby, como si hablara de un crío revoltoso—. Bueno, supongo que eso significa que no todo lo que hay que aprender se puede encontrar en los libros. 

Se rascó la mejilla.

—Debería mantener esto en secreto, ¿verdad?

Wynne rió entre dientes ante la sincera descripción de tu espíritu.

—Sí, los asuntos de tu Angustia son sólo tuyos y personales. De lo contrario, una nube de magos se pasaría el día entero acribillándote a preguntas insulsas como si fueses un conejillo de indias—respondió—. Lo normal es que de ese tipo de cosas sólo estemos al corriente Irving como Primer Encantador y yo como tu tutora.

Hizo una pausa, miró a Lynn de reojo, sonrió y luego volvió a mirarte a ti.

—Bueno, Irving, yo, y quizá una persona en la que confíes. ¿Tienes algo en la cabeza ahora mismo?

Miró a un lado.

—Es sólo que no tengo clara la posición de la Capilla a este respecto. ¿Le será... grato al Hacedor que un espíritu y un mortal se vinculen así?

—Pequeña, los espíritus fueron los primeros hijos del Hacedor—Wynne sonrió—. ¿Qué padre no quiere que sus hijos hagan amigos?

La anciana dejó la taza de leche vacía sobre el plato y la apartó a un lado.

—No te preocupes, no es más que una amistad más—enarcó las cejas—. Tremendamente sobrenatural, pero una amistad más. A fin de cuentas, él no va a cambiar nada de ti como lo haría un demonio así que la Capilla no tiene nada en contra de que un mago simpatice con una entidad benévola del Velo. Es más, lo considera algo extraordinario, es como una bendición del Hacedor.

Gabby sonrió con alivio y se quedó pensativa unos instantes.

—¿Cómo es? —preguntó, pero al darse cuenta de que era imposible que Wynne hubiera seguido su línea de pensamiento añadió:—. La Urna de las Cenizas Sagradas de Andraste, digo. Me... me gustaría ir en peregrinación allí para darle las gracias al Hacedor por el inmenso don que me ha concedido.

Y para pedirle perdón por lo tonta que fui de niña pensando que no quería que le sirviese —pensó.

Wynne en un principio enarcó las cejas ante el imprevisto giro de conversación, luego pareció quedarse un momento pensativa como si estuviese recabando datos mentalmente.

—Puedo describirte la urna de marfil que ves con los ojos, pero no lo que sientes con el corazón ni la paz que se respira en aquél lugar—respondió finalmente con una sonrisa de disculpa—. Eso es indescriptible, tienes que estar allí para saberlo. Sólo puedo decirte que te imagines lo más maravilloso de Thedas, lo multipliques por cien y te quedarás corta.

Cuando declaraste que tenías intención de ir, pudiste ver que el rostro de tu maestra se iluminaba ligeramente.

—Bueno, no es necesario que vayas tan lejos para agradecérselo, pero es un viaje que desde luego no deberías dejar de hacer si en algún momento puedes permitírtelo. Y si no lo haces sola es aún más enriquecedor—confesó—. De hecho, tengo la sensación de que cuando llegue ese día, Lynn querrá acompañarte.

Giró la cabeza para mirar a la clériga que dormía en el sillón y sus ojos se tiñeron ligeramente de pesar.

—Está muy nerviosa con el tema de salir del Círculo, me consta que apenas ha descansado un par de horas en toda la noche—suspiró, como si acabase de recordad algo que le hubiese costado una barbaridad—. Y la guinda ha sido cuando esta mañana nos enteramos de lo de tu Angustia. Salió corriendo tan deprisa de la Capilla que creí que apagaría las velas por el camino.

Gabby se sonrió al constatar una vez más que su amiga se preocupaba por ella tanto como ella mismo lo hacía.

—Pobrecita mía. Me dijo que tú estabas muy tranquila. Claro que no todos hemos combatido a los engendros tenebrosos. Me cuesta creer que haya algo capaz de alterar a alguien que haya luchado codo con codo con los guardas grises como hiciste tú —volvió la vista a Wynne—. Quizá deba a ir a hablar con Irving para pedirle permiso para acompañarla antes de que se despierte.

Wynne sonrió.

