Partida Rol por web

Seiger asintió a las palabras del duque, y en cuanto consideró que era adecuado, hizo que los sirvientes le ayudaran a llegar a su dormitorio. Necesitaba descanso para reponerse de las heridas, y aquella comida y los hechos ocurridos en ella le habían dejado agotado.

Tras las destempladas palabras con Grii y la intervención de varios compañeros para hacer que dejemos nuestra disputa, no tengo mucho mas que decir. El oro parecía ser lo único que les importaba y por unas monedas podíamos haber perdido el ánimo favorable del duque...así terminaría todo, lógico que su raza se extinga. Aun hubo mas desencuentros en la noche, esta vez con el duque como centro y esto no terminaría a bien para nosotros, el humor de un noble era mutable y por ahora dormíamos bajo su techo.

- Mi señor sobre lo de servir bajo su bandera, preferiría responderle cuando mis ánimos no estén influidos por el cansancio y la discusión anterior.

Veo que todos se paran y comienzan a irse, mientras yo aún tengo un pedazo de comida en la boca. Casi me atraganto con las palabras del Duque, donde considera su propuesta rechazada solo porque el Bretoniano no aceptó y tanto Aenalor y Resha no han respondido. Reclamo en voz alta:

 - "¡Pero si yo acepté! ¿Y si hacemos un batallón los que aceptamos y el resto se una cuando quiera? Pues, ya que pagará por tiempo, mientras antes sea miembro, mejor para mí."

Pero supongo que a nadie le importa lo que este enano diga, aunque sea el mejor guerrero que hayan visto en su vida y que jamás volverán a ver. Sobo con mi mano la barba que está creciéndome, ya casi parece la de un adulto, solo le faltan unos pocos centímetros.

Aprovecho de beber más vino mientras no me desalojen de la sala, para luego poder dormir en calma y pasar una noche tranquila.

-Entiendo que vos no podáis hacer nada más de lo que hacéis, es solo que veo una forma de hacer mejor algunas cosas y la impotencia de no poder hacer nada o que los que pueden hacerlo no quieran... -negó con la cabeza y alzó una mano- lo siento, dejemos ese tema que no irá a ningún lado más.

Se mantuvo callado en lo que Grii continuaba con su pequeña batalla y escuchó en silencio las palabras de sus compañeros.

Aenalor se quedó un poco más tras la conclusión de la reunión, pues tenía interés en esos conocimientos que había mostrado el Duque. La curiosidad le invadía y quería saber de donde había sacado esos conocimientos. Esperó a que los presentes se fueran, pues en realidad no sabía si a los demás le interesarían o, si quiera, llegarían a comprender lo que iban a hablar.

Cuando todos se fueron, Aenalor volvió a preguntar.

-Respecto a esos conocimientos, ¿sería muy indiscreto insistir en el tema? Me llama mucho la atención ver a un humano fuera de los colegios, e incluso en estos, que comprenda la Alta Magia de esa manera. ¿Recibió algún tipo de instrucción?

-Creo que lo mejor será discutir todo ello en otra ocasión señores- dijo el duque sentenciando el tema del ofrecimiento a conformar un batallón patrocinado por él, probablemente decepcionado de la reacción de muchos de los presentes. -Por lo tanto, si no hay mas de lo que hablar, será mejor ir a descansar, nos esperan largos días- exclamó volviendo a sentarse para sumirse en sus pensamientos a la espera de que los mercenarios abandonasen el comedor.

Al final, cuando todos se hubieron marchado salvo el elfo Aenalor, este se atrevió a preguntar de nuevo al duque lo que antes le había consultado. El duque en un principio pareció consternado y miró inquisitivamente al alto elfo como si algo le preocupase o algo intentase deducir, pero luego, de la nada, se echó para atrás en su asiento como tranquilizándose o satisfecho por algo. -Ha sido una larga noche- exclamó, -me ha tomado por sorpresa con el tema pues ya lo había olvidado. No, no hay indiscreción alguna en que me lo preguntes Aenalor- dijo hablándole en un tono mas personal, al tiempo que invitaba al elfo a tomar un lugar mas cercano.

