Partida Rol por web

Entraste al despacho del Primer Encantador Irving, él mismo te pidió que te encontraras con él para comentarte un asunto importante. Era una gran sala circular con las paredes cubiertas de estanterías repletas de libros, en el centro presidía la sala una mesa de madera noble cargada de pergaminos, ingredientes de pociones y frascos, estaba iluminada por la tenue luz de las lámparas ya que las pequeñas ventanas no dejaban apenas pasar la luz. Irving estaba en pie al otro lado de la mesa leyendo con expresión taciturna una carta con un sello de cera roja que debía ser de alguien importante.

- Ah, chiquilla, ya has llegado, siéntese. – Dijo sin apenas levantar la vista de su lectura, con un gesto airado te indicó que te sentaras en un pequeño taburete frente a la mesa. – El mismo Arl Leonas Bryland ha mandado este correo a la torre, dice que un pueblo de su territorio es el escenario de extraños sucesos desde hace algún tiempo. – Revisó de nuevo la carta. – Vintiver se llama, ha estado desapareciendo algunos aldeanos y culpan de ello a los elfos dalishanos. – Se acarició su poblada y canosa barba. – Cree que están vinculados a la magia y que puede ser culpa de algún maleficarum descontrolado.

Se sentó jugueteando con la carta entre sus manos. – No creo que se trate de un maleficarum, sus palabras deben ser exageradas. Es un hombre inteligente, es consciente que si no es una situación grave no obtendría la ayuda del círculo. – Cogió un sobre sellado con el sello del círculo de magos y te lo tendió. – De todos modos, es algo que debe ser investigado y no se me ocurre alguien mejor. Tu comportamiento hasta ahora ha sido ejemplar y sé que podemos confiar en ti.
Deberás ir allí y entregar esta carta al guarda de la aldea su nombre es Tarl Dale, él está avisado de tu llegada y te prestará su ayuda.

Llevabais demasiado sin conseguir un solo trabajo y los días pasaban en la ciudad sin pena ni gloria mientras os bebíais vuestro dinero en cerveza e hidromiel. Eran días aburridos de búsqueda incesante sin ningún fruto, trabajo había, siempre hay trabajo para un mercenario el problema es que pretendían pagar verdaderas miserias.

Esa mañana el mercado de Denerim tenía más bullicio que de costumbre, debía de haber llegado más de un barco a su puerto. Cada vez que llegaban grandes embarcaciones la ciudad ganaba mucha vida, era el primer lugar donde los mercaderes llegados desde otras regiones trataban de vender sus exóticos productos y las tabernas no daban a basto llenando el gaznate a sedientos marineros. Aquello era una fantástica noticia para vosotros, normalmente esos mercaderes necesitaban escoltas de la zona y pagaban generosamente.

Apenas disteis un paso entre los distintos puestos del mercado, un corpulento tipo con armadura de templario se plantó frente a vosotros. - Ah, al fin consigo encontrarte ¿Eres "El calvo"? ... - Preguntó sin presentación alguna, se quedó pensativo un instante y revisó una carta sellada con el sello del círculo que llevaba en las manos. - Espera, Ja.. Jareth... ¿verdad? sigues igual que haces unos años, trabajamos juntos en aquella escolta para Risco Rojo. - Dijo con tono más autoritario que amistoso. - El circulo vuelve a necesitar de sus servicios. - Le tendió la carta. - La última vez hiciste bien tu trabajo, aquí esta el resto de la información.

Tras escuchar al templario se le esbozó una sonrisilla en su rostro, riendose interiormente de sus propios comentarios antes incluso de decirlos. 

-¿Que esta igual que siempre? Jareth....!Creo que es el primer hombre...o bueno, también mujer, que te dice algún piropo sin pagar en los últimos meses! ¿Seguro que ese sobre nos dará un trabajo, o te dará un "trabajo" a ti solo? 

Dijo levantando sus cejas mientras bebía de su jarra de cerveza y miraba a Jareth esperando alguna reacción de el.

Me rasco la barbilla, escuchando al templario con interés. La verdad es que el Círculo paga bien. Abro la boca para decir algo cuando Daarken, que es muy gracioso, me suelta una pullita.

