Partida Rol por web

Temeroso de hablar en voz alta, incluso de pensar, Skold pone rumbo al interior del complejo - Dan mala espina las palabras de la astrópata... ¡¡Skold!! ¿Puede leer tu mente? ¿Puede saber lo que piensas? 

Con esta duda sin resolver Skold se limita a fruncir el ceño y caminar con la cabeza gacha - Espera, eres un Deathwatch, no debes inclinar tu cabeza. Levántala, mantente erguido, que la infame telépata sepa que no te amedrenta... ¡¡Skold!!

Skold camina erguido, aparentemente seguro de si mismo - Esos poderes sobrenaturales son fruto del Caos, no cabe duda, por mucho que nuestro Imperio se empeñe en autorizarlos, son un arma del enemigo y un día se volverán contra la humanidad... ¡¡Skold!!

Skold se detiene un momento, hace un gesto contradictorio con la cabeza, como si estuviese descartando algún tipo de pensamiento, y prosigue léntamente tras el Ángel oscuro - Si el no teme adentrarse en el complejo no seré yo menos, "por el Trono" que un Lobo no temerá nada que no tema un León. Aunque este León... es frío como el hielo, e irreflexivo me temo. Su gran habilidad en el cuerpo a cuerpo se apoya en una más que segura ausencia de seso... ¡¡SKOLD!!

Con paso, si bien no temeroso, al menos cuidadoso cruzáis la arcada que separa el mundo exterior de la Torre de los Ecos. Es un lugar extraño, pero no tan horrible como vuestra imaginación podía haber supuesto. El edificio está vacío, o casi, porque alcanzáis a distinguir siempre con el rabillo del ojo, siempre en el límite de vuestra visión siluetas que rehuyen el contacto con vosotros. En un principio pensáis cosas extrañas sobre ellos, pero según ascendéis a través de unas escaleras de caracol que se van estrechando más y más (desde una amplitud regia hasta dificultar vuestro paso), no se trata más que de algunos siervos y criados de la propia torre. Sus condiciones mentales son algo absolutamente desconocido para vosotros: si purgados, psíquicos o dementes no podríais decirlo.
Llegáis finalmente a la estancia que corona la torre, una habitación semicircular de dimensiones discretas en la que no hay nada salvo una ventana abierta que mira al cielo estrellado... y una chiquilla.

Una mozuela desgarbada, de unos doce años de edad, con unas vestimentas que parece llevar mucho tiempo sin cambiarse, casi harapientas. Tiene la cara algo desaseada y el pelo enmarañado y resulta difícil distinguir en su piel cobriza qué es suciedad y qué no. Parecería una niña cualquiera de las calles de cualquier colmena, de las que destacaría solamente por poseer una belleza algo salvaje, pero en la qué es complejo explicar a qué se debe... Sería una muchacha más, de no ser por el tatuaje que la identifica como miembro del Adeptus Astra Telepathica, de no tener en su cuello y brazos las clavijas de conexión a la compleja maquinaria de comunicaciones... de no tener unos ojos verdes tan profundos como el abismo, que relatan en ellos todos los horrores del Universo. En ellos se lee claramente "He visto el paso de los eones. El nacimiento de la Humanidad y su extinción. Los verdaderos horrores de la disformidad y el Caos en sí mismo*". En su rostro infantil, en sus ojos ciegos (pues todos los astrópatas lo son) se halla la eternidad...

Os mira. Os estremecéis:

— Bienvenidos a mi morada —os mira uno por uno— , Skold de los Lobos, Elyas el Oscuro, Sepheran el Sangriento, Lucian Hijo Predilecto —está hablando esta vez, no hay huella psíquica, percibís su voz con los oídos, seguro—. Como imaginaréis, yo soy quien buscáis, Elysharna —hace una breve pausa, su voz se torna más grave—. Vuestra llegada es como el paso de una estrella sangrienta sobre las cabezas de los hombres, pues anuncia destrucción y muerte absolutas.

