Partida Rol por web

Solo pude poner una cara de disgusto al ver la mueca de satisfacción que se dibujaba en la cara del elfo Fanel, cuando el mayordomo nos comunicaba que el féretro del guardián debería descansar, al menos por esta noche, en los establos. Por el camino que nos conducía de la puerta de la torre hasta los alones donde nos esperaba el duque, no pude dejar de sorprenderme ante como podía engañar la apariencia de esta estructura tan pequeña en el exterior y tan grande en el interior. El duque nos esperaba en el salón sentado en su trono algunos escalones por encima del resto de los mortales que se acercaban a su presencia. Nos recibió con una "cálida" bien venida y una vez dicho esto, ya empezó de nuevo a colocarnos en nuestra posición de empleados. Gerard fue el primero de nosotros en hablar ante la presencia del duque, unos segundos después una nueva compañía se unía a nosotros. Un enano y un sacerdote, la cara de este último me era familiar, como me afirmo el duque este era un antiguo compañero de armas de nuestra antigua compañía de mercenarios. Saludo con un gesto de la cabeza a Seiguer cuando entra en la sala y de inmediato sigo atendiendo a las palabras del duque.

- Ante todo Duque Domenor , gracias por la ayuda prestada. Con respecto a la misión el féretro con los restos del guardián se hayan aposentados en sus establos. A la espera de que llegue a su último lugar de descanso. En cuanto a los orcos encontramos a una patrulla de estos que perseguían a ese muchacho.... digo mientras señalo a Leopold ..... fue quien nos guió hasta los elfos de los bosques y hasta la morada de su maestro. Trazas de magia oscura se encontraba presente en las inmediaciones de la vivienda del guardián y algo parecido a veneno estaba presente en la muerte de Haldir. Mis compañeros pueden comentar las cosas que he llegado a pasar por alto.

Entro en la sala y veo que hay hartas personas ahí reunidas. Mis pasos resuenan pasados pues estoy metido en mi armadura, hasta con mi cofia de malla puesta y con mi hacha y escudo en la espalda. Miro con el ceño fruncido a todos los presentes mientras avanzo hasta ponerme cerca, momento en que hablo con mi ronca voz:

 - "Bienhallados a todos."

Me paro firme en mi posición y miro a los presentes: Humanos, muchos elfos y dos compañeros enanos. Uno de ellos parece llevar la marca de quienes han perdido el honor y han elegido morir en combate. Matatrolles me dijo mi padre que se llamaban pero nunca había visto a uno en persona.

Me quedo esperando a que me hable para así enterarme bien de todo lo que dicen y de lo que se supone haré en esta misión.

Escuchaba las palabras del noble, sin dejar de inspeccionar a los dos nuevos presentes. Recordaba al sacerdote humano aunque no hubiera mediado mucho con el, pero el enano no sabía de quien se trataba.

Con la vista inspeccionó su equipamiento y asintió. Seguro que se trataba de un guerrero avezado, no tenía ninguna duda. Pero no sabía de donde habían aparecido, y hasta cierto punto había aprendido que desconfiar aunque fuera un poco, era sano para la compañía.

- Debiéramos descansar y prepararnos para lo que nos queda de camino. Yo por mi parte, y si nadie tiene nada mas que decirme, descansaré junto al carro. No olvidemos cual es nuestra misión. Dejadle contento, ver que podéis sacarle en pos de hacer mas fácil nuestra misión. Y luego bajarnos algo de cena. Gurnik, contigo ahí abajo me sentiría mas arropado. ¿Me acompañas? - susurró a sus compañeros.

- Gracias por su hospitalidad sire, pero somos responsables del carro ahí abajo y me gustaría cuidar de el en persona. Espero entienda que no quiera separarme del mismo ni un minuto, responsables y profesionales como somos. Estoy seguro de que mis compañeros  podrán responder a todas sus preguntas sin ningún problema.

Dicho esto, esperó a que el noble le diera permiso para salir, y ponerse a hacer guardia para asegurarse de que el carro no iba a ninguna parte. Miró a su alrededor, aparentemente tranquilo, pero desconfiado de todo, con la mano siempre cerca de su martillo.

