Partida Rol por web

Bocado tras bocado, Ella escuchaba las palabras de Jaskier y las unía a las de Erik y, remontando en su memoria, a las de John. ¿Están hablando de Princesa?, pensó.

Se limpió las migas del bizcocho y apuró un trago de agua. Estaba realmente cansada, pero su cabeza era un remolino de pensamientos atropellándose unos a otros. Aún así, primero se centró en lo único importante y que sabía de boca de los aldeanos y soldados.

—-No creo que haya un asentamiento orco en las inmediaciones. O quizá sí, pero uno reciente. Los soldados dijeron que era el primer ataque en esa ciudad . Creo que era una pequeña avanzada de los mismos orcos de cuando cayeron los Salones Occidentales. Por entonces el Paso del Norte quedó inutilizado y quizá buscan adueñarse de todos los accesos del Río de Plata y tener vía libre para sus tropelías. Aquella fue una mera incursión; llegarán más, muchos más. Como ocurrió en el norte —afirmó con furia.

Hubo un largo silencio, solo roto por el rebuzno de los burros y el crepitar de la fogata. Fue entonces que habló Lakara. Parecía relajada, pero no fue eso lo que llamó la atención de Ella, sino lo que dijo. ¡Hablaba de Princesa! La muchacha casi se puso a dar palmas, ¡lo sabía!, como lo sospechaba ellos estaban tras la maldición, como John. Y apostaría que...

—Ah, ¡Princesa y la maldición! Escuché sobre ella... —Tras una pausa. —Ninguno de vosotros conocéis a Princesa, no sois parientes ni amigos, ¿estoy en lo cierto? —preguntó, o casi aseveró.

Desde que John le había contado de Princesa y de su maldición, Ella se había sorprendido de que ningún allegado a la muchacha fuera al bosque a romper la maldición. Ni su padre, ni sus amigos, ninguno. Después pensó que quizá aquello era parte de la maldición y se entristeció por Princesa. Sola, sin sus seres queridos y dependiendo de la voluntad de extraños. ¡Era terrible! Pero también era maravillosamente extraño. ¡Tantas voluntades ajenas a Princesa luchando por salvarla de aquella maldición!

-¿Ya conocías la maldición?¿Pero cómo?-Se asombró Erik-. Pensaba que era algo secreto, y sólo los que necesitaban conocer sobre el tema lo sabían.

Después se quedó pensando en las preguntas que les había hecho Ella. No eran mercenarios. ¿O sí? Suponía que en realidad sí. Después de todo, aunque quisiesen ayudar a la princesa, y al reino, y evitar una guera, la primera razón por la que habían acudido a aquella llamada había sido porque se les había prometido una recompensa. Y desde luego que si volvían con vida, iba a reclamarla.

-Supongo que sí se nos podría llamar mercenarios, en algún sentido. Aunque no es que nos dediquemos a luchar en guerras o a matar a otros por dinero. Pero nos prometieron una recompensa por ayudar a la princesa. No la conocemos. Bueno, sabemos que existe, y he visto dibujos de ella en pasquines y cuando llegan hojas de noticias al pueblo y cosas así. Pero no es nuestra amiga, ni mucho menos familia. Pero si algo le pasara, podría haber guerra en todo el país. Es lo que pasa con las personas importantes, si nosotros morimos en el Bosque, sólo les importará a los que nos conocen, pero si la princesa se pincha el dedo cosiendo, probablemente los fabricantes de agujas vayan a la ruina.

Estaba cansada. Estaba malditamente cansada de días y más días lejos de su cómoda casa, de Nair y Zair y su pompis lleno de ampollas. En alguna época había tenido un culo bonito pero en aquel momento lleno de ampollas reventadas y con olor permanente a aloe vera no podía decirse que no fuera una visión más horrible que la del careto del orco machacado.

Por ello se había apartado y apenas había intercambiado alguna palabra con sus compañeros, agradeciendo de forma ausente los vendajes que le había facilitado la mujer oso mientras sus pensamientos empezaban a convertirse en una vorágine obsesiva sobre el dolor permanente de su trasero. Casi había llorado de alivio cuando habían decidido parar para descansar, aunque en lugar de decir cuanto lo necesitaba se había encogido de hombros como si tal cosa, había rebuscado entre sus remedios y había buscado un lugar tranquilo en el que untarse aquella masa sangrante que era ahora su culo.

