Partida Rol por web

Reaccionando a los pensamientos de Bratynne, las palabras siguen sucediéndose:

- 'Bien' y 'Mal'… Son términos relativos. Yo he trascendido esas categorías... - El interlocutor se frena, como eligiendo con sumo cuidado sus oraciones. - El cuerpo y la mente de un mortal son grilletes que lo encadenan a la ignorancia y la muerte. - Hay un amplio y reflexivo silencio. - Prisioneros de la carne... Hay mucho que no podéis comprender. Pero yo os traigo ese entendimiento y mucho más...

La última reliquia era tal vez la más impresionante de todas: el torso.

El brillo del oro, platino y otros metales preciosos que no era capaz de identificar provocaban que mi cuerpo se estremeciera de placer. Era maravilloso todo el adorno que le rodeaba. Sin embargo, mi ensimismamiento despareció en el momento en el que escuché la voz.

¿Tirar las reliquias al agua? Desde el primer momento sabíamos que no debíamos reunir las reliquias, o... lo que era lo mismo, no debíamos reconstruir al abad. Aún recordaba las palabras del espectro que vimos al entrar que presagiaban el final si nos atrevíamos a hacerlo. No, no debíamos cometer ese error. Además...

No pienso darte la mano...

Esbocé una siniestra e irónica sonrisa. No pensaba ayudar al abad, menos aún si eso suponía perder lo que tanto nos había costado conseguir. Después de todo... podíamos desvalijar la última reliquia sin peligro sólo si evitábamos reconstruirla. Sinceramente, me daba igual todo lo que dijera que podía darnos, no era la primera vez que me prometían todo tipo de maravillas los moribundos que se sabían derrotados para evitar su mísero final... ¿Cuántos seres, no solo humanos, lo habían intentado ya antes de se atravesados por mi espada?

–Desmontemos esta "cosa" y quedémonos con el oro...

No había que ser una genio para saber que solo se trataba de una treta con la que jugaban su última carta...

Te equivocas, guerrera, si crees que tienes tal opción. - El tono se vuelve repentinamente áspero. - Cometisteis la osadía de dañar una de las reliquias... - Se lamenta, refiriéndose a la cabeza separada de los ojos de diamante. - Pero no os permitiré otro error similar.

- Vuestra vida, tal y como la conocéis, acabará aquí y ahora. - La voz se esfuerza en mantenerse neutra y amable. - En vuestras manos está la decisión de uniros a mi grandeza, o caer renegados al eterno olvido...

Mmmm murmuró para sí bloqueando sus pensamientos a sabiendas que el abad tenia la facultad de leerlos con claridad. Luego echó mano a la bolsa en la que guardaba las reliquias y sacó primero la cabeza y luego el pie. Bratynne las examinó con cuidado bajo aquella extraña luz que parecía brotar de la misma piedra

Nos quedaremos con los metales preciosos que la recubren y luego arrojaremos lo demás al estanque tal y como has dicho. aseguró seria

¿Nos dejarás marchar?

- Quieres seducirnos. Graves son tus crímenes, tú que has consumido la sangre de otros. Quizá parezcas inmortal pero no lo eres.

El rostro de Nörsil se tensa en un gesto de rencor y piensa con fuerza: - ¡¿Cuántos elfos han muerto para alimentar este sucedaneo de inmortalidad?!

La mirada de Nörsil se pasea por la estancia buscando algún modo de pasar por encima del estanque hasta el sarcófago y el monumento.

Vuestra terca codicia es irritante. - Bratynne siente un punzante dolor de cabeza, como si una mano invisible le atravesara el cráneo y clavara las uñas entre los sesos. - Las reliquias deben conservarse aquí, a mi lado... Y en perfecto estado. - La jaqueca aumenta por momentos. - En ellas se contienen alejados los cinco males: Locura, Enfermedad, Vejez, Hambre, Violencia... Así, la muerte nunca podrá alcanzarme. - Concluye complaciente.

No os atreveréis a alterarlas, mucho menos llevároslas. - Su habla se vuelve lenta y pesada. - No lo toleraré.

- Tus pensamientos te traicionan, elfo... A diferencia de ti, yo sí soy verdaderamente infinito e invencible. - Se jacta con fanfarronería. - Los de tu especie creyeron lo mismo, pero la muerte los llevó como a todos los demás seres... Os creéis inmortales, pero camináis entre mortales y os ensuciáis de la materia del mundo... Enfermáis, envejecéis, perecéis... Bajo esa pretenciosa longevidad, no hacéis más que confirmar la más lenta y dolorosa de las extinciones...

El habla se detiene, intentando escudriñar las intenciones tras la barrera mental de Nörsil.

Salto a la plataforma intentando no tocar el agua. Y miro al sarcófago.

Ok si quieres que no quede intercalado quitalo y ya lo escribiré de nuevo

Tal y como imaginaba sonrió Bratynne al escuchar la respuesta de la tenebrosa voz. 

Las necesitas intactas para completar el ritual La ladrona entonces dejó las reliquias en el suelo y en un rápido movimiento sacó el vial de aceite ¡Parecía que tenía todo aquello bien planeado! Batrynne  abrió el frasco y vertió el liquido sobre las nauseabundas partes del abad y después les prendió fuego. 

¡Ja! gritó al ver las llamas

Acercandose a la repisa del monolito Nörsil toma el valioso torso

- ¡Grombar cógelo!

desde el borde que mira a sus compañeros y tras avisar lo lanza hacia el forzudo.

–Quémalas por separado –dije, mientras sacaba la mano y se la daba a Bratynne. 

Me dolía en el alma tener que dar la reliquia, pero su peso en oro fundido también me haría rica. Además, así me libraba de llevar del trozo de carne putrefacta del interior y me quedaba con lo realmente valioso.

–Cuando se enfríe, nos repartiremos el oro. 

Eso sí, de los ojos de diamante no dije absolutamente nada. Los quería... desde el momento en el que los vi. Era el precio justo por la herida que casi acaba con mi vida. No podría deshacerme de ellos fácilmente, y tampoco pensaba que pudiera suponer una amenaza quedármelos, ¡al contrario! Después de todo, las reliquias del abad jamás volverían a estar juntas. Menos si cabe sí yo me quedaba con los diamantes, separándolas para siempre del resto.