El sacerdote correspondió el saludo de Resha con otro, y se quedó observando a los que antaño habían sido compañeros suyos. El tiempo había pasado por todos, aunque con distinta intensidad. Por ejemplo, los enanos apenas parecían haber cambiado, pero claro, eran una raza longeva. Seiger lamentó no haber llegado antes a aquella reunión, pues seguía sin tener muy claro qué era lo que debían hacer. 

Sin embargo, sí hubo algunos datos jugosos. Pieles verdes muertos, algo que siempre complacía a cualquier devoto del patrón del Imperio... Y trazas de magia oscura. Aquello hizo que el humano sintiera un incómodo cosquilleo en la espalda. Sin duda, se trataba de brujería. Parecía que en aquel asunto, fuera el que fuera, había fuerzas oscuras implicadas. Éso, sin olvidar el veneno, claro. ¿Qué demonios estaba ocurriendo?

-¿Persiguiendo al muchacho?- preguntó el duque mas para si mismo que para los allí presentes. Resha, que acaba de señalar a Leopold, al no ver intensiones de una respuesta, continuó. Fue cuando esta mencionó a los elfos, que el duque una vez mas pareció tener intenciones de interrumpir a la Kislevita, sin embargo no lo hizo. Fue hasta que Resha terminó su explicación de los hechos que el duque humano se expresó al respecto.

-¿Magia oscura?, ¿que tipo de magia oscura?, ¿como llegaron a esa conclusión, ¿que mas información saben al respecto?. Si me dices que había algún tipo de veneno relacionado con la muerte de mi querido amigo Haldir -acentuó-, ¿implica entonces que todo fue un asesinato?, o que tiene que ver el dichoso veneno en todo lo ocurrido-.

El duque esperaba respuestas a sus preguntas, no obstante, el enano Grii no parecía muy interesado en aquella reunión y se había pronunciado respecto a cuidar del cadáver del guardián del templo del bosque.

-El cuerpo de Haldir está bajo buen resguardo, me he encargado de posicionar a la mitad de mi guardia en las inmediaciones. Aquí estará seguro, no tenga duda de ello señor enano; aunque me gustaría recordarle que justamente su misión era inicialmente traerlo hasta aquí, por lo que ya ha cumplido con ello-.

Ante las palabras del duque, Lepold parecía mirar con cierta naciente curiosidad a Grii y a los demás, y quizá hubiera dicho algo de no ser por que la puerta de la habitación se abrió de golpe dando paso al querido elfo Fanel.

-¿Te has encargado de poner a resguardo el ataúd tal como he ordenado?- Le preguntó el duque apenas hubo este ingresado.

El elfo no respondió de inmediato, casi como si no hubiera escuchado la pregunta o la considerará demasiado estúpida. -Lo he hecho, se encuentra en los establos, estará vigilada por dos hombres alli dentro y he dispuesto a una multitud en los alrededores. Será imposible que no nos enteremos en el caso de que alguien se infiltre en el interior de la muralla-. Explicó el elfo mientras cogia algo de fruta seca y vino.

-Pero señor, que idiota querría robar el cadáver de un elfo, y congelado. Como le dige antes, todo esto es basura, mejor pagar a una diligencia. Aunque claro, usted paga y yo obedezco. No obstante, me muero de ganas por ver quien es ese imbécil que querría robarse el cadáver, y mas aun, como hará para salir de aquí con tremendo tempano de hielo. Si yo fuera usted quitaría los guardias y le dejaría morir de cansancio-.

Por raro que pareciera, el elfo estaba demasiado parlanchin en incluso algo bromista. Aunque realmente no parecía intentar ser ofensivo, si no que en su sarcasmo, dejaba en claro una realidad a la cual quiza esperase una respuesta.

El duque no se mostró contento con el alarde del elfo, pero a pesar de ello no hizo ademan de detenerlo. -Omitamos el sarcasmo del señor Fanel. Lo que importa señor enano, es que el ataúd donde reposa Haldir se encuentra ahora a resguardo, no tiene de que preocuparse- dijo el duque dirigiéndose principalmente al enano Grii.