- Estar igual que siempre no es un piropo- Le respondo con un gruñido.- Es un insulto, porque siempre he sido feo, tonto y sucio. Cualquier cambio con respecto a ello sería una alegría. Una alegría inesperada, por cierto. Y no te rías tanto, que pasas el mismo hambre que yo. Estamos en la misma situación, te recuerdo. Llevamos cuatro días comiendo lo mismo, y lo digo literalmente, porque entre los dos podemos permitirnos un solo plato. Además, yo no aceptaría algo que un elfo no aceptaría.

Dicho lo cual, vuelvo a fijarme en el templario. La verdad es que me suena de algo.

- No caigo en vuestro nombre ahora, ser.- Le digo, sin rodeos.- Lo cual es bueno, porque solo me acuerdo del nombre de la gente que me cae mal, como Daarken aquí presente puede atestiguar. Lo que es seguro es que, si es del Círculo, va a ser un trabajo bien pagado y muy peligroso. Que es la mitad de lo que quiero en un trabajo: desafortunadamente, los trabajos seguros o no están muy bien pagados o ya los tienen gente más lista que yo.

Abro la carta y la leo.

Las palabras de Jareth no hacían mas que generar frases en la cabeza de Daarken, a cada cual mas ofensiva que la anterior, pero llevaba razón, no eran tiempos buenos y el hambre apretaba, lo lógico seria dejarse las tonterías y ver de que trataba ese trabajo.....pero aun así continuo.

-Ya sabemos que no aceptarías nada que no aceptaría un elfo, eso no quita que alguien, por ejemplo yo, haya extendido el rumor de que hicieras cierto tipo de cosas por unas monedas de cobre - Decía con una sonrisa cada vez mayor - ¡Acepta el cumplido hombre! Encima que es piadoso diciéndote eso...podría decirte la verdad y ser mucho mas ofensivo, al menos parece cortes este hombre. 
 

Parecía que de un momento a otro iba a romper a carcajadas mientras decía esas palabras, mientras, tocaba el hombro al templario midiéndolo con la vista como si de un momento a otro fuera a estallar una pelea en mitad de esa oferta de trabajo.

El templario dio un paso a un lado huyendo del contacto de Daarken, tratando de pasar por alto sus bromas pero con una media sonrisa en los labios. - Es normal que no me recuerdes, eramos muchos templarios y todos llevábamos el mismo vestido. - Sonrió, puede que las bromas de Daarken hicieran que el templario adoptara una actitud más informal. - Hay algo más, mañana tarde llegará con quien vas. - Lanzó una mirada de reojo a Darkeen, volviendose a alejar algo más de él. - o vais a viajar, te esperará en la taberna del Noble Roído, ya le conoces.
Como despedida hizo una reverencia llevandose el puño al corazón. - Tened suerte en el camino. - Se giró y no tardó en perderse entre el bullicio del mercado.

Jareth no esperó ni un instante en abrir la carta, en su interior había un pergamino escrito a pluma con una elegante caligrafía, en el que pudo leer:

Saludos Jareth,

En el último contrato tuviste un comportamiento ejemplar, por lo que el Círculo de Magos vuelve a precisar de tus servicios.

En el territorio de Colinas Southron, un pueblo llamado Vintiver esta sufriendo la desaparición de aldeanos y ganado, se desconocen los motivos, pero los aldeanos culpan a los elfos dalishanos.
Sospechamos que pueda ser algún apóstata o semejante, tenemos que investigarlo así que enviaremos a uno de nuestros magos allí. Pero no tenemos templarios en activo que puedan acompañarle, por lo que nos hemos visto obligados a contactar contigo. Puede ser una misión compleja así que sería recomendable que no vayas solo, busca al menos otro mercenario, confiamos en tu criterio.

Cuando todo haya sido resuelto, la recompensa la pagará Tarl Dale, el guarda de la aldea. El círculo correrá con los gastos de alimentación y estancia de todos vosotros. Si quieres aceptar la misión, tendrás que reunirte con nuestro mago en la Taberna del Noble Roído para partir de inmediato.