Un poco más cómoda, había regresado junto a los demás para encontrarse a todos dando vueltas sin mencionarlo al tema de la princesa y su maldición hasta que, cansada de los rodeos, había dado voz a aquella historia que ni siquiera les pertenecía.

- Ya que estamos dando vueltas sobre este tema, a mí el dinero me da un poco igual. No voy a renunciar a él - aclaró antes de que alguno se lo sugiriera -. Pero mi motivo principal para venir aquí no es ni el dinero ni la princesa, busco una planta que sólo crece en el interior de este bosque, o eso dice no sé qué libro que leyó mi madre - aclaró con una mueca de hastío -. Con eso no quiero decir que os vaya a dejar en la estacada aunque quería dejar claro que ese es mi principal objetivo.

Gemnir escuchaba a los demás mientras departían, y comprobó que aunque a todos excepto a Ella les unía la motivación de la recompensa, algunos también tenían otros motivos para hacer ese viaje. Le llamó la atención especialmente la razón de la mediana para ir al Bosque.

—Yo sí soy un mercenario puro y duro —dijo, encogiéndose de hombros—. La vida me ha llevado a eso, y de momento no he encontrado un motivo que me haga luchar por algo diferente. Aunque sería un cambio agradable, sin duda... ¿Para qué sirve esa planta que buscas, Lakara? No tienes que responder si no quieres o puedes, pero me ha llamado la atención que estés dispuesta a internarte en un sitio tan peligroso para conseguirla. Debe de ser una planta valiosa...

Cuando se cercioró de que nada parecía que les fuese a interrumpir la noche, volvió a acercarse junto al resto y sacó la tienda de dormir y el saco mientras escuchaba la conversación de las distintas motivaciones del resto.

- ¿Y esa planta, cómo es? -miró a la mediana durante un segundo, antes de seguir con la tienda-. Si todos tenemos una descripción quizás podamos ayudarte a encontrarla más fácilmente, aunque sea de casualidad.

Era una tienda pequeña, individual, así que tampoco le costó demasiado montarla. Además estaba acostumbrada a acampar, porque para ella, esa había sido de las pocas aventuras que había vivido.

- A mi simplemente me gustan las aventuras. Creo. Aunque no negaré que la recompensa ha tenido bastante peso en querer unirme. -Forcejeó un poco con la tienda de campaña, asegurandose de que estaba bien sujeta-. Quiero poder ser independiente. Trabajo en la taberna de mis padres, y ese dinero me vendría perfecto para dejar ese trabajo. El problema no son ellos, si no los clientes. Cualquier día le saco el ojo a alguno.

Una vez se aseguró de que estaba todo perfecto, se sentó junto a la hoguera.

- Si alguien quiere puede usar mi tienda. Yo tengo saco, que también está bastante bien. -Miró a Lakara y a la mujer oso, que parecían ser de las que más parecían necesitar un buen descanso.

—El anciano Gerold dice que los secretos son murmullos en los rincones que se propagan más rápido que los mosquitos. ¡Y que la misma peste! Quizá sea cierto —exclamó, y se encogió de hombros. —Ha llegado a mis oídos y eso que vengo desde muy lejos y ni siquiera sé quien es Princesa. —Hizo una pausa mientras se rascaba la barbilla, como siempre lo hacía cuando estaba cansada. —Pero, por lo que dices, parece ser una bruja muy poderosa... e irascible —reflexionó (literalmente) sobre lo dicho por Erik, sorprendida. En verdad, Ella no quería conocer a aquella mujer que por un solo pinchazo enviaba a la ruina a muchos otros.

Luego, volteó la mirada hacia Morwen y asintió a sus palabras. Una descripción o, mejor aún, un dibujo de aquella planta serían de gran utilidad si Lakara quería que la ayudaran en su búsqueda. 

Finalmente, rechazó el ofrecimiento de la elfa con un torpe movimiento de la cabeza:

—Te lo agradezco, pero también tengo una tienda y un saco de dormir —dijo, y señaló uno de los bultos amontonados a su lado.