-La teoría que involucra la alta magia no es algo raro, lo difícil es comprenderla, y usarla es prácticamente imposible para cualquier mortal- explicó al elfo. -Soy una especie de erudito al que le gusta aprender siempre cosas nuevas. Por ello, y dada mi posición, me ha sido fácil recibir instrucción particular sobre conocimientos mágicos de muchos magos en Altdorf y otros lugares. Pero no te confundes, el donde la magia no está en mi, no puedo ver los vientos ni sentirlos como sucede con todos los elfos. Simplemente tengo conocimientos básicos del tema, en la realidad, no comprendo nada de la alta magia- finalizó el duque esperando que elfo se diese por satisfecho.

Aenalor se quedó en silencio, escuchando las palabras que decía el Duque, que se veía a él como un erudito, pero sabía más que muchos otros autodenominados eruditos, y esa faceta del Duque le había llamado mucho la atención, así como su conocimiento o idea de que pudiera ser algo "superior" lo que les hubiera ayudado al final de la batalla.

-Perdone, es solo que me dio la impresión de que sabíais más de lo que sabría un humano y me sorprendí un poco al ver que llegaba más o menos a las mismas conclusiones que yo.

Aenalor se puso en pie e hizo una ligera reverencia.

-Muchas gracias por la velada y el hospedaje, así como la información. Buenas noches, duque -y tras la despedida, se fue hacia sus aposentos a descansar, pensando en las palabras que le había dicho Leopold y ese pequeño cofre que él poseía.

¿Y si el pergamino que mencionaban en esa carta estaba dentro de ese cofre?

Tenía que averiguarlo cuanto antes.

Me siento un poco decepcionado cuando el Duque rechaza mi propuesta. Supongo que no me considera tan importante por mí solo, lo que solo demuestra que no sabe nada:

"Si me viese luchar con sus propios ojos, iría a tener una hija para ofrecérmela también."

Pero no es así, por lo que bebo un buen trago de vino para así pasar el trago amargo. Después me pongo de pie y me despido:

 - "Ha sido una buena cena y gracias por la charla. Buenas noches."

Me dirijo a mi habitación pues tengo un mareo incipiente de tanto vino que he bebido y creo que es hora de dormir para mañana estar en condiciones. Tengo intenciones de no desperdiciar mi tiempo en este recinto: Planeo entrenar mucho, quizás ayudar a Grii en la forja si es que no es muy aburrido o enseñarle a Hans como se lucha de verdad. Este lugar será tan aburrido como yo lo permita y no es mi intención aburrirme.

Tras aquella cena, la noche se hizo corta, todos estaban cansados y algunos incluso artos. Así, tras un cálido baño, cada quien acabo refugiándose en sus pequeñas pero cómodas y solitarias habitaciones. El día siguiente y el resto de los días transcurrieron con una similitud tan clara que para muchos el aburrimiento no tardo en llegar. Arianne solía ir de cacería o simplemente a explorar los bosques cercanos, en una probable búsqueda de convivir mas con su entorno y alejar de aquella torre tan dura y mística. Grii por su parte se había refugiado a lo largo de los días casi completamente en la forja por lo que era muy difícil verle si no era para comer o si se le visitaba. Seiger probablemente habría tenido sus propios planes pero se la paso aquellos quince días sumido en su habitación recuperándose de aquellas severas heridas que apenas le dejaban estar en pie. Por su parte Gurnik y Sargón pasaron la mayor parte del tiempo entrándose entre si, algunas veces acompañados por Sir Gerard. Hans por su parte había hecho lo propio entrándose pero sin llegar a aprender gran cosa aun. Finalmente estaba Aenalor y Resha quienes pasaron gran parte de su tiempo sumidos en sus estudios sobre las artes mágicas.

Aquel tiempo también fue aprovechado por algunos de ellos para conocer mejor la ciudad de Bechafen, para lo cual el mismo Leopold fungió como guía, pues al parecer, en palabras de el mismo, había pasado gran parte de su estancia en aquel lugar aprendiendo el comportamiento humano. Sabía a qué hora empezaba a trabajar el panadero que tenía su negoció en la parte de la ciudad más cercana a la torre, sabía a qué hora traían la carne los cazadores a los diferentes carniceros de la ciudad, sabía ya mucho sobre los movimientos en los muelles e incluso se sabía ya la secuencia en los rondines de los guardias de la ciudad. En aquellas visitas los mercenarios se fueron haciendo con los materiales y armamento que consideraron les sería útil para sus futuras aventuras a la par de deshacerse de lo que ya no necesitaban más.

