Partida Rol por web

Aquella tarde fue tranquila y hasta en cierta medida, melancólica. El cansancio era agotador y por ello el grupo tras un cálido baño opto por descansar e incluso pedir algo de aperitivos a sus habitaciones, eso con la promesa de una abundante cena ya entrada la noche. Fue allí cuando todos descasaban y la cena estaba cercana, que pudieron ver de nuevo a Leopold.

El joven humano había salido de la nada con su atuendo peculiar y su comportamiento aun mas peculiar. Parecía mirar las paredes, como si estas fuesen extrañas para él, su tacto con ellas parecía buscar o comprender algo que para el le era hasta el momento incomprensible, e incluso pego su oído a ellas y le dio algunos golpesitos intentando percibir algo mediante el sonido que producían sus golpes. De pronto se separó un poco y apuntando con el dedo a la par empezó a murmurar algunas palabras ininteligibles, y por un momento pareció que agua brotaba de sus dedos, pero entonces se dio cuenta que algunos de sus compañeros le miraban y sonriendo, les invito a subir.

-Me da gusto verles. El duque nos espera, la cena está servida- exclamó mientras les saludaba elevando sus manos señalando al comedor que estaba en las plantas superiores; claramente sus manos se mostraban secas.

El camino por las escaleras que subían al comedor principal de la torre fortificada del duque Domenor, seguía causándoles el mismo jodido efecto, aquel lugar simplemente parecía ser mas grande desde dentro que por fuera y siempre parecía ir cambiando poco a poco. Aunque por su parte Leopold parecía ir ya acostumbrado a ello, pues mientras tarareaba algún tipo de canción local que probablemente había aprendido en su estadía, iba avanzando con pasos danzantes y sumamente seguros, tal como si conociese bien ya el camino o incluso el interior de la torre. E incluso cuando pareció perderse empezó a contar con sus dedos y señalar en ciertas direcciones como si intentase recordar la secuencia en el camino.

Al llegar a la puerta que daba acceso al amplio comedor, el grupo vio salir de allí a un malhumorado Fanel quien dando un portazo les miró con cierta sorpresa y desagrado. No hubo palabras que salieran de su boca, simplemente paso junto a ellos como si nunca hubiesen estado allí. La reciente tarde, cuando Arianne sentenciara que el elfo podría también explicar cosas sobre lo acontecido, el duque pareció enarcar las cejas con sorpresa, entendido que la elfa intentaba decirle que aquel elfo sabía mas de lo que aparentaba. Quizá aquello podría ser la causa de la reciente reunión de Fanel con el duque y la actitud iracunda del primero de estos.

Un sirviente les dio la bienvenida al comedor invitándoles a sentarse. La mesa estaba muy bien adornada, con una vajilla envidiable, copas de plata con cristalería e incluso varios adornos elegantes. El la cabeza de la mesa, en su gran elegante asiento, se encontraba el duque, quien al verlos entrar se levantó para darles la bienvenida.

-Les saludo con placer. Espero que esto que he preparado para ustedes sea al menos suficiente para que noten lo agradecido que estoy por su gran ayuda. Pero no se queden allí, tomen asiento y relájense, no tenemos que empezar a debatir ahora, disfrutemos de la cena primero- y tras sus palabras, hizo señal al camarero para que empezase a servirles la cena, la cual consistía como apertura en una exquisita sopa de camarones acompañada por finos vinos al gusto. Había varios panes de diferentes cereales en la mesa, algunos quesos y varias frutas para aquellos que quisiesen probar cosas mas “frescas”.

Para el platillo fuerte el duque les sorprendió con una variedad de guisos en los que el ingrediente central era un deliciosa y suave carne de venado. Y para la cena, un rico helado cremoso, algo muy raro de ver en las posadas por donde solían pasar, incluso entre las mas caras que pocas veces visitaban. Si el conde estaba enojado por alguna reciente discusión con Fanel, no lo mostró en lo absoluto.

Fanel nos despide a su manera, por lo que sonrío y le respondo con humor:

 - "Yo también lo espero. Si sigo al lado tuyo un día más, quizás se me pegue lo marica."

Estallo en risas pues igual me cae bien esa mierda de elfo afeminado y después de tanta mierda juntos, estoy seguro de que me extrañará un poco.

El Duque nos recibe y veo que su guardia ha crecido sustancialmente, por lo que puedo deducir que espera complicaciones pronto, complicaciones de las que llevan armas encima.

