Partida Rol por web

Pazzo abrió despacio los ojos y miró a su alrededor. Los guardias estaban dándole una paliza brutal a Udokal. Quiso reaccionar pero no pintaba nada entre toda esa gente. Con su pequeño cuerpo y su baja estatura no era de ninguna ayuda. Tampoco tenía mucha potencia en su voz y dudó mucho de que alguien le iba a hacer caso alguno.

Aun así, se sintió muy culpable, ya que todo aquello empezó por su delito. Escuchó a la pelirroja y hasta que pudo traducir lo que decía, la vio tirando de uno de los guardias. Oh, no... Eso está muy, muy mal.

-No puede controlarse, repitió la misma frase que la gigantesca mujer dijo momentos antes. Su voz no daba más de si y no sabía si se le escuchó o no. No entendió lo que ella quiso decir, pero no se iba a quedar de brazos cruzados.

-¡Parra! Le gritó a la pelirroja, pero estaba segura que no la escuchó. No pudo dar ni un paso y vio como los guardias agredían y amenazaban a la chica. Uno empezó a gritarle y Pazzo se disponía a traducir lo que le decían antes de que le hicieran más daño.

El guardia que gritó empezó a dar ordenes para que detengan a algunos de los mineros, a ella misma y a los dos O'Shars. La pequeña traductora se quedó con los ojos llorosos y grandes como platos. Tragó saliva y miró hacia atrás, por si se referían a otra persona. Sabía que eso iba a suceder tarde o temprano. Suspiró y bajó la cabeza aceptando su carga.

El guerrero sagrado intervino e intentó razonar con los guardias, señalándola a ella como traductora. Hoy todos me señalan...

No tenía mucha esperanza, pero se acercó a la pelirroja y le habló en su idioma. Dudaba de que la podía escuchar y de que le iba a hacer el más mínimo caso.

-¡No te resistas! Tu hermano ya dejo de pelear y esta gente no va a parar hasta que dejes de ser una amenaza. Tienes que cuidar de Udokal. ¿Si te dejan a ti inconsciente, quien va a velar por él? Sabía que ella intento ayudarlo en todo momento y que solo esa razón la podía parar.

Pazzo no sabía que iba a ocurrir a continuación, solo se esperaba lo peor. Era ya muy tarde y tantas emociones la dejaron agotada. Seguramente la iban a mutilar o algo peor, la iban a expulsar, o la iban a matar, o la van a meter en las minas como esclava, o la van ...

Tras abalanzarse sobre los mineros Udokal se quedo tendido en el suelo sobre ellos. Al menos se había llevado unos tres mineros por delante, pero seguramente ahora se revolverían contra el. Se dispuso a levantarse para rematarlos a todos pero de repente los guardias cayeron sobre él y comenzaron a darle golpes en toda la espalda y la cabeza. Los intentos de Udokal por defenderse fueron vanos y rápidamente perdió la consciencia quedando ajeno a todo lo que sucedía a su alrededor. El peso muerto de su cuerpo cayó sobre los mineros sepultándolos bajo sus pieles como si de un derrumbamiento en la mina se tratara.

Aeryn puso los ojos en blanco al ver el jaleo que se había montado, aunque por lo menos la guardia había conseguido inmovilizar al bárbaro... y todo por culpa de esa cría parlanchina que lo único que parecía saber hacer era meter a la gente enb problemas. Se acercó a la guardia e intentó interceder de alguna forma por ellos, aunque no pudo evitar echar una mirada furiosa a Pazzo.

- Gracias por interceder en este altercado. Hay una explicación para todo esto y tanto el sacerdote Phey Stern que me acompaña, como yo intentaremos interceder por ellos... -Aeryn señaló a los dos Oshar mirando con desprecio a Pazzo.- Y seguro que ella tendrá una explicación que darnos a todos.

El guardia al ver aproximarse tu impresionante figura, que destaca incluso en esas ropas de minero que te quedan como si llevases un saco por vestido, se estira un poco, incluso intenta sacar pecho.

- Oh, no se preocupe, las peleas entre mineros son de lo mas frecuente en la colonia, algo así como su deporte favorito. - Te dice sin apartar su mirada de la peligrosa Keloa, la cual aun no ha reaccionado a sus palabras.

El guardia en cuestión, es un hombre con el pelo cortado a navaja, alto y robusto, al menos para un humano Osth, llega al metro ochenta, sus ojos son oscuros casi negros, y su tez muy bronceada, por el reflejo del sol en la nieve (curiosamente los O´shar a pesar de que deberían estar también hasta cierto punto bastante morenos, son bastante claros de piel (pero no pecosos) )
Va ataviado con una armadura de cuero tachonado con un abrigo encima. A la espalda lleva una pesada ballesta y en su cintura cuelga un hacha de guerra. Si bien hasta el momento no ha usado ninguna de ambas, si no la estaca anteriormente mencionada.