Primer encantador Irving.

 

Recompensa: 100 m.o. en total

Toc. Toc.

Dos suaves golpes en la puerta del despacho anunciando su llegada, esperando diez segundos de cortesía antes sujetar el pomo con la diestra y apoyando la zurda en la fría madera del marco, empujando con suavidad, como si temiera hacer algún tipo de ruido y entorpecer la concentración del Primer Encantador a pesar de estar esperando aquella visita.

- Disculpe, ¿me había llamado? – Sus mechones oscuros asomaron a través del resquicio de la puerta, al igual que una curiosa mirada acompañada de una respetuosa sonrisa.

Al hacerla pasar se coló por el pequeño espacio que había dejado en la puerta, cerrándola tras de sí lentamente mientras asentía una única vez, obediente. Aprovechó los cortos pasos que la separaban del taburete para echar un leve vistazo a su alrededor, admirando aquella sala y los libros, el conocimiento que albergaban y los cientos de historias entre sus páginas, cada cual más maravillosa que la anterior. Muchas veces se había planteado pedir permiso para alguno de estos libros, pero temía el contenido de los mismos y, sobre todo, que los Templarios pudieran relacionarla, rompiendo en mil pedazos años de esfuerzo, de sometimiento y controles constantes.

Volvió la vista al frente mientras se sentaba en el taburete, alisando los pliegues de su túnica y dejando las manos reposar sobre su regazo, alejando aquella nube de dolor para centrarse en Irving.

En ningún momento interrumpió su charla, manteniendo su postura recta y controlando sus movimientos, desviando de vez en cuando la mirada hacia el sobre sellado. Sin embargo no pudo evitar ampliar su sonrisa en una tímida mueca ante el inesperado cumplido, sintiendo cómo un ligero rubor teñía sus mejillas.

Cogió el sobre con ambas manos mientras se levantaba del taburete, acariciando con la yema de los dedos el sello del círculo de magos.

- Gracias por confiar en mí, Primer Encantador.- Agachó levemente el rostro como señal de respeto, un movimiento que recordaba de sus días nobles.- Partiré hoy mismo si no precisa nada más.

Si no la retenían se giró sobre sus pasos, despidiéndose con un último vistazo de aquél despacho y sus libros, de las historias cargadas de emociones o magia. En ese momento solo tenía un nombre en mente, Tarl Dale.

Al despedirte Irving dió unos leves golpecitos en la mesa con los dedos y se levantó de nuevo, no se apresuró, se movía con la tranquilidad propia de las personas que hace mucho aprendieron a vivir con calma.
- Espera, espera. Hay algo más, casi lo olvido. - Sonrió levemente y con un suspiro rodeo la mesa para acercarse a Vivial. - Ah... los años no pasan en valde... - Al llegar a su lado continuó hablando. - Hay un problema añadido, no disponemos de Templarios en activo que puedan acompañarte, pero hemos contactado con un mercenario que ya ha trabajado con nosotros, Jareth se llama, no se si lo recordarás, os escoltó a aquella visita a Risco Rojo. Deberás reunirte primero con él en Denerim, hospedate en la taberna El Noble Roído, él irá a reunirse contigo y partiréis juntos.

Apoyó la mano en hombro de Vivial, él fue su tutor y a falta de tener su familia cerca él había sido casi como un padre para ella.
- Al fin podrás salir un poco de esta jaula, ten cuidado. - A diferencia del resto del discurso, que era un discurso de maestro a alumna, estas palabras derrocharon mucho cariño. Era el único en la torre que conocía su verdadero pasado y quien le ayudó a ocultarlo. 
Inmediatamente volvió a su actitud altiva. - Toma suficiente dinero de las arcas, el círculo correrá con los gastos de alimentación y alojamiento de todos. - Le dio unos golpecitos en el hombro y volvió de nuevo al otro lado de su mesa. - Buen viaje.
 

Para otra gente, leer debe ser algo muy sencillo y cómodo. Para mí, leer es difícil, tedioso y agotador. Leo una primera vez la carta, en voz baja y muy despacio, para no perderme. Después, lo leo una segunda vez para hacerme a la idea de lo que dice. Y después, lo leo una tercera vez, esta vez para analizar lo que dice.

