Partida Rol por web

Morwen nota la mano de alguien y una voz intentando despertarla.

—Morwen... —murmuró—. Despierta, Morwen...

Gemnir está a su lado, lejos de la posición que ha tomado para vigilar el campament.

El enano hablaba en voz baja, pero con cierta alarma en ella. Despertó con suavidad a Morwen y se puso un dedo frente a donde sus labios debían estar, bajo el poblado bigote.

—No hagas ruido —susurró—. Alguien se acerca...

Señaló con un dedo en la distancia, más allá del límite del bosquecillo. Una figura se aproximaba a su campamento, portando una luz parecida a un farol, y parecía venir cantando una canción.

—No tengo ni idea de quién es, pero viene hacia aquí. Y no parece preocuparle que la vean o la oigan. ¿Despertamos al resto?

"Acércate."
Ella escrutó las sombras; después, se encaminó lentamemte hacia la luz.
—¿Gerold? ¿Weoh? —susurró.
Esperó un momento. 
—¿Arnulf?
Silencio.
Luego, imitó el ulular de los búhos y esperó una respuesta.
"No tengas miedo."
Ella avanzó en aquella onírica espesura y apartó las sombras con la mano.
—¿Quién eres? —Una pausa. —¿Eres la Pastora de Almas? ¿O acaso una soñadora?

Junto a la hoguera hay una chica joven de cabello negro.

Soy Janira. Tengo el don de hablar con los espíritus y he oído tu llamada cuando me acercaba a vosotros.

Hace un gesto para que Ella también se siente a su lado.

Buscas a alguien, ¿verdad? Estás tratando de llamar a alguien, pero no logras alcanzar tu objetivo. Los espíritus son escurridizos. Vienen y van y, si se quedan, es solo porque deben hacer algo. Cuando se van, es porque han completado su misión.

La mira.

¿A quién buscas?

La muchacha avanza unos pasos, se detiene junto a la hoguera y contempla largamente a la que dice llamarse Janira.

—Bienvenida, Janira —susurró, y se sentó junto al fuego.

Ella escuchó lo que Janira tenía para decirle, quizá sin comprender aquellas palabras, o quizá sí. Pero poco importaba entonces. 

—Buscó a la Osa Parda. ¿La has visto? Sigo su rastro hace cuarenta y tres soles —respondió. —Ignoro por qué se fue y se llevó mis sueños y mi nombre. ¿Lo sabes acaso?

Frunció el ceño al notar un toque en su hombro e hizo amago de simplemente girarse para ignorarlo, pero escuchó la voz que la llamaba y de repente recordó dónde estaba. Abrió los ojos de golpe para encontrarse al enano junto a ella.

¿Tan rápido había acabado su turno? Podría jurar que acababa de cerrar los ojos hacía nada. Aunque claro, quizás estaba tan cansada que a lo mejor había hasta dormido de más.

Tardó unos segundos en conectar mentalmente las palabras que le decía el enano, pero rápidamente se irguió quedándose sentada, estiró el brazo y cogió el arco junto a las flechas y miró, desde donde estaba, en la dirección que indicaba Gemnir.
Su instinto le hacía desconfiar. ¿Por qué iba tan campante en medio de la noche? O era alguien muy inocente o era alguien que no tenía miedo porque tenia el suficente poder para acabar con quien se cruzase...
Era de noche pero esperaba que sus ojos pudiesen decirle algo más sobre aquella figura.

- Quizás es mejor avisarles por si acaso. Si no es nada les habremos estropeado el sueño pero mejor eso que despertarse con un tajo... ¿no? -Susurró mientras miraba dudosa al enano.

Gemnir asintió. Morwen parecía tener las mismas dudas que le habían asaltado a él sobre despertar a todo el grupo, porque efectivamente podía ser que aquella... ¿mujer?, no fuera más que una viajera que pasaba por el camino. Pero su actitud no era la de un viajero normal, y eso hacía aconsejable extremar la prudencia.

—Ve despertándoles, Morwen —le susurró a su compañera de viaje—. Yo me adelantaré para no perderla de vista, y si busca problemas tendrá que pasar por encima de mí para llegar hasta vosotros.

Aferró el martillo y se irguió para avanzar sigilosamente hacia la figura que se aproximaba. No diría nada para no revelar su posición, pero estaría muy alerta a cualquier movimiento sospechoso y no dudaría en emplearse a fondo si tenía que pelear.

