Partida Rol por web

-Descuida, no busco una niñera- aclaró en seguida, suspirando. Lo único que quería era no adentrarse en territorios que no le convinieran... Y rogaba por que Voki supiera guiarla de ese modo-. Y sé que en esa península no hay absolutamente nada. Al menos, nada con lo que convenga toparse. Pero en el próximo lugar civilizado que encuentre me ocuparé de comprar todo lo necesario para el viaje. Y espero que sepas aconsejarme al respecto, ya que supongo que sabrás más que yo lo que necesitaré para adentrarme en esas tierras...- terminó de hablar, medio sonriendo. ¡Al fin y al cabo había conseguido lo que quería!
Pero entonces meditó sobre lo que le había dicho; que no estaba seguro de acompañarla más allá de la frontera. Que precisamente era lo que ella necesitaba.
-Y bueno, si no me acompañas hasta el final y me abandonas, no podrás hacer el camino de vuelta hacia el reino del que vengo conmigo, asegurándote el no dejarme tranquila hasta que te diera la recompensa una vez pudiera, allí...

Alegre hizo una mueca de desprecio. Esta chica estaba más loca de lo que suponía. Pero si quería suicidarse no era asunto suyo. Era mejor que le dejara a él su dinero y no que se desperdiciara cuando la atraparan los pieles verdes.

—Claro que sé lo que necesitas para adentrarte en esas tierras: Un jodido ejército. Eso es lo que necesitas. Esas tierras están infestadas de pieles verdes. Si te metes allí no creo que regreses jamás, así que tomaré el dinero que tengas aquí. Serán cincuenta de oro ahora y cincuenta más en la frontera. Allí puedes esperar que una caravana de suministros te acompañe hasta la colonia minera. Más allá… que los muertos te ayuden.

Desvió la mirada, algo molesta. ¿Tantos peligros había en esa península?
Igualmente le daba lo mismo. Si necesitaba a un ejército, contrataría a un ejército. O lo que pudiera y el dinero que llevaba encima le permitiera.

Suspiró.

-Creo que no me has entendido. El dinero que llevo ahora mismo es estrictamente para usar durante el viaje. Conseguir lo necesario y demás emergencias- hizo una pausa. El precio propuesto tampoco era poco teniendo en cuenta que ni siquiera estaba dispuesto a acompañarla hacia donde requería-. Por otro lado, no necesito ser guiada hacia la frontera. He recorrido mucha distancia para llegar aquí, y por lo tanto lo que me queda hacia allí no supone dificultad alguna.
Todo el tiempo he estado hablando de la necesidad de un guía una vez dentro de Oesmer. Pero veo que la idea no te atrae, así que...
Siento las molestias, y gracias por tu tiempo.

Alegre se la quedó mirando un instante y luego soltó una risilla.

—Chiquilla, apenas has conseguido sobrevivir a una noche en este lugar. No llegarás ni cerca de la frontera. De este lado no habrá pieles verdes, pero hay humanos que pueden ser mucho peores y tú llamas la atención más que un dragón en el medio de un mercado.

Sacudió la cabeza y miró a la chica con expresión resignada.

—Un desperdicio. Eso es lo que es —murmuró, mientras se daba la vuelta, para salir de la taberna.

Suspiró, y decidió dejar estar la idea. Aquel hombre parecía muy seguro con su decisión a causa de los grandes riesgos, humanos malos, pieles verdes malos, bla, bla, bla. Pero ella seguía pensando que valdría la pena correrlos todos.

Y sabía que lo lograría. No podía ser de otro modo. Ella siempre conseguía lo que quería.
Decidió salir también de la taberna, asegurándose de que le quedaban las suficientes raciones de viaje y, si no, comprarle al posadero la comida que le faltara. Además preguntaría por si tenía por ahí guardada algún atuendo cualquiera con capucha que pudiera venderle también.