Así pasaron todos aquellos quince primeros días sin que apenas viesen al duque quien muchas veces tenía cenas en otros lugares o incluso visitas a lejanas ciudades. Días en los que lo único que realmente se podía hacer era esperar; esperar a que Seiger se recuperase, esperar a que el duque descubriese algo, esperar a que algo sucediese. Y sin saberlo, realmente algo muy importante estaba sucediendo sin que alguno de ellos siquiera lo imaginase.

Seiger se pasó aquel tiempo haciendo poco más que descansar e intentar recuperarse de sus heridas. Aprovechó ese tiempo para la oración y la meditación, sin nada realmente mejor que hacer, a la espera de encontrarse lo suficientemente bien como para, al menos, ser capaz de sostenerse en pie. 

En sus visitas al pueblo, notaron que cerca del muelle se encontraba de nuevo aquella mujer misteriosa que se encontraran en el principio de su aventura trabajando para el duque Domenor. La mujer aparentemente tenía una ruta comercial a lo largo del río y por ello no era difícil para ustedes encontrarla. Ahora, tan radiante como siempre les hacía señas a la distancia para que se acercaran mientras tras ella se encontraba su carromato lleno de una infinidad de artículos peculiares y llamativos, que iban desde pequeños amuletos hasta extrañas pócimas.

La mayor parte del tiempo en la torre la paso dentro de un clima frío donde puedo practicar con los vientos de la magia que me son mas afines. Puede que uno o dos sirvientes se hayan quejado de bajadas bruscas de temperatura o de encontrar hielo donde no debería encontrarse. Aparte de eso paso tiempo en la biblioteca y con el cetrero del duque, buscando en el primer lugar sobre los compañeros animales que algunos magos llevan consigo y con el segundo intentando que me enseñe a criar algún tipo de ave.

- Supongo que esparcir las cenizas de Angran es lo correcto. Digo cuando me preguntan sobre ese tema en particular. - Siempre estuvo de un lado a otro del mundo, en su muerte no iba a ser diferente.

La elfa, aunque prefería disfrutar de los boscosos alrededores al torreón poniendo en práctica sus habilidades y evitar el contacto con la sociedad del imperio, no le quedó más remedio que pasarse por Bechafen en varias ocasiones para solicitar a un curtidor que remachara su armadura para hacerla más resistente.

En uno de aquellas idas vio a la mujer que conocían por trabajar para el duque, así que cuando la vio se acercó a ella, le saludó y le dijo - No es por meterme donde no me llaman, pero ¿ya no trabaja para el duque? -

Gran parte del tiempo que Gerard estuvo esperando como los demás para saber cuál podría ser la siguiente misión lo pasó entrenando con su espada y la lanza; haciéndose a su nueva montura; y rezando a la Dama del Lago. El perder su magnífico caballo bretoniano y lo ocurrido en la batalla de la colina eran pesadas cargas para él de las que no se olvidaba, pero al menos intentaba que no le sobrepasara.

El resto del tiempo lo empleó en recorrer un poco la ciudad en busca de piezas nuevas para su armadura, pues esta aún distaba mucho de ser una auténtica armadura de caballero. En alguna de esas salidas vio y reconoció a la dama a la que conociera durante el primer viaje en transbordador que iniciara toda aquella aventura. Ella le hizo señas para acercarse a su carromato y él, algo ruborizado, no lo hizo, aunque sí la saludó cortésmente. Y es que el  recordar algo avergonzado la propuesta que la mujer le hizo hacía que él prefiriera evitarla, no sea que fuera a repetirse y no venciera la tentación. Al fin y al cabo, LeBlanc era un hombre joven y tanto tiempo en el camino hacía difícil mantener ciertas necesidades a raya, incluso estando tan dedicado a un código.

Los días comenzaron a pasar, tan aburridos como nosotros les permitíamos ser. Los primeros días entrenaba todo el día en el patio de armas, intentando mejorar mi técnica (si es que cabe algo así), así como manteniendo mi físico en su máxima capacidad, algo de lo que depende la vida del guerrero en última instancia.

Pero luego, los días se volvieron tediosos y, como no soy enano de mucha paciencia ni de estar quieto, comencé a buscar otras entretenciones.

