Partida Rol por web

Eleanor escuchó el final de la historia del chico con preocupación. Los nazis se los habían llevado del colegio, con qué finalidad era lo que más le inquietaba. ¿Para qué demonios querían a un puñado de niños en el castillo? Su imaginación se puso en funcionamiento y el resultado la dejó con el corazón encogido. A pesar del gesto de aquella muchacha la joven volvió a intentar hablar con el chico en voz un poco más baja. Le apretó la mano y le sonrió cariñosamente. - Encantada de conocerte, Lex. ¿Te importa que te llame Lex? Siento mucho que esos hombres malos os hicieran daño... Veo que sois muy valientes... ¿No habéis intentado volver a casa? ¿Dónde están vuestros padres? ¿Hace cuánto que se marchó el padre Andrej? No puedo comprender cómo os dejó aquí solos... - 

Sin embargo, la sonrisa se le congeló en el rostro en cuanto llegaron al campamento. Allí había muchos más niños de los que había imaginado, pero fue la visión de aquel cadáver decapitado lo que la impactó como una bola de demolición en pleno pecho. La doctora había visto muchos cadáveres. Estaba familiarizada con la muerte, pero aquello era absolutamente grotesco. ¿Los niños habían decapitado a aquel hombre y lo habían crucificado? ¿Le habían grabado aquel símbolo en la piel y le habían incrustado ramas donde debería haber estado su cabeza? ¿Con qué fin? O mucho se equivocaba o la cantidad de sangre que había emanado de la herida era indicativa de que aún estaba vivo cuando se lo hicieron... ¿Qué cojones había pasado allí? ¿Quién había hecho aquello? Podía entender que aquelloa críos habían pasado por un infierno, pero desde luego convivir como si nada con aquella abominación no era normal... Lanzó una mirada de preocupación a sus compañeros. Algo iba muy mal... 

La doctora soltó de la mano a Alexej y se arrodilló con premura junto al niño que se encontraba tendido en el suelo dispuesta a examinarle. Lanzó una mirada seria a Jitka, no era la primera vez que trataba con personas con aquella actitud hacia sus habilidades. Su instinto le alertaba de que aquellos síntomas escapaban de la capacidad curativa de la medicina, pero necesitaba que aquella joven dejara de estar a la defensiva. Con tono calmado, profesional y respetuoso, mirándola a los ojos en todo momento, intentó un acercamiento a ella mientras buscaba en su mochila sus instrumentos. 

- Lex, necesito agua caliente y algunos paños limpios. Jitka, esto es muy importante... Yo sola no puedo hacerlo. Necesito tu ayuda. Dominik necesita tu ayuda... ¿Desde cuándo se encuentra así exactamente? ¿Los niños que murieron enfermaron todos a la vez? ¿Cómo murieron? Dices que está así desde que volvisteis del castillo... ¿Qué le hicieron allí? - 

Emil había visto muchos cadáveres en su vida, pero la visión de aquél espanto lo dejó marcado. Por un momento, creyó realmente ver la "cabeza" moverse. Sintió la mirada de esa bestia sin ojos clavarse en su pecho.

El joven no prestó atención al crío enfermo, pues, por segunda vez durante su corta aventura, se dirigió al exterior de la pequeña cueva para decorar el arbusto más cercano con el contenido de su estómago.

Klaus miró de refilón a la doctora Eleanor "Amiga de los Niños" Marlowe durante el trayecto por el bosque.

-Indudablemente, usted tiene un excepcional toque para el trato con estos gamusinos, Fraülein. ¿Ha considerado montar una Kindergarten a su regreso a la pérfida Albión? ¿Quizás sufragada por nuestro común y tacaño amigo Morty? ¡Jijijiji!-. Se acercó sigilosamente a la doctora y siseó a su oído.

