Partida Rol por web

El caballero se percató de que Sargón no parecía estar nada contento con su decisión respecto al goblin, pero no se le podía hacer otra cosa. Los riesgos eran demasiado altos, y más aún si no sabían si con los orcos habían más enemigos. Podían salir tantas cosas mal...

Afortunadamente, en escasos minutos, Aria reapareció, y eso era una buena noticia. Esta les informó de que no había visto ninguna salida al otro lado, y eso que había rodeado toda la colina. El enano, por su parte, le contó lo del goblin, notándose que aún tenía ganas de ir a por él. Muchas.

Pero Gerard seguía convencido de que no debían hacerlo. Claro, que tampoco sabía cuanto tiempo más iban a poder esperar a los demás. Y con la criaturilla todavía cerca no se atrevía a alzar demasiado la voz.

La marcha había continuado, sin pausa, a pesar de que la oscuridad se cernía sobre ellos. La mayoría habían optado por continuar, y el iniciado tenía que asumirlo, aunque no pensara que fuera lo mejor. Por suerte, no era él el que tenía que rastrear, pues si se juntaban la oscuridad y sus nulas capacidades, habrían perdido el rastro hace horas. Y seguían avanzando cuando el elfo habló, expresando sus inquietudes.

-No es que sea un gran experto en pieles verdes... Pero aquello no me pareció una derrota. Ni creo que su objetivo fuera realmente tomar el pueblo. Recordad que se nos advirtió de que estos orcos en concreto parecían ser especialmente listos. Quizás fue sólo un ataque de distracción. 

- ¿Un goblin?, eso solo quiere decir que nuestros 8 orcos ya no son 8. Pero lo más raro no es eso, esos malnacidos ven en la oscuridad ¿qué hace un goblin con una antorcha? No me gusta, o va pegarle fuego a algo o es algún tipo de señal en la distancia. - susurró la elfa tras escuchar la historia del enano. - Veamos qué es lo que trama. - añadió incapaz de quedarse quieta.

Acto seguido se encaminó en dirección hacia la luz tratando de reducir la distancia entre ella y el goblin, pero sin acercarse demasiado tratando de dejar entre ellos unos 30 metros de distancia, lo justo para no ser vista pero también para tener a su enemigo a rango de tiro.

Grii pensó para sí mismo:

O puede que estén muertos. Aunque habría sangre por todos lados, mas con Sargón en el grupo. Menuda bestia. - sonreiría.

Siguió a los rastreadores, con un ojo en el camino y otro ojo en los alrededores, por si acaso. Marchaban cerca de donde esos cadáveres se habían levantado, había que andarse con cuidado.

Como siempre mantuvo a Hans cerca suyo, y mientras marchaban, iba explicándole el funcionamiento básico de la ballesta y su mantenimiento, y mientras el jóven iba practicando. Con suerte, el traqueteo de la marcha le daría una dificultad extra, que compensaría los nervios a la hora de la batalla. Si el joven era capaz de recargar la ballesta en movimiento con traqueteo, en medio de un campo de batalla también lo sería.

Todo transcurría rápido y pronto fué tiempo de partir. Nadie mas contento que Gurnik, a quien no le gustaba esperar mucho.

Los rastreadores se pusieron en camino y el fué uno de los que esperó, juntando todos los ápices de paciencia que aun luchaba por guardar y no estallar nuevamente.

No habían rastros de cadáveres ni de sus amigos ni pieles verdes, lo que decía que ningún combate se habia realizado aún sin el.

Una sonrisa se esbozó en su cara, mientras veía como Grii intentaba enseñarle a un torpe Hans como usar una ballesta.

Intento atisbar a los lados del camino para verificar que no estuvieran en una trampa, pero al parecer sus sentidos estaban medios dormidos aún, o el alcohol parecía afectarle un poco.

Como sea, nada parecía haber quedado atrás.

Lentamente y a medida que avanzaban, sus sentidos empezaron a agudizarse, sacó su hacha y empezo lentamente a afilarla, mientras el carro se seguía moviendo y sus ojos buscaban enemigos.

El silencioso Gurnik, buscaba su presa.

El grupo de mercenarios avanzó con la oscuridad acompañándoles en todo momento. Sus indagaciones no les llevaban a ningún lado, solo tenían pistas sueltas y muy pocas certezas, avanzar era su única garantía. No obstante, las altas horas de la noche ya empezaban a hacer mella en las mentes de varios de ellos quienes pensaban que quizá sería mejor descansar y luego continuar, aunque la negativa de su único explorador, no les dejaba opciones. Aunque ello no impedía que algunos como el ballestero que les acompañaba de nombre Miguel ya le murmurase a Sir Steffon que debían parar pues no conseguirían nada combatiendo cansados y desorientados.