La primera fue la forja del Duque. No sabía como decirle a Grii, quien pasaba allí sus días y noches completos, que necesitaba a ver si podía agregarle mangas de malla a mi cota, pues mis brazos están descubiertos y solo una pequeña capa de cuero me protege de los golpes. No quería importunarle como quien te busca solo porque te necesita, así que empecé a acompañarlo.

No es que mi compañía sea la cosa más amena del mundo, pero supongo que para él no fue tan terrible tener a otro enano que pasaba toda la tarde (pues la mañana seguía entrenando) preguntándole el nombre de los instrumentos y cuales eran sus funciones, así como mirando su trabajar.

Tengo que confesar que al principio no me interesaba mucho y solo era algo que hacer para no aburrirme pero la verdad es que con el tiempo, no fue mala la perspectiva de aprender y poder yo mismo arreglar mis armaduras. No sé si Grii sabe también hacer armas aunque no creo que sea algo muy distinto ni mucho más complejo.

Tanto me animó el tema, que pasaba allí las tardes, toda la tarde.

En las mañanas me aburrí de entrenarme solo así que agarré a Hans y le intenté enseñar a luchar. Lo tomé y le dije:

 - "Si vas a ir por ahí buscando problemas con nosotros, más te vale ser capaz de enfrentarlos."

Le evalué y es un pequeño humano. No se puede esperar mucho de ellos para afrontar al enemigo con el pecho y el escudo, por lo que me encargué de enseñarle mejor el uso de la ballesta. Grii le pasó una y yo también tengo otra que podría facilitarle, así que me pareció que era una buena idea. Le entrené duramente en todo lo físico, para que le saliesen algunos músculos a esos flacuchos brazos que tiene. Puntería, coordinación y agilidad, todo eso que le salvará la vida a él y a quienes apoyen. También le hice que aprendiese algo de armas y escudos pero se nota que no es lo suyo, aunque uno nunca sabe lo que te salvará.

Un día de esos le dije a Grii que necesitaba las mangas y me fui rápidamente. No sé si me dirá que sí o que no pero mañana lo averiguaré.

También salí a curiosear por ahí, a ver si encontraba algo entretenido y en una ocasión nos encontramos con una mujer que parecía conocernos y que ofrecía cosas raras. Me acerqué para saber si algo de lo que traía era de mi agrado.

Aenalor pasó todo el tiempo que pudo estudiando las artes arcanas, recordando los conocimientos obtenidos en la Torre de Hoeth e imponiéndose ser algo más útil para el grupo en las posibles dificultades que, sin duda alguna, llegarán antes o después, y no siempre eran combates.

Uno de los pocos días que salió al pueblo para ver si podía comprar algunos de los materiales necesarios para sus conjuros, fue el día que se encontró con aquella extraña mujer que decía tener algún tipo de dones adivinatorios que, para sus conocimientos, parecían poco académicos y plausibles, casi como si en realidad solo dijera lo que quería escuchar el interlocutor; pero podía ser un buen lugar en el que obtener algunos de esos materiales, sobre todo los más exóticos. Al ver que ni Sargon ni sir Gerard comenzaban una conversación, se vio obligado a ser él quien la comenzara.

-Buenos días, señorita -dijo tras acercarse a la mujer- ¿cómo van sus viajes? Espero que no tuviera ningún problema con las criaturas salavajes -comenzó una conversación banal para no ser demasiado directo- quería saber si tenía alguno de los materiales que busco para mis investigaciones.

Algunos del grupo optaron por acercarse con aquella mujer mercader de extravagancias y supuesta adivina, aunque Sir Gerard no lo hizo, aquella bella mujer indecente la causaba cierto temor y prefería no tentar a su menta, aunque la mujer a lo lejos, tan inhibida como siempre, le lanzo un sonoro beso de afecto mientras agitaba un poco su escote indicando que estaba acalorada solo de verlo.

Fueron el elfo Aenalor y Sargón quienes se acercaron hasta la adivina para examinar con atención su mercancía. El enano solo quería ver que era lo que la mujer podría tener a la venta que le fuese interesante, mientras que el alto elfo tenía intereses mas particulares.

-¿Señorita?!- exclamó la mujer mostrándose exageradamente abochornada. -Mis viajes me tratan bien tal como pueden ver- dijo contoneándose cuerpo y enaltecimiento con movimientos de manos, -las criaturas de los bosques están mas alteradas que nunca, por muy poco e logrado escapar de serios problemas. Hay quienes dicen que una nueva horda del caos se aproxima- susurró estás ultimas palabras como no queriendo llamar la atención o queriendo exagerar el suspenso. -Además está lo que ha dicho el gran Suleck sobre la eterna edad oscura del imperio y esas cosas- dijo ahora bufando como si le molestase el tema.