-Ándese con ojo, Marloweeeeee... Tengo un sexto sentido para detectar cultistas paganos y estos infantes rezuman el hedor a secta de categoría alevínnnn... Arrrrrr... Me encanta el olor a sacrificios por la mañanaaaaarrrr...-. Eso último fue muy gratuito, pero el austríaco estaba muy metido en su papel de inquietar a la doctora. A Penwater y al pobre Emil ya les inquietaba bastante su alrededor como para forzarles a sufrir un infarto de miocardio.

* * * * *

Al llegar al escondite de la institutriz y su séquito de gnomos harapientos, Fraülein Milos les llevó ante un crío llamado Dominik que parecía haber sido mordido por un werwolf. Gott! ¡Tenía la mirada torva propia de un depredador! Y por si aquello no era lo suficientemente perturbador, aquellos pequeños sectarios habían decorado el lugar con un recuerdo -¡Un trofeo más bien!- de un natsi decapitado con un nuevo adorno craneal, más astado, pero igual de demoníaco. Penwater se quedó lívido y con pinta de estar evocando alguna pesadilla de guerra. Eso, o sufriendo un fugaz trastorno de estrés postraumático. Emil, fiel a su condición de "estómago de hierro del equipo", echó la papilla. Otra vez.

Klaus permaneció casi imperturbable. Si algo le afectó, no se notó demasiado, más allá de lo extraño de su conversación. El austríaco permaneció cerca de Marlowe y del niño mordido por los wolfen con las manos a la espalda, muy sonriente y calmado, examinando con gesto distraído los dantescos restos humanos.

-Interesante concepto de la decorasión de interiores, sin duda... Un atrezzo algo agresivo para la moda vienesa actual, perrro ¿quién soy yo para juzgar? ¡Jijiji! Oiga, Fraülein Milos, ¿no considera que la presencia de este... eh... uh... hum... perchero, puede no ser adecuada para los críos? ¡Ahora es cuando usted me dice que lo colocaron ellos mismos! ¡Jiiiiiiiiijijijijiiiiiiiiiii! Eso sería francamente morboso, a desir verdaT... Ahem... 

Extrajo el austríaco su monóculo mientras Marlowe captaba la atención de la institutriz y analizó el cadáver con intención de interpretar la siniestra simbología que presentaba.

Encantada de conocerte, Lex. ¿Te importa que te llame Lex? Siento mucho que esos hombres malos os hicieran daño... Veo que sois muy valientes... ¿No habéis intentado volver a casa? ¿Dónde están vuestros padres?  ¿Hace cuánto que se marchó el padre Andrej?

Alexej se relaja un poco antes las confianzas que se toma la doctora, cosa que sin duda agradece. Sin duda, es un niño que sólo necesita un poco de afecto y reconocimiento de una persona adulta.

—No hemos intentado volver —dice negando muy fuerte con la cabeza—. El Profeta, que nos dijo que le llamásemos así, nos salvó y nos trajo al bosque, dijo que es donde debíamos estar, que era nuestro propósito, no allí en el castillo, y que si volvíamos algo malo le pasaría a nuestros padres —se encoge de hombros de forma casi cómica, como si fuese un dibujo animado—. Hace unos... —comienza a levantar dedos de las manos, a volver a bajarlo y a fruncir el ceño, descontándose—, no sé, tres días, cuando trajo a Dominik. Dijo que había más niños a los que salvar y que tenía una misión que cumplir, como los superhéroes.

- Lex, necesito agua caliente y algunos paños limpios. Jitka, esto es muy importante... Yo sola no puedo hacerlo. Necesito tu ayuda. Dominik necesita tu ayuda... ¿Desde cuándo se encuentra así exactamente? ¿Los niños que murieron enfermaron todos a la vez? ¿Cómo murieron? Dices que está así desde que volvisteis del castillo... ¿Qué le hicieron allí? - 

 Lex mira a Jitka con esos grandes ojos, buscando su aprobación. Esta asiente y el pequeño se marcha corriendo en busca de lo requerido. Jitka, con el gesto serio, se acerca a Marlowe.

