Partida Rol por web

Llevan varias horas de caminata. El sol hace tiempo que ha dejado su punto más alto y se va acercando el atardecer. Atrás han dejado un par de aldeas, pero no hay ninguna más a la vista. El Bosque aun está a cierta a distancia y seguramente no lleguen antes de la media noche.

Así pues, el grupo se encuentra en ante el dilema continuar o buscar un sitio adecuado para pasar la noche y descansar. Después de todo, Ella aun tiene una herida que necesita atención y descanso. Y a poca distancia, a un lado y a otro del camino, pueden encontrarse algunos bosquecillos que podrían ofrecer cierta protección.

Estaban ya muy cerca, pero la idea de entrar en el bosque en plena noche, y después tener que buscar aún donde hacer campamento, en la oscuridad y entre los árboles, no le atraía demasiado.

-¿Deberíamos pensar en donde pasar la noche? O, al menos, buscar algo con lo que hacer luz si seguimos adelante. Yo llevo una lámpara y yesca y pedernal, no sé si vosotros también tenéis.

Miró a Ella con preocupación. La chica era fuerte, aguerrida y una extraordinariamente habilidosa guerrera, pero lo que no era, era invulnerable, y los orcos habían logrado hacerle heridas graves. Incluso si Lakara ya se había encargado de hacerle una cura, no iba a sanar inmediatamente.

-¿No te molesta la herida?-Le preguntó a Ella, aunque mirando por el rabillo del ojo la expresión de Lakara. No estaba seguro de que alguien acostumbrado a la vida de guerrero como ella, no desestimase sus heridas más de lo conveniente.

Las horas de caminata y las emociones del día estaban causando ya estragos en Morwen. Más a menudo de la cuenta se encontraba recolocando la mochila en su espalda, incómoda.

- Creo que a ninguno nos vendría mal un poco de descanso, pero sobretodo a ella, sí. -Miró a la mujer oso, preocupada-. También tengo yesca y pedernal -añadió a lo dicho por Erik-. Quizás en una de esas zonas podríamos resguardarnos un poco para descansar ni que sean un par de horas. -Señaló los bosquecillos que había a ambos lados del camino-. También tengo una tienda de campaña y un saco para dormir, individuales eso si, pero quizás nos puedan dar algo más de cobertura si decidimos parar.

Dos o tres aldeas dispersas aquí y allá salpicaban el camino hacia el Bosque de las Almas y la muchacha aprovechó esas brevísimas pausas en la marcha para aprovisionarse de agua y...
—Disculpe, buen hombre, ¿podría decirme dónde...?
Un instante después, Ella se perdía al trote calles adentro para regresar al rato cargando un paquete.
—Es para que repongas lo que utilizaste con las heridas de aquel soldado y las mías —exclamó, y le entregó a Lakara aquel paquete. (*)
Y continuó la marcha a paso firme. La ominosa presencia de aquel bosque atraía a la muchacha como un insecto a la luz de una hoguera. Allí se encontraba la Pastora de Almas.
Y quizá la Osa.
Y los sueños perdidos...
***
El anciano Gerold decía que, en su implacable tarea de transcurrir, el tiempo ponía señales para que las criaturas recordaran que siempre estaba allí, transcurriendo. La caída de las hojas era una señal. Las distancias de la tierra era otra. Pero como las criaturas eran olvidadizas, el tiempo tenía los ocasos.
Ella contempló las últimas luces del día y los arreboles de las nubes con cierta nostalgia de su tierra. ¿Qué estaría haciendo Arnulf el Oso Calvo? ¿Y el anciano brujo? ¿Estaría Weoh contemplando el mismo atardecer?
Se encontraba así, ensimismada en aquellos pensamientos, cuando Erik le preguntó por sus heridas.
—Estoy bien. Lakara hizo un gran trabajo. Apenas me molesta el brazo y ya no sangra —respondió con una cansada sonrisa, y añadió: —Pero, cierto es, me vendría bien dormir un poco. Anoche no pude hacerlo...
Ella había vigilado la noche anterior junto a la cama de John quien se desvelaba entre las pesadillas y la fiebre. ¿Qué sería del muchacho? Lo imaginaba escapando de la posada para dirigirse hacia el Bosque de las Almas y terminar con aquel hechizo (¿era un hechizo o una maldición?) que recaía sobre Princesa. Quizá hasta volverían a cruzarse en el camino otra vez.
—¿Queréis acampar aquí mismo? —preguntó y señaló los bosquecillos aledaños. —¿O preferís hacerlo a la vera del Bosque de las Almas?

