Partida Rol por web

De pronto, oís un estallido y veis que el edificio donde se situaban las ametralladoras se desploma sobre si mismo, levantando una densa polvareda.

Los ataques de la horda rebotaron inútilmente contra la gruesa servoarmadura del Lobo Espacial, aunque esta vez, por un momento, pareció que podrían hacerle algo

Morid y que la muerte purifique vuestra alma - No oséis enfrentaros a los poderosos Astartes... justicia para los corrompidos, muerte para los traidores

...Fars forløsende brand...

Los rebeldes decidieron, juiciosamente, que ese era un buen momento para una retirada táctica. Sus desesperados ataques no parecían hacer nada a aquel invulnerable Astartes que, sin embargo, iba mermándolos a gran velocidad sin más ayuda que la de una pistola. El derrumbe del edificio que sostenía sus ametralladoras, su mejor baza y su fuente de confianza, acababa de derrumbarse casi sobre sus cabezas dejando solo polvo (...y muerte) tras de sí.

Definitivamente, parecía un buen momento para huir.

Elyas aterrizó en medio de los rebeldes que huían, aplastando a uno bajo sus botas blindadas, y apuntó con su pistola bolter hacia ellos, pero lo pensó mejor y  no disparó. No tenían munición de reserva, y aquellos cobardes no merecían el malgasto de un solo proyectil de bolter. Se reunió con Skold

- Volvamos. Esos traidores han conseguido herirme.

Y en efecto, así era. La servoarmadura del Ángel Oscuro tenía numerosas marcas de impactos de armamento pesado, dos de las cuáles, en el pecho, parecían lo suficientemente profundas como para haber alcanzado el cuerpo del Marine Espacial.

El flanco oeste de la batalla parecía afianzado, y aquí y allá los otrora dispersos grupos de fuerzas de defensa planetaria, escondidos tras los escombros y sin apenas posibilidades de supervivencia se apresuraban a recomponer algo que se pareciera al regimiento mientras miraban asombrados a los ángeles de la muerte, esos Astartes venidos de ningún sitio que les habían caído del cielo... sin el cómo.

Volvamos rápido para apoyar a nuestros hermanos... - dice Skold mientras guarda su cuchillo y pistola bolter y saca su adorado bolter - ¡Vamos entrando en calor!

Observa como la armadura de su compañero se encuentra maltrecha, teniendo en cuenta cómo se lanzó hacia el nido de ametralladoras era lo mínimo que podía pasar. Un marine valiente pero algo irreflexivo... es lo que se espera de alguien con retrorreactores. Hace bien su trabajo - La próxima vez león, deja que el lobo te acompañe. Quizás no tiene uno de esos en la espalda y otro de esos en el puño, pero es un compañero fiable... Por cierto, impresionante jugada esa del edificio... ahora nuestras tropas no podrán aprovecharlo.

- Había que acabar con ese nido de ametralladoras rápidamente -dijo con sequedad ante el comentario del hermano Skold. Luego avanzó junto a él para reunirse con los otros dos miembros de la escuadra

Voy a buscar una posición de cobertura junto a Sepheran, desde allí podremos concentrar el fuego. La última vez parecía que el flanco estaba bien protegido, supongo que ahora estará aún mejor - dice Skold mientras aprieta el paso para llegar cuanto antes a la altura de sus compañeros Sepheran y el hermano Lucian

Los rebeldes comienzan a ser totalmente devastados por los ataques del Hermano Sepheram, quien con su Bolter Pesado, reparte justicia a viva voz de emoción. Los rebeldes parecen cada vez más diezmados, sin posibilidad alguna de victoria en contra de nosotros. En ese momento escucho lo que parece ser el edificio donde estaban las ametralladoras, que se derrumba completamente. Me enorgullezco de la labor de mis hermanos de batalla en ese frente, pues eso de seguro es obra de suya.

"Grandes y heroicos son mis Hermanos de Batalla por acabar con los rebeldes con sin parangón eficiencia. Benditos sean los hijos del Emperador por recibir los dones para servirle. No debo quedarme atrás, acabaré a mis enemigos en nombre del Imperium."

Blando con firmeza mi espada de sierra y lanzo un golpe horizontal desde mi izquierda a mi derecha, apelando a todo el poder que el Emperador nos ha dado y la justa furia con la que nos ha bendecido para acabar con sus enemigos. Mi golpe es ejecutado con calma pero firmeza, apoyándome en la Fe y la devoción absoluta que solo un Space Marine puede tener.

El Lobo Espacial y el Ángel Oscuro llegaron justo a tiempo para presenciarlo.

