Partida Rol por web

Ahora lo veo todo claro, y no puedo evitar una muda carcajada, el humor de Ymir era único. Sonriente y negando con la cabeza sigo al grupo camino al salón real, - la próxima vez, necesitamos señales más claras padre - murmuré en voz baja a un interlocutor inexistente.

-Si, si, ya se que vamos a ver al rey esta noche, - continúo murmurando al tiempo que camino con la cabeza baja sin mirar a nadie, - pero si querías un sacrificio, me lo tienes que decir. 

-¿euh? hay mil formas, cuervos volando en círculos, árboles partidos por un rayo...- luego inesperadamente me detengo un segundo y me doy una palmada en la frente, - un alud, un cadáver ardiente... si, he estado ciego...

Llegáis al Salón de Cnulf, el edificio más grande, situado en el centro del fuerte circular. No es un lujoso palacio como el de los reyes sureños, pero si acogedor, teniendo en cuenta la dureza de esta tierra y de sus gentes. Pero vosotros, hombres curtidos del norte, estáis muy familiarizados con tal sencillez en las construcciones.

Es un magnífico salón de banquetes de madera de pino. Las grandes puertas del salón están chapadas en hierro y decoradas con escudos ornamentales y se dice que los clavos con los que se construyó el edificio están hechos del metal de las espadas capturadas a los enemigos derrotados por el rey. Las antorchas arden brillantemente aquí. Es un lugar de alegría y celebración, para compartir historias de gloria acompañadas de buena cerveza o para hacer el amor al calor de la hoguera. Las habitaciones de atrás son para la familia del rey y sus guardias.

Antes de entrar Niord toma la daga que le da Kellen y la guarda en su cinturón.

En la sala hay media docena de guardias (sin contar los tres que vienen con vosotros). Junto al rey hay otros tres hombres. Y más apartado espera pacientemente un criado.

Niord se detiene ante el rey, y sin arrodillarse ni inclinarse* lo saluda:

-Saludos Rey Cnulf. Estos hombres que me acompañan dicen tener algo de gran importancia para vos. Al parecer por tan valiosa carga los vanires entraron en la ciudad y los atacaron. Os presento a Knut, Conor y Kellen.

El rey Cnulf todavía no ha llegado a la treintena. Su pelo negro como la noche cae rizado alrededor de sus anchos hombros.

El rey os saluda gravemente con la cabeza, y sus ojos arden con furia cuando golpea su puño derecho enguantado contra su otra mano.

-¡Perros vanires dentro de mis puertas y derramamiento de sangre en mi ciudad! ¿Qué cojones habéis hecho? ¡Tenéis muchas cosas que explicarme!

 Con el aplomo propio de los cinmerios, le respondí, como quien dice el tiempo:

 - Bueno, por lo visto no les gustó que les hiciéramos una visita no esperada en Jormanshalt y nos llevásemos este recuerdo... - A continuación me acerco al rey y le entrego el cuerno, dejándolo a sus pies.

Kellen se cruzó de brazos y permanecio de pie al lado de Connor, aquel no era su rey, pero sabia como demostrar cierto respeto.

Aguardó a las nuevas palabras de Cnulf, una vez viese el cuerno

Sin perturbarse, el rey mira el objeto y luego fijamente a los ojos de Conor:

-Por tu acento y por tu aspecto eres sin duda cimmerio. Supongo que ya sabrás que uno de mis lejanos antepasados procedía de vuestra tierra.

El criado se acerca deprisa a recoger el cuerno de ónice del suelo para ofrecérselo al rey.

Es un cuerno de los que se usan para beber, fabricado a partir del cuerno de un gran Uro y revestido por algún tipo de barniz negro y rematado con detalles en oro. Está grabado con extraños símbolos perfilados en oro. En la parte superior del cuerno hay una gran runa inscrita, un signo retorcido y enfermizo.

Los consejeros si que parecen muy sorprendidos y sin palabras. Entonces uno que parece un veterano jefe guerrero con muchas batallas a sus espaldas, rompe el silencio:

-¡No es posible! ¡El Cuerno de los Pelo de Carbón con el que los reyes celebraban sus victorias! Han pasado unos veinte años desde la última vez que lo vimos.

Otro de ellos habla a continuación:

-¿Jormanshalt? ¿El templo de Ymir? ¿Era allí dónde esas ratas rojas guardaban el Cuerno? Si no me equivoco creo que hace pocas semanas se celebró allí el Festival Anual de Vingut.

-Por tu acento y por tu aspecto eres sin duda cimmerio. Supongo que ya sabrás que uno de mis lejanos antepasados procedía de vuestra tierra.

 - Algo de eso había oído, majestad... - Respondí, con gesto impertubable, mientras el resto del salón se alborotaba mientras iba reconociendo el cuerno.