"Bueno, si va a haber una matanza acá, será divertido permanecer y entretenerme un poco también."

Dudo mucho que se atreva a aparecer en esta zona una amenaza con la que no puedan lidiar esos muchachos pero nunca está de más estar preparado para no perder la oportunidad de repartir unos buenos y exquisitos hachazos.

Aenalor pide ayuda para encargarnos del bueno de Seiger y el Bretoniano responde a la llamada como se podría esperar de él, cosa que yo también hago sin dudar:

 - "Yo también ayudaré."

Si lo movemos entre los tres, podemos hacerlo de una forma mucho más cómoda y así no reabrir sus grandes y peligrosas heridas. Más vale tener cuidado para que el pobre se recupere pronto.

Finalmente podemos ponernos cómodos y aprovecho bien el tiempo dándome una ducha (no es que me gusten demasiado pero siempre han dicho que al comer con nobles hay que oler bien o no te verán mejor que a su comida) y me relajo quedándome acostado un buen rato.

Luego viene la cena y vemos nuevamente a ese pequeño niño humano. Lo encuentro tan raro que no sé qué pensar de él.

"Es una mezcla entre tarado y... bueno, y más tarado."

Pero no le presto más atención de la debida y me dirijo a comer. Allí el Duque nos ofrece un buen banquete, por lo que me siento a comer y a beber con avidez. Escucho las palabras que pronuncian sin demasiado interés mientras engullo una buena comida, una de esas que valen la pena y que no se ven todos los días durante los viajes. Como con ganas, pensando que tengo que aprovecharlo y que pronto nos harán hablar.

Aenalor asintió y sonrió ligeramente ante las ayudas ofrecidas para cargar al sigmarita hasta su cuarto; pero cuando vio a Leopold no pudo evitar fruncir el ceño, como si eso no le cuadrase o pasara algo con él. Tal vez se estuviera volviendo un paranóico.

Una vez dejado a Seiger en su cuarto y llegado al cuarto propio, el Alto Elfo se lavó para quitarse el polvo del camino y, como solía hacer en las reuniones formales, se hizo varias trenzas en el pelo para evitar que le cayera por delante de la cara. No tenía grandes pertenencias; pero tendría que hacerse con alguna muda de más para estos momentos, los humanos eran muy puntillosos con sus formas ante los nobles.

Cuando salieron y volvieron a ver a Leopold, no pudo evitar tener que hacer una comprobación. Atrajo sus poderes cuando no había mucha gente y quiso centrarse en ver si había algo que afectaba al joven, pues juraría que le había visto crear agua o algo parecido.

En la cena no comió mucho, como era normal en su raza, aunque ese venado tenía muy buena pinta para ser de una tierra tan castigada como la del Viejo Mundo.

-Bueno, perseguimos a los orcos durante días, pero tuvimos que separarnos. En el bosque fuimos atacados por unos seres no-muertos y una gran bestia; pero conseguimos salir adelante. Encontramos unas indicaciones dejadas por Arianne y llegamos a la ciudad justo cuando comenzaba el ataque de los pieles verdes. Les rechazamos con pérdidas y tras unas horas de descanso les perseguimos. Cuando les encontramos fue una batalla encarnizada en la que perdimos a varios amigos; pero conseguimos acabar con todos los pieles verdes que estaban allí.

Bebió un poco de agua, pues no le gustaba el vino a no ser que celebraran algo, y en ese momento, para él, eso no era una celebración.

Seiger tuvo que ser transportado de nuevo a aquel comedor, aunque solo fuera por no ofender al duque con su ausencia. Sin embargo, no tenía ganas de comer mucho debido a su herida, aunque todo tenía una pinta deliciosa. Hizo un esfuerzo, aún así, sabiendo que su cuerpo necesitaría todas las energías que pudiera para sanar más rápido. Sin embargo, al menos de momento decidió dejar que la historia la contaran el resto. Le dolía solo respirar, así que hablar era aún más doloroso. 

Aunque la resistencia enana era legendaria, a poco de estar en su habitación Gurnik se empezó a animar.

Para cuando lo llamaron, su semblante ya estaba mas alegre que cuando había llegado, y al asistir a la torre, de buena gana comió y comió, como buen enano, hasta llenarse.