Durante un momento, fue la materialización de la ira del Emperador, fue su arma, su herramienta para hacer justicia. Pero también fue el paradigma de la venganza y la destrucción. Con velocidad y precisión inhumanas, lejos del alcance incluso de la mayoría de los Marines Espaciales, su Espada Sierra sesgó el aire al menos una docena de veces antes de que alguien pudiese darse cuenta. Sin excepciones, sus víctimas estuvieron muertas antes de que volviese a alzar el brazo, antes incluso de que se dieran cuenta. Durante esos instantes fue exactamente eso: un ángel de la muerte. No un guardián. Más bien un enviado.

No quedó nadie con vida. Ni uno tan solo de los rebeldes que cargaban los explosivos. Cada uno de ellos sufrió una muerte tan rápida que ni siquiera dolió. Fue todo tan repentino que los explosivos quedaron allí abandonados, en el suelo, como si alguien se los hubiera olvidado. A ellos, y a una treintena de cadáveres desmembrados.

El combate había acabado y los rebeldes están siendo rechazados por fin. La barricada este ya no parece correr peligro inmediato y las ametralladoras del otro lado ya fueron desbaratadas gracias al esfuerzo de mis Hermanos de Batalla, a quienes alegremente veo que llegan junto a nosotros.

Sacudo mi espada de sierra para sacar la sangre sobre ella y la coloco a mi espalda para acercarme a mis hermanos. Pongo la mano sobre el hombro del Hermano Elyas y les hablo:

 - "Esa ha sido una hazaña gloriosa, Hermanos míos. Hemos derrotado a estas primeras oleadas y asegurado este punto de resistencia por el momento. Han luchado como verdaderos santos imperiales y me siento enormemente honrado de combatir junto a ustedes. Ahora debemos asegurarnos de que esta zona es segura e intentar contactar con el líder a cargo de la defensa planetaria. Tenemos además un prisionero para interrogar y lo único que no tenemos es tiempo."

Miro a mi alrededor, buscando a ver si hay más enemigos en las inmediaciones y si la situación de defensa está comprometida en alguna zona. Si no veo enemigos peligrosos de los que debamos hacernos cargo, busco con la mirada a nuestro prisionero y a los miembros de la FDP que le cuidaban mientras nosotros luchábamos.

Elyas no mostró ningún signo de sorpresa al ver al apotecario masacrar rebeldes; a fin de cuentas ese era su trabajo. Se acercó a él y señaló su armadura donde le habían impactado las ráfagas de ametralladora

- Creo que necesito de sus habilidades, hermano apotecario

Escucho las palabras del Hermano Elyas y veo la herida que lleva. Le contesto de inmediato para responder a su petición:

 - "Por supuesto, Hermano, pero debes esperar hasta que el combate termine pues no puedo sanarte con tu Servoarmadura puesta. Una vez terminemos aquí, trataré tus heridas lo mejor que pueda."

Esa es la verdad, pues como no me dieron un Narthecium, no puedo sanar heridas a través de la coraza protectora que llevamos. Solo una vez pueda sacarse la armadura, podré suturar sus heridas y aliviar su dolor.

Skold observa reconfortado como sus compañeros han rechazado la oleada y se encuentran a salvo - Claro que, el irreflexivo león se encuentra herido, pero de poca importancia parece ser - Con tu permiso hermano Lucian voy a preguntar por el miembro de la FDP con mayor rango en la zona. Necesitamos explicaciones y armamento. - dicho esto me dirijo a alguno de los soldados cercanos...

Soldado, le hablo en nombre del Adeptus Astartes, soy Skold del capítulo de Lobos Espaciales. Necesito que me conduzca inmediatamente con su superior. ¿Quién está al mando de esta zona? - un Astartes está acostumbrado a causar impresión en los humanos, y Skold lo sabe. Motivo por el cual continúa con su discurso, educado pero directo.

Dirigiéndose a otro soldado cercano - Usted, busque un equipo médico si es que aún sobrevive alguno, y asista en lo que pueda a mi hermano Apotecario - ante su sorpresa Skold añade - Si, el de la espada de sierra. Ya has comprobado algunas de sus virtudes.

Girando sobre sus talones Skold señala a otro soldado que se encuentra en la misma posición - Y usted, reúna un grupo de trabajo y póngase inmediatamente a las órdenes de mis hermanos para asegurar la posición adecuadamente.

A pesar de que el combate ya había acabado, Sepheram aún no se había reunido con sus hermanos. El Angel Sangriento recorría el campo de batalla, sembrado de cadáveres y miembros amputados por igual, buscando signos de cualquier desafortunado rebelde superviviente. Desafortunado, porque las ansias de sangre del guardián de la muerte persisitían en su cerebro, decididda a quedarse una vez más.

Por ventura, sus hermanos se hallaban ocupados en sus tareas, lamiéndose las leves heridas sufridas, o buscando a un responsable de entre la chusma imperial. Patético. Aquellos seres débiles y corruptos sin duda deberían postrarse ante cualquier astartes, pero así era como el Emperador había creado el universo actual, y así debería ser entonces.