Pero las circunstancias cambiaron de repente, Fanel se había detenido y desmontado de su corcel. En un principio algunos pensaron que por fin había tomado la decisión de parar y acampar, pero al verlo agacharse para mirar el terreno mientras les hacia el alto a todos no hizo mas que causar decepción en algunos, Hans incluido, pues no estaba acostumbrado a viajes largos tan continuos y sin un descanso apropiado. Incluso en su viaje en los bordes del bosque negro habían descansado mucho más.

-Los orcos aminoraron el paso aquí, como si hubiesen llegado a algún lado o reconocido algo. Noto el rastro jinetes que se detuvieron también aquí- dijo mirando una firme flecha dibujada en la fría tierra junto a algunos símbolos extraños.

-Arianne y los otros notaron el mismo comportamiento- señaló el elfo, -probablemente se detuvieron aquí a dialogar y luego continuaron su marcha, sus pisadas se pierden en la dirección de la flecha- continuó mientras avanzaba siguiendo el rastro con su montura jalada desde las cuerdas. -Los orcos han avanzado delante de ellos, con un paso tranquilo, como si estuviesen a salvo. Como si ya hubiesen llegado a su destino-, dijo mientras alzaba la vista y señalaba con el dedo indice al horizonte. Frente a ellos, a unos quince minutos mas de viaje o algo más, se encontraba una gran colina en medio de un valle, el único lugar tan cercano e irregular como para servir de escondite.

Para cuando Arianne se animó a irse acercando, el goblin ya se iba alejando mas allá del sendero que atravesaba la gran colina. De nuevo moverse entra los matorrales de aquel valle fue algo que se le dio con suma soltura, aunque esta vez no se ocultó nada bien, o quizá no quiso hacerlo. A su regreso, la elfa les informó ambos que se había acercado tanto como había podido, hasta llegar a solo estar a unos 15m o menos de la entrada a aquella especie de túnel entre la colina, el sendero parecía perderse hacia la derecha y el chapotear de agua le había sido claro, había un riachuelo o una pequeña cascada allí dentro. Casi con seguridad, según la opinión de la elfa, había un pequeño valle escondido dentro de la colina.

El joven asimilaba conceptos, y eso era una buenísima noticia. No sabía de qué estaban hechos los sesos humanos, pero aprendían rápido, y quizás por eso se aburrían muy pronto de sus proyectos y por ello eran de menor calidad que la artesanía enana. Pero un inicio era un inicio, al fin y al cabo, y seguro que Hans se terminaría convirtiendo en una pieza importante de la compañía con el tiempo.

Le enseñó los puntos de referencia que él utilizaba a la hora de disparar, trayectoria y demás. 

- Practica hasta que llegue el momento, y cuando éste llegue, apunta al bulto, donde mas enemigos haya así tendrás mas oportunidades de impactar. Y por el amor de Valaya, no se te ocurra disparar si hay un amigo en la trayectoria, aun no eres lo suficientemente bueno con ese cacharro. Cuando la cosa se ponga fea, quiero que nos ayudes desde la altura que te proporciona el carro. Si ves que todos nos retiramos, o que el carro peligra, cógelo y lárgate cagando leches al pueblo. Nos encontraremos allí, o en otro mundo.

Le daría una palmada en el hombro con una sincera sonrisa. Aun le quedaba mucho, pero el chico era valiente, eso no lo podía negar.

Seiger no se encontraba cómodo viajando de noche por aquel lugar. No se trataba de que estuviera cansado, o de que apenas pudiera ver a un par de metros y desconociera qué había más allá. No sólo, al menos. No, su incomodidad nacía en el conocimiento. La certeza de que en el Imperio, en sus densos bosques y cuevas, especialmente en los lugares apartados, habitaban toda clase de seres malignos, parte de ellos acechando en la oscuridad a los viajeros intrépidos. 

Hizo la señal del martillo rápidamente al pensar en esas cosas, no por temor a la muerte, si no al fracaso. Si una de esas amenazas se les echaba encima y acababa con ellos, no podrían dar caza a aquellos orcos. Y ni siquiera hacía falta que les matara, simplemente que se pusieran alerta al escuchar el jaleo. Al menos, cabía esperar que ya se encontraran cerca.