Cnulf comienza a hablar absorto en sus recuerdos y mirándose las manos enguantadas:

-Yo no había cumplido aún los diez inviernos cuando los vanires atacaron esta aldea. Entonces no estaba tan bien fortificada. La saquearon y arrasaron con todo, quemando el Salón de mis ancestros hasta sus cimientos. Vi a mi padre morir abrasado entre sus rescoldos. Perdió las ganas de vivir, avergonzado por haber fallado a su pueblo. Yo mismo intenté salvarle y…- Se quita uno de los guantes enseñando una mano con la piel marcada por las quemaduras –Esto fue lo único que conseguí. Un recuerdo de tan fatídico día grabado en mi piel de por vida.

 Asentí comprensivo, esa historia se parecía demasiada a la mía, yo también lo había perdido todo en un ataque de los vanir, y, al igual que el rey, también tenía unas cicatrices que me recordaban ese aciago día...

-Quizás haya de esperar una respuesta por parte de esos bastardos-

Interrumpió Kellen a todos.

-Sangramos mucho para recuperarlo, y si, tuvimos que 'interrumpir' el festival anual-

Barato no iba a ser ese cuerno, aunque estaría mejor si Cnulf les ayudase a capturar a Rorik, así podrái dar con ese esclavista hiperbóreo...

El rey acepta el cuerno que le entrega su criado, pero su cara permanece impasible.

-Kellen, tu también llevas a Cimmeria en tus venas. Sois todos hombres bravos y habéis completado una heróica hazaña para recuperarlo. Por ello os doy las gracias. Pero como bien dices y como ya habéis tenido ocasión de comprobar, seguro que esta acción no quedará sin respuesta del enemigo. Sin duda habrá más muertes antes de que alce este cuerno de nuevo en mi Salón.

 Tras escuchar atentamente las palabras de Cnulf, asentí con mucha seriedad y respondí:

 - ¿Y cual es la voluntad del rey al respeto?.

Había presenciado toda la escena en silencio, observando las reacciones de unos y otros desde un segundo plano.

Cuando veo la ocasión intervengo en la conversación, - ejem!, saludos a todos.

- Me gustaría añadir, que esta gesta no habría podido realizarse sin el germen plantado por Olaf, el manco. - Me acerco al centro de la estancia para que me oiga todo el mundo, - él fue el que nos instó a recuperar el cuerno, y él fue el que nos dijo que lo trajésemos aquí, que te lo entregásemos a ti. - En este momento miro fijamente por unos segundos al rey.

Girándome y señalando en dirección a las montañas azules continúo hablando, - desgraciadamente, él fue el único de nosotros que perdió su vida, allá, en el paso del colmillo, en las montañas azules. Pero no penséis que cayo bajo la espada de ningún Vanir, ¡No!, ni ninguno de sus perros de presa, ni el frío, ni el hambre que nos acosaron todo el camino, ¡No! - y bruscamente me giro señalando a uno de los guardias, - ¡No!

-La misma furia de Ymir fue necesaria para acabar con su inagotable voluntad. - Alzando los brazos en alto como si levantase una gran roca imaginaria que luego arrojo al suelo -, el gigante de hielo nos tiró la misma montaña encima, llevándose al Valhalla a nuestro valeroso compañero.  

De nuevo me giro hacia el rey, pero señalando en dirección a las montañas azules, - pudo elegir vender el cuerno al mejor postor, pero no, te eligió a ti, pensó que eras su digno propietario, - ya más relajado, me arreglo los ropajes, y con una sonrisa concluyo - también pensó que pagarías buena recompensa por ello...

Esta vez habló otro de los consejeros del rey:

-¿Olaf el manco? ¿Ese viejo pendenciero y avaricioso? No me extraña que alguien así estuviera detrás de todo este lío. Era capaz de vender a su madre con tal de llenarse los bolsillos el muy bribón. Tal vez Ymir le dio su merecido.

-Aún así debemos honrar su memoria ya que fue el artífice y promotor de esta empresa tan arriesgada. Y junto a estos amigos les propinó una buena patada donde más duele a esos indeseables vanires.

Niord responde seriamente:

-Más bien han golpeado un avispero y así han atraído al enemigo a nuestras puertas.

Luego se dirige al rey:

-Ya he dispuesto todo lo necesario y he dado las órdenes pertinentes para asegurar la aldea, señor.

-No esperaba menos de ti Niord. Espero que no se vuelva a producir esa brecha en la seguridad o tendré que castigar seriamente a los responsables.

Entonces, Pelo de Carbón sonríe ampliamente y golpea a Conor en el hombro:

-No está de más ser precavido, pero, no creo que se atrevan a volver esta noche. Habéis viajado mucho. A nosotros los aesires también nos gusta viajar. Es verdad que odiamos a los vanires, pero el tener que matarlos nos da una excusa para alejarnos de nuestras esposas y nuestros mocosos llorones. Tendréis que contarme con detalle vuestras aventuras. Luego con el estómago lleno podemos negociar vuestra recompensa.

-Habéis venido tarde a mi Salón esta noche, pero aún así hallaréis en mí a un buen huésped.

Luego habla con su sirviente:

-Bragi, apresúrate y llama a los demás sirvientes. Avivad la hoguera y asad algo sabroso. Aseguraos de que el bardo esté presente y lo suficientemente sobrio. Creo que aquí tenemos material para componer una buena Saga sobre las hazañas de mis nuevos amigos.