Sepheram rgresó tras varios minutos de desahogo, junto a los demás mimebros de la escuadra. Mucho más tranquilo. Casi relajado. Con media sonrisa, incluso. Por supuesto, algo invisible a través del casco de la armadura.

¿Me he perdido algo?

La batalla se ha solucionado rápidamente desde vuestra intervención, más de lo esperado, y habéis desequilibrado totalmente la balanza hacia el lado menos esperado. Sin embargo, el resultado dista mucho de ser un campo de gloria. Aquí y allá centenares de miembros de la Fuerza de Defensa Planetaria yacen muertos, o heridos sin posibilidades de ver un nuevo día. Algunos sobrevivirán, pero no puedo contarse con ellos para seguir luchando. El escenario de la batalla dibuja la ruina total, los pocos edificios que quedan en pie en la zona están destrozados y, al fondo, como un lienzo en el horizonte, la ciudad de Lordsholm arde entre llamas, humo y escombros.

Los soldados se apresuran a hacer caso de las órdenes del Lobo Espacial, pero no podéis evitar verlos algo desubicados, atontados o impactados por lo que han visto. Hacen lo que pueden, pero a veces os cuesta dos o tres intentos que os comprendan. Tenéis suerte, y entre los soldados supervivientes hay un médico que puede prestar cierta ayuda al Apotecario en sus labores*. Además, habéis recuperado parte de los explosivos que los rebeldes se disponían a utilizar y tal vez puedan seros de utilidad más adelante**.

Tras unos minutos de organizar labores y gritar a los soldados supervivientes, una figura se acerca. Es un hombre de edad media-avanzada con porte militar. Por su vestimenta, deducís de inmediato que es el Capitán de la Fuerza de Defensa Planetaria y, por consiguiente, el oficial al mando. Os saluda con respeto con un gesto seco y disciplinado y dice:

- Benditos sean los elegidos del Emperador porque gracias a ellos aún hay esperanza. Me temo que de no ser por vosotros, ahora todos mis hombres estarían muertos. Mi agradecimiento por esto.

Escucho como el Hermano Skold da órdenes a los soldados del lugar y como estos intentan obedecer de la mejor manera posible. Sonrío dentro de mi casco de lo confundidos que están aun esos hombres y de como mi Hermano de Batalla tiene todos los dones que podrían hacerlo líder de nuestro Kill-Team.

Veo como se acerca el médico del lugar y luego veo aproximarse al que parece ser el líder de la FDP. Me acerco al hombre y asiento con mi cabeza a su saludo marcial. Luego me saco el casco de mi servoarmadura después de guardar mi pistola bolter. Finalmente respondo a sus palabras con las mías:

 - "Ha hecho un buen trabajo resistiendo dignamente, Capitán, sus hombres han luchado valerosamente a pesar de las circunstancias en contra y es ese el valor que los siervos del Emperador deben mostrar. Le felicito a usted y a sus soldados por eso."

Luego de eso, continúo con mis palabras, más ajustadas ya a nuestra situación actual:

 - "Estamos aquí para ponerle fin a este conflicto y acabar con la amenaza que se cierne sobre este mundo. Necesito un informe completo de la situación, pero necesito que lo haga dentro de la capilla, donde trataré las heridas que sufrimos. Acompáñenos, Capitán."

Guío al hombre, al médico que me consiguió mi hermano Lobo Espacial y al herido Hermano Elyas hacía la Capilla. Una vez dentro, busco un lugar donde sentarnos para sacar el equipo médico que llevo y decirle al Angel Oscuro que se quite la Servoarmadura para comenzar a tratar mientras el Capitán me da su reporte.

El Capitán esboza una mueca, apenas una sonrisa, ante las palabras del apotecario, y con un gesto satisfecho enciende un puro, que muerde con efusividad por un lado de la boca mientras valora a cada uno de vosotros. Tras una última mirada, casi nostálgica, al campo de batalla, se pone en marcha a la capilla mientras comenta:

- La capilla será un buen sitio. -comenta, seco.

Luego, de camino, dice más afable:

- Tiene gracia... iba a proponer exactamente la misma cosa. ¿Saben? Pensaba hace un momento... jamás vi salvar tantas vidas matando de esa forma... ja, ja, ja. Pero no diga esas cosas de mis hombres. Están asustados, ¿sabe? Qué mierda de soldado está asustado cuando sabe que va a morir, que es cosa cierta. Uno puede temer por su vida cuando puede sobrevivir, o puede que no, pero cuando es negocio cerrado... ja, ja, ja. Lo cierto es que lo que han logrado viniendo es que esos hombres puedan volver a temer justificadamente por sus vidas -dice, mitad en serio mitad no