Morwen afirmó con la cabeza.

- No dudes en pedir ayuda, ¿eh? -Susurró antes de que el enano se alejase del todo de ella.

Estaba bien que quisiera protegerles, pero no quería dejarle todo el marrón a él.

Con todo el sigilo que pudo, Morwen se acercó uno a uno a sus compañeros para despertarlos. Intentó ser lo más delicada que pudo para evitar que se despertasen de golpe y causasen más ruido del necesario. Por este motivo, había despertado a Erik el primero y a la mujer oso la última pues temía que esta se despertase gritando en busca de intrusos.

- Se acerca alguien. Pero no sabemos sus intenciones, estad atentos pero callados. -Había susurrado a cada uno de ellos muy cerca de sus oídos.

Luego se colocó en guardia, no perdiendo de vista el lugar por donde se había ido Gemnir.

El velo de sombras que arrebujaba al sueño se rasgó de pronto por la irrupción de Morwen y Ella se quedó anhelante frente a las rusientes brasas. 

Por un instante fulminó con la mirada a la semielfa quien había interrumpido las respuestas que tanto anhelaba. Luego, tras serenarse, murmuró:

—Es Janira. Estaba conversando con ella cuando... —bufó —cuando me arrancaste del sueño. 

En silencio, se incorporó y fue al encuentro de aquella con quien había soñado...

Erik había pasado en pocos segundos del sueño, a la alerta y la cautela ante un posible intruso, a la confusión al saber que tenían un visitante que era amiga de Ella y llegaba desde sus sueños.

Había seguido a Morwen en silencio, con la lanza en la mano e intentando vigilar las lindes del campamento mientras ella iba despertando a los demás, pero al anuncio de Ella no sabía cómo responder. No es que pensara que quien llegara necesariamente fuera a ser un enemigo. Quizás sólo un viajero cansado que también quería hacer campamento. Lo que no esperaba era una visita social de una amiga de sus sueños.

-¿Avivo el fuego y pongo agua a hervir o algo?-Susurró a Ella, aunque probablemente la chica ni la había oído. Sus padres siempre le ponían cafe y dulces a los visitantes, pero lo más cercano que tenían sería raciones secas y quizás algunas de las hierbas cercanas sirvieran para hacer una infusión.

—No bajes la guardia. Y aviva el fuego, sí —le respondió a Erik justo antes de desaparecer entre los árboles. 

El sigilo era inútil. 

Janira sabía cuántos eran y dónde se encontraban, de eso Ella no tenía dudas. De lo que no estaba segura era de sus intenciones...

Janira.

Morwen le caía bien. Probablemente fuera la única elfa que jamás lo hiciera, pero debía reconocer que ser zarandeada por ella en mitad de un sueño más que necesario no era precisamente algo que favoreciera la amistad entre ellas, incluso cuando había razones para hacerlo. Salió de su tienda con la cerbatana en la mano y expresión más somnolienta que alerta, a tiempo para escuchar la réplica de Ella que parecía tan poco contenta como ella, aunque en su caso le parecía un reproche más que injustificado. Al final, ¿cómo iba a saber la elfa que estaba teniendo una fiesta privada en el mundo de los sueños?

- ¿Y esa tal Janira es...? - preguntó con expresión un tanto inquisitiva. Probablemente ella estuviera demasiado dormida, pero la falta de información no lograba calmarla precisamente.

Pero sus palabras se perdieron ante la espalda de la mujer osa cuando esta se marchó en pos de Janira, fuera hombre, mujer o caballo.

- ¿Alguien más odia cuando la gente se pone misteriosa o es cosa de medianos?

Morwen se sentía aún más confusa si cabía ante la respuesta de la mujer oso. ¿Qué se suponía que significaba aquello? Sabía que era común que la gente tuviera mal despertar. Lo había visto día tras día en la taberna... ¡pero leches!
En cuanto quiso darse cuenta, la mujer oso comenzó a caminar y se perdió entre los árboles.

- ¡¿Pero dónde va?! -exclamó en un susurro, mirando a Erik y luego a Lakara sin entender absolutamente nada-. Los misterios ayudan poco, así que tampoco me gustan demasiado. -Respondió a la mediana.

Ah, no era él el único que estaba confundido por lo que estaba pasando. En cierta forma, le servía de consuelo.