—Estaba tranquila porque conozco el Velo y te conozco a ti. Simplemente sabía que podrías hacerlo—dijo—. Pero Lynn no conoce el Velo y después de todo lo que ocurrió en la torre debe creer que es una especie de lugar espeluznante lleno de criaturas de pesadilla.

Suspiró como quien recuerda viejos tiempos.

—Oh, sí que hay cosas a las que tengo miedo—dijo—. Créeme, no hay nada que dé más miedo que dejar a cierto enano que conozco de encargado del almuerzo.

Soltó una risita cascada mientras se ponía en pie y se dirigía a un escritorio de madera sobre el que había un jarrón con flores.

—Puedes aprovechar para ir a hablar con Irving. Después de todo, ya no tienes que dar clases, ahora tú misma administras tus horarios. Yo sólo soy tu guía—dijo—. Y creo que tu amiga va a tardar un buen rato en despertarse.

Cogió una de las florres del jarrón y volvió de nuevo a la mesa, no te costó ni dos segundos reconocer que era una orquídea. Wynne te la dio sabiendo que ponértelas en el cabello era una de tus costumbres favoritas.

—Pero ya que vas, que te vea radiante.

Sonrió con azoramiento: las orquídeas siempre le recordaban al caballero de la balada orlesiana. Que se la regalara Wynne le resultaba raro.

—Gracias Wynne, pero no todas mis amigas están dormidas —dijo dándole un abrazo—. No has sido sólo mi tutora y no serás sólo mi guía. Has sido una amiga, Wynne, y llevaré todo lo que me has enseñado conmigo donde quiera que vaya. Gracias.

Wynne soltó una risita y te devolvió el abrazo.

—Lo dices como si no fuera a volver a verte más—dijo—. Siempre voy a estar para lo que quieras, hija. Pero es bueno que los jóvenes magos salgan de vez en cuando a conocer el mundo y más si pueden hacer la vida de las personas más feliz con ello. Este es sólo el primero de muchos viajes, tómalo como un método más de aprendizaje en el camino de la vida.

Saliste de la habitación dejando a Lynn con Wynne y te encaminaste por el pasillo para dirigirte al despacho del Primer Encantador. Irving tenía sus aposentos en el segundo piso donde las habitaciones de los magos puesto que siempre andaba diciendo que prefería estar cerca de la sangre nueva del círculo y no en la cumbre como un viejo y huraño búho envuelto en misterio.

Te encontraste la puerta cerrada por lo que llamaste con un suave toque de nudillos. Sin embargo, te diste cuenta enseguida de que había voces en el interior. No parecían haberte oído.

—¿Te das cuenta de que eso no tiene ni pies ni cabeza, Adrath?

Reconociste la voz de Irving amortiguada por la puerta de madera.

—¿Es que acaso dudas de mí?

La segunda no tenías ni idea de a quién demonios pertenecía pero sonaba a la voz de un hombre de sus buenos cincuenta y tantos años.

—La cuestión no es que dude de ti, es que yo soy el Primer Encantador, no tú—Irving no estaba gritando pero su voz sonaba dura, como la de alguien que muestra su desacuerdo por algo que le preocupa—. Yo soy el responsable de lo que ocurra entre estos muros y yo soy quien vela por estos muchachos. Voy a llegar al fondo de esto y tomaré la decisión que tenga que tomar, ¿ha quedado claro?

Hubo un tenso silencio tras el cual se escuchó un siseado "Sí, Primer Encantador".

—Puedes retirarte—la voz de Irving sonó entre cansada y resignada, saliendo con un suspiro.

Escuchaste unas ruidosas zancadas que se dirigían a la puerta y tuviste que apartarte antes de que ésta se abriese como si un temporal la hubiese golpeado. Un mago vestido con la túnica roja de Encantador Superior que lucía un cabello negro pulcramente peinado hacia atrás y los ojos relampagueando mal humor salió de allí. Te recordó a un ave de presa enfadada con aquella nariz aguileña.

Pareció no haberte visto, o si te vió le importó un ardite.

Al asomarte al interior, viste a Irving de pie junto a su escritorio negando resignadamente con la cabeza mientras murmuraba algo.