-Que Sigmar nos guíe y nos ilumine en la oscuridad para acabar con esta amenaza-dijo, con tono serio, antes de seguir al resto en pos de aquellos rastros. Eso sí, a pie, llevando a su montura por las riendas. Ésta necesitaba descansar, y él sentir de nuevo el suelo bajo sus botas. 

Sin descanso habíamos seguido las huellas de los orcos y por lo que parecía no habían llegado a encontrarse con nuestros compañeros. Las bestias no sentían nuestro acoso, como Fanel nos contó de las huellas que había encontrado, estaban tranquilos y se creían a salvo.

- Suerte de que no hayan tenido que combatir nuestros compañeros. Si los orcos se creen libres y a salvo es el mejor momento de poder tenderles una celada.

Aun no sabía si tenían un campamento o solo habían parado para reponer fuerzas pero debía decirme a mi misma que podíamos conseguir nuestro objetivo con las mínimas pérdidas posibles.

- Esta claro que la colina es nuestro siguiente objetivo.

- Bien está claro que hemos llegado hasta aquí y más no podemos hacer sin exponernos a un gran riesgo.- añadió la elfa a sabiendas de que sus palabras no caerían nada bien a los oídos de un ansioso enano, como Sargón en aquellos momentos pero la voz de la prudencia se imponía en aquellos momentos. - Los 8 orcos que perseguíamos y que podían ser un rival hasta cierto punto asequible han unido sus fuerzas a un grupo mayor y no solo eso, sino que se han asentado en una ubicación más allá de nuestras capacidades tácticas. El cañón que conduce a la posible entrada de la cueva en la que se esconden, bien podría ser una senda mortal plagada de trampas. Quien sabe.-

- Nuestro objetivo era no perder el rastro y lo hemos logrado, en parte - apuntilló - pues creo que el líder ha logrado burlarnos y está más allá de nuestro alcance. - terminó con un tono de frustración. - Creo que lo más prudente es descansar y esperar al resto, que no deberían tardar demasiado. -

No se podía negar que, en esa situación, Aria estaba actuando también con bastante prudencia, y era algo que Gerard agradecía. Porque la prudencia no era falta de valor, ni mucho menos: si bien estaba seguro de que podían superar en inteligencia a unos pieles verdes, no era tonto, sabiendo que en combate podían tener problemas serios contra casi una decena de orcos. Si a eso se suma el que ya no sabían realmente cuantos eran sus oponentes o, incluso, qué eran, LeBlanc sabía que actuaban correctamente.

De nuevo, esperaron pacientemente a que la elfa regresara, confirmando ella nuevos datos: había un túnel avierto, como un cañón, y que estaba segura de que había un pequeño valle allí escondido. Tras eso, ella dio su opinión sobre el asunto, al que el bretoniano asintió despacio.

- Estoy de acuerdo. Atacar nosotros a un enemigo resguardado, que nos supera en número y que puede tener aliados desconocidos es un suicido hasta que lleguen los demás. Además... si el líder realmente ha escapado, tal vez podamos capturar a alguno de los orcos con vida para interrogarle.

Aria habla dejando en claro que cree que es una tontería entrar por ese cañón a luchar contra los orcos. Sir Gerard opina lo mismo y no duda en hacerlo saber de inmediato. Gruño y frunzo mi ceño ante el hecho de que no rajaré piel de color verde en el corto plazo, que tendremos que esperar a los lentos que se quedaron atrás. Me aburriré mucho hasta que lleguen.

Me retiro a un árbol cercano donde me recuesto, apoyándome en su tronco, con el escudo puesto y el hacha sobre mi regazo. Bajo la cabeza para dormir sabiendo que no habrá acción para mí y que esto no será más que una siesta a la espera de que lleguen los refuerzos.

Tarhun secundando a Seiger pero yendo mas allá, desmonto de su caballo y elevó una plegaría a Sigmar, situación que imitaron algunos y que molesto a otros como Fanel, quien no se esperaba aquello. Tarhun había clamado a Sigmar por que les brindará su protección, fuerza y voluntad ante lo que habrían de enfrentar.

El grupo continuó la marcha al poco tiempo y tras varios minutos de cabalgar siguiendo el rastro y en clara dirección hacia aquella colina, se encontraron con que aquella colina tenía un gran muro de piedra que se levantaba desde el suelo y ascendía a mas de diez metros de altura de forma casi vertical. Si los orcos habían seguido hacia allí, debían de haber subido alguna forma mas fácil, o había algo que aun no lograban ver.