- Pero la ley es la ley... pasaran la noche en el calabozo y en unos días Lord Heinvark decidirá el castigo... - Hace una pausa tras mirar duramente a la pequeña Pazzo (sin dejar de mirar de reojo a Keloa) - Otra cuestión es esta Naiss, que según nos informaron es la causante de todo el jaleo... !Una ladronzuela! !en una mina de gemas! Dudo que se escape del hacha del verdugo.

Keloa observa como Udokal cae sobre los mineros, inconsciente, pero no tiene tiempo de reaccionar antes de que un fuerte golpe le llegue por la espalda. Furiosa y jadeante, se agacha, alerta, dando una vuelta sobre sí misma para ver cuantos eran los que se enfrentaban a ella ahora, muy despacio.

Su mirada normalmente fría y distante arde ahora con odio, mirando a todos los allí presentes. Incluso a los guerreros que los habían salvado una vez y que ahora se habían quedado de brazos cruzados. ¡Cómo podían haber sido testigos de aquella paliza sin mover ni un sólo dedo! ¡Sabían que ellos eran inocentes!

Desde lejos, escucha la débil voz de Pazzo... Y poco a poco su postura empieza a relajarse. No así su mirada de odio, dirigida ahora a ella también. Durante toda la pelea, lo único que había hecho había sido chillar y llorar. ¡Como una cría! No... ¡Ni si quiera una cría O'Shar actuaría así! Bien lo sabían sus propias manos, cubiertas de la sangre de quienes mataron a su madre hacía tanto tiempo ya...

Para la pelirroja, todos ellos acababan de perder la gratitud y el respeto que habían tenido de ella hasta ahora. Sin pararse a razonar qué habría pasado si se hubieran metido en la pelea. Pero la pequeña morena tenía razón.

Una mirada de desprecio aparece en sus ojos grises, pero ni una palabra sale de sus labios mientras se agacha para mirar a Udokal, apartándole el pelo enrredado de la cara y comprobando que esté bien. Mira de reojo a "la guardia", a quienes no entendía para nada. Todo aquel asunto de no entender ni una palabra de lo que dicen los demás, está acabando con su escasa paciencia.

- Tenemos que descansar.- Habla con voz firme, sin un titubeo, y sin mirar a nadie en particular más que a Udokal y de vez en cuando a los hombres que los rodean.

Tras comprobar la respiración del guerrero O'Shar, Keloa intenta ponerlo en pie, pasando uno de sus enormes brazos por sus hombros, que en comparación parecen mucho más pequeños de lo que son en realidad.

El guarda al mando, viendo que la salvaje pelirroja aunque los miraba duramente se había calmado, o al menos controlado, comenzó a dar instrucciones a los otros tres para que se hiciesen cargo de los prisioneros.

Los mineros no opusieron ninguna resistencia. Otro fue en post de la Naiss, a quien la cogió por el brazo y la llevo donde los otros mineros, a la cual miraban con claras ganas de darle una paliza. El guardia al mando se tomo su tiempo para observar las evoluciones de la salvaje intentando levantar a su enorme compañero

Aunque con algo de esfuerzo por su parte, Keloa consigue levantar a Udokal y cargar los 150 kilos de peso de bárbaro sobre sus hombros. Su mirada, hacia el que no hacía más que hablar, era muy clara.

Pobre de ti que te acerques... Pobre de quien lo vuelva a tocar.

¡¿A Pazzo le espera el verdugo?¡

Ehm... bueno, en el sur los ladrones no son castigados tan severamente-dijo al guardia-, aunque comprendo y respeto que en una colonia minera las leyes deban castigar más severamente este tipo de crímenes subversivos. ¡Arriba la Ley!

No se sentía cómodo con la situación. Una chica tan joven y tan desvalida era un incentivo para intervenir y prestar su ayuda, pero no ahora. Seguiría los cauces reglamentarios.

Pero las medidas de gracia también están contempladas en las leyes. Quizás si hablo con ese Lord Heinvark la Naiss podría salvar el cuello...

Una cosa era estar resentida con la chica por el lío en que los había metido y otra muy distinta saber que su castigo sería la muerte. Aunque no estaba muy convencida de que fuera a ser escuchada, llegado el momento tendría que interceder por ella, pero en aquel momento lo más urgente era hacer entender a los dos Oshar lo que iban a hacer con ellos.

- Mmm... Keloa... Estos hombres ahora os van a llevar a otro sitio, al mismo donde llevaron al pequeño hombre que nos acompañaba. Allí os harán preguntas para saber qué ha pasado. Mientras vosotros os mantengáis tranquilos ellos no os harán nada. -Aeryn veía la mirada cargada de odio de la mujer, pero confiaba en que entendiera lo que quería decirle.- Ahora tenéis que acompañarlos. Nosotros intentaremos solucionar esto. -Terminó señalando a Phey.

Pazzo siguió pensando en su castigo hasta que uno de los guardias hizo referencia a el y nombró al verdugo. Con cara de culpable, miró a todos los que tenía a su alrededor y observó el desprecio que sentían por ella. No les culpó, ella misma quería acabar con todo aquello, aunque eso significaba la muerte.