-Y si eso no es suficiente, permitanme que me explique un poco mas respecto a lo que sucederá con mi amigo. Ustedes lo han traído hasta aquí tal como he solicitado- dijo omitiendo claramente a Sargón y Seiger, -ahora el podrá descansar en paz en un lugar especial que he preparado. Justo detrás de la torre, contigua a la misma he dispuesto un pequeño y bello jardín en el cual reposa un mausoleo especial que he mandado hacer en honor a Haldir; allí es donde su cuerpo reposara. Mañana mismo, cuando el sol apunte en el zenit, habré de realizar una ceremonia en su honor para darle la correcta despedida; pueden asistir si así lo desean-. Curiosamente, nadie de los allí presentes recordaba haber visto algún jardín detrás de la torre, ni siquiera recordaban que hubiera algo detrás de la torre; ¿o si?

El duque, copa en mano, avanzó hacia los mercenarios hasta situarse entre ellos y entonces volvió a hablar. -Ya que estamos aquí reunidos, me gustaría terminar esta conversación ahora mismo. Siento que el tiempo apremia y que demorar las cosas podría ser un error. Por ello me gustaría respondieran a las dudas que les he formulado, e incluso me gustaría saber mas acerca de la muerte de Haldir pues nada me han dicho aun de ello. Me gustaría también contarles mas acerca de los orcos, y sobre la ayuda que necesito de ustedes para saber de una vez por todas que esta sucediendo en torno a Haldir. Aunque, si su deseo es irremediablemente postergar las cosas, me gustaría al menos, me respondieran una cosa. ¿Quien se supone que es el muchacho que viene con ustedes y por que lo perseguían orcos?-. Al parecer el duque había dado en el clavo.

Angran, una vez más, había entrado en ese estado soporífero suyo que la hacía evadirse del mundo real, al menos en mente. Apenas percibió que habían completado el viaje por río, o que habían llegado a la torre del duque. Allí fue donde sí pareció despertar, en la sala de audiencias del Duque. Lo más probable es que la presencia del enano, otro enano, fuera lo que le despertara. Cada uno de ellos suponía una amenaza, y Angran no estaba dispuesto a sufrir daño alguno. Ponerse alerta fue lo que le despertó, o tal vez se despertó para ponerse alerta.

Tuvo un mal presentimiento cuando, una vez completado su viaje, se les presentó a dos nuevos componentes de su compañía, aquello indicaba que su viaje no había terminado y que el Duque les pediría algo más. Si había más dinero, aquello era bueno para Angran. Pero por el momento quería cobrar la deuda.

Pagaría. Aquel era un hombre pudiente, de ningún otro modo podría permitirse contratar más mercenarios, o construir un mausoleo para Haldir. Y por fin llegaron a Leopold, tal vez pudieran llegar a saber, por fin, quién era el pequeño brujo. Angran se giró hacia el muchacho y le dijo, en Éltharin: Habla, muchacho, el Duque te ha preguntado.

Leopold había estado atento a todo lo que se decía, había tenido siempre en claro que aquellos que le acompañaban eran mercenarios, aunque esperaba que fueran mas que eso y que aquella misión habían llevado a cabo con él, no fuera simplemente un trabajo por el que esperaban conseguir varias monedas. Su maestro siempre le dijo que todo ser que solo ve en sus metas oro, está destinado a la oscuridad. Por ello Leopold, a pesar de lo que ahora acontecía, tenia la esperanza de que hubiera mas en aquellas personas.

Por ello la reacción del enano Grii le hizo sonreír para sus adentros, quizá no había olvidado lo hablado con el gran árbol del bosque, aunque también cabía la posibilidad de que actuara por otros motivos; lamentablemente no podía leer sus mentes.

Fue entonces, para cuando aquel señor noble de aquella lejana tierra a la que llamaban la torre, nombre muy raro a su parecer para un dominio del imperio, había solicitado saber quien era él. La respuesta era simple y Leopold rió de nuevo para sus adentros. -Mi nombre es Leopold, mis acompañantes me ayudaron cuando unos orcos me atacaron tras lanzarles bayas y otras pequeñas frutas-. Explicó Leopold con una marcada sonrisa de inocencia.

-Aunque señor elfo- dijo dirigiéndose a Angran -creo que el señor aquí presente le ha preguntado a usted y ha de desear saber su versión de los hechos- esta vez, no se notaba tan inocente. Ahora para Seiger y Sargón era claro que aquel vagabundo al que llamaban Angran era un elfo y que probablemente no era un sirviente sino un mercenario mas.

