Partida Rol por web

Los hombres quedaron a solas. La luz se iba difuminando aún más: pronto los faroleros recorrerían las calles principales alumbrando con sus pequeñas llamas. La banda local se ocupaba de esas cosas, como en todas las ciudades dormenias.

El bullicio de la posada era más tenue que en otras que han visitado. Tal vez fuera por el clima emocional que se estaba viviendo, o por haber pasado los recaudadores hacía pocos días. Lo cierto era que no parecía una posada donde fueran a encontrarse con peleas nocturnas o de borrachos... aunque siempre podía haber una primera vez.

Hay algo raro. Bebió de la jarra, como si fuera la última vez que fuera a hacerlo, o la primera. Luego la miró mientras hablaba con Volgar, estudiando su burda manufactura. 

Ese hombre, el noble Tribbalson. Algo me escama. Parece un caballero. Forjado a la antigua, ya sabes. No me parece que su idea de vengar a su hijo muerto sea preparar una trampa, por muy corrector que sea el oponente. Aunque la situación lo justifica, parece tener un temperamento digamos, vivo. Ardiente, incluso. Pero, por otro lado, no me parece que mintiera. 

Miró alrededor, los parroquianos charlaban en grupos. Aún así , bajó  algo el tono. A ver qué nos dice, pero aprovecharía esta unión para indagar más en esa casa, si es posible. Con todos los cuidados, por supuesto.

Derian observó a los grupos presentes en la taberna. Estaba acostumbrado a ver situaciones tranquilas explotar en conflictos. Pero, aunque puso su atención en eso, una preocupación le volvió a la mente.

- Me preocupa Tinda. Estoy seguro de que sabe lo que hace, pero aún así... A mí tampoco me gustan las cosas fuera de control. Y ya hay suficientes cosas fuera de nuestro control y nuestro conocimiento, como para sumar una más. 

Miró a Volgar, escudriñando sus ojos. Algo me dice que deberíamos ir con ella. ¿Qué opinas?

- Deberíamos confiar en ella- negó con la cabeza- no necesitó nuestra ayuda para llegar hasta aquí. Estoy seguro de que sabe apañárselas bien. No sé lo que se trae entre manos pero es posible que fuéramos un estorbo para ella más que una ayuda. De hecho, creo que todavía tenemos alguna cosa que hacer por aquí.

El anciano levantó la cabeza como oteando el horizonte en busca de algo... o de alguien.

- Ah, ahí está- sonrió.

Su mirada se posó en el joven hijo del posadero. Hizo un gesto para que le viera, llamándole como cualquier otro cliente habitual que quiere remojar el gaznate.

El muchacho estaba mirando hacia otro lado, pero un coscorrón del posadero lo hizo prestarle atención a Volgar. Ni siquiera se acomodó el pelo y rápidamente se encontraba junto al viejo.

-¿Sí? ¿Qué necesita? Tenemos un vino de la zona que ha tenido mucho éxito- dijo con una sonrisa en el rostro.

- ¿Cómo te llamas muchacho?- preguntó Volgar.

(...)^[1]

- Bien, bien- anunció- traenos algo rápido para beber por todos los demonios, se me va a agrietar la garganta de esperar. Pero antes- le agarró por la manga cuando ya se iba- oye, chico, acabamos de llegar a la ciudad y, la verdad, estamos algo perdidos, tal vez puedas ayudarnos. Venimos a ver al Corrector Karisfen, ¿lo conoces?- sacó una moneda que dejó volar entre sus dedos hasta posarla en la mano del muchacho -¿qué puedes contarnos sobre él?

Derian dejó hacer a Volgar. Miró al muchacho. Esto no le gustaba, pero, como tantas otras veces antes, no parecía haber otra manera. Ojalá el Tribalsson fuera el asesino. Volver a la casa del noble, ayudar a Tinda, batirse con él a espada... creció con la suerte de aprender a leer, y leyó muchas de esas historias de aventuras, de buenos y malos. Aprendió a usar la espada, pensando que podría hacer, quién sabe, alguna cosa buena. No lo había hecho, ni con la espada ni sin ella. Los buenos nunca eran tan buenos como en las historias... los malos eran peores.

-Alen, señor- respondió el joven mirando por debajo del cuello del viejo, al que parecía reservar un respeto propio de la edad -Sí...- se estaba por retirar, pero se sintió retenido.

La primera reacción fue la de mirar al posadero, ¿sería su padre?, pero cuando escuchó que eran preguntas las que le harían, volvió su mirada, exultante al encontrarse con una moneda en su camino.

-No, no lo conozco, señor- dijo respetuosamente -Aunque he oído cosas de él, algunas conversaciones...- se acercó un poco -Pero no debo repetirlas... mi padre me ha dicho que no se dicen cosas de un Corrector sin esperar consecuencias-

En su tono estaba tanto el miedo como la adrenalina de estar infringiendo las normas impuestas.

- Tu padre es un hombre sabio, chico, y haces bien en hacerle caso. No obstante, tienes mi moneda- el gesto dejó claro que sería suya sólo si hablaba- y mi palabra de honor de que lo que me cuentes quedará entre nosotros. Me gustan tan poco los correctores como a tu padre, te lo puedo asegurar.

Puedes confiar en nosotros, chico. Y la moneda no se va a quedar esperando todo el día. - Derian sonrió, afable. 

Una mirada por encima de su hombro le permitió a Volgar ver que el posadero miraba con atención la escena, pero que en principio no parecía decir más nada.

-Señor... es que...- balbució el muchacho que al mirar de nuevo la moneda pareció envalentonarse -Escuchéquelegustanloshombres- dijo todo de un tirón, sonrojándose un poco y mirando fugazmente al posadero, quien justo en ese momento, pareció llamarle la atención algo más del muchacho y comenzó a acercarse a ellos.

Volgar echó un vistazo rápido al posadero que se acercaba con cara de pocos amigos. No convenía demasiado forzar la situación. De repente y sin venir a cuento, el anciano estalló en una sonora y profunda carcajada.

- Gracias chico- animó al muchacho poniéndole la moneda en la mano- tu buen humor me ha alegrado la tarde. Ve por ese vino que prometió tu padre. Estoy sediento.

Alen guardó la moneda en un abrir y cerrar de ojos. Derian pensó que bien podría sobrevivir en la calle, al menos un tiempo.

-Gracias, señor, ahora se lo traigo- dijo con una sonrisa de oreja a oreja, también por la risa de Volgar que pareció contagiarlo.

Volgar pudo ver que el posadero se detuvo, y cuando pasó Alen, le dio un golpe no muy fuerte en la cabeza y murmuró algo por lo bajo.

Los dos hombres no tuvieron tiempo para conversar sin interrupciones, ya que volvió Alen con el vino y unas jarras de arcilla cocida.

-Aquí tienen- dijo el jovencito -¿Desean algo para comer? Mi madre ha preparado un estofado de legumbres y algo más que no recuerdo que está delicioso- sonrió el muchacho -Pero creo que hay alguna que otra cosa más-