No había esperado tanto interés con el tema de la planta, ella lo había mencionado porque no le gustaban las mentiras ni los secretos y no le veía sentido a fingir un gran interés patriótico por el mundo humano. Cierto que parecía que las consecuencias de aquello podían llegar incluso hasta su recóndito poblado, pero incluso así no se sentía demasiado inclinada a creer a pies juntillas el objetivo de aquella precipitada misión. Si Lakara no se había opuesto más a lo que a ella le había parecido un sinsentido había sido por el mero hecho de que, de todos modos, a ella le convenía.

- No me importa que preguntéis - terminó por decir, aunque su ceño se frunció un poco con frustración -. Y la verdad es que, en honor a la verdad, dispuesta, lo que se dice dispuesta, no estaba. He venido ciertamente forzada por mi madre que tiene más mal humor que una villa de orcos juntos - aclaró, poniendo los ojos en blanco -. Lo voy a hacer corto para vosotros... tengo una hermana gemela que a parte de por el físico, no nos parecemos en nada. Desoyó nuestros consejos y se marchó a vivir la vida y a correr aventuras y todo eso que Jaskier podría poner perfectamente en una de sus canciones. Pero lo que no cuentan las canciones es lo que pasa cuando te encuentras con un lagarto mitológico que te saca así como demasiados metros de altura y te achicharra la cara. Así que mi hermana se acordó entonces de que tenía familia y volvió a casa para que mi madre y yo cuidáramos de ella. El fuego de Uruk Kala es eterno con lo que mi hermana lleva un par años sintiendo el fuego en la piel y, por si os lo preguntáis, eso vuelve loco a cualquiera. La verdad es que creo que sería mucho más piadoso matarla - comentó, encogiéndose de hombros con lo que probablemente parecía demasiada indiferencia por su parte. Pero es que ella había vivido ya demasiado de gritos en la noche y dolorosos cuidados de una persona que ya las había rechazado previamente -. No para mi madre, que se ha pasado dos años buscando como apagar el fuego de Uruk Kala y, básicamente, es con esa maldita planta. Lo cual no cambia que mi hermana ha perdido completamente la cabeza, pero mi madre esa parte no quiere escucharla - obvió todo lo demás que seguía, el modo en que su madre la había forzado a aceptar aquello contra su voluntad porque aquellos eran temas familiares de los que se preocuparía si sobrevivía -. Y aquí estoy yo. No sé mucho de la planta en cuestión, sólo sé que se encuentra a los pies de un árbol que tiene el rostro de los mil años, signifique lo que signifique eso.

Ella no era una aventurera ni ambicionaba el dinero como les sucedía a los demás, tal y como había explicado Morwen. No era que tuviera nada de malo pero la mayoría de personas tenían excesivamente idealizadas las aventuras. En su experiencia como sanadora, había más de muñones amputados que de heroicas y exitosas hazañas. Y aquel, precisamente, había sido el problema de su hermana.

- Yo también tengo tienda - terminó por decir, tras un momento de silencia, asintiendo ligeramente en señal de agradecimiento ante la oferta de la elfa.

A Erik le pareció que Ella no había comprendido del todo lo que él había querido decir. Aunque su hermana le había explicado un montón de cosas raras que hacían las princesas que aparecían en algunos de los libros que leían, como notar guisantes bajo colchones, o morirse envenenadas y volver a la vida cuando las besaban, así que a lo mejor algo de magia sí tenían, aúnque él no intentase decir eso. No es que conociese muchas princesas personalmente.

Cuando Lakara contó por qué estaba aquí, no se le ocurrió que decir. no podía asegurarle que todo iría bien, porque incluso si encontraban la planta y curaba a su hermana, el problema iba más allá de eso. Y decir que lo sentía sonaba bastante vacía. Se le hacía difícil imaginar que una madre pusiera en peligro a una de sus hijas por ayudar a la otra, pero no todas las madres era iguales. En todo caso, con su problema más inmediato sí podían ayudarla.

-Entonces te ayudaremos a buscar ese árbol. Será más fácil entre todos. Y luego...cuando decidas qué hacer, si en algo más necesitas ayuda, podrás contar conmigo para lo que sea.

Aún no le había contestado a Morwen, que había ofrecido su tienda.

-Yo no tengo tienda, pero estoy acostumbrado a dormir al raso, así que no la necesito. Puedo asegurarte que he dormido en sitios peores. Al menos al menos aquí no tendré que dormir preocupado de que no me zampe un jabalí si me caigo de un árbol-Dijo, con una risita, recordando cierta aventura de niño. Lo cual le recordó a su pueblo, y al viaje de vuelta. Tuvieran éxito o no, después de aquel viaje, probablemente separarían sus caminos los que estaban allí.