El duque, lógicamente, quería más detalles de lo que había descubierto y de lo que había pasado durante su misión. Gerard estaba aceptando en ese momento la hospitalidad de Domenor pero por fortuna la kislevita fue la que le resumió a grandes rasgos lo que habían descubierto, captando el interés del noble al momento.

Aunque, primero, habló con Fanel para asegurarse de que se habían seguido sus instrucciones, quedando entonces claro con la respuesta del elfo que su actitud era así en todo momento, especialmente respecto a cosas con las que no estaba de acuerdo. Eso ya dejaba claro que no es que les estuviera acosando por tener mucha prisa, sino que directamente tenía mal carácter.

El imperial explicó entonces, dada la preocupación que se mostraba un poco entre algunos por el descanso de Haldir, cuál iba a ser el lugar de reposo del mismo y, la verdad, parecía por su descripción un lugar la mar de apropiado a ojos de Gerard. Pero una vez aclarado eso, lo primero que quería saber Domenor era más sobre Leopold, al que Angran animó a responder. Y este lo hizo... a su manera, dejándoles a ellos "sutilmente" todas las explicaciones.

El caballero suspiró, meneando la cabeza.

- Nos encontramos con el chico en el lindero del bosque, siendo perseguido por algunos pieles verdes - explicó el bretoniano -, aunque no sabemos el porqué. Nos guió hasta la aldea y allí nos dijeron que él era el pupilo de monsieur Haldir, además de quién había descubierto el cuerpo. Ha venido con nosotros porque él debe asegurarse de que su maestro descansa adecuadamente y nosotros teníamos que protegerle junto con el féretro.

Las personas en la sala comienzan a hablar acerca de lo encontrado en su misión. Algo de un cadáver que supongo es el famoso Haldir, el amigo elfo del Duque Domenor. Hablan de un joven que luego interviene. Mi atención se pierde un poco pues me aburren las discusiones que no entiendo y eso es todo lo que estoy viendo ahora.

Miro a mi compañero y resulta que él parece más metido en la discusión que yo. Debe ser porque conoce a algunos de estos tipos o simplemente porque le importa algo más que un carajo.

En cualquier caso, inclino la cabeza descansando el cuello mientras espero a que me den indicaciones de algo que hacer.

Había demasiadas preguntas que responder, nuestra misión aunque no había encontrado demasiados peligros si que nos había dejado con muchas preguntas y pocas respuestas que dar a nuestro patrón.

- La magia caótica que pude percibir se encontraba en los aledaños de la antigua vivienda del guardián y con respecto al veneno es una de las causas mas probables de la muerte de vuestro viejo amigo. Si el tiempo no hubiese corrido en nuestra contra quizás hubiésemos podido ahondar mas en las investigaciones.

Cuando estábamos respondiendo a todas estas preguntas el enano Grii dio por buenas nuestras respuestas y se ofreció una vez mas para velar el objeto de nuestra misión. Pero una vez mas el elfo Fanel hizo acto de presencia y demostró sus malos modales....este elfo no sabe con que tipo de raza se mete y hay un hacha de matatrolls que seguro que quiere probar su sangre..... Por suerte la intervención del duque pudo hacer que todo esto quedara como un simple mal entendido.

- Sería un honor asistir a las exequias de mañana.

Desde luego, había sido un viaje intenso. Y ese elfo parecía haber sido atacado con saña... La presencia de veneno, magia oscura y orcos era una acumulación de catástrofes muy a tener en cuenta. Y aquel muchacho elfo que les acompañaba, resultó ser el aprendiz del tal Haldir.

No dijo nada del momento en que uno de los miembros del grupo habló en élfico, a pesar de parecerle una falta de respeto a su anfitrión y al resto de los presentes que no dominaban esa lengua. Sin embargo, sí lo anotó mentalmente. Al menos el resto parecían ser más correctos, salvo ese elfo que parecía al servicio del duque. El sacerdote también asintió ante el ofrecimiento del duque.

-Por mi parte, también será un honor asistir al funeral de su amigo-dijo, con su voz grave y profunda. 