Erik miró a los bosquecillos que Morwen señalaba y asintió.

-Sí, si paramos, creo que será mejor acampar allí. No están muy lejos y estaremos más protegidos y fuera de la vista de los que pasen por el camino. Y si sólo yo llevo lámpara, podemos hacer una hoguera o unas antorchas. Incluso si no las usamos, podemos llevar las antorchas con nosotros. Aunque aún así, creo que deberíamos hacer turnos de guardia. No haría falta que todos hagamos un turno, si hacemos tandas de  dos horas. Creo que tú es mejor que descanses y recuperes fuerzas.-Le dijo a Ella- Pero si necesitamos llamarte o despertarte, ¿cómo nos dirigimos a ti? Sé que dijiste que no tenías nombre ya, pero no me parece muy educado dirigirnos a ti siempre como "tú".

Gemnir asiente al comentario de Erik, dándose un par de golpes en el zurrón.

—Yo llevo también una lámpara —dice—. Y unas cuantas velas. No muchas, pero pueden ser útiles si necesitamos luz de forma urgente.

Se muestra también de acuerdo con acampar en uno de los bosquecillos. Siempre es mejor estar a resguardo, aunque sea de unos troncos y arbustos, que en mitad del llano cuando llega la noche.

—Si queréis descansad a gusto. Yo puedo hacer el primer turno de guardia. Todo parece tranquilo, pero creo que la idea de que alguno permanezca alerta no es mala.

La muchacha frunció el ceño ante las palabras de Erik: no comprendía su preocupación. ¿Por qué era poco educado decirle tú a alguien? Sin duda, tenía mucho que aprender de las costumbres de las gentes que habitaban fuera de los clanes.
—¿Entonces si me llamara "Tú" sería un nombre poco adecuado? —preguntó. Y, tras pensarlo un instante, concluyó. —Si necesitas mi hacha bastará con que grites "orcos" o lo que sea que represente un peligro. Pero si solo quieres despertarme, tócame el hombro y ya —dijo.
Luego centró su atención en el bosquecillo más cercano. Si iban a acampar allí debían elegir el lugar más adecuado y buscar leña, entre otras cosas.
—Echaré una mirada por allí e iré a buscar leña. Y algo que comer también. Quizá encuentre algunas bayas y raíces.

Jaskier ha estado intentando animar el viaje con algunos acordes del laud. Tambien se pasa un rato ajustando las palabras a los versos acerca de las heroicidades del grupo, buscando la mejor musicalidad y tambien la mejor forma de describir los golpes feroces de los guerreros, la astucia de la elfa, y lo leal de los soldados.

Todo con un objetivo: Mantener la moral alta, y que la gloria del combate opaque el dolor de las heridas.

— Con la fama de peligroso que tiene el bosque de las almas, mejor que durmamos en el camino en vez de el bosquecillo. Lo digo porque si nos ataca algun animal salvaje, podríamos verlo y no tendría donde esconderse para emboscarnos. Vamos, digo yo.

Así pues, por mayoría, el grupo se dirige a uno de los bosquecillos cercanos al camino, buscando poder resguardarse de las miradas indiscretas y ataques inesperados. No tienen mucho problema en encontrar ramas para poder encender una hoguera y protegerse del frío y de las criaturas salvajes. Nunca se sabe lo que uno puede encontrar tan alejados de la capital y tras haber vivido un ataque a una ciudad protegida.

A pesar de todo, Erik no consigue encender un fuego, pero Ella lo consigue sin ningún problema. Quizá por estar más acostumbrada a vivir en la naturaleza. 