-¿Qué vais a hacer? Después, quiero decir. Cuando todo esto acabe. ¿Vais a volver a vuestras casas?¿Tenéis planes para lo que hacer con la recompensa?

Cogió algunas raíces que había ofrecido anteriormente la mujer oso y se puso a masticarlas mientras la escuchaba hablar.

- Nono. La princesa no es una bruja. Bueno... realmente no conozco nada de la princesa, así que tampoco puedo confirmar que no lo sea. Lo que sabemos es que alguien o algo la maldijo a ella.

La historia de Lakara la dejó completamente petrificada durante unos momentos. Se había quedado a medias de meterse otra raíz en la boca y así estaba, quieta a medio camino como una boba.
Era duro realmente. Lo peor de todo es que podía verse a si misma reflejada en la hermana de la mediana. El relato de esta junto a lo que había ocurrido con los orcos y lo que probablemente estaría por pasar en el bosque tenía a Morwen dándole bastantes vueltas a su cabeza.
Siempre había querido ser una aventurera, pero lo tenía completamente idealizado con las aventurillas que se había montado de pequeña alrededor de la ciudad. Nunca había pensado que podía haber muertes y ya no solo la propia, si no la de gente cercana y querida. Dejó escapar un suspiro lleno de culpabilidad.

- Siempre que quieras nuestra ayuda la tendrás. -Añadió a las palabras de Erik, mirando a la mediana con cierta ternura.

- Entonces a menos que alguien lo pida, creo que dormiré como una reina hoy. -Sonrió a sus compañeros, aunque su rostro se volvió sombrío al pensar en qué respuesta darle a Erik tras su última pregunta-. Sinceramente no lo sé. -Bajó la mirada, mientras jugaba con una raíz, dándole vueltas entre sus dedos-. Antes de empezar esto quería irme por ahí de aventuras, tal y como la hermana de Lakara... pero yo, igual que ella, tampoco había tenido en cuenta lo que eso suponía de verdad, hasta ahora. -Levantó la vista-. No es que ya no quiera conocer mundo pero... me ha hecho ver que no es todo tan fácil como había imaginado. Pensaba que hacerme cargo de unos cuantos borrachos y saber tirar un par de flechas era todo lo que necesitaba para sobrevivir ahí fuera, pero estaba bastante equivocada.

Mientras hablan, Jaskier comienza a entonar algunas notas con su instrumento, como intentando recordar alguna canción pasada que hace mucho que escuchó o que cantó. La música sigue un aire suave y no intenta dominar el ambiente ya que todos están conversando. Comienza a contar la historia de como un hombre se aventuró en un bosque mágico, como el que les ocupa. El hombre solo había escuchado historias increíbles de lo que podía encontrar en el bosque: tesoros y riquezas. Pero en esa incursión no encontró otra cosa que a una ninfa de los bosques. Y continuaba la canción hablando del trágico romance entre ambos pues al final, cuando el hombre decidió que debía salir del bosque, se encontró con que la magia del bosque lo había mantenido joven, pero al salir, el tiempo le alcanzó y murió mientras la ninfa lloraba en la linde del bosque sin poder salir al encuentro del humano.

Y con las últimas notas de la canción, parece un buen momento para descansar.

El cansancio se aferraba a la piel de la muchacha, pero el relato de Lakara y la canción de Jaskier la mantuvieron despierta. Estaba empezando a entender el porqué del malhumor de la mediana; bueno, no, pero aquella historia tenía lo suyo... Fuego eterno, pensó. Uruk Kala. Ya le preguntaría a Weoh y al Anciano si sabían algo de aquel fuego. Arder eternamente sí que era algo por lo que perder la razón. Y la canción de Jaskier... ¿Habría algo de todo aquello en aquel maldito bosque? Mientras escuchaba a unos y otros, bebió un último trago de agua, acomodó sus pertenencias y se dispuso a armar la tienda y echarse a descansar. En verdad lo necesitaba. 

Y sobre la pregunta de Erik, pasó por alto lo de la recompensa ya que no le concernía, pero...

