Partida Rol por web

Runi tan solo acompañó a los jovenes y observaba la batalla mientras estos liberaban a los arboreos. Aunque escuchó lo que decían miraba a la oscuridad esperando ver en algún momento cómo regresaba Svartfloy. Y como era habitual en el animal, este no le defraudó.
Cuando se posó en su hombro y empezó a "hablarle" el viejo arrugó la nariz, aunque luego sacó un gusano de su bolsita que llevaba al cinto y se lo dió mientras le rascaba la cabeza.

-Buen chico, buen chico.-

Susurró a la par que se volvía al resto.

-Ylva tiene razón. Entiendo que queráis marcharos, pero nosotros no podemos abandonar. Tenemos que encontrar a la princesa Ingelyn.-

Miró un momento a la batalla y a algo que había más allá.

-Svartfloy ha visto una sala con una entrada dorada más adelante. Sospecho que es allí donde se dirigen Logmar y Murgin, hemos de llegar antes. Y es ahora o nunca. No va a ser fácil llegar sin que nos vean, pero hay algunos escombros donde poder ocultarnos, y la oscuridad reinante podría ayudarnos.-

A pesar de todo suponía que los arboréos no querrían adenrtarse.

-Si seguis por este corredor llegaréis a una sala algo más grande con un pasillo elevado que la cruza justo por encima. Escalar hasta ese pasillo y seguirlo hacia la izquierda. Deberíais acabar llegando a unas escaleras. Id siempre hacia arriba y llegaréis a la Atalaya. Yo voy a por la princesa.-

Ylva movió la cabeza afirmativamente ante la sugerencia de Runi. Le parecía una idea estupenda. Además tenía la sensación de que aquel lugar era El Lugar. Solo tenían que llegar hasta él y entrar en pos de su amiga. No habría dios, monstruo o sombra que le impidiese seguirla. Bueno, quizás otras puertas mágicas. Pero aún así, lo intentaría con todas sus fuerzas. 
Sin embargo, a diferencia del anciano, estaba dispuesta a intentar convencer a los arbóreos. Aunque siendo más había más posibilidades de ser descubierto, era importante para ella que no se separasen.

—Kuwo, Wik... Mawi seguramente va a a intentar reunirse con nosotros y nosotros saldremos lo antes posible de aquí. —dijo Ylva ofreciéndoles la mano, como ya había hecho cuando se conocieron— Por favor, venid. Nosotros no os haremos daño y si pasa algo podría ayudaros. Si os vais, no sabremos siquiera si estáis bien o si os habéis perdido en esas cavernas. Además, creo que... 

La arquera dudó, pero finalmente continuó, mirando alternativamente a los arbóreos y a la dirección que debían seguir y que estaba ansiosa por tomar.

—Bueno. Es importante que estemos juntos y seguro que sabéis moveros en silencio tan bien como el mejor explorador skaldi. 

Wik y Kuwo se miraron entre sí. A ninguno de los dos parecía hacerle gracia la idea de acompañar al grupo a lo que parecía ser la boca de un lobo hambriento, pero la mención del nombre de su compañera pareció convencerlos.

—Está bien —suspiró el arbóreo más malcarado—. Iremos. Pero no somos guerreros. Al menor indicio de peligro, yo por lo menos pienso correr...

La batalla continuaba, pero estaba cerca de su final. Otros dos autómatas enanos habían caído destruidos, y de los ocho iniciales ya sólo quedaban dos en pie. Por otra parte, sus enemigos estaban recibiendo de lo lindo y también quedaban muchos menos combatiendo. Sin embargo, algo alarmó a Runi y a los chicos.

No había ni rastro de Murgin, ni de sus esqueletos. Mientras hablaban con los arbóreos, el nigromante enano y sus no muertos habían desaparecido del lugar. Lo más probable era que se hubieran adelantado, dejando a Lognar y sus skaldis para acabar con los centinelas mecánicos y cubrir la retaguardia. Y eso era un grave problema si Ingelyn estaba más adelante...

—Mejor escondeos... Al menos hasta que el peligro pase, de una forma u otra—sugirió la chica. En ningún momento había pensado que aquellos seres luchasen, pues parecían extremadamente débiles para aquellos menesteres. 