Ya aterrizados en la materia, la adivina le monstruo varias cosas de las que estaban en la lista de Aenalor y que no causaron mucho agrado a los que les acompañasen; patas de conejo para la suerte, hígados de gato conservados en frasquitos, una supuesta cuerda manchada de sangre con la que habían ahorcado a un criminal, entre muchas otras.

-Aunque quizá sea esto lo que realmente busca señor elfo- le dijo la elfa agachándose para buscar algunas cosas entre su carromato pero mostrando con ello fugazmente su amplio y frágil escote. Cuando se levantó, Aenalor pudo observar asombrado un Grimorio de piel muy bello y de color azulado.

-Es de piel de dragón tintada en azul- dijo como si aquella ultima palabra tuviese gran relevancia. -Está prácticamente nuevo-. Justo de donde ese libro había surgido, el alto elfo pudo apreciar otros dos especímenes, uno era un tanto mas simple y por tanto probablemente mas barato, y el otro era un extraño ejemplar con un dragón esmeralda plasmado en él.

-También tengo algo para ti- dijo la mujer cogiendo agilmente y con firmeza la mano del enano, para luego soltarla con una sonrisa coqueta y empezar a buscar. De entre sus cosas sacó un pequeño estuche tosco que contenía tres pequeños frascos de cristal con un liquido tinto en su interior. -Suelen llamarlo coraje liquido concentrado- empezó a explicarle la mujer, -te ayudará a afrontar el miedo en los momentos mas difíciles, aunque algunos dicen que realmente solo es un potente alcohol lo suficientemente fuerte como para embriagar a un ogro dragón- el enano realmente no estaba muy convencido de que eso fuese lo que el necesitaba, y la mujer lo notaba. -No te parece, bien, supongo que preferirás esta baratija-. Dijo la mujer sacando un brazalete tan amplio como para el vigoroso brazo de un enano, el cual para sorpresa de Sargón, tenía tres runas enanas plasmadas en él.

-Aunque si vamos a hacer negocios- dijo la mujer recargándose sobre los objetos que les ofrecía y dejando con ello sus pechos apenas por encima de estos, -van a tener que dejar que les adivine su destino- sonrió amistosamente.

La mujer de buenos pechos y una inexplicable necesidad por mostrarlos, me muestra unos frascos que no tengo ni idea de que tienen aunque, por la expresión de la mujer, presiento que sí puede que sea útil para mí. Le miro un poco desconfiado antes de preguntarle:

 - "¿Coraje líquido? Yo sudo coraje y no necesito esa basura, aunque conozco un par que probablemente sí."

Miro hacia atrás, al resto del grupo que nos acompaña. En el fondo sé que puede ser algo útil pero los brazaletes con runas encandilan mi vista y tengo que esforzarme en no dejar caer mi saliva. Un poco tembloroso le pregunto:

 - "¿Qué hacen esos y cuanto cuestan? ¿Todo en verdad, cuanto cuesta todo?"

No sé qué hacen pero ya los quiero. No es que sea un acumulador o consumidor compulsivo, pero los necesito. No sé qué hacen pero los necesito y quiero saber qué tengo que hacer para conseguirlos.

El enano Gurnik, mientras, y como nunca, se dedica a entrenar solo dia por medio, en el mismo recinto que les facilitarían durante casi todo el dia. Algo le perturba.

El esfuerzo físico hace mella en el enano, quien cada vez se torna mas silencioso - aunque no maleducado - cuando vienen a preguntar el porque de su relativa ausencia:

"Tengo ...ehm...algunas cosas que hacer" -responde con gracia (para un enano).

En uno de esos dias en que no entrena se junta con los demás,cuando se acerca la Adivina.

Claramente no hay ninguna cosa que le interese, más su atención es llamada, cuando la Adivina se acerca a su compañero enano..

"Ehh ehh cuidado ahí , que esa sabe que podría venderle una espada a un armero de la mejor calidad ehh!" - El tono de voz sale ronco, casi sin gracia, mientras el enano mira de soslayo las transacciones de sus camaradas.