Bebió un poco del vino servido, no era para el. Tomo un gran jarrón de cerveza y siguió disfrutando su comida, agregando puntos a la historia contada por los demás con algunos "grpm ñam ... si, ese maldito piel verde estaba duro.." o "..esa pelea fué complicada para todos...grgrgrmpf grmp" -  mientras su boca nunca estaba vacía.

Esperó y escuchó cada frase para agregar sus propios comentarios a las historias, para "completarlas".

En el fondo, lo que quería Gurnik, era visualizar como cada uno había vivido la pelea, que habían hecho, y si lo habían hecho bien, y para ello, seguía el estereotipo que todos tenía de el, glotón y bebedor (no es como que tampoco le molestara mucho hacer esas cosas).

-Fanel me informó ya algo sobre todo aquello, aunque prefería saber las cosas desde su perspectiva- explicó el duque al tiempo que bebía vino tras terminar su cena. -Entiendo que el elfo Angran murió en esa ultima batalla al igual que algunos reclutas imperiales de una aldea cercana a la batalla y que han traído sus cenizas con ustedes. Si en algo puedo ayudarles en ese respecto, solo tienen que decirlo- continuó hablando mientras soltaba la oferta y la dejaba en el aire.

-Quisiera empezar por esa ultima batalla aunque entiendo que hay mucho de lo que hablar. Creo al menos que las claves de todo están allí. ¿Saben por que no recibieron mas ayuda de las fuerzas imperiales en la batalla en los paramos desolados?, eso lo hubiera facilitado todo. También quisiera que me dieran una opinión acerca de la capacidad ofensiva de sus enemigos, entiendo que a la par de los orcos y goblins, había entre ellos un poderoso orco que fungía como su jefe y un chaman goblin nocturno-.

Tras un reparador baño y con ropas limpias, ya podía bajar al salón para reunirme con mis compañeros. Pero al igual que yo aun ninguno había bajado y cuando comenzamos avanzar hacia allí nos cruzamos con el joven Leopold, su aspecto físico no parecía denotar un cambio pero sus acciones...bueno no habíamos vivido tanto con él como para que estas que realizaba nos hicieran sospechar aun así nos llamaron la atención. 

- Hola Leopold yo también me alegro de verte. ¿Que tal te han tratado?. Seguía siendo un niño, raro, pero un niño al fin y al cabo, no me moriría por mostrar un poco de empatía.

Antes de entrar en las dependencias del salón vimos a un malhumorado Fanel dejando la estancia con un portazo. 

- Parece que algo ha agriado su "afable" carácter.

 Sonrió ante mi chanza y sigo a mis compañeros a la mesa del duque. Esta como siempre estaba preparada con esmero y sin que nada escaseara, otra cosa no pero el duque en esto se esmeraba. Cojo uno de los panecillos que hay frente a mi mientras degusto la sopa caliente, algo mucho mejor que lo preparado por nosotros en los campamentos provisionales. Ante las respuestas de mis compañeros alguna cosa se podía añadir, pero lo dejé a la conclusión de la cena para no privarme de la mejor comida en semanas.- Hay que felicitar al cocinero...esta carne de venado...una delicia.

Acabada la cena era tiempo de responder preguntas y solicitar recompensas, aunque como siempre habría que andar con pies de plomo. Los nobles eran peligrosos en demasía si estabas en nuestra situación.

- Mi señor no es por criticar, pero los nobles imperiales parecen preocuparse solo por los problemas que les vienen de cerca. Me encojo de hombros. - El resto lo dejan pasar, esa banda de orcos a los que perseguimos estaban en retirada y a nadie preocupaban ya...excepto a nosotros. Recordar lo sucedido en la batalla cuando aun estaba fresca en la memoria no era un problema, lo cerca que habíamos estado de fracasar era otra historia. - Subestimamos un poco las fuerzas a las que nos íbamos a enfrentar, yo nunca pensaría que la magia chamánica goblin fuera tan poderosa como para influir tanto en una batalla. Pero de nuestra parte estaba la orgullosa raza antigua, el valor de un caballero bretoniano, la fe de un clérigo sigmarita, la pericia mágica de Aenalor y la destreza de Aria. Como se alzaban las espadas y hachas y caían sobre los cuerpos, los proyectiles de madera y magia que sobrevolaban el campo de batalla, era mucho para contarlo en una sobremesa y nunca había sabido darle profundidad a las historias. - Esos pieles verdes tenían una fuerza dispar, había un puñado de pequeños que fueron rápidamente abatidos. Cuento con los dedos de la mano. - Unos cinco goblins que incordiaron bastante con flechas y diez orcos duros de pelar. Eso sin contar a la bestia de su jefe y al chaman goblin que les infundía fuerza.