Ella volteó la mirada ante las palabras del músico y se encogió de hombros como restándole importancia a aquello de un posible ataque de algún animal salvaje.
—No te preocupes: te tenemos a ti. Sin duda, tus canciones calmarán a cualquier fiera. Y si acaso eso fallase, tenemos a Lakara –le respondió con una sonrisa, pero no parecía estar bromeando al respecto.
En la batalla contra los orcos, tanto el músico como la sanadora habían mostrado su valía con creces, y aquello no había pasado desapercibido a los ojos de la muchacha. Sobre todo, las hábiles manos de Lakara. Y tanto fue así que se aseguró de que la mediana tuviera vendas como para emparcharlos desde allí hasta el mismísimo corazón del bosque, ida y vuelta. (*)
Tras una cuidadosa inspección, la muchacha eligió para acampar un pequeño claro entre los árboles lo bastante apartado del camino y de las miradas indiscretas. Luego formó un círculo con piedras y encendió una discreta fogata. Hecho esto, se sentó frente al fuego y se quedó contemplando las rusientes brasas. Sus grandes ojos castaños estaban ensombrecidos, sin brillo y ojerosos.
Llevaba ya varias noches en la insomne caza de un sueño que le rehuía y, en esas ocasiones, pensaba del mismo modo en que caen las hojas. Los pensamientos se desprendían de su cabeza uno tras otro y caían; los seguía con la mirada durante un momento mientras flotaban delante de ella antes de caer en el fondo de su (des)memoria. La muchacha bostezó ostensiblemente y estiró los brazos a lo alto haciendo crujir sus cansados huesos.
—¿Tienen hambre? Nunca les pregunté, ¿a qué van al Bosque de las Almas? Puedo imaginar algunas razones, pero... —Miró a Gemnir. —Será la primera vez que mis ojos vean a un enano adentrarse en un bosque —confesó.
Y mientras esto decía fue vaciando sus alforjas y ofreciendo a los demás gruesos puñados de frutos secos, algunas raíces dulces y unos bizcochos de miel.

Se suponía que la misión era secreta, pero habían viajado y luchado al lado de Ella, la había visto verter su sangre por defender a la ciudad y no podía imaginar que pudiera tener malas intenciones.

-A alguien que está sufriendo por lo que hizo alguien que está en el Bosque. Estamos intentando ayudar a esa persona.-Miró a los demás dubitativo. Aunque él se fiara de Ella, no quería añadir más detalles sin la aprobación de los demás.

Morwen se adentró en uno de los bosquecillos junto al resto, caminando algo más alegremente al ritmo de la música del bardo. No es que tuviese motivos reales para estar contenta ni nada por el estilo, pero tenía que reconocer que a veces su música era buena compañía. Además, saber que estaban por descansar hacía que todo pareciese mejor de algún modo.

No entendía los reparos que tenía la mujer oso a la hora de decir una forma en la que dirigirse a ella. No es que "tú" estuviese mal, pero era poco práctico. Morwen supuso que tendría sus motivos. Quizás la gente de su tribu únicamente pudiese ser llamada por su nombre y nada mas.

- Yo podría hacer el segundo turno, si queréis.

Miró a Erik y afirmó con la cabeza, dándole a entender que apoyaba que hubiese contado parte de la misión a la mujer oso.

Posó la mochila en el suelo y antes de sacar su saco, observo alrededor por si hubiese algo que llamase su atención.

¿A quiénes se referiría Erik con aquel "estamos"?
La muchacha mordisqueó un bizcocho y contempló a la semielfa; luego a los demás. Morwen parecía bastante cercana a Erik, y a Lakara también. Quizá eran ellos tres, pero...
Recordó que Erik le había dicho esa misma mañana que todos ellos llevaban juntos desde el comienzo de aquel viaje en Libantir, apenas dos días atrás.
—Ah, por eso viajan juntos, pero entonces... —Un grupo de desconocidos, un objetivo común. —¿Eres un... mercenario? —Dudó, buscando las palabras correctas. No las encontró. —¿Te contrataron para esta misión?

La idea de Ella acerca de que pudiese amansar a las fieras con un par de notas me arranca una sonrisa ¡Vaya si habría sido útil eso de poder calmar a alguien tocando música! Sobre todo si se tratase de algún padre demasiado cuidadoso con sus hijas o de un marido tan cornudo como celoso. Y por no hablar de algun acreedor imperioso, que son los peores. Desde luego la idea de poder calmar a un ser rabioso con mi lira habría sido de lo más útil.

