Partida Rol por web

Las palabras ya habían sido pronunciadas y es poco (si es que no nada) lo que podemos hacer en este momento excepto partir de allí. Escucho las palabras de mis hermanos y las respuestas de la psíquica en absoluto silencio, sumido en mis pensamientos. Finalmente respondo a mis Hermanos de Batalla:

- "Está bien, Hermanos míos. No nos entretendremos más aquí y partiremos de inmediato. Lo primero que debemos hacer es salir de aquí."

Luego miro a Elysharna y le hablo con voz seria pero amable:

- "Has sido de gran ayuda, Elysharna y tu papel es crucial para la salvación de este mundo. Recuerda tu palabra y si logramos derribar el bloqueo psíquico debes, sin demora alguna, enviar un mensaje a los astrópatas de la Deathwatch para que coordinen la invasión planetaria con los refuerzos del Adeptus Astartes. Confío en ti. ¡El Emperador protege!"

Sin más palabras ni más actos, me giro sobre mis talones y comienzo a avanzar hacía la salida de la Casa de los Ecos. Debemos partir en búsqueda de aquel terrible tiránido jefe y encontrar si podemos a la Inquisidora, aunque solo tenemos una pista de ella: El palacio Imperial.

Sepheran logró contenerse, y salir de aquel lugar sin alojar un proyectil de bólter en medio de la frente de aquella mocosa, lo cual le supuso un ímprobo esfuerzo, a decir verdad.

Seguro que luego tendría que dar un montón de explicaciones...

El marine de asalto siguió al líder de escuadra y al resto de miembros de la deadwatch al exterior de la torre, pasando a través de las filas de guardias sin sombra.

Bueno, y ahora... ¿adónde?

Salir de la torre os despejó la mente. Allí afuera el aire no estaba tan cargado, tan viciado, y el último espectáculo de la astrópata os había dejado un amargo regusto a disformidad en los sentidos y en la mente. Si ella sentía eso también, no la envidiábais. Tenía algo de pegajoso, de viscoso. Aun rodeados de la Guardia SinSombra, que seguía en la misma posición exacta que los dejásteis, en su eterna inmovilidad, como estatuas vivas, agradecisteis el cambio. El olor a ceniza, a pólvora, a guerra, era algo mucho más agradable, más natural para un Astarte.

Sin embargo, algo os intranquilizaba. Dos horas, había dicho Elysharna. Dos horas ¿Para qué? No era una buena señal, no era un buen presagio. El tiempo os acechaba detrás con puntiagudas fauces, y ni tan siquiera sabíais que os perseguía.

Las palabras de la astrópata han sido confusas y desconcertantes. Bien mirado, y teniendo en cuenta lo que sabéis de Avalos, no existe un lugar que concuerte enteramente con sus palabras. Deben de ser tan solo una aproximación, quizá no hace falta tener en cuenta todas y cada una de las cosas que ha dicho, quizá la clave es imprecisa, pero imprecisión es lo último que tenéis: el tiempo no sobra.

Sin embargo algo parece claro en vuestras mentes: no sabéis nada de que haya un cementerio o un monumento mortuorio en Avalos, así como abundan en otros mundos. Pero sabéis con certeza que existe un distrito entero dedicado a la producción industrial.

Allí seguían aquellos cerebros de chatarra sin hacer absolutamente nada. ¿Cual era la utilidad de un soldado sin iniciativa propia, por muy espectaculares que fueran sus armas? Poco más que carne de cañón.

- Dos horas y no sabemos ni por donde empezar. Malditas adivinanzas... Quizás deberiamos hablar con el lord gobernador o con aquella asesina; tal vez puedan aportar algo de luz, pero eso nos haría perder tiempo.

Skold camina rápida y pesadamente hacia la salida, necesita salir y respirar el aire de la noche. Una vez fuera inspira repetidamente, con ansia, queriendo que su organismo se impregne con los vapores del exterior, con el hedor de la destrucción. Un hedor que ahora parecía reconfortante, que apaciguaba su furia y relajaba sus sentidos. Ahora podría pensar con mayor claridad.

Y pensó, le constaba concentrarse, pues daba vueltas constantemente a las sensaciones vividas en aquella torre. Le dolía la cabeza de la tensión a la que se había visto sometido, un pequeño dolor que no se iba, que permanecía sordamente en los inhóspitos rincones de su mente - Concentraté.

