Partida Rol por web

El poder de Janira es peculiar, pero claro, supongo que si pudiera sacar información nos la habría facilitado. No como Rodolphus, claro

— ¿Y quizá podrías interrogar a un sabio del pasado? El Bosque no siempre fue como es ahora ¿Verdad? Tu poder es impresionante. Hasta el momento, lo único que teniamos para conocer el pasado eran canciones deformadas al pasar de boca de un juglar a oido del otro, y textos escritos por el vencedor que tienen de crónica lo mismo que de propaganda. Pero tu puedes encontrar La Verdad.

Y si, reconozco que las canciones que conozco, que he aprendido y que si sobrevivo transmitiré tienen cambios, siempre se adaptan a la melodía de moda, y se ajustan a tener que atraer al público ¿De que sirve cantar en la plaza si nadie te escucha? ¡Eso no da monedas!

-¿O quizás alguien que conociese cosas de ese mal antes de ser encerrado en el bosque?¿Alguien que hubiese luchado con él? ¿O sabrán la Pastora y la Reina cómo evitar que vuelva a renacer? No sólo tenemos que evitar que se libere, sino que primero tenemos que averiguar cómo hacerlo. Y no nos queda mucho tiempo. Si al menos supiésemos más de cómo combatirlo, sería más fácil.

Pero si Janira no tenía mucha más información que darles, lo único que les quedaría era entrar y ver lo que podían hacer. Aunque eso sería por la mañana. Puede que su misión hubiese cambiado, pero lo que no lo había hecho era que seguía siendo mala idea entrar en un lugar tan peligroso como el Bosque de las Almas durante la noche, cansados y en la oscuridad.

La raza de la mujer oso debía ser peculiar cuanto menos pues en lugar de apostar por seguir el camino juntos y separarse más adelante, en lo que parecía ser un odio primigenio decidió que odiaba a la sombra probablemente lo mismo que odiaba un baño o la propia sensatez.

Ahogó un suspiro, sintiéndose en parte culpable, pues lo que había pretendido con su discurso más que terminar de encender las llamas de la ira había sido lograr meter algo de sentido común en esa cabeza de mujer osa adolescente, pero estaba claro que si había fracasado estrepitosamente con su hermana a quien conocía casi más que a sí misma, no iba a ser diferente con una desconocida. Lo cual no dejaba de ser una pena, se mirase por donde se mirase, pues una parte de ella sintió una desacostumbrada punzada de preocupación por la chica. Aunque fue mucho más consciente del hecho de que perdían una guerrera con redaños.

- Así que, a modo de resumen, estamos solos y vendidos a una prueba que desocnocemos qu enos juzgará por unos baremos que probablemente nada tienen que ver con los que miden el mundo conocido por nosotros. Y si no pasamos, nadie nos acompañará hasta la salida si no que estaremos muertos - se calló un momento, torciendo el gesto antes de decir -. La próxima vez que alguien me despierta para darme una mala noticia, espero que por lo menos me prepare un té o algo... - ¿qué más podía hacer a parte de acceder, por peligroso que fuera, cuando sus opciones eran de lo más limitantes? Por más poca gracia que le hiciera, para ella no había vuelta atrás, así que terminó por mirar a la Sombra de la princesa -. Sólo para estar seguros, ¿encender un fuego en el Bosque se considera inapropiado? Un fuego para cocinar o calentarnos. ¿Y cazar para comer? ¿O recoger bayas o plantas? ¿Es algo por lo que podrían juzgar que estamos ahí para hacer daño?

Janira niega con la cabeza.

-No puedo hacer nada más. Estando tan cerca del bosque, la magia se debilita. No tengo más respuestas a vuestras preguntas. Lo siento mucho. Estoy segura que la Pastora y las hadas que viven en el bosque os explicarán qué es lo que se puede y lo que no se puede hacer en él. Ahora todos deberíamos descansar pues el día de mañana será definitivo. Cuando mi caballo haya descansado, partiré de nuevo para llegar junto a la princesa.

Con esto dicho, está claro que Janira no sabe mucho más de lo que ya contado y seguir preguntando no será fructífero. Pero además, la noche avanza y quedan pocas horas para el alba y para poder descansar antes de adentrarse en lo desconocido. Así pues, intentan descansar lo que buenamente pueden o lo que la nueva información les deja.

