Partida Rol por web

Antes de entrar Daarken sacó la ballesta y se puso en la entrada en posición de guardia. – Os guardo las espaldas, si viene alguien os avisaré.
Tras desenvainar vuestras armas os dispusisteis a bajar por las escaleras lentamente, escasas antorchas iluminaban el sótano de la fortaleza, pero a pesar de la penumbra se podía ver bastante bien. Al final de la escalera llegasteis a una gran sala circular, el suelo está lleno de muebles destrozados y armas deterioradas; hace mucho tiempo se libró aquí un combate, de eso no cabe duda.

En la penumbra alcanzáis a vislumbrar los huesos de los muertos, pero al parecer no descansan en paz. Veis a tres esqueletos que os miran fijamente; las cuencas de sus ojos están vacías, pero el odio que destilan casi podría palparse. La fortaleza aún tiene guardianes, y la defenderán cueste lo que cueste. Dos de los esqueletos estaban armados con lanzas y uno de ellos estaba armado con un arco, comenzaron su lento avance hacia vosotros, pero antes de que pudierais reaccionar un extraño resplandor rojizo surgió desde el interior de una de las bolsas de Narelle, sin que aparentemente ella hubiera hecho nada y tras ese resplandor los esqueletos comenzaron a sacudirse súbitamente cayendo los huesos inertes de nuevo al suelo. No entendíais lo que había ocurrido, ni qué había hecho Narelle, pero ahora teníais unos oponentes menos.

- ¿Qué.. qué ha sido eso? - Musitó Jareth alarmado, se giró hacia Narelle. - ¿Eso era un hechizo? ¿Cómo es posible?

Al otro extremo de la sala encontráis una puerta abierta que muestra un pasillo con celdas corroídas a ambos lados y al final de aquel pasillo hay otra puerta. Desde la que es escucha un murmullo de voces, parece que hay alguien al otro lado, apenas se escucha pero parecen ser sollozos y voces humanas hablando en voz baja.

Lanzo un respingo... esqueletos. Desde luego, quien protege la fortaleza tiene poco gusto. Estoy de acuerdo contigo, con los zombies es factible la necrofilia.

No contesto a mi etérea acompañante, a quien noto con mejor humor del habitual.

La mirada inquisitiva de Jareth se posa sobre mi. El tipo con su suspicacia me resulta incómodo

- Yo... no es la primera vez que me topo con estas cosas. En su día preparé algún tipo de amuleto, no... no sabía si iba a funcionar muy bien. Pero parece que sí. En cualquier caso, deberíamos darnos prisa, no sé cuanto durará todo esto, igual luego falla y nos vemos en problemas.

Lanaya observó a Narelle mientras explicaba que había pasado. A la elfa le importaba poco el porqué de esa magia ahora mismo, estaba más interesada en su resultado.

Esperemos que siga funcionando si nos encontramos más.

Sacó su arco, preparando una flecha en la cuerda. No sería muy efectivo contra un esqueleto, pero las cosas a las que seguramente tendría que disparar parecían tener lengua. Comenzó a caminar hacia el pasillo, con cuidado y vigilante. 

Caminaba con precaución, tal vez demasiada, mientras bajaba las escaleras pegada a una de las paredes y echando continuamente la vista atrás, como si supiera que alguien o algo podría seguirles el rastro. No le gustaba esa sensación de miedo y adrenalina, la mezcla explosiva que le hacía apretar las manos en torno al báculo con tanta fuerza que le dolían los dedos, aunque al menos se consolaba al pensar que no estaba sola.

Fue una de las últimas en avanzar, yendo por delante de Daarken y pendiente de lanzar un hechizo si fuera necesario cuando llegaron a una sala poco iluminada. Achinó los ojos para que la vista se acostumbrara a la oscuridad, distinguiendo varios muebles que no parecían precisamente nuevos. Alguien estuvo aquí antes, parece que vamos por buen camino.

Los muertos la pillaron desprevenida, un respingo a la par que retrocedía aunque gracias a una magia extraña desaparecieron tan rápido como vinieron. Echó una rápida mirada a Narelle, quien los había sacado de esa pequeña emboscada, relajando los hombros y sonriendo fugazmente.

- Bien pensado.- Tenía claro que no era magia permitida por el Círculo y que posiblemente tendría que omitir ciertas partes de su colaboración cuando fuera a relatarle los hechos a los templarios, pero no sería ella quien la denunciara, mucho menos después de saber que los había salvado en varias ocasiones.- Luego pondré algunos glifos, por protección.