—Vinieron así del castillo, es todo cosa de ese loco del doctor Von Kammerstein, el que tienen los nazis en el castillo —mueve levente la cabeza en señal de desaprobación ante el solo pensamiento—. Vi cómo el doctor les inyecta un líquido, no sé lo que es, pero es negro como la noche. Como bien ha dicho Lex —dice con un tono de reproche ante la filtración de información por parte del pequeño—, el Profeta nos va trayendo niños. Suelen venir bien, pero siempre hay alguno que ya ha sido inyectado —mira al enfermo con tristeza—. Dominik vino hace dos días y cada vez está peor. Íbamos juntos a la escuela —suspira—. Con el paso de las horas, la piel se va volviendo muy gris y todos los orificios empiezan a supurar, es asqueroso. Los ojos se ponen completamente negros y luego... —se muerde el labio—, luego tienen una fuerza sobrehumana.

¿no considera que la presencia de este... eh... uh... hum... perchero, puede no ser adecuada para los críos? ¡Ahora es cuando usted me dice que lo colocaron ellos mismos! ¡Jiiiiiiiiijijijijiiiiiiiiiii! Eso sería francamente morboso, a desir verdaT... Ahem... 

—Ah, ¿te refieres al Sacrificio? —pregunta desinteresadamente—. Eso tenía que hacerse. Nos lo enseñó el Profeta, dijo que lo ponía en sus sagradas escrituras, que es la voluntad del Señor. Por supuesto que lo hicimos nosotros, ¿quién si no?

Ese espantapájaros sí que parece ser una especie de ofrenda o de ritual a un Dios pagano. Has leído algo acerca de tribus en bosques que veneran a un gran carnero negro. ¿Cómo era? Algo del Carnero Negro de los mil vástagos. Sin embargo, parece algo descabellado, teniendo en cuenta que los niños no parecen ser muy conscientes de ello. Aunque, pensándolo bien, estáis en el bosque y esto está lleno de jóvenes.

Un escalofrío te recorre el cuerpo sólo de recordar ese apodo.

Examinas a Dominik y ves que esto no se parece a nada conocido y que poco puedes hacer por él, teniendo en cuenta los síntomas. Tal vez puedas darle algunos antibiótico que probablemente lleves en la mochila y hacer que se le pase un poco la fiebre para ver cómo pasa la noche.

Aunque eso de la fuerza sobrehumana te extraña. A decir verdad, sus músculos están contraídos y muy fuertes para el estado en el que se encuentra...

Estaba claro que aquellos niños se las apañaban muy bien solos. Cierto era que a la larga, tendrían que regresar a la civilización y cuanto más tiempo pasaran en aquel bosque viviendo como animales prácticamente, más difícil sería retornarlos al mundo de los humanos. Penwater tenía corazón, hubiera querido llevárselos, ayudarles a todos ellos, pero no tenía los medios suficientes a su alcance como para hacerlo. Además, viendo lo que le habían hecho al nazi que colgaba como un espantapájaros, no se fiaba  demasiado que en un momento dado, aquel grupo de asesinos infantiles, no se tornara contra ellos.  Era el momento de tomar una decisión.

- ¿Continuamos o hacemos noche aquí? - Le preguntó el cabo a sus compañeros en un momento en el que se quedaron relativamente a solas. - Está claro que deberíamos ayudar a estos niños, pero todavía no podemos hacer nada por ellos. La prioridad sigue siendo encontrar al padre Andrej, la resistencia o al menos cuando nos hayamos asentado en algún lugar y podamos  operar desde una base más o menos fija. - Sonrió. - Se puede decir que acabamos de caer del cielo. - Se mantuvo unos segundos en silencio. - Podríamos descansar aquí y seguir mañana.  - Sugirió finalmente tras pensarlo. Aquellos chicos  podrían hacer guarida por ellos, se les daba bien dadas las trampas que habían visto y las presas que habían cazado. - ¿Bien?

- Así que el padre Andrej es un enviado de Dios - dice Emil, que ha estado poniendo la oreja, mientras vuelve al interior de la cueva y se reúne con sus compañeros, limpiándose la boca con la manga del abrigo -. Estupendo.