El alba llega con el trinar de los pájaros. Al levantarse, Janira ya no está. Recortado en el cielo que clarea, se encuentra el bosque. No tardarán más de media hora en llegar. Quizá solo un poco más. El día ha llegado.

Gemnir despierta de un sueño ligero e inquieto. Cuando se levanta y estira para retomar el último tramo de viaje, descubre que Janira ya no está allí. No esperaba que les acompañase, y no les ha dado toda la información que les hubiera gustado tener antes de encaminarse al Bosque, pero al menos les ha dado algunas respuestas. Y saben lo que deben hacer a continuación.

—¿Estáis listos? —pregunta, tomando su martillo—. Hoy por fin llegaremos al Bosque, y no puedo negar que estoy un poco inquieto ante lo que encontraremos. No era ya muy divertido dirigirse a un lugar tan peligroso, pero mucho menos sabiendo ahora que es la prisión de un mal ancestral...

Comprueba su equipo, para asegurarse de que todo está a punto por si debe combatir. Una cosa es enfrentarse a unos orcos y un trol para defender una ciudad... y otra muy diferente internarse en un bosque donde acecha algo tan peligroso como lo que Janira les ha contado. Pero no tienen otro remedio, así que deben hacerlo.

—Sigo pensando que esto me queda grande, por mucho que esa mujer intentara animarme —murmura—. En fin... al menos mis habilidades no dependen de la magia y el Bosque no las afectará. O eso espero...

La muchacha se alejó dejando atrás consejos, preguntas y recriminaciones. Furiosa, sus largas zancadas muy pronto la llevaron lejos de aquel murmullo de voces y fuera del mismo bosquecillo. Furiosas zancadas, furiosos pensamientos y furiosas sensaciones. Ella era una osa furiosa. Furiosa y herida. 

Una vez fuera de aquel bosquecillo, alzó la vista y contempló el firmamento que arropaba a todas las criaturas, grandes y pequeñas, hostiles o pacíficas, bellas u horrendas. A todas cubría por igual, sin juzgar, sin recriminar, sin opinar siquiera sobre su condición. Agradecida, Ella bendijo esa pequeña dicha que lentamente apaciguaba su furia, pensando que su padre, Arnulf, el Gran Oso Calvo, estaría contemplando el mismo cielo, y quizá en ese mismo momento.  Y el anciano brujo Gerold. Y Weoh.  

Los extrañaba.

Y, mágicamente, aquella furia partió dejando lugar a la nostalgia.

Extrañaba a su tierra, a su gente...

Pero, primero, debía encontrar a la Osa y preguntarle porqué había marchado llevándose a sus sueños con ella. ¿La había ofendido acaso? Y si tal era, ¿cómo podía reparar aquel daño? 

Los pasos de la muchacha trotaban incansables en aquel oscuro camino bajo el abrigo de la noche. Caminaría hasta que sus pasos le dijeran "hasta aquí" y solo allí se detendría.

—Y que el Gran Oso guíe mi andar, y que los Ancestros iluminen mi camino...

Con los nervios del día siguiente, lo que había tardado en dormir, la visita de Janira interrumpiendo el descanso y que a pesar de que en su trabajo había muchas veces en que tenía que levantarse temprano, no era una persona que disfrutase especialmente de las mañanas, a Erik finalmente se le habían quedado pegadas las sábanas. O la capa, puesto que había dormido en el suelo. Cuando por fin despertó, varios de sus compañeros ya estaban levantados. Pero no tener tienda ni saco de dormir también tenía sus ventajas, y no necesitaba mucho tiempo para recoger sus cosas y tomar unos bocados de sus raciones de viaje como desayuno. Praticamente se tuvo que obligar a comer; los nervios de lo que iban a encontrar, sus responsabilidades y la prueba que les esperaba hacían que tuviese mariposas en el estómago. Pero suponía que necesitaría las energías.

Así que cuando Gemnir preguntó si estaban listos para partir, no hizo falta esperar por él.

-Yo estoy listo-Le contestó. Aunque la afirmación se refería más a que no dejaba nada atrás que a que él estuviese listo para entrar en el Bosque. No creía que ninguno de ellos lo estuviera. El problema era que no había nadie más.

Tras Gemnir y Erik es Jaskier quien se levanta.