Y se concentró, a duras penas, pero lo hizo - Hermanos, no quisiera descartar la aportación de Sepheran, pero si no me equivoco no existe un camposanto o algo similar en la ciudad. Quizá lo más próximo sea la capilla sobre la que aterrizamos. En cambio, las aportaciones del hermano Elyas y la mía propia nos conducen hasta un mismo lugar. El distrito Fábrica - El promethium, se refería al promethium... - El problema es la distancia, no veo como seremos capaces de llegar allí en dos horas... ¿Alguna alternativa? - El hermano Lucian había dado muestras de querer decirnos algo más, o eso interpreté...

...Le dolía la cabeza de la tensión a la que se había visto sometido, un pequeño dolor que no se iba, que permanecía sordamente en los inhóspitos rincones de su mente - Concentraté...

Pero no lo hizo, o no del todo al menos. Sabía que tenía que pensar para aportar alguna cuestión útil a sus hermanos, pero le costaba demasiado. Sentía como un recuerdo cada vez que trataba de concentrarse, si no pensaba se iba, el dolor parecía desaparecer, esfumarse. Pero cuando trataba de concentrarse ahí estaba, haciéndole recordar una y otra vez, interrumpiendo el curso de sus pensamientos.

Era curioso, pues aunque las interrupciones podían parecer fastidiosas dejaban un regusto agridulce en Skold. Como invitándole a sentarse y abandonarse, esperando que el problema se resolviese solo - Que más quisiera que poder abandonar y descansar, el cansancio empieza a hacer mella y el reposo sería de agradecer - Evidentemente ocultó este sentimiento a sus compañeros, no quería transmitir debilidad, su orgullo se lo impedía.

Por lo que comenzó otra vez, tratando de ignorar la pequeña molestia que, fruto del cansancio, agitaba su mente. Ya tendría tiempo de descansar, ya tendría tiempo de dejar que su mente vagase tranquila y su imaginación le reconfortase. Ya tendría tiempo de dormir...

Al salir y estar fuera del alcance de esa extraña aura de Disformidad que rodeaba a la astrópata, siento todo el alivio posible, pues es algo muy poco agradable y de lo que me alegro demasiado de dejar atrás. Una vez fuera y nuevamente sintiendo los aromas de la guerra, me siento revitalizado y seguro de poder continuar con la misión sin perder un poco momento.

Escucho las palabras del Hermano Elyas y del Hermano Skold, después de lo cual contesto:

- "Tienen razón, lo más probable es que el tiránido esté en el Distrito Fabrica pues es un lugar perfecto para una criatura como esa. Por otro lado, tampoco me gusta mucho eso de que tenemos apenas dos horas, pues hemos dejado defensas lo suficientemente coordinadas y hemos eliminado a un infectado, lo que debería darnos el control de la ciudad por más tiempo. Aun así, como dice nuestro hermano quizás no alcancemos en dos horas, por lo que podríamos pasar al palacio imperial para pedir algún sistema de transporte que puedan facilitarnos. El problema es que si allá nos retrasamos y no obtenemos nada de ayuda, perderemos tiempo valioso y el planeta se podría condenar por ello. Es una decisión difícil que debemos tomar."

Medito un momento mientras espero alguna sugerencia por parte de mis Hermanos de Batalla, quienes de seguro pueden opinar algo que nos ayude a tomar la decisión final que decidirá el destino de este mundo.

Skold tenía claro lo que había que hacer, el tiempo estaba justo y no perdían nada por intentarlo - Estamos a un paso del palacio imperial y tengo mis dudas de que consigamos llegar en menos de dos horas al distrito fábrica sin ayuda. Creo que deberíamos tratar de entrar.

¡Por fin fuera!

Sepheran era más que consciente del senimiento de rabia que pugnaba por surgir en violentas oleadas de su interior, durante todo el tiempo que estuvo frente a la psíquica. Sn embargo, no estaba seguro de porqué había ocurrido. Aquella ira solía presentarse en sus hermanos Angeles Sangrientos, pero en él muy pocas veces había sido tan súbita e indomable. ¿Acaso el estar junto a una psíquica exacerbaba su propia naturaleza? ¿O la propia astrópata había estado jugando con él?

Fuera como fuera, parece que ha pasado se dijo a sí mismo, si bien no quedó demasiado tranquilo.

Los demás ya hablaban de qué paso debía ser el siguiente. Skold expuso muy razonablemente su teoría acerca del sector industrial, y Sepheran no pudo encontrar fallo alguno.

