Partida Rol por web

- Disculpe, Roma... ¿Pero acaso tiene que ver con el Arzobispo? - respondo, considerando que había algo turbio en mi mente rondando hace un pequeño tiempo - Porque si es así... Puedo suponer lo que es. Yo mismo encontré evidencia de que algo puede suceder con respecto a él.

-Por supuesto, le sigo. Puede llamarme Lady Roselyn si le place.- dije dejando al religioso que me guiase.

-Con vuestro permiso caballeros- dije educadamente a aquellos desconocidos.

Esperaba que el lugar hacia donde se dirigiera el Padre Anthony fuese lo suficientemente discreto para contarle lo sucedido en el castillo de York, pero mientras caminábamos, pregunté con cierta curiosidad por aquellos caballeros:

-Padre, ¿quienes son esos hombres?- dije espontáneamente mientras caminábamos a la par.

El padre te guía hacia una salita preparada como sagrario donde se guardan todos los utensilios para la misa como también todos los ropajes que conforman el hábito sacerdotal. Aquel cuarto está bien iluminado por las velas, con unos mobiliarios de excelente calidad.

Disculpe mi señora el no tener un salón para recibir a personas tan ilustres como vos, pero vivo de la caridad y este sitio carece de los recibidores apropiados para vuestra ilustrisima. Dicho esto con una reverencia de cabeza se acerca a la puerta para cerrarla, después coge de uno de los cajones de madera un distintivo para confesar, que se basa en una tela que va por el cuello y cae hasta los brazos con color verde y un símbolo de cruz a ambos lados. Se acerca a vos mirando hacia el espejo de la pared para escuchar vuestra confesión. No es necesario mi señora estar en un confesionario, ya que personas de su alcurnia no necesitan arrodillarse para ello. Cuénteme hija en secreto de confesión sus pecados, te dice poniendo las manos en cruz mientras mantiene una respiración pausada, carece de los ungüentos propios de los nobles pero aún así ves que es pulcro y no te llega ningún olor que te desagrade.

Me sorprendo al ver que el Caballero, sabe algo del tema del Arzobispo.

Me acerco a Tristan para que nadie escuche lo que tengo que decirle en bajo. Intento que Marcus no me oiga.

Por favor ayudarme.
Ciertamente el Arzobispo está en peligro.

No estamos solos. Si lo que ha de compartir con el Padre Anthony tiene que ver con el Arzobispo, le suplico que entremos juntos a confesarnos... Cuando termine con la muchacha que acaba de entrar.

Me sentí aliviada en la intimidad de aquella salita, en absoluto me importó que no estuviese acondicionada para recibir las confesiones de una dama de mi categoría, yo no era una mujer demasiado religiosa pese a que colgase de mi cuello un crucifijo de plata, es más, pese a mis palabras, mi intención no estaba en confesarme, si no encontrar un lugar lejos de los curiosos para advertir al padre Anthony.

- No se preocupe padre, no es confesión lo que necesito en estos instantes, debo comunicarle algo más importante, de vital importancia para el arzobispo de Canterbury. He viajado desde el Castillo de York para advertirles de algo terrible. - dije con cierta preocupación mientras apretaba en mi mano derecha el crucifijo que pendía de mi cuello.

- Debe comunicar al Arzobispo de Canterbury que su vida corre peligro, el Marqués de York planea su asesinato. Debe advertirle cuanto antes, el Marqués ha demostrado ser un hombre despreciable, capaz de cualquier cosa, de no ser por Roberth... yo estaría muerta a manos del Marqués por descubrir sus retorcidos planes.

Sepa que pienso cumplir con mi deber, pero no puedo denunciar formalmente hasta que cuente con el apoyo de mi padre, y hasta entonces necesitaré que me acoja bajo su protección. Me encargaré personalmente de que mi padre compense debidamente por sus servicios en favor de su admirable causa con los más desfavorecidos. - Dije en un tono demasiado solemne para una dama de mi edad, pero que dejaba ver el pleno convencimiento que tenía sobre mis palabras.