Había algo dulce en el ambiente. Algo agradable que flotaba, oculto, entre los recovecos de la formidable construcción. Algo no perceptible a nivel consciente sino solamente identificable como una pequeña molestia. Algo agradablemente incómodo sin duda. Como un leve dolor que precisamente por leve se hace anhelante. Como una suave brisa que deja sensación de frescor. Como un sabor en la punta de la lengua que impele a seguir comiendo. Como una promesa de algo más, algo mayor, algo más grande...

Skold pasó casi sin advertir las figuras alrededor, sin observar su entorno como su entrenamiento dictaba. Skold estaba ensimismado con sus sensaciones, algo que nunca había hecho. Explorándose a si mismo en busca de los recónditos rincones de su ser, que quedaban muy lejos de él mismo y con los que convivía sin advertirlo. Fue un momento fugaz que pareció más de lo que fue, que dejó la puerta abierta a futuras veces, que le autocomplació. 

Y allí se encontraban, mirando frente a frente a una pequeña chiquilla que ocultaba una grandeza insospechada, que sabía mucho más de lo que mostraba. Eran cuatro marionetas en manos de poderes que no llegaban siquiera a imaginar, cuatro piezas en un tablero sin límites.

Quizá fueron esos pensamientos, quizá la sensación que había cautivado sus sentidos desde la entrada, quizá simplemente que la chiquilla le había mentado primero... Skold sabía que no debía, que no le correspondía a él, que no era el indicado. No obstante dio un paso al frente y habló en primer lugar - Si, ¿y por qué no?

Agradecemos tu hospitalidad señora. Así es, somos los portadores de la muerte y la destrucción, así lo quiere... eh... el Emperador. - Y la dulce y fresca molestia cesó.

Bueno, la astrópata no había dicho nada sorprendente. Los Marines Espaciales eran los Ángeles de la Muerte del Emperador; cuando intervenían, se daba por sentado que habría muerte y destrucción a gran escala, y si además era como parte de la Deathwatch, y por lo tanto a las órdenes del Ordo Xenos de la Inquisición, planetas enteros podrían ser sometidos al Exterminatus. Eso eran ellos, máquinas de guerra. Y aquella chiquilla era una máquina de telecomunicaciones. Monstruos creados para defender a la Humanidad de otros monstruos que acechaban en el vacío. Era una idea que al principio de su carrera como Marine Espacial había incomodado a Elyas, pero ahora ya aceptaba la ironía de la situación con una mezcla de sentido del deber y algo de cinismo.

Se mantuvo en silencio, esperando que fuera el hermano apotecario el que se explicase

Las negociaciones del Hermano Skold da finalmente resultados cuando la extraña voz en nuestra cabeza nos abre paso a través de la Guardia SinSombra, lo que nos permite ingresar en paz a la Casa de los Ecos. Me demoro un poco en reaccionar pues jamás pensé que sería tan fácil, por lo que inicio mi paso después del Hermano Elyas y del Hermano Skold, con paso firme, decidido y seguro.

Al ingresar en la construcción, veo a los servidores del lugar moverse por nuestro alrededor y no puedo evitar pensar en que la astrópata que vive aquí, solo acompañada por carcasas sin cerebro debe sentirse absolutamente sola.

Al llegar ante su presencia, veo que no es más que una niña, aunque en su rostro y sus ojos ciegos se nota que es una psíquica. Escucho las palabras que salen de su boca y asiento con la cabeza cuando me nombra, pues se nota que sabe de nosotros lo que un buen telépata podría. Escucho la respuesta de nuestro Hermano Lobo y agrego a ellas mi propia presentación:

- "Es un gusto verte con vida, Elysharna. Si bien portamos la muerte y la destrucción, la dirigimos contra los enemigos del Emperador. En esta ocasión no será distinto y nuestra misión acá es liberar este mundo de la influencia tiránida que lo está consumiendo rápidamente, preparando el camino para el resto de la invasión de aquellos asquerosos xenos."

