Partida Rol por web

Te diriges para visitar al Padre Anthony ya que es tu mejor amigo el único en el que puedes verdaderamente confiar...

Este monje vive en la parte baja de la ciudad de Canterbury, cerca de la puerta de la ciudad que da al camino que se dirige a Windchester. Posee un pequeño albergue que logra mantener gracias a los donativos de los vecinos más cercanos que ven en sus esfuerzos una obra divina. Con lo poco recaudado, el Padre Anthony es capaz de mantener este pequeño albergue para mantener a chicos huérfanos que no tienen a nadie con quien vivir, a enfermos no contagiosos, a pobres, y a mujeres de malvivir que se arrepienten de su condición. El monje también se dedica a bendecir algunas reses, a dar misa los domingos para aquellos que no pueden ir o no están permitidos entrar en la Catedral, y a dar consejos sobre las conductas cristianas que han de seguir sus feligreses.

Es un hombre que nunca ha realizado mal alguno y tiene una buena fama en el barrio. Es una de las pocas personas que alegran la vida a aquellos campesinos y gentes pobres que han perdido la ilusión por seguir viviendo. Sus feligreses quieren al Padre con devoción. Puede decirse que se ha convertido en una figura religiosa casi tan importante como el Arzobispo para los vecinos de la ciudad. Casi todo el mundo que tiene un problema visita al monje para recibir consejo. 

¡Señor, Señor! Te dice el niño no puede ir, es muy difícil ver al arzobispo, el padre Anthony señor él le puede ayudar y curará mis heridas. Este monje vive en la parte baja de la ciudad de Canterbury, cerca de la puerta de la ciudad que da al camino que se dirige a Windchester. Posee un pequeño albergue...

¡Señor, señor!  No está, el padre Anthony señor él le puede ayudar y curará mis heridas. Este monje vive en la parte baja de la ciudad de Canterbury, cerca de la puerta de la ciudad que da al camino que se dirige a Windchester. Posee un pequeño albergue...

El Padre posee un pequeño albergue que logra mantener gracias a los donativos de los vecinos más cercanos que ven en sus esfuerzos una obra divina. Con lo poco recaudado, el Padre Anthony es capaz de mantener este pequeño albergue para mantener a chicos huérfanos que no tienen a nadie con quien vivir, a enfermos no contagiosos, a pobres, y a mujeres de malvivir que se arrepienten de su condición. El monje también se dedica a bendecir algunas reses, a dar misa los domingos para aquellos que no pueden ir o no están permitidos entrar en la Catedral, y a dar consejos sobre las conductas cristianas que han de seguir sus feligreses.

Es un hombre que nunca ha realizado mal alguno y tiene una buena fama en el barrio. Es una de las pocas personas que alegran la vida a aquellos campesinos y gentes pobres que han perdido la ilusión por seguir viviendo. Sus feligreses quieren al Padre con devoción. Puede decirse que se ha convertido en una figura religiosa casi tan importante como el Arzobispo para los vecinos de la ciudad. Casi todo el mundo que tiene un problema visita al monje para recibir consejo. 

El albergue en esta época del año está casi vacío, al ser verano, casi todos los que allí residen excepto los niños, viajan al campo a trabajar como jornaleros para poder recaudar algo de dinero para el invierno, trabajando de sol a sol. El albergue es un pequeño edificio de madera, de unos 3 metros de alto y con capacidad para unas treinta personas.

Estáis delante de la puerta ya llegada la noche, tras golpear el llamador de la puerta, y esperar algunos minutos en los que os fijáis de la luz que sale desde las ventanas, un hombre de unos cincuenta y tantos años les abre la puerta. Porta un cayado y está ataviado con un hábito de color pardo. Tiene el pelo largo y canoso, posee una abundante barba blanca, y unos profundos ojos verdes. Tiene un ligero sobrepeso, pero su porte es agradable y simpático.

- Buenas noches señores, ¿Puedo hacer algo por ustedes buenos amigos? El monje no oculta su cara de satisfacción al ver a los chicos. Los abraza y les riñe por haber llegado tan tarde. Os invita a entrar por acompañar a sus chicos y haberlos traído sanos y salvos. Os invita a pasar la noche y a cenar en su compañía. Mientras cenan los chicos marchan de un lugar para otro del albergue, el monje os cuenta parte de la historia de Ernest, de cómo su padre murió durante el asedio vikingo de hace algunos años, como su madre fue violada y engendró al chico y como ella murió al dar a luz. 