Poco más había que añadir, y sí ponerse en marcha. Especialmente ahora que parecía que Murgin y sus esqueletos les habían tomado la delantera. Al darse cuenta de aquello, Ylva salió disparada, como una flecha de un arco, procurando ver bien donde ponía los pies y lo que se acercaba por delante.

Un contratiempo peligroso, demasiado peligroso para ser sinceros. Byrald había vuelto a ser controlado por el hechicero y eso significaba que el enemigo sabía su posición. Debía liquidar el combate con rapidez pues cuanto más se distrajeran combatiendo más tiempo tendrían los refuerzos enemigos para llegar.

Tomó su fiel ballesta con celeridad y se dispuso a disparar al esqueleto, la callada Tressa estaba en peligro y él no podía fallar, no tenía tiempo como de costumbre.

A Glyrhel le hubiera encantado gritar de emoción y correr para ver desde más de cerca y con mayor detalle los secretos de aquellas criaturas mecánicas, pero no solo no se lo permitían las violentas circunstancias, sino que muy probablemente aquellos autómatas no responderían de forma muy amistosa a que un muchacho, en exceso curioso, les cotilleara entre engranajes y palancas. Por ello se limitó a guardar silencio y a contener en una respiración agitada la emoción del descubrimiento entremezclada con el temor a lo que el futuro les deparaba.

Tras un momento de duda echó a correr detrás de Ylva poniendo gran atención en dónde pisaba y hacia dónde corría, aunque con gusto hubiera cerrado los ojos para que la vista no apoyara a una imaginación que no dudaba en presentar escenarios en los que él se topaba con uno de los belicosos enemigos que frente a ellos luchaban.

El disparo de Strumni rozó el cráneo huesudo del esqueleto, pero no hizo blanco. El virote rebotó en el muro de piedra y cayó indefenso unos metros más allá. Mientras tanto, Byrald avanzó sin piedad para atacar de nuevo a Tressa. La guerrera, acorralada contra la pared, se defendió como pudo gracias a su escudo de madera. Tras bloquear la acometida del esqueleto, se agachó para recuperar su espada. La iba a necesitar si quería salir viva de aquello...

Ylva y Glyrhel se lanzaron a la carrera para atravesar el arco de piedra. La oscuridad en la sala continua era casi total, pero de algún lugar en el techo venían algunos rayos de tenue luz, seguramente provenientes de alguna grieta que dejaba pasar unos leves rayos de sol. Era lo suficiente para darse cuenta de que el lugar era enorme. Pudieron ver la puerta que Svartfloy había descubierto. Era efectivamente igual que la que no habían podido atravesar antes, pero estaba abierta.

Justo delante de ella, el grupo de skaldi renegados combatía a brazo partido contra el último constructo enano que quedaba en pie. La mayoría de los guerreros humanos habian caído, y el propio jarl Lognar tenía una fea herida en la cabeza, pero continuaba peleando.

Avanzaron con cuidado, tratando de pasar lo más inadvertidos posibles, pasando de roca en roca, de recoveco en recoveco. Sin embargo, justo cuando estaban a punto de dejar atrás a Lognar y sus pocos guerreros supervivientes, el jarl rugió con su estentórea voz.

—¡Runi! —oyeron gritar al skaldi traidor—. ¡Malditos seáis, tú y todos los magos de este mundo! ¡Sois todos unos traidores!

Debía haber visto al anciano en algún momento, pero no pudo ir hacia donde se encontraban, porque el último de los centinelas enanos estaba poniéndole el combate muy difícil. De hecho, los últimos guerreros skaldi habían huido, dejando solo a su jefe para que se enfrentara a la mole de metal dorado.

—¡Será mejor que me mates, Runi! —exclamó Lognar furioso—. ¡Será mejor que lo hagas ahora que puedes! ¡Si acabo con este maldito engendro, te aseguro que te haré trizas! ¡Y luego iré a por ese maldito enano traidor!

Runi conocía lo suficiente a Lognar para saber que aquello no era un farol. Aunque lo cierto era que la idea de enfrentarse al guerrero mecánico no era mucho mejor. Fuera quien fuera el que ganase aquél duelo, iba a convertirse en un grave problema para ellos...