Aenalor estaba más pendiente de de Leopold, mientras fruncía ligeramente el ceño ante su carácter y formas de ser. Se llevó una mano a la cara y se tambaleó un momento antes de volver a recomponerse justo para escuchar las palabras de Resha.

-Fueron más certeras las flechas de Arianne que mis conjuros -puntualizó- y toda magia debe ser temida, aunque aún me queda la duda de la hoguera que tenían en el campamento -frunció el ceño, pensativo, intentando atar hilos que nadie más parecía ver o comprender.

-Respecto a las fuerzas imperiales, no quiero criticar ni que lo tome como una falta de respeto, pero, ¿por qué no establecen un sistema de levas? Si hasta el más pobre campesino es capaz de empuñar una lanza y formar una formación básica, podrían poner en retirada la mayoría de asaltos que hacen menguar sus recursos, además de que parece que si no afecta a sus propias tierras, muchos nobles ni se molestan -frunció los labios- aún recuerdo cómo nos trató ese noble después de salvar su pueblo. Sí, es una pena la caída de sus hijos, pero si no hubiéramos llegado y Seiger y los demás no hubieran dado un aviso y organizado la defensa, hubieran sido masacrados, ¿acaso son incapaces de ver eso? -negó con la cabeza y miró de nuevo a Leopold- ¿su hijo se encuentra bien? -preguntó sin tacto alguno.

Por fin... Por fin descanso, y una forja en la que trabajar y relajarme.

De pronto aparecería el joven Leopold y haría lo que parecía magia, o un truco de manos. Negó con la cabeza y le acariciaría la cabeza, mirando a Aelanor para que tuviera constancia de lo que el joven había hecho. Como para quitarle importancia, le preguntaría:

- ¿Qué tal, pequeño? ¿Que tal se vive por aquí?

Dicho esto entraría al salón donde ya estaba la comida, y comería mientras el resto hablaban. Llegaría su turno de hablar:

- Sin duda estaban organizados. Tenían un plan de ataque al pueblo, uno de retirada y otro para hacernos frente en su refugio. Además de la aparición de esas horribles criaturas, esos muertos andantes que aparecieron en la mitad de la batalla... Esos seres que eran como nubes y que trataban de derribarte... Esa aparición horrorosa... Lo que hemos vivido estas semanas es indescriptible. Da que pensar. Luego esa carta que tiene que leer donde se da muchísima información... Hay muchas cosas que pensar, yo no soy ni de lejos el mas brillante para este tipo de cosas, pero lo que sí tengo claro es que todo eso no fue fruto del azar, ni de un intento de saqueo por parte de los orcos sin mas. Hay algo superior a todo eso... De momento, me gustaría pedirle si pudiera hacer uso de su forja durante nuestra estancia aquí, y si pudiera recibir ayuda del herrero local para un proyecto que tengo entre manos, o de los aprendices que pueda haber. A cambio les podría enseñar a trabajar el metal mejor. Pagaría yo los materiales si es que me aventuraría a hacer algo mas, no le costaría nada. 

Esperaría la respuesta del noble. Cenaría a toda velocidad, ligero, para poder empezar a trabajar cuanto antes. El tiempo apremiaba.

Sargón también se unió al bretoniano y al elfo para cargar con el sigmarita, algo que entre los tres pudieron hacer fácilmente. Una vez Seiger estuvo acomodado, Gerard se retiró a su cuarto para asearse y prepararse para la cena. Dejó la armadura en la habitación y se puso tan sólo las ropas que tenía limpias, pensando que quizás tendría que conseguir otras pronto.

Una vez yendo hacia el comedor con los demás, se encontraron con Leopold actuando... bueno, como él mismo y extraño para los demás. El caballero frunció ligeramente el ceño, cuestionándose lo que había visto, antes de devolverle el saludo.

- Un gusto también, Leopold. ¿Todo bien por aquí? - preguntó cortésmente mientras iba al comedor. Allí les esperaba el Duque y, para su sorpresa, salía Fanel del mismo con un violento portazo y cara de pocos amigos. Quizás Aria había hecho bien en señalarle, quizás no.