Efectivamente, es lo que más concuerda. aceptó sin mayores problemas. Todos estaban para colaborar, y la suya no había sido sino una opción más a barajar. Mi opinión es que nos hagamos con ese transporte. Si el lord quiere ayudarnos, bienvenido sea. Pero no perdamos ni un minuto en protocolos. O nos lo da, o lo tomamos. Es cuestión de salvar un planeta o perecer con él.  sentenció rudamente. No podían detenerse a aplacar el orgullo herido de un señor de tercera...

Elyas asintió; parecía que la decisión ya estaba tomada. No tenían tiempo para permitirse discusiones, así que era o el distrito Fábrica, o nada

- Esperemos no habernos equivocado con el distrito Fábrica; si resulta no ser la guarida de esa cosa, entonces si que no habrá tiempo

En ese caso hermano moriremos como Astartes en el nombre del Emperador, pondrán nuestros nombres en un papel en Erioch y algún capitán se limpiará el culo con el... - Pretendía ser simplemente una gracia, pero Skold no era tan ingenuo como para decirlo en voz alta al lado de un Ultramarine. No quería que le enseñasen "El Código", sino no tendría más remedio que limpiarse el culo con el. Y esta vez con razón, una broma era una borma al fin y al cabo.

Elyas sonrió ligeramente ante el comentario de Skold; por una vez, había hecho un buen chiste

Las filas inmutables de los guerreros Sinsombra se cerraron a vuestro paso, sellando de nuevo la entrada a la Torre de los Ecos a cualquier intruso. Su silencio, su falta de invidualidad absoluta, era una experiencia aterradora a su modo. El Imperio, creado (en un supuesto) para proteger a la Humanidad, y en su máxima expresión, al individuo, a cada uno de los individuos que lo formaban, desnaturalizaba al objeto de su protección, lo destruía, para convertirlo en protector. El mal menor. ¿Existía un mal menor? La mirada vacua de los soldados de mente purgada no tenían respuesta.

Miro de reojo a modo de reproche por la broma del Hermano Skold. No me haré mala sangre por solo una broma y hasta sonrío un poco debajo del casco, pero el Códex no es un tema para bromas. Aun así no hago comentarios y sé que está decidido nuestro próximo movimiento.

Comienzo a caminar hacía el palacio imperial mientras le hablo a mis compañeros:

- "Entonces pararemos a hablar con las autoridades de Avalos y esperemos a que estos tengan algún medio de transporte que nos agilice en nuestra búsqueda en el Distrito Fabrica. Todo nos indica que es allá donde se esconde nuestro objetivo. El Emperador nos sonríe en este oscuro momento, por lo que no debemos decepcionar su mirada. ¡En marcha!"

Mis pasos son firmes y comienzo a aligerar en la dirección señalada, pues no tenemos tiempo alguno que perder y nuestros lentos pasos son un derroche que no podemos permitirnos.

Llegar al Palacio apenas os llevó unos minutos. Las calzadas bien asfaltadas y anchas del Distrito Magistria constituían un regalo después de haberos movido durante horas entre montones de escombros. Atravesásteis un pórtico, un arco triunfal alzado a mayor gloria del Emperador, que relataba la toma de este mundo y las proezas realizadas por héroes olvidados. La inscripción, en relieve, era ahora difícil de leer al encontrarse llena de hollín y polvo levantados por el fuego de artillería. Cruzásteis los jardines con rapidez. Se encontraban en sorprendente buen estado si uno obviaba algunos agujeros negros en el cesped verde, una especie de queso gruyere fotosintético, hasta que llegásteis a la entrada principal del palacio: un enorme porche repleto de columnas sustentaba un portón triangular elegante, con figuras estilizadas talladas muy proporcionadas en una escena estropeada por una patente sobrecarga de adornos. Muy imperial.

Os adentrásteis entre las columnas en el porche, donde el techo quedaba a mucha altura sobre vuestras cabezas. Las proporciones del edificio eran grandes, no parecía hecho por ni para humanos. Era muy impresionante pero poco funcional. Llegásteis a un hall del tamaño de la capilla donde aterrizásteis decorado con amplios espejos y muebles de madera de calidad. Lustroso. Nobiliario... si no fuera por los impactos de bala aquí y allá. Como respondiendo a este pensamiento, el pesado silencio del lugar (exagerado hasta el momento) fue roto por el sonido de un arma automática en la lejanía. Su gemido reverberó medio centenar de veces, como un lamento que se transmitiese de sala en sala cada vez más tenue, cada vez más ronco, cada vez más y más difuso hasta desnaturalizarse del todo. Era difícil situarlo. Lejos, claro. Pero ¿dónde?. Se hacía muy complicado saberlo. El sonido calló de pronto, y solo quedaron los ecos.