Partida Rol por web

Hasta ahora no se había fijado en la gris mirada de sus acompañantes, incluso en esta habitación semi oscura sus ojos impresionaban mas que sus cuerpos gigantescos. Se quedo impresionada por el respeto y el cuidado que se tenían, lo único que sabia de los de su raza eran sus cualidades de supervivencia.

A Pazzo no le era difícil mantener el contacto visual, pero después de mirarles a los dos a los ojos, especialmente a Keloa, un suave escalofrío recorrió todo su ser. Seguro que tengo frío, cierra los ojos y respira hondo. Con su voz amable pero firme, usando las mismas palabras que los O'shar  le transmite a Lord las decisiones de estos, sin omitir el agradecimiento final de Keloa.
-Estamos alojados en la posada "El Brillante Norte", le transmitiré al dueño del local que están trabajando para ustedes, dice mirando al lord y al enano, que aunque no ha dicho nada hasta ahora seguro que era alguien importante.
No creo que les costara mucho dejar a estos dos dormir en el establo y tampoco les va mal de dinero viendo ese pedrusco que lleva colgado. Sonríe amablemente y hace una señal hacia los pelirrojos,  seguro que están acostumbrados a condiciones peores. En cuanto descansen unos días y les arreglan lo de las ropas y armas van a querer  marchar.

- Para las armas, visitar al Sargento de turno en la muralla. El os llevara hasta la armería, en cuanto a la ropa, tendrá que ser a medida, así que visitar a cualquier sastre de la colonia, estan en la zona mercantil, ya nos encargaremos nosotros de pagar lo debido.

- Parece ser que una fuerte tormenta llegara esta noche, estaría bien si estuvierais listos para dentro de dos mañanas, tres a mucho tardar - Y tras estas palabras os hice una señal con la cabeza, como que os podíais retirar, procediendo a fumar tranquilamente de su pipa y volviendo su atención hacia el enano.

Verás, hay cierta responsabilidad... Los jinetes para sus caballos. Los señores respecto a sus súbditos. Los jefes con sus empleados. Ya sabes. No podemos dejar a Voki en la cárcel simplemente porque tenga un problema de actitud, o nosotros un problema de vestuario. Mi maestro decía que...

La conversación (o monólogo, según se mire) se prolongó bastante.

Mmmh... creo que se nos ha hecho un poco tarde. No podemos visitar al señor a estas horas. Así que tienes razón, Aeryn: mejor ir mañana.

Keloa asiente a las palabras del gran jefe del clan, traducidas por la pequeña Pazzo y mirando a Udokal por si tenia algo en contra de lo que iba a decir, responde:

- Partiremos en cuanto nuestras ropas a medida estén listas.

Hace un gesto de respeto, inclinando la cabeza, y sale de aquella edificación.

Mirando a su guía, vuelve a abrir sus labios para pronunciar palabras en aquel idioma que tan pocos conocían en aquel lugar.

- Llévanos ante uno de esos sastres primero. -Y sin percatarse de la brusquedad de la petición, luego vuelve a hablar- Estaremos en deuda contigo por tu ayuda, así que si hay algo que podamos hacer por ti mientras estamos aquí... Pídelo.

No parece que vaya a haber muchas más palabras amables hacia la pequeña pícara, pero viniendo de la gélida Keloa, aquello ya era mucho más de lo esperado.

Parecía que el sacerdote quería hablar todo lo que no había hablado en lo que llevaban de camino, su cháchara era interminable y a Aeryn ya empezaba a dolerle la cabeza y a la mitad de su palabrería ni siquiera le prestó atención sumiéndose en sus propios pensamientos. Sólo salió de ellos al oír el último comentario.

- Eh, sí, sí... mañana estaremos en condiciones de ver a quien sea que dirija este asentamiento. Y por Voki no te preocupes, seguro que lo tiene pasado mucho peor. -El agua empezaba a enfriarse y lo único que quería era cenar algo y acostarse.- A ver si viene esa muchacha de una vez con la ropa.

Udokal asiente también ante las condiciones y se inclina levemente como una señal de respeto ante el jefe de la colonia.

-No se preocupe, haremos todos los preparativos lo antes posible y saldremos rápido a buscar a sus hombres. Le agradecemos su ayuda.

Era lo mínimo que podían hacer para pagar la amabilidad del jefe de la colonia. Cuando la conversación pareció darse por terminada salió junto a Keloa Y Pazzo. Keloa quería ir primero a visitar a un sastre para solucionar el problema de su ropa, lo que le parecía lógico, pues ahora mismo era lo más urgente. Él también tenía que reparar su pantalón y la parte de arriba de su armadura de pieles de los rasgonazos que había sufrido durante las peleas. No dijo nada ante las palabras de agradecimiento de Keloa a Pazzo aunque asintió en señal de conformidad. La chica les había ayudado y era lógico que ellos hicieran lo mismo.

La chica tarda aun algo de tiempo en regresar. La ropa que os trae, bastante desgastada ya, esta fabricada con burda lana, y resulta un tanto áspera.
Os queda mas o menos bien de largo, pero la de Aeryn esta claro que pertenecía a un hombre bastante mas voluminoso que ella.
Para secaros tenéis unas toallas al lado de las bañeras.