Ya dentro, todos tomaron asiento, siendo LeBlanc el que se veía más acostumbrado a ese ambiente. Durante la misma, dejó que varios de sus compañeros hablaran primero, haciendo Resha buenos apuntes sobre lo ocurrido, al igual que Grii. Al terminar de hablar el enano, fue cuando el bretoniano quiso hablar.

- Debo añadir que de haber sido más hábil en el manejo de mi espada en ciertos momentos durante la batalla en el campamento enemigo, seguramente no tendríamos que lamentar algunas bajas y heridos - confesó el bretoniano, aún afectado por aquello -. Aún así, coincido con monsieur Grii. Aquí hay algo más. No había visto nunca pieles verdes tan organizados ni con acceso a semejantes fuerzas oscuras.

Esto que estoy comiendo, que no tengo ni puta idea de qué es pero no me importa porque está rico, parece que les ha soltado la lengua a mis compañeros, por lo que comienzan a hablar de los orcos y todo lo que nos enfrentamos en este viaje. Hablan de su magia y creo que debo aportar también en un detalle importante:

 - "También estaban jodidamente bien entrenados. Detenían los ataques como verdaderos maestros, por lo que el combate se alargó mucho más de lo que debería haber durado. Eran duros y firmes, dignos enemigos."

Bebo del vino, que cae por mi pequeña barba para ser secado con mi manga:

 - "También sus flechas estaban muy envenenadas. Yo mismo resistí suficiente veneno para matar a un ejército."

Me río de mi propio orgullo y presunción pues es cierto que me inyectaron suficiente ponzoña para matar cualquier cosa pero fui capaz de sobrevivir y recuperarme rápidamente. Creo que soy mucho más fuerte de lo esperado y eso me da mucho gusto. Soy un jodido inmune.

 - "También estaban jodidamente bien entrenados. Detenían los ataques como verdaderos maestros, por lo que el combate se alargó mucho más de lo que debería haber durado. Eran duros y firmes, dignos enemigos."

Que? Acaso sus oidos lo engañaban? No señor, los rivales no eran dignos, excepto tal vez uno de ellos, pero tampoco era tan grande . El orgullo del enano Gurnik habìa sido herido en lo màs profundo por Sargón y su comentario.

Solo tuvieron suerte - se repetìa el enano en lo màs profundo de su corazòn, pero en el fondo, esta batalla casi le había costado la vida. Y eso lo molestaba en extremo.

"...tal vez eran grandes, pero no dignos..." - soltó con un vozarrón que no admitía réplica y siguió comiendo sin más.

No quería enojarse, pero se había salvado por los pelos de morir, y eso lo abatía.

".. tampoco eran TAN grandes" - dijo, tomando un sorbo de alcohol.

Probablemente entre la discusión verdadera ya nadie lo tomara en cuenta , pero eso ya no importaba. La discusión había terminado y sólo se estaban exponiendo hechos.

Gurnik siguió comiendo.

Aria se relajó y disfrutó de su baño. Se colocó su muda limpia, nada apropiado para una ocasión como aquella, pero lo único que tenía y acudió a la cena  a la que habían sido convocados.

Saludó a Leopold tan solo con un leve gesto de cabeza y una sonrisa antes de que este les condujera al salón. Allí, hizo lo que sabía que los humanos esperaban de una mujer humana, estar en silencio con una sonrisa, para ayudar en la decoración de la mesa.

Había pensado que aquella sería una comida para relajarse, pero rápidamente, Aenalor, rompiendo el protocolo establecido por su anfitrión puso sobre la mesa los hechos acaecidos, así que aprovechó su silencio para disfrutar los manjares y observar¹ las reaciones del duque a los comentarios de sus compañeros, reacciones que de haberlas no afloraban de ninguna manera.

Era interesante observar cómo ninguno de ellos había hablado de que los orcos habían sido una especie de premio de consolación. Ni una sola palabra de su verdadera presa, aquel humanoide de armadura de placas que había sido capaz de crear una niebla de la nada, de ocultar sus huellas a una experta rastreadora como ella y de aprovechar la confusión de la batalla para desaparecer de su vista. Tampoco dijo ella nada.