-Tiene sentido- respondió el duque a lo expuesto por Sir Gerard, -me aseguraré de que le preparen unas habitaciones adecuadas junto a las de ustedes. Espero que lo que dispuesto para mañana sea suficiente para satisfacer al joven-. Concluyó observándolo con creciente interés, ignorando en gran medida las confirmaciones de asistencia al evento que se llevaría acabo al día siguiente, esto probablemente por que ya contaba con ello y por que le dijesen lo que le dijesen, aun así les invitaría al día siguiente.

Solo las palabras de la bella Resha pudieron sacarlo de su concentración. -Entiendo, pero no me han dicho de que veneno hablan. Sobre entiendo que han concluido que la muerte de Haldir fue mas bien un asesinato, no obstante no me explican nada al respecto-.

EL duque parecía algo cansado, como si quisiese obtener respuestas rápidas para poder irse a descansar; no obstante, de ser esto cierto, no dio muestras de querer terminar con la reunión. -Quizá la información que tengo yo para ustedes les sea útil. Fanel, cuéntales lo que descubriste-.

-Probablemente ellos mismos ya lo saben señor- señaló Fanel con vehemencia, -a estás alturas la noticia ya debe ser un rumor que corre hasta por las calles de Altdorf-. La expresión del duque ante su respuesta dejaba en claro que aun así quería que hablara, por lo que el elfo, sin expresión alguna, empezó a hablar.

-Pocos días después de que ustedes se marcharan, me encontraba atendiendo asuntos personales al norte de Talabheim; allí un viejo contacto me comento acerca de extraños rumores que provenían de las oscuras aguas del Stir, gente estaba desapareciendo, algunos decían que una extraña criatura alada aparecía por la zona, los sacerdote de Morr estaban muy inquietos e incluso habían quienes decían que orcos habían cruzados a través de las montañas.

Esas noticias precipitaron la decisión del duque de enviarme junto con varios de mis hombres a su auxilio, y considerando que no pudieron derrotar a unos pocos y débiles bandidos, me parece que fue muy atinado el hacerlo-. El comentario probablemente no sería de buen gusto para los allí presentes, pero eso no era algo que le importara a Fanel, por lo que sin importar la reacción de los demás, siguió hablando.

-Apenas a medio camino hacia Lieske, donde por suerte les encontré, me entere de mas noticias. Y esta vez parecían no ser rumores, un grupo amplio de pieles verdes se había adentrado al imperio a través de las montañas del fin del mundo y ahora azolaban las tierras de Stirland, no había información sobre que se proponían pero habían causado tal alboroto que muchos ciudadanos del imperio buscaban refugiarse rápidamente en Wurtband- el elfo hizo una pausa para ahora si mirar a los demás -ustedes tuvieron que enterarse de ello, probablemente pasaron cerca de allí-.

-Fanel envió un mensajero urgentemente hacia mi con aquellas noticias. Allí me indicaba que intentaría encontrarse con ustedes, pero que si se habían topado antes con los orcos quizá ya era muy tarde. Por suerte Fanel estaba equivocado- Expresó el duque con cierta alegría al tiempo que tomaba unas uvas y se las llevaba a la boca. Casi nadie había cogido algún aperitivo por lo que el duque considero que probablemente no estaban tan cansados después de todo.

Por ello, sumado a su creciente interés de expresar sus intenciones, continuó -Todos los acontecimientos me hacen pensar que los rumores en Stirland podrían estar relacionados a la muerte de Haldir. Y si ustedes creen que fue un asesinato, estaría casi seguro de ello. Los pieles verdes que se adentraron al imperio son quizá la pieza clave, estimo que, para que los rumores llegarán hasta aquí en estas fechas, ellos debieron cruzar las montañas mucho antes de que me enterase de la muerte de Haldir.

Me han dicho ustedes que esas bestias se encontraban persiguiendo al discípulo de Haldir en las cercanías al bosque. Eso es demasiado significativo como para pasarlo por alto; ¿No encontraron ningún otro indicio de orcos dentro del bosque?

Si esas bestias tienen algo que ver en todo esto, no habrá mas remedio que ir tras ellas; y espero pueda contar con ustedes para ello. Claro está a un módico precio. Dadas mis sospechas me he adelantado considerando que necesitarían mas ayuda. Por eso están aquí estos dos señores; a Seiger Kantor ya lo conocen y supongo no tendrán dificultades para interaccionar con él, este otro es Sargón, viene de las lejanas tierras al norte de Kislev, sus capacidades en batalla nos serán útiles si tenemos que enfrentar orcos-.