-Supongo que no son tan amigas, cuando nos ha dicho que no bajemos la guardia, ¿no? Por si acaso, será mejor que tengamos las armas a mano.-Dijo a Morwen y Lakara, viendo alejarse a Ella

Se acercó al fuego, y hechó un tronco para avivarlo, antes de volver junto a ellas. Además de hacer el campamento un poco más confortable, les daría más luz.

Miró a su alrededor. Se suponía que Gemnir haría la primera guardia, así que supuso que había sido él quien había despertado a Morwen y luego habría ido a comprobar quien era la recién llegada. Lo cual lo tenía un poco preocupado. Ella parecía conocer a la mujer, pero a la vez no parecía fiarse de ella.

-¿Será una maga o algo? Lo digo por lo de ir por ahí visitando a gente en los sueños. No le hará daño a Gemnir, ¿verdad? No sé cuanto protegen las armaduras de los hechizos, y he oído que algunos magos son bastante malhumorados.

La persona se detiene lo bastante cerca para que los vigilantes puedan verla. Detiene su canción y levanta el farolillo a la altura de su  cara para que la luz la ilumine. Se pueden ver los rasgos de una mujer, aunque lleva una capucha que ensombrece sus facciones.

-No vengo armada. Soy amiga - dice en voz alta. 

No sabe si la creerán o no, pero todo es cuestión de intentar.

-Vengo en nombre de la princesa Yokhara y se que estáis en una misión para salvarla. Hay cosas que debéis saber antes de entrar en el Bosque.

La muchacha entrecerró los ojos. ¿Princesa Yo... qué? ¡Princesa! La misma Princesa de...

Miró a sus compañeros de ruta; luego, otra vez, a Janira.

Ella concluyó que, de una forma u otra, inexorablemente Princesa lo cubría todo con su presencia. Parecía como si no hubiera lugar o persona que no estuviera de alguna manera "tocado" por esa maldición.

Aquello comenzaba a fastidiarle la existencia.

Y los sueños. 

Le clavó una furiosa mirada a Janira. La bruja, maga, hechicera o lo que fuera había irrumpido literalmente en su sueño y...

—No es mi misión —exclamó, molesta, y regresó junto a la fogata, a su tienda.

Por alguna razón que no sabía explicar se sentía molesta, muy molesta.

Erik miró a Janira, a Ella entrar en su tienda, molesta, y de nuevo a Janira.

-¡Sí es la nuestra!-Se apresuró a responder, levantando una mano, antes de que la tal Janira se fuera, pensando que tenía a las personas equivocadas.

Le señaló un sitio junto al fuego, y él se sentó al otro lado.

-Sientate entonces, si vienes como amiga.-Había relajado su postura, y dejado el arma en el suelo al declarar Janira que no era un riesgo. En el suelo, pero cerca de su mano donde se había sentado, donde podría cogerla con rapidez si la situación cambiaba.

Gemnir había alzado el martillo frente a sí no bien aquella misteriosa mujer se hubo acercado a él lo suficiente, pero antes de que pudiera darle el alto, fue ella la que habló, presentándose. El enano se quedó mudo un momento ante la mención de la princesa. ¿Cómo podía aquella mujer saber quiénes eran y cuál era su misión? 

Antes de que Gemnir pudiera salir de su asombro para interpelarla, los demás llegaron a donde estaban. Por algún extraño motivo, Ella se enfadó y se marchó de vuelta a su tienda, pero Erik se apresuró a darle la bienvenida al campamento. Frunció el ceño, extrañado aún... pero si realmente aquella mujer no pretendía perjudicarles, eso explicaría por qué se había aproximado con tan poco disimulo.

—Bien, adelante con esas cosas que necesitamos saber —dijo—. Pero no te quitaré el ojo de encima aún, por si acaso...

Es verdad... ¡Gemnir! Lo buscó apresuradamente con la mirada cuando Erik lo había mencionado, poniéndose aún más si cabía a la defensiva ante cualquier cosa que pudiese ocurrir. Para su asombro, además de que aquella mujer no parecía querer problemas, también conocía a la princesa.

Relajó su cuerpo en cuanto Erik la invitó a unirse a ellos y les siguió de nuevo hasta la hoguera. Aunque no soltaba el arco, estaba claro que no tenía intención de usarlo.

- Somos todo oídos -añadió a lo dicho por sus compañeros. Si realmente tenía información con respecto al Bosque, no sería ella quien se tapase las orejas.