Partida Rol por web

- Yo iré con usted, Padre - le respondo al Padre Anthony - Quiero escuchar lo que esta herbolaria tiene para decir. Además, estoy de acuerdo en que mientras más personas seamos para detener esto, mejor.

Me quedé escuchando las ideas de los demás, ya que las opciones eran pocas y había que elegir muy cuidadosamente nuestro plan. Al finalizar, todos quedan con una misión para el día siguiente, así que lo único que quedaba era descansar.

- Buenas noches a todos, entonces - digo, al terminar.

Pasa la noche sin ningún tipo de percance, la mañana aparece nublada quizás las sombras de la noche no han sido tan duraderas y prefieren extenderse también en el día. 

Los muchachos están preparando vuestro desayuno compuesto principalmente por leche y pan de miel, algo hay de sabroso dulce en esa miel que empalaga el paladar y suaviza la garganta. 

El padre está ahí mirando por la ventana esperando a los presentes (vosotros)...

Los muchachos que están a vuestro servicio están mejor que ayer las heridas de la cara van cicatrizando, pero algo tuvo que golpearles que no fue el puño quizás un cuchillo oculto, ya que varios cortes se ven en su rostro tras haberse limpiado la sangre durante la noche.

Con sangre empezó vuestra andadura y nadie sabe como terminará.

Las calles van siendo más bulliciosas, aunque carente de la paz que se respira en los soliloquios que se establecen en el viaje, ahora se pregona y los gritos llegan a ser tan molestos que pocos son los que pueden encontrar paz a esas horas del día a no ser refugiado en alguna iglesia o casona bien cerrada. 

Las calles están atestadas de gente normal que intentan no mirar a un caballero, y en caso de hacerlo con máximo respeto y acorde a tu estamento. Aunque seas escudero es suficiente para que tus ropajes indiquen que eres superior a cualquier ciudadano que no porta armas ni vive del intelecto. 

Las calles por las que te ha indicado el muchacho son anchas y transitadas carentes de cualquier peligro que pueda a ver en las callejas oscuras, donde el olor como su estrechez pueden mostrar otra versión diferente a la realidad de la ciudad. Pronto sin problemas encuentras la tienda de la herbolaria que está trabajando allí como de costumbre...

Alphonse camina completamente erguido tal y como le han enseñado prácticamente desde que dió sus primeros pasos. No se considera superior a las personas que caminan a sus lados, simplemente piensa que las condiciones de vida y familia de cada una son distintas a la suya y que el Dios todopoderoso ha visto bien el hacerle nacer dentro de una familia influyente. Su mirada en todo momento es gentil y educada para con todos los que le observan.

Al llegar a la tienda de la herbolaria se detiene a un par de metros del pequeño establecimiento para observarlo por fuera. Hace un pequeño gesto con la cabeza y finalmente se decide a entrar, tocando el marco de la puerta con sus nudillos para anunciar su presencia dentro del local - ¿Se encuentra aquí la herbolaria dueña de éste sitio? - Pregunta al aire aún sin ver a nadie por ahí.

Tras escuchar unos ligeros (en cuanto a pesadez) pasos, de la puerta se abre con brusquedad una pequeña mirilla que deja ver unos fieros ojos de hielo profundo se clavaban en el de afuera

-¿Quién pregunta por ella?

Respondió con una acento duro y áspero. Mientras sus helados ojos escrutaban lo que había fuera.

Alphonse observó la mirilla durante milésimas de segundo antes de aclararse la garganta y proferir palabra. Su voz sale en un tono amable, con una atisbo de preocupación en el fondo - Un amigo. Mi nombre es Alphonse y he sido enviado por Sir Gaspard de Grosbois para inquirir acerca de su reciente... Ataque y, de ser posible, ponerla bajo nuestra protección - El joven habla de manera bastante correcta y educada lo que deja entrever que probablemente sea de alta cuna.