No era la primera vez que se comportó como una ignorante. Otras veces sembró tristeza y angustia en el corazón de los que la rodeaban. Por eso andaba sola y no se ataba a lugares o personas. Ha llegado al limite, no quiso provocar todo aquello, pero el daño ya estaba hecho.

Pensó en explicar a los guardias todo lo sucedido y antes de abrir la boca, uno de ellos la agarró del brazo. Miró con angustia la lucha de la pelirroja con el cuerpo inmóvil de Udokal y se sorprendió que ninguno la ayudó a cargarlo. Ella no tenía la fuerza necesaria y probablemente era mejor no acercarse a la fiera de su hermana.

-Yo voy con vosotros, dijo con su voz apagada. No entendió de que hombre pequeño hablaba la rubia, pero sabía que van a la cárcel. Voy a hacer todo lo posible para que no te separen de tu hermano, aunque no va a ser nada fácil. Necesitas ayuda? No deberías de cargar tú sola con tanto peso, es largo el camino. Deberías de guardar todas tus fuerzas para poder defenderlo. Deja que el guerrero sagrado te ayude, miró al moreno y dudó de su fuerza, o puede que, mejor la chica alta.

Se volvió hacia estos mientras los nombraba y luego les habló con su tierna voz en el idioma común. Deberían ayudarla, es una mujer orgullosa y fuerte, pero ha pasado por demasiadas cosas en muy poco tiempo. Por favor!

Tenía que pedir perdón y dar explicaciones a todos. En esos momentos solo quería salir de ahí y dejar de sentir tantas miradas acusativas.

Keloa levanta la barbilla aún más orgullosa que antes, y con su suave voz, pero un tono muy frío y cortante, dirije unas palabras a la pequeña castaña a quien tanto le había debido hasta hacía sólo unos momentos.

- ¿Por quién me tomas? -Pregunta ofendida- No soy como vuestras hembras. No necesito la ayuda de nadie.

De hecho, sus piernas no tiemblan al sostener todo el peso de Udokal sobre sus hombros. Luego vuelve a apartar la mirada del hombre que parecía mandar sobre los demás sólo un segundo para mirar a la mujer de cabellos de Sol.

- Que me guíen donde sea que él pueda descansar y recuperarse. Pero que no me toquen. -Su tono de voz no es menos cortante que el que había usado con la pequeña Pazzo. Parecía que todos los allí presentes habían perdido la escasa confianza que había depositado la fiera pelirroja en ellos- Ni a mi, ni a él.

Las palabras de Keloa suenan lo suficientemente duras y desafiantes como para que los guardias se den por aludidos sin falta de traducción. Así que os escoltan fuera. Con uno de los guardias vigilando a los ahora desdichados mineros, otro llevando sin delicadeza a la Naiss del brazo, y los dos restantes, caminando a cada lado de los O´shar por si hay problemas.

Las celdas se encuentran en la misma muralla, en una de las torres de vigilancia, a unos 400 metros de donde os encontráis. Fuera esta nevando, el suelo se ha convertido en una blanca superficie que brilla bajo la luz de la luna Ebeb.

Al llegar junto a la muralla una decena de soldados salen para ver lo ocurrido. El guardia al mando en el arresto habla con ellos en voz baja, pero sus miradas dejan claro lo que esta contando.

Después de eso os escoltan al interior de una de las torres. Keloa tiene bastantes problemas para pasar debido a su tamaño (sumale el tamaño de Udokal) encima por la puerta.

Tras esto, 2 pisos de cortos escalones, hasta por fin llegar a una estancia con 6 pequeñas celdas y dos cuartos para los guardias.. Indican una de ellas para los O´shar, otra para la Naiss, y dos para los mineros detenidos.

Las habitaciones son de unos 10 m2 con no mas que un par de sucias mantas tiradas en el suelo.

Phey sabía perfectamente que Keloa no querría ayuda. Ya había tenido que lidiar con ese orgullo cuando los Oshar impusieron su compañía como deuda de sangre. No había nada que hacerle.

Será mejor que durmamos-dijo a Aeryn, algo desanimado después de presenciar la pelea.

Antes de subir las escaleras echó un vistazo a su alrededor...

El posadero se queda un tanto pasmado cuando le das las cuatro bolsas de monedas, en total, en ellas debe haber mas de 155 monedas de plata, lo cual no esta nada mal.

Luego, intentando poner una sonrisa un tanto forzada te dice:

- Claro señor, guardaré las bolsas a buen recaudo - Tras esto sale de la sala hacia sus aposentos.

Las camareras por su parte comienzan a poner un poco de orden en la ahora desastrosa sala, hay varias sillas rotas y una mesa, así como varios vasos (de cerámica) rotos por el suelo.

El resto de los mineros, viendo que se ha acabado la diversión, vuelven a sus conversaciones y bebidas.