El padre escucha con asombro mientras se presina, aún así ves algo en su rostro que te hace pensar que no lo coge tan de sorpresa como debería. Su ilustrisima debo de comunicarle que ya uno de los caballeros me ha alertado del suceso, supongo que si todos estáis aquí por esta misma situación deberíamos tomar medidas drásticas, sin embargo, por la noche hay poco que hacer y mañana será un día mejor para actuar. Tenemos que unir nuestras fuerzas para evitar que se produzca el asesinato, creo que si ideamos un plan en conjunto podemos salvar al Arzobispo si evitamos ese asesinato que seguramente se producirá el día de su nombramiento. Sigue mirando al suelo manteniendo la serenidad sabiendo que vos es la que debe de tomar la última palabra para darle al padre su consentimiento o no, ya que tu poder es muy superior a la de un párroco de ciudad, aunque tenga muchos fieles que lo apoyen.

Perdone que le diga su ilustrisima te dice con humildad que primeramente el Arzobispo es un hombre muy ocupado y ahora con las preparaciones no creo que me concediese audiencia antes de su nombramiento, en segunda lugar el solo hecho de comunicárselo sin pruebas daría como resultado terminar en saco vacío, perdone por la expresión. Pero siempre han existido gente que amenaza, que deja cartas con la única finalidad de que se retarde el nombramiento así que normalmente todas estas amenazas no son tomadas en consideración. Por otra parte, lo que su ilustrisima me ha contado podría hacer que con el peso de su poder se tuviera su palabra como prueba pero entonces los implicados postergarían el plan hasta no sabemos cuando. Creo que ésta es la única posibilidad que tenemos de pararlos sin que los implicados sepan que estamos en ello. Guarda silencio después de tanta palabrería para enjugarse un poco la boca y escuchar su opinión. 

Después se queda pensando como si se le hubiese olvidado algo de tu comentario por supuesto que cuenta con mi protección aunque mucho me temo que poco puedo hacer si le persiguen enemigos tan poderosos, salvo mantener su identidad oculta como su estancia aquí. Guarda otra vez silencio representando en sus gestos que le parece haber contestado a todas tus preguntas.

La situación se me antojaba llena de interrogantes. ¿Cómo sabía aquel caballero algo semejante? ¿Quién era ese caballero? ¿De cuanto tiempo disponíamos?.

Probablemente el padre Anthony estaba en lo cierto, deberíamos hablar de cómo solucionar todo esto, organizarnos y planear una estrategia. Sin embargo, yo no me sentía una buena estratega, si por mi fuese me reuniría con las autoridades para zanjar este tema, pero sabía que probablemente lo más seguro para mí sería permanecer oculta a los ojos de ese mal nacido, sobre todo después de comprobar la forma de actuar del Marqués en este tipo de asuntos.

Empecé a echar en falta la presencia de Roberth con el simple recuerdo de lo sucedido en York, no quería estar lejos de él, seguramente el estaría más capacitado que yo misma para idear una estrategia, y para mi siempre era valiosa su opinión.

- Traiga a Roberth y a ese caballero ante mi presencia- dije mientras buscaba algo en lo que sentarme.

Encontré un pequeño taburete de madera y lo coloqué en mitad de la salita, después tomé asiento para descansar la espalda y al ver al padre Anthony aún en la sala le miré fijamente. - Padre, no se demore, necesitamos el consejo de un buen hombre de armas.- Dije de manera diligente, para después quedarme en silencio y pensativa mirando al suelo pensando en lo que me había dicho el padre Anthony.

Sí mi ilustrisima te dice un tanto sorprendido al no esperar esa petición. Ves como el padre desaparece cerrando la puerta tras de si. El olor a buena madera te llega a tu olfato, es un olor que puede ser interpretado de diferentes formas según cada persona dando lugar a diferentes sensaciones.

En breve tiempo aparece con Tristan y tu cochero, tras llamar con la debida educación... esperando aquella voz que le permitiese ser recibido, en cuanto la escucha entra con aquellos hombres que habías solicitado a tu presencia.

Roberth al entrar primero te mira para saber si estas bien con su gorro cogido en el recodo de su brazo que deja para sostenerlo, después hace una genuflexión con sus ojos clavados en el suelo. 