- Lo prudente sería pasar la noche aquí, sí - el joven mira de reojo el Sacrificio, y un escalofrío recorre su espalda -. Por poca ilusión que me haga. Está oscureciendo, y me temo que habrá más trampas de estos críos por el camino. Lo mejor que podemos hacer es descansar aquí y convencer a alguno de ellos de que nos guíe hasta salir del bosque - Emil centra su mirada en Marlowe, encogiéndose de hombros -. Parece que a usted le están cogiendo cierto cariño. Podrá convencer al chaval ése de que nos ayude.

Penwater asiente satisfecho a las palabras de Jikta. Mientras puedan descansar allí durante la noche, ya era suficiente. Como atravesar el bosque al día siguiente sin pisar una sola de aquellas trampas, ya era problema del futuro. Aunque supuso que si iban con cuidado, no sería demasiado difícil atravesar el terreno minado. 

Fuera como fuera, tras la cena y una pequeña charla con sus compañeros, todos se encaminaron a la cueva que tendrían que compartir con Dominik. Aquel chiquillo tenía muy mala pinta, de cada vez peor. Daba pena verlo, pero si Marlowe no podía hacer mucho por el, menos podría hacer él.

El cabo decidió tratar de dormir. Con aquel chiquillo muriéndose a su lado y con aquel terrible espantapájaros mirándole, pensó quee costaría más conciliar el sueño, pero realmente se durmió bastante rápido para su sorpresa. Aunque no duró mucho.

Thomas se despertó en medio de la noche sobresaltado. Un gran jaleo estaba teniendo lugar a su lado. Cuando pudo centrar la mirada y aún aturdido, vio como Dominik se había abalanzado sobre la doctora y... ¿Trataba de estrangularla? ¡Eso parecía!

- ¡Dominik no! ¡Suéltala! - Le ordenó para acto seguido acudir en ayudade Marlowe y tratar de inmovilizar al niño.

Emil no puedo evitar que una sonrisa se le dibujase en la cara. ¡Aquella cría tenía agallas! Sus trampas casi les cuestan un disgusto, y aún así la doctora estaba tratando al chaval. Y ni por esas daba su brazo a torcer. La chica tenía futuro. O lo tendría si la vida en ese bosque no fuese el preludio a una muerte prematura.

- No seré yo quién le lleve la contra al Profeta.

Llegada la hora de descansar, Emil buscó el rincón más alejado de aquél maldito Sacrificio. Si tenía la más mínima esperanza de descansar, no era al lado de esa cosa.

Y ni con ésas. El grito ahogado de Marlowe despertó a Emil, quién vio como el niño enfermizo estaba sobre ella, estrangulándola. Ante el grito del cabo, el joven se levantó también para salir disparado al socorro de la doctora. Por desgracia, era el más alejado de la escena.

A diferencia de sus compañeros, Eleanor Marlowe no podía dormir. No hacía falta un examen demasiado exhaustivo para darse cuenta de que, fuera lo que fuera lo que le habían inyectado a aquel crío, no era nada que la medicina tradicional pudiera curar.

En el castillo estaban experimentando con seres humanos... Con niños... Desde luego, aquello ya era suficiente para quitarle el suelo a cualquiera, pero había otra idea que no dejaba descansar su mente. Jitka había dicho que el Profeta iba trayendo niños, algunos de ellos afectados por aquel mal que primero les daba fuerza sobrehumana y luego terminaba por matarles. Había algo en aquella afirmación que no dejaba de rondarle por la cabeza. Que un solo hombre se infiltrara en el castillo y rescatara a un montón de niños ya era de por sí una hazaña bastante impresionante. Pero que lograra infiltrarse en tantas ocasiones para ir sacando poco a poco a otros niños... Aquello era un jodido cuento de hadas... Y aquí es donde surgía la duda que tenía a la doctora sumida en el más profundo insomnio.

