Partida Rol por web

- ¡Alto! ¡Soy Ambiórix, jefe de los hombres del lugar! ¡Dadme todo vuestro dinero, estúpidas ratas, rendíos o esta noche beberemos cerveza en vuestros cráneos mientras arrojamos vuestra asquerosa carne a los buitres!- dice la figura que se oculta tras los tres arqueros.

¿Quieres dinero y rendición? pides mucho señor bandido ya teniendo su arma y su escudo alistados no le podrá pasar nada y mejor aún esta hasta atras sin embargo será dificil llegar a ellos ¿Qué podrá hacer? en esta situacion tan dificil, sin duda pelear será la mejor opción, ya armado nadie puede vencerme, se decide a pelear pero espera el asentimiento del capitán, no puede atacar si no es autorizado por obvias razones, así que espera la respuesta y hasta entonces solo se pondra listo para defenderse

Luego ve a la cazadora a su lado Veremos si se gana mi respeto voltea y le sonrie a manera de que espera ver un buen espectáculo de parte de ella

Bandidos.

Esos celtas estúpidos, con sus estúpidos arcos. Si le dejaran pelear a mano desnuda... Pero les apuntaban, y sospechaba que cualquier movimiento que no fuera entregarles hasta los calzones de debajo de la ropa sería interpretado como una amenaza. No le apetecía morir en aquella mierda de valle de alta montaña, a manos de esos celtuchos. Vive hoy, lucha mañana.

Pero, después de todo, era un soldado. No hizo ningún gesto amenazador, e incluso hizo ademán de comenzar a desabrocharse el cinto. Esperaba las órdenes del capitán íbero aquel, también para dar algo de tiempo a la exploradora y el rezagado para auxiliarles.

Esperaba, por sus cojones fenicios, que no huyeran y les dejaran a la merced de un puñado de celtas que podían sodomizarles por pura diversión.

Me quedé de piedra en cuanto escuché al galo, no moví ni un dedo. Estaba preparado para lo que el capitán ibero ordenase, aunque he de reconocer que fue un gran error mandar a ese energúmeno el primero, ya que estaba casi sordo.

Miro al chico que tengo a mi lado y le susurro, -¿Ves?, esto no hubiera pasado si yo hubiera ido delante escondida, agradeceselo al capitan. Voy a intentar escaparme y atacarles por la retaguardia, no parece que tengan vigilantes aquí detrás. Por cierto, me llamo Reena, ¿y tú?-.

Vigilo alrededor para asegurarme de que no hay enemigos, y luego, si veo que los arqueros vigilan a los de delante, me escaqueo entre los árboles...

"No creo que este sea momento para presentaciones, ya charlaremos cuando hayamos acabado con estos vándalos aquí o en el inframundo."

Fritz le digo en voz baja al moento que veo intenta hacer su movimiento Espero que todo salga bien, sino tendremos problemas pero si le sale será aceptada por el capitán, eso creo La ve que lo intenta y regres asu atención a el bandido sin hablar solo viendo a los 3 arqueros y luego a él

El capitán íbero reflexiona unos segundos y al final ordena el ataque.
- ¡Atacad soldados de Cartago! ¡Esas ratas son solo cuatro, no tenemos nada que temer!

Ambiórix, al oír al capitán íbero, aprieta los dientes y ordena a los arqueros tras lo que se esconden que ataquen.
- ¡Ya los habéis oído, matad a esos malditos cerdos africanos!

Los bandidos asienten y se preparan para el ataque.

¡Maldito ibero estúpido! Si hubiéramos esperado un poco, les hubiéramos pillado por sorpresa. Embrazó el escudo y tomó la lanza, que vendría mejor para herirles en aquel terreno desigual y agreste.

-¡Himilko, conmigo!

Tendríamos que cubrirnos el uno al otro mientras avanzábamos contra el primero de aquellos bandidos. Ir solos era una temeridad, porque podrían dispararnos por la espalda.

"¡Por Baal! ¡Por Aníbal! ¡Por la Gloria de Cartago!"
- Grité, mientras me cubría con el escudo alzado y bien afianzado junto a Sikarbaal.

Cada vez escuchaba el nombre de Aníbal sentía que la sangre le hervía. Ese hombre era quien tenía la culpa de que ella estuviera allí, lejos de su familia, sola. A cada hora del día temía por lo que alguno esos hombres le pudiera hacer.

Para su suerte, pensaba ella, y así lo había podido sentir, en cierto modo estaba protegida, porque algunos de esos soldados eran edetanos y, aunque no le servían, por el contrario, ella debía estar sirviéndoles a ellos las raciones de comida, sí se encargaban de protegerla procurando mantenerse, en la medida de posible, cerca de ella.

Himilce cavilaba en muchas cosas mientras caminaba casi al final de la fila, tanto ella como otros de los prisioneros y esclavos que con el grupo viajaban, hasta cierto punto eran resguardados por los soldados. No les dejaban al final de la columna por la simple razón que si eran atacados por la retaguardia serían blanco demasiado fácil, fuera que, conjuntamente con ellos, se llevaban las provisiones y armas pesadas.

Y al final pasó, fueron emboscados, aunque no por un ejército precisamente, sino por unos bandidos que le parecían tanto o más peligrosos, ya que éstos son hombres sin ley ni mucho menos códigos que puedan ser preciados de honor.

Ocurrió lo inevitable, ambos grupos se enfrentaron, agazapada como estaba, manteniéndose lejos de la zona del conflicto, pensó en que esa era la ocasión perfecta para huir. Preocupados como estaban los soldados, no repararían en su ausencia en un buen rato, pero su sentido común la detuvo.

Si se habían topado con bandidos en ese lugar que a ella le parecía casi inasequible, nadie podía asegurarle que no se encontrase con más estando sola y, si eso ocurría, ahí sí que debería temer por su vida e integridad física.

Se hizo con una espada que obtuvo de entre las cosas que transportaban. No sabía usarla, apenas tomarla, pero dado el caso algo podría hacer, aunque fuese el ridículo.

Uno de los bandidos asiente y dispara dos flechas apuntando al capitán íbero.

La primera flecha de los bandidos, impacta sin dificultad en el hombro del capitán íbero, casi en el pecho, y pierde 7 puntos de vida.
La segunda flecha, en cambio, acierta en una pierna del capitán íbero, aunque no parece una herida grave. Pierde 6 puntos de vida.
El capitán íbero parece tener dificultades para permanecer en pie, y permanece totalmente paralizado, en una situación un poco extraña, parece que el ataque le ha dejado algo confuso.

El segundo de los bandidos también dispara dos flechas contra el capitán íbero.

La primera flecha del segundo bandido acaba impactando en el pie del capitán bandido, que grita de dolor, haciendo eco su grito en las montañas. Ha perdido 6 puntos de daño.
Sin embargo, la segunda flecha del bandido fracasa, y roza la cara del capitán.

Vaya charlatán inútil dice casi murmurando Y se negó a aceptar lo que la cazadora ofreció, sin duda un cobarde y saca sus armas preparándose para lo que tendría que pasar