El albergue en esta época del año está casi vacío, al ser verano, casi todos los que allí residen excepto los niños, viajan al campo a trabajar como jornaleros para poder recaudar algo de dinero para el invierno, trabajando de sol a sol. El albergue es un pequeño edificio de madera, de unos 3 metros de alto y con capacidad para unas treinta personas.

Estáis delante de la puerta ya llegada la noche...

El albergue en esta época del año está casi vacío, al ser verano, casi todos los que allí residen excepto los niños, viajan al campo a trabajar como jornaleros para poder recaudar algo de dinero para el invierno, trabajando de sol a sol. El albergue es un pequeño edificio de madera, de unos 3 metros de alto y con capacidad para unas treinta personas.

Estáis delante de la puerta ya llegada la noche...

Puede que sea un poco tarde para venir a molestar a Anthony, pero en una situación como esta, puede que sea la última vez que nos veamos (lo sé, Roma es muy dramático).

Arrimo la mano a la puerta e intento pasar.

Es muy probable que todavía el albergue esté abierto, por si alguien buscara refugio en la noche.

Mientras me veo pasando por el umbral de la puerta para accader al interior, aviso de mi presencia pronunciando en vajito al pasar por el Padre.

Padre Anthony, soy yo Roma. ¿Podemos hablar?

 Tras golpear el llamador de la puerta, y esperar algunos minutos te fijas en la luz que sale desde las ventanas, un hombre de unos cincuenta y tantos años te abre la puerta. Porta un cayado y está ataviado con un hábito de color pardo. Tiene el pelo largo y canoso, posee una abundante barba blanca, y unos profundos ojos verdes. Tiene un ligero sobrepeso, pero su porte es agradable y simpático. Es el Padre Anthony tu mejor amigo de la orden de los franciscanos. ¡Roma! Oh Roma que alegría verte en esta noche tan extraña pero ven pasa, tengo visita y estábamos cenando.

Entras y ves a dos caballeros sentados a la mesa cenando. Mientras dos chicos marchan de un lugar para otro del albergue.

Me sorprendo y a la vez me siento agradecido por la hospitalidad de este hombre. Claramente era una buena persona, digna de profesar la fé en Dios.

- Mucho gusto, Padre - le digo cuando nos deja entrar - Mi nombre es Tristan Cartwright, soy un soldado de la Orden de la Espada. Vengo a traerle una noticia que me gustaría compartir en privado con usted.

Entonces espero el momento para estar a solas con el Padre.

Luego de una charla con el dueño de la casa, me dispongo a hacer sociales con la gente que recién conozco. A escuchar sus historias y a compartir algunas mías. Si son amigos del Padre, entonces son amigos mios...

Padre, escúcheme. Tengo que hablarle de algo urgente - digo mientras saco de mi bolsillo un papel. Es el papel que me dio el niño, y que se lo había arrebatado al hombre que lo golpeó en la calle hace unos momentos.

Léala, por favor. Mire bien lo que dice. ¡Parece que alguien quiere asesinar al Arzobispo! Esta carta se la sacó el niño Ernest a un hombre que lo estaba golpeando hoy. Afortunadamente yo llegué y pude evitar que lo mate... Y luego el niño me pasó este papel. No dudé en ir con alguien que pueda ayudarme a esclarecer todo esto, o sea usted.

Omito a propósito la parte de la historia en la que el pequeño me roba la bolsa de monedas. No quería que se meta en problemas...

Me muestro sorprendido.

No esperaba encontraros acompañado hermano Anthony, hace muy buena noche, tal vez le apetezca pasear un poco, me gustaría confesaros mis pecados...

Me fijo en los dos hombres, parece que están bien servidos, con comida caliente y vino de la bodega del anfitrión y no puedo evitar que me rujan las tripas.

Tal vez podamos esperar a después de cenar, para confesarnos con el estomago lleno hermano. Tengo la garganta seca, ¿me haría el favor de darme un poco de vino, por favor?

Me acerco a la mesa saludando, en el trascurso de la compañía del Padre Anthony ante la presencia, ya en la mesa, de Tristan Cartwright y un desconocido.

Buenas noches, me llamo Roma. Soy un monje benedictino de la abadía de Canterbury. He venido a visitar al Padre Anthony para pedirle confesión... Quién esté libre de pecado, que tire la primera piedra.