Tras ello saldría del lugar para reunirse con Deah, darle de comer y prepararla para el viaje hasta el último pueblo que seguramente se encontraría antes de llegar a la frontera. Una vez allí intentaría conseguir guías, aliados, y se abastecería de provisiones y demás cosas necesarias para adentrarse a la península.

Alegre caminaba con paso decidido hacia el bosque. Escuchó como la mujer salía detrás de él, pero se obligó a no darse la vuelta para mirarla. Esa loca estúpida estaba muerta. Ayer sólo había tenido suerte, pero la suerte se acaba rápidamente. En especial en aquellas tierras. Que tuviera suerte tratando de escaparse de mentirles a los pieles verdes para salvarse.

No pudo evitar mirar como entraba al establo, por el rabillo del ojo. Estaba a punto de poner un pie en el lindero del bosque cuando se detuvo.
La imagen de un orco acercándose a Ayren se le pasó por la cabeza y apretó los puños con fuerza. Volvió a echar una mirada al establo. Podía pasar mucho tiempo hasta que consiguiera un cliente que le pagara con monedas de oro. Después de todo, los mineros hacían el viaje desde la frontera y, últimamente, no había escuchado que tuvieran demasiados problemas con los pieles verdes.
Se dio media vuelta y caminó hacia el establo.
Se repitió que lo hacía por el dinero. A él qué le importaba lo que le pasara a esa tonta chiquilla. No era nada de él. No le importaba para nada. El dinero sí era importante. Sería una lástima que se desperdiciara.

Abrió la puerta del establo y vio a la muchacha, que preparaba a su cabalgadura.

—Está bien, está bien. Veinte de oro —le dijo—. Diez ahora y diez cuando lleguemos a la mina. No iré más allá y no conseguirás nadie que lo haga. Ni por ese precio, ni por ningún otro. Sólo yo estoy tan loco… y tú por supuesto.

Rió enérgicamente, preguntándose qué podría haberle hecho cambiar de opinión. Pero aquello no le importaba demasido ya: había terminado por conseguir lo que andaba buscando desde el principio.
Parecía que el mundo estaba tardando en darle su merecido a aquella imprudente y consentida joven.
-Entendido, trato hecho- y se descolgó la mochila de viaje sacando nuevamente la bolsita con el dinero de ella. Contó lo acordado y se lo dió-. Tu primer pago.
Y mi idea era partir ya... Así que si no tienes nada que objetar deberíamos hacer lo propio- empezó a explicar tranquilamente, manteniendo aquella media sonrisita tonta que siempre se le quedaba al salirse con la suya.

Tras ello, continuó preparándolo todo.

Alegre cogió las monedas que le daba Aeryn y torció la boca con disgusto. ¿Qué le causaba tanta gracia a esta loca?

—Tengo todo que objetar —espetó—, pero ya que no vas a escucharme, ¿para qué gastar saliva?

Se dio media vuelta, dispuesto a abandonar el establo.

—El camino es largo, así que encargaré comida y agua para algunos días en la posada. Cuando lleguemos a Missh podremos comprar un poco más, para el resto del trayecto.

Atravesó la puerta y agregó, mirándo a Aeryn, por encima del hombro.

—Todavía tienes tiempo de entrar en razón. —escupió en el suelo—. Avísame si recuperas el seso, jefa.

Acto seguido, caminó a grandes zancadas hacia la posada.

El Posadero se ofreció a venderos provisiones para el viaje, no tenia muchas después de los dos últimos días, pero sí las suficientes para un grupo tan pequeño como el vuestro. Claro que el pueblo de Missh, ultimo asentamiento civilizado antes de cruzar la frontera se encontraba a menos de dos días os informo, lugar donde podríais conseguir mucho mas equipo, pues de allí era donde partían y llegaban las caravanas del norte.

En cuanto a la capa con capucha, no tenia nada por el estilo... aquella era una humilde posada.