Ante la proximidad, pronto fanel detuvo a todos aun avanzando a paso ligero, para luego indicarles que continuasen y sin decirles que había visto. No obstante ya no parecía seguir el rastro si no que avanzaba directamente hacia la colina rocosa. El resto del grupo no tardó mucho en divisar a aquello que el elfo viera, a unos pocos metros frente a ellos se encontraban tres figuras, y una de ellas recientemente había bajado su arco al confirmar quienes eran ellos.

Mientras la noche avanzaba y el grupo descansaba, ya muy pasada la media noche, la elfa Arianne quien se encontraba recostada en el suelo se levanta de golpe cogiendo su arco y apuntando a la noche con este. Había algo a lo lejos que se acercaba y que no tardó mucho en hacerse visible para todos. Eran un grupo de jinetes amplio, los cuales avanzaban directamente hacia ellos. En cierto momento la elfa bajó el arco, como si reconociese al que llegaba como un amigo, lo cual confirmaba las esperanzas de Sargón y Sir Gerard, el resto de sus compañeros habían llegado.

Bajo las indicaciones de Fanel, quien guiaba al grupo, los recién llegados amarraron a los corceles en torno a unos arboles donde estaban también los de Sir Gerard y compañía.

El grupo compuesto por doce personas, incluía a todos sus compañeros de aventuras junto al elfo Fanel y al nuevo recluta Hans, a la par de cuatro personas mas que les acompañaban. Dos de estos eran conocidos, el primero era el caballero imperial Sir Jason Steffon, hijo de Lord Steffon; el segundo no era otro sino aquel que tenía un real interés en aquella batalla que estaba por librarse y era el sacerdote de Sigmar Tarhun. A la par había dos voluntarios de entre las fuerzas imperiales que les acompañaban, uno era un ballestero de nombre Miguel y otro era uno de los jinetes lanceros campesinos que habían acompañado a Sir Gerard en la batalla y que respondía al nombre de Otto.

Los saludos se hicieron en el mayor silencio posible, tal como indicó la Elfa, haciendo referencia a que el enemigo también acampaba en las cercanías. Aenalor informó que habían descansado y tras reunir víveres y a unos pocos voluntarios, habían partido a ayudarles. Por su parte la elfa explicó a todos lo que habían descubierto. El enemigo se encontraba en un valle dentro de la colina, al cual se accedía por un angosto sendero entre los muros de roca que la rodeaban. Así mismo, no habían encontrado ningún otro camino del otro lado, por lo que salvo que hubiese algún pasaje escondido, el enemigo no escaparía en medio de la noche. Las malas noticias tenían que ver justo con la ubicación del enemigo y la conformación del mismo, y es que, sumado al estrecho pasaje por el que había que acceder, Sargón había divisado a un goblin patrullando al otro lado del sendero dentro del valle, lo cual generaba la sospecha de que los orcos ya no estaban solos y que incluso se encontraban en alguna clase de campamento o base de su raza.

-Debemos planificar nuestro ataques. No sabemos que pueda haber allí dentro y como enfrentarlo. Lo mejor será tener variantes para lo que sucede y definir nuestros papales- señaló Sir Jason Steffon en un claro intentó de asumir un rol protagónico en aquella batalla que para un noble como él, habría de llenarlo de renombre, aunque solo si todo salía bien.

-Lo que debemos hacer es atacar ya. Dudo que el enemigo ya les allá descubierto, pero con tanta bestia- señaló a los corceles cerca de ellos, -no tardarán en hacerlo. Si esperamos solo les daremos oportunidad de intentar escapar o de estar mucho mejor preparados para la batalla-.

-Eso sería imprudente- exclamó el sacerdote -si han de escapar, lo harán aun cuando nos descubran. A la par son torpes, por mas que estén bien preparados, las cosas no podrán tenerlas listas todo el tiempo, y al amanecer la ventaja será nuestra. Dejemos en claro que estamos aquí y enviemos jinetes a patrullar los alrededores de la colina, si intentan escapar, cortaremos su intento, y si esperan, atacaremos al amanecer, cuando los rayos de sol molesten sus ojos y el nerviosismo sea grande en sus mentes-.

- Acabemos con esto mientras no nos esperan. No creo que queden mas que guardias como ese goblin que menciona Sargón, y los propios orcos que han huído. Si les damos oportunidad se escaparán, pues ya han demostrado que tretas no les faltan. Mirad si en lo alto del Valle tienen apostados tiradores, o trampas, pues podríamos caer en una emboscada. Y todos prestos a la batalla. Es ahora, o se nos podrían escapar.