Con Lanaya en cabeza os adentrasteis en el pasillo. A mano izquierda quedaban unas antiguas celdas con barrotes oxidados y doblados cubiertas de telarañas y suciedad, parecía que llevaban muchos años abandonadas. A la derecha quedaba un almacén, que aunque también tenía un aspecto lamentable si se apreciaba que hubiera habido movimiento no hacía mucho tiempo: Se apreciaban pisadas sobre la gruesa capa de polvo del suelo y de las cajas del interior se podían diferenciar unas más nuevas que otras, las más antiguas tenían la madera ya podrida por la humedad, mientras que las de mejor aspecto estaban enteras y llenas de alimentos y utensilios.

De repente Lanaya se detuvo en seco alzando la mano para indicaros que todos os quedarais quietos. – Mirad, parece una trampa. – Susurró y señaló al suelo hasta que pudisteis ver un fino cable frente a ella, a la altura de sus pies.

Ya en el pasillo podíais escuchar las voces con más claridad, se escuchaban frases tanto en élfico como en común desde la puerta que se encontraba frente a vosotros, a solo unos metros. De las cuales se pudo escuchar a la perfección una conversación:
- Parece que hay alguien. – Una voz femenina
- Serán los demonios esos, cállate. – Una voz de un hombre jóven.
- ¿y si vienen a rescatarnos? – Replicó la mujer.
- ¿Quién va a venir a por nosotros? – Respondió de nuevo el hombre.
- Apartaos de la puerta. – Les calló la voz de un anciano.

Tras pasar por encima del cable Lanaya se acercó a la puerta, guardando una distancia prudencial. En voz baja, pero no tanto como para que no la escuchasen al otro lado de esta, habló en élfico.

No somos demonios. – Fue lo primero que dijo. – Venimos a rescataros, pero tened cuidado y no salgáis corriendo en cuanto abramos la puerta, el lugar tiene trampas.

No esperó respuesta antes de intentar abrir la puerta, mirando alrededor por si veía algunas llaves y preparándose para intentar forzar la cerradura si no quedaba más remedio.

Siguió caminando y mirando a su alrededor, viento la antigüedad de esa mazmorra o el tiempo que parecía haber estado deshabitada, quitando una de las telarañas con su báculo y limpiándolo después al pasar la mano y sacudirse. Señaló las pisadas en el suelo, evidenciando que había habido algún tipo de movimiento sin saber si era aliado o enemigo.

Si no fuera por Lanaya, quien los avisó, posiblemente se hubiera comido la trampa. Escapó a su ojo un fino cable, teniendo que achinar los ojos para ver el brillo que desprendía en algunos momentos, retrocediendo un par de pasos por seguridad.- Gracias.- ¿Habrían más trampas? No lo descartaba, pero al menos sabía que tenían la buena vista de la elfa.

Pasó por el cable, sujetándose el bajo del vestido y yendo con tanto cuidado que la lentitud parecía eterna, como si temiera que en las baldosas adyacentes hubiera más trampas escondidas que no captaran. Una vez alejada del peligro respiró tranquila, soltando todo el aire que tenía y sonriendo al resto que cruzaba, aunque seguro que con más naturalidad que ella.

Al avanzar las escuchó, voces que parecían ser de los desaparecidos. La brusquedad de la elfa para abrir la puerta la pilló de sorpresa, alzando la voz para ser escuchada.

- Venimos de parte de Hannan, venimos a ayudar.- Y esperó a alguna respuesta o a que Lanaya terminara de abrir, lo que primero viniera.

Demonios que hacen prisioneros, creía que erais unos sádicos. Ya verás, pequeña, ya verás. El juego empieza ahora. Han caído en la trampa, y van a pagarlo con sus pobres almas.

Empiezo a sentir como poco a poco susurra en mi cabeza. Odio cuando hace eso. No puedo escapar de ella. Podría pedir ayuda a Vivial... pero eso implicará convertirme en un carcasón vacío. No, ya descubriré mi propia forma. Noto como mi cuerpo se llena de un placer eterno, y Xilyha se interconecta más conmigo. No quiere estar letárgica, quiere saborear el momento. Somos una con el caos. Salid, pequeñines. Vamos a jugar con vosotros.

En mi cabeza una vocecilla grita, una niña que no quiere ver morir a los que quedan, una niña que dice que perderá el espíritu. Aulla... y se prepara para luchar.