Runi estuvo tentado de quedarse y ayudar al constructo mecánico a acabar con Lognar, aunque eso significase después enfrentarse a aquello. No obstante la edad le había dado cierta sabiduría, aunque fuese a costa de equivocarse muchas veces.

-Seguid corriendo y no os paréis. Lognar ahora no es nuestro problema, aunque lo que encontraremos dentro será mucho peor me temo.-

No obstante el viejo skaldi no pudo evitar detenerse un momento a contestar al traidor.

-No malgastaré mi magia contigo Lognar. No merece la pena. Además, estás acabado como ya te advertí. Tus hombres te han abandonado, como los combardes que son todos los traidores. Morirás solo, como te mereces y te aseguro que nadie te llorará. Adios Lognar. No volveremos a vernos.-

-Espero- El último pensamiento fue sólo para él mientras seguía a los jovenes hacia la entrada que había encontrado Savrtfloy.

Ylva miró por encima del hombro. Parecía que Lognar había visto a Runi, pero no había de que preocuparse. ¿Un guerrero mortalmente herido contra un mago en plena forma? El resultado estaba claro y Runi se regodeaba gritando al guerrero. Aquello no le extraño a la joven arquera, al fin y al cabo, por muy mago que fuese, Runi era viejo. Y el pasatiempo favorito de los viejos era gritar y criticar a las generaciones más jóvenes.

—¡Vamos!— agarrando la mano a Glyrhel Ylva apretó el paso. Apenas había tenido tiempo de admirar la puerta o de plantearse si hubiesen podido atravesarla de haber estado cerrada, pero aquello no importaba. No cuando estaban tan cerca. Lo presentía. El corazón le latía con tanta fuerza que por un momento pensó que se le iba a escapar por la boca, pero afortunadamente solo brotó un resoplido antes de dar el último acelerón, siempre agarrada a su amigo. No pensaba dejarle atrás. Al menos no mientras Lognar estuviese cerca.

Gruñó el enano debido a su fallo y recargó con premura la ballesta. La chica estaba arrinconada y desarmada, su flecha no había sido demasiado útil y el ataque del esqueleto continuaba así que trató de cambiar la estrategia para conseguir un éxito mayor.

—¡Eh saco de huesos! ¡Tengo algo para ti! —gritó con fuerza para llamar la atención del esqueleto al tiempo que mantenía la posición y se preparaba para disparar de nuevo.

Sin caer en las provocaciones de Lognar, Runi y los chicos continuaron corriendo hacia la puerta, mientras los arbóreos les seguían el paso. Kuwo murmuraba acerca de la locura que estaban comentiendo, mientras Wik miraba a todos lados, nervioso y asustado.

Franquearon el arco de piedra, y lo que vieron más allá les quitó el aliento. Se encontraban en una especie de vestíbulo enorme, cuyo techo era tan alto que se perdía en la oscuridad. Parecía ser una sala inmensa de planta octogonal... o quizá decagonal. Era difícil saberlo con aquella escala tan enorme. Lo único cierto era que las paredes laterales también se evadían a un lado y a otro hasta perderse en las tinieblas.

En el centro de aquella sala, había otra inmensa construcción de piedra. De su parte superior salían innumerables tubos de cobre que ascendían, seguramente para internarse en la roca que rodeaba el reciento. Aquello debía ser el enclave del Corazón de Cobre. Y justo delante de ella... ¡la princesa Ingelyn en persona! Estaba de pie enfrente de una puerta igualmente dorada, como las que habían cruzado para llegar allí. Mara, la exploradora volariana, e Ilwen, la elfa hermana de Merial, estaban también allí. Y las tres se encaraban a un grupo de nada menos que diez esqueletos encabezados por Murgin, el nigromante enano. Si habían esperado que sus fuerzas se hubieran visto mermadas por el enfrentamiento con los autómatas enanos, por desgracia sus pérdidas no habían sido tan graves como las del grupo de Lognar. Pero al menos, después de todo aquél periplo por el subsuelo, habían encontrado a la princesa con vida.