— Y yo puedo hacer la última guardia. Al fin y al cabo me motiva bastante ver salir el sol — y dejo oculto que me preocupa que pueda ser la última vez que pueda ver salir el sol. Respecto a Erik me limito a asentir. Parece que Ella es digna de confianza, y de todos modos se terminará enterando en cuanto entremos — respecto a lo que preguntas, en gran parte es por preocupación hacia la que está sufriendo. Seguramente ella nos lo agradezca, pero al menos por mi parte es alguien que no puedo dejar que siga sufriendo — y no es una mentira en absoluto pues si perdemos a la única hija del rey, el vacio de poder traería a otros reyes, a nobles haciendo de su capa un sayo y todos pelearían por la tierra. Y ya sabemos que cuando los nobles se pelean curiosamente somos los humildes los únicos que sangramos y morimos.

— No me quedo del todo claro lo de los orcos asaltando el pueblo ¿Son autóctonos del lugar, hay un poblado orco cerca enviando soldados a atacar regularmente, o era una banda ocasional de las muchas que pasan por aquí? ¿Que pensais el resto? — digo mas preocupado por la idea de tener que encontrarnos a más orcos y esta vez sin los fieros soldados del Imperium, que tan valerosos se mostraron al derribar al monstruo tan grande. Pensativo deslizo el pulgar por el filtrum, ocultando los nervios ante un futuro incierto ya que estamos en tierra hostil.

Gemnir avanza junto al grupo, cubriendo su retaguardia, mientras se acercan al bosquecillo. Una vez allí, permanece atento observando la llanura que les rodea. Todo sigue pareciendo tranquilo, probablemente pasen la noche sin sobresaltos. Entonces escucha el comentario de Ella y sonríe.

—No es habitual, lo admito —dice en referencia a lo de los enanos entrando en bosques—. Aunque la verdad es que yo tampoco soy un enano al uso. No será el primer bosque en el que entre. Pero sin duda sí será el más peligroso...

Acepta un puñado de frutos secos con agradecimiento, y no dice nada sobre que le hayan revelado aquello a Ella. A él también le parece bien, no cree que la mujer de las pieles represente un peligro para el grupo y menos después de haber luchado como lo ha hecho.

Mientras el resto charla, se aparta un poco para seguir vigilando, aunque no tanto como para dejar de oír la conversación.

Lakara se queda un poco apartada, buscando un lugar seguro en el que dejar a los burros. Mientras tanto, los demás charlan alrededor de la fogata mientras comen frutos secos y pastelitos. Parece que Ella está llena de misterios y siempre tiene comida. Quizá de las muchas veces que habrá cazado y recolectado antes de encontrarse con ellos. Cuando Lakara se acerca a ellos, le agradece a Ella los kits de sanación que ha comprado aunque le asegura que no era necesario que gastase su dinero en esas cosas.

-Ah - dice con satifacción -. A relajarse un poco.

Lakara no lo quiere decir, pero las ampollas de su pompis no están en las mejores condiciones después de tantas jornadas de viaje. No ha sido solo el que les ocupa, si no también el de llegar a la capital.

-Pues parece que cierto ente puso una maldición que afecta a la princesa del reino y aquí estamos intentando sobrevivir a la aventura. Aunque no sabemos ni quién puso la maldición, ni por qué está en el bosque ni qué va a pasar si se cumple. Hay muchas preguntas sin contestar - se encoge de hombros recordando que el que los ha enviado a ese lugar no dio demasiada información.

Come un poco de lo que ofrece Ella.

-Jaskier, siempre queriendo cantar y ahora no lo haces. ¿Sabes alguna canción de la princesa? Ya que estamos aquí gracias a ella, al menos que sepamos a quién intentamos salvar.

Las últimas luces del día hace tiempo que han dado paso a la noche. La única iluminación que hay es la hoguera aunque los ojos del enano y de la elfa están habituados a los lugares oscuros. De todas formas, de momento parece que de poco hay que preocuparse. Los sonidos que escucha son los normales de la noche. Algunos animalillos nocturnos han comenzado su actividad y se mueven, cautos, de aquí para allá.