Al escuchar vuestras voces todas las del otro quedaron en silencio hasta que se escuchó una voz femenina.
- ¿Hannan? ¿sigue viva? - Lanaya pudo reconocer la voz de su madre al otro lado. - Mythallen nos dejó aquí encerrados. – Parecía que ella no había llegado a reconocer a Lanaya.

- A ver a ver, veo que se necesita mi ayuda. - Se adelantó Daarken, de un pequeño saltito pasó el cable y dio unos golpecitos en la puerta. - Si os sacamos de ahí, ¿qué podríais pagar? Un par de monedas... 

- ¡No seas capullo! ¡Sácalos de ahí! – Le interrumpió Jareth.

Con un sonoro bufido sacó unas ganzúas de su mochila y comenzó a tratar de abrir la cerradura acuclillado frente a la puerta, pero tras unos minutos de esfuerzo no llegó a sonar ningún “clac” ni nada parecido. – No hay manera, ¿alguien quiere probar?

- Sí, está viva. La encontramos herida, pero pude sanarla antes de que fuera tarde.- Sonrió al comprobar que eran receptivos mientras esperaba a que Daarken hiciera su trabajo.- Ahora descansa cerca de aquí, nos pidió personalmente que viniéramos a rescataros.- Echó una recriminante mirada al elfo ante su pregunta, regañándole el silencio para que terminara de abrir la puerta aunque no sirvió de mucho.

Alejaos de la puerta, vamos a intentar abrirla y no queremos que sufráis daño.- De inmediato se puso a buscar la llave por la estancia, pero previniendo antes a los que habían en el interior por si decidían usar la fuerza bruta. Viendo sus actuaciones, no le extrañaría.

Lástima que no sea todo tan fácil. Igual es una trampa.

Veo como los intentos de Daarken son fútiles., y como Vivial rebusca sin mucho sentido- ¿No habéis pensado que pueden estar poseídos por demonios y se runa trampa? Entramos confiados y zas... en toda la boca. Deberíamos buscar primero al tal demonio jefe y deshacernos de él, antes de las heroicidades. Las batallas de desgaste ya se han cobrado una vida. No van a morirse por cinco minutos que pasen más.

Se alejó de la puerta, volviendo con cuidado de no pisar el cable a la sala donde los esqueletos se habían levantado para volver a caer inmediatamente, y se puso a rebuscar entre los huesos y el equipamiento que los cadáveres habían dejado caer, en busca de las llaves

Lanaya rebuscó entre los restos de los esqueletos y entre huesos encontró una gran llave de hierro. Antes de ir a abrir la puerta se tomó unos minutos para desactivar la trampa antes de que pudiera ocurrir un accidente.

Tuvo que mostrar la llave al resto cuando Jareth estaba ya tomando carrerilla para tratar de tirar la puerta abajo, por fortuna le vio a tiempo y cuando la elfa probó la llave, esta encajó a la perfección. Tras un leve forcejeo, pues costaba girarla por culpa del óxido, sonó un “CLACK” y la puerta se abrió.

Al otro lado se encontraba una gran sala circular con un altar en el centro y todos los elfos dalishanos desperdigados por la sala, sentados en el suelo la mayoría. Eran principalmente mujeres y niños, los pocos hombres jóvenes esperaban en pie tras la puerta y os miraron con curiosidad. Todos ellos estaban agotados, hambrientos y asustados. No tardaron en empezar a levantarse y acercarse agradecidos.

Una mujer con el pelo ya canoso se levantó con una expresión de sorpresa y tras un par de pasos vacilantes corrió hacia Lanaya y la abrazó con fuerza. – ¡Hija mía! ¡Has venido rescatarnos! – se alejó un poco y la revisó con la mirada, como si no diera crédito a sus ojos. – y que Hannan siga viva… Todo esto ha sido una locura…

- Ha sido mucho más que una locura, Ashalle. – Le interrumpió la voz de un anciano y los elfos que os rodeaban se apartaron para dejarle paso. Por si apariencia bien podría tener 100 años y parecía ser el líder. – Mythallen es un demonio muy peligroso y pensar que fue uno de los nuestros. – Suspiró y ahora fue él quien se apartó para mostraros el altar. – Harralan, uno de nuestros cazadores, estaba cegado por el odio contra los aldeanos de Vintiver y encontró estas ruinas… algo se apoderó de él y ya no queda nada de quien fue. – Enmudeció en un fuerte arranque de tos, por lo que una elfa trató de servirle de apoyo.