Partida Rol por web

Baker parecía de lo más sereno ante aquellas inexplicables criaturas. Y en realidad es que se las estaba imaginando enrolladas con su colorida bufanda. Allí arriba debe hacer mucho frio, le diré a mi abuela que les cosa unas bufandas a medida. Aunque no se si habrá suficientes ovejas en todo Arkham para tanta lana que necesitarán. Por un pelo no se puso a reir en medio de la dramática situación.

De inmediato el Doctor despertó de su letargo. Como si hubiera estado acumulado energía en una batería, el científico reaccionó como un relámpago adelantándose al asiático. Este se colocó a manos del Desintegrador para reventar los bichejos.

Sr.Wong deje esto para los profesionales... activando el artilugio.

Inmersos en la vorágine de acción y ante el inminente peligro de muerte, las mentes de los héroes resisten de mejor o peor manera los estragos de una locura que os parece tan peligrosa como el propio origen de la locura, los seres alados, casi demoniacos y tan ajenos a nuestra realidad que se abalanzan sobre vuestras cabezas.

Manley tiene su arma preparada, y Wong falla su disparo con el desintegrador mientras se resiste a entender lo que esta viendo para salvar su mente. Baker hace de tripas corazón y viendo al oriental aturdido toma el mando del aparato y se prepara para activarlo.

El detective Bride ha sacado su arma que sostiene tembloroso frente a el, pero permanece paralizado entre el terror y la brecha que empieza a romper su mente.

Mierda dijo al ver como el Doctor Wong fallaba con el desintegrador. Luego apuntó y disparó. Quizás si conseguía centrar la atención de aquellos seres en si mismo, los demás tendrían una nueva oportunidad de usar el disbólico cacharro.

El ser aleteante intenta esquivar la bala de Manley sin éxito, un chillido antinatural y un liquido gelatinoso salpicando sobre vosotros lo prueban. Pero el daño no parece suficiente para hacerlo caer y ahora suis movimientos son más violentos aun.

Esta era la última bala arcana de Manley que mira preocupado el cargador.

El Doctor dudó entre dos objetivos para dirigir el haz desintegrador. Por un lado estaban aquella especie de lavadoras y por otro lo que parecía una turbina alimentadora de los anteriores aparatos. Baker se la jugaba a una moneda ya que presentia que mucho tiempo no tendrían con aquellos engendros voladores rondando por el establo. Optó por la cara más segura, reventar las lavadoras. Ya que el hombre de ciencia dedujo que la suma del haz desintegrador más la energía rebosante de la turbina podría resultar un espectáculo pirotécnico que podría verse des de la lejana California en la otra Costa.

Caballeros, agarrense los sombreros. No tengo idea de como resultará, pero nunca me gustó hacer la colada!! 

El señor Wong, viendo las intenciones de Baker, trata de evitar que la sorpresa le aflore en el rostro.

—Espero que esté usted seguro, doctor —dice solamente el chino poniendo en tensión todos los músculos de su cuerpo.

Los héroes parecen decididos a acabar con todo a lo grande y de una vez por todas, quizás incluso podrían acabar con el desintegrador aprovechando la explosión, o quizás prefieran salvarlo, en cualquier caso, correr puede que no sea suficiente para evitar una muerte segura.

Los seres alados parecen leer los pensamientos de todos vosotros de algún modo, la tensión es crítica en este punto, la adrenalina recorre vuestro cuerpo y todo a vuestro alrededor parece suceder a cámara lenta, auqneu en realidad, todo habrá acabado en apenas uno latidos de vuestro corazón. ¿los últimos latidos?

Baker está apostado, preparado para disparar, sabe que si lo hace la reacción puede ser instantánea, sus compañeros tendrán que decidir si quieren correr por su vida o evitar que Baker dispare.

El detective Bride no tiene ninguna duda de lo que estos jodidos científicos locos son capaces de hacer, y en cuanto ve a Baker sujetar el dispositivo y su mirada enajenada dirigida hacia esos cachivaches sale disparado hacia la puerta del establo intentando gritar entre lo poco que le dejan sus doloridos pulmones. —¡Corred insensatos…!

Manley dudó que hacer pero las palabras del detective consiguieron reactivarle y emprendió la carrera todo lo rápido que sus piernas le permitían. 

El señor Wong se queda petrificado ante la situación tras dedicar esas palabras al doctor Baker y reacciona algo tarde. Wong siempre se ha jactado de ser muy ágil para su edad, pero en el momento de la verdad, el dolor de huesos que tanto intenta ignorar con esos ejercicios mentales e innumerables horas de meditación le pasa factura.

—Lo siento, Mao —murmura para sí, dedicando sus últimos pensamientos a su hermano, desaparecido dos años atrás.

El Doctor que siempre parecía un despreocupado y un poco absorto en cosas ajenas para la realidad más inmediata. Tenía a cambio la peculiaridad de que en momentos de estrés agudo, su mente reaccionaba a una celeridad desorbitada.

Todo final tenia un inicio, y aquella desesperada situación se presentaba como una más que mortal conclusión. El Doctor recordó su bien más preciado, que de bien joven le cosió su querida abuelita. La larga y multicolor bufanda que siempre blandía el Doctor con gran afecto. Era el momento idóneo para sacrificarla, si así su pérdida valía la vida de sus compañeros a cambio.