- ¿Se cree este Irving que soy idiota?- Digo a Daarken, acercándole la carta.- Leéla. "Un comportamiento ejemplar", dice. Le rajamos el cuello a unos bandidos, y los templarios hicieron casi todo la faena. ¿De verdad se creen que necesitan mentirme con sus falsos halagos para que trabaje para ellos? Por favor. Mira la recompensa. Es todo lo que me hace falta.

Apuro el vaso de cerveza (que tanto nos ha costado pagar) y me levanto.

- Vamos al Roble Roído. Hay que ganarse las habichuelas. 

Estoico esfuerzo el que realizo Daarken para no decirle nada a Jareth mientras leía, sabia por anteriores ocasiones que si lo interrumpía tendría que volver a empezar a leerlo todo y podría anochecer fácilmente.
Tras leer la carta detenidamente sus ojos solo se fijaron en una cosa, la recompensa.

-¿Por que odias tanto los halagos? ¡Déjate querer con mentiras y seras mas feliz! La misión parece fácil, investigar, matar y a casa, lo mejor es que estaremos a cuerpo de rey: "El círculo correrá con los gastos de alimentación y estancia de todos vosotros", a mi estomago le encanta esa frase, y creo que al tuyo también, partamos para allá, ¡Allí nos espera el banquete pagado por el circulo!

Mientras caminaban ya hacia su destino, Daarken iba con una sonrisa constante en la cara.

-Ummmmmm....¿Que tipo de carne tendrán en la taberna? Creo que me comeré 1 de cada para probarlas, que mal han hecho en darnos por escrito vía libre para comer y beber cuanto queramos jajaja

Al escuchar los golpes sobre la mesa frenó su camino y se giró de nuevo hacia el Primer Encantador, asomando de nuevo aquella discreta sonrisa de la alumna que espera recibir las directrices de su maestro y mentor.

Escuchó con atención, inspirando profundamente  al escuchar que en esta ocasión no la acompañarían los Templarios, una noticia que la alegró internamente aunque no lo mostrara.- Un poco de libertad.- Sin embargo no pudo evitar parpadear varias veces ante el nombre de Jareth, poniéndole cara al momento.

Sí, recordaba aquél mercenario y las entretenidas aventuras que había vivido a través de sus viajes, deseando tener un momento de soledad para poder preguntarle sobre otra de sus andanzas. Su sonrisa se ensanchó al ver una nueva oportunidad de reencuentro y, tras tanto tiempo, conocer más sobre el exterior con sus palabras.

Cuando creía que podía partir notó la mano sobre su hombro, buscando su mirada extrañada por aquél contacto, creyendo que había algo más.

Al fin podrás salir un poco de esta jaula, ten cuidado.

Sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas, logrando contenerlas al cerrarlos durante unos segundos. Al abrirlos solo pudo mirarle con una mezcla de agradecimiento y ternura, teniendo el deseo de abrazarle por todo lo que había hecho por ella todos estos años.

- Gracias, Irving.- A pesar de las normas que había impuesto, de las estrictas reglas o la posición que tenía susurró su nombre sabiendo que solo ellos dos lo oirían, saltándose las formalidades. Al fin y al cabo él había sido como el padre que la rechazó, cuidándola y ayudándola todo este tiempo.

Y ahora sí, con el corazón encogido y los nervios por su nuevo rumbo, se dirigió a la puerta para preparar su equipaje.

Partiste esa misma mañana en un pequeño carro comercial escoltada por un par de templarios, mientras tú ibas en el interior del carro ellos viajaban en los asientos de delante, aunque solo uno de ellos se encargaba de las riendas. Cuando los encontraste esperándote en la entrada para partir juntos te temiste que Irving hubiera cambiado de opinión, pero no te atreviste a preguntar, por el camino ellos te explicaron que solo viajarían juntos hasta Denerim, te dejarían allí y ellos continuarían hasta la Espesura Korkari en busca de un apostata fugado.