Los puños se me aprietan al recordar por un momento la batalla por Macragge en la que conocí lo suficientemente bien a aquellos seres y el temor terrible que pueden producir en los corazones de los hombres. Vuelvo al presente rápidamente y me enfoco en lo que ocurre y debemos hacer:

- "Necesitamos de tu ayuda para salvar este mundo, Astrópata. Necesitamos que mandes un mensaje avisando el estado de la invasión y solicitando al Adeptus Astartes su despliegue total sobre Avalos."

Le miro fijamente, esperando alguna respuesta de su parte. Dudo mucho que una psíquica me responda de una manera normal, pues se nota que probablemente está un poco abstraída de la situación actual y de lo que ocurre fuera de esta torre.

La chiquilla, apenas invisible entre los enormes Astartes, os mira con curiosidad. No le imponéis miedo ni respeto má allá del que quiera daros, pues seguramente ha visto cosas tan terribles que os hacen empequeñecer. Ante la petición, la muchacha llama vuestra atención, de algún modo, sobre sus muñecas y nuca, allí donde conectan los cables y sensores que transforman y procesan la información psíquica: ¡claro! está desconectada.

— Dije "absolutas" —os mira con reprensión—. Me temo que lo que me pides no está ya en mi mano. El amo de Sangre y Sombras está ya aquí, en Lordsholm, y con él, cosas tan terribles que soy incapaz de describirlas. Ningún mensaje psíquico puede entrar ni salir de Avalos: la terrible potencia psíquica de las gargantúas estelares lo impide.

De pronto, sonríe, como si esto le supusiera una liberación. En cierto modo, reflexionáis, lo es.

— Es por ello que he decidido quitarme esos molestos cables y jugar un poco —de pronto, vuelve a parecer una niña—. El cielo está precioso esta noche.

- Tal como imaginaba, llegamos tarde. La anulación total de las comunicaciones con el exterior preceden a una invasión tiránida a gran escala; este planeta está condenado. Debemos darnos prisa y encontrar a la Inquisidora; tal vez haya que declarar un Exterminatus

El problema es que ellos estaban dentro del planeta y con pocas posibilidades de escapatoria, pero había que evitar a toda costa que los xenos chupasen toda la materia orgánica de ese planeta hasta convertirlo en un roca estéril.

La conversación se torna en el sentido que debería, pues ya sabemos lo que se puede y lo que se debe hacer. Sabemos cual es el problema y sabemos como solucionarlo, o por lo menos yo sé qué es lo que debemos hacer. Levanto la mano para detener las palabras del Hermano Elyas antes de intervenir:

- "No creo que sea aun el momento de solicitar un Exterminatus en este mundo, Hermano. Creo que aun podemos salvarlo nosotros, por más que la oscuridad se cierna sobre este planeta, pues somos la permanente vigilia y jamás descansaremos ni nos rendiremos."

Miro de frente a la astrópata y le hablo con voz firme pero no hostil:

- "¿Si acabamos con el amo, como lo llamaste, te conectarías nuevamente y mandarías el mensaje? Todos debemos cooperar para conseguir la salvación de este mundo. ¿Harías tu parte como astrópata si nosotros hacemos la nuestra como ángeles de la muerte?"

Ubicar al enemigo y acabarlo es un trabajo fijo, un fin que debemos y podemos conseguir. Algo que está en nuestros medios y por lo que estamos acá. Si logramos acabar con el tiránido que interfiere con los mensajes astropáticos, Elysharna podría mandar el mensaje y movilizar así a la flota de los Space Marines antes de que sea tarde.

— Depende —dice, dubitativa, pensativa—. Es posible que el bloqueo psíquico se rompa. El amo de Sangre y Sombras es una bestia asesina, pero es el transductor que usa la mente Enjambre para dirigir su brazo asesino en Avalos. Si ese lazo se cortase de una forma violenta y dolorosa... quizá, quizá el bloqueo desaparezca —susurra, como para sí. De repente no parece una niña, o no habla como tal.