—Desde que di el primer paso fuera de mis tierras ya estoy extrañando —suspiró. —Solo quiero regresar. Encontrar a la Osa, recuperar mis sueños y... mi nombre. Y regresar. Regresar, regresar, regresar —repitió como una sonámbula mientras se acomodaba en el saco.

Llevaba muchos días lejos de los suyos, sin sueños y sin nombre, perdida en aquel mundo extraño y aquello comenzaba a dolerle en los huesos y en el ánimo. 

¿O era por la cercanía del Bosque de las Almas?

Y los párpados se le cerraron.

—Regresar —susurró. 

Erik echó alguna leña más al fuego y se echó contra el tronco de un árbol, tapándose con su capa.

Durante un rato cerró los ojos e intentó dormir, pero el sueño parecía eludirlo ese día. Hasta ahora, la "aventura" había sido bastante divertida. Había conocido gente nueva, de la que se había hecho amigo, y que le habían contado todo tipo de cosas interesantes sobre el mundo. Había viajado. Había también luchado, pero al fin y al cabo, nadie había muerto, y hasta podía preciarse de haber ayudado en la lucha. Tendría un montón de cosas que contarle a su familia y sus amigos cuando volviese. Si volvía. Porque mañana iban a entrar en el Bosque, y aquello dejaría de ser un viaje del que contar anécdotas a los amigos para convertirse en un peligro al que pocos se habían enfrentado y menos aún vencido.

Distintos pensamientos daban vueltas y vueltas en su mente. La canción de Jaskier. Los que habían ido al Bosque y no habían vuelto. O no enteros, y no por mucho tiempo. La hermana de Lakara, y las consecuencias de sus aventuras. La guerra y lo que pasaría a su familia si estallaba. Si podría ver a Ana en su traje de boda. Las invasiones en el norte, y los que, como Gemnir y los suyos, habían perdido sus hogares. Su hermana Lena, y cómo sus sueños de estudiar se verían truncados si no resolvían la situación..

Quizás alguien más caritativo, o más caballeroso, también pensaría en la princesa, en su sufrimiento, y cómo la salvarían del peligro. Pero había tantas otras cosas en juego, que la princesa bien podría ser un árbol, un castillo o una estatua interesante, y el resultado sería el mismo si las mismas cosas estuvieran en juego. Al final, no era por ella por lo que estaban aquí, incluso si ella estaba en el centro de todo.

Poco a poco, a pesar de todas sus inquietudes, el sueño fue llegando y logró dormir. Aunque quizás no demasiado tranquilamente, ni con sueños demasiado agradables.

Tras la conversación en el bosquecillo, que en contraste con el combate por el puente había sido un rato bastante tranquilo, Jaskier hizo gala de su talento y les deleitó con una melodía que relajó a Gemnir más de lo que hubiera supuesto. Fue entonces cuando se dio cuenta de lo cansado que estaba, pero se levantó y empezó a caminar para despejarse. Podría descansar, pero sería después de hacer el primer turno de guardia.

Mientras el resto se preparaba para dormir, tomó su martillo y se dirigió hacia uno de los troncos para apoyarse en él y echar un vistazo al Bosque en la distancia, su destino. Luego empezó a andar despacio y sin hacer ruido alrededor del campamento, atento a cualquier movimiento en la noche. Cuando estuviera realmente cansado, despertaría a Morwen para que le relevase.

Aunque la canción de Jaskier no tenía la letra más tranquilizadora, la melodía si que era el acompañamiento perfecto y hasta relajante para la velada que estaban teniendo allí.

Viendo cómo el resto también se preparaba para descansar, Morwen cogió el saco y puso un pie dentro de la tienda de campaña.
- Gemnir cualquier cosa no dudes en despertarme. Y cuando estés cansado, lo mismo. -Hizo una leve inclinación de cabeza y se metió dentro de la tienda.

Se colocó dentro del saco aunque no lo ciñó del todo a si misma para poder salir rápidamente de él ante cualquier imprevisto. No sabía si lograría dormir bien tras las emociones del día y le incertidumbre de esta noche y de lo que estaba por venir, pero bien merecía la pena intentarlo. Un buen descanso no le vendría nada mal.

Había agradecido las palabras de sus compañeros con un mero murmullo aunque podía leerse en su expresión de sorpresa que no esperaba encontrar tanta consideración totalmente desinteresada. Quizás iba siendo hora de que hiciera un reajuste a la balanza en que juzgaba a todo el mundo como meros sacos de deshechos.