¿Cómo conseguía ese tipo sacar a los niños del castillo? ¿De verdad estaba rescatando a esos niños, los cogía cuando los nazis los desechaban o, peor aún, tenía tratos con los nazis y ellos se los daban? ¿Y con qué propósito los tenía en aquel bosque? ¿Por qué los había convencido para permanecer allí sin buscar a sus familias y sumidos en una especie de macabro y siniestro culto? 

Todas estas cosas estaban carcomiendo a la doctora mientras pasaba la noche en vela y paseaba por la cueva cuando algo en la postura de Dominik llamó su atención. De repente, su cuerpo parecía  más tenso de lo normal. Eleanor se aproximó al niño y estaba acercando su mano a su brazo cuando sus ojos se abrieron revelando una oscuridad insondable. Sus jóvenes manos se aferraron como garras a su cuello. Intentó apartar aquellas manos que la asfixiaban mientras retrocedía y luchaba con todas sus fuerzas para liberarse. De forma lejana le pareció escuchar la voz de Thomas, aunque la presión sobre su cuello no cejaba. Por el rabillo del ojo Eleanor vio una luz intensa que se acercaba rápidamente y la falta de aire debía de estar empezando a pasarle factura porque parecía llevarla una vieja con una manta sobre la cabeza... Un momento... ¿Klaus? 

- AHHHGGGGG!!! - fue todo lo que consiguió articular de la retahíla de improperios que intentaban escapar de su garganta mientras intentaba alejar a aquel niño endemoniado de su cuello. 

Klaus no tardó en dormirse aquella noche. O al menos, no tardó en aparentar que dormía.

La decisión de quedarse en aquella cueva con los sectarios alevines le seducía tanto como bailar un vals con Morty, pero dada su situación, el previsible marasmo de trampas que aquellos infantes asilvestrados habrían sembrado por el bosque y lo inquietante que se tornaba a su entender esa oportuna revelación del padre Andrej como una suerte de Profeta enloquecido, terminaron por convencerle de que pasar la noche allí no supondría una muerte completamente segura.

Craso error, como pronto descubrió.

Fraülein Marlowe seguía dispensando sus cuidados al joven licántropo, Dominik, cuyo destino parecía tornarse aciago. 

Penwater y Emil parecían conciliar el sueño. O al menos, intentarlo de un modo bastante convincente.

Klaus, en cambio, estaba en un estado de duermevela en el que su mente hiperactiva seguía dándole vueltas al espantapájaros humano que decoraba la gruta. Se permitió mirarlo fijamente a los ojos un rato, tratando de recordar todo lo que había leído sobre cultos paganos diseminados por Europa. Y fue entonces cuando aquella parodia de un ser mitad hombre, mitad cabra, parpadeó. Ladeó su alargada cabeza encarando a Klaus y sus amarillentos dientes de rumiante parecieron esbozar una sonrisa.

Y sus ojos brillaron como si en ellos latiese el fuego estelar.

No dijo nada. No hizo falta.

Klaus lo supo al instante.

El austríaco sintió el vello del cogote erizársele acompañando un escalofrío que recorrió su espinazo. Se subió la manta hasta la nariz con dificultad, dado el tembleque de sus manos. Quiso seguir mirando, pero no pudo. Se ocultó el rostro bajo la manta y mantuvo uno de sus característicos diálogos consigo mismo.

-Esto no es una casualidad, lieben Freund. Es sin duda un icono pagano a la Cabra Negra de los Bosques. ¿¡Cómo no me he dado cuenta antes...!? 

>> Sin duda, era preocupante estar en un bosque plagado de trampas mortales, al amparo de un culto de jovenzuelos a buen seguro caníbales que idolatran a un fanático del Demonio que, irónicamente, viste alzacuellos... Pero ahora tenemos motivos para estar seriamente inquietos. Y es que somos capaces de entablar un intenso contacto visual con ese... ese... ¿Perchero?

Klaus apretó los dientes. Bajó la manta. Miró al espantapájaros.

Seguía mirándole. Fijamente.

Volvió a cubrirse el rostro.