La escaramuza contra los orcos se había complicado por su propia ineptitud y por su escasa o nula coordinación, aunque como en otras ocasiones, la suerte les había sonreido, pues a pesar de las bajas, habían encontrado un inesperado y aparentemente útil documento, que ahora le tendían al duque.

Era obvio que lo que ocurría había sido bien orquestado y por ello había que tener también cautela con el contenido de aquella misiva pues el caos triunfaba a base de crear las dudas en los corazones de sus enemigos. - ¿Habría algo de verdad en ella? - se preguntaba hacia dentro.

Por las reacciones de Fanel era claro que él creía que sí, pero era posible que fuera el primero en haber sucumbido a las arteras maniobras del caos y era posible que, a estas alturas, aquel aguerrido y dispar grupo empezase a ser un peón más en el juego que se estaba llevando a cabo.

Bueno, ahora que el duque podía leer aquel documento que sacase sus propias conclusiones y les marcase su siguiente línea de acción. Aria sabía que lo haría y que la moneda de cambio seguirían siendo los documentos que, por una u otra razón, todos ansiaban.

Con estos y otros pensamientos la elfa trataba de disfrutar del banquete con el que les obsequiaba el Duque, en silencio, dedicando una ligera sonrisa cuando la nombraban o un leve gesto de, no fue para tanto, tal y como se esperaba que lo hiciese una mujer humana es tales circunstancias. - Mujeres florero - pensó con tristeza.

El duque frunció el ceño pensativo, era mucha información que procesar y él tenía mucho interés en ciertos detalles. -Olvidemos el tema del papel de la nobleza del imperio y las fuerzas militares a su cargo- interrumpió, -esa es una larga discusión que me parece no está ligada a la misión que les he encomendado y que, a su vez, nos llevará horas o quizá días, y para la cual, al final, igual no tendremos solución- explicó, esperando le hiciesen caso y desechasen el tema; al menos de momento, pues tendrías muchos otros días para hablar de cosas secundarias.

La charla les había llevado por caminos dispares, discusiones sin mucho sentido sobre la dignidad al combatir a un piel verde o el número de estos en cada batalla. Tal fue el caso que el duque tuvo que hacer una pausa y solicitarles les explicasen paso a paso.

Fue así que se enteró del rastro de los orcos en las aldeas al sur de Ostermark, de cómo tuvieron que dividirse para darles casa, del combate en el bosque negro, la batalla en Burgenhoff y la batalla final contra aquellos de quienes sospechaban, era la autoría del asesinato de Haldir, al menos parcialmente.

-Lo que enfrentaron en el bosque muerto- detalló el duque, -casi con seguridad fue algo alterno, un simple encuentro fortuito lleno de mala suerte. Ese oscuro lugar es peligroso, y no debieron acampar tan cerca de sus lindes, más aun, debieron haberse alejado cuando todo empezó.

Puedo decirles que las nubes que trataban de derribarles de las que hace mención Grii, eran probablemente Poltergeists, seres parecidos a fantasmas que les encanta jugar y molestar a los mortales; no son un peligro, a lo más podrían haberlos tumbado al suelo. Y aquella otra horrible criatura que enfrentaron allí y que produjo terror en algunos de ustedes, era una Banshee. Se dice que muchas mujeres asesinas o que mujeres que en vida cometieron actos atroces y malvados, suelen dejar su sombra permanentemente para atormentar a los vivos. Según las historias, el aullido de una Banshee es sinónimo de muerte, por lo que han tenido suerte-. Sonrió. -Pueden buscar información sobre todo eso en mi biblioteca. De hecho debo tener un tratado sobre los no muertos-.

-De la batalla en el pueblo, he de decir que no me asombra la llegada de las tropas imperiales. Seguramente los pieles verdes solo les atacaron ante la certeza de que pronto llegarían más. En cuanto al enemigo, hay dos cosas que me inquietan. La primera es como un clan local de orcos de los páramos desolados se unió tan repentinamente a aquellos que hemos estado persiguiendo tras tanto tiempo, como para coordinar un ataque a aquel pueblo. Aunque bien no es raro y tendría muchas explicaciones fáciles, solo que me gustaría conocer cuál de ellas es la correcta a fin de encajar todo en esta historia que cada vez se torna más misteriosa-. Sonrió de nuevo.