No hizo falta que volvieses a llamar puesto que fue él quien levantó la vists y te localizó enseguida. La expresión seria de su rostro se suavizó siendo sustituida por una sonrisa.

—Vaya, pero si es la nueva hija del Círculo—saludó—. Pasa muchacha, iba a hacerte llamar yo mismo para darte la enhorabuena pero parece que la casualidad es caprichosa. ¿Qué te trae por aquí?

Gabby carraspeó incómoda, a sabiendas de haber escuchado cosas que no debería haber oído. ¿Quién era ese Ardath y por qué discutía con Irving?

—Espero no haber venido en mal momento, Primer Encantador —se disculpó Gabrielle—. ¿Podría dedicarme un momento? Me gustaría hacerle una consulta.

—No te preocupes, hija—respondió Irving haciendo un gesto de mano para quitarle importancia al asunto—. Me paso el día discutiendo con Greagoir por trivialidades. No viene mal hablar con alguien de vez en cuando que no le saque un pero hasta al color de las alfombras.

Por su tono se sobreentendía que no le molestaba aquella faceta perfeccionista del Caballero Comandante, era bien sabido que la relación de camaradería entre él y el templario nunca había sido tirante.

Gabby echó un vistazo a las alfombras.

—A mi me gustan —comentó con ingenuidad—. Creo que el rojo les va bien. Da un poco de calor a la torre, siempre ha sido un poco fría.

Carraspeó y bajo la mirada avergonzada, sabiendo que se estaba yendo por las ramas.

—Eh... bueno... el caso es que... lo que yo quería es... bueno, ahora que soy maga... —se llevó una mano al pecho para contener los latidos de su corazón—. Perdone, Primer Encantador, me he puesto un poco nerviosa. Quería pedirle... si fuera posible y a usted le pareciera bien... acompañar a Lynn y a Dreren en su misión. Lo de encontrar a Ayla, digo.

Soltó una risita tonta y se puso seria de golpe, sabiendo que no tenía ninguna gracia.

Irving soltó una risita entre dientes ante tus divagaciones pero escuchó pacientemente con una sonrisa tranquila hasta que terminaste de explicarte.

—No sé por qué me imaginaba que pasaría algo como esto—dijo finalmente—. Esa chica es afortunada de tener amigos como tú.

Se acarició la grisácea barba como si estuviese haciendo alguna especie de cálculo mental.

—Ahora que eres una maga por derecho, puedes salir de la torre siempre que lo solicites. Te agradezco que quieras empezar a ayudar al Círculo tan pronto—agregó—. Tienes mi permiso para acompañarlos, de hecho también mandaré un templario con vosotros, seréis un grupo de cuatro personas bastante equilibrado. Dime, ¿te han explicado Dreren o Lynn los detalles?

Gabby sufrió una punzada de remordimientos. Ayudar al Círculo. Sí, iba a ayudar al Círculo, pero... le estaba pidiendo esto a Irving por estar con Lynn y por ayudar a Astucia. ¡Andraste misericordiosa, ni si quiera había pensado en Ayla más que en una fracción de segundo! De todo el mundo, quizá fuera ella la que necesitara más ayuda.

Gabrielle se sintió una persona horrorosa y rezó porque Irving no se diera cuenta de su azoramiento.

—No, Primer Encantador. Han sido muy discretos y yo no he querido abusar de su confianza —respondió Gabby.

Irving se acarició un poco más la barba antes de responder.

—Bueno... lo cierto es que lo único que hizo esa chica fue romper su filacteria—comenzó—. No hay indicios de que haya practicado Magia de Sangre pero no obstante lo que ha hecho es algo grave. Ahora mismo es una apóstata.

Caminó hasta su escritorio y se sentó en el borde, apoyando las palmas sobre la lisa superficie de madera.

—Vuestro trabajo consiste obviamente en encontrarla y traerla de vuelta. Si en efecto, corroboramos que no se ha convertido en una maga de sangre, el castigo será duro pero meramente disciplinario, si por el contrario ha cruzado la linea... quedará en manos de los templarios.

Suspiró negando con la cabeza.

—En verdad rezo para que no lo haya hecho, pero debemos asegurarnos. Ya hemos quedado servidos de Magia de Sangre en este Círculo.