Con algo de ánimo intenta reavivar las ascuas para calentar un desayuno que compartir con todos. Algo de raciones, alguna infusión... Lo que sea, con tal de no llevar el estómago quejándose por el camino. Y al juglar no le sorprende que tan misteriosamente como vino Janira, esta se haya ido

— A ver: ya era E-X-T-R-A-Ñ-O  que nos encontrase la primera vez. Salimos antes que ella, fuimos a un paso bastante ligero y sin grandes desvios ni paradas. Hasta tuvimos suerte de resguardarnos del aguacero. Así que sólo hay una forma de que ella nos diese alcance y que ademas nos encontrase. Y esa forma era con magia ¿No os parece?

Voy tostando algo de pan. Ya está reseco, pero a las brasas estará más comestible.

— Respecto a la incursión en el bosque. Diría que SI, maese Gremnir. Y que nos viene grande A TODOS.

Con un rostro grave, hago crujir algo del pan.

— Pensad que incluso a la feroz Luthicá, la guerrera del castillo, le viene grande. Pero al menos creo que gracias a Janira la tarea está más clara. Y nuestra prioridad ahora es lo que dijimos noche: Tratar el bosque como si fuese una posada, o un palacio incluso; y actuar como si el dueño del lugar nos estuviese vigilando.

Hago crujir otro trozo de pan, notando si está perfecto al fin.

—Si en nuestra posada favorita no romperiamos una mesa o  una silla para echarla al fuego, pues tampoco deberíamos de hacerlo con los árboles de allí ¿No?  Capaces son de que les hayan puesto nombre y todo.

Como sea, y por si acaso, recojo unos cuantos palos del suelo y los guardo en la mochila. Tengo una idea al respecto y quizá hasta no sea ni mala.
Si. Necesitaré madera que NO sea del bosque. Y si puedo, hasta semillas.

Le gustaría decir que esa charla había sido útil. Seguro que así era pero para su gusto, no tanto como hubiera deseado. Claro que la necesidad que tenía en ese momento Lakara de practicidad pasaba porque alguien le dibujara un mapa con una flecha donde dijera: árbol de las mil caras, flor del mal, no pisar aquí, ni aquí, ni aquí, aleja a Zair de ese prado con hierbecita y dile a Nair que no se orine en encima de esas setas que igual vive un gnomo. Por desgracia para ella, alguien había decidido que las cosas tan explícitas no eran divertidas, quizás una todopoderosa fuerza de la naturaleza, quizás un ser superior. quizás el destino, que era una perra.

Fuera como fuera, esperaba que le intercambio de información por la chica osa valiera la pena pues por el momento no lo tenía claro y fue precisamente aquello lo que hizo que, tras aquella breve conversación, el sueño la eludiera prácticamente lo que quedaba de noche.

Aunque en algún momento debió de cerrar los ojos porque para cuando se despejó, se encontró con los sonidos de los primeros madrugadores susurrando en el claro en el que habían acampado. En silencio, no tardó en vestirse para salir de la tienda mientras se anudaba el cabello en una coleta justo en el momento en que Jaskier respondía al enano.

- Tampoco siento que tengamos muchas más opciones - comentó tras un ligero saludo con la cabeza antes de cortarse un poco de queso y empezar a comerlo con pequeños mordiscos, tras lo cual se puso a recoger la tienda -. La verdad es que todo lo que podemos hacer es, como dice Jaskier, tratar el bosque como si fuera casa de nuestra madre y nos fuera a atizar con la escoba si lo pringamos todo de barro. Se mira pero no se toca hasta que nos informen de lo contrario.

Tras un breve desayuno y recoger el improvisado campamento, el grupo se dirige hacia el Bosque. No hay pérdida. Está frente a ellos. Y no tardan demasiado en llegar a su linde. Tras poco más de una hora, se encuentran justo en una de las entradas al Bosque. De cerca, el Bosque impone aun más. Pero no parece demasiado amenazante. Ni tampoco hay carteles que digan "Muerte al que entre", "Peligro a los aventureros" o "Las Hadas comen niños". Todo parece muy tranquilo. 

No parece que nada se interponga entre ellos y el entrar en el Bosque, aunque los burros están un poco intranquilos. De todas formas, solo se puede hacer una cosa y es continuar con ese viaje. Lo que encuentren más allá de los límites del bosque, solo los hados lo sabrán.