Con un poco de inseguridad, la herboraria abre la puerta al tiempo que da unos pasos para atras.

Lleva un hacha digna de un buen soldado en la mano.

- Vinieron me asaltaron y los guardias de la ciudad se rieron de nosotros. Por qué Sir Graspois quiere "protegerme".

Preguntó directamente y sin rodeos. El nerviosismo era patente en ella.

Alphonse se aclaró la garganta y dió un par de pasos hacia adelante pero se detuvo de golpe al ver el hacha que portaba la mujer. No pudo contener una pequeña sonrisa de admiración por el espíritu guerrero que demostraba la herbolaria - Sir Gaspard, señorita, si me permite el atrevimiento de corregirla... - Dijo mientras terminó de pasar dentro del pequeño local - Porque hemos... Hallado algo, algo que quizás la implique a usted en algo más grande... Y de ser así nos gustaria protegerla para contar con un aliado más en los acontecimientos que están por suceder - El joven da una mirada a la tienda en general antes de volver a centrarse en Nadia - Aún no me ha honrado con su nombre ¿Señorita...? - Pregunta con gentileza.

La tienda mostraba cierto desorden. Alguanas estanterías estaban vacías totalmente o a medias.

La herboraria no pudo evitar poner una cara de sorpresa a las palabras del  enviado de Ser Gaspard

-Pero de qué está hablando?

Dijo al tiempo que se posicionaba tras el mostrador y dejaba de un golpe (por la parte plana) el hacha en sobre éste.

- Me llamo Nadia. Y no tengo nada para ayudar a Ser Gaspard de Graspois a no ser que desee un remedio de hierbas para el resfriado puesto que he perdido numerosos remedios contra otras dolencias más fuertes durante el asalto que sufrí ayer. Por contra si buscáis algo mucho menos sano para las personas también llegas tarde, sólo me quedan algunos cristales rotos. Mi hacha no está en venta.....antes de que preguntes.

Alphonse se llevó una mano al entrecejo, la chica no terminaba de entenderlo y no quería explicarle más de lo necesario - de Grosbois - Volvió a corregir - Señorita Nadia... Lo quiera o no usted al parecer se ha visto envuelta en una situación mucho más grande que usted... Y es posible que algunos de los implicados quieran eliminar los cabos sueltos... Usted entra dentro de esa categoria por lo que sé. Entre más rápido acepte el ofrecimiento de mi señor más pronto se encontrará a salvo - Volvió a mirarla con gesto suplicante, sus órdenes habían sido claras.

Algo empezaba a encajar en lo que decía el hombre, había que aceptar que las cosas parecía tener algo de sentido...pero... de repente se acordó de algo importante.

- Bueno, y qué desea hacer Ser Grospois de Grosbois* con mi marido?

Dijo con cara realmente preocupada.

Un sacerdote entra en la tienda seguido por dos caballeros, una bella dama y otro monje.

El padre os mira - Perdonen señores, ¿es acaso vos la herbolaria? 

Dos muchachos entran también, uno de ellos dice: - Sí padre es ella la que fue atacada por el hombre de ropas pardas.

El padre mira a la herbolaria y te dice: Señora ¿Qué buscaban esos hombres? El  padre es un hombre de unos cincuenta y tantos años. Porta un cayado y está ataviado con un hábito de color pardo. Tiene el pelo largo y canoso, posee una abundante barba blanca, y unos profundos ojos verdes. Tiene un ligero sobrepeso, pero su porte es agradable y simpático. 

Alphonse cerró los ojos durante un segundo y su mano volvió a encontrar su entrecejo _{- Sir Gaspard de Grosbois... -} Murmuro de manera poco inteligible, luego volvió a mirar a la chica - Deduzco que también entrará dentro de la protección de mi señor, dado el sagrado voto que os une. - la noticia pareció ser una sorpresa para el chico, aunque fuese algo esperado realmente.

- Ahh!