Palabrería, pero no había dicho lo mas importante. Mientras hablaba el noble, el enano bebió un poco de una de las jarras, y probó (engullió) algunos de los alimentos que había encima de la mesa:

- Asistiremos al funeral. Antes de empezar a hablar de otra misión, me gustaría terminar esta. Para nosotros será un placer empezar una nueva misión al servicio del Imperio, pero nada nos alegraría mas que finiquitar esta, y estar seguros de cobrar nuestra recompensa.*

- Respecto a los orcos, no debían ser demasiados, si los elfos que custodian el mismo no fueron capaces de detectarlos. En grandes cantidades no suelen ser demasiado sigilosos, que digamos. De lo que estoy seguro, es que sabían a por lo que iban, y que no era a recoger frutas del bosque... En efecto, al salir del bosque pasamos por esa población, y esperaban un ataque. Hablaban de un espectro, no se si exagerando. Pero la gente estaba bastante asustada.

Mirando a Fanel con serenidad, aunque mostrando desprecio, afirmó lo siguiente:

- Me hace gracia que vengas con ese comentario, cuando eres tú el que no ha demostrado nada. Nosotros hemos cumplido con una misión, que era la de traer el cuerpo de ese hombre. Tu tenías que llegar y servir de refuerzo, y lo único que has hecho durante todo este tiempo es hablar, nada mas. Sin ti hemos hecho el viaje de ida y vuelta, no nos hacías falta, mayordomo.- dicho esto, se dirigió a sus compañeros con una mirada de complicidad.

La compañía había demostrado ser de utilidad, en cambio el y sus matones de última hora no habían hecho nada. Si trataba de provocar, estaba bastante seguro de que cierto hermano suyo le pondría en su sitio bastante fácilmente, y sin despeinarse. Pero no merecía la pena. Era solo un charlatán.

Escucho sin mucha atención lo que dicen hasta que mi atención es captada por las cosas servidas. Ignorando completamente a los presentes, me dirijo a la mesa y comienzo a comer y beber tranquilamente. Me meto un par de bocados a la boca completamente y mastico sin mucha delicadeza, recordando como mi padre intentaba enseñarme esos modales que solo los enanos de alta casta poseían en la antigüedad y que yo nunca aprendí.

Bebo tranquilamente hasta que el Duque me presenta, a lo que respondo levantando la mano y saludando a todos.

"Ya era hora de que se acordase de mí. No vine aquí a escuchar a imbéciles pomposos buscando reconocimiento."

Luego continúo comiendo pues siguen con las peleas entre el grupo y ese elfo de nombre Fanel. Me importa una mierda quien de ellos la tiene más grande, lo mío es ir y hacer mi trabajo.

Me ha entusiasmado harto la idea de ir y hundir mi hacha en las tripas de unos pieles verdes. Odio a esos bichos de mierda y pocas cosas me entusiasman más que derramar sus entrañas y cortar sus cabezas antes de cenar. Me limpio la barba con el brazo antes de eructar para seguir escuchando.

Si... -empezó diciendo el vagabundo- estamos ante una amenaza de invasión, o una invasión en sí, por lo que he oído, supongo que el rey de Stirland ya habrá sido avisado y habrá pedido ayuda al Gran Rey del Imperio, ¿no?

Ya que todos estaban comiendo, Angran hizo lo mismo, hambriento como estaba y dejó que los demás, especialmente el Duque, escuchara sus palabras.

¿Su intención es enviarnos a combatir esa fuerza orca?

-Los términos correctos son condes electores y Emperador, pero éso espero yo también-dijo el sacerdote, aunque él no se molestó en probar la comida.

-Si los orcos han entrado en tal número, el Emperador tendrá que tomar cartas en el asunto. Puede que pronto nos veamos inmersos en una guerra para expulsar al invasor de nuestras sagradas tierras-proclamó el hombre, con cierta vehemencia. Lo cierto es que no le costaba mucho imaginarse a sí mismo aplastando cráneos de orcos, como es el deber de cualquier sigmarita, defendiendo el Imperio a cualquier coste. Pero, probablemente, su destino iba a transcurrir por otros derroteros, y tendrían que ser otros los que se ganaran el honor de defender la gran nación humana.