Tras agradecerle al amable hombre todo lo que había hecho por ella, salió de la posada y, ya teniéndolo todo preparado y con su yegua bien alimentada y descansada, montó para empezar el viaje, con un largo y pesado suspiro.

Si la simple idea de ponerse en marcha de nuevo, aunque solo fuera por un dia y medio, le producía tantísimo pesar, no se quería imaginar cómo estaría su estado de ánimo tras cruzar la frontera.
Desvió la mirada hacia Voki. Estaba totalmente en contra de sus locas ideas y objetivos, pero aun así había accedido a acompañarla.

-¿Tanto necesitas el dinero?-preguntó. No le apetecía ir en silencio todo el viaje cuando no hacía falta que fuera así, y llevaba tantísimo tiempo sin tener una conversación decente con nadie. Y aquello era lo único que se le pasaba por la cabeza respecto al motivo de Voki para ayudarla.

Alegre caminaba unos pasos por delante del caballo de Aeryn. Su mirada no paraba de ir de un lado a otro del camino, siempre alerta a cualquier movimiento. En otras circunstancias, se habría adelantado, para revisar el camino, dejando sola a la mujer, pero algo le decía que era mejor no quitarle el ojo de encima. Parecía que aquella jovencita atraía los problemas, incluso más que el resto de las mujeres. Al menos estaba agradecido de que no se hubiese puesto a parlotea.

—¿Tanto necesitas el dinero? —escuchó la voz de la chica a sus espaldas.

Alegre suspiró, resignándose a perder el precioso silencio del que había disfrutado la última hora y se encogió de hombros.

—Es bueno para comprar cosas —respondió con sequedad.

Miró brevemente a la chica, por encima del hombro.

—Además, no me gusta que las cosas se desperdicien y, cuando los pieles verdes te maten, al menos la parte que me hayas pagado no se perderá junto contigo y el resto de tu dinero.

Volvió a mirar hacia delante.

—Al menos tu dinero existe. Si buscas a alguien que se ha perdido en las tierras de los pieles verdes, eres tú la que se juega el pescuezo por nada. No hay humano que pueda vivir allí mucho tiempo.

Volvió a echarle un vistazo a la chica y se detuvo, se quitó su capa y su capucha y se la ofreció.

—Cúbrete con esto. Estás gritando a los cuatro vientos: "Soy una niña rica, que nunca ha estado bajo el sol y mi papi me ha hecho una armadura a medida". No quiero que me maten por cómo te ves.

Acto seguido, continuó caminando, mirando a todos lados, con gesto escrutador y desconfiado.

"Soy una niña rica, que nunca ha estado bajo el sol y mi papi me ha hecho una armadura a medida"
Frunció el ceño. Sabía que era cierto, pero el retintín con el que fueron entonadas aquellas palabras no le gustó lo más mínimo. Definitivamente no estaba acostumbrada a otra cosa que no fuera el respeto y la elegancia para con ella.
Suspiró y aceptó la capa y la capucha, para ponérselas en ese mismo momento. -Gracias-.

Y tras ello se quedó callada durante unos largos minutos mientras seguían avanzando, sumergida en sus pensamientos. No se terminaba de creer que estuviera tan seguro de que no podría llegar muy lejos adentrándose en esas tierras. Con una espada y una buena mano que sepa blandirla, todo se arregla- o eso pensaba ella.

Fuera como fuera, llegaría lo lejos que fuera necesario.

-Dinero...- repitió entonces, como la que parecía ser una única respuesta a las palabras de Voki, cuando de repente lo miró de arriba a abajo y, no por primera vez, se preguntó por qué tipo de vida debió haber pasado ese hombre. Si iba a hacer un viaje tan importante con alguien, o al menos parte de él, se veía con la necesidad de conocerle-. Eres tan negativo...- suspiró-. Cuéntame más de esas tierras. Pues pienso que debes estar exagerando; no moriré allí dentro. No debe ser tan terrible, si vamos bien equipados y con un par de hombres experimentados más...