La chica vio varias sombras entrar en su pequeño negocio,y como acto instintivo agarró la pesada hacha de batalla que estaba encima del mostrador y la armó mientra apretaba las mandíbulas. Luego se dió cuenta de que tenía delante a lo que podría parecerse a personas de bien y bajó el arma aunque no la soltó....Se había quedado algo conmocionada tras los incidentes anteriores, eso era seguro.

Luego las palabras fueron bailando entre los invitados a sus humildes posesiones, le costaba entender lo que estaba pasando. Su mente daba vueltas y vueltas y no sabía hacia donde iba todo eso. Los últimos que habían entrado no ayudaban, pues eran muy peculiares verlos ahí preguntando por esas cosas. Sabiendo que ella y su marido caerían bajo la protección el señor extrangero cuyo nombre le costaba pronunciar, la calmó...quizás demasiado porque dejó escapar:

- Belladona suficiente como para calmar varios regimientos tras una ardua batalla....o para matar a un hombre.

Con cierta inseguridad entro en la tienda, me reconfortaba volver a estar en un espacio cerrado y mi porte noble se repuso una vez dentro a pesar de no haber comido prácticamente nada para desayunar.

La seguridad de aquella bella* mujer me sorprendió, de hecho podría decir que incluso me inspiró, pues si una simple herbolaria era capaz de hacer frente a aquellos truanes con tal descaro, yo también podría ayudar en la investigación que estábamos llevando a cabo:

- Nos dijeron que fuisteis asaltada por un hombre de ropa parda.

Doy un paso al frente cargado de elegancia y me llevo una mano al pecho como signo de sinceridad en mis palabras

- Yo también fui atacada recientemente - hago una pausa "se lo que se siente" -  y sospechamos que detrás está el mismo hombre que buscaba la belladona.

Miré de reojo al padre "van a envenanarlo"

- Por eso mismo cualquier detalle que pudierais recordar al respecto nos sería de mucha utilidad. Ese hombre... ¿Consiguió lo que quería?

El Padre Anthony interviene creo que sí lo consiguió sino ahora mismo estaríamos ante una mujer muerta, se disculpa con una reverencia tras esas palabras perdone señora no es mi intención insultarla, pero seguro que la dejó vivir para no levantar sospecha fundada sobre el asesinato del arzobispo. Debe de venir con nosotros es la única que puede encontrar un antídoto al veneno que está destinado a acabar con la vida del Arzobispo. Te dice el padre con una voz que suena a ruego pero también es severa.

- Asesinato del Arzobis....

Miró a todos de nuevo. La situación era realmente extraña e incómoda, pero cada vez tenía más sentido, y eso la preocupaba.

- Yo...yo...puedo intentar hacer algo...quizás...

La inseguridad se hizo evidente, pero antes de quedarse tituveando delatne de todos, se puso a revisar todo lo que tenía buscando un posible remedio.

Así que la mujer cedió a los deseos de aquel rufián... no me extrañaba ni la culpaba por ello, como dijo el padre: su vida estaba en riesgo. Pero habría podido disimular o engañarlo de algún modo. 

- Un antídoto, claro!

Si fuera tan simple como aquello, quizás incluso podríamos hacer creer al marqués de York que se había salido con la suya, sin haber sido esto así.

- ¿...pero la belladona tiene antídoto?

murmuro para mi misma con un dedo frente los labios tratando de hacer memoria de algo que quizás nunca hubiera estudiado u oído.

De no ser así, la única posibilidad que nos quedaría sería impedir que el arzobispo bebiera o comiera nada durante la ceremonia o antes de la misma.

Miro a aquel caballero y le oigo hablar de su señor y de votos. Me llamo Marcus Frey soy hombre de armas, vengo con la experiencia de las cruzadas bajo mis hombros sería un honor conocer vuestro nombre (Se refiere a ti Alphonse Plantagenet). Te hace un leve gesto de saludo cortes, dejando que entre las damas se sonsacasen la otra información.