Aunque quizá sea porque Morwen es, en parte, elfa que puede notar que algo no está bien en aquel lugar. Para Mowen, los árboles parecen estar quejándose con el crujir de sus ramas. Un lamento que se lleva el viento y que solo aquellos con una profunda conexión con los árboles y la tierra pueden escuchar.

Casi parece un canto fúnebre. Están cantando a su propia muerte.

El Bosque está enfermo.

Suspiro.

"Muerte al que entre"
"Quien ose entrar perderá algo más que su alma"
 

Si, todo muy tranquilo. Todo muy tranquilizador.

Suspiro.
— Creo que si el bosque está lleno de hadas, y que es un ser vivo, lo mejor que podemos hacer es anunciar nuestra presencia. Entrar educadamente y todo eso.

Así que saco mi zanfoña y empiezo a tocar una tonada alegre pero respetuosa.
Siento que seremos como una pulga, o un piojo. Nos notarán en cuanto pongamos un pie ahi dentro, así que... p'alante.

Morwen había permanecido el resto del viaje hasta el bosque callada, meditando todo lo que había ocurrido y las palabras que el resto habían intercambiado mientras ella recogía la tienda tras haberse levantado más tarde de lo que pretendía. Pero algo la había sacado de sus pensamientos.

Justo en el límite del bosque, se detuvo y miró a los árboles. Cerró los ojos y dejó que los sonidos de las ramas llenasen sus oídos durante varios segundos. Abrió los ojos nuevamente, con pesar, y visiblemente afectada por algo.

- Tienes razón con que es un ser vivo. De momento. -Contestó a Jaskier, pero no le miró, pues siguió observando el arbol que tenía en frente de ella-. Están muriendo y lo saben.

Tragó saliva y con los ojos húmedos dio varios pasos hasta quedar a escasos centímetros de uno de los árboles.

- No te voy a hacer nada. -Susurró y entonces colocó la palma de su mano contra la corteza del árbol y cerró los ojos, atenta-. ¿Cómo podemos ayudaros?

Cada día que pasaba con estas personas, Erik aprendía algo nuevo.

Cuando habían llegado al Bosque y Morwen se había puesto a hablar con los árboles, Erik se había quedado asombrado, observando en un respetuoso silencio, intentando no hacer ningún ruído para no interferir en la conversación que estaban teniendo. Aunque la verdad es que no sabía si los estaba escuchando con las orejas o qué (¿quizás por eso las orejas de los elfos eran más grandes, para poder oír las cosas que los humanos no podían oír?).

Lo cierto es que jamás se le había ocurrido que los árboles tuvieran algo que decir. ¿Todos los árboles hablaban o sólo esos? Ahora estaba recordando todas las veces que había cortado leña y madera. O la vez que había gravado sus iniciales y la de la primera chica que le había gustado. O todas las veces-pensó, enrojeciendo-que había "aguado" algún árbol, mientras estaba patrullando los bosques y le había entrado las ganas. Imaginaba que si los árboles tenían sentimientos, todo eso serían cosas que no apreciarían mucho. Decididamente, esperaba que los árboles no guardaran rencor. Y no hablaran entre sí.

Ella se va alejando cada vez más del grupo. La noche cerrada se cierne sobre ella y no hay luz que ilumine lo que tiene alrededor. Pero eso no parece importarle mucho a la muchacha. Sigue caminado y caminando, sin seguir un rumbo concreto, hasta que se encuentra con un muro. Un muro de árboles. 

Ha llegado al Bosque. Y en la noche oscura no parece muy dispuesto a dejar que una extraña se adentre en sus dominios. Quizá es la señal que necesita para parar y descansar. O puede adentrarse en un terreno que desconoce y que no parece demasiado amigable en esos momento. Si es que encuentra una entrada en esa oscuridad.

Están muriendo.

M-U-R-I-E-N-D-O

Esto es algo que ya me pone los pelos como escarpias. Y me hace pensar en el cretino de Rodolfus ¿Tal vez nuestra misión no era sino venir aqui, ver si el bosque no era peligroso, y entonces mandar una legión de zapadores?