Baker con gran agilidad envolvió el aparato desintegrador con su "kilométrica" bufanda. Preparó un nudo corredizo para poder accionar el percutor del rayo una vez se tensara toda la bufanda. Blandiendo el otro extremo que quedaba, salió a toda velocidad del lugar. Y así poder ganar unos segundos que para sus compañeros podrían significar la salvación.

De echo el Doctor Baker siempre se había jactado de que podía envolver todo su cuerpo con la familiar bufanda multicolor. Pareciendo una momia de lo más colorida. Que ironía del destino, ya que también podría bien ser la mortaja de su faraónico final.

Un genio sabe que la idea mas simple puede cambiar el mundo o el destino de un hombre.

Aislados del mundo entre seres extraterrestres y demoniacos, rodeados de tecnología imposible de comprender y de dispositivos mortales, el destino de tanto queda en manos de los hilos entretejidos de una sencilla bufanda de lana.

Baker se apresura y la anuda sobre el tirador, sale corriendo hacia atrás y en el último momento el tirón tensa la cuerda, el pulsador se activa y el zumbido característico del aparato hace parecer que el tiempo se detiene. El rayo incide directamente sobre los extraños paneles de luces, en un segundo más todo el sistema estará saturado de energía, lo justo para darle a Baker unos pasos más hacia su salvación, pero un segundo no es nada, Wong yace trastabillado, apenas ha salido del establo cuando todo estalla por los aires, con un haz de luz blanquecina primero, una gran bola de fuego después, seguido de numerosas explosiones procedentes de los depósitos de gasolina de los coches.

Todo el establo arde mientras una gran columna de fuego y extrañas luces se alzan hacia el cielo.

El señor Wong se levanta con la mayor rapidez de la que es capaz, ayudándose de la posición de Baker para escapar. Finalmente, saca fuerzas de donde parecía que no quedaban e, impulsándose con el bastón como si fuese una tercera pierna, se lanza en plancha hacia adelante como si de un jugador de fútbol americano se tratase.

La explosión no hace sino impulsarle más hacia delante a una velocidad vertiginosa y proporcionarle unas bonitas quemaduras en las piernas. El historiador sale despedido unos metros y finalmente rueda por el suelo, quedando tendido hacia arriba, inerte durante unos instantes y cogiendo aire profundamente. 

Aunque cuenta con el don de la clarividencia, a sus 63 años —muy bien llevados, todo sea dicho—, nunca ha visto la muerte tan de cerca como ahora mismo. Intenta despejar su mente para recuperar el control de la situación. Entonces, y no antes, podrá preocuparse por sus compañeros y por el estado del establo y probablemente del mundo entero.

Segundos más tarde que parecen horas, el señor Wong vuelve en sí. Todavía aturdido y con cierto dolor en las piernas debido al fuego, se incorpora y permanece sentado en el suelo. Los oídos todavía le pitan sobremanera y no alcanza a escuchar absolutamente nada, así que se apresura a mirar a su alrededor, buscando a sus compañeros.

Manley corrió, corrió todo lo que pudo. Vio una luz blanca que se expandía, luego escuchó una explosión, luego otra. Eran los coches que saltaban por los aires. Siguió corriendo, sintió las llamas prendiendo, el cobertizo se desmoronaba. Manley siguió corriendo, casi estaba a salvo pero otra explosión más arrojó una viga por los aires y le cayó encima de la pierna. Manley calló al suelo. Estaba exhausto, examinó la herida. No era grave, apenas un rasguño. 

Baker era un inventor acostumbrado a pequeños accidentes al trastear con cachibaches y elementos de poca estabilidad. Pero aquella explosión ígnea se llevó la palma. Gracias a su bonita bufanda el Doctor pudo cubrir una buena distancia para esquivar las llamas. Pero su gabardina se llevó la peor parte y esta prendió como una cerilla. Baker no se lo pensó dos veces y se desprendió de su abrigo en llamas. Convirtiéndose aquella experiencia en "un simple rasguño" con más de una quemadura de poca gravedad.

Tumbado en el suelo admirando el espectáculo pirotécnico y luminoso que se cernía sobre el establo, este se acordó de Finch. Amigo Lionel te voy a pasar una buena factura del sastre

Y mirando alrededor como sus hermanos de fatigas habían salido ilesos, este científico estuvo a punto de dar las gracias al señor por primera vez en su vida. Estaba claro que la Suerte había corrido de su lado y la de sus compañeros. Parece que la moneda cayó de canto, pero por lo menos estamos todos vivos.

Mis disculpas caballeros, quizás tuve un error de cálculo. Pero estoy convencido que el desintegrador habrá saltado en mil pedazos, junto con todo lo que había dentro del establo. O eso espero. Un sudor frio recorrió la frente del Doctor.

Solo por un breve instante, en una mirada hacia el cielo, te parece ver, entre las ultimas explosiones, algo que no puedes describir sino como un desgarro en el cielo, un desgarro que se abre como un remolino de nada, y a través del cual se pude ver lo que sin duda es otro cielo, en otro mundo, muy lejos de este.

Antes de que puedas fijar la vista ha desaparecido por completo y el calor del fuego cercano te recuerda asuntos mas inmediatos.