Strumni trató de atraer la atención del esqueleto, pues si aquello seguía así, pronto Tressa habría pasado a mejor vida... Y funcionó, Byrald se volvió hacia él y el enano pudo ver una vez más el fulgor rojo en aquellas cuencas carentes de expresión. Justo entonces, un nuevo virotazo. Y aquella vez, el cadáver no pudo cubrirse a tiempo y el disparo se alojó en lo que en otro tiempo fue su hombro.

Byrald pareció acusar el golpe, pero aún así corrió hacia el montaraz enano con su espada herrumbrosa en alto. La descargó sobre él y le alcanzó antes de que el enano pudiera apartarse. Afortunadamente, la herida no fue grave... pero Strumni tendría que tener cuidado en adelante. Byrald era tan duro de pelar como el resto de no muertos.

Tressa no perdió el tiempo y atacó a su vez al esqueleto con un grito de guerra. El golpe no fue tan fuerte como había esperado, pero al menos alcanzó a su enemigo. Si seguían así, lograrían derrotarlo.

Gruño algo que se perdió en una mezcla de insultos pronunciados en la dura y áspera lengua de los enanos. Tenía la atención del esqueleto y habían logrado impactarle, era sin duda un avance ¿no? Viendo que Tressa había llegado por la retaguardia y había golpeado a lo que anteriormente fue Byrald, decidió seguir con su estrategia y poner tierra de por medio.

Con su ballesta en la mano y habiendo ganado algo de distancia apuntó y disparó el que esperaba que fuera el último virote para tumbar al enemigo.

Efectivamente, aquél fue el último tiro. Strumni respiró hondo, apuntó con cuidado su ballesta y colocó su virote justo en la cuenca izquierda del cráneo del esqueleto.

Byrald se quedó un momento congelado donde estaba, mientras el fulgor rojo de sus ojos se desvanecía. Luego cayó desordenadamente.

—Gra... gracias... —fue lo último que el cadáver del otrora guerrero dijo. Después de aquello, su espíritu se disipó de aquellos viejos huesos. El alma de Byrald podría al fin descansar en paz.

El eco de la última palabra de Byrald aún no había desaparecido, cuando el enano y la skaldi escucharon unos pasos blandos en la galería. Entonces vieron aparecer a la arbórea que les había guiado hasta entonces. Al verles, corrió hacia ellos.

—¡Estáis aquí! —exclamó—. Qué alivio...

Miró en dirección a la galería por la que habían estado avanzando Strumni y Tressa antes de que Byrald les atacara por la espalda.

—¡Rápido, tenemos que reunirnos con los demás!

Un profundo suspiro salió de los labios del enano al ver al esqueleto derrotado, asintió sin decir nada a lo que anteriormente había sido un aliado. Lamentaba el final del esqueleto pero no había tenido otra opción.

—Descansa Byrald —dijo Strumni poco antes de pisar la calavera para asegurarse de que el esqueleto no volviera a ponerse en pie y atacarlos.

—¿Estás bien Tressa? —preguntó el enano mientras comenzaba a reparar en sus propias heridas. Por suerte no tenía nada demasiado serio, podía seguir en marcha y en ese momento era lo único que le importaba.

Las sorpresas no se detenían y apuntó por instinto a la chica arbórea antes de reparar en quién era. No disparó por suerte. Escuchó con atención las palabras de ella y la respondió mientras la seguía.

—¿Estáis bien? ¿Todos bien? El derrumbamiento nos impidió seguiros, estuve  preocupado.

Tressa estaba aún un poco zarandeada por el sobresalto y la pelea con Byrald, pero asintió. El enano se había llevado la peor parte. Había sido una suerte que fueran dos contra uno, de haber estado sólo la situación hubiera sido mucho más peligrosa.

Pero no hubo tiempo para más conversaciones, porque Mawi se apresuró a coger al enano de la mano y a tirar de él para que siguieran por la galería.

—Sí, están bien —respondió la arbórea—. Yo me quedé atrapada bajo las rocas, pero ellos pudieron seguir adelante. Me dijeron que os encontrara y nos reuniésemos con ellos cuanto antes. ¡Tenemos que darnos prisa, nos necesitan!

Tiraba del brazo de Strumni, y por supuesto no conseguía moverlo un ápice, pero sí transmitirle su urgencia.