Partida Rol por web

Al notar el combate Holgsen sale a echar una mano a Knut. 

Turno 2

- ¡Argh!, - de nuevo mi acero refleja las estrellas de la noche, al volver a atacar al Vanir.

El guerrero vanir recibe un tajo en el pecho y da unos pasos atrás para caer por la torre estrellándose en el tejado del edificio. El ruido hace mirar hacia arriba a los vanires que han salido de las tiendas que señalan hacia vuestra posición gritando improperios y se apresuran hacia la puerta del edificio.

Holgsen sube dispuesto a darlo todo pero se queda con las ganas.

Upptäck e Irda ven caer al guardia por una de las aspilleras.

- Uno menos, - digo al tiempo que me siento en el borde de la torre mirando hacia el lugar donde cayó el guerrero, - ya sólo nos quedan... ¿cuarenta?

Me río y al hacerlo una punzada de dolor me recuerda mis heridas, dejo el borde y me siento en el suelo apoyando la espalda en algún resto de almena, mientras aprieto la herida causada por Rorik en el pecho, para disminuir la pérdida de sangre.  Miro a Holgsen y le hago una seña para que se acerque al tiempo que rebusco entre mis cosas el saco con ungüentos y cataplasmas que me dio mi madre. - Ayúdame anda.

Kellen intercambió furiosos golpes con el Vanir, con diversos resultados, no estaba dispuesto a morir, no tan cerca de hacer hablar a Rorik...

Cuando escuchó las palabras de Holgsen, algo se agitó en su interior, una necesidad de dejar de matar y correr hacia arriba, para ajustar cuentas con aquel hijo de una perra

Kellen lucha por su vida con la furia cimmeria que corre por sus venas, acabando rápidamente con dos enemigos. En el intercambio de golpes recibe un pequeño corte.

Entonces oís un cuerno que suena desde fuera de la fortaleza...

Podéis oir unos gritos desde fuera del edificio:

- No dejéis dormir a las espadas en vuestras manos, hijos de Asgard, ni que la sangre se espese y se enfríe en vuestras venas. Es la hora de la batalla, de la matanza y de las heroicas hazañas de las que os jactaréis mientras bebéis hidromiel en mi salón o en el mismísimo Valhalla. La blanca nieve y la negra noche serán testigos de vuestra roja victoria sobre los perros de Vanaheim.

- ¡Es la hora del hacha!

- ¡Es la hora de la espada!

- ¡Es la hora de los escudos astillados!

Parece que el Rey Cnulf acude en vuestro auxilio...

Justo en el preciso momento en el que los vanires empiezan a entrar en el edificio y Knut pide ayuda a Holgsen, un cuerno suena desde fuera como respondiendo a la llamada del vigía fallecido. Los enemigos se giran.

Upptäck e Irda también contemplan la escena desde las aspilleras.

Subido encima de los restos de la muralla que rodea la fortaleza se distingue en la noche la silueta sombría de un hombre imponente de cabellos negros como las alas de un cuervo. En una mano lleva el cuerno con el que ha avisado, y en la otra apunta hacia los vanires con la punta de su espada. A su lado hay otra figura menuda y femenina de cabellos rubios que reconocéis como Svala. Una voz poderosa y con autoridad habla en voz alta. Es el mismísimo Rey Cnulf que acude en vuestro auxilio:

- No dejéis dormir a las espadas en vuestras manos, hijos de Asgard, ni que la sangre se espese y se enfríe en vuestras venas. Es la hora de la batalla, de la matanza y de las heroicas hazañas de las que os jactaréis mientras bebéis hidromiel en mi salón o en el mismísimo Valhalla. La blanca nieve y la negra noche serán testigos de vuestra roja victoria sobre los perros de Vanaheim.

- ¡Es la hora del hacha!

- ¡Es la hora de la espada!

- ¡Es la hora de los escudos astillados!

Unos cuarenta guerreros rubios salen del bosque irrumpiendo como una ola sobre el campamento vanir. Doblan en número al enemigo y arrasan con ellos. El entrechocar de los aceros y los gritos de dolor y rabia resuenan. La muerte reclama a los vanires, enseñándoles cual frágil puede llegar a ser la vida. Cnulf mismo lidera el ataque al frente de sus hombres. El gigante Puño también está presente destrozando enemigos.

Aquellos hombres duros del norte intentan resistir la embestida, luchan, mueren y caen lavando la tierra con su sangre derramada.

 Corro a ayudar a mi hermano de armas, con un grito de furia:

 - ¡Por Crom!.

 Empuñando mi espada, ocupo la posción de Keller en la entrada, impidiendo que puedan pasar y que tengan que enfrentarse a mi de uno en uno...

Tras el cambio con Conor, Kellen le dio un escueto gracias y subió a la carrera hacia arriba, cubierto de sangre para variar.

La espada de Conor produce un profundo corte en el vientre de su enemigo.

Mientras Kellen llega a la escalera.

El guerrero herido falla en su embite.

 Sigo en mi empeño de acabar con él...

Kellen va subiendo por la escalera, mientras Conor lucha contra los vanires.