Roberth tras golpear el llamador de la puerta, y esperar algunos minutos se fija en la luz que sale desde las ventanas, un hombre de unos cincuenta y tantos años le abre la puerta. Porta un cayado y está ataviado con un hábito de color pardo. Tiene el pelo largo y canoso, posee una abundante barba blanca, y unos profundos ojos verdes. Tiene un ligero sobrepeso, pero su porte es agradable y simpático. Es el Padre Anthony: ¡Roberth! Oh Roberth que alegría verte en esta noche tan extraña, tengo visita y estábamos cenando, ¿está su ilustrísima aquí? Pregunta y después de afirmar con la cabeza tu cochero, se dirige al carruaje abriendo la puerta y besándote tu anillo con la misma reverencia como si fueras el arzobispo de canterbury.

Para después invitarte a pasar...Mientras Roberth se queda fuera cuidando del carruaje.

El padre os presenta primero:

- A su ilustrisíma señora Emily Roselyn Claredon Vizcondesa de una de las islas más grandes de inglaterra. 

- Después a los caballeros Tristan Cartwright y Marcus Frey.

- Por último al monje benedictino Roma.

Por orden de preferencia os va recibiendo a cada uno, según vuestras peticiones de hablar a solas con el padre...Recibe primeramente a Tristan Cartwright.

Ya habíamos llegado, el viaje desde el castillo de York hasta la ciudad Canterbury había sido largo y extenuante. Viajamos evitando algunas de las vías principales para no ser descubiertos por nuestros perseguidores, hasta el punto de incluso tener que dormir, en contadas ocasiones, en el cada vez más polvoriento carruaje en la fresca noche.

Afortunadamente contaba con la ayuda de Roberth, un hombre de confianza de mi padre y mi salvador en el castillo de York. Sentía con él una gran deuda de gratitud, no había día en el que no pensara que sin su ayuda mi destino hubiese sido otro muy distinto. Aunque era consciente de que estaba pasando por una situación muy complicada, la simple presencia de Roberth resultaba calmante y tranquilizadora, a mis ojos, aquel hombre se había convertido en un resuelto héroe.

En cuanto el Padre abríó la puerta del carruaje y tomó mi mano para besarla aproveché para mirar a Roberth con una ligera sonrisa, para comprobar que todo estuviese marchando como debía, por como me miró el improvisado cochero deduje que ante mi se encontraba el Padre Anthony. Dejé que el religioso me ayudase a bajar del carruaje ayudándome con su gentil mano.

-Padre Anthony, es un placer conocerle- dije tomando las manos del religioso en las mías para captar toda su atención, mirándole a los ojos fijamente, una mirada que dejaba intuir que me alegraba muchísimo de verle pese a no conocerle.

-Tengo entendido que usted es un buen amigo de mi padre, el Conde de Solent- dije en un tono cercano y discreto. -Espero que usted pueda ayudarnos, tengo noticias muy desagradables de mi visita al norte y estaría muy agradecida en contar con su ayuda- dije para después mirar a mi alrededor.

-¿Podemos hablar en la intimidad? Necesito confesarme- dije de buena gana, aunque algo preocuapa, esperando que el Padre Anthony comprendiese aquella indirecta.

El padre Anthony se ve terriblemente asombrado por lo escrito en la carta y por la historia narrada, te comenta que esta noche hay poco que hacer y que mañana será un día mejor para actuar. Dicho esto vuelve otra vez a la sala para recibir a otro de sus compañeros.

Después de regresar con el caballero Tristan Cartwright, se acerca a Roma, vamos hermano Roma haber que pecadillos trae te dice con una ligera sonrisa, mientras se disculpa de su ilustrisima comentándote que en el menor tiempo posible hablará con su ilustrisima.

Miro a Tristan y me acerco para decirle algo, sin tener en cuenta que Marcus puede escucharme.

Esta noche he recibido confesión de uno de mis feligreses, una confesión terrible que implica a terceros. Ahora sus pecados son los míos, dado que el secreto de confesión es sagrado y yo mismo habré de remediar los suyos para evitar que una amarga tragedia tiña de sangre...

Al escuchar a la dama.

Emily Roselyn Claredon

¿Podemos hablar en la intimidad? Necesito confesarme

Me giro para intentar reconocer a la mujer que pronunció dichas palabras, para darme cuenta de que en realidad se trata de un ángel de cabellos rojizos.

¿Qué pecados puede haber cometido un ángel?

Miro a la preciosa muchacha con curiosidad sin poder evitar que se de cuenta, para retirar la mirada al parecerme que se ha percatado de que la observo...

Roma como siempre tan impredecible se acerca al caballero Tristan Cartwright y empieza a cuchillear con él.

El padre Anthony un poco avergonzado por la situación debido a los cambios de su compañero, se acerca a Emily Roselyn su ilustrisima señora Emily vamos por favor. Dice señalándote con la mano donde podéis hablar con mayor intimidad.