— Quizá un regalo de vida le siente bien — digo enarbolando mi cantimplora. Al fin y al cabo, dicen que el agua es el elemento que da la vida (Aunque otros dicen que es el aire, otros que es la tierra, y otros que el fuego vital)
Por mi parte, pienso en todas las ocasiones que he dormido a la sombra de un árbol, plácidamente y con dulces sueños. O las veces que he desaguado por la mañana, y las agradecidas volutas de humo que emergían de la tierra.

Todo este tiempo los árboles nos hablaban, y hasta ahora no me di cuenta.

La muchacha detuvo sus pasos y contempló la sobrecogedora inmensidad del Bosque de las Almas. En aquella inasible oscuridad, el bosque parecía "cerrado" a cualquier intento de internarse en él. Y así lo entendió Ella, por lo que se presentó:

—Te saludo, Gran Hermano, y te pido permiso para permanecer a tu vera —saludó al bosque, con la humildad propia de una pequeña criatura ante tanta inmensidad. —Una soñadora me dijo que en tu corazón hallaré las respuestas que busco. Hace muchos soles dejé atrás mi tierra en busca de la Osa, y de mis sueños perdidos. —Hizo una pausa. —Regresaré con las primeras luces del día y esperaré a que abras un sendero y así entenderé que me has concedido tu permiso —murmuró.

Hecho esto, Ella buscó un sitio protegido y apartado donde descansar hasta el alba, para regresar luego por la respuesta del bosque.

De cerca, el Bosque es más imponente de lo que Gemnir había imaginado. Contempla los árboles, sabiendo que ya no pueden retrasarlo más. En breve estarán abriéndose paso entre su espesura, y las consecuencias que eso pueda traer...

—Bueno, pongámonos en marcha si hemos acabado de admirarlo —dice—. No nos queda más remedio que jugarnos el todo por el todo y, si el Bosque debe juzgarnos, descubrir cuál es su veredicto...

Dicho lo cual, camina con paso lento pero decidido hacia su interior, martillo al hombro pero listo para empuñarlo sin dudar. Irá en vanguardia, y si existe alguna amenaza dentro, será el primero en enfrentarla.

El bosque parecía un bosque como cualquier otra. Si no supiera el bosque que era, diría que sus burros se habían vuelto cosmopolitas y aborrecían pisar sobre hierba, pero no, estaba claro que había algo más allá de meros árboles, animales y plantas. Eso o sus compañeros habían decidido que era el mejor momento para perder la cabeza del todo.

- ¿Se te ha ido la cabeza o qué? - le siseó a Jaskier cuando empezó a tocar la zanfoña. La balada podía ser todo lo alegre y respetuosa que el bardo creyera que era...para él. Lo cual no quería decir que a los animales o a cualquiera que los estuviera observando aquello les gustara lo más mínimo -. ¿Es que nunca has pisado un maldito bosque en tu vida? Eso sólo hará que perturbar a los animales en cualquier maldito lugar pero, por si fuera poco, en un lugar como este puedes estar alertando de nuestra presencia a kilómetros* a la redonda a quienes no queremos que sepan que estamos aquí. Además, ¿quién te dice que a los seres de aquí les gusta la música? ¿o que no les molestan a nivel auditivo los sonidos de tu...cosa esa? ¿O que las normas del bosque prohiben la música? ¿No hemos dicho lo de comportarnos de más?

¿Pero por qué tenía que estar explicando algo tan sumamente obvio? ¿Y por qué a nadie se le ocurría pensar que aquello estaba mal? Fácil, porque Morwen parecía haber conectado con su elfa interior y ahora resultaba que era una abraza-árboles enfermos, Erik parecía estar batallando con recuerdos sombríos de una antigua guerra y Gemnir, bueno, era un enano, no entendía lo que se expresaba bajo la barba.

Se llevó una mano al rostro a la desesperada mientras Morwen esperaba respuesta del árbol. Frase que, en su cabeza, sonaba ridícula.

Y no. Morwen no recibe una respuesta de los árboles. Y es que los árboles no hablan. Al menos, no los de ese bosque. De todas formas, parece que la comitiva está precedida por Jaskier y si zanfoña que no tiene efecto alguno en el pesar de los árboles ni en su esperanza de vida. A su lado el enano, que va con su martillo a la espalda. 

Los otros tres que forman parte del grupo se quedan un tanto rezagados. Si esperan una invitación del bosque, quizá no la reciban.