Os mira de nuevo:

— Lo haré, claro —dice apesumbrada—. Preferiría seguir mirando las estrellas, pero ese es mi sino. Tal vez, si no lo hago, no quedarán estrellas que ver... Pero tenéis apenas dos horas... ¿sabéis dónde buscar?

Niego con la cabeza, un poco apenado pues dos horas es muy poco tiempo para revisar toda la ciudad en busca de un bicho como él, que debe estar escondido en las profundidades oscuras, húmedas y sucias, así como para encontrar a la Inquisidora, que está perdida por ahí.

- "No, no tenemos pistas de donde estará el tiránido, así como no sabemos donde está la Inquisidora Kalistradi, a quien también buscamos para obtener la ayuda que pueda brindarnos. ¿Tienes alguna pista de el paradero de alguno de los dos?"

Por un momento mis esperanzas se prenden, pues una psíquica con grandes sentidos como parece ser Elysharna, puede que haya visto la posición de alguno de ellos. Quizás mientras el canal de comunicaciones estaba bloqueado fue capaz de visualizar el origen del bloqueo o si habló con la Inquisidora antes de su desaparición, esta le dijo a donde se dirigía. Sea como sea, espero de todo corazón que sea capaz de darnos una pista para no buscar a tientas por este lugar.

A Skold le incomodaba la situación. La única forma de proseguir con la misión era seguir las instrucciones de la psíquica, pero no conocían sus intenciones - ¿Quién les aseguraba que la niña no estaba afectada por el influjo psíquico xenos? Si la causa de los cambios de comportamiento vistos con anterioridad en la tropa tenía un origen psíquico. ¿Por qué no había podido este influjo psíquico afectar también a la chiquilla? Quizá sus poderes mentales fuesen una fuerte barrera contra la manipulación psíquica... pero podía también ser al revés, podían ser un amplificador.

No obstante, y ante la falta de elección Skold decidió callarse y guardarse para si sus temores. Si eran conducidos a una trampa deberían salir de ella por sus propios medios, no había alternativa.

— La inquisidora nunca se pasó a verme —dice la niña— aunque sí estuvo en el distrito, en el palacio Imperial. Siempre salía enfadada —comenta con una sonrisa—. En cuanto a lo otro...

Las palabras quedan en el aire, en suspenso, flotando, como si estuvieran escritas en el aire con un humo denso que tarda en disiparse, y al tiempo que esto pasa, el aire comienza a cargarse electricamente, y el ambiente se enfría. A los pocos segundos podéis ver como el pelo de la cabeza de Skold* se eriza hasta ponerse enhiesto. Elysharna se pone de puntillas, como si algo la abdujera y de pronto, sus pies se alzan del suelo suavemente, y su cuerpecillo flota a unos centímetros sobre éste. Hace frío, más y más frío. El aire que exhaláis empieza a formar diminutos cristales de hielo y vuestras armaduras se recubren de escarcha. Elysharna asciende un poco más, tiene los brazos extendidos y sus harapos ondean en la habitación, pero su pelo no parece afectado por la electricidad estática.

Y entonces, con los ojos en blanco, habla con una voz gutural y grave. Un augurio:

— "Bajo el hijo del sol, allá donde el aire invisible arde, el amo de Sombras duerme en la muerte" —dice. Y repentinamente, los fenómenos cesan de golpe y ella cae al suelo inconsciente.

Elyas se queda pensativo un instante ante las crípticas palabras de la psíquica. ¿Por que no podían ser directos? Eran tiránidos, no malditos eldars

- Mmm parece que esté hablando de una central de energía, o quizás una forja.

Es significativo que use el pasado para referirse a la inquisidora. No creo que una astrópata utilice de forma imprecisa el lenguaje, lo que quiere decir que la inquisidora o está muerta o desaparecida - Compañeros, creo que debemos olvidarnos de la inquisidora. Imagino que no ha utilizado el pasado sin razón, no tengo muchas esperanzas.

Acertijos, gran problema el dirigirse hacia un lugar que no se conoce únicamente guiados por acertijos. No comienza bien esto desde luego...