Apenas si lanzaste una leve mirada hacia atrás para ver la torre alejarse de la vista, tenías la seguridad de que no le ibas a echar de menos, todos tus pensamientos en ese momento estaban en Denerim. Aunque solo fuera una pequeña parada, volver allí después de 15 años te resultaba duro y emocionante a partes iguales.

Tras un par de días de viaje sin apenas descanso los muros de la ciudad de Denerim asomaron por el horizonte, aquello fue un pinchazo directo al corazón, con esa simple visión los recuerdos de tu infancia te asaltaron, tantas cosas que ya creías olvidadas volvieron a ti. Los muros estaban exactamente igual que el día que tras el rechazo de tu familia partiste hacia La Torre del Circulo, solo que aquella vez se alejaban y ahora estaban cada vez más cerca.

Los templarios te dejaron en la entrada sin mucha ceremonia y tras despedirse con una leve reverencia llevándose el puño al corazón, continuaron su camino. Desde allí ya se podía ver el mercado en el interior, esa mañana tenía más bullicio que de costumbre, debía de haber llegado más de un barco a su puerto.

Recordabas que cada vez que llegaban grandes embarcaciones la ciudad ganaba mucha vida, era el primer lugar donde los mercaderes llegados desde otras regiones trataban de vender sus exóticos productos y las tabernas no daban abasto llenando el gaznate a sedientos marineros. Cada paso que dabas te traía un nuevo recuerdo - 15 años - Como cuando eras niña y tu madre te llevaba al mercado en busca de vestidos de bonitas telas antivanas.

Decidisteis pasar lo que quedaba de día y el siguiente a la espera del mago en la taberna El Noble Roído, pero parecía que no daba señales de vida. En cualquier caso no se podría decir que estuvierais sufriendo la espera, la taberna estaba totalmente abarrotada a pesar de su gran tamaño. Todos los sitios estaban ocupados e incluso había muchísima gente en pie con la cerveza en mano, los marineros cantaban a gritos acompañando al bardo y perseguían a las camareras cuando andaban despistadas, los comerciantes ultimaban tratos con la nobleza en la zona de sillones de piel, un grupo de marineros antivanos jugaban al juego de cartas “Gracia Perversa” en una de las mesas grandes, apostando parte de sus ahorros. 

El tabernero era un tipo grandote con cara de pocos amigos, algo totalmente comprensible si tenía que tener una taberna de ese tamaño bajo control. El tipo ya os conocía, de hecho ya erais unos asiduos de aquel lugar y a pesar del gran volumen de gente os dejó tomar una pequeña mesa de madera al fondo junto a la barra, por desgracia desde aquel sitio os costaba ver los que entraban por la puerta.

- Otra vez en la taberna y otra vez llena de gente...creo que es hora de ganarme un dinero extra.

La taberna abarrotada, gente borracha que no sabe lo que hace, el descontrol, el caos....era como escuchar el recitar de un poema para Daarken, solo que este poema tenia un cierto sonido metálico, como de monedas. El camino desde la entrada a la mesa del final solo sirvió para analizar al detalle a cada uno de los presentes, eran tiernos conejitos esperando a ser comidos.

-Jareth, ¿Te apetece tomarte una cerveza? ¡A mi mucho! Una rica y torpe cerve...

No había terminado la frase cuando sus ojos ya se posaron sobre alguien.

-Creo que ahora vengo...'Te traeré una! y algo de comer, no dejare que mi gruñón pueda tener peor carácter, ¡Presiento que hoy va a ser un gran día!. 
 

Apuro la cerveza, con los ojos clavados en Daarken. Por dentro estoy negando con la cabeza.

"Majadero. Como le pillen, nos vamos a meter en un lío y nos van a echar de la posada, y va a venir el mago que esperamos y no nos va a encontrar y se nos va a ir y vamos a perder el trabajo y el Círculo va a pensar que les saboteamos porque colaboramos con apóstatas y van a llamar a los templarios a que vengan a por nosotros y nos van a matar. Que no te pillen, elfo de mierda, por favor."