La chica os aconseja que si tenéis hambre, mejor bajar a cenar pronto, pues mas tarde se empieza a llenar la taberna con los mineros.

Vaya... por mí estaría bien confraternizar con la gente de aquí. Comer con los mineros estaría bien. Pero las camareras estarán ahogadas de trabajo y para no molestar demasiado prefiero comer antes y que tengan un cubierto menos que atender.

Phey se secó deprisa y en silencio. Le era raro su propio cuerpo, olía distinto. No era la primera vez que estaba limpio, pero el jabón de cada región tiene un aroma distinto. El jabón del norte le gustó, era como la fragancia de las propias montañas o de un plato de sopa bien condimentado. Y esa última idea le dió hambre... o al revés.

La ropa le gustaba. Era humilde. Su tacto áspero recordaba a un abrazo. Daría el mismo resultado vestir un saco de esparto. La espada se veía demasiado pesada para semejante cinto. Phey la cogió por la vaina como quién lleva un cetro.

Bueno, Aeryn, me adelanto para coger mesa. ¿Qué quieres que te pida para comer?

Pido la comida y subo un momento a dejar mi espada en la habitación.

Pazzo salio a la calle y sonrío. Estaba contenta que sus acompañantes han conseguido lo que estaban buscando.
En el trayecto que había hasta la tienda del sastre, la joven Naiss, aprovecho para volver a explicar a los O'shar los pequeños detalles que se les pudo haber saltado anteriormente.
-No nos queda mucho para llegar al que se va encargar de vuestras ropas, hay algo que le quieres decir sobre material, si quieres que sean pieles o otra cosa, como te gustaría que fueran echas...no creo que tengas muchas opciones de donde elegir, querida pelirroja.
-Y tu, Udokal, que vas a ponerte si tienes que dejar tu ropa para que te la arreglen?
La chica intentaba hacer conversación pero con esta gente de hielo no lo va tener nada fácil...

A pesar de todo la pequeña chica seguía hablando y preguntando como si su curiosidad fuera insaciable o como si no pudiera mantenerse callada y eso la obligara a decir cualquier cosa que se le viniera a la cabeza. Udokal se encogió de hombros ante la pregunta de Pazzo.

-Me la quitaré cuando la tengan que arreglar y volveré a ponérmela cuando terminen.

Tan solo debían coser unos desgarros que sus pantalones y chaqueta habían ido acumulando desde el primer ataque de los pieles verdes, y eso no debía llevar mucho tiempo. Incluso podría hacerlo él mismo si le daban los utensilios necesarios. Estaba acostumbrado a arreglarse la ropa y a hacerse piezas nuevas si era necesario, pero debía disponer de las materias primas adecuadas para ello.
Esperaba que la respuesta satisficiera a la mujer.

Keloa agradece que Pazzo no haga ningún comentario sobre el suyo, y pase directamente a una conversación más práctica. Siguiéndola a un paso lento para no adelantarla con sus largas piernas, Keloa continua la conversación con la mirada al frente y con la escasez de palabras ya típica de la pelirroja.

- Si puede ser, que sean pieles resistentes. No necesito nada complicado.

Sería difícil encontrar una armadura como las que solían llevar los de su raza, pero lo que tenía claro era que no quería algo como lo que llevaba la mujer de cabellos de Sol, tan pesado y aparentemente tan incómodo. Necesitaba algo que le permitiera moverse con la agilidad que necesitaba, pero a la vez, resistente. Esperaba que pudieran realizar algo así en aquel lugar.

Torció el gesto al ponerse aquella ropa tan horrible, el áspero tacto de la tela le desagradó profundamente, pero no tuvo más remedio que conformarse. Enarcó una ceja molesta al oír a Phey.

- Lo que me faltaba, aparecer en público así. -Sintió algunas gotas de su pelo húmedo resbalando por el cuello y eso la molestó más aún. Suspiró intentando guardar la compostura, tenía que comer algo y cuanto primero lo hiciera antes se podría retirar a su cuarto.- Lo que tengan Phey, cualquier cosa que sea medianamente comestible me servirá. -Se quedó dudando unos segundos.- Esto... gracias. -A pesar de su intento de amabilidad su voz sonó bastante seca.

Unas horas despues del anochecer, la puerta de tu celda-habitación es abierta por uno de los guardias. El aroma a comida caliente impregna tus sentidos.

- Aqui tienes, espero que te indigestes - Te comenta este con tono de pocos amigos, tras depositar la comida en la pequeña mesa que hay en la habitación.

(Tras esto se dará la vuelta y cerrara la celda salvo que intentes pillarle desprevenido por la espalda.

La comida consiste en una sopa de pan con ajo, y de segundo huevo con patatas, nada especial pero desde luego a años luz de lo que se puede dar en otras carceles. Un vaso de agua acompaña a la comida.

Cuando vuelves abajo a pedir la cena, ves mas clientes que cuando llegasteis, en su mayoria mineros que vienen a beber y a comer algo tras un duro día de trabajo.

En esta ocasión ves a un orondo hombre de unos 50 años tras la barra impecablemente vestido, así como dos nuevas camareras, bastante jòvenes, a la que no ves es a la mujer que antes organizo vuestro baño.

Te atiende este, con una melódica voz que no encaja para nada en su cuerpo y puesto que no pides nada especial, te comenta que en 15 minutos podréis tener la cena lista.