¿Duerme en la muerte? ¿Quiere decir que se encuentra en un estado de letargo? Suponiendo que el señor de sombras sea lo que creo que es... - Skold se dirige en voz baja, casi pensativo, hacia el hermano Lucian. Él tenía amplia experiencia con la raza tiránida, sin duda sería clave - "El hijo del sol..." El hijo del sol ha de ser brillante, y caliente... "El aire invisible arde..." Ha de ser fuego... Promethium - Skold alza la voz de forma notable, quizá estuviese siguiendo el camino adecuado - ¡PROMETHIUM! ¿Existen almacenes de promethium? Quizá sea a lo que se refiere.

Con lentitud, la astrópata pareció recuperar la consciencia, e intentó levantarse con dificultad.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Sepheran en toda su extensión. No uno provocado por el frío, sino más bien notado, sentido en sus propios huesos, a medida que la psíquica autorizada desataba una leve fracción de su poder.

El Angel Sangriento reprimió un gruñido de disgusto, aquel hubiera sido un comportamiento más propio de Skold que de él. Sin embargo, no se encontraba nada cómodo en presencia de aqeul tipo de criaturas.

Psíquicos. Deberían arder todos nada más nacer.  pensaba el astartes, sin importarle en absoluto si la muchacha podía o no leer sus pensamientos. Algún día el Imperio sufrirá lo indecible por permitir semejantes abominaciones, por muy controladas que parezcan estar...

Sin embargo, la astrópata hablaba, y no había tiempo para más pensamientos acerca de ella, pues su extraña expresión ya estaba siendo analizada por su compañeros. Una fragua, una central de energía o incluso un depósito de promethium, eran todas buenas opciones. Pero algo no cuadraba. Dormir en la muerte...

¿Hay algún cementerio cerca, muchacha? ¿Algún monumento fúnebre tal vez?

La muchacha, tumbada en el suelo tal y como estaba, miro a Sepheran. Su voz no había recobrado del todo su tono normal aún:

— Todo esta ciudad es casi ya un cementerio. Todo esté planeta será un cementerio —dijo. Una horrenda premonición de la que todos érais ya conscientes.

Elyas resopló con frustración. Más palabras crípticas y misteriosas. ¿Por que no podía ir al grano? O si no sabía como responder a sus preguntas, que directamente no responda.

- Si, si, eso está claro, ¿pero podrías ser más específica? ¿Cual podría ser ese lugar?

Su voz vuelve a sonar a niña. El augurio se ha acabado.

— Lo... lo ignoro —parece débil y exhausta, el esfuerzo la ha dejado agotada.

Su respiración es irregular y débil. Sin duda, la "profesión" de astrópata es algo inhumano. Algo necesario, como todo, pero una monstruosidad que el imperio de la Humanidad exige.

Skold no era un tipo paciente y no iba a serlo en esta situación. No tenían apenas tiempo y esta chiquilla empleaba acertijos para tratar con ellos, con los Ágeles del Emperador.

Inaudito, debería despedazarla con mis propias manos... Calma Skold, ese no es un pensamiento propio de ti. Seguro que Sepheran opina esto mismo, pero dejemos que sea el y no tu quien lo haga. No es un pensamiento muy noble, tratándose de una niña desvalida... - No es una niña, sino una aberración.

Hermano Lucian, empiezo a hartarme de dar explicaciones, no tenemos mucho tiempo. Debemos ser más directos y resolver los asuntos de forma más... contundente - Vaya Skold, tu siempre has sido más político... no es tu estilo. ¡¡A la mierda el estilo!!

Si había algo que siempre relajaba al Lobo eran las bromas, esta misión le estaba dando dolor de cabeza, él no tenía ese carácter tan arisco... Tendría que relajarse - Hermanos, ¿sabéis por qué se llaman la Guardía sin sombra? Porque las tiene todas el Amo de sombras - Con un gruñido que aparentaba ser risa Skold vuelve a ser Skold, a veces irritante con su absurdo humor.