Dicho esto miró a Hans y al carro. 

- Alguien tiene que cuidar de que nuestras cosas no desaparezcan. Ya ha ocurrido una vez, no quiero que eso vuelva a pasar. Y yo pienso entrar ahí. Así que que salga un voluntario ya, o lo decidiremos entre todos. Preferiblemente que sepa manejar bestias por si tenemos que salir zumbando de aquí.

Se refería claramente a Hans, puesto que éste apenas tenía habilidades de combate, y corría mas peligro de morir que cualquier otro. Eso sumado a su conocimiento de las bestias, lo hacía el candidato perfecto para el puesto. Él, o Angran, que tampoco había tomado mucho partido en anteriores combates.

Al parecer el giro de los acontecimientos se habìa decantado por esto. Un valle sin salida, donde los pieles verdes se escondían.

"Esconderse, pieles verdes, en la noche...?" - claro que si, y yo soy un Ingeniero de Asedio - pensó el enano mientras los demas parecían cavilar demasiado en la entrada.

El hecho era que estaban entre la espada y la pared: o entraban causando el caos a una de las trampas mas elaboradas de la historia, o esperaban que la trampa misma saliera engulléndolos con su aun  pequeña horda de pieles verdes.

Gurnik no estaba seguro de nada, excepto de una cosa, eso era suficiente tiempo de espera para el y su hacha, y no pensaba gastarlo esperando otro tanto mas.

El enano se levantó, miró a la pila de "inteligentes pensadores y estrategas" y desenfundando su hacha y dandole una mirada a Sir Steffon, dijo:

"... Mi lord, entramos?" - las palabras del enano no sonaron ni burlescas ni sarcásticas, pero si increiblemente sinceras.

Aun con el hacha desenfundada en su mano, rápidamente metió la mano en su mochila y dijo:

"Salud!!!"- tomó un corto y rápido trago y se quedó esperando que el Lord diera la famosa orden...

Finalmente llegaron los refuerzos y sus caballos metieron todo el ruido que nosotros evitamos hacer por horas. Me pongo de pie mientras afirmo el hacha y el escudo, ansioso por utilizarlos después de tanta espera y acecho.

Aparece un noble, Sir Cagón o algo así. Me importa una mierda porque recuerdo como los enemigos lo pusieron a dormir sin ningún esfuerzo y tuvieron que correr a cargarlo como a una damisela desmayada. De seguro también se le cayó su zapato de cristal.

"Debilucho."

Pero lo que dice me agrada. La idea de ir y rajar a esos Pieles Verdes es lo mejor que he escuchado en toda la noche, lo que anima más que la idea de un buen desayuno. Lamentablemente dice que esperemos hasta el amanecer, lo que daría horas de aburrimiento.

Las palabras de Grii son mejores, pues habla de empezar de inmediato pues han demostrado ser buenos para preparar tretas y trucos que después puedan jugarnos en contra. Me importan una mierda las cartas que sea que tengan bajo las mangas pues planeo cortarles los brazos con mi hacha, pero esperar se me hace eterno.

Hablo en voz alto apoyando la idea que me parece más certera:

 - "Debemos atacar ahora antes de que nos noten. Aria y los sigilosos encabezan disparando a los vigías mientras la infantería avanza detrás. La caballería cubre una posible retirada de los enemigos que sabemos, será solo por donde hemos entrado. Avanzamos como muro y matamos todo lo que encontremos. Será divertido. Que no quede ni uno vivo."

Estoy ansioso y la prisa de Gurnik es contagiosa, por lo que también me animo con ganas de ir a divertirnos un rato. Necesito matar orcos, necesito su sangre sobre mí y la gloria de acabar con los enemigos. Debo probarme a mí mismo y saber hasta donde llega mi fortaleza.

Parece que muchos estaban de acuerdo con atacar ya a los pieles verdes. El sacerdote no lo tenía tan claro, pero finalmente se decidió.

-Normalmente apoyaría al hermano Tarhun y votaría por esperar... Pero mis compañeros tienen razón cuando dicen que estos pieles verdes han demostrado ser especialmente elusivos y tener un montón de trucos y jugarretas que hacer. No quiero arriesgarme a que se escapen y tener que perseguirles más tiempo, o peor aún, perder la pista. Así que hay que atacar.