-Mein Gott... ¡Sigue mirándonos! ¡Como si fuésemos un traidor! ¡O peor! ¡Un espía! ¡Noto esos ojos acusadores atravesarlo todo!

>>Desde luego es una mirada difícil de ignorar en su negrura, qué duda cabe. Es como... Como... Mirar... ¿El Vacío...?

>> Pero querido Klaus, ten presente que las cabras, a lo sumo, balan. Es producto de tu imaginación hipertrofiada. Míralo de nuevo. ¡Solo se le ha descolgado un poco la testa! ¡No pasa nada malo!

>> Nein, nein, nein, nein, NEIN! No pienso quitarme la manta... Sé... Sé que me está mirando... Y no quiero que me mire...

>> ¿Y qué pasa entonces con esos gruñidos...? ¿No vas a investigar qué está ocurriendoooo...?

Cierto era. Gruñidos bestiales, animales. Sonido de forcejeo. Lucha. Había un toque femenino en uno de esos gritos. ¿Marlowe?

Condenado alter ego... ¡Siempre sabía tentarle!

Klaus asomó la mitad de su faz bajo la manta y vio, no sin cierta ironía, un espectáculo de todo punto imprevisto. Dominik, ahora una pequeña fiera implacable, arremetía contra la doctora Marlowe, tratando de estrangularla. Penwater y Emil acudían en su auxilio, con dudoso éxito.

El austríaco miró de reojo a la cabra. Seguía mirándole.

-Condenada imaginería cabalística...-, dijo Klaus poniéndose en pie con la manta sobre la cabeza cual espectro vengativo. Tomó uno de los troncos que ardían en la hoguera, lo alzó cual lanza flamígera y mirando a Penwater clamó.

-¡Penwaterrrr! ¡Salve a la chica! ¡Matarrré a la bestiaaaa!-. Y dicho lo cual, le acercó la antorcha a Dominik al rostro. Como buen amante de la literatura fantástica, Klaus creía que el fuego tiene un poder disuasorio innegable cuando uno se enfrenta a las bestias salvajes.

-¡Rrrrretrosede, licánnnntrrrropo! ¡Teme el fuego primigenio que alejó al hombre de las tinieblas! ¡Atrás, te digo! ¡Atrrrás!-. Pero claro, cuando uno es un ocultista austríaco y no un Caballero de la Orden Teutónica, el valor, a veces, falla. -¿Lo harrrás...? Ahem... ¡ATRÁS!

El joven Dominik se encuentra a horcajadas sobre Marlowe y sigue apretándole el cuello con fuerza, con la cara desencajada y la mandíbula cerrada. Sus ojos siguen completamente negros como la noche y no parece hacer el más mínimo atisbo de flaqueza cuando Heinrich y Penwater tratan de moverlo.

Klaus von Heizinger, en un alarde de ingenio, o tal vez simple paranoia ocultista, se hace con una de las ramas de la hoguera, y acerca el fuego primigenio a la cara del joven, que flaquea por un momento, más por la sorpresa que por el dolor. Empieza a oler a carne quemada y su piel mortecina se oscurece un poco alrededor de la antorcha.

Los gritos de Licannnntrrrropo del austríaco parecen haber llamado la atención de la gente del asentamiento, pues puede oírse la voz de Jitka claramente dando órdenes.

—¡Ha ocurrido! ¡Gabek, Aleksander, coged el cuchillo! —grita la chica al mando desde fuera.

Al ver como Marlowe comenzaba a flaquear, pues era evidente que el faltaba el oxígeno, Penwater agarró de los hombros a ese niño endemoniado y tiró de él con fuerza hacía atrás. ¡Tenía que soltar! ¡No podía ser más fuerte que él, un soldado de los EEUU!

Su intención era inmovilizarle y tratar de atarle con una cuerda o algo. Velvet y Emil podían ayudarle con eso. Al fin y al cabo era un chiquillo enfermo, no podían o más bien no debían hacerle daño. 

- ¡Trae una cuerda Klaus! - Le gritó la ocultista. - ¡Emil, ayúdeme con el chiquillo!