-La segunda es la aparición de no muertos en medio de la batalla. Eso no encaja, los orcos hacen alianzas por dinero, pero dudo que contraten no muertos, y…, bueno, las cosas simplemente quedan muy en el aire. Solo de una cosa estoy seguro. O bien los esqueletos siempre estuvieron allí escondidos a la espera del ataque, o bien alguien les invoco con magia nigromántica. Ese es un hecho que debemos tener muy en mente y sobre el que hay que tener mucho cuidado-.

El duque bebió mas vino e invitó a todos a que le imitasen. El hombre seguramente estaba cansado de hablar ya y tenía la garganta seca; no obstante, era claro que la charla apenas había empezado.

-De su última batalla- empezó a hablar de nuevo el duque mirando al infinito en claro gesto pensativo, -hay varias cosas a tratar. Primero que nada, quisiera felicitarles por su desempeño, enfrentar a casi una veintena de pieles verdes sin contar a los snotlings ya es una proeza, pues esa veintena, junto a un chamán, se vuelven en una verdadera amenaza. Para un próximo enfrentamiento, le aconsejo Arianne, que mate a todo mago en cuanto pueda, pues dejarlos vivos hará el combate impredecible.

Sé que es una lástima todas las muertes, sobre todo la de Angran, de quien quisiera saber si tienen ya algo en mente para sus cenizas, de lo contrario podemos discutirlo después. Como les decía, las pérdidas son una lástima, pero la victoria sigue siendo sobresaliente. No se recriminen por lo que pudieron haber hecho, no hay nada que pueda hacer ya, salvo mejorar. Lo único preocupante es la muerte de aquel joven noble- dijo deteniendo su copa en el aire por algunos momentos, probablemente estaba recordando la muerte su propio hijo, en la que algunos de los allí presentes habían estado involucrados incidentalmente. -deben tener cuidado- dijo bajando la mirada y centrándola en la mesa mientras sus pulgares tocaban su frente, -la nobleza imperial de la que tanto se quejan es un rival que no quieren de enemigo, si las cosas se complican más, probablemente necesitemos del apoyo de muchos de ellos-.

El duque dejo que murmurasen todos entre si mientras meditaba en cosas propias, aunque en ningún momento se mostró alterado o triste. – Volviendo a la batalla -continuó, interrumpiendo los pensamientos de todos. -La muerte de esos dos pieles verdes que lideraban a aquel pequeño clan bien sería digna de una buena historia o de una pieza para un bardo. No es de extrañarse que un par así liderase a aquel grupo, aunque me extraña al igual que a ustedes su coordinación, sobre todo la emboscada, ese tipo de planes son raros. Aunque quizá fueron idea del chaman pues era un goblin nocturno y esas criaturas son muy traicioneras, además de psicóticas.

Aunque algo he de resaltarles. Es imposible que esa veintena de pieles verdes con sus dos líderes lograran adentrarse en el bosque y asesinasen a Haldir. No hay forma, algo mas se nos ha de escapar entre los dedos- dijo metafóricamente mientras les miraba con atención, como esperando alguna idea.

-Señor Aenalor, me gustaría me hablase más sobre aquella hoguera- dijo con cierta luz en sus ojos, -quizá sea de utilidad. A la par, me gustaría leer esa carta de la que han hablado, la que encontrasen en el cuerpo del jefe orco- solicitó extendiéndola mano para poder revisarla.

Seiger no habló mucho durante toda la comida, salvo para corroborar brevemente o dar algún detalle menor. La verdad es que su estado no le permitía hacer mucho, y pronunciar más de un par de frases hacía que le doliera el pecho más, y eso era algo que prefería evitar. Aparte de eso, no comió tanto como el resto, a pesar de esforzarse, pero simplemente no se sentía con ganas de más. 

Escuchó en silencio mientras el Duque hablaba, pero parecía que le costaba apartar la mirada de Leopold hasta que el noble le mencionó y le habló directamente.

-La hoguera... era algo extraño. Vi como los Vientos de Magia se concentraban e intensificaban en un torbellino justo cuando esa hoguera explotó. No era nada natural, quizás pudiera ser magia del fuego y del cielo mezcladas y producidas desde una gran distancia; pero eso implicaría mucho poder ya que es muy complicado mezclar dos tipos de magia de esa manera -cogió la carta y se la tendió al noble- hay una parte escrita en élfico, pero la otra me es completamente desconocida.

Se quedó mirando el plato un momento.

-Hay demasiados misterios, demasiadas dudas y pocas respuestas.