El plan de Daarken empezó bien, se aproximó a la mesa donde los marineros jugaban distraídos, tenían las monedas sobre la mesa para las apuestas lo que hacía su trabajo más fácil. Esperó a una distancia prudente a que pasara alguien lo suficientemente borracho junto a la mesa, se acercó y le puso la zancadilla, el pobre diablo cayó cual tronco partido directamente contra el pico de la mesa haciendo que los marineros se sobresaltaran levantándose de sopetón. Pero subestimó la codicia de aquellos tipos, todos ellos se abalanzaron a por las monedas, ¿Acaso se puede esperar otra cosa de los antivanos? y pillaron a Daarken tratando de pillar su parte del botín.

- ¿Qué demonios te crees que estas haciendo? - El más grandote de ellos trató de coger a Daarken del brazo, pero rápido de reflejos logró apartarse lo justo para que no llegara a agarrarle. - Maldito elfo... - Concluyó atrapando el aire.
- ¿Quieres pelea? - Comentó un segundo crujiendose los dedos. - ¡Chicos, creo que este elfito quiere dormir caliente!
- ¡Ajajaja! ¡Todos queremos! - comentó otro, el único que sencillamente volvió a su asiento, y se quedó estirado, a la espera del espectáculo que estaba apunto de empezar. A diferencia de los otros dos su actitud no era violenta, simplemente estaba expectante.

El cuarto mientras todos los demás prestan atención a Daarken se puso a cambiar sus cartas de la mano, probablemente para ganar la próxima, y a coger alguna moneda de aquí y de allá con disimulo. El pobre borracho yacía bajo la mesa  inconsciente o demasiado mareado para moverse un ápice.
 

Al ver los templarios en el carro que debía llevarlas sintió una punzada de miedo, quedándose con los pies clavados en el sitio durante unos segundos mientras se preguntaba mentalmente por qué su mentor la habría mentido sobre aquél asunto. Aunque no preguntara por el repentino cambio, los saludó con un educado asentimiento de cabeza y una sonrisa antes de internarse en silencio y sentarse en el centro custodiada por ellos, escuchando el verdadero rumbo de los templarios y, con ello, aligerando el peso que sintió sobre sus hombros.

Y fue esa mirada hacia atrás, la silueta de la torre la que la removió por dentro y que nunca pensó que sería un hogar para ella, donde había pasado gran parte de su vida. Dos mundos completamente distintos y que, de alguna forma, la habían rechazado. No podía elegir entre su familia de sangre o Irving, todavía no estaba preparada para ello. Perdida, juntó ambas manos en su regazo y agachó el rostro dejando que los cabellos formaran una cascada a modo de barrera para sus cerrados ojos.

Andraste, por favor, protégelos y guíame en mi camino.

Denerim estaba tal cual lo recordaba, al menos el exterior. Sin poder evitarlo alzó el rostro, buscando entre los más pequeños aquellos de oscuros rizos y sonrosados pómulos buscando a su hermano mientras su corazón se encogía, sintiendo una puñalada directa al pensar que tras tanto tiempo sería todo un hombre, posiblemente no se reconocerían y, si siguió los caminos de la familia, ahora la odiaría por el simple hecho de ser maga.

Era demasiado doloroso pensar en ese encuentro y, aunque quisiera abrazarlo, a la vez le daba miedo volver a perderlo, pero esta vez para siempre.

Se despidió de los templarios con otra educada inclinación, agarrando sus pertenencias con cuidado y sintiéndose una completa forastera aunque fuera la ciudad que la vio nacer.

Cada paso que daba era un año que retrocedía. Los puestos, calles, el tránsito… incluso los olores estaban tal cual lo recordaba, invitándola a perderse en el mercado. A pesar de que no podía se concedió un par de minutos para admirar aquél sitio plagado de bellos e inocentes recuerdos, donde su única preocupación era encontrar el color a juego con vestido de su madre.

Respiró hondo, volviendo al presente, y otea alrededor del mercado buscando el cartel de la posada “Noble Roído” caminando hacia allí cuando la encontrara, no sin antes lanzar una breve mirada de tristeza a la dirección donde estaría su antigua casa.