Tenía que reconocer que tampoco sabía demasiado como sentirse ante el hecho de que sus palabras hubieran hecho mella en Morwen, pues no había comentado nada de aquello con la intención de lanzar una crítica o de causar reflexión. Pero era evidente que siempre había dos caras de la moneda y a ella le había tocado vivir la de quienes se quedaban atrás, la de quienes pedían prudencia a dos orejas que no tenían mayor función que la de decorar una cabeza. No tenía mayor motivo para criticar a los demás, incluso si hacían lo mismo que su hermana, pues, a fin de cuentas, las acciones que le habían afectado eran las de aquella que portaba su propia sangre precisamente por eso mismo.

Se pasó los dedos por el rostro, sintiendo el cansancio de los últimos días abatirse sobre ella cuando por fin había bajado la guardia un poco, mientras Ella hablaba del anhelo por su hogar y Jaskier tocaba una melodía sin que, por una vez, le molestara especialmente.

Cuando Morwen se puso en pie fue una señal para ella, haciendo que imitara su gesto mientras se desperezaba.

- Mañana nos espera el Bosque, por fin - acabó por decir, sin sentir la pesadez que se había instaurado en el ambiente, pues probablemente en su caso se había quitado un peso de encima. Guardó un segundo de silencio antes de terminar por añadir con cierta reticencia -. Nada de guardias muy largas hasta el agotamiento, mañana necesitaremos estar todo lo en plena forma que podamos todos. Buenas noches.

Dicho lo cual, se dirigió a su tienda para hundirse en un sueño que no tardó en alcanzarla.

El mundo calla mientras el crepitar del fuego y los ruidos nocturnos toman protagonismo en esa noche poco iluminada. La luna es, a penas, una pequeña franja y no ilumina las sombras de la noche. Gemnir no encuentra nada de lo que preocuparse durante la primera hora de su guardia, pero entrada la segunda hora, puede ver como una luz se acerca desde el camino. Sin duda, atraída por la luz de la hoguera. Parece la luz de un farolillo. Pronto, le sigue una tonada que le recuerda al hogar. Parece que la persona que se acerca quiere ser vista y oída.

Es la voz de una mujer.

Ella no lo consigue. No consigue vincularse con la osa, pero nota la presencia de alguien en su sueño. Alguien que no pertenece a ese lugar. Pero su presencia no le produce ningún miedo.

Acércate.

El sueño parecen sombras inconexas hasta que consigue ver una luz anaranjada. La luz de una hoguera. Casi se podría decir que le recuerda al hogar. Algo le dice que aquella hoguera es la misma en la que todos se reúnen para cantar, comer, beber y compartir historias.

No tengas miedo.

Al escuchar aquella voz y ver esa luz en la distancia, Gemnir se puso inmediatamente en guardia aferrando con fuerza su martillo. Avanzó en dos zancadas hasta el tronco más próximo para cubrirse detrás como buenamente pudo, y observar desde ahí lo que fuera que se acercaba.

Era muy extraño... Quien quiera que fuese, no pretendía pasar desapercibido si avanzaba portando un farol y cantando a buena voz. Y no era una voz desagradable ni amenazadora, o al menos a él no se lo parecía. ¿De quién podría tratarse y qué intenciones tenía? Quizá simplemente fuera una viajera como ellos, pero... ¿a esa hora? Y los viajeros no suelen hacer camino solos, de noche y atrayendo de esa manera la atención sobre sí mismos. Aquello no era para nada habitual.

¿Debía alertar Gemnir a los demás? Quizá, pero... por rara que fuera aquella situación, no parecía haber peligro inminente y tal vez la figura que se acercaba cantando pasara de largo. Sin embargo, algo en todo aquello no terminaba de darle buena espina al enano. Al fin y al cabo, estaban cerca del Bosque y podía pasar de todo allí...

Finalmente, Gemnir decidió despertar sólo a Morwen, que era quien tenía que relevarle en la guardia. Aunque dudaba mucho de que fuera a poder dormirse después de aquello, aunque terminase por no pasar nada. Sin perder de vista la luz en la distancia, caminó hacia atrás hasta donde Morwen dormía para despertarla con cuidado pero con firmeza. Luego, según lo que pasara, ya decidirían si despertaban a los demás.

—Morwen... —murmuró—. Despierta, Morwen...