Tras la petición del padre Anthony al cochero como al caballero Tristan para que les siga hasta el cuarto donde estaba la vizcondesa, te dejan con Marcus en la estancia. Una estancia que huele a los guisos tomados en la cena que se mezcla con el olor a madera de los muebles y el humo de las velas encendidas. 

- Milady, ¿desea verme junto al Padre Anthony? Digame, ¿en qué puedo ayudarla? - Le dije amablemente a la muchacha, mientras entraba a la habitación junto al cura. No estaba seguro qué deseaba la chica, pero estaba a punto de averiguarlo.

-Gracias Padre- dije agradeciendo su servicio.

-Roberth- dije en forma de saludo después que realizase su genuflexión .

-Tristan Cart...wright. Tristan Cartwright ¿Verdad?- dije con una mirada analítica y aún algo pensativa, observando de arriba abajo al caballero desde el taburete en el que estaba sentada. -Parece usted alguien muy resuelto- dije complacida. -Tengo entendido que usted ha alertado al Padre Anthony en una cuestión bien delicada. Dígame, ¿A quién sirve usted justo caballero? ¿Cómo llegó a sus oídos esa información?- pregunté con mucha curiosidad.

- Ah, pues... Debo admitir que fue casualidad. Un hombre estaba golpeando salvajemente a un muchacho. No dudé en intervenir para salvarlo, lo que resultó en que el chico me diera un pedazo de papel que le había arrebatado a su agresor. En este decía... Bueno... Hacía referencia al asesinato del Arzobispo. ¿Acaso usted tiene algo de información que nos pueda servir para evitarlo? - pregunto sinceramente esperando una respuesta que sea de utilidad.

-No sé mucho más que usted me temo- dije en un tono serio y desanimado.

Miré a Roberth por un momento intentando adivinar qué pensaba, para después volver a mirar a Tristan y cruzar mis brazos.

-Dígame, ¿dónde encontró aquel papel?- pregunté aún con más curiosidad.

El Padre Anthony interviene con su venia mi ilustrisima dice haciendo una reverencia, no me gustaría que mi casa se convirtiese en un interrogatorio. Este caballero ha venido con sus mejores intenciones para solicitar mi consejo y ayuda como vos. Los detalles son fortuitos como bien ha dicho el caballero, seguro que los designios divinos os han traído a ambos, creo que deberíamos juntar nuestras fuerzas para poner fin a este complot. Os invito al salón creo que es hora de confiar en los hombres que esta noche están bajo mi techo, ya que el solo hecho de que alguien sepa que su ilustrisima está aquí sería un riesgo para su señoría.  Creo que todos estáis aquí por esta misma razón, por favor mi ilustrisima señora Emily ser Tristan Roberth os invito al salón para poder llegar a diseñar un plan entre todos.

Dicho esto el padre Anthony abre la puerta y espera a que salgáis del habitáculo anexo a la iglesia para reuniros con los demás invitados.

-Con el debido respeto Padre, no me gustaría que me malinterpretara, no pretendo hacer un interrogatorio de esto- Arqueé la ceja izquierda mirando a Anthony mientras me levantaba de mi improvisado asiento, haciendo de aquel gesto un sutil toque de atención.

-En ningún momento he dudado de la buena voluntad de Tristan, les ruego me disculpen si mis palabras les han llevado a caer en ese error.- dije levantando ligeramente mi vestido, preparándome para comenzar a andar con más soltura.

Lo cierto es que la interrupción del Padre Anthony me había importunado, pero intenté disimularlo de la mejor forma que supe, al fin y al cabo yo era su invitada y él de buena gana me estaba prestando su ayuda. Que se dirigiese a mi repetidamente como ilustrísima o excelentísima me resultaba algo excesivo y extraño, pero no quise tenerlo demasiado en cuenta suponiendo que el humilde religioso no estaba acostumbrado a tratar con personalidades nobles.

Me resigné a aceptar la invitación del religioso y me tragué las ganas de conocer a Tristan un poco más. Quizá estaba un poco paranoica, intrigada o demasiado sensible por todo lo que me había ocurrido en York, pero me costaba confiar en alguien que no fuese Roberth.

Me serví de la caballerosidad de los presentes para ser la primera en caminar hacia la puerta, buscando el salón, bajando de forma introvertida e inconscientemente la mirada para evitar la mirada de Tristan al pasar por su lado.

El cruzado se había mantenido al margen de las presentaciones junto a su nuevo criado, ambos comían gustosamente, sobretodo su joven criado, el pobre estaba ahora vestido de forma modesta pero no llevaba los harapos con los que le había encontrado. Parte de los ingresos obtenidos por el ladronzuelo fueron bien invertidos, ropa nueva y encima una comida decente se presentaba esta noche para el joven muchacho. -Mañana has de confesarte mi joven sirviente, intuyo que en tu alma reside una mácula que has de limpiar. Aunque bueno, no se si quiera si estas bautizado ¿Qué me dices adoras a nuestro señor Jesucristo? esperó la respuesta de su sirviente. si estaba en pecado mortal salvaría a esa pobre alma descarriada, el no era un cura pero si un firme siervo de Dios. Concretamente era una de las espadas encargadas de librar al mundo de el mal y la corrupción que lo asolaban. Justo cuando Marcus estaba acabando con un sabroso muslo de pollo aterrizó y vio que alguno de los presentes se habían ausentado.Instantes después limpió sus manos y sacó la carta sin nombre que había obtenido y se puso a releerla, no diría todavía nada sobre los planes de asesinato premeditado que estaba por ocurrir. Dejaría que los presentes disfrutasen un poco más de la buena comida y de la nueva compañía, total con él allí era improbable que nada pudiese suceder al Obispo a no ser que... uno de los presentes tuviese algo que ver con esa carta. Su mente empezó a funcionar como un motor bien lubricado y a sacar falsas conjeturas puede que algunas descabelladas , pero no conocía a nadie, normal que pensara así con los tiempos que corren.

Tanto su ilustrisima la señora Emily como ser Tristan y Roberth se unen al comedor...

El niño Ernest responde a ser Marcus sí mi señor estoy bautizado, en cuanto ve llegar al padre Anthony el niño dice mi señor enseñe la carta al padre Anthony... El padre se da cuenta de la situación, su ilustrisima, señores dice haciendo una reverencia creo que esta noche el designio divino nos ha reunido a todos bajo una misma misión, evitar el asesinato del Arzobispo, supongo que se producirá el día de su nombramiento. Cualquier intento de intervención por mi parte de alertarlo no daría resultado por falta de pruebas. Esta noche poco podemos hacer más que idear un plan para evitar este complot, para así mañana poder actuar en consecuencia.

Baja sus ojos por un momento esperando vuestras respuestas.

Escuché atentamente las palabras del Padre Anthony con un rostro que reflejaba la preocupación que me merecía el tema. Tras sus palabras observé expectante al resto de los presentes, aunque tenía algunas ideas, la falta de confianza en mí misma me hizo guardar silencio. Pensé que para este tipo de situaciones un hombre como Roberth estaría más preparado, el era un buen amigo de mi padre el Conde de Solent, su hombre de confianza. Pensé que lo mejor sería apoyar sus ideas, sobre todo después de comprobar su habilidad para en combate tras lo sucedido en York.

Estaba cansada, quizá algo febril, podía sentir molestias en los huesos y tenía la garganta algo tomada. Esperaba que aquello terminase cuanto antes, una dama como yo no debería verse envuelta en asuntos tan turbios. Aunque me esforzaba para no demostrarlo, cada vez que hablábamos del tema de Arzobispo sentía angustia y cierto miedo.

Todo era muy confuso, ¿Por qué querría el Marqués acabar con la vida del Arzobispo? Pensar en eso me despertaba jaqueca.

Esperé en silencio y con seriedad a que el resto dijese lo que opinaba.

Me lavé las manos lo mejor que pude y saqué la carta, la miré nuevamente y me dirigí hacia el Padre Anthony

-Padre, no se si esto servirá como prueba, pero yo lo consideraría como una prueba más que suficiente a pesar de ser anónima. Dije mientras le tendía la carta para que viese con sus propios ojos todo.