Partida Rol por web

Al ver toda aquella gente, Ylva bajó el arco. Eran demasiados para enfrentarse a ellos. La mano de Runi, apretando el bastón confirmaba sus temores. Pero aquella luz al final del todo... Tenía que ser el corazón o la princesa. Y no podían permitir que llegasen a ninguna de las dos cosas. La niña rebuscó en el bolsillo y sacó el vial. ¿Sería aquel el momento adecuado? Lo cierto es que quería devolvérselo íntegro a Glyrhel, pero prefería con mucho que saliesen todos vivos.

—Lo siento, Glyr —susurró— no te lo puedo devolver entero. Veamos que hace...

Con decisión, la joven skaldi abrió el vial...

En el momento en que Ylva susurraba aquello, la comitiva de sus enemigos se detuvo justo delante de ellos. El viejo nigromante había dado el alto. Por un momento, temieron que les hubieran visto... pero parecían escrutar las profundidades de la sala más allá del arco de piedra. Cuando Lognar preguntó qué ocurría, Murgin frunció el ceño.

—Ahí delante hay algo... Algo mágico.

Pareció concentrarse por un momento, y despues gruñó con fastidio.

—Maldita sea. Esperaba evitar esas malditas cosas... Preparaos, esto no va a ser un paseo por la cueva...

Inexpresivos, los esqueletos de Murgin desenvainaron sus armas herrumbrosas, y los guerreros skaldi les imitaron. Aunque no parecían tan alentados como los cadáveres por las palabras del nigromante...

En ese momento, Merial tocó con cuidado los hombros de Glyrhel e Ylva. Señaló un punto en el grupo de skaldi.

—Mirad... —susurró.

Los chicos y Runi siguieron la dirección que indicaba la elfa, y vieron que en el nutrido grupo de guerreros había dos figuras más pequeñas. ¡Eran Wik y Kuwo, los arbóreos compañeros de Mawi! Sus cabezas gachas, estaban encadenados entre sí, claramente prisioneros de aquellos skaldi traidores.

Runi estaba sopesando usar el mismo truco que la vez anterior, aunque imaginaba que con el nigromate no daría el mismo resultado que con Lognar. El enano seguramente podría ver a traves de su engaño. No obstante no habían muchas más posibilidades.
Fue entonces cuando vio como Ylva iba a beberse el vial que le había dado Glyrhel. Lo cierto es que si había un buen momento para ver lo que hacian parecía ser aquel. Pero las palabras de Murgin le hicieron pensarselo mejor y posó un hombro sobre la joven skaldi.

-Espera. Parece que va a pasar algo.-

Susurró a los demás. En ese momento la elfa señalaba unos arbóreos encadenados.

-Por lo que dicen hay algo ahí delante con lo que van a enfrentarse. Esperemos a ver qué es. Lo mismo en la confusión podemos colarnos, o al menos ayudar en la pelea. Nosotros solos no podemos con ese grupo, pero lo mismo si los molestamos lo suficiente podemos tener una oportunidad. Esperemos.-

Siguió susurrando Runi mientras sopesaba qué podría ser lo que había preocupado al nigromante.

—Yo también lo espero Byrald —dijo el enano con un tono apenado mientras apoyaba su mano en las piedras que le impedían el paso y le imposibilitaban el continuar tras los jóvenes. La decisión estaba clara y como desde que había comenzado esa aventura, no había tiempo que perder.

—Vamos, hemos de dar la vuelta y desandar lo andado para encontrar la gruta que señalé con anterioridad, subiremos por allí y trataremos de mantener la dirección más parecida a esta que sea posible. Que no os tiemblen las piernas y menos a ti Byrald, que no crujan tus huesos la misión continua —dijo con mayor rotundidad tratando de contagiar algún tipo de ánimo a sus compañeros mientras comenzaba a andar de vuelta.

Cuando no le vieron resopló un poco por el cansancio, era un enano y aquello de realizar largas marchas a la carrera le agotaba pero no tenía tiempo para permitirse flaquezas, debía continuar. Muchas vidas dependían de él, eso era lo que se repetía mentalmente.

Tras oír al enano, Ylva dejó el vial y, si bien esto vino al tiempo que la mano del anciano se posó sobre su hombro, el gesto sirvió para que se frenase en su impulso de lanzarse contra ellos. Acaba de ver a los dos arbóreos atados y estaba realmente furiosa por ello. Pero Runi tenía razón... Había que pensárselo antes de atacar. Sobre todo teniendo en cuenta que, por las palabras del enano, aquello no era ni el corazón ni Ingelynn.

La arquera tensó el arco y apuntó al nigromante, calculando mentalmente cual sería el mejor punto para acabar con él. Quizás en vez de luchar podrían escabullirse, pero no pensaba abandonar a los dos arbóreos a su suerte. Tampoco tenía esperanzas de matarlo, pero si lograba hacerle mucho daño, quizás los esqueletos se derrumbasen. Odiaba la inactividad y aquellos cálculos, aunque más tarde podían ayudarla, no hacían nada por calmarla. Pero como había dicho Runi, había que esperar el momento adecuado. 

Aunque Glyrhel compartía muchas cosas con Ylva, una de ellas no era su nivel de resolución e impulsividad. Prueba de ello era que no pocas veces el muchacho se había visto arrastrado, a veces incluso de forma literal, a actuar de un modo que nunca hubiera llegado a imaginar como resultado de las ocurrencias de su amiga. No se quejaba, y no solo era porque hasta ahora todo había salido relativamente bien, sino porque de un modo extraño, quizá hasta retorcido, le llegaba a ¿gustar?

Fuera como fuera aquella no era una de las situaciones en las que estaba de acuerdo con su amiga. Es más, era de esas escasas en las que hubiera tragado saliva, sacado pecho, y, tras pensárselo un poco más, se hubiera opuesto de forma clara a la idea de Ylva. Por suerte, para su alivio, no fue necesario.

Cabeceó afirmativamente tras escuchar al anciano. Lo mejor era esperar; esperar y ver. A veces las respuestas llegaban solas. A veces la diferencia entre el fracaso y el éxito, era esperar a la oportunidad.

El montaraz enano abrió la marcha cuando el grupo dio media vuelta. No tardaron en llegar a la gruta que Strumni había descubierto un rato antes. Al examinarla mejor, se dio cuenta de que era más angosta de lo que había imaginado en un primer momento. Cabrían por ella, sobre todo Byrald, pero no podrían ir demasiado deprisa y tendrían que pasar de uno en uno.

Tressa se adelantó para ir la primera y Byrald la siguió, lo cual dejaba a Strumni para el último lugar. La grieta ascendía en la oscuridad, y los tres compañeros fueron agarrándose a los salientes para impulsarse hacia donde fuera que llevaba aquella falla. Strumni temía que en cualquier momento se convirtiese en un camino sin salida... pero por fin tuvieron un poco de suerte y en unos minutos desembocaron en una galería tallada por las expertas manos de sus congéneres. No sólo eso, si no que Strumni comprobó enseguida que en esa galería había huellas frescas. Un grupo de humanos y esqueletos había pasado por ahí no hacía mucho.

Pero no pudo entretenerse mucho examinando las huellas, porque en ese momento Tressa gritó alarmada. Hubo un golpe metálico y un destello de chispas. Cuando Strumni se volvió para ver qué ocurría, un escalofrío le recorrío la corta espalda. Las cuencas de los ojos de Byrald se habían iluminado con un fulgor rojizo. El esqueleto acababa de lanzar una estocada a traición contra la guerrera skaldi, que se había podido proteger en el último instante, pero había perdido su arma al bloquear el golpe. El cadáver avanzó hacia ella y alzó su espada una vez más, dispuesto a lanzar un nuevo ataque.

Mientras el anciano y los chiquillos se mantenían a la expectativa, Lognar desenfundó su espada con gesto airado.

—Que el invierno eterno congele a cada enano de este mundo... —masculló—. ¡Adelante, al ataque!

Con un grito de guerra, el jarl traidor dirigió a sus hombres contra lo que fuera que les esperaba en la oscuridad. Los skaldi le siguieron profiriendo rugidos y haciendo chocar sus armas con sus escudos, una visión a la que Runi estaba bastante acostumbrado y que le traía recuerdos de campañas pasadas. Aquella era la primera vez que el anciano deseaba que los skaldi que se estaban lanzando al combate recibieran una buena paliza.

Los cuatro compañeros observaron como Lognar y sus hombres, seguidos de Murgin y sus no muertos, cruzaban la arcada y corrían hacia el brillo dorado... ¡que de pronto también se movió! A la luz de las antorchas que los skaldi llevaban, pudieron distinguir a qué se debía aquél resplandor, y lo que vieron les dejó boquiabiertos. En un primer momento, pensaron que se trataba de guerreros enanos en una brillante armadura dorada, pero cuando se fijaron mejor, descubrieron que se movían demasiado al unísono, y que de algunas ranuras en su coraza surgían volutas de vapor. ¡Eran guerreros mecánicos! Sin duda debían ser constructos creados por los antiguos enanos de aquella fortaleza mítica, encargados de proteger sus corredores y estancias.

El grupo de Lognar y Murgin se enzarzó en combate con aquellos centinelas metálicos. Los golpes y las maldiciones resonaron en la caverna. Los autómatas enanos eran ocho en total, y sus adversarios les superaban ampliamente en número. Pero eran duros de pelar, tanto o más que los esqueletos, y en poco tiempo varios skaldi habían caído ya derrotados por las hachas y martillos de aquellos impresionantes artefactos.

Merial observaba fascinada la batalla que tenía lugar en la cámara adyacente, parapetada tras el arco de piedra.

—Increíble... —murmuró—. Cuando se lo cuente a Ilwen no se lo va a...

Pero se interrumpió al mirar atrás y descubrir que, en sus prisas por lanzarse contra aquellos centinelas dorados, el grupo del jarl y el nigromante había abandonado a sus prisioneros en el corredor.

—¡Wik, Kuwo! —la elfa corrió hacia los arbóreos—. ¿Estáis bien?

En verdad aquella era una visión aterradora, hombres, no muertos e ingenios mecánicos enzarzados en combate. Runi trataba de encontrar alguna manera de poder atravesar aquella marea de violencia sin caer en ella. Pero era dificil. Aunque una cosa buena era que los dos arbóreos habían sido dejados a su suerte.

-Venga, ayudemos a Merial con sus amigos. Tal vez sepan algo que pueda ayudarnos a pasar por ahí.-

No obstante cuando se movía en dirección a los prisioneros, el viejo skaldi susurró algunas palabras a su pajaro y este salió volando.

-Vamos a necesitar pasar al otro lado, mira de buscar algún camino que no sea por en medio de la pelea. Pero que no te vean.-

—La cuarta...—murmuró Ylva como cayendo en cuenta de algo— ¿Será posible... ?

La muchacha movió la cabeza,como intentando sacudirse algo de la cabeza,solo que en vez de hojas o bichos, lo que intenta sacudirse eran ideas. Sin decir más, se acercó a toda prisa hacia los arbóreos, para ayudar a Merial a liberarlos. En silencio, examinó las ataduras, esperando que fuesen de cuerda o algún mecanismo que pudiese conocer. La chica tocó el hombro a la elfa y se llevó el dedo a los labios, indicandole tanto a ella como a los arbóreos que no hiciesen ruido. Cierto era que los skaldi estaban ocupados en asuntos de mayor importancia, pero si se giraban a destiempo podían tener más problemas. Tenía muy claro que si no les conseguía liberar, los llevaría en volandas y, aunque eran ligeros, esperaba que Merial le ayudase pues estaban atados entre sí.

Wik estaba tan asustado, o tan contento, que gruesas lágrimas verdosas rodaban por sus mejillas. No tardaron en liberarle de sus ataduras, que eran simples cuerdas, y el arbóreo se lanzó a los brazos de Merial.

—¡Me... menos mal! ¡Po... por fin se acabó la pe... pesadilla!

La criatura hipaba al hablar, y sus hombros se sacudían mientras sollozaba abrazado a la elfa.

Kuwo no tardó en estar libre también, y miró con reprobación al otro arbóreo.

—¡Wik, cállate! —siseó—. ¿Quieres que vuelvan? No estarás contento hasta que vuelvas a hacer que nos cojan...

Luego miró a Ylva y Glyrhel, y le vieron sonreír levemente por primera vez.

—Es una suerte que hayáis estado aquí. No hubiera sido bonito tener que escaparnos solos y atados por estos condenados túneles. Pero se ve que esos bárbaros tienen cosas más importantes de las que ocuparse que un par de prisioneros arbóreos. Por lo que iban comentando, tienen problemas... No sólo aquí, si no en algo que llaman "la atalaya". Por lo visto, están luchando contra enanos, y se les están resistiendo. El enano del parche no paraba de maldecir contra vosotros, decía que si no hubiérais alertado a una tal Uwa, todo hubiera sido mucho más fácil. Pero bueno... supongo que lo que les venga mal a ellos, nos vendrá bien a nosotros.

Se volvió hacia la galería de la que acababan de venir.

—Bueno... que se apañen contra lo que sea que estén peleando. ¿Nos vamos ya? Tenemos que salir de aquí, empezamos a notar la falta de sol...

Mientras Kuwo hablaba, el combate se iba desarrollando en la cámara contigua. Los esbirros de Lognar y Murgin habían conseguido derribar ya a cuatro de los constructos enanos, pero las pérdidas que estaban sufriendo no eran moco de pavo...

Svartfloy regresó en ese momento y se posó en el hombro de Runi. Lanzó varios graznidos, y tuvieron la sensación de que se esforzaba por hacerlo en "voz baja", si es que eso tenía sentido para un cuervo...

Los graznidos de Svartfloy sonaban apresurados, pero Runi pudo saber que su amigo alado había recorrido la cámara cercana y había descubierto cosas. Al parecer había una sala de aspecto importante más allá. Svartfloy incluso había visto algo que describió como "entrada dorada".

En cuanto a acercarse sin que les vieran, no sería fácil. Había algunos escombros en la sala tras los que podían esconderse, y también contaban con el abrigo de la oscuridad. Pero no existía una ruta completamente segura...

—¿La falta de sol? Mawi no nos dijo nada de eso... No estáis heridos, ¿no?

Al oír eso, las teorías que barajaba fueron sustituidas por preocupación. No sabía hasta que punto era urgente que los arbóreos saliesen de allí, aunque suponía que tenía sentido aquello de que necesitasen luz, como las plantas. La mención a la pequeña arbórea la chica se dio cuenta de que probablemente agradecerían que les dieran información sobre su amiga— Estábamos con ella hasta hace unos minutos, que nos separó un derrumbe. Estaba bien y se iba a reunir con otros miembros de nuestro grupo, pero nosotros no podemos irnos, nuestra amiga necesita ayuda y...

La joven se interrumpió al ver la extraña actitud del cuervo. Aunque por suerte para ella, como para cualquier otro cazador con un poco de corazón, no podía entender a los animales, si veía el estado del cuervo y sus nervios. Aquel graznido quedo podía ser algo muy bueno o algo muy malo. Solo Runi lo sabía. Sin